You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
EL “DUELO” PICTÓRICO DE CONSUELO OCHOA<br />
“El dolor que no habla cierra el corazón sobreexcitado y le hace romperse ”<br />
(W. SHAKESPEARE: Macbeth)<br />
La certidumbre de la muerte, la propia y la ajena, nos convierte en humanos, pese a que en<br />
nuestra intimidad nos mostremos incrédulos ante tan desconocida, fatal e igualatoria perspectiva<br />
y a pesar de aproximarnos a nuestro final con plena conciencia en cada hora de nuestra<br />
vida. El poeta latino Ovidio (43 a. C.-17 d. C.) escribió: “Dondequiera que miro no veo otra<br />
cosa que reminiscencias de la muerte.” La muerte representa una dimensión esencial de la<br />
vida: paradójicamente, morir es vivir y vivir es también morir. Sin embargo, el enigma de<br />
la condición humana alcanza su vértice en presencia de la muerte por temor a su definitivo<br />
acabamiento y, tal vez más todavía, a los pasos previos de enfermedad, vejez decrépita y<br />
dolor. Por tanto, resulta muy lógico que todas las civilizaciones, impregnadas de ansias de<br />
inmortalidad, se hayan empeñado con ahínco en superar el luto poniendo memoria y monumentos<br />
donde la muerte puso olvido y desaparición; comunicación y música frente al silencio<br />
y la soledad; sensaciones y placeres ante la insensibilidad; diferencias y jerarquías contra la<br />
igualación; progenie donde todo se extingue; y en la mezcla y disgregación, personalidad.<br />
Las sociedades festejan, pues, la apoteosis humana frente a la evidencia de la mortalidad y<br />
consideran la muerte el contrapunto para realzar la vida, potenciando, según los valores y<br />
creencias dominantes, la “vida más larga de la fama gloriosa” frente a la “existencia temporal<br />
perecedera” (Jorge Manrique, 1440-1479) y, con mucha frecuencia, instalando a las personas<br />
difuntas en una esfera sobrenatural, fundamento dogmático de todas las religiones. La historia<br />
de las bellas artes está plagada de obras maestras encaminadas a perpetuar el recuerdo de<br />
los muertos y aliviar el sufrimiento de los vivos, exponentes de arte elegíaco que hacen honor<br />
al conocido verso de Antonio Machado (1875-1939): “se canta lo que se pierde.”<br />
Aun tratándose de una realidad universal, esperable eirremediable, la muerte de un ser querido<br />
-recordatorio de nuestra personal finitud y mortalidad- constituye una de las experiencias<br />
más terribles a la que debemos enfrentarnos. En ocasiones nos puede parecer que el dolor<br />
es insoportable, tanto mayor cuanto más hayamos querido a la persona fallecida. Aun así,<br />
la elaboración del duelo -proceso de adaptación emocional que sigue a la pérdida- puede<br />
convertirse en una experiencia enriquecedora, que suponga la maduración y el crecimiento<br />
personales. Elaborar un duelo consiste ni más ni menos que en transformar el dolor en amor,<br />
la muerte en celebración de la vida.<br />
El duelo se caracteriza por la aparición abrupta de pensamientos, emociones y comportamientos<br />
inhabituales, pero a cada individuo le afectan de una forma distinta, singular. No<br />
obstante, hay una paleta de vivencias comunes a la mayoría. Con la psiquiatra Elisabeth<br />
Kübler-Ross (1926-2004) a la cabeza, los especialistas describen las fases de negación, enfado-indiferencia-ira,<br />
negociación, dolor y aceptación. El último reto radica en recolocar<br />
emocionalmente a nuestro ser querido y mirar hacia el futuro. No se trata de olvidarlo sino de<br />
encontrarle un lugar apropiado y destacado para recordar nuestra biografía juntos, pero dejando<br />
espacio para otras relaciones significativas. La vida nunca volverá a ser lo mismo, pero<br />
enriqueceremos nuestro espacio con nuevas emociones y relaciones, manteniendo siempre<br />
en el recuerdo la sensación de lo afortunados que fuimos por haber podido compartir parte<br />
de nuestra existencia y nuestra dicha con esa persona. La cita de Shakespeare revela con<br />
claridad meridiana la necesidad de hablar, de expresar nuestros sentimientos más dolorosos<br />
para transitar el camino de la recuperación psicológica. Compartir el dolor deviene una vía<br />
terapéutica imprescindible para normalizar el misterio de la muerte en términos privados y<br />
sociales.<br />
Consuelo Ochoa Resano ha erigido el duelo en la esencia de la presente exposición. En lugar<br />
de ocultar la muerte y hacer de ella una cuestión tabú, la ha abordado cara a cara con mirada<br />
muy personal, inconfundible. La inesperada muerte de su hermano Jacinto, ocurrida el día<br />
25 de noviembre de 2012 a la edad de 69 años, fue el desencadenante de su duelo. La intensa<br />
relación de confraternidad, cultivada desde la infancia hasta el momento mismo del fallecimiento,<br />
fue la causante de unas reacciones emotivas que, al cabo del tiempo, han fructificado<br />
en un conjunto de obras agrupadas bajo el marbete de “DUELO”, resultado de impulsos casi<br />
irracionales, irrefrenables. Reflejan, pues, momentos sombríos de la vida de la autora, al<br />
igual que su muestra titulada “BLANCO” agavilló, en 2008, un conjunto de creaciones que<br />
desprendían el aroma del júbilo y la pureza destilado en una etapa de plenitud vital.<br />
Las pinturas y fotografías de “Duelo” -colores blancos, negros y grises ceniza estáticos y en<br />
movimiento- poseen una belleza tan fría como la de la muerte misma, capaz de transportar<br />
al espectador a las heridas y el duelo provocados por la muerte. Al lado de composiciones<br />
abstractas en las que parecen vislumbrarse elementos óseos figuran otras que crean la ilusión<br />
de representar paisajes desolados, llenos de estrías y aun de fisuras y abismos, acaso trasunto<br />
de las rozaduras y heridas que han cuarteado por momentos el ánimo de la artista. La unidad<br />
de estilo, definida por la pureza intemporal y casi metafísica de los cuadros, otorga a la exposición<br />
una inquietante grandeza.<br />
La frenética génesis de “Duelo” ha cumplido una función sanadora para Consuelo Ochoa al<br />
exteriorizar su intimidad y trascenderla a través de experimentos pictóricos. “Duelo” contiene,<br />
pues, un borroso y a la vez clarividente autorretrato de su autora y, al mismo tiempo, un<br />
espejo en el que los visitantes podrán compartir con la creadora reconfortantes fulgores de<br />
sus agonías personales, de sus propios duelos.<br />
TOMÁS YERRO VILLANUEVA<br />
Septiembre de 2015<br />
4 5