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monográfico|Cuidados<br />
Cuidados |monográfico<br />
por esto la perspectiva feminista es una herramienta fundamental para la<br />
visibilización de las dificultades que el modelo urbano actual provoca. Las<br />
ciudades han de garantizar la habitabilidad haciendo de las calles un lugar de<br />
encuentro, no simples lugares de paso.<br />
Reivindicar el caminar en las ciudades es recuperar un espacio propio que se<br />
cede al automóvil como otro signo de poder: por su sobreocupación de las calles,<br />
su capacidad para dañar la peatonabilidad y porque su usuario principal es el<br />
sujeto privilegiado: varón, blanco e independiente en el ámbito económico, físico<br />
y emocional. Las personas que no cumplen con este estereotipo experimentan<br />
la violencia de verse obligadas a cumplir unas expectativas diseñadas para<br />
otro. El modelo de ciudad actual nos hace pensar que hay personas que no<br />
pueden desplazarse solas porque no tienen autonomía suficiente, cuando es el<br />
propio diseño del espacio urbano el que se la ha arrebatado: a la infancia, a las<br />
personas ancianas, o con diversidad funcional, a quienes se ocupan del cuidado.<br />
Para estas últimas, la idea de desarrollar una vida ocupacional y personal<br />
sostenible se convierte en una tarea imposible que genera la frustración de la<br />
desincronización entre el cuerpo y la ciudad.<br />
La ocupación de los espacios mediante actos corporales es necesaria. El<br />
cuerpo es fundamental para concebir el espacio en tanto que es un espacio en<br />
sí mismo. Tomar presencia física e imaginaria, ocupar, garantizará que se tiene<br />
en cuenta la actividad de las mujeres. Una de las características interesantes del<br />
espacio es la capacidad de control que esconde, que no es neutral ni inocente,<br />
ya que marca barreras mediante la creación de espacios masculinizados y<br />
feminizados.<br />
Entre las estrategias claves de ese control está la objetualización del cuerpo<br />
femenino y la asignación al mismo de unos roles específicos, lo que repercute<br />
en una experiencia espacial diferente para la mujer. G. Rose cuenta que si no<br />
eres sujeto del espacio no lo puedes poseer. La definición del espacio regula los<br />
accesos al mismo; ese poder está en manos de quien los crea. El hecho de que<br />
las mujeres se sientan sujetos de estos espacios significaría un logro y por tanto<br />
una estrategia de crecimiento. Tras esta apropiación se rompen barreras y<br />
miedos que nuestros cuerpos tienen aprendidos.<br />
El modelo de ciudad actual<br />
nos hace pensar que hay<br />
personas que no pueden<br />
desplazarse solas porque<br />
no tienen autonomía<br />
suficiente, cuando es el<br />
propio diseño del espacio<br />
urbano el que se la ha<br />
arrebatado.<br />
Jane Jacobs sugería la creación de comunidades que<br />
mezclaran tareas de producción y reproducción evitando<br />
así paisajes de miedo. Si cada barrio dispone de los usos<br />
necesarios para la vida cotidiana, más favorables serán los<br />
trabajos de cuidados. Cuidar, más que un acto, es una actitud.<br />
Las actividades de cuidados son actividades silenciosas basadas en un proceso,<br />
con unos tiempos diferentes a los productivos.<br />
Las ciudades han de favorecer la autonomía de las personas que reciben<br />
los cuidados, haciendo que sean menos necesarias quienes se encargan del<br />
acompañamiento, en su gran mayoría mujeres. La ciudad se convierte en<br />
otra herramienta más de control de esas tareas reproductivas feminizadas.<br />
El urbanismo, hoy día, es otro vehículo más utilizado por el patriarcado para<br />
imponer barreras y límites en las vidas de las mujeres y la diversidad social.<br />
El diseño urbano desarrollado y dirigido desde despachos herméticos es una<br />
práctica que no crea ciudades capacitadas para acoger la diversidad. Es deseable<br />
optar por revitalizar el afecto de las personas hacia sus lugares. Al pensar la<br />
ciudad mediante una actitud cuidadora, creamos sinergias que permiten a las<br />
habitantes velar por sus calles, plazas, casas. Estas prácticas refuerzan las redes<br />
comunitarias al sentir nuestra la responsabilidad y el derecho a participar y<br />
formar parte de sus cambios y evoluciones.<br />
Las ciudades, como los feminismos, son espacios plurales e inacabados, por<br />
eso las posibilidades de cambio existen y están en nosotras. Las ciudades<br />
cambian y pueden convertirse en lugares comunicativos donde mensajes<br />
personales se hacen públicos, pasando a ser mensajes políticos. Se<br />
crean así ciudades llenas de significado y sinceridad que reflejan<br />
toda la complejidad de los múltiples procesos y acciones que<br />
ocurren en ella.<br />
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