Resurrección - Cuarto día
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Tres escalones<br />
Eran sólo tres escalones. Pero la niña pequeña no<br />
quería subirlos. Es verdad que los escalones eran<br />
altos para sus todavía cortitas piernas, pero po<strong>día</strong><br />
subirlos perfectamente. Sólo que no quería. Y lloraba.<br />
Y pateaba. Y ten<strong>día</strong> sus brazos a su madre para que<br />
la levantara y la subiera en vilo los tres escalones.<br />
Todo un espectáculo en medio de la calle ante la<br />
gente que pasaba y miraba y seguía adelante.<br />
La madre de la niña estaba a su lado tranquila,<br />
compuesta, paciente, esperando. No la reñía, pero<br />
tampoco ce<strong>día</strong>. No se enfadaba, pero no tomaba a la<br />
niña en sus manos. Quería que ella fuera aprendiendo<br />
lo que tenía que aprender, que subiera los escalones<br />
que debía subir, que no manipulase a su madre con<br />
sus lloros, que aprendiera a vivir. Y la madre esperaba<br />
tranquila. Y la niña lloraba.<br />
La niña subió un peldaño. Una concesión a la autoridad<br />
materna. Una vez subido el escalón, se plantó en él<br />
y siguió llorando y extendiendo los brazos hacia su<br />
madre. Seguía la presión. Ella había cedido subiendo<br />
un escalón; que cediese ahora su madre y la tomase<br />
en brazos. Pero la madre no cedió. Seguía tranquila,<br />
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ía<br />
paciente, serena. Sin ceder. Sin impacientarse ni<br />
enfadarse. Y sin moverse. Que aprenda la niña.<br />
La niña subió el segundo escalón. Y volvió a llorar. Un<br />
último esfuerzo para imponer su punto de vista, para<br />
forzar a su madre, para implantar su dictadura infantil.<br />
Pero la madre no cedió. Estaba dando una lección de<br />
educación a los hijos en plena calle. Una orden es<br />
una orden, y hay que cumplirla cuando es razonable y<br />
oportuna. Y no valen chantajes emocionales. Aunque<br />
llore la niña.<br />
La niña subió el tercer y último escalón. Se paró.<br />
La madre la tomó de la mano y ambas siguieron<br />
andando adelante. La niña ya no lloraba. Y una<br />
lección importante de vida le había quedado grabada<br />
en la memoria. No manipularás a nadie.<br />
Me pregunté: ¿Sabrá esta sabia madre mantener esa<br />
postura templada y firme cuando su hija crezca y se<br />
haga mayor y empiece a hacer cosas que no debería<br />
hacer y a exigir a su madre concesiones que no se<br />
deberían conceder? ¿Sabrá plantarse cuando su hija,<br />
ya mayorcita, le diga que se va a pasar la noche del<br />
sábado con unos amigos, sabrá decirle que el fumar<br />
le hace daño y el beber la debilita, sabrá negarse a<br />
pagarle la cuenta del móvil cuando es doble de lo<br />
convenido, sabrá apagarle la televisión cuando se<br />
pase horas ante la pantalla, sabrá desconectarle<br />
Internet cuando abuse de la computadora, sabrá<br />
corregirla si suspende examen tras examen, sabrá<br />
detenerla si la ve con drogas?<br />
Ojalá sepa. Ojalá no se deje manipular nunca por<br />
llantos adolescentes. Ojalá se mantenga firme ante<br />
su hija.<br />
Son sólo tres escalones. Son toda una vida.