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Esclavos del franquismo en el Pirineo - Esclavitud bajo el franquismo

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soldados, yo asustada, t<strong>en</strong>ía 17 añicos. Entonces una con 17<br />

años era como ahora una con 12 o 13... ¡Madre mía! ¡Nos daba<br />

una cosa!... te daban apuro, te daba un poco de vergü<strong>en</strong>za, no<br />

sé como decirlo... ¡pero no eran g<strong>en</strong>te mala! (...) los soldados<br />

llevaban la boinica, y los otros gorro».<br />

*<br />

Recuerda María la difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre los que llegaban con<br />

gorro y los que llevaban boina militar, y no es una difer<strong>en</strong>cia<br />

nimia. Al fin y al cabo, con los prisioneros llegaban también<br />

los oficiales <strong>en</strong>cargados de organizar <strong>el</strong> batallón y los soldados<br />

de escolta que debían vigilarlos, tanto <strong>en</strong> <strong>el</strong> tra<strong>bajo</strong> como<br />

<strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos de ocio. Uno de <strong>el</strong>los era Francisco Ba<strong>en</strong>a,<br />

que explica con claridad cual iba a ser su cometido <strong>en</strong> Igal:<br />

«(...) empezó <strong>el</strong> tra<strong>bajo</strong> que salía desde <strong>el</strong> mismo Igal para<br />

arriba, ahí íbamos a trabajar los que estaban y los que no, a<br />

mirarlos trabajar y a castigarlos, y ahí estuvimos <strong>en</strong> una carreterilla<br />

que salía <strong>d<strong>el</strong></strong> mismo Igal; una sobre lo llano, sobre la ribera,<br />

sale para allá, buscando los barracones y <strong>el</strong> pueblo ese<br />

que habéis dicho (Vidángoz), hacia allí (...). Y ahí estábamos<br />

para eso, para estar con <strong>el</strong> fusil <strong>en</strong> la mano, y ésos trabajando<br />

ahí; si querían orinar t<strong>en</strong>ían que pedir permiso, o para otra<br />

cosa lo mismo, y así estábamos».<br />

*<br />

Estaban lejos de sus casas, lejos de sus amigos, de sus familias,<br />

para qui<strong>en</strong>es era difícil comunicarse con <strong>el</strong>los y más difícil<br />

todavía poder ir a visitarlos. Sin embargo, algunas veces lo<br />

int<strong>en</strong>taron, como Basilia Migu<strong>el</strong>, que desde su pueblo natal <strong>en</strong><br />

la provincia de Burgos, Castrogeriz, acudió con su hija Mari Luz<br />

recién nacida a visitar a su marido Pedro Andrés. Basi todavía<br />

se acuerda de lo largo <strong>d<strong>el</strong></strong> viaje, siete transbordos, además de<br />

la inseguridad de viajar a visitar a un castigado. Pero a pesar de<br />

la distancia, lo t<strong>en</strong>ía claro: «mi corazón me lo pedía (...). Tuve<br />

valor y se portó la g<strong>en</strong>te: “¿Dónde vas con esta niña?” ¡Porque<br />

era preciosa, eh! La llevaba yo con un abrigo de piqué blanca,<br />

blanca. Y me decían: “¡Ay que niña más hermosa! ¿Dónde vas<br />

con <strong>el</strong>la?” Digo: “a ver a su padre que está, que lo ti<strong>en</strong><strong>en</strong> preso<br />

por ahí” les dije, “<strong>en</strong> Vidángoz”».<br />

*<br />

En otoño, mochila a cuestas, fuimos a hacer una pequeña<br />

excursión al valle <strong>d<strong>el</strong></strong> Roncal, al monte Marikalda, <strong>en</strong>cima de<br />

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