Descargar - Biblioteca Virtual Universal
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orejas, haciéndole ver la conveniencia -125- de no dejar perder<br />
ciertas capellanías, Silvestre se atiborró de latín y se hizo cura. No le<br />
fue mal. Olvidó muchas cosas; pero no la ingénita afición a la caza.<br />
-Es un vicio -decía-, pero un vicio de reyes.<br />
D. Silvestre era hombre vehemente y algo testarudo. En el desempeño de<br />
cuanto tomaba a su cargo, ponía siempre mucho ardor. En cierta ocasión le<br />
dio por revocar y componer la iglesia y se hizo pintor, albañil y<br />
arquitecto. Cuando le escribieron para que trabajase en las elecciones,<br />
realizó estupendas maravillas. Su regular hacienda, el prestigio de que<br />
gozaba en el pueblo, su carácter jovial y caballeroso le hacían único para<br />
acaudillar hueste de electores y mangonear eficazmente en la comarca.<br />
Ponía con tanto ahínco su voluntad y su influencia al servicio de la causa<br />
política, que durante los azarosos períodos en que los ficobrigenses<br />
ejercitaban el más importante de sus derechos, el buen D. Silvestre no<br />
paraba en el bosque, ni en la playa, ni en la sacristía, ni en su casa,<br />
sino que cual poseído del demonio o enamorado corría de una parte a otra<br />
incesantemente. Viéraisle allí emplear doctamente ora la astucia, ora la<br />
amenaza; con este la ruda coacción, con aquel el malicioso soborno, y de<br />
-126- este modo someterlos a todos a su arbitrio.<br />
Con tales experiencias llegó Romero a adquirir acabada maestría en el arte<br />
de elegir, que nunca ha sido fácil, que a muchos empequeñece pero que al<br />
cura de Ficóbriga, por su mucho ingenio y sutileza, le ponía en los<br />
cuernos de la luna. Montar a caballo, andar seis o siete leguas con frío y<br />
nieve en busca de Fulano para comprometerlo; tomar la delantera a los<br />
contrarios acumulando recursos, sin aumentar por eso de un modo<br />
escandaloso la tarifa de gastos electorales; realizar el portento de la<br />
multiplicación de los panes y los peces aplicado a las cédulas de votar,<br />
eran otras tantas industrias que aumentaban la valía de D. Silvestre. Como<br />
prueba de su enérgica voluntad avasalladora, óigase lo que la misma<br />
Ficóbriga refería poco ha.<br />
Estaba muy reñida y a punto de perderse la elección. Entre los votantes de<br />
última hora había un pastor de aquellos andurriales, hombre zafio y torpe<br />
que apenas sabía hablar. Cansado del plantón en las puertas del edificio<br />
donde funcionaban los comicios, y maldiciendo las obligaciones políticas<br />
que le habían llevado tan fuera de su rústico elemento, volvió la espalda<br />
y se marchó. Había junto a la urna electoral un río, por más arriba<br />
vadeable, por allí -127- muy hondo. Mi hombre tomó por el vado las de<br />
Villadiego.<br />
Aquel voto de menos podía comprometer seriamente la elección. Advirtiolo<br />
D. Silvestre, y bramando de furor llamó al campesino, que en salvo ya en<br />
la otra orilla y frente por frente de los comicios, con el río de por<br />
medio, hacía con ambos brazos gestos de burla y provocación. Exasperado D.<br />
Silvestre contra aquel salvaje que no sólo se escabullía en el momento de<br />
votar, sino que con los gestos de los dos movibles brazos le insultaba<br />
delante de la Nación en el momento de ejercer su soberanía, no reparó en<br />
nada, y con presteza suma se arrojó al agua. Como era gran nadador y se<br />
había despojado del levitón que le ceñía, bien pronto puso el pie en la<br />
otra margen del río. Corrió hacia el fugitivo, le agarró por el cuello y<br />
arrastrándole con hercúlea fuerza, se metió con él nuevamente en el agua,<br />
y asido por los cabellos le trajo a la orilla de acá y le entró en la