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Suplemento Cultural Tres Mil 10 de Octubre de 2015

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Álvaro Rivera Larios<br />

Escritor salvadoreño<br />

De la poesía actual, <strong>de</strong> los<br />

rasgos y las búsquedas que<br />

la caracterizan y el mundo<br />

en el cual se mueve, no<br />

tendremos cierta claridad<br />

hasta que no removamos o superemos la<br />

visión incompleta, confusa y errónea que<br />

nos hemos hecho <strong>de</strong>l pasado inmediato <strong>de</strong><br />

nuestra lírica.<br />

Si recurrimos a la foto fija <strong>de</strong> un pasado<br />

literario para enmarcar la ebullición creativa<br />

<strong>de</strong>l presente, resulta obvio que solo tendremos<br />

una imagen compleja <strong>de</strong> la singularidad<br />

actual en la medida en que construyamos una<br />

visión lúcida <strong>de</strong> ese ayer con el cual hemos<br />

roto, <strong>de</strong> ese ayer que hemos “superado”.<br />

Los poetas jóvenes, por razones<br />

comprensibles, cuando se ponen el disfraz<br />

<strong>de</strong> críticos se <strong>de</strong>dican a ese género que<br />

podríamos bautizar como “el elogio<br />

<strong>de</strong>l presente literario”. Y los elogios<br />

convencionales <strong>de</strong>l presente se limitan a<br />

empequeñecer retóricamente ese pasado con<br />

el cual se comparan. La imagen alta <strong>de</strong>l poeta<br />

mo<strong>de</strong>rno se pone a la par <strong>de</strong>l retrato <strong>de</strong> grupo<br />

<strong>de</strong> los poetas bajitos <strong>de</strong>l pasado. El presente,<br />

qué duda cabe, siempre tiene sus ventajas.<br />

Pero concentrarse en ellas a costa <strong>de</strong> olvidar<br />

o silenciar sus carencias conduce a un tipo<br />

<strong>de</strong> crítica literaria escrita por jóvenes que<br />

únicamente les dicen a sus jóvenes lectores<br />

lo que estos <strong>de</strong>sean escuchar.<br />

Esta voluntad <strong>de</strong> presentar amablemente a<br />

la poesía que hoy se escribe, silenciando sus<br />

problemas y sus limitaciones, convierte los<br />

elogios <strong>de</strong>l presente literario en un discurso<br />

cercano al <strong>de</strong> la estimulante publicidad. Si<br />

queremos hacer un diagnóstico lúcido <strong>de</strong><br />

la poesía salvadoreña última, no habrá más<br />

remedio que <strong>de</strong>jar atrás los balances literarios<br />

autocomplacientes que vocean las victorias<br />

<strong>de</strong>l presente, pero no sus <strong>de</strong>sconciertos.<br />

Cualquiera diría que hoy la poesía salvadoreña<br />

está a la altura <strong>de</strong> su tiempo gracias a los<br />

premios literarios que ha cosechado en el<br />

exterior, pero habría que preguntarse si<br />

los criterios <strong>de</strong> exigencia se reducen a la<br />

ganancia <strong>de</strong> trofeos literarios. Otros criterios<br />

nos pue<strong>de</strong>n salir al paso planteándonos la<br />

pregunta <strong>de</strong> si la poesía salvadoreña actual<br />

está a la altura <strong>de</strong> esta época, <strong>de</strong> este tiempo<br />

nublado en el que ahora está sumido el país.<br />

¿Cómo dialoga nuestra lírica con el hecho<br />

<strong>de</strong> que nuestros poetas viven en una <strong>de</strong><br />

las ciuda<strong>de</strong>s más violentas <strong>de</strong> la tierra?<br />

¿Cómo se manifiesta esa conciencia en la<br />

superficie <strong>de</strong> sus palabras y en los juegos<br />

<strong>de</strong> su imaginación? Tal parece que quienes<br />

se entregan al culto <strong>de</strong> la belleza verbal lo<br />

hacen a costa <strong>de</strong> negar el mundo ¿Tiene que<br />

ser así? ¿No hay un margen <strong>de</strong> encuentro?<br />

No se trata <strong>de</strong> exigir a la poesía que cumpla<br />

el papel <strong>de</strong> periodista. Tampoco se trata<br />

<strong>de</strong> convertir la crónica roja en la agenda<br />

primordial <strong>de</strong> los poetas, en el único horizonte<br />

que cabe para la lírica en nuestro mundo. Hay<br />

algo más. No se pue<strong>de</strong> vivir en un mundo<br />

como el mundo en el cual viven los poetas<br />

salvadoreños sin que eso no afecte a las<br />

fronteras <strong>de</strong> la subjetividad y la imaginación,<br />

sin que eso no afecte a las mismas palabras<br />

y el modo en el que interpretamos su vida<br />

en una <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s más violentas <strong>de</strong> la<br />

tierra.<br />

Sin embargo, hay poetas que huyen <strong>de</strong><br />

| artículo |<br />

Acerca <strong>de</strong> la<br />

poesía actual<br />

estas implicaciones porque temen manchar<br />

la arquitectura cristalina <strong>de</strong> sus versos con la<br />

turbia experiencia <strong>de</strong>l universo que los ro<strong>de</strong>a.<br />

Algunos balbucean una excusa atendible. No<br />

quieren repetir los empobrecedores tratos que<br />

tuvo con la experiencia la poesía salvadoreña<br />

<strong>de</strong> los años 80, pero ¿esas eran las únicas<br />

relaciones posibles entre la poesía y la turbia<br />

experiencia?<br />

Nuestra poesía salió <strong>de</strong> los años 80 <strong>de</strong>l siglo<br />

pasado escaldada <strong>de</strong> sus relaciones con el<br />

mundo, <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> ser significante, <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong><br />

acomodarse en los tranquilos espacios <strong>de</strong> una<br />

interioridad que la historia le había negado.<br />

Ese era el plan, esa era la intención, ese el<br />

<strong>de</strong>seo hasta que nuestra ciudad se convirtió en<br />

una <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s más violentas <strong>de</strong> la tierra.<br />

Por supuesto que la poesía continúa jugando<br />

su juego en los espacios interiores, pero ¿cuál<br />

es el estado <strong>de</strong> esos espacios, si<br />

uno vive en una <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s<br />

más violentas <strong>de</strong> la tierra?<br />

Hay gente a la que no le interesa<br />

hurgar en estas preguntas,<br />

simplemente se las saltan porque<br />

se han construido una casa<br />

en esa brecha que hoy existe<br />

entre el lenguaje y la turbia<br />

experiencia que nos ro<strong>de</strong>a. Esta<br />

brecha entre el significante y el<br />

significado poéticos que limita<br />

nuestra palabra y nos <strong>de</strong>ja sin<br />

visión a la hora <strong>de</strong> penetrar en<br />

las tormentas <strong>de</strong>l presente quizás<br />

sea un efecto <strong>de</strong> la poca luci<strong>de</strong>z<br />

con que ajustamos las cuentas<br />

con la lírica <strong>de</strong> los años sesenta y setenta <strong>de</strong>l<br />

siglo pasado.<br />

Del mal diagnóstico que hicimos <strong>de</strong><br />

aquella época <strong>de</strong> nuestra literatura salimos<br />

con planteamientos poéticos que en las<br />

encrucijadas actuales revelan sus limitaciones.<br />

Esto nos impone una doble tarea: la <strong>de</strong> volver<br />

a juzgar aquel tiempo y la <strong>de</strong> juzgar también<br />

a sus jueces actuales, a esos jóvenes que hoy<br />

se <strong>de</strong>dican a escribir convencionales elogios<br />

<strong>de</strong>l presente.<br />

Para los partidarios <strong>de</strong>l rigor literario abstracto,<br />

<strong>de</strong>l rigor literario sin historia, <strong>de</strong>l rigor literario<br />

sin contexto, no hay problema. El tiempo<br />

<strong>de</strong> la literatura se reduce a una contienda<br />

abstracta entre lo viejo y lo nuevo. Y si ellos<br />

son lo nuevo, lo único que cabe es antologizar<br />

el presente y las pruebas irrefutables <strong>de</strong> su<br />

presunta diferencia. No hay discusión. Lo<br />

nuevo es lo nuevo como siempre y los <strong>de</strong>bates<br />

filosóficos sobre la filosofía <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> lo<br />

nuevo se <strong>de</strong>claran inexistentes. Qué lindo ser<br />

joven y dogmático al mismo tiempo.<br />

Inventariar las últimas voces en antologías<br />

es necesario, pero no suficiente, si tales<br />

inventarios carecen <strong>de</strong> sutileza y soli<strong>de</strong>z<br />

interpretativa.<br />

Un error que hemos cometido es confundir<br />

la crítica literaria con el marketing y la<br />

polémica <strong>de</strong> las cuales se valen los escritores<br />

para presentar sus noveda<strong>de</strong>s y sus presuntas<br />

rupturas en el mundo <strong>de</strong> nuestras letras.<br />

La tentación <strong>de</strong> colgarse medallas y <strong>de</strong><br />

negárselas a otros; la tentación <strong>de</strong> atribuirse<br />

los primeros pasos, silenciando los <strong>de</strong> otros,<br />

convierten la interpretación <strong>de</strong> los textos en<br />

una pugna por ganar o erosionar prestigios.<br />

De tal manera, sin que nos <strong>de</strong>mos cuenta,<br />

nos <strong>de</strong>slizamos <strong>de</strong> la discusión literaria a la<br />

sociología que examina con cru<strong>de</strong>za la forma<br />

en que luchan los escritores para conservar su<br />

jerarquía o acce<strong>de</strong>r a ella.<br />

Si la teoría es una forma <strong>de</strong> contemplación es<br />

porque sueña con un espacio para la mente en<br />

el cual que<strong>de</strong>n suspendidos, neutralizados, los<br />

efectos más crudos <strong>de</strong> nuestros intereses sobre<br />

la forma en que miramos los problemas.<br />

Aquí ya no se trataría <strong>de</strong> saber quién se<br />

agencia las rupturas en un proceso literario.<br />

Lo importante sería la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> ese<br />

proceso y <strong>de</strong> las múltiples “variables” que<br />

hayan podido intervenir en él.<br />

Los poetas<br />

jóvenes,<br />

por razones<br />

comprensibles,<br />

cuando se<br />

ponen el disfraz<br />

<strong>de</strong> críticos se<br />

<strong>de</strong>dican a ese<br />

género que<br />

podríamos<br />

bautizar como<br />

“el elogio<br />

<strong>de</strong>l presente<br />

literario”<br />

Todo esto significa que no<br />

necesitamos caudillajes<br />

interpretativos sino que marcos<br />

<strong>de</strong> discusión y esfuerzos<br />

sostenidos que eleven la<br />

conciencia teórica <strong>de</strong> nuestras<br />

investigaciones y <strong>de</strong>bates.<br />

A menudo culpamos a Roque<br />

Dalton por el mal estado en<br />

el que hasta hace poco se<br />

encontraba nuestra lírica,<br />

pero, me pregunto ¿quién es el<br />

culpable <strong>de</strong> las carencias teóricas<br />

y las <strong>de</strong>ficiencias interpretativas<br />

que asoman en el discurso <strong>de</strong><br />

aquellos poetas salvadoreños<br />

que hacen juicios estéticos? Supongo que la<br />

culpa es también <strong>de</strong> Roque Dalton.<br />

Dejo claro que no intervengo en el horizonte<br />

<strong>de</strong> las discusiones académicas sino que en<br />

ese confuso espacio en el cual concurren<br />

los escritores y que podríamos <strong>de</strong>nominar<br />

“la esfera <strong>de</strong> la opinión pública literaria”.<br />

En él se vierten diariamente frases, i<strong>de</strong>as y<br />

tópicos que son una especie <strong>de</strong> mantras que,<br />

a fuerza <strong>de</strong> reiteración, acaban convertidos<br />

en certezas indiscutibles. En esta esfera <strong>de</strong><br />

la opinión pública prosperan y se fortalecen<br />

los diferentes prejuicios i<strong>de</strong>ológicos <strong>de</strong> la<br />

comunidad literaria salvadoreña.<br />

Una <strong>de</strong> las tareas <strong>de</strong> la razón crítica es<br />

precisamente la <strong>de</strong> <strong>de</strong>smantelar los pre-juicios<br />

ahí don<strong>de</strong> sus nudos nos impi<strong>de</strong>n acce<strong>de</strong>r<br />

a una visión mejor fundamentada <strong>de</strong> los<br />

fenómenos.<br />

En los años noventa <strong>de</strong>l siglo pasado, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la guerra, en un nuevo contexto nacional<br />

e internacional, se empezó a <strong>de</strong>sarrollar un<br />

balance y un diagnóstico <strong>de</strong> lo que había sido<br />

la historia <strong>de</strong> nuestras letras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1970 a<br />

1992. Se juzgó ese período con la sensación<br />

<strong>de</strong> que ya se estaba juzgando otra época, algo<br />

que había quedado atrás y que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jarse<br />

atrás no solo en el plano <strong>de</strong> la valoración<br />

estética sino que también en el plano <strong>de</strong> las<br />

nuevas tareas y nuevos caminos que <strong>de</strong>bían<br />

empren<strong>de</strong>r nuestros escritores.<br />

Uno <strong>de</strong> los síntomas estratégicos <strong>de</strong> ese<br />

distanciamiento fueron los nuevos puntos <strong>de</strong><br />

vista que adoptaron frente a Roque Dalton<br />

personas que en su juventud habían estado<br />

bajo su influencia i<strong>de</strong>ológica. Fueron críticos,<br />

novelistas y poetas cercanos a los cuarenta<br />

años, y no jóvenes veinteañeros como algunos<br />

creen, quienes empezaron a <strong>de</strong>sacralizar <strong>de</strong><br />

forma metódica e irónica al presunto rey <strong>de</strong><br />

nuestra lírica.<br />

Ahí, en ese coro <strong>de</strong> voces, se mezclaron los<br />

análisis sutiles <strong>de</strong> Ricardo Roque Baldovinos<br />

con acusaciones maniqueas e hiperbólicas<br />

(<strong>de</strong> figuras como Rafael Menjívar Ochoa)<br />

que responsabilizaron a Dalton <strong>de</strong> todos los<br />

males que habían asolado a nuestra lírica en la<br />

década <strong>de</strong> los 80. El discurso <strong>de</strong> Menjívar, por<br />

su carácter retórico y la naturaleza juvenil <strong>de</strong><br />

sus <strong>de</strong>stinatarios, <strong>de</strong>jó un pozo más profundo<br />

que el que tenía que haber <strong>de</strong>jado la imagen<br />

compleja que Ricardo Roque Baldovinos<br />

propuso <strong>de</strong> la poética vanguardista <strong>de</strong> Dalton.<br />

El maniqueísmo es más atractivo que el<br />

discurso que opera por medio <strong>de</strong> razonamientos<br />

complejos.<br />

Una mínima atención a la complejidad<br />

dialéctica <strong>de</strong> la poética roqueana nos habría<br />

puesto en la pista <strong>de</strong> cuál había sido en<br />

verdad la naturaleza y los límites <strong>de</strong> esa gran<br />

influencia literaria que forma parte <strong>de</strong> su mito.<br />

Porque hay algo en esa gran influencia que se<br />

le atribuye que es pura leyenda.<br />

Así fue como <strong>de</strong>jamos atrás los años<br />

80, levantando un diagnostico sesgado<br />

y posmo<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> lo que habían sido sus<br />

grietas, sus fallos, sus extravíos. Por ese mal<br />

diagnóstico, nuestros escritores han tenido que<br />

pagar un precio en términos <strong>de</strong> inteligencia<br />

crítica.<br />

Del rechazo al realismo esquemático <strong>de</strong>l<br />

testimonio se pasó a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r una imaginación<br />

y una subjetividad concebidas como islas <strong>de</strong><br />

espaldas a la sociedad y a la historia.<br />

Del rechazo a la literatura que atendía lo real<br />

y <strong>de</strong>spreciaba la forma se pasó a una poesía<br />

que consi<strong>de</strong>raba que solo se podía cuidar la<br />

palabra si esta era <strong>de</strong>spojada <strong>de</strong> sus relaciones<br />

con el mundo.<br />

Del rechazo a la lírica i<strong>de</strong>ologizada nos<br />

<strong>de</strong>splazamos a la creencia <strong>de</strong> que era posible<br />

una poesía completamente a salvo <strong>de</strong> la<br />

i<strong>de</strong>ología.<br />

A pesar <strong>de</strong> los cambios operados en nuestra<br />

forma <strong>de</strong> concebir la literatura y su lugar en<br />

el mundo, al final, nos las hemos arreglado<br />

para permanecer en el reino <strong>de</strong> las poéticas<br />

simplistas y dogmáticas.<br />

Hasta ahora hemos pensado que los años 70<br />

y 80 <strong>de</strong>l siglo pasado eran el gran estorbo,<br />

el horizonte gris contra el cual <strong>de</strong>stacan las<br />

brillantes i<strong>de</strong>as y las rutilantes voces <strong>de</strong> los<br />

poetas actuales. Yo trazaría una línea divisoria<br />

y no mezclaría en el mismo plano las obras<br />

literarias y las opiniones <strong>de</strong> sus autores. Y es<br />

porque creo que tales opiniones, a estas alturas<br />

<strong>de</strong> la fiesta, se han convertido en obstáculos<br />

para la comprensión más lucida <strong>de</strong> los últimos<br />

treinta años <strong>de</strong> nuestra poesía.<br />

Hay que volver a pensarlo todo. Porque las<br />

i<strong>de</strong>as simplistas con las cuales salimos <strong>de</strong> los<br />

años 80 nos han <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>sguarnecidos, sin<br />

armas lúcidas, sin planteamientos complejos,<br />

para establecer un diálogo entre la poesía<br />

y el horizonte nublado en el cual vivimos<br />

actualmente. Algunas <strong>de</strong> las tesis que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n<br />

nuestros poetas actuales más “renovadores” es<br />

posible que ya estén afectadas por los primeros<br />

síntomas <strong>de</strong> la “alienación”.<br />

Sábado <strong>10</strong> / octubre / <strong>2015</strong> TRESMIL 7

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