Infante muerto, José Piquer y Duart, 1855 - Museo del ...
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En la última década <strong>del</strong> siglo XIX se impone un naturalismo detallista. Los artistas optan ahora por<br />
París, la capital artística y cultural de Europa, perdiendo el contacto con los mo<strong>del</strong>os clásicos y, por tanto,<br />
los referentes de forma y proporción, aunque perdura la temática clásica de divinidades y alegorías. En<br />
estos años trabajaron Antonio Susillo (1857-1896) y Eduardo Barrón (1858-1911). Los dos estuvieron en<br />
Roma, y el segundo, que fue alumno de la Escuela de San Fernando, fue conservador y restaurador de la<br />
escultura <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado. Además, obtuvo diversos galardones por su Viriato y su Nerón y Séneca. Pero<br />
el mejor exponente <strong>del</strong> triunfo <strong>del</strong> naturalismo fue Mariano Benlliure (1862-1947), destacando entre sus<br />
obras decimonónicas el monumento a María Cristina de Borbón, frente al Casón <strong>del</strong> Buen Retiro, de 1891-<br />
1893. Más a<strong>del</strong>ante, el naturalismo irá dando paso al simbolismo 15 .<br />
Nerón y Séneca (Boceto)<br />
Eduardo Barrón<br />
Bronce fundido, ca. 1907<br />
Inv. 2048<br />
<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />
15 Cfr. BARÓN THAIDIGSMANN, F. J., “Pintura y escultura españolas…”, op. cit., p. 88.<br />
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