Primera edición en esta Colección; México, 1946 Segunda edición ...
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Toda la tripulación <strong>esta</strong>ba lista, y esperando solam<strong>en</strong>te la<br />
señal del capitán.<br />
Al sonar el pito del contramaestre, levantáronse las<br />
pesadas áncoras, soltáronse las velas, crujieron masteleros y<br />
gavias, inclinóse la nave, h<strong>en</strong>dió la proa las <strong>en</strong>crespadas olas, y<br />
com<strong>en</strong>zamos a caminar.<br />
T<strong>en</strong>íamos hermoso tiempo; soplaba vi<strong>en</strong>to largo que<br />
hinchaba nuestras velas, y corríamos a todo trapo con alas y<br />
arrastraderas, haci<strong>en</strong>do hasta diez nudos por hora.<br />
Un sol brillante se levantaba sobre el cielo limpio y<br />
traspar<strong>en</strong>te; ap<strong>en</strong>as se rozaba la t<strong>en</strong>dida superficie del mar, y<br />
<strong>en</strong> derredor del navío saltaban los delfines mostrando sus<br />
plateados lomos <strong>en</strong>tre la blanca espuma, y anunciando la<br />
felicidad<br />
Desaparecieron <strong>en</strong>tre las brumas del horizonte las costas<br />
de la Inglaterra, y no descubría nuestra mirada aún las de<br />
Francia.<br />
Estaba yo sobrecubierta contemplando el mar, cuando, me<br />
pareció que había a la vista unas velas.<br />
— ¿Qué navíos serán esos? —pregunté al capitán, que<br />
<strong>esta</strong>ba cerca de mí.<br />
—Uno de ellos me parece de guerra —contestó él, mirando<br />
con gran at<strong>en</strong>ción.<br />
—Y parece que se dirig<strong>en</strong> hacia aquí —agregué yo.<br />
El capitán <strong>esta</strong>ba pálido y no me contestó ya, sino que<br />
com<strong>en</strong>zó a dar algunas órd<strong>en</strong>es con voz aterradora.<br />
No me cupo duda: aquellos eran los piratas. Habían<br />
descubierto nuestro navío, y com<strong>en</strong>zaban a darnos caza.<br />
Nuestra embarcación era muy velera y el vi<strong>en</strong>to nos<br />
favorecía; las costas de Francia <strong>esta</strong>ban ya muy cerca, y quizá<br />
podríamos llegar a ellas antes que los piratas lograran darnos<br />
alcance.<br />
Una terrible lucha de ligereza se empeñó <strong>en</strong>tre ellos y<br />
nosotros. El capitán daba repetidas órd<strong>en</strong>es, que se ejecutaban<br />
con una actividad matemática; no había un solo trapo, por<br />
pequeño que fuese, que no estuviera izado; el vi<strong>en</strong>to seguía<br />
soplando largo, y los mástiles se inclinaban con el poderoso<br />
impulso de las velas.<br />
El navío rompía con tanta fuerza las olas, que el agua se<br />
levantaba a los lados de la proa <strong>en</strong> gigantescos rizos, mojando<br />
la cubierta y haci<strong>en</strong>do un rumor pavoroso, y la espumosa estela<br />
que dejábamos atrás se perdía a lo lejos <strong>en</strong> el mar.<br />
Vanos esfuerzos: ap<strong>en</strong>as com<strong>en</strong>zaban a dibujarse<br />
vagam<strong>en</strong>te las costas, y ya uno de los navíos <strong>en</strong>emigos, ligero<br />
como un pájaro, <strong>esta</strong>ba <strong>en</strong> nuestras mismas aguas.<br />
Oíanse ya perfectam<strong>en</strong>te los toques que daban a bordo<br />
nuestros perseguidores; distinguíanse ya las figuras de los<br />
hombres que lo tripulaban, y el brillo de sus armas hería<br />
nuestra vista.<br />
Se pusieron al habla, y con la bocina nos intimaron<br />
r<strong>en</strong>dición.<br />
El capitán de nuestro buque conoció que <strong>esta</strong>ba perdido,<br />
que no había ni la m<strong>en</strong>or esperanza: compr<strong>en</strong>dió la suerte que<br />
le aguardaba si caía prisionero, y prefiri<strong>en</strong>do morir ahogado a<br />
que le ahorcas<strong>en</strong> de una <strong>en</strong>t<strong>en</strong>a, se arrojó al mar.<br />
Rindióse nuestra acobardada tripulación sin hacer<br />
resist<strong>en</strong>cia, recogi<strong>en</strong>do todas las velas: acercáronse los piratas,<br />
lanzaron sus ganchos de acero para asegurar nuestro navío, y<br />
com<strong>en</strong>zaron a saltar a nuestro pu<strong>en</strong>te multitud de hombres<br />
feroces armados con hachas de abordaje y con cuchillos.<br />
Mi<strong>en</strong>tras los unos abrían las escotillas y se precipitaban a<br />
las cámaras y a las bodegas, los otros se apoderaban de mí y<br />
del resto de la tripulación, que no había int<strong>en</strong>tado la m<strong>en</strong>or<br />
resist<strong>en</strong>cia.<br />
Inmediatam<strong>en</strong>te nos trasbordaron, colocándonos a todos<br />
sobre el pu<strong>en</strong>te de su embarcación.<br />
Aquello había pasado <strong>en</strong> el mayor sil<strong>en</strong>cio, sin escucharse<br />
más ruido que el de las pisadas de los hombres sobre los<br />
pu<strong>en</strong>tes y el manso golpear de las olas <strong>en</strong> los costados de las<br />
embarcaciones. Los otros navíos de los piratas, que eran dos,<br />
llegaron poco después, y aferraron también contra el que<br />
acababan de aprisionar.<br />
Muchas horas permanecieron allí, hasta que toda la carga<br />
de nuestro navío fue completam<strong>en</strong>te transportada a los de los<br />
piratas.<br />
Así que ellos estuvieron satisfechos, se dieron a la vela,<br />
llevándonos prisioneros, y atados sobre el pu<strong>en</strong>te; de manera<br />
que veíamos el navío abandonado, aunque no con mucha<br />
claridad, pues había ya <strong>en</strong>trado la noche.<br />
Rep<strong>en</strong>tinam<strong>en</strong>te observé que aquel navío se iluminaba, y<br />
que algunas llamas com<strong>en</strong>zaban a asomar por las escotillas.