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Cuando él se dobla, ella gira de nuevo, levantando su pie,
conectándose con su espalda. Él se estrella contra la pared y ella
sonríe más mientras él da vueltas. Confundido. Furioso. Listo para
matar.
—No puedo dejar demasiados moretones. No quiero que sospechen
ahora ¿verdad?
Mi sangre va tan rápido dentro de mi cuerpo y sacudo mi cabeza
con incredulidad.
Saca un cuchillo, el mismo con el que ha matado a tantos otros. Lo
mira con despreocupación.
—Oh, cómo me gustaría poder atarte y quitártelo como tú le
quitaste a todas esas mujeres. Hacerte sentir el mismo dolor y
terror que ellas sintieron —dice ella, mirándolo con una sonrisa—.
Pero no puedo. Sin embargo, despojarte de todo ese orgullo que
tanto aprecias, todo ese poder que crees tener, entonces puedo
matarte.
Él arremete hacía ella con el cuchillo, sus pies se precipitan, pero
ella esquiva dos golpes casi con demasiada facilidad, como si
estuviera jugando con él.
Ella le agarra la muñeca en el tercer golpe y se la retuerce
rápidamente, causando que su mano ruede torpemente mientras él
grita. El cuchillo cae al suelo y ella gira, sacándole los pies a
patadas por debajo de él.
Cuando él cae, ella patea el cuchillo a un lado, dejándolo fuera de
alcance. Él se pone de pie corriendo hacia una mesa, pero ella se
precipita y agarra el cuchillo, tirándolo en el cajón tan fuerte que él
se queda a medio camino.