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la plena comunion, mas cerca la plena comunion, mas cerca

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Co<strong>la</strong>boración<br />

Un feliz aniversario<br />

Pablo Martín de Santa O<strong>la</strong>l<strong>la</strong> Saludes<br />

Doctor en Historia Contemporánea<br />

El 3 de enero se cumplían 28<br />

años de <strong>la</strong> firma de los cuatro<br />

Acuerdos (jurídico, económico,<br />

educativo y cultural, y<br />

castrense) que pusieron fin al<br />

Concordato de 1953. Debemos<br />

felicitarnos, ya que el hecho de<br />

que estos Acuerdos sigan todavía<br />

en vigor se debe no sólo a<br />

que fueron bien redactados y<br />

mejor negociados, sino a que vivimos<br />

una era de estabilidad<br />

política impensable en otros<br />

tiempos. En efecto, tanto el<br />

Acuerdo Básico de julio de 1976,<br />

como los cuatro Acuerdos parciales<br />

de enero de 1979, han sobrevivido<br />

al paso del tiempo y,<br />

firmados por Adolfo Suárez,<br />

han sido respetados por hasta<br />

cuatro presidentes más. Con ello<br />

certificamos un hecho muy importante,<br />

a pesar de que algunos se obstinan en<br />

hacer creer lo contrario, y es que en España<br />

ya no hay «cuestión religiosa»,<br />

como sí <strong>la</strong> hubo durante <strong>la</strong> II República<br />

y <strong>la</strong> Guerra Civil. Ni debe haber<strong>la</strong>.<br />

No resulta fácil explicar qué es exactamente<br />

el Estado «aconfesional», que es<br />

el instituido por <strong>la</strong> Constitución de 1978.<br />

Sabemos más bien lo que no es, que lo<br />

que realmente es: no es ni <strong>la</strong> confesionalidad<br />

católica del franquismo ni el <strong>la</strong>icismo<br />

anticlerical de <strong>la</strong> II República. Se<br />

basa en dos principios esenciales: por<br />

un <strong>la</strong>do, <strong>la</strong> necesaria separación Iglesia-<br />

Estado, y por otro, <strong>la</strong> fuerte tradición<br />

cristiana de España. Nuestro país ya no<br />

es aquel «martillo de herejes» del que<br />

hab<strong>la</strong>ba Marcelino Menéndez y Pe<strong>la</strong>yo,<br />

ya que <strong>la</strong> secu<strong>la</strong>rización de <strong>la</strong> sociedad<br />

ha jugado un papel muy importante<br />

a <strong>la</strong> hora de fomentar <strong>la</strong> indiferencia<br />

ante el fenómeno religioso, pero aun así<br />

<strong>la</strong> Iglesia sigue teniendo todavía una<br />

presencia importante en <strong>la</strong> sociedad. La<br />

mayor parte de <strong>la</strong>s parejas españo<strong>la</strong>s, si<br />

deciden contraer matrimonio por un<br />

Los entonces, año 1979, secretario de Estado de <strong>la</strong> Santa Sede,<br />

cardenal Villot, y ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino<br />

Oreja, firmando los Acuerdos Iglesia-Estado.<br />

rito religioso, escogen el católico de manera<br />

abrumadoramente mayoritaria con<br />

respecto al resto de opciones, e igual<br />

sucede con otros sacramentos, como el<br />

bautismo o <strong>la</strong> comunión. La enseñanza,<br />

ahora a partir del régimen de los colegios<br />

concertados, sigue contando con<br />

un gran protagonismo por parte de <strong>la</strong>s<br />

órdenes religiosas, que se apoyan en<br />

mercados como el editorial para fortalecer<br />

su presencia en el sector.<br />

El hecho de que todo esto sea así, a<br />

pesar de que el número de católicos<br />

practicantes ha disminuido, es lo que<br />

explica que esos Acuerdos firmados en<br />

<strong>la</strong> Transición y que se basaban en <strong>la</strong><br />

honda tradición cristiana de nuestro<br />

país, sigan todavía sin ser denunciados.<br />

En ese sentido, los negociadores de<br />

aquellos textos fueron previsores y optaron<br />

por <strong>la</strong> fórmu<strong>la</strong> de los Acuerdos<br />

parciales frente al todo de un Concordato,<br />

una estrategia diseñada por Pablo<br />

VI que arrancaba desde que en <strong>la</strong><br />

primavera de 1968, tras solicitar a Franco<br />

<strong>la</strong> renuncia al privilegio de presentación<br />

de obispos, se percatara de que<br />

36 Número 3.345 ■ 20 de enero de 2007<br />

una parte no podía ser modificada<br />

sin afectar al todo en su<br />

conjunto. Por eso resulta increíble<br />

que todavía algunos hablen<br />

del «Concordato de 1979»: ni lo<br />

hubo, ni se quiso que lo hubiera.<br />

Debían parce<strong>la</strong>rse <strong>la</strong>s diferentes<br />

cuestiones y, si se producía <strong>la</strong><br />

revisión de alguna de el<strong>la</strong>s, dicha<br />

revisión sólo podía tener un<br />

efecto parcial. Porque lo esencial<br />

no era lograr un texto solemne<br />

de alto ca<strong>la</strong>do internacional,<br />

como lo fue el Concordato de<br />

1953 para <strong>la</strong> ais<strong>la</strong>da España de<br />

entonces, sino lograr un instrumento<br />

lo suficientemente efectivo<br />

a <strong>la</strong> hora de resolver los posibles<br />

conflictos entre <strong>la</strong> Iglesia y<br />

el Estado. Así, a pesar de que es<br />

cierto que ha habido momentos<br />

de tensión entre el Gobierno español y<br />

<strong>la</strong> Santa Sede a lo <strong>la</strong>rgo de estos años,<br />

el reciente canje de notas entre <strong>la</strong> Nunciatura<br />

y el ministerio de Asuntos Exteriores,<br />

y que tiene por objeto actualizar<br />

<strong>la</strong> instrumentalización de <strong>la</strong> asignación<br />

del Estado a <strong>la</strong> Iglesia vía contribución<br />

de los fieles, no sólo no ha supuesto<br />

una denuncia del Acuerdo sobre asuntos<br />

económicos, sino que incluso no ha<br />

sido necesario modificarlo.<br />

Ello no quiere decir que nos encontremos<br />

en un momento de total tranquilidad.<br />

La Conferencia Episcopal sabe<br />

que es el momento de concienciar a los<br />

fieles de que deben hacerse cargo del<br />

sostenimiento de <strong>la</strong> Iglesia, porque sólo<br />

de esa manera se podrá avanzar en <strong>la</strong><br />

independencia afirmada por el Concilio<br />

Vaticano II. El Estado debe co<strong>la</strong>borar, ha<br />

de procurar, en su vocación natural de<br />

servicio a <strong>la</strong> ciudadanía, los mecanismos<br />

para que el catolicismo pueda desarrol<strong>la</strong>r<br />

sus fines, pero somos los fieles los<br />

que hemos de asumir nuestro papel de<br />

auténtico motor de una institución milenaria<br />

como es <strong>la</strong> Iglesia católica. ■<br />

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