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¡Espérame en Siberia, vida mía! 41<br />

9 —MÁS AMANTES DE LA SERIE A<br />

Fue entonces, en su época de resplandor de acetileno, cuando Palmera<br />

resolvió deshacerse de Demetrio Sugrañas, el amante que la elevara de la<br />

nada al todo. Pero con el paso de los meses aquel pobre rico se había<br />

enamorado de veras y se resistía a marcharse y a abandonar el acueducto<br />

romano, que era el cuerpo de la vedette.<br />

—¡NO ME LO QUITARÉ JAMÁS DE ENCIMA! —gritaba ésta seis u ocho veces<br />

diarias.<br />

No. Jamás se lo habría quitado de encima si el Destino no hubiera<br />

tenido la bondad de intervenir en aquel asunto a favor de Palmera.<br />

Por lo demás, ya se sabe que cuando el Destino interviene hay siempre un<br />

entierro.<br />

Tres días más tarde hubo el entierro de Demetrio Sugrañas.<br />

Murió de un modo bien vulgar: yendo por la Carrera de San Jerónimo<br />

fue mordido por un perro, en apariencia rabioso. Se le trasladó vertiginosamente<br />

a una clínica, donde le fueron inyectadas dos ampollas de suero antirrábico. Y<br />

Sugrañas falleció al día siguiente.<br />

El perro no tenía rabia.<br />

Pero en la clínica se equivocaron de ampollas y le inyectaron a<br />

Sugrañas estricnina.<br />

De sobra se <strong>com</strong>prende que una muerte así de perruna es degradante.<br />

Pero...<br />

***************************************************<br />

La vida de Palmera fue, a partir de aquel día, feliz, libre y ágil. Tuvo de<br />

cada amante el dinero que quiso, y quiso de amante al que no tuvo dinero. Lo<br />

eterno en las muchachas de cierta turbulencia...<br />

(Porque es siempre el hombre el que da dinero a las mujeres. Y<br />

únicamente deja de suceder esto en las ocasiones en que la mujer da dinero<br />

a los hombres.)<br />

(Lo cual, según parece, se llama viceversa.)<br />

Después de entregarse a una larga serie de ciudadanos, Palmera se<br />

entregó a la reflexión. Y al entregarse a la reflexión resolvió no entregarse a<br />

nadie más.<br />

Hasta que cierta noche, en noviembre de 1926, recibió el primer ramo<br />

de flores del marqués del Corcel de Santiago. El cual la persiguió tantos<br />

Digitalizado por Elsa Martínez – junio 2006

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