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pureza.<br />
-Llegarán, llegarán y les salvarán -dijo D. Ángel con la inefable<br />
convicción del creyente-. Dios oirá nuestros ruegos.<br />
Y los atrevidos salvadores lograron acercarse a los costados del buque,<br />
recogieron el grueso cable que de este les fue arrojado, y en menos de una<br />
hora toda la tripulación estuvo en tierra. ¡Admirable efecto de la<br />
misericordia de Dios! Cuando la trainera volvió a tierra, las olas se<br />
aplacaron, como si el mismo Océano que jamás perdona, se sintiera<br />
enternecido.<br />
Cuando los infelices tripulantes (eran ocho) pusieron el pie en tierra, D.<br />
Ángel los abrazó a todos, mezclando sus lágrimas con el agua salada que<br />
les empapaba. Habían bajado a la playa el alcalde, el secretario, el<br />
alguacil y -131- muchas personas, entre las cuales se contaba D. Juan<br />
Amarillo, que era vice-cónsul francés. En un instante se decidió dar a los<br />
desgraciados náufragos el auxilio que necesitaban, conviniéndose en<br />
repartirlos en las casas más acomodadas. Al Sr. de Lantigua le tocó uno<br />
con graves contusiones y que había perdido el conocimiento.<br />
-132-<br />
- XIX -<br />
El náufrago<br />
Le asistieron con grande solicitud; le acostaron; vino D. Nicomedes,<br />
médico titular de Ficóbriga.<br />
-Golpes en la cabeza que no parecen tener gravedad -dijo-, y además un<br />
poco de asfixia.<br />
Ordenó algunos remedios caseros y que le dejasen reposar después. Hízose<br />
todo con tanta presteza como celo, y el enfermo después de pronunciar<br />
algunas palabras a media voz, reposó al parecer tranquilo. Salieron de la<br />
pieza un instante y cuando volvieron a entrar, el caballero (pues<br />
indudablemente era un caballero) sacado de las aguas, abrió los ojos,<br />
mirando a todos lados con viva curiosidad.<br />
-Tranquilícese usted -dijo D. Juan-. -133- Está usted entre amigos,<br />
bien asistido, y no carecerá de nada. El lance ha sido terrible; pero<br />
gracias a Dios, usted y sus dignos compañeros están en salvo.<br />
El náufrago dijo algunas palabras en inglés. Miraba a un lado y otro,<br />
abriendo con gozo a la luz sus ojos azules y examinando uno por uno los<br />
semblantes de Gloria, D. Juan y D. Ángel. Los que resucitan no miran de<br />
otro modo.<br />
-Estoy en... -murmuró en español.<br />
-En España, en Ficóbriga, humildísimo puerto de mar, que si tuvo la<br />
desgracia de presenciar la pérdida del Plantagenet, también ha tenido la<br />
dicha de arrancar ocho hombres a la muerte.<br />
Con acento patético y solemne el joven dijo:<br />
-¡Señor, Señor nuestro! ¡cuán maravilloso es tu nombre en toda la tierra!