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Edicion 57 RACM

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ticiado por el indio Rangel. Las pasiones habían montado

hasta el extremo de lo inopinado. Zamora es condenado a

muerte. Paula Correa se mueve y logra salvar a su hijo. Monagas

lo condena a presidio perpetuo en el castillo de San

Carlos, en Maracaibo. Aquella vetusta cárcel era el preludio

de la muerte por sus condiciones de insalubridad. La idea

de la godarria era darle muerte a Zamora en la cárcel de

Maracay. En primera instancia se le intenta envenenar con

una hallaca untada con «Solimán», un veneno activo. Se le

paga a un sicario para que lo asesine en una visita donde

se desarrollaría un motín en la prisión. La intervención de

un honesto custodio detuvo la intención de ese asesinato.

La huida de Zamora es preparada por su cuñado Juan Casper

y se sospecha que por Bibiana López, una compañera

campesina con quien tuvo un hijo de nombre Nicolás que

no sobreviviría en aquella Venezuela insalubre.

Finalmente, en momentos de peligro para su gobierno,

Monagas lo llama a formar parte de su ejército; fue rescatado

en El Hatillo, donde vivió años con una identidad falsa

y con el pelo y el bigote pintados de negro. La mística y preparación

militar de aquel hombre pronto se harían sentir y

por esfuerzo propio ocuparía los altos estrados que logró en

la política en el siglo XIX. En 1859 usurpa la Primera Magistratura

Julián Castro, oscuro militar petareño que comienza

a perseguir a los liberales. Esa persecución se lleva a cabo

contra Juan Crisóstomo Falcón y contra Ezequiel Zamora.

En la parroquia de San Pablo un militar de nombre Jorge

Michelena, provoca a Zamora y le escupe la cara para que

los sicarios que estaban apostados en las esquinas lo asesinen.

Zamora, consciente de la situación, se limpió el rostro

y prosiguió su camino. El 10 de diciembre de ese mismo

año, luego de la derrota de Santa Inés y huyendo el ejército

centralista hacia el Bostero, Zamora vence nuevamente a

los que huían, encontrándose entre ellos a Jorge Michelena.

Como lo ha referido Román Martínez Galindo, el General

del ejército soberano le perdonó la vida a aquel fanfarrón;

en aquella épica batalla los federales destruyeron al ejército

constitucionalista. En la refriega en el Trapiche de Santa

Inés, el General del Ejército Soberano encuentra herido

a su maestro de la Academia Militar, Olegario Meneses, a

quien también le dispensa la vida y le acota: Maestro ¿qué

pasó con sus matemáticas? Inmediatamente le ordena a

sus edecanes que lo protejan y le salven la vida.

Arde la Guerra Federal

El 20 de febrero de 1859, Coro es tomado por el comandante

Tirso Salaverría, había comenzado ese día la Guerra

Federal en Venezuela. Días después Ezequiel Zamora hace

presencia en el lugar y se decreta el estado de Coro. Los Federales

luchaban por resarcir las tierras a los campesinos.

Se peleó por la justicia social, un sector de la propia clase

pudiente había sido mancillado por el capital comercial. La

«Ley de espera y quita» había quebrado a muchos dueños

de tierras. Los precios del café y el cacao habían caído en

el mercado internacional. Los prestamistas se valían de esa

condición para arruinar y expropiar a los dueños de tierra.

Los propietarios insolventes, para pagar las hipotecas, sucumbían

ante la voracidad del capital privado. Los bancos

Lámina cartográfica de la batalla de Santa Inés,

donde el 10 de diciembre de 1859 libró su magistral

batalla el General Ezequiel Zamora.

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