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V. TRÁFICO DE PERSONAS
Coyotes y guías comunitarios en la migración mexicana
Gustavo López Castro *
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En la historia de más de cien años de la migración entre Estados Unidos y
México, ha sido una constante la presencia de personas que por un pago ayudan a otras a
cruzar la frontera. Según las regiones se les conoce como polleros, coyotes, pateros o
balseros. Aunque la Patrulla Fronteriza se había establecido desde 1924, 1 la
permeabilidad de la frontera fue tal durante muchos años, que era relativamente fácil
cruzarla sin la autorización requerida y sin la ayuda de otras personas. Pero las crecientes
dificultades para hacerlo, debido al aumento en la vigilancia fronteriza, el uso de
tecnología de detección, la erección de barreras físicas, el aumento en las consignaciones
y los programas de deportaciones al interior de México, condujeron a que aumentara de
manera constante el uso de los servicios de coyotes. Esto, evidentemente ha tenido
variaciones a lo largo del tiempo, lo mismo que las ha tenido el propio fenómeno de la
migración, pero el hecho principal es que, aún con altibajos, el paso sin documentos por
la frontera ha sido conducido por cientos de personas que han hecho de esto su forma de
vida. Según nuestras encuestas, 2 en los últimos veinte años, la mayor parte de los
migrantes entrevistados que han pasado subrepticiamente la frontera, lo han hecho
utilizando los servicios de un coyote. Pero en esto también hay diferencias según se
cuente o no con el apoyo de una red social; cuestión que, en parte, se relaciona con el tipo
de organización que se utiliza para pasar. En el cuadro siguiente se pueden observar estas
diferencias:
*
Colegio de Michoacán
1
INS Factbook, “Summary of Recent Immigration Data”, U.S. Department of Justice, INS, Statistics
Division, July, 1993.
2
En diversas encuestas para estudios de comunidad hemos incluido preguntas sobre la manera de pasar la
frontera, entre estas encuestas tenemos las efectuadas por un equipo de El Colegio de Michoacán en 1983,
1986, 1988, 1992, además de 390 encuestas levantadas en el invierno de 1996 en tres pueblos michoacanos
y dos guanajuatenses.

Cuadro 1. Uso de coyote según nivel de organización y acceso a una red de
migrantes.
NIVEL DE
ORGANIZACIÓN DE LOS
COYOTES
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MIGRANTES SIN
ACCESO A UNA RED
MIGRANTES CON
ACCESO A UNA RED
Guía comunitario 09% 16%
Bandas estructuradas de
bajo nivel
Bandas estructuradas de
alto nivel
18% 40%
53% 17%
No usaron coyote 20% 27%
Fuente: encuestas del proyecto Migración internacional en el bajío, CER / Colmich.
Guías comunitarios o coyotes locales
En las regiones de Michoacán y Guanajuato, donde hemos hecho el trabajo de
campo para este reporte, encontramos pueblos donde es fama regional que viven coyotes
que auxilian en el paso de la frontera mediante un pago. Son pequeños empresarios, por
así decirlo, que por su cuenta y riesgo, y con la ayuda de una o dos personas más
(frecuentemente familiares entre sí), organizan pequeños grupos de migrantes (cinco o
seis personas cada vez) y los conducen hasta la frontera, los pasan subrepticiamente y los
llevan hasta el lugar de destino, el cual generalmente es también el de ellos mismos.
Trabajan un par de meses y se regresan al pueblo a organizar otro grupo de migrantes. El
nivel de sofisticación técnica es mínimo y normalmente utilizan el mismo método para
pasar a la gente: por el Río Bravo (los del Norte de Guanajuato), o por los cerros de
Tijuana y el desierto de Arizona (los de Michoacán).
A partir de allí, se mueven en transportes públicos: tren, autobús o avión. La tasa
de fracaso es alta, 3 pero el compromiso con el grupo es el de hacer los intentos que sean
3 En opinión de algunos coyotes locales entrevistados, tienen que hacer en promedio cuatro intentos de
cruzar la frontera antes de lograrlo. Otros polleros en Tijuana y Ciudad Juárez, de los que llamamos “bien

necesarios para pasar. Paradójicamente, aún cuando el guía comunitario sea capturado,
en pocas ocasiones es procesado como tal, pues es difícil de identificarle a primera vista,
ya que su apariencia es similar a la de todos los migrantes indocumentados. De hecho, es
uno de ellos mismos, y las personas a las que conduce se muestran poco inclinadas a
denunciar a un conocido. Hasta antes de la puesta en marcha en 1994 del sistema de
identificación digital de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos (IDENT y ENCATS),
esto les había dado cierta ventaja a los coyotes locales. Pero estos sistemas, con los que
el Sistema de Inmigración y Naturalización (SIN) registra las huellas dactilares y la
fotografía de los capturados en una base de datos, permiten al SIN identificar a las
personas que hayan sido capturadas en múltiples ocasiones, lo que será un indicador de
su posible actividad como coyote.
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Una de las principales razones para utilizar los servicios de los guías comunitarios
o coyotes locales es la seguridad; se supone que un migrante corre menos riesgos físicos
yéndose con una persona que es conocida, de la localidad, cuya familia es avecindada de
la región y que a su regreso puede traer noticias de los idos. De allí que el prestigio de un
coyote local dependa, no tanto de su tasa de éxito para pasar en pocos intentos la frontera,
sino de la integridad física de las personas que viajan bajo su guía y responsabilidad.
Dentro de esta categoría se encuentran también un cierto número de personas que
no se dedican de manera “profesional” a pasar indocumentados, sino que lo hacen
esporádicamente con la finalidad de “ayudar” a un familiar o amigo. Hacen las veces de
coyotes llevando a la gente hasta la frontera, consiguiendo quien los pase al otro lado y
recibiéndolos más allá de los puntos carreteros de revisión del SIN. Aunque en el curso
de los años hemos encontrado a varias personas que han hecho esto alguna vez, en
realidad no los podemos considerar coyotes en sentido estricto y tampoco tienen un peso
sustantivo en el flujo migratorio.
estructurados”, nos confiaron que lo más frecuente es que al primer intento tengan éxito. Aunque esto lo
tomamos con reserva, es un indicador de las condiciones del paso.

Bandas estructuradas de bajo nivel
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En la frontera es posible encontrar a un coyote del que ya se tienen referencias en
las zonas de origen de los migrantes, y que goza de cierto respeto y confianza por parte
de una o varias redes sociales en pueblos y localidades del occidente de México, de quien
se tiene información que se pasa oralmente. A ellos acuden quienes no tienen acceso
directo a las redes. También son los contactos para los migrantes de aquellos pueblos y
regiones donde no es posible acceder a guías comunitarios. Un teléfono, un alias, el
nombre específico de un restaurante o de un hotel, además de tener a una persona que se
responsabilice del pago del otro lado, son los elementos suficientes para acceder a la
oportunidad de ir al Norte.
En general, encontramos que estos coyotes forman bandas pequeñas poco
estructuradas, en el sentido de su poco acceso a técnicas sofisticadas de pasar la frontera.
Poseen unas dos o tres camionetas (principalmente Van), usan hoteles como cuartos de
seguridad, rara vez utilizan teléfonos celulares, radios de banda civil o “beepers”, y
suelen pasar por cerros, cañadas y por el río. La membresía a la banda es flexible, y
aunque existe un jefe, éste sólo los reúne cuando hay actividad; además, el primero tiene
en general la prerrogativa de llamar al trabajo a los elementos que considere idóneos.
Esto minimiza las pérdidas y garantiza la continuidad del servicio.
Bandas estructuradas de alto nivel
Como decíamos anteriormente, los coyotes no son un fenómeno nuevo en la vida
fronteriza; por lo menos desde los años cincuenta, los coyotes han estado presentes en la
vida social y económica de Mexicali, Tijuana, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo. No
obstante, las características han cambiado con el tiempo. Para los años que median entre
el fin de la Segunda Guerra Mundial y la mitad de la década de los sesenta, la actividad
de ingresar a algún indocumentado era simplemente un aporte complementario de
ingresos; no podríamos hablar todavía de coyotes en sentido estricto, porque no existía
aún una especialización laboral para dedicarse sólo a esa actividad. Estando relacionado
con el espacio transfronterizo, para una persona decidida no ofrecía mayor dificultad

auxiliar a algún solicitante ocasional para internarlo en el territorio vecino.
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Cuando se suspende el Programa Bracero y se intensifica la vigilancia fronteriza,
sobre todo en ciertas coyunturas motivadas por cuestiones políticas, la relativa facilidad
de cruzar la frontera de que venían disfrutando los migrantes indocumentados se revierte.
En respuesta a la obstaculización del flujo surgen las bandas de coyotes o polleros, ya
con cierta complejidad organizativa y una relativa división del trabajo.
A mediados de los ochenta, la enmienda a la Ley de Inmigración y Naturalización
de Estados Unidos, la IRCA-Simpson Rodino, popularmente conocida como la amnistía,
atrajo a contingentes enormes de candidatos a ingresar al Norte, tanto a los que ya habían
estado allá en alguna ocasión, como a muchos que nunca lo habían intentado. Para lo que
ocuparon masivamente los servicios de las bandas de coyotes, que entonces desplegaron
toda su capacidad para dar satisfacción a esta enorme demanda.
Según los recuentos personales de migrantes y coyotes, en los ochenta aún seguía
siendo relativamente fácil cruzar la frontera. Sin embargo, las cosas cambiaron y también
el flujo de migrantes; entre 1994 y1996 el negocio de los coyotes se reactivó, según sus
propias palabras, pero con los necesarios aumentos en el precio por los nuevos riesgos
que entraña el servicio. Las pequeñas bandas que han resistido a las diversas policías
siguen aferradas al mercado; las bandas más organizadas que tomaron sus previsiones
ahora ofrecen servicios de mejor calidad y más alto costo: la inversión en
“infraestructura” (casas, refugios, vehículos, documentos falsos y “extraviados”, sistemas
de comunicación -celulares, “beepers”, etcétera) les garantiza una competitividad con la
cual obtienen altos beneficios.
Otras relaciones
Las bandas de coyotes altamente organizadas ubicadas en la frontera llegan a
tener ramificaciones en el centro del país, aunque hasta lo que hemos podido observar, no
lo hacen para promover sus servicios entre los potenciales migrantes mexicanos, sino
para mantener lazos con miembros de la banda dedicados a atraer migrantes
indocumentados de origen centroamericano y asiático. No obstante, tal parece que las
ramificaciones que tienen las bandas hacia el interior son menos organizadas en el

sentido de membresía que tienen en la frontera. Se trata más bien de eslabones más o
menos autónomos que pueden decidir qué rutas seguir desde Chiapas hasta Chihuahua,
qué medios de transporte usar y cuándo “vender” la carga humana que llevan a otros
eslabones de la cadena. Igual que como sucede en la frontera, participan una gran de
cantidad de proveedores de servicios que ven con recelo cuando llegan 20 salvadoreños ó
10 orientales a comer o pernoctar en su establecimiento.
Reflexiones finales
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El reforzamiento de las medidas de control fronterizo ha hecho que aumenten los
riesgos en el cruce para los indocumentados. Esto, por un lado, ha hecho necesario para
muchos migrantes contratar los servicios de un coyote y, por el otro, que aumenten las
tarifas de éstos de una manera extraordinaria. Igualmente, han cambiado las herramientas
y las estrategias que usan dichos coyotes para el paso de los indocumentados.
En cuanto a las pretensiones de coyotes, es indudable que los más vulnerables son
los guías comunitarios y los coyotes que forman bandas relativamente poco
estructuradas; son ellos quienes, al no poseer la sofisticación técnica, organizativa y de
recursos que tienen las bandas altamente estructuradas, purgan condenas cada vez más
duras en las cárceles mexicanas y norteamericanas. Son también los muchachos, que por
500 dólares, arriesgan su vida en los desiertos y las montañas de la frontera entre México
y Estados Unidos.