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Los primeros barrios en erigirse como tales fueron: San Francisco y Analco del lado oriente del río del mismo nombre;
Santiago, San Sebastián y San Pablo de los Naturales del lado poniente. Foto: Daniel Rivero R.
tar los fueros y privilegios concedidos a la ciudad desde
su fundación, siendo uno de ellos el ser una “república
de españoles y para españoles”, como lo contemplaba
el proyecto original de fundación, situación que se vio reflejada
en la peculiar traza reticular de la urbe angelopolitana,
reconocida hoy como Centro Histórico, delimitada
al Oriente por el río de San Francisco, entubado en 1962
para dar paso al actual bulevar 5 de Mayo; al Poniente
por la calle 11 Norte-Sur, quedando el actual paseo Bravo
fuera de la traza; por el Norte la iglesia de San José y
por el Sur la avenida 13 Oriente-Poniente, ubicándose a
extramuros de la ciudad el convento de nuestra Señora
del Carmen.
La peculiar forma de delimitar la “república de españoles”
hizo que convivieran con los barrios indígenas, surgidos
desde el siglo XVI a consecuencia de albergar a los
naturales de los señoríos circunvecinos, que proporcionaron
la mano indígena necesaria para edificar las principales
casas, templos y obras públicas de la ciudad, primero
bajo el sistema de repartimiento semanal y después permitiendo
el asentamiento periférico permanente de los
mismos, situación con la que resolvían convenientemente
la provisión de mano de obra barata para el servicio de las
casas principales y el avituallamiento diario de productos
alimenticios y artesanales indispensables para su comodidad
y subsistencia diaria; surgiendo así los barrios que
desde mediados del siglo XVI conformaron lo que sería
reconocido como “república de indios”, con gobernantes
y personalidad jurídica propia, siendo los primeros en erigirse
como tales, San Francisco y Analco del lado oriente
del río del mismo nombre, Santiago, San Sebastián y San
Pablo de los Naturales del lado poniente, todos ellos con
sus parcialidades que darían origen a los nuevos barrios
de San Miguelito, San Matías, Santa Anita, La Luz, Xonaca,
San Juan del Río y Xanenetla, entre otros más
De esta manera, la corona española respetaba también
la forma tradicional de gobierno prehispánico de los
señoríos indígenas, al permitirles que ellos eligieran a sus
propios gobernantes y sólo los adecuaba a la institución
medieval del consejo municipal, quedando sujetas sus
decisiones a la autoridad real del corregidor o alcalde
mayor, quien ejercía las funciones de gobierno, justicia,
hacienda, milicia y patronato religioso a nombre del virrey,
alter ego del rey. Esta peculiar forma de gobierno se
aplicaría en todo el reino de la Nueva España, la que se
subdividió territorialmente en corregimientos y alcaldías
mayores en los siglos XVI, XVII y primera mitad del XVIII y
en intendencias y subintendencias a partir de 1786.
En cuanto a la ciudad de los Ángeles, si bien los asuntos
de la misma eran resueltos por su cabildo civil, repre-
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