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La triste historia de la doctora Amelia y otros relatos

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Re<strong>la</strong>tos Increíbles<br />

No… A ti te cuesta asimi<strong>la</strong>r cada una <strong>de</strong> sus pa<strong>la</strong>bras, Joe. Te cuesta tragarte <strong>la</strong> <strong>historia</strong> <strong>de</strong><br />

que vivías en un mundo en el que hombres mataban hombres solo por i<strong>de</strong>ales políticos y religiosos,<br />

un mundo que siempre había sido así, un pedazo <strong>de</strong> mierda <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Quizá es difícil<br />

aceptarlo. Pero mira que fue difícil para todos. De repente, el corredor <strong>de</strong> <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> se vuelve hacia<br />

ti, mientras tu vista se pier<strong>de</strong> en <strong>la</strong>s luces <strong>de</strong> <strong>la</strong> brigada que ro<strong>de</strong>a una maquinaria volcada en <strong>la</strong> carretera.<br />

Te rascas <strong>la</strong> frente observando a un organismo biomecánico, cercado por <strong>otros</strong> corredores.<br />

Corredores armados con <strong>la</strong>nzal<strong>la</strong>mas, metral<strong>la</strong>s y corredores que hab<strong>la</strong>n por radios. Una pierna,<br />

compuesta <strong>de</strong> partes carnosas y mecánicas gemía ante <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>maradas y municiones <strong>de</strong> metralletas.<br />

<strong>La</strong> pierna era un monstruo. Giganteo. Terrible y nervudo. Cubierto <strong>de</strong> granos. Y don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía estar<br />

<strong>la</strong> ingle se retorcía un torso con brazos y cabeza.<br />

En <strong>la</strong> cultura griega, una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s culturas <strong>de</strong> los mundos l<strong>la</strong>mados Mundos-violentos, esa<br />

criatura era más pequeña y se conocía con el nombre <strong>de</strong> monóscelo o esciápodo. Otros <strong>la</strong> l<strong>la</strong>maban<br />

Sombrapié, porque solían usar su pie sobredimensionado para protegerse <strong>de</strong>l sol, así como si fuese<br />

una sombril<strong>la</strong>. Pero en <strong>la</strong> Carretera Oscura los esciápodos eran criaturas monópodas, biomecánicas<br />

y colosas, cuyos tejidos se reproducían <strong>de</strong> manera incontro<strong>la</strong>ble. Los corredores <strong>la</strong>s cazaban porque<br />

era <strong>la</strong> única especie <strong>de</strong> don<strong>de</strong> podían conseguir metal, y porque el metal era importante para continuar<br />

armando <strong>la</strong> Carretera Oscura.<br />

De pronto sentiste un golpecito en el brazo. Se trataba <strong>de</strong>l corredor.<br />

El ruido <strong>de</strong> <strong>la</strong> hélice <strong>de</strong>l helicóptero era difícil <strong>de</strong> soportar, pero a pesar <strong>de</strong> eso, escuchabas<br />

lo que el sujeto calvo trataba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirte. Los <strong>de</strong>más corredores permanecían sentados al interior <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> cabina <strong>de</strong> vuelo sobre cajas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, jau<strong>la</strong>s con roedores y, antes <strong>de</strong> que subieras con ellos, te<br />

habían explicado que pronto tendrías que hacer un viaje hacia los Mundos-violentos, pero que ya<br />

no serías <strong>de</strong> nuevo Joe Harrison. Sin embargo, tú no querías oír sus explicaciones. Solo te interesaban<br />

tus antiguos recuerdos: los recuerdos <strong>de</strong>l motorista y el <strong>de</strong> <strong>la</strong> prostituta.<br />

―Esa fue tu vida segunda, Joe.<br />

―Joe… ―susurraste con <strong>la</strong> mirada sombría―. ¿Por qué me l<strong>la</strong>mas Joe? ―preguntaste a<br />

pesar <strong>de</strong> que ya sabías que ese era tu antiguo nombre. Te encontrabas <strong>de</strong>sganado. Sin esperanzas.<br />

Sin embargo, fue cuando te hal<strong>la</strong>bas en el helicóptero, el primer momento en que empezaste a sentirte<br />

vivo <strong>de</strong> nuevo.<br />

―Porque ese era tu nombre ―te respondió el corredor―. Eras Joe Harrison, un chico<br />

rebel<strong>de</strong>, estúpido y enamorado. Pero en tu siguiente vida fuiste una mujer que se <strong>de</strong>jaba coger a<br />

cambio <strong>de</strong> alhajas y también <strong>de</strong> drogas.<br />

―Una prostituta. Bueno… ¿Y me cogían los hombres o…?<br />

―Sí. ―Una pausa―. Y no.<br />

―¿Qué es lo que quieres <strong>de</strong>cir? Hab<strong>la</strong> c<strong>la</strong>ro.<br />

―Que te cogían los hombres. Cierto. Pero a veces pagaban para que te cogieran <strong>otros</strong>.<br />

IX<br />

―Estamos construyendo una carretera, Lucía. Estamos construyendo una carretera que va<br />

a conectar este mundo con el otro. Pero no te esfuerces en percibirlo, cariño, que estoy hab<strong>la</strong>ndo<br />

<strong>de</strong> una metáfora. ―El empresario bebió <strong>de</strong> su copa mientras veía a través <strong>de</strong> los lentes oscuros los<br />

rojizos cabellos <strong>de</strong> Lucía Garnier, <strong>la</strong> puta <strong>de</strong> lujo que había contratado para él y para su hijo. El<br />

empresario se limpió los <strong>la</strong>bios con los <strong>de</strong>dos―. Lo único que tienes que hacer es entrar a <strong>la</strong> habitación.<br />

Julien se encuentra <strong>de</strong>snudo, conectado a una máquina. El pobre fue herido mientras sus<br />

soldados se retiraban. Fueron esos malditos… Hijos-<strong>de</strong>l-África. Pero yo los l<strong>la</strong>maría grandísimos<br />

hijos <strong>de</strong> puta. Por su culpa, Julien se encuentra conectado, su cuerpo se pudre, se <strong>de</strong>scompone…<br />

―No lo voy a hacer ―lo cortó Lucía, <strong>de</strong>cidida.<br />

―Es mucho dinero el que te ofrezco. So<strong>la</strong>mente para que lo montes y para que me <strong>de</strong>jes<br />

ver. ―El empresario se dio <strong>la</strong> vuelta y or<strong>de</strong>nó a sus matones que le trajeran un cofre <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra<br />

pulida. Cuando se lo entregaron, el empresario lo abrió, y en su interior se encontraba un trozo <strong>de</strong><br />

metal oscuro, que era el metal con el que construían <strong>la</strong> carretera.<br />

Lucía lo observó.<br />

Observó cómo bril<strong>la</strong>ba.<br />

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