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DE GEORGE BUSH - PSUC viu

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10<br />

Dado que el ojo no puede verse a sí mismo,<br />

la fotografía ha hecho que podamos ver aquello<br />

que no vemos en nosotros.<br />

Tal vez esta frase pueda parecer abstracta.<br />

Trataré de explicarla. Hemos empezado el<br />

otoño leyendo en todos los diarios, ojeando<br />

por doquier, aunque sea en el resbalón de<br />

la mirada ante el televisor, que la violencia<br />

es el ambiente en el que crece el pobre seto<br />

de nuestra actualidad política internacional.<br />

Lejos de cometer el error de expresión que<br />

diría, como tantas otras veces se oye decir,<br />

“violencia injustificada”, dando por sentado que<br />

hay violencia que se justifica, que se explica<br />

por algún otro motivo difícil de entender,<br />

hablaremos aquí de violencia a secas, sin<br />

eximentes gramaticales.<br />

Sólo así podemos calificar aquello que no<br />

tiene adjetivación posible a no ser que sea la<br />

de la más pura repulsa y el necesario asco<br />

que deberíamos sentir todos desde nuestra<br />

cómoda posición si nos paramos un momento<br />

y reflexionamos sobre el ataque continuado<br />

que está llevando Israel contra los refugiados<br />

palestinos en la franja de Gaza. Según dicen<br />

los números que constantemente nos lanza<br />

la ONU, que demuestra cada vez más que lo<br />

suyo sólo es la contabilidad en cuanto que<br />

adición de muertos, nunca en cuanto que<br />

resta de los mismos, el balance (provisional,<br />

claro) de la primera semana de Octubre es<br />

de 90 palestinos muertos, 24 de los cuales<br />

corresponden a menores de edad. Niños.<br />

Me invade particularmente en esa retina que<br />

no se ve a sí misma la imagen, por un lado,<br />

Opinió<br />

de un niño que observa, desde unos escasos<br />

metros, como los tanques del Ejército israelí se<br />

le aproximan. O la imagen de ese anciano que<br />

llora desesperadamente (en la desesperación<br />

sin movimiento del papel impreso), la muerte<br />

de su hijo adolescente. Pero al final, yo (y<br />

también vosotros) cierro el periódico o apago<br />

la televisión. La ONU cierra su asiento contable<br />

dado que cualquier resolución para restar<br />

muertos inocentes es totalmente imposible<br />

debido al veto de los EEUU. No hay modo<br />

posible, el sistema contable no funciona: falta<br />

siempre el asiento de cierre de tan macabro<br />

recuento, volver a contar siempre con el signo<br />

“+” en el teclado.<br />

Detrás de semejante aberración, de<br />

semejante ceguedad perversa, de semejante<br />

miopía que sólo ve aquello que se acerca a<br />

los ojos, a “sus ojos”, a la vez tenemos que<br />

escuchar constantemente actos que rememoran<br />

a “nuestros mártires”. Constantemente<br />

alimentamos nuestra falsa compasión de raíz<br />

cristiana en la que padecemos con los muertos<br />

del 11-S, con los muertos de rememorados<br />

de Hiroshima y Nagasaki, volvemos a reeditar<br />

y utilizar que el mal es banal, nos ocupan la<br />

cabeza con reflexiones sobre el mal pasado,<br />

para tener una memoria selectiva que por un<br />

lado nos niebla la mirada actual con miradas<br />

al pasado. Cierto que quien no recuerda su<br />

historia está condenado a repetirla. Pero<br />

cierto también que quien no vive su presente,<br />

no vive en ningún sitio. O en todo caso, vive<br />

en un paraíso artificial en el que sólo piensa<br />

en cambiar de ventana constantemente si<br />

el paisaje que ve se le indigesta a los pocos<br />

agost-setembre novembre 2004<br />

ISRAEL Y OCCI<strong>DE</strong>NTE:<br />

LA CIEGA PERVERSIDAD<br />

Montse Crespín<br />

minutos.<br />

En esta sociedad hiperinfantilista, en<br />

esta sociedad más que nunca eurocéntrica,<br />

ciegamente perversa, los muertos siguen<br />

siendo moneda de cambio de distinto valor. Ya<br />

no sólo tiene un valor distinto nuestra vida en<br />

relación de la suerte, del azar y la casualidad<br />

por la cual nacemos en un sitio u en otro, en<br />

ese Norte o Sur marcado por la riqueza o la<br />

pobreza. Lo que más horror produce es el<br />

pensamiento de poder constatar diariamente<br />

que también los muertos son valorados. Un niño<br />

palestino es esa cifra de la ONU que se suma<br />

diariamente. Nadie habla de él en los mismos<br />

términos en los que nosotros los afortunados<br />

hablamos de la infancia. Un niño que muere<br />

independientemente de su lugar de nacimiento<br />

es una pérdida completamente irrecuperable.<br />

Pero constantemente caemos, conscientemente<br />

algunos, de modo inconsciente casi todos,<br />

en la trampa de la clasificación. Segregamos<br />

constantemente, nos diferenciamos en la<br />

clasificación de modo que siempre nos ponemos<br />

en el lugar de los ganadores. De aquellos que<br />

tienen suerte.<br />

La hipocresía, la ciega perversidad, nos define<br />

desde nuestras tan laureadas democracias. La<br />

absoluta ineficacia de la legislación internacional<br />

no demuestra nada más que un hecho<br />

irrefutable: que el pueblo real parece no existir,<br />

que no hay voz del pueblo que se escuche<br />

ni oídos dispuestos a escucharla; que nada<br />

más se escucha al oscuro Leviathán de las<br />

multinacionales, el sonido metálico de la riqueza<br />

en cada ius hominis (derecho del hombre) que<br />

en realidad no es nada más que un ius belli<br />

(derecho a la guerra). Y el contable de la ONU<br />

que tiene prohibido restar, sigue sumando en<br />

el asiento que se corresponde a los “otros”<br />

muertos....

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