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Iglesia donde varios sectores reclamaban que se abandonaran posiciones politica<br />

afines a los gobiernos y a los sectores dominantes para que la Iglesia se encargara<br />

únicamente del oficio religioso ecuménico. La democracia participativa auténtica no<br />

es más que un medio político que exige una capacidad de intervención directa y<br />

eficaz de cada ciudadano, estructurada por un estado de derecho, en el proceso de<br />

tomar decisiones en todos los niveles de la vida pública. Jacques Maritain, un<br />

filósofo francés que fue precursor de la ideología política demócrata cristiana, sentó<br />

muchas de las bases conceptuales y filosóficas del mecanismo político participativo<br />

hacia el que derivamos en la actualidad en obras muy pertinentes, como fueron “El<br />

Hombre y el Estado” y “Humanismo Integral”. El cristianismo plantea que, antes de<br />

establecer un modelo de sociedad democrática como la quiere y la desea la mayoría<br />

del pueblo, es necesaria una conversión del hombre en lo social, en lo político, en lo<br />

económico y en lo espiritual. Es preciso que ese cambio lo haga capaz de innovar,<br />

empezando por sí mismo. El hombre nuevo exigirá una nueva sociedad, y el<br />

cristianismo puede ofrecer ese nuevo sistema democrático.<br />

Esto quiere decir que la democracia participativa no apunta tampoco a una<br />

oclocracia de las masas gobernando a golpes del capricho popular. No es así,<br />

porque estas oclocracias entronizan tarde o temprano a un líder mesiánico que<br />

acaba asumiendo facultades de dictador. Por eso hay que insistir en el consenso<br />

nacional indispensable en materia jurídica y constitucional que desarrolle a plenitud<br />

la aplicación y el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales<br />

internacionalmente reconocidas. Sin ese requisito, la participación puede<br />

convertirse en una odiosa dictadura de las mayorías, que siempre evoluciona<br />

fatalmente hacia la oligarquía totalitaria y minoritaria.<br />

Hay que insistir también en que es obligación indispensable de los gobernantes, en<br />

el proceso de administrar los mandatos de su pueblo, gestionar el bienestar y la<br />

felicidad de los ciudadanos del país, la provincia, el municipio o la ciudad o pueblo a<br />

su cargo. No hay pretextos válidos para justificar el fracaso de esta gestión, porque<br />

esa es la única razón de ser de los gobernantes.<br />

Ese paso definitivo hacia la democracia participativa implica un firme e<br />

inquebrantable poder judicial y una cultura política y social que acepte el<br />

desacuerdo de los demás, que respete los derechos de la minorías y que busque<br />

incansablemente el consenso antes de proceder a la fórmula mayoritaria. Además,<br />

cuando la fórmula mayoritaria sea indispensable para superar un impasse, que la<br />

constitución y las leyes contemplen mecanismos Hoy en día, la gran mayoría de los<br />

sistemas democráticos, funcionan por medio de la representación; podemos<br />

imaginar lo complicado que sería de otra manera, con la población actual de los<br />

países. Dentro de la democracia, quienes tienen el beneplácito, para ostentar los<br />

cargos públicos, son los integrantes de los poderes políticos. Es así, como los<br />

partidos políticos, son quienes potencian y fortalecen a la democracia. Por medio de<br />

su actuar y la alimentación de participantes, quienes escogerán por medio de las<br />

distintas elecciones, los cargos de los poderes ejecutivos y legislativos, en la<br />

mayoría de las naciones democráticas. Aún cuando, en algunas de ellas, la<br />

ciudadanía, también puede escoger a ciertos integrantes del poder judicial. Es así,<br />

como la separación de los poderes del Estado, es uno de los pilares fundamentales<br />

de toda democracia. Cada uno de ellos es independiente y existe un control<br />

constante de uno sobre el otro. Aquello redunda en un control sobre el actuar de los<br />

mismos y evitar casos de corrupción o ilegalidades de los mismos;<br />

lamentablemente, en algunos casos estos poderes se coluden y la corrupción se<br />

hace generalizada, como aún vemos en algunos países, sobretodo en aquellos que<br />

se encuentran en vías de desarro. La democracia, por su propia naturaleza, es un<br />

proceso caracterizado por una enorme diversidad. Tan diversa como grupos<br />

humanos puedan existir con diferentes circunstancias, necesidades y aspiraciones.<br />

Por el contrario, los regímenes absolutistas, autoritarios, teocráticos, totalitarios o<br />

dictatoriales adolecen a través de la historia del mismo patrón nefasto de<br />

centralización del poder bajo el disfraz de la “unidad nacional”. Contrastan los<br />

sistemas auténticamente democráticos, porque cuanto más lo son, mayor es su<br />

tendencia a la descentralización. La historia nos demuestra su evolución en esa<br />

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