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1 El bosque de los corazones dormidos (1)

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79<br />

abrazarme las piernas.<br />

Fue entonces cuando mis labios empezaron a emitir una especie <strong>de</strong> lamento<br />

sordo, como un mantra agónico, al tiempo que mi cuerpo se balanceaba siguiendo<br />

<strong>los</strong> espasmos.<br />

También fue entonces cuando mis ojos se cerraron y mi alma inició un viaje<br />

al pasado.<br />

Dicen que cuando estás a punto <strong>de</strong> morir ves pasar toda tu vida hacia atrás,<br />

como una película. Quizá para que hagas balance y te vayas al otro mundo con una<br />

i<strong>de</strong>a clara <strong>de</strong> tu paso por este. Yo no necesitaba inventariar mi vida para saber que<br />

el saldo era claramente negativo, y que si había un <strong>de</strong>nominador común había sido<br />

la tristeza.<br />

De repente me vi a mí misma bajar <strong>de</strong>l Land Rover <strong>de</strong> mi tío el día que llegué<br />

a la Dehesa. Des<strong>de</strong> mi posición, en las nubes, podía verlo todo a vista <strong>de</strong> pájaro. Me<br />

costó reconocerme en aquella chica <strong>de</strong>lgaducha <strong>de</strong> cara pálida y mirada triste.<br />

Caminaba arrastrando <strong>los</strong> pies, con las manos en <strong>los</strong> bolsil<strong>los</strong>. Contemplé cómo me<br />

<strong>de</strong>tenía frente al estanque y me agachaba para buscar un guijarro plano, que<br />

<strong>de</strong>spués lancé con efecto. <strong>El</strong> canto rebotó tres veces sobre el agua y lo celebré con un<br />

saltito. Creo que fue justo en ese instante cuando tomé la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> quedarme.<br />

La lluvia diluyó esa escena caprichosa y me <strong>de</strong>volvió a la gélida oscuridad<br />

<strong>de</strong>l pozo. Aunque no había llegado a dormirme, me encontraba en una especie <strong>de</strong><br />

sopor, un <strong>de</strong>lirio que me impedía pensar con claridad. Intenté aferrarme a ese<br />

aturdimiento con todas mis fuerzas para no afrontar lo que estaba viviendo. Sin<br />

embargo, el agua helada sobre mi cabeza y el aullido cercano <strong>de</strong> unos lobos me<br />

recordaron que <strong>de</strong>bía hacer algo pronto. Tenía que luchar por mi vida antes <strong>de</strong> que<br />

fuera <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> y aquel hoyo se convirtiera en mi tumba. Intentaba reunir<br />

fuerzas cuando me asaltó un nuevo <strong>de</strong>lirio.<br />

Estaba ahora en el entierro <strong>de</strong> mi madre. Lo veía todo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un ángulo <strong>de</strong>l<br />

tanatorio. Me vi sentada en una silla <strong>de</strong>l pasillo, don<strong>de</strong> me había pasado el velatorio<br />

entero haciendo sudokus compulsivamente. Clavaba el bolígrafo con tanta fuerza,<br />

que algunos trazos habían perforado el papel. No lloraba. Solo hacía números y<br />

mantenía la vista fija en aquel<strong>los</strong> cuadritos. Entré en la sala don<strong>de</strong> estaba el ataúd.<br />

Aquella escena era nueva para mí; aquel día no había querido ver a mi madre<br />

muerta. Mi abuela estaba a su lado. Tenía su mano cogida y le susurraba algo al<br />

oído. Me acerqué a escuchar. «Mi niña, espérame… Pronto estaré contigo.» Me fijé<br />

en mi madre. Estaba tan hermosa que parecía un ángel. Besé su piel ya fría. Una<br />

lágrima resbaló por mi mejilla y aterrizó en la suya.<br />

Mis propias lágrimas se mezclaban con la lluvia que empezaba a inundar la<br />

trampa.<br />

Diluviaba.<br />

Libros<strong>de</strong>lcielopersonal.blogspot.com

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