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Editorial

la_madeja_6

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monográfico|Cuidados<br />

Cuidados |monográfico<br />

El combate<br />

al tiempo<br />

Silvia Noire<br />

Mujeres cómplices.<br />

Nos encontramos. Nos<br />

reconocemos a pesar de<br />

nuestras diferencias.<br />

Somos otra manera de<br />

hacer. Representamos<br />

nuevos vínculos, nuevas<br />

normas, nuevos comportamientos.<br />

Para nosotras,<br />

y también para los<br />

hombres.<br />

III<br />

Cuando me pidieron que fuera a esas reuniones acepté,<br />

aunque era un reto, algo nuevo, nunca había hablado<br />

en público y me daba vergüenza, pero decidí superarlo<br />

porque me apetecía y, además, creía que podía aportar<br />

cosas, soy economista, trabajo en la hacienda pública,<br />

y pensaba que esos conocimientos podían revertir<br />

en provecho de todo el mundo. Los primeros días lo<br />

pasé fatal. Estuve a punto de dejarlo. Cada vez que<br />

levantaba la mano para dar mi opinión, me saltaban<br />

el turno, nadie me hacía caso; cuando hablaba, me<br />

interrumpían sin cesar, y, lo que es peor, nadie parecía<br />

escucharme, pero después otro decía lo mismo que yo y<br />

todo el mundo le apoyaba. No entendía nada. Además<br />

gritaban. Soy tímida, hablo bajo, y me siento muy<br />

violenta en las situaciones de tensión y agresividad. Era<br />

muy desagradable. Las reuniones me iban comiendo,<br />

poco a poco, la autoestima, me sentía insegura en<br />

todas partes. No me atrevía a hablarlo con nadie. Con<br />

los hombres, ni se me ocurría y las mujeres éramos<br />

pocas y todas muy diferentes, de ámbitos sociales y<br />

culturales que poco tenían que ver. Hasta que un día<br />

salí con una de ellas y se lo dije, sin pensarlo, de golpe,<br />

no podía más. Le pregunté si es que era invisible. Me<br />

contesto: «No. Eres mujer». Me quedé fría. Pero tenía<br />

razón. Quienes dirigían las reuniones eran hombres.<br />

Me aconsejó levantar la voz, gritar más que ellos y<br />

ser más agresiva. Al llegar a casa lo pensé. No quería<br />

parecerme a ellos. Prefería volver a mi casa. A mi vida<br />

de antes. Pero no lo hice. No me daba la gana. Ni iba<br />

a renunciar ni iba a ser como ellos. Empecé a entablar<br />

relación con las otras mujeres. Costó, pero al final<br />

dejamos de pelear individualmente. Ahora lo hacemos<br />

en colectivo. Quedamos antes de cada reunión.<br />

La preparamos. Incluso decidimos dónde vamos a<br />

sentarnos para poder sostenernos mejor las unas<br />

a las otras. No necesitamos gritar, ni dar puñetazos.<br />

Es otra manera de hacer las cosas, y no importa que<br />

seamos distintas, ni siquiera que defendamos posturas<br />

diferentes. Nos apoyamos para defender nuestro<br />

derecho a intervenir en igualdad de condiciones y a<br />

intervenir sin insultar ni levantar la voz.<br />

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