Muy bien.

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iene de lo que los alemanes en su misticismo demagógico Halan
la idea. La idea, que en el mundo moral es lo que la elec-
•icidad en el físico : una fuerza impalpable, misteriosa, á la
ue nada se opone 3' á la que nada resiste. La idea, que es
quella gota corrosÍA'a que disuelve instantáneamente el orgaismo
social : la idea, que no es otra cosa sino el mal, el mal
bsoluto, el mal por excelencia, que para mejor combatir se ha
cAvestido hoy día de una forma única, con la cual va á reñir su
embate supremo 3' su última batalla. La democracia, en fin, que
s el mal hecho legión, el mal encarnado en la muchedumbre.
En eso consiste la fuerza de la Asamblea de Francfort : V.
on su penetración alcanzará fácilmente á comprender lo que
sa fuerza tiene de incontrastable y terrible. La Asamblea pora
desaparecer ; pero ¿ cómo ha de desaparecer la fuerza de
ue dispone, si esa fuerza está á un tiempo mismo en todas
•artes ?
El Gobierno, sin darse á sí propio una cuenta exacta de los
leligros de su situación, los conoce, por decirlo así, instintiamente.
La prueba de que los conoce, está en que , deseando
•oner término á la guerra con Dinamarca, guerra que está haiendo
contra su voluntad y por cuenta de la revolución, no
c atrcA^e, sin embargo, á llamar á su ejército, temeroso de
LO ser obedecido. Y este temor es fundado : el Germanismo ha
undido en las filas del ejército que pelea en aquellas partes,
1 cual se considera á sí propio como el ejército de Francfort,
nás bien que como el ejército de Berlín ; y como el ejército de
\lemania, más bien que como el ejército de la Prusia.
Todas estas consideraciones me hacen temer, que á pear
de los retoques y^ perfiles de la ley electoral, el resultado
le las elecciones no sea faA^orable al Gobierno : si á esto se
uiade, por una parte, que lo más granado del ejército ocupa
loy el gran Ducado de Posen 3' los Ducados dinamarqueses, y
)or otra, que acudir á la reserA^a que aquí se conoce con el
lombre de la LandAvehr, sería sumamente peligroso, porque
,eria acudir contra el pueblo al pueblo mismo, V. conocerá
ácilmente, que no iba descaminado al afirmar, que sin el
luxilio de la Rusia el triunfo de la demagogia no será para
ni dudoso.
La intervención de la Rusia hará cambiar el semblante de
as cosas : y si esa intervención no hubiera de producir resul-
:ados ulteriores, el triunfo de la monarquía estaría de todo