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monográfico|Cuidados<br />
Cuidados |monográfico<br />
El combate<br />
al tiempo<br />
Silvia Noire<br />
Mujeres cómplices.<br />
Nos encontramos. Nos<br />
reconocemos a pesar de<br />
nuestras diferencias.<br />
Somos otra manera de<br />
hacer. Representamos<br />
nuevos vínculos, nuevas<br />
normas, nuevos comportamientos.<br />
Para nosotras,<br />
y también para los<br />
hombres.<br />
III<br />
Cuando me pidieron que fuera a esas reuniones acepté,<br />
aunque era un reto, algo nuevo, nunca había hablado<br />
en público y me daba vergüenza, pero decidí superarlo<br />
porque me apetecía y, además, creía que podía aportar<br />
cosas, soy economista, trabajo en la hacienda pública,<br />
y pensaba que esos conocimientos podían revertir<br />
en provecho de todo el mundo. Los primeros días lo<br />
pasé fatal. Estuve a punto de dejarlo. Cada vez que<br />
levantaba la mano para dar mi opinión, me saltaban<br />
el turno, nadie me hacía caso; cuando hablaba, me<br />
interrumpían sin cesar, y, lo que es peor, nadie parecía<br />
escucharme, pero después otro decía lo mismo que yo y<br />
todo el mundo le apoyaba. No entendía nada. Además<br />
gritaban. Soy tímida, hablo bajo, y me siento muy<br />
violenta en las situaciones de tensión y agresividad. Era<br />
muy desagradable. Las reuniones me iban comiendo,<br />
poco a poco, la autoestima, me sentía insegura en<br />
todas partes. No me atrevía a hablarlo con nadie. Con<br />
los hombres, ni se me ocurría y las mujeres éramos<br />
pocas y todas muy diferentes, de ámbitos sociales y<br />
culturales que poco tenían que ver. Hasta que un día<br />
salí con una de ellas y se lo dije, sin pensarlo, de golpe,<br />
no podía más. Le pregunté si es que era invisible. Me<br />
contesto: «No. Eres mujer». Me quedé fría. Pero tenía<br />
razón. Quienes dirigían las reuniones eran hombres.<br />
Me aconsejó levantar la voz, gritar más que ellos y<br />
ser más agresiva. Al llegar a casa lo pensé. No quería<br />
parecerme a ellos. Prefería volver a mi casa. A mi vida<br />
de antes. Pero no lo hice. No me daba la gana. Ni iba<br />
a renunciar ni iba a ser como ellos. Empecé a entablar<br />
relación con las otras mujeres. Costó, pero al final<br />
dejamos de pelear individualmente. Ahora lo hacemos<br />
en colectivo. Quedamos antes de cada reunión.<br />
La preparamos. Incluso decidimos dónde vamos a<br />
sentarnos para poder sostenernos mejor las unas<br />
a las otras. No necesitamos gritar, ni dar puñetazos.<br />
Es otra manera de hacer las cosas, y no importa que<br />
seamos distintas, ni siquiera que defendamos posturas<br />
diferentes. Nos apoyamos para defender nuestro<br />
derecho a intervenir en igualdad de condiciones y a<br />
intervenir sin insultar ni levantar la voz.<br />
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