Muy bien.

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Diferentes de los de Donoso Cortés eran los rasgos de
la fisonomía del ilustre conde Raczynski, según el autor
á que nos referimos. La precisión y el vigor, nos dice,
tenían en su ánimo el lugar de la imaginación y de la
poesía. «En el primero (Donoso), añade el conde de Antio*che,
se ven juntos dones que seducen, mientras que
la habibdad, la ciencia y el vigor hacen el patrimonio
del segundo; el uno atrae y se lleva en pos de sí á los
que le oyen ; el otro inspira la idea de la superioridad y
ejerce el ascendiente del talento.»
Tal fué el insigne personaje á quien fueron dirigidas
las presentes cartas. Bien quisiéramos dar á conocer al
lector las del conde Raczynski al ministro español, las
cuales, por referirse á cosas de España \- contener el juicio
de tan consumado maestro en política, sonmuy dignas
de estima ; pero en la edición de las obras de Donoso no
debemos incluir escritos de ningún otro autor. Permítasenos,
sin embargo, reproducir aquí algunos pensamientos
y algunos juicios del ilustre ministro de Prusia que concuerdan
singularmente con la mente de Donoso Cortés.
No era, ciertamente, Raczynski de los que rinden culto
al espíritu de la época ni á las constituciones parlamentarias,
nacidas y penetradas de él. «Lo que distingue especialmente»,
escribía al marqués de Valdegamas en 26 de
Diciembre de 1849, «á la época en que vivimos es el no
confesar ¡cuál sea el fin á que se dirige y el no llamar
nunca las cosas por sus nombres. Vívese hoy en la mentira,
pues se ha tomado al orgullo por guía.»
Por el año de 1848, cuando el incendio de la Revolución
se propagaba por toda Europa, el amigo íntimo de Donoso
Cortés, dirigiéndose desde Madrid al conde N., en 15
de Febrero, le describía en los siguientes notables términos
el semblante de las cosas:
«Me acuerdo, aunque vagamente, del terror y la indignación
que causó en mi familia la noticia del suplicio de María Antonieta.
Acuerdóme asimismo de la revolución de Varsovia , hija de la
revolución írancesa, y que precedió á la división de Polonia. Los
primeros años de mi juventud se sucedieron durante el reino de
Bonaparte, que dominó las pasiones revolucionarias de su país y
sometió á su imperio á Europa. Veintiséis años había yo cumplido
cuando Luis XVIII devolvió la vida á los principios liberales que
derribáronla Monarquía.