Descargar - Biblioteca Virtual Universal
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pediré limosna, iré a la cárcel... No, señorita Gloria, yo creo que Caifás<br />
el feo no puede vivir mucho tiempo más... Me dan unas ganas de echarme al<br />
mar... ¡Qué bien se debe de estar allí en el fondo, en el fondo!...<br />
-¡Infeliz! -exclamó Gloria conmovida-. Ya se te amparará. No desconfíes de<br />
Dios, José; no pienses en el suicidio que es el mayor de los pecados; ten<br />
confianza en Dios.<br />
-Cuando usted me dice que tenga confianza, casi la tengo; cuando la veo a<br />
usted, parece que me sale de dentro una cosa... me siento más fuerte<br />
contra la desgracia... Dios debe de ser muy poderoso, cuando la ha hecho a<br />
usted, señorita Gloria... Mi vida es negra y oscura como este ataúd. Usted<br />
pasa, me mira y -104- parece que de esta caja salen flores. Sí,<br />
señorita mía, delante de usted yo soy otro... Adoro a la doncella<br />
celestial que me ha socorrido tantas, tantísimas veces, a la que me sacó<br />
de la enfermedad que tuve el año pasado; a la que no ha permitido que mis<br />
hijos estén desnudos, a la que se ha dignado consolarme, honrando mi<br />
humilde morada, a la única persona que me ha dicho: «Caifás, tú no eres<br />
tan malo como dicen. Confía en Dios y espera».<br />
-Eres tonto -dijo Gloria-. ¿Eso qué significa?<br />
-Significa que usted es un ángel... ¡Oh! si se me presentara ocasión de<br />
mostrarle mi agradecimiento... ¿Pero yo qué puedo si soy como un guijarro<br />
de las calles, a quien todo el mundo da con el pie?<br />
-Vamos, no te acuerdes de mis beneficios, que no valen nada -dijo Gloria<br />
con impaciencia, mirando al cielo a ver si había acabado la lluvia.<br />
-¿Que no me acuerde? ¿Que no me acuerde de quién me da el pan de cada día?<br />
No la aparto a usted del pensamiento a ninguna hora. Yo creo que antes que<br />
olvidar a mi ángel tutelar, me olvidaré de mí mismo y de la salvación de<br />
mi alma. Me parece que veo en todas -105- partes a mi Divina Pastora.<br />
Anoche, señorita Gloria, soñé con usted.<br />
-¿Conmigo? -dijo Gloria sonriendo-. ¿Qué soñaste?<br />
-Una cosa triste; pero muy triste.<br />
-¿Que me moría?<br />
-No; que me había olvidado usted a mí y a mis pobres hijos y ya no nos<br />
hacía caso.<br />
-Es particular. ¿Y por qué os había olvidado?<br />
-Porque estaba usted enamorada.<br />
Gloria se sonrojó ligeramente, poniéndose seria.<br />
-Sí; soñé que había venido un hombre.<br />
-¡Un hombre!<br />
-Es claro. ¿Pues a quién podía querer usted sino a un hombre?... Yo le<br />
veía, y me parece que le estoy viendo.<br />
-¿Cómo era? -preguntó Gloria sonriendo.<br />
-Era... ¿cómo decirlo?... un hombre horrible, espantoso...<br />
-¡Jesús!<br />
-No, entendámonos... no era horrible de cara, sino al contrario, tan<br />
hermoso, que no hay otro semblante que pueda comparársele sino el de<br />
Nuestro Señor Jesucristo.<br />
-Entonces, ¿por qué te espantaba? -preguntó -106- Gloria, prestando a<br />
tal trivialidad más atención de la que merecía.<br />
-Porque se la llevaba a usted lejos, muy lejos -dijo Caifás con el énfasis<br />
de un artista muy poseído de su asunto.