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Julio - Agosto 2012<br />
La revista es<br />
de publicación<br />
mensual y se<br />
edita en Madrid,<br />
España.<br />
ISSN<br />
2254-0466<br />
Editor<br />
J. R. Plana<br />
Ayudante ed.<br />
Cristina Miguel<br />
Ilustración,<br />
diseño y<br />
maquetación<br />
J. R. Plana<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> es<br />
una publicación<br />
independiente,<br />
todos los autores<br />
colaboran de forma<br />
desinteresada<br />
y voluntaria. La<br />
revista no se hace<br />
responsable de las<br />
opiniones de los<br />
autores.<br />
Copyright © 2012<br />
Jorge R. Plana, de<br />
la revista y todo<br />
su contenido. Todos<br />
los derechos<br />
reservados; reproducción<br />
prohibida<br />
sin previa autorización.<br />
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Anima<strong>Barda</strong><br />
Anima <strong>Barda</strong> (g +)<br />
La revista de relatos de ficción<br />
Pulp Magazine<br />
www.animabarda.com<br />
Novela por entregas<br />
ESPEJOS ROTOS IV EL MANANTIAL • Terror<br />
Rubén Pozo Verdugo<br />
EL PERGAMINO DE ISAMU V • Aventura samurái<br />
Ramón Plana<br />
Relatos cortos<br />
SEIS MUERTES POR UNA DAMA • Noir<br />
J. R. Plana<br />
DAME EL INFIERNO, CHICA • Western - Steampunk<br />
Carlos Javier Eguren Hernández<br />
HAMBRE. COMIDA. SILENCIO. • Terror Z<br />
Cris Miguel<br />
EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR • Aventuras<br />
Diego Fernández Villaverde<br />
HISTRIÓN • Espada y brujería<br />
J. R. Plana<br />
El resto<br />
JUEGAS O MUERES • Relato juego<br />
Cris Miguel y J. R. Plana<br />
UNAS PALABRAS DEL JEFE • Editorial<br />
J. R. Plana<br />
HISTORIAS DEL PULP • De interés general<br />
BESTIARIO • Los autores<br />
Núm. VI<br />
Si quieres contactar con nosotros, escríbenos a respuesta@animabarda.com<br />
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Si quieres colaborar en la revista, escríbenos a redaccion@animabarda.com y te<br />
informaremos de las condiciones.
UNAS PALABRAS DEL JEFE<br />
Unas palabras del jefe<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
J. R. Plana<br />
Y a estamos de vuelta tras un largo mes<br />
de ausencia. Veréis que este especial<br />
de verano lleva algunas cosas nuevas. Decidimos<br />
lanzar un especial que uniera julio y<br />
agosto por varios motivos, entre ellos disponer<br />
de algo más de tiempo para introducir<br />
cambios en la revista. Y este es el resultado.<br />
Lo primero, quizá lo más llamativo, es en el formato. Hemos hecho la revista un poco más<br />
ancha y alta, para que ocupe menos páginas y se pueda leer mejor (o eso esperamos). También<br />
hemos modificado el índice y algunos aspectos del diseño, como las primeras páginas o la disposición<br />
de las ilustraciones.<br />
Lo segundo es que ha cambiado el funcionamiento de <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong>. En este número no, pero<br />
nuestra intención es que los próximos sean un poco más cortos. Una novedad importante es<br />
que haremos todo lo posible porque se cubran siempre (normalmente con un solo relato aunque<br />
puede haber excepciones) los siguientes géneros: aventuras, terror, erótico, ciencia ficción,<br />
noir, espada y brujería o fantasía, western o guerra. Las antiguas revistas pulp solían dedicarse<br />
a un tema en concreto: detectives, oeste, guerra, ciencia ficción... Así que nosotros, buscando<br />
seguir la estela mientras “evolucionamos”, en vez de dedicarnos a una sola temática hemos<br />
decidido tocar las siete en cada número, dejando así nuestra marca personal, que es ser una<br />
revista pulp variada y para casi todos los gustos. Y, aunque a veces pueda resultar complicado<br />
rellenar todos los huecos, esperamos poder cumplir el objetivo lo mejor posible. Por supuesto,<br />
esto no quiere decir que no estemos abiertos a incluir otras temáticas, como por ejemplo el<br />
steampunk, la especialidad de nuestro amigo Carlos Eguren.<br />
Otra decisión ha sido reducir el número de novelas por entregas, publicando una fija junto<br />
con otra que iría alternando de número en número entre las diferentes novelas por entregas<br />
que están en el aire. Una tercera opción se dará con las novelas cortas. En ese caso hemos optado<br />
por publicar la novela entera en el número, ya que serán de menor extensión que una por<br />
entregas. Así, ocasionalmente, los lectores tendréis a vuestra disposición un número especial<br />
con una novela corta completa en su interior.<br />
Estos son los aspectos más generales de los cambios que se han introducido. Por último, nos<br />
hemos puesto un poco estrictos, subiendo el nivel de exigencia a nuestros autores con el fin de<br />
ir mejorando poco a poco la calidad literaria de la publicación. <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> siempre estará<br />
abierta a todo el mundo, ya sean profesionales, aficionados o cualquier hijo de vecino, sin embargo,<br />
aunque no tengamos grandes pretensiones, queremos premiar la fidelidad garantizando<br />
un mínimo de calidad a los lectores, que sepan que cada mes tienen un puñado de páginas de<br />
diversión y esparcimiento mental garantizadas.<br />
No es nuestro fin último, pero la verdad es que nos gustaría que <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> se convirtiera<br />
en un referente entre las revistas pulp españolas actuales. Ojalá lo consigamos entre todos,<br />
y aunque no podamos resucitar el pulp en sus años mozos, por lo menos que mantegamos la<br />
llama del homenaje encendida.<br />
Gracias por estar aquí un mes más. Esperamos que disfrutéis leyendo <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> tanto<br />
como nosotros haciéndola.<br />
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4<br />
Historia del Pulp<br />
Hoy dedicamos esta página a Solomon Kane,<br />
el héroe puritano del siglo XVII que recorre<br />
Europa y el continente negro en su eterna<br />
lucha contra el mal.<br />
Solomon Kane es el ejemplo perfecto de<br />
un héroe de la literatura popular: un<br />
espadachín justiciero, misterioso y solitario<br />
que no duda en usar la violencia en todas sus<br />
formas. Creado por Robert E. Howard, autor<br />
de Conan, este puritano del siglo XVII recorre<br />
el mundo luchando con espada y pólvora<br />
contra toda clase de enemigos y villanos, desde<br />
bandidos hasta esclavistas pasando por<br />
arpías y vampiros.<br />
Las historias de Solomon Kane aparecieron<br />
en Weird Tales en 1928, y a lo largo de ocho<br />
relatos distintos e independientes Robert E.<br />
Howard nos cuenta las aventuras y peleas de<br />
Solomon mientras viaja del Viejo Continente<br />
a África, continente que, a ojos del autor, resultaba<br />
extremadamente exótico y primigenio.<br />
En todas ellas confluyen varios géneros,<br />
como el histórico, el folletín, el terror y especialmente<br />
la aventura, todo ello con tintes<br />
góticos.<br />
Y es que Kane se encontrará a lo largo de<br />
su camino con multitud de enemigos de lo<br />
más extraño. Él mismo, de hecho, considera<br />
que sus aventuras son un choque del Bien<br />
contra el Mal. Lo sobrenatural está presente<br />
en las aventuras de Solomon y son una parte<br />
fundamental de la trama, tanto en Europa<br />
como en África.<br />
Sin embargo, este continente requiere una<br />
especial atención cuando hablamos de las<br />
obras de Robert E. Howard. Para éste, al<br />
igual que para la tradición de la época, África<br />
es un continente de fantasía sin verosimilitud<br />
de ningún tipo; un continente inexplorado<br />
lleno de caníbales tribales, ciudades perdidas<br />
y horrores. Es en África, precisamente,<br />
donde tiene lugar la mayor parte de las aventuras<br />
de este justiciero.<br />
HISTORIA DEL PULP<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Como hemos dicho antes, se publicaron<br />
ocho relatos protagonizados por Solomon.<br />
Sin embargo, por algunas referencias que<br />
se hacen en estas obras, se deduce que ésta<br />
podría haber sido más larga. Existen varios<br />
fragmentos inconclusos y un cuento titulado<br />
“The Blue Flame of Vengeance” que nunca se<br />
publicó y que era un folletín donde Solomon<br />
se enfrentaba a un villano local para rescatar<br />
a una chica. Tras la muerte de Howard,<br />
varios autores realizaron una versión de este<br />
cuento, que al final fue publicado con el título<br />
“Blades of the Brotherhood” y que se vio modificado<br />
de igual manera que muchos otros<br />
relatos de Howard: el autor introducía una<br />
criatura de estilo lovecraftiano en una escena,<br />
persiguiendo conseguir su inclusión en<br />
antologías de temática sobrenatural.<br />
Solomon Kane, además de las mencionadas<br />
versiones de relatos no publicados, ha<br />
sido adaptado al cómic y al cine. Lo primero<br />
ocurrió en 2008 y de la mano de Dark Horse,<br />
y lo segundo tuvo lugar en 2009, película dirigida<br />
por Michael J. Bassett y James Purefoy<br />
interpretando a Solomon Kane. A España no<br />
llegó hasta 2010.<br />
Otro héroe del genial Robert E. Howard.
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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
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J. R. PLANA<br />
SEIS MUERTES POR<br />
UNA DAMA<br />
por J. R. Plana<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine
SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />
Sol, playas, palmeras, hoteles de lujo, luces de neón, placer, vicios caros<br />
y chicas guapas. Nunca unas vacaciones fueron tan prometedoras...<br />
Ni tan peligrosas.<br />
Sueles venir mucho por aquí? –Intento<br />
hacerme oír por encima de la música<br />
machacona y ensordecedora que sale por los<br />
altavoces.<br />
– Sí, bastante –me contesta al oído. Se echa<br />
para atrás un poco, me sonríe, sorbe por la<br />
pajita de su cóctel y se vuelve a acercar a mi<br />
oreja–. ¿Y tú?<br />
– No, qué va. –Ella hace un gesto de no haberme<br />
oído. Qué demonios, si casi no me oigo<br />
ni yo. La imito y me acerco a su cabeza. Huele<br />
bien, a uno de esos perfumes dulzones que<br />
se ponen las chicas jovencitas, nada que ver<br />
con las solteras de vuelta de todo con las que<br />
suelo quedar–. Digo que no. No soy de aquí,<br />
estoy de vacaciones.<br />
Ella abre la boca como si dijera “Aaahm”<br />
mientras asiente. Vuelve a beber de su cóctel<br />
y yo aprovecho para echar un trago del mío.<br />
¿Dónde está el alcohol? Esto es a la bebida<br />
de verdad lo que las fiestas de pijamas a las<br />
orgías desenfrenadas. Dios sabe que no soy<br />
hombre de copas llenas de colorines, que lo<br />
mio es el alcohol a palo seco, con hielo como<br />
mucho, pero estoy de vacaciones, y cuando estoy<br />
de vacaciones me dejo parte de mi disfraz<br />
en Virginia. Eso incluye el papel de tipo duro,<br />
la placa y los fantasmas nocturnos. Ahora estoy<br />
al sur de Florida, aquí todo es sol y placer,<br />
con su clima húmedo y pegajoso, sus largas<br />
playas, sus palmeras, sus hoteles de lujo, sus<br />
luces de neón, sus vicios caros y sus chicas<br />
guapas y tostadas. Chicas como la que tengo<br />
delante, con la que hace tres minutos me he<br />
chocado sin querer cuando volvía de la barra<br />
con su copa llena de líquido azul y a la que he<br />
tenido que invitar a una copa, como un buen<br />
caballero y un mediocre ligón.<br />
Deja su cóctel sobre la barra y se vuelve a<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
acercar.<br />
– ¿Has estado aquí antes de vacaciones?<br />
– Sí. Hace cuatro años. –Muevo los brazos<br />
para abarcar el local–. Y en esa ocasión aquí<br />
vine un par de veces.<br />
– ¡Vaya! –dice sonriendo–. Te gusta la marcha,<br />
¿eh?<br />
Soy un dinosaurio desfasado que sólo convive<br />
con machos bigotudos y con afición por<br />
las armas y no sé cómo carajo tomarme eso.<br />
¿Está ligando? ¿Me está tomando el pelo?<br />
¿Me está llamando viejo salido?<br />
– Un poco sí. –Pongo mi mejor sonrisa de<br />
culpable–. Pero no me va mucho el desfase.<br />
¿Y a ti?<br />
¿Qué clase de pregunta es esa? Maldito<br />
idiota.<br />
– No, yo tampoco soy de desfasar. –Entrecomilla<br />
desfasar con los dedos–. Pero sí me<br />
gusta salir de fiesta de vez en cuando. ¿A<br />
quién no?<br />
Ella coge su cóctel y vuelve a sorber por la<br />
pajita.<br />
– Claro, claro… –La imito y me escondo<br />
unos segundos en mi copa rosa. Puaj.<br />
Mientras, aprovecho el momento para mirar<br />
disimuladamente por el rabillo del ojo a…<br />
a… ¿Cómo ha dicho que se llama? ¿Claudia?<br />
¿Sophia? ¿Melanie? Mierda…<br />
– ¿Y has venido con alguien más? –Ella<br />
suelta su vaso y me corta el proceso de recuperación<br />
y saneado de memoria.<br />
– No, estoy sólo.<br />
Que triste suena.<br />
– Oh –dice. ¿Oh? ¿Qué quieres decir con<br />
“oh”?–. ¿Te apetece bailar un poco?<br />
– ¿Cómo?<br />
– ¡Que si bailamos! –grita, señalando la<br />
pista de baile.<br />
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8<br />
Joder, que suerte.<br />
– ¡Claro! –Con la pajita aún en la boca, y<br />
sin soltarla, asiento varias veces seguidas.<br />
Haciendo caso omiso de mi actitud de menguado<br />
mental, se levanta de su taburete y<br />
me agarra de la mano. Tira de mí a través de<br />
la multitud sudorosa. Cuando considera que<br />
está lo suficientemente inmersa en el gentío,<br />
me suelta, se gira y empieza a bailar. A bailar<br />
conmigo.<br />
Se mueve al ritmo de la música, con una<br />
maestría comparable a la de las bailarinas<br />
que suelo ver en las “excursiones” nocturnas<br />
con mis compañeros. Se agita, sube, baja, se<br />
restriega, se contonea, y yo lo único que puedo<br />
hacer es seguir el juego lo mejor que puedo<br />
sin parecer un baboso.<br />
Las luces de colores de la discoteca la iluminan<br />
a rachas. Mientras la música martillea<br />
mis oídos yo me quedo embobado con su piel,<br />
morena, suave y tersa. Creo que es la primera<br />
vez desde que la he visto que me detengo a<br />
observarla por completo. Es exageradamente<br />
guapa, o al menos eso me parece a mí. Empiezo<br />
a examinarla por sus labios gruesos,<br />
que enmarcan una pequeña boca. Tiene la<br />
nariz respingona, aunque lo que más llama<br />
la atención son sus ojos, hay algo salvaje en<br />
ellos: bellamente rasgados y de un color azul<br />
que hace imposible dejar de mirarlos. La forma<br />
redondeada de su cara endulza levemente<br />
su expresión, pero el pelo corto despeinado<br />
meticulosamente y su mirada la otorgan de<br />
todo menos dulzura...<br />
Voy bajando poco a poco. Sigo las líneas de<br />
su cuello, las clavículas, los hombros tonificados.<br />
Me engancho a uno de los tirantes de<br />
su vestido y sigo bajando. Es rosa palo, o al<br />
menos eso parece con esa luz. De lo que no<br />
hay duda es que es ligero, casi etéreo, y después<br />
del pecho, donde se ciñe hasta la cadera<br />
definiendo perfectamente lo que tiene que<br />
definir, sin dejar nada a la imaginación tal y<br />
como me gusta a mí, queda suelto y vaporoso,<br />
a merced del movimiento de las caderas. Y<br />
luego se corta, de repente, a medio muslo, en<br />
una especie de tortura placentera para todo<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
hombre con pasión por las piernas que llegan<br />
hasta el suelo. No sé que lleva en los pies, no<br />
consigo llegar tan abajo.<br />
Me quedo perdido unos segundos en seguir<br />
el bamboleo incesante del vestido, y entonces<br />
me echa los brazos al cuello. Me doy cuenta<br />
de que he sido demasiado descarado y noto<br />
que se me agolpa la sangre en la cabeza.<br />
Aunque sé que no me voy a ruborizar, sí es<br />
probable que se me congestione el rostro, así<br />
que disimulo lo mejor que puedo y sigo con el<br />
baile. Regreso la vista a las alturas y veo que<br />
me está mirando a los ojos, sonriendo de medio<br />
lado. Junta su cuerpo un poco más y baila<br />
pegada a mí, dejándose llevar por la canción,<br />
que de repente ha cambiado y es más lenta<br />
que la anterior.<br />
Yo, avezado jugador en esto de ligar, me<br />
quedo unos segundos con los brazos a lo largo<br />
del cuerpo y boqueando como un pececito.<br />
Mis impulsos primarios arrancan y me da<br />
una patada mental, poniendo en inmediato<br />
funcionamiento mis manos que suben para<br />
agarrarla por la cintura. Le cojo el gusto rápidamente<br />
y consigo dejarme llevar yo también.<br />
No sé cuanto tiempo estamos así, pegados,<br />
ronzándonos el uno al otro, aspirando y memorizando<br />
el empalagoso olor de su fragancia;<br />
lo único que sé es que me parece demasiado<br />
poco. Cambia la canción y el gilipollas<br />
del DJ mete una cañera, de éstas que no se<br />
bailan sino que se siguen dando botes, como<br />
esas pelotas de goma que saltan como una jodida<br />
chinche. No, espera, las chinches no saltaban…<br />
Mejor como los piojos. O como una…<br />
Da igual, el caso es que cambia la canción,<br />
ella se separa de mí con una gran sonrisa y<br />
a mi me entran ganas de matar al pinchadiscos.<br />
– ¿Fumas? –grita.<br />
No.<br />
– Sí –grito.<br />
– ¿Salimos afuera a…? –Deja la frase sin<br />
terminar y se lleva dos dedos estirados a la<br />
boca.<br />
– Sí –vuelvo a gritar.
De nuevo toca el numerito de llevarme de<br />
la mano entre la gente, y yo me dejo, como<br />
si fuera un perrito. Incluso me dan ganas de<br />
sacar la lengua. Arf, arf, arf.<br />
Aunque pueda parecer increíble, llegamos<br />
bastante rápido al exterior. Los puertas, de<br />
riguroso negro, brazos como el torso de la<br />
chica y gafas de sol incluidas, nos abren la<br />
puerta. Una vez fuera, la brisa marina nocturna<br />
me da de lleno en la cara. Está fresca<br />
en comparación con el sofocante interior del<br />
local, pero lo que más agradezco es el agradable<br />
olor a sal y algas. Miro la playa, oscura<br />
como la boca de un lobo, e intento distinguir<br />
donde acaba el mar y empieza el horizonte.<br />
Me gustaría oír el murmullo de las olas, pero<br />
mis conductos auditivos están colapsados con<br />
un intenso piiiiiii.<br />
Ella no se detiene, sigue caminado y se aleja<br />
unos pasos, apoyándose al final contra la<br />
pared, debajo de las letras luminosas del local.<br />
Me mira y sonríe sin enseñar los dientes.<br />
Yo me acerco despacio, disfrutando del momento.<br />
Llego a su lado y ella se queda unos<br />
segundos contemplándome fijamente. Entonces<br />
gira la cabeza un poco, eleva las cejas y<br />
abre los ojos.<br />
– ¿Y bien? –pregunta–. ¿No íbamos a fumar?<br />
– Claro –contesto. Tardo unos dos segundos<br />
en entender lo que quiere de mí.<br />
Echo la mano a la espalda, al bolsillo trasero<br />
del pantalón. Frunzo el entrecejo y cambio<br />
de bolsillo, fingiendo buscar un tabaco que no<br />
existe.<br />
– Joder –digo–. Me lo he tenido que dejar<br />
en el hotel, qué cagada.<br />
Ella se ríe, incorporándose de la pared.<br />
– No te preocupes. Si quieres podemos ir a<br />
buscarlo. –Vuelve a sonreír sin enseñar los<br />
dientes y yo me vuelvo a quedar estupefacto.<br />
Se aleja un poco, caminando en dirección a<br />
la disco. Llega junto a los gorilas y habla con<br />
uno de ellos, que asiente, saca algo de dentro<br />
de su chaqueta y se lo ofrece. Ella coge dos<br />
cigarrillos, se pone uno en la boca y deja que<br />
el puerta se lo encienda. Le da las gracias y<br />
SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
vuelve hacia mí, pisando con fuerza la acera<br />
mientras da una calada al pitillo.<br />
Me da el mío y me lo pongo en los labios.<br />
Reparo en que no tengo con qué encenderlo.<br />
Ella se da cuenta, pero por lo visto tiene todo<br />
controlado. Se acerca a mí y junta la brasa de<br />
su cigarrillo con la mía, sin quitárselo de la<br />
boca. Glups.<br />
Una vez encendido, vuelve a recostarse. Yo,<br />
que tengo el cerebro falto de riego sanguíneo,<br />
me atrevo con un semifarol.<br />
– Gracias pero... –Pongo mis mejores cejas<br />
de Humphrey Bogart– es una lástima. Ahora<br />
no podremos ir a buscar tabaco al hotel.<br />
Doy una calada al cigarrillo y, como llevo<br />
sin fumar desde los catorce años, me atraganto<br />
con el humo y me da tos. Lo disimulo lo<br />
mejor que puedo y ella, omitiendo mi ahogo,<br />
sigue con la conversación.<br />
– Quién sabe, quizá nos pasemos más tarde.<br />
–Eleva la barbilla un poco y suelta el<br />
humo hacia arriba–. Así estás aquí de vacaciones…<br />
¿De dónde eres?<br />
– De Virginia. –Cojo un poco de aire, ya recuperado<br />
de mi asfixia–. En concreto de Richmond.<br />
– Oh, vaya. ¿Y a qué te dedicas allí?<br />
Sopeso la respuesta unos segundos antes<br />
de contestar. Soy poli, poli de narcóticos.<br />
¿Cómo reaccionará ella ante eso? ¿Le cortará<br />
el rollo? ¿Saldrá huyendo? ¿Le gustará?<br />
– Me dedico a la seguridad. –Decido mentir<br />
a medias–. Ya sabes, seguridad privada. Sobre<br />
todo para personas ricas o importantes.<br />
– Wow. –Abre los ojos sorprendida–. ¿En<br />
plan guardaespaldas?<br />
– Hmmm… Algo así, sí.<br />
– Vaya, nunca había estado de fiesta con<br />
ninguno.<br />
– Siempre hay una primera vez para todo.<br />
–Ahora me toca a mí preguntarle a ella–. ¿Y<br />
tú? ¿Eres de aquí? –Asiente con la cabeza–.<br />
Que suerte, ¿no? Será como estar siempre de<br />
vacaciones.<br />
– No te creas. Esto no es una fiesta continua.<br />
No es tan divertido como puede parecer.<br />
–Me sonríe, pero me parece percibir un ligero<br />
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10<br />
matiz de tristeza en su expresión. Antes de<br />
que yo pueda añadir nada más ella vuelve a<br />
hablar, dejándome claro que quiere cambiar<br />
de tema–. Antes has dicho que viniste hace<br />
cuatro años, y si te gusta esto como parece,<br />
¿por qué has tardado tanto en volver?<br />
Vuelvo a pensar la respuesta. La verdad es<br />
que llevo cuatro años sin poder coger vacaciones<br />
en verano. Por suerte para mí, estos dos<br />
últimos meses ha habido poco follón en comisaría,<br />
así que el jefe no me puso pegas cuando<br />
le pedí que me dejara ir una semana para<br />
desconectar, alejarme del teléfono, la placa,<br />
los traficantes y los sobornos. En cuanto me<br />
dijo que sí, metí en la maleta unas camisas,<br />
un par de pantalones, la pistola y calzoncillos<br />
para siete días, y me largué a toda prisa en<br />
mi Chevy Malibú recién estrenado, más que<br />
entusiasmado con la idea de conducir casi<br />
diecisiete horas con parada incluida.<br />
Decido contarle lo mismo con un par de<br />
cambios: en vez “poco follón en comisaría”<br />
digo “pocos clientes”, y donde tocaba decir<br />
“placa, traficantes, sobornos” lo cambio por<br />
“chalecos, limusinas, amenazas de muerte”.<br />
Suena creíble y me doy una palmada en la<br />
espalda por mi rapidez mental.<br />
Ella escucha con atención y asiente al final,<br />
dándome la razón en que siempre es un gozo<br />
conducir por placer y no por obligación. Nos<br />
quedamos callados un momento, ella contemplando<br />
el mar con el cigarrillo en la boca, yo<br />
mirando las farolas del paseo mientras tiro el<br />
mío a medias disimuladamente.<br />
– ¿Conoces la ciudad? –me pregunta de repente.<br />
– La verdad es que no. –Esta vez no he vacilado,<br />
consciente de lo que viene a continuación.<br />
– ¿Quieres que te la enseñe?<br />
– Por supuesto que sí –y me permito rematar<br />
la frase con la sonrisa más grande y reluciente<br />
que he mostrado en meses.<br />
– Guay. –Tira su cigarrillo al suelo y lo<br />
apaga con la punta del zapato. Ahora sí que<br />
me fijo en lo que lleva: son unas sandalias de<br />
cuña, y, como todo, le quedan genial–. ¿Tie-<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
nes tu coche por aquí cerca o buscamos un<br />
taxi?<br />
– Lo tengo aparcado aquí al lado –digo, señalando<br />
al cruce cercano.<br />
Mentalmente doy las gracias a mi yo del<br />
pasado por la decisión de venir en coche a la<br />
discoteca a pesar de tener el hotel a un par de<br />
manzanas.<br />
Empezamos a caminar por la acera. Tiene<br />
un par de grietas y ella se agarra a mi brazo<br />
para andar más segura.<br />
– ¿Te importa? –me pregunta.<br />
– En absoluto. –Vuelvo a sonreír. ¿Qué<br />
aspecto tendré? Creo que nunca me he visto<br />
sonriendo de verdad, ni en fotos ni en el<br />
espejo, y confieso que no suelo hacerlo mucho.<br />
¿Seré como Arnold Schwarzenegger en<br />
Terminator?<br />
– ¡Ya he visto tu coche! –dice con ilusión,<br />
como si fuera una niña que juega al escondite–.<br />
Es aquel, ¿verdad? El que está en la<br />
acera de enfrente. Es un Malibú y está muy<br />
nuevo, no puede ser otro.<br />
– ¡Premio para la señorita! Has acertado,<br />
es ese. ¿Te gusta?<br />
Ella asiente con la cabeza, sonriendo con<br />
los labios apretados. Cruzamos la carretera<br />
hasta el bulevar que divide el paseo en dos<br />
y esperamos allí a que pasen unos coches.<br />
Mientras esperamos, me quedo idiotizado<br />
por decimoquinta vez en lo que va de noche.<br />
Guapa, joven, sensual, incluso parece inteligente…<br />
¿Cómo puedo tener tanta suerte? Es<br />
decir, no es que hayamos hecho nada aún, incluso<br />
puede que sea una puta de lujo o una<br />
estafadora, cosas peores he visto. Pero aun<br />
así… El hecho de que se haya fijado en mí,<br />
sea o no una embaucadora, y de que estemos<br />
paseando del brazo hacia mi coche pone mi<br />
autoestima por las nubes.<br />
Estoy envuelto en mis fantasías cuando<br />
oigo frenar suavemente a un coche a nuestro<br />
lado. La carretera tiene dos carriles y él se detiene<br />
en el izquierdo, obstaculizando la circulación.<br />
Es un Ford Kuga negro, uno de estos<br />
todoterrenos urbanos. La ventanilla se baja y<br />
asoma la cabeza un hombre con pinta de tipo
duro. Mandíbula cuadrada, pelo oscuro cortado<br />
al mínimo, patillas hasta media oreja,<br />
mirada penetrante. Lleva una camiseta negra<br />
ajustada, de manga corta, que deja claro<br />
que le gusta trabajar su torso y sus brazos en<br />
el gimnasio. Por detrás de él, en el asiento de<br />
copiloto y en la parte trasera, se entrevén dos<br />
hombres más, cortados todos por el mismo<br />
patrón. Esto no me gusta un pelo.<br />
– ¿Qué coño haces aquí, Jennifer? –Eso,<br />
Jennifer. Ese es su nombre–. ¿Y quién es este<br />
tío? –dice, casi escupiéndome.<br />
– ¿Y dónde se supone que tengo que estar,<br />
Jackie? –contesta ella–. Soy libre de ir donde<br />
me plazca.<br />
– Y una mierda. Tú irás donde diga González,<br />
y esto no le va a gustar un pelo. –Jackie<br />
tiene un marcado acento sureño.<br />
– ¿Quién cojones es González? –pregunto<br />
yo, empezando a cabrearme. Suenan las bocinas<br />
de los coches de detrás, que se frenan<br />
según pasan para insultar y pitar.<br />
– Es complicado –me dice Jennifer, al mismo<br />
tiempo nerviosa y enfadada. De repente<br />
me mira un poco asustada y añade–: no es lo<br />
que parece. Yo no me debo a González. –Se<br />
gira hacia Jackie y sus chicos–. No tengo por<br />
qué obedecerle, así que largaos de una vez.<br />
– Y una mierda –vuelve a repetir Jackie,<br />
alardeando de su amplísimo dominio del lenguaje–.<br />
Tú te vienes con nosotros. Te llevaremos<br />
con González para que te deje las cosas<br />
claras. Chicos –dice mirando hacia atrás–,<br />
metedla en el coche.<br />
Se abren las puertas y se bajan tres tíos.<br />
Vaya, había uno más. Me interpongo entre<br />
ellos y Jennifer, en guardia y preparado para<br />
pelear.<br />
– No os acerquéis –les amenazo.<br />
Se echan encima y, antes de poder reaccionar,<br />
uno de ellos me pone una pistola en la<br />
sien.<br />
– Será mejor que te estés quieto, amigo –<br />
me suelta el pavo. Tiene acento cubano.<br />
La adrenalina se me agolpa en la cabeza.<br />
El impulso es quitarle el arma y vaciarle el<br />
cargador en la boca, pero, aunque podría ha-<br />
SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
cerlo, la prudencia me aconseja mantener la<br />
calma. Jennifer podría resultar herida, y hay<br />
tres tipos más que seguro que también están<br />
armados.<br />
– ¡No le hagáis daño! –grita Jennifer, blanca<br />
como la tiza–. ¡No le hagáis nada, por favor!<br />
¡No tiene nada que ver, ni siquiera es de<br />
aquí!<br />
Los otros dos la agarran con fuerza y la<br />
meten en el coche casi en volandas, mientras<br />
ella se resiste mirando hacia mí y dando voces.<br />
– Vámonos Roque –le dice Jackie en español.<br />
Lo entiendo porque di unas cuantas clases<br />
en la comisaría, como parte de la preparación<br />
para luchar contra bandas traficantes<br />
hispanoamericanas.<br />
– No hagas ninguna tontería –me dice a mí<br />
el tal Roque–. Ponte de rodillas, las manos al<br />
cielo.<br />
Aunque obedezco, le miro a los ojos, desafiante,<br />
memorizando cada uno de sus rasgos:<br />
piel morena, pelo oscuro y en melena, bigote<br />
fosco, nariz chata y ancha, pómulos y frente<br />
prominentes, ojos pequeños y marrones, una<br />
cicatriz en la barbilla. Sonríe, dejando a la<br />
vista dos colmillos de oro. No sé por qué, pero<br />
esa sonrisa me provoca otra oleada de ira.<br />
– A ti te mataré el último –le digo, más<br />
ancho que largo. Creo que la bravuconada<br />
es también de una peli de Schwarzenegger,<br />
pero no me acuerdo de cual. La cierto es que<br />
seguro que lo dicen en alguna más.<br />
– Claro que sí –me responde. Y, para dejarme<br />
claro que discrepa, me golpea en la cabeza<br />
con el arma.<br />
Caigo de boca contra el suelo, con el mundo<br />
entero girando como si fuera una maldita<br />
noria loca y la vista llena de destellos y estrellitas.<br />
Oigo el grito de Jennifer, las risas de<br />
los matones y el motor del Ford rugiendo al<br />
acelerar. Me palpo la nuca, buscando sangre,<br />
pero no hay nada, sólo un fuerte pinchazo y<br />
un inminente chichón. Trato de ponerme a<br />
gatas y levantarme, pero es como si fuera en<br />
una barquita por el océano en mitad de una<br />
tormenta.<br />
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12<br />
Me arrastro como puedo hasta una palmera,<br />
que uso como apoyo para enderezarme un<br />
poco. Me fijo en el detalle de que nadie ha<br />
venido a ayudarme o a ver si estoy bien. Hay<br />
varios curiosos mirando, incluidos un par de<br />
coches que se han detenido, pero no se acercan<br />
a auxiliarme.<br />
– Que os jodan –digo por lo bajo, apretando<br />
los dientes por el esfuerzo de ponerme en pie.<br />
Para mi sorpresa, aguanto bastante bien,<br />
así que reúno energías y voy a trompicones<br />
hacia mi coche. Cruzo la carretera sin mirar,<br />
provocando la ira de un conductor, que pega<br />
un frenazo y aprieta el claxon hasta dejarme<br />
sordo. Consigo alcanzar mi Chevrolet y<br />
meter las llaves de alguna manera. Antes de<br />
que me de cuenta, el coche está en marcha y<br />
a toda velocidad por el paseo.<br />
¿Qué hago? ¿Por dónde han ido? ¿Por qué<br />
solo veo lucecitas? ¿Para qué narices arrancas<br />
sin saber a donde vas? Una rauda visión<br />
de mi coche estampado contra las palmeras<br />
del paseo hace que me obligue a aparcar para<br />
pensar un poco. Me hago a un lado y detengo<br />
el coche, dejando el motor en marcha.<br />
– El acelerón ha sido un poco irreflexivo, lo<br />
acepto –empiezo a hablar en voz alta–. Veamos,<br />
qué tienes. –Pienso unos segundos–.<br />
Tengo un coche, Ford Kuga negro, pero no<br />
tengo la matrícula. Tengo un nombre sin cara:<br />
González. Y tengo dos nombres con cara: Jackie<br />
y Roque. Tengo que llevan armas y hablan<br />
en español, uno de ellos cubano. –Me callo<br />
y medito, repasando los acontecimientos,<br />
buscando algún detalle, algo que me ayude a<br />
tomar una decisión fiable, pero no encuentro<br />
nada. Sólo tengo una pista que puedo seguir,<br />
aunque es bastante vaga–. Está bien. Empezaré<br />
por lo único que tengo: el acento cubano.<br />
Eso nos lleva a la pequeña Habana.<br />
Me froto la cara y me presiono la parte superior<br />
de los ojos. Ya casi veo del todo bien,<br />
han desaparecido los destellos, aunque la<br />
punzada penetrante en la cabeza sigue ahí,<br />
perforando mis sesos sin piedad. Ahora que<br />
tengo decidido de qué hilo tirar, pienso en<br />
cómo tirar de él. ¿Voy en plan Bruce Willis,<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
dispara primero y pregunta después? ¿Me<br />
acerco hasta la comisaría de la zona y les<br />
cuento la historia? ¿Llamo a algún poli amigo<br />
en casa? ¿Y si lo dejo y me largo? Morir es<br />
una buena forma de joder las vacaciones. Y<br />
son las primeras vacaciones desde hace mucho<br />
tiempo… Pero es que Jennifer… Y parecía<br />
tan asustada… ¿Qué van a hacer con ella?<br />
Suspiro y maldigo un par de veces. ¿Qué clase<br />
de descanso es este? Menuda mierda.<br />
Vuelvo a centrarme en tomar una decisión<br />
y mi cabeza elimina posibilidades rápidamente.<br />
¿Llamar a alguien de casa? Descartado,<br />
tardaría mucho. ¿Acudir a la policía?<br />
Parece lo más sensato, pero sé que tardaran<br />
más aún que la primera opción. Sólo con comprobar<br />
que soy quien digo ser… ¿Y si alguno<br />
está a sueldo de ese tal González? Me parece<br />
poco probable, pero hace que la idea parezca<br />
menos apetecible… ¿Y largarme al hotel a<br />
dormir? Nah, Jennifer merece una noche en<br />
vela. Incluso dos.<br />
Esto solo me deja una opción, sr. Willis.<br />
Echo mano debajo del asiento y palpo hasta<br />
encontrar lo que busco. Ahí está. Siempre la<br />
llevo conmigo, ya sea encima o en el coche. Y<br />
como hoy no llevo americana, sino una ligera<br />
camisa de lino, metérmela en el cinto no parecía<br />
la mejor opción. Ésta no está registrada<br />
ni dejará huella alguna en la bala que puedan<br />
relacionar conmigo, es perfecta para la<br />
ocasión. La saco de la funda y compruebo que<br />
lleve el cargador lleno. Para mi sorpresa está<br />
vacío, y entonces me acuerdo de que antes de<br />
irme estuve practicando en la galería de tiro y<br />
se me olvido volver a cargarla. Abro la guantera<br />
y busco entre los papeles. Sé que, oculto<br />
en alguna, parte hay un cargador de repuesto<br />
lleno, así como una pequeña caja con balas<br />
suficientes para llenar uno. Doy con ambas<br />
cosas rápidamente, y me pongo a prepararlo<br />
todo sin perder un segundo. Mientras repaso<br />
en voz alta mi plan y mis intenciones.<br />
– Esto es pan comido. –Siempre he tenido<br />
esta costumbre, desde pequeño. No sé por<br />
qué, pero pensar en voz alta como si hablara<br />
conmigo mismo me ayuda a concentrarme–.
Te acercas hasta Little Havana para echar<br />
un vistazo. Primero buscamos el coche, por<br />
si lo hubieran dejado por ahí. No me extrañaría,<br />
porque no parecían muy nerviosos o<br />
asustados, estaban confiados, se creerán los<br />
amos del lugar.<br />
Las balas entran suavemente en el cargador.<br />
Clic. Clic. Clic.<br />
– Si no hay suerte, preguntaré a alguien.<br />
Alguna mujer, un hombre mayor quizás. Un<br />
niño sería lo ideal. Fingiré estar buscando<br />
a Roque porque me dijo que estaría por allí,<br />
que preguntara. Eso casi siempre funciona. Y<br />
si no, ya me buscaré las vueltas.<br />
Ya están todas las balas dentro. Meto el<br />
cargador en la pistola. Clac.<br />
– Y una vez que les encuentre… Tienen<br />
pinta de matones de tres al cuarto, probablemente<br />
se achanten cuando vean la pipa, se<br />
cagarán encima al saber que han apuntado<br />
y agredido a un policía. O igual no. En ese<br />
caso habrá que meterles miedo en el cuerpo<br />
de otra forma. –Echo hacia atrás la corredera<br />
de la pistola dejando que entre una bala en<br />
la recámara–. Pase lo que pase, saldré de allí<br />
con Jennifer, se pongan como se pongan.<br />
Satisfecho con mi plan, totalmente contrario<br />
a los manuales de conducta policial o sentido<br />
común, meto la pistola entre el cinturón<br />
y los riñones, guardo el cargador de repuesto<br />
en un bolsillo y arranco el coche. Conozco un<br />
poco la ciudad, así que tengo ubicada en qué<br />
zona está la pequeña Habana, así que enfilo<br />
el paseo y aprieto el acelerador todo lo que<br />
puedo sin llamar la atención. Las luces de locales<br />
y coches se convierten en borrones luminosos,<br />
y las palmeras pasan una detrás de<br />
otra junto a mi ventanilla, que bajo a tope<br />
para disfrutar de la brisa marina y el viento<br />
en la cara. A pesar de la tensión y de que las<br />
perspectivas no resultan tranquilizadoras,<br />
saboreo el momento.<br />
– Falta música –digo en voz alta.<br />
Enchufo la radio del coche y pongo una<br />
emisora al azar. Justo está sonando Run to<br />
the hills, de Iron Maiden, y me parece que la<br />
casualidad tiene un gusto impecable.<br />
SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />
– Eso es. Mucho mejor.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
La suerte ha decidido sonreírme, porque<br />
en menos de diez minutos he llegado a la pequeña<br />
Habana y a la primera vuelta he encontrado<br />
el Ford de Jackie y compañía. Está<br />
aparcado en una calle estrecha, frente a un<br />
restaurante cubano y una peluquería cerrada.<br />
En la calle, apoyados en el coche, están<br />
los dos tíos que metieron a Jennifer a la fuerza<br />
en el Kuga. Están fumándose un par de<br />
pitillos, mirando con aire despreocupado por<br />
la cristalera del local. Paso con el coche, no<br />
muy despacio para no llamar la atención ni<br />
muy deprisa para no ver nada. Dentro distingo<br />
unas cuantas mesas llenas con gente<br />
cenando, pero ni rastro de la chica. En la esquina<br />
del restaurante hay un callejón sucio<br />
donde tiene los contenedores de basura y una<br />
puerta de servicio. Paso de largo y sigo hasta<br />
el final de la calle, donde hay un cruce. Giro<br />
a la izquierda y me detengo para recapacitar<br />
unos segundos sobre cuál es la mejor forma<br />
de entrar. Si está abierta, la puerta de atrás<br />
es la mejor opción. Además es fácil llegar<br />
hasta ella, puedo ir por la calle paralela a la<br />
del restaurante y entrar por el otro lado del<br />
callejón.<br />
Me parece una buena opción, así que arranco<br />
y en la siguiente calle vuelvo a girar a la<br />
izquierda. Hay pocos coches, así que aparco<br />
sin problema a unos metros del callejón.<br />
Al acercarme a él descubro que hay una<br />
verja que cierra el paso de un lado al otro, así<br />
que la salto intentando no caerme de bocas y<br />
me acerco agazapado hasta la puerta. Es de<br />
metal, bastante gruesa y oxidada. Agarro el<br />
tirador y rezo para que no esté cerrada, porque<br />
entonces tendré que entrar por delante<br />
y con mucho ruido. Giro el picaporte pero no<br />
cede. Lo hago con un poco más de fuerza, empujando<br />
y tirando. Y entonces se abre hacia<br />
afuera con un chirrido. En vez de suspirar de<br />
alivio contengo la respiración con el corazón<br />
en un puño. Se ha oído mucho.<br />
Suelto y me alejo un poco de la puerta, pegado<br />
a la pared y con la mano cerca de la pis-<br />
13
14<br />
tola. Aguardo unos segundos, esperando oír<br />
pasos, pero nada ocurre. Me relajo un poco y<br />
continúo con mi incursión.<br />
La puerta da a un pasillo pintado de amarillo,<br />
casi tan sucio como el callejón y que se extiende<br />
a ambos lados para luego girar. De la<br />
parte derecha me llegan ruidos de cocina, así<br />
que decido ir hacia la izquierda, que probablemente<br />
lleve al almacén o a la oficina, si es<br />
que hay. Camino rápido y sigiloso, con la pistola<br />
ya en la mano. Al llegar a la esquina del<br />
lado izquierdo me detengo y me asomo con<br />
cuidado. El pasillo acaba a los pocos metros,<br />
en una puerta de cámara frigorífica. En mi<br />
lado de la pared veo dos puertas de madera,<br />
cerradas también. Afino el oído, pero no me<br />
llega ningún ruido, así que me pongo frente<br />
a la puerta número uno. Pego la oreja y trato<br />
de adivinar qué habrá al otro lado.<br />
– ¿Quién es usted? –Una voz con acento cubano<br />
me sobresalta–. ¿Qué hace aquí?<br />
Me giro y me encuentro a un cocinero obeso<br />
y moreno saliendo de la cámara frigorífica.<br />
¿Cómo cojones no he oído a ese hipopótamo?<br />
Le apunto con la pistola y me llevo un dedo<br />
a los labios, indicándole que guarde silencio.<br />
El hombre se pone pálido al ver la pistola,<br />
levanta las manos y asiente rápidamente. Me<br />
acerco a él y le señalo la cámara. Él retrocede<br />
y yo entro con él.<br />
– Será mejor que te quedes aquí y no hagas<br />
nada –le digo en un susurro–. Soy policía, colabora<br />
si sabes lo que te conviene. –El gordito<br />
asiente varias veces y no me pregunta por la<br />
placa. Que se atreva–. Quítate el delantal y<br />
dámelo.<br />
El procede, obediente. Cuando me lo da, le<br />
hago girar y se lo pongo de mordaza. Como es<br />
lo suficientemente largo, lo uso para atarle<br />
también las manos a la espalda. Es un viejo<br />
truco que me enseñó mi primer instructor;<br />
si tuviera una cuerda en condiciones, podría<br />
atarle cuello, manos y pies de una manera<br />
que, si se relaja, se ahoga él sólo. El tipo me<br />
ha caído bien, ha sabido portarse, así que no<br />
veo necesidad de torturarle más. Termino de<br />
hacer el nudo, dejándole en una situación un<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
poco incómoda, con los brazos subidos y la cabeza<br />
hacia atrás, y lo sujeto contra uno de las<br />
grandes cadenas con ganchos que cuelgan del<br />
techo. Así tardará un poco más en liberarse.<br />
– Estoy buscando a Jackie y a Roque –le<br />
digo al oído–. Han entrado hace poco con una<br />
chica rubia, ¿les has visto pasar? –El cocinero<br />
asiente, nervioso–. ¿Dónde están? ¿Están<br />
en este lado del pasillo? –Vuelve a asentir–.<br />
¿Tras la puerta en la que estaba yo? –Esta<br />
vez niega–. ¿En la otra? –Ahora siente con<br />
más fuerza–. Muy bien. Si me has dicho la<br />
verdad, te librarás de una buena por colaborar.<br />
Si no, volveré aquí y hablaremos.<br />
Le dejo asistiendo como un loco y a punto<br />
de llorar. Está realmente asustado.<br />
Vuelvo al pasillo, cierro la cámara frigorífica<br />
y me acerco a la puerta número dos. Esta<br />
vez sí que oigo ruidos al pegar la oreja, parecen<br />
voces hablando. Me concentro, tratando<br />
de entender algo. Se oye una voz de hombre,<br />
grave y con acento. ¿González, quizás? No<br />
distingo bien lo que está diciendo. Se oye otra<br />
voz, y ésta la reconozco al instante: es Jackie,<br />
con ese acento sureño que me crispa los<br />
nervios. Se vuelve a oír al supuesto González,<br />
que grita. Entonces suena una chica, sin<br />
duda Jennifer. Y luego una bofetada la calla.<br />
No hay que ser muy listo para suponer<br />
lo que ha pasado. Noto como la adrenalina<br />
vuelve a invadirme, con la diferencia de que<br />
esta vez no la reprimo. Me alejo de la puerta,<br />
agarro la pistola con fuerza, cojo impulso y le<br />
pego una patada a la puerta a la altura del<br />
picaporte. La madera se parte con un gran<br />
crujido y se estrella contra la pared al abrirse<br />
hacia dentro. Entro en la habitación como<br />
una exhalación, sin pararme a mirar qué o<br />
quién hay dentro, embistiendo contra lo primero<br />
que encuentro. Roque es el primero en<br />
mi camino, que cae al suelo con la cara llena<br />
de sangre tras darle un brutal revés con el<br />
arma. A la mierda lo de enseñar la placa.<br />
Jackie está más alejado, justo a la espalda<br />
de un hombre joven, de pelo oscuro, tez<br />
morena y bien vestido. Jennifer está al final,<br />
casi colgando, con las manos esposadas a una
tubería y la cabeza echada hacia delante. Los<br />
dos se han girado, agachándose instintivamente<br />
por el ruido, y Jackie ha desenfundado<br />
una pistola y está empezando a entender qué<br />
ocurre. Le ahorro tener que tomar decisiones<br />
disparando tres veces contra él. La detonación<br />
retumba en toda la habitación. Jackie ya<br />
no será un problema.<br />
Apunto al otro y avanzo hacia él, decidido.<br />
– ¿González? –le pregunto.<br />
– S–Sí. –Titubea un poco, a la vez furioso y<br />
asustado. Efectivamente, tiene acento cubano–.<br />
¿Quién eres tú?<br />
Le ignoro y, sin dejar de apuntarle, me<br />
acerco hasta Jennifer.<br />
– Jennifer, ¿estás bien? ¿Puedes oírme?<br />
Ella levanta los ojos para mirarme. Tiene<br />
el izquierdo morado, casi cerrado debido a<br />
la hinchazón, el labio partido y la nariz sangrando.<br />
Me ve y me reconoce, y sonríe aliviada.<br />
– Has venido… –murmura. Apenas puede<br />
tener los ojos abiertos.<br />
– Bájala –le digo a González. Se muestra<br />
reticente a obedecer, así que me acerco más<br />
a él y le pongo la pistola contra la frente–.<br />
Bájala o te vuelo la cabeza.<br />
González saca una pequeña llave del bolsillo<br />
de su americana y se sube a una silla para<br />
abrir las esposas. Cuando las suelta, Jennifer<br />
se vence hacia delante, incapaz de sostenerse<br />
en pie. Lo había previsto, así que consigo sujetarla<br />
con la mano libre sin perder de vista<br />
a González.<br />
– ¿Tienes algo roto? ¿Puedes ver bien? –<br />
pregunto–. ¿Crees que podrás andar?<br />
– Estoy bien… –Apenas la oigo–. Vámonos.<br />
Consigue levantarse apoyándose un poco<br />
en mí y sin dejar de mirar al cubano.<br />
– Antes de irnos hay que arreglar algo –<br />
digo–. ¿Quién es este hombre?<br />
– Me llamo Enrique Je…<br />
– No te he preguntado a ti. –Amartillo la<br />
pistola para añadir dramatismo a la escena.<br />
– Se llama Enrique Jesús González –me<br />
dice Jennifer–. Controla una parte de la pequeña<br />
Habana.<br />
SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– Me gustan los mafiosos de tres al cuarto.<br />
–Le dedico mi pero sonrisa a González–. ¿Te<br />
estaba pegando, Jennifer?<br />
– Sí –contesta.<br />
– ¿Por qué?<br />
– Me pidió que nos casáramos y le dije que<br />
no. No me ha dejado en paz desde entonces.<br />
– Ya veo… –Miro fijamente a González,<br />
que empieza a estar rojo de ira–. ¿Te ata algo<br />
a este hombre?<br />
– No –dice ella.<br />
– ¿Te gustaría que muriera? –El cubano<br />
abre mucho los ojos y la boca, como si fuera<br />
a gritar.<br />
– Sí.<br />
No necesito más motivos, no me lo pienso<br />
dos veces. Jennifer le ha sentenciado. Disparo<br />
a bocajarro, su sangre salpica el suelo y el<br />
cae redondo, con los ojos y la boca aún abiertos.<br />
En pocos segundos su cuerpo está sobre<br />
un charco de sangre negra. Se oyen pasos y<br />
voces en el pasillo.<br />
– Ahora sí –le digo a Jennifer–. Vámonos.<br />
–Me agacho junto al cadáver de Jackie, recojo<br />
su pistola y compruebo que esté cargada y sin<br />
seguro–. Ponte detrás de mí.<br />
Nos acercamos a la puerta. Al pasar junto<br />
a Roque me fijo a ver si sigue vivo. Tiene la<br />
cara llena de sangre y los ojos abiertos, mi<br />
golpe le ha hundido el tabique nasal en la cabeza,<br />
lo que, si no le ha matado en el acto, lo<br />
ha hecho al poco tiempo. Vaya, no he podido<br />
cumplir mi promesa de matarle el último.<br />
Qué se le va a hacer.<br />
Me asomo afuera y veo que vienen los dos<br />
tipos del coche, armas en mano, junto a un<br />
cocinero con cara de asustado. Antes de que<br />
puedan reaccionar, saco los brazos y disparo<br />
contra ellos con las dos pistolas. Vacío los dos<br />
cargadores, a lo loco, en plan cowboy. El olor<br />
a pólvora llena mis fosas nasales y las percusiones<br />
me dejan medio sordo.<br />
Cuando acabo, los tres hombres están tirados<br />
en el suelo. Hay sangre y agujeros en la<br />
pared. Me guardo la pistola de Jackie para<br />
no dejar mis huellas y recargo la mía con el<br />
segundo cargador. Agarro a Jennifer de la<br />
15
16<br />
mano y apretamos a correr. No nos encontramos<br />
a nadie más en el pasillo, aunque se<br />
oyen gritos que vienen de la cocina.<br />
Cuando salimos al exterior por la puerta de<br />
servicio se oyen sirenas a lo lejos. Me pongo<br />
la pistola en el pantalón y apremio a Jennifer<br />
a seguirme. Llegamos hasta la verja, que me<br />
hace soltar una maldición porque no me acordaba<br />
de ella. Jennifer está débil, y no podrá<br />
escalar ella sola. Las sirenas suenan cada vez<br />
más y más cerca.<br />
– Cariño, vas a tener que hacer un último<br />
esfuerzo. –Miro a Jennifer a los ojos, insultándome<br />
mentalmente por no haber contado<br />
con esto–. Hay que pasar al otro lado, no podemos<br />
salir por la calle del local, nos pillarán.<br />
Ella asiente, decidida a hacer un último<br />
esfuerzo. A pesar de los golpes y las heridas<br />
sigue estando increíblemente guapa.<br />
Cruzo las manos para que ponga el pie y<br />
ella se agarra a mi hombro y a la valla. Cuento<br />
hasta tres y la impulso con todas mis fuerzas.<br />
Ella es joven y está en forma, así que<br />
consigue saltar con relativa facilidad. Cae un<br />
poco mal, pero gracias al cielo se levanta indemne.<br />
Se oyen frenazos al final del callejón.<br />
Hay que darse prisa.<br />
En cuanto paso al otro lado, echamos a correr.<br />
Nuestra calle está despejada y no hay<br />
mucha gente, así que bajamos un poco el paso<br />
para no llamar la atención. Cuando llegamos<br />
hasta el Chevrolet las prisas vienen todas de<br />
golpe. No acierto con las llaves, Jennifer se<br />
pone nerviosa, entramos en el coche a trompicones<br />
y arranco con un acelerón. Perfecto<br />
para pasar desapercibido.<br />
Recorremos las calles de la ciudad totalmente<br />
callados, Jennifer mirando por la ventanilla,<br />
observando la vida nocturna. Decido<br />
romper el silencio.<br />
– Te acercaré a casa. Dime dónde vives.<br />
Lo he estado pensando todo el camino, he<br />
fantaseado con todas las opciones, y ésta me<br />
parece la forma más sensata de acabar con la<br />
aventura.<br />
– No –me dice ella–. No quiero ir.<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
No sé por qué pero no me sorprende. En el<br />
fondo quizá lo esperaba<br />
– ¿Y a dónde quieres ir, Jennifer?<br />
– No lo sé –contesta–. Donde sea, pero lejos<br />
de aquí. Contigo, quizá.<br />
Suspiro.<br />
– Ni hablar, Jennifer. –Me fuerzo a resistirme,<br />
aunque bien sabe Dios que no quiero–.<br />
Esta noche he hecho todo lo contrario a lo que<br />
debería. No tenía que haber ido así, no tenía<br />
que haber matado a estos tipos. No me arrepiento,<br />
pero quiero que esto acabe bien. Tu<br />
vida está aquí, no te alejaré de ella porque sí.<br />
Jennifer se calla durante unos segundos.<br />
Sin dejar de mirar por la ventanilla vuelve a<br />
hablarme.<br />
– Estoy harta de esta ciudad. Estoy harta<br />
de mi vida. No quiero quedarme aquí.<br />
– Todos estamos hartos de algo, pero no por<br />
ello nos largamos a la mínima. ¿Y tu familia?<br />
Ríe con amargura.<br />
– ¿Por qué crees que acabé saliendo con<br />
González? A mi familia únicamente le interesan<br />
los negocios…<br />
La miro, confuso.<br />
– ¿Tus padres te obligaron a salir con el cubano?<br />
Ella asiente.<br />
– En cierta manera sí.<br />
– Vaya… Pensé que eso ya no se llevaba.<br />
¿Quiénes son tus padres? –Aparto la vista de<br />
la carretera para mirarla a los ojos–. ¿Quién<br />
eres tú?<br />
Me mira con tristeza.<br />
– Mejor que no lo sepas… por ahora. Sácame<br />
de aquí y te lo diré.<br />
Medito unos segundos. Llevármela de allí<br />
no es lo más inteligente, a nadie con dos dedos<br />
de frente se le ocurriría. Demonios, si<br />
apenas la conozco.<br />
– ¿Me arrepentiré? –Al decirlo me estoy<br />
metiendo en terreno peligroso.<br />
Por primera vez desde hace horas, sonríe<br />
de verdad.<br />
– No dejaré que te arrepientas –contesta.<br />
Yo también sonrío.<br />
Nos callamos, pero el silencio no dura mu
cho. Me doy cuenta de que hay un detalle que<br />
convendría aclarar.<br />
– Jennifer… Hay algo sobre lo que te he<br />
mentido. –Me mira con el ceño fruncido–. No<br />
trabajo en seguridad. Bueno, no al menos<br />
como te había contado. Soy policía. Inspector,<br />
en narcóticos.<br />
– ¿Por qué no me lo dijiste?<br />
– No quería espantarte.<br />
Vuelve a reír con ganas.<br />
– No lo hubieras hecho. –Pone su mano sobre<br />
mi brazo. No me lo esperaba, y hace que<br />
se me ponga la carne de gallina–. Tampoco<br />
he estado nunca con un poli.<br />
– No es una vida fácil –la advierto–. Si alguien<br />
busca tranquilidad, no le recomiendo<br />
estar a mi lado.<br />
Se encoge de hombros.<br />
– No me importa.<br />
Volvemos a quedarnos en silencio. Casi sin<br />
quererlo, suelto la pregunta que llevo toda la<br />
noche queriendo decir.<br />
– ¿Por qué conmigo? –pregunto–. ¿Por qué<br />
te acercaste a mí en la discoteca?<br />
No tarda en responder.<br />
– A tu segunda pregunta contestaré que<br />
me acerqué porque estaba aburrida. –Finjo<br />
molestarme y ella se ríe–. Realmente fue porque<br />
me invitaste a una copa. Pocas veces lo<br />
han hecho por haberme molestado, sólo para<br />
ligar. Tú parecías tan tímido y tan caballeroso<br />
que no pude resistirme. –Me hace un guiño<br />
de ojo especialmente exagerado–. Y a la<br />
primera… Eres el único que se ha arriesgado<br />
por mí. –Vuelve a sonreír–. Además sin conocerme.<br />
Eso dice mucho de ti.<br />
A la mierda. Si después de que Jennifer me<br />
diga eso sigo empeñado en llevarla a su casa<br />
me merezco que me metan una bala entre<br />
ceja y ceja.<br />
– ¿Y a dónde vamos? –digo.<br />
– De momento al hotel, a recoger tus cosas.<br />
– ¿Y tú? ¿Te vas sin maleta?<br />
Se encoge de hombros de nuevo.<br />
– Qué más da. Llevo las tarjetas conmigo.<br />
Sacaré todo antes de que me las cancelen. Ya<br />
compraré algo por el camino.<br />
SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– ¿El camino a dónde?<br />
– A donde sea. A tu casa, por ejemplo. Nunca<br />
he estado en Richmond.<br />
– No es tan glamuroso como esto –digo,<br />
riendo.<br />
– No quiero lujo. Quiero vivir, tomar yo mis<br />
propias decisiones. Arriesgarme.<br />
Eso me gusta. Va con mi carácter. Empiezo<br />
a paladear el prometedor futuro.<br />
– Entonces tenemos un largo viaje por delante.<br />
¿No prefieres coger un avión?<br />
– No. ¿No te acuerdas? Te dije que me gustaban<br />
los viajes en coche.<br />
– Entonces te vas a hartar.<br />
Llegamos al hotel y entramos juntos. Cuando<br />
he llegado me he limitado a soltar la maleta<br />
tal cual en la habitación, sin deshacerla<br />
ni nada, así que tardamos poco. Los dos miramos<br />
la cama con ojos golosos, pero al final<br />
decidimos que es mejor seguir.<br />
Bajamos a recepción y les digo que he de<br />
dejar el hotel antes de tiempo. Ellos me dicen<br />
que me cobrarán la mitad del resto, que es la<br />
política. Sé que en este no es así, pero estoy<br />
demasiado excitado para pelear. Pago lo que<br />
dicen y nos vamos.<br />
En media hora, después de desvalijar las<br />
cuentas de Jennifer, estamos ya en plena carretera.<br />
Son las seis menos cuarto de la madrugada<br />
y tenemos otras diecisiete horas de<br />
viaje por delante.<br />
Intercambiamos una mirada. Ella me sonríe<br />
y yo pienso que debería haber echado la<br />
lotería, que hoy tengo una suerte increíble.<br />
Entonces pone su mano sobre la mía y la<br />
aprieta con dulzura. No estoy nada acostumbrado<br />
a esto. Desvío de nuevo la vista de la<br />
carretera a sus ojos.<br />
– Lo siento mucho –me dice.<br />
– ¿Lo sientes? ¿Por qué carajo lo sientes?<br />
– Por haberte estropeado las vacaciones.<br />
– ¿Estropeado? ¿Qué has estropeado? ¿Una<br />
semana de playa, hotel, discotecas y bares?<br />
¿Una semana de soledad o compañía pagada<br />
en mi habitación? –Me sale una risotada<br />
seca–. Que le den por culo a las vacaciones.<br />
17
18<br />
CARLOS JAVIER EGUREN HERNÁNDEZ<br />
DAME EL INFIERNO, CHICA<br />
por Carlos Javier Eguren Hernández<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine
UNO<br />
La ciudad de El Paso estaba antaño en el<br />
desierto. Ahora se encontraba sobre él,<br />
erigida en un dirigible, frente al sol ardiente<br />
del verano, escrutando la desolación bajo<br />
ella.<br />
Esta es la historia de cómo la ciudad volante<br />
se vino abajo.<br />
DAME EL INFIERNO, CHICA<br />
Existe un mundo movido por el vapor, los sueños, las pesadillas y las locuras. Es el mundo<br />
de Maverick la Mil Veces Maldita y su vida gira en torno a la venganza. Eso le hace seguir<br />
respirando y sembrar la muerte. Maverick, el infierno y el cielo a un suspiro es su poder.<br />
DOS<br />
Los locos del vapor llegaron a Estados Unidos<br />
plagados de fantasías que cumplir. Una<br />
de ella fue la creación de una urbe flotante.<br />
Basándose en la tecnología de los dirigibles<br />
y en un diseño estabilizador propio, Quincy<br />
Wilbur fundó El Paso. Cuando le preguntaron<br />
por qué había creado esa locura, con la<br />
que finiquitó el oro descubierto en sus años<br />
mozos, replicó:<br />
– ¿Por qué no? Ahora, llamen a mi mayordomo,<br />
me traerá mi sopa de sangre de unicornio.<br />
El señor Quincy Wilbur murió en un asilo<br />
público, hundido en la miseria. Llamaba a<br />
todos “criado”, pero esa es otra historia que<br />
no es fundamental para esta en la que nos<br />
hallamos, querido lector o lectora.<br />
Sea como sea, si El Paso no cayó fue porque<br />
le encontraron otro uso al viejo titán loco.<br />
Era una enorme base que servía para que los<br />
dirigibles llenasen sus estómagos de combustible<br />
sin tener que parar en tierra. Esa razón<br />
agilizaba los vuelos, que tardaban menos.<br />
Como sabrán, a cualquier locura se le puede<br />
imponer la razón con cierto esfuerzo y mucha<br />
imaginación.<br />
TRES<br />
En El Paso había una taberna conocida<br />
como “Cabeza de muerto”. El nombre se debe<br />
porque decapitaron a su dueño en plena tertulia<br />
política (y aún así terminó de recitar la<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Marsellesa). O eso cuenta la leyenda, ¿quién<br />
sabe? Al menos, era su nombre, no muy atrayente,<br />
pero era la única de El Paso y eso le<br />
garantizaba feligreses.<br />
En sus tripas, había clientes de muchos lugares.<br />
Era como el centro de unión del mundo.<br />
Había dublineses hablando de las guerras<br />
que amenazaban el sur, viejos guerreros de<br />
las colonias, huérfanos de alguna antigua<br />
selva… Sus vidas, que quizás no hubiesen<br />
colisionado nunca en tierra, chocaban ahora<br />
en aquel trozo del cielo. Peleas y bromas,<br />
conversaciones eternas y diálogos de besugo,<br />
tenían cabida bajo la música de pianola.<br />
Y aquel día, llegó una cliente que nadie esperaba,<br />
como nadie desea aguardar la propia<br />
muerte. Caminaba tambaleante y su sombra<br />
se alargaba a su paso, tras abrir de un golpe<br />
la puerta doble, digna del típico bar del salvaje<br />
oeste.<br />
La música cesó en cuanto hizo acto de presencia.<br />
CUATRO<br />
Ella dejó que cada paso tuviese un eco. Después,<br />
llegó a la barra. Se sentó en el asiento<br />
más cercano y sin alzar la mirada, cogió la<br />
botella de whisky que le había lanzado el camarero.<br />
– Tienes pinta de necesitarla, forastera.<br />
La extraña estaba cubierta de tierra. Su<br />
rostro, su pelo, sus ropas… A su alrededor, la<br />
polvareda caía sobre el suelo de madera. Una<br />
de las camareras, a penas una niña de diez<br />
años, puso gesto de desagrado ante el trabajo<br />
inesperado, pero el gesto de su jefe la advirtió<br />
de su osadía; aquella tipa sin nombre era<br />
alguien que no soportaba que nadie le alzase<br />
la voz ni le dirigiese un mal gesto. El dueño<br />
lo había comprendido veloz.<br />
La dama cubierta de tierra miró al posadero<br />
durante un segundo, bajo la sombra de<br />
19
20<br />
su sombrero de ala ancha. Uno de sus ojos<br />
destellaba en rojo, una prótesis artificial. Eso<br />
congeló al tabernero. Había escuchado muchos<br />
rumores en el pasado, muchas leyendas<br />
que harían temblar a cualquiera si era cierto:<br />
¿era ella… La vieja Bruja de Kansas?<br />
No se imaginaba que ella era algo peor. Era<br />
real, no una superchería.<br />
La desconocida fue a hablar, pero tosió y la<br />
arena salió por su boca. Cogió la botella, la<br />
descolchó con los dientes y escupió a un lado<br />
el tapón. Bebió con avidez. Luego, tras lanzar<br />
un escupitajo que pareció barro, pudo hablar:<br />
– Recuerdas la gloria de tus muertos –dijo<br />
a modo de agradecimiento. Dejó un lingote de<br />
oro sobre la mesa–. Espero que sirva de pago.<br />
– ¡Bill el Tabernero a su servicio! –habló<br />
el posadero cogiendo el lingote antes de que<br />
alguien osase arrebatárselo–. ¡Está pagada<br />
su estancia hasta el final de sus días! ¡Que<br />
comience la música de nuevo!<br />
“No creo que pueda destrozar nada de este<br />
bar que cueste tanto”, pensó Bill frotándose<br />
su cabeza calva, degustando todo a su alrededor<br />
y agitando su tripa bajo el delantal blanco.<br />
No se imaginaba que podía errar.<br />
Entonces las puertas se abrieron. La música<br />
no regresó.<br />
CINCO<br />
El primero en llegar fue un hombre con traje<br />
de viejo soldado. Azul con toques dorados<br />
en distinciones muy antiguas. Todo su brazo<br />
derecho era un cúmulo de tuercas y ruedecillas;<br />
había perdido el auténtico en una<br />
batalla perdida (había vencido tantas otras<br />
con aquel ingenio mecánico). Lo llamaban la<br />
Zarpa, porque precisamente su muñeca culminaba<br />
en una. A su vez, su rostro estaba<br />
cubierto, por unas enormes lentes, una caperuza<br />
y una mascarilla. Sobre su cabeza, un<br />
sombrero de copa.<br />
Después, emergió un viejo gordinflón y pequeño…<br />
O, quizás, alto y delgado… Su pierna<br />
derecha era alta y delgada, pero la izquierda<br />
era baja y gorda. Uno de sus brazos llegaba<br />
hasta el suelo y el otro apenas salía del<br />
CARLOS JAVIER EGUREN HERNÁNDEZ<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
hombro. Su tronco tenía partes esqueléticas<br />
y otras llenas de cebo. Su rostro era un montón<br />
de parches: la boca de una cabaretera, la<br />
nariz de un fumador de opio, la oreja derecha<br />
de un vigía y la izquierda de un pescador, la<br />
papada de un general y las mejillas y frente<br />
de… No recordaba quién. Sobre su cabeza,<br />
peinaba un par de pelos de diferentes tonalidades.<br />
Parecía un muñeco de trapo roto, que<br />
habían arreglado cosiéndolo de forma burda…<br />
Y, a lo mejor, era eso. Basurero era un<br />
tipo que se dedicaba a construirse su propio<br />
cuerpo desde hacía mucho. A quien mataba,<br />
le arrancaba algo que le parecía útil.<br />
– ¡Venimos a por ti, Maverick! –ladró Zarpa<br />
refiriéndose a la mujer cubierta de tierra–.<br />
Fue muy divertido lo de enterrarte viva. Pensamos<br />
que era algo que jamás podríamos repetir…<br />
Pero es hora de terminar con esto.<br />
Hubo un silencio tenso, todos miraron a<br />
Maverick. Entonces, otro chilló:<br />
– ¡He decidido que quiero su pelo! –habló<br />
Basurero, sacando su lengua de gato.<br />
SEIS<br />
Maverick se giró. Las caras de horror atestaban<br />
la sala. Muchos se habían empezado<br />
a esconder bajo las mesas, alguien había intentado<br />
abrir las ventanas (uno se lanzó por<br />
ella). Estaban ante Zarpa y Basurero, los dos<br />
cazadores de recompensas más peligrosos<br />
del mundo. Cualquiera se horrorizaría ante<br />
aquellos asesinos sin escrúpulos, pero en la<br />
taberna había una pesadilla mayor: Maverick<br />
la Mil Veces Maldita, la mujer que mató<br />
a un zar y escupió a un dios.<br />
– Aquí no, por favor, aquí no –susurró Bill<br />
el Tabernero, temblando sin parar. Zarpa le<br />
señaló y se orinó encima.<br />
– ¡Silencio! Ahora sólo queremos escuchar<br />
una voz y es la de aquella que debería yacer<br />
ahora bajo la tumba de Paula Quentin.<br />
– ¿Qué tienes que decir, guapísima? –preguntó<br />
Basurero. A lo largo de su vida había<br />
recolectado también diferentes tonos de voz y<br />
pasaba del amor al odio y de la rabia al miedo<br />
con una facilidad pasmosa. Todas esos senti-
mientos, eso sí, marcados por la repugnancia.<br />
– Duelo a las doce –replicó–. No huiré, no<br />
escaparé, no planearé nada que no sea enfrentarme<br />
a vosotros dos siguiendo vuestros<br />
viejos códigos. Estoy dañada, me cuesta respirar…<br />
Sólo vais a disfrutar de mi dolor unos<br />
segundos más.<br />
– ¡CÁLLATE YA! –chilló Basurero–. ¡Menos<br />
poemas, estúpida! Menos cháchara, por<br />
favor… Te mataremos aquí mismo… ¡NO<br />
NOS LA JUGARÁS!<br />
Basurero alzó su escopeta de ballenero,<br />
Maverick cerró los ojos.<br />
SIETE<br />
– Tranquilo, cosa –dijo Zarpa, posando su<br />
mano mecánica sobre la cabeza de su acompañante–.<br />
Muchas cosas se pueden decir de<br />
Maverick, pero ¿mentirosa? Por ahora no. Sería<br />
un insulto fácil y carente de argumentos<br />
para esta zorra vil y despiadada.<br />
– ¿Te ha contagiado su labia o qué? –soltó<br />
Basurero, furioso y feliz–. ¡Quiero acabar con<br />
ella! ¡Quiero desmembrarla! ¡Quiero frotarme<br />
con sus órganos! ¡Quiero…!<br />
– Es lo más bonito que le han dicho nunca<br />
–opinó Zarpa–. Pero recuerda quién manda<br />
aquí.<br />
La mano mecánica de Zarpa empezó a hacer<br />
presión sobre el balón cosido cien veces<br />
que era la cabeza del Basurero, cuyos ojos se<br />
desorbitaron levemente.<br />
– Te concedemos tu derecho a duelo, Mav –<br />
habló Zarpas a la mujer–. A las doce frente al<br />
campanario de la iglesia. Elegimos de arma<br />
un revólver. Nosotros dos contra ti, pequeña.<br />
–Contempló su reloj de bolsillo–. Maverick<br />
la Mil Veces Maldita, bebe, fornica, respira<br />
y haz todo lo que puedas, porque en sesenta<br />
minutos estarás muerta. Un duelo al sol, una<br />
tumba que te espera. Que te sea leve.<br />
Acto seguido, Zarpa obligó a Basurero a salir<br />
del antro, pero…<br />
OCHO<br />
Un arpón salió volando hacia la espalda de<br />
Maverick… Si no se hubiera girado en ese<br />
DAME EL INFIERNO, CHICA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
instante, la habría ensartado.<br />
El proyectil impactó contra la barra, destrozándola.<br />
Los gritos de temor se sucedieron<br />
por la estancia. Maverick miró atrás con desprecio.<br />
Por la puerta, asomó Zarpa, hastiado, y<br />
dijo:<br />
– Agh, ¡lo siento! Ese imbécil no sabe mantenerse<br />
en sus cabales. No te preocupes, para<br />
igualar las cosas tras este incidente he decidido<br />
arrancarle un brazo. ¡Lo siento! ¡Nos<br />
vemos! No te olvides de nuestra cita, cariñín.<br />
Y lanzó un beso volado, tras la máscara, a<br />
Maverick.<br />
NUEVE<br />
Tras encañonar a Bill el Tabernero, que se<br />
resistía a darle una estancia, Maverick consiguió<br />
la mejor habitación. Ya en ella, abrió<br />
una caja de música y dejó que sonará. Tenía<br />
el tiempo justo. Cuando terminase la canción,<br />
debía bajar y enfrentarse a su destino.<br />
Se quitó el sombrero y observó su rostro,<br />
lleno de mugre y dolor. Dio un paso y las espuelas<br />
le sonaron como un cargador de revólver.<br />
Si iba a ser el último día de su vida, quería<br />
hacer muchas cosas, pero ninguna estaba<br />
allí.<br />
Tronó sus dedos y llenó la bañera de agua<br />
caliente. Un pequeño y gran privilegio para<br />
alguien que nunca carecía de lujos. Miró por<br />
la ventana y vio como el sol empezaba a despuntar,<br />
la señal del mediodía.<br />
DIEZ<br />
Tras desnudarse y contemplar su cuerpo<br />
con cicatrices y viejas heridas de guerra, dejó<br />
que el agua la limpiase… Pero tenía la sensación<br />
de que jamás se libraría de todo aquello.<br />
Tras un primer baño, se dio un segundo. La<br />
tierra enfangó el agua, aunque tras terminar<br />
parecía humana. No era ese tipo de suciedad,<br />
era la venganza.<br />
Encontró a una niña en la habitación. Maverick<br />
salió de la bañera, cogió una silla, la<br />
rompió contra la pared y usó una de sus patas<br />
de arma. En menos de veinte segundos, el<br />
21
22<br />
improvisado cuchillo estaba en el cuello de la<br />
pequeña, la camarera de diez años.<br />
– ¿Vienes a matarme, pequeña hija de Satanás?<br />
– ¡No, no, por favor, Dios! ¡Le traía toallas!<br />
¡Toallas y comida!<br />
Maverick arrojó al suelo a la pequeña, tiró<br />
la pata a un lado y cogió las toallas. Tiró la<br />
comida al suelo.<br />
– No tengo hambre y si tu Tabernero ha de<br />
envenenar a alguien, que sea a sus ratas.<br />
La pistolera se dio la vuelta cubriéndose<br />
con la toalla. Su pelo rojizo caía por su rostro,<br />
ocultándola, como cuando era una niña y<br />
quería esconderse del mundo. Decidía así, al<br />
menos, esconderse de sí misma.<br />
– ¿Es verdad que ha matado a mil personas?<br />
–preguntó la chiquilla.<br />
– Es mentira… He matado a más, a muchos<br />
más. Te lo puedo asegurar. ¿Qué haces<br />
que no te marchas?<br />
– Quería saber si me enseñarías a matar.<br />
– ¿A quién quieres matar?<br />
– A Bill el Tabernero.<br />
– ¿Cómo quieres matarlo?<br />
– ¿No pregunta por qué?<br />
– El vicio se lee en sus ojos. No necesito saber<br />
por tu boca qué monstruosidades te ha<br />
hecho. Lo veo en tu rostro, en tus piernas, en<br />
tus muñecas. La pregunta ya no es por qué,<br />
sino cómo. Es preso de la gula y la lujuria.<br />
Dale un brindis de champagne y matarratas,<br />
hazlo caer por la ventana, pártele el cuello,<br />
arráncale la piel a tiras. Seguramente, no sufra<br />
tanto como te ha hecho sufrir a ti.<br />
La muchacha guardaba silencio, intentando<br />
contener las lágrimas. Maverick fue hasta<br />
su ropa, pero la niña se le acercó.<br />
– No creo que llorar te ayude a nada. Esas<br />
lágrimas no ahogarán a tu violador. Ese sufrimiento<br />
no dañará al hombre que te ha hecho<br />
maldecir tu existencia. Lo único que hará<br />
algo por ti es lo que tú hagas contra él.<br />
La pequeña se acercó con un macuto que<br />
antes había dejado tras de sí. Lo desenvolvió.<br />
Era ropa: un pantalón oscuro, una blusa<br />
blanca, unas botas.<br />
CARLOS JAVIER EGUREN HERNÁNDEZ<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– De mi madre y mi padre, lo único que<br />
guardé de sus cadáveres cuando murieron<br />
por el océano de calor de hace tres años, antes<br />
de que me tomase el Tabernero.<br />
La joven retrocedió hasta la puerta, Maverick<br />
sólo dijo:<br />
– Que tu venganza sea terrible. Es el mayor<br />
agradecimiento que podrá darte nunca<br />
nadie.<br />
La canción de la caja de música terminó<br />
mientras Maverick se vestía y preparaba<br />
para el duelo.<br />
ONCE<br />
Las amplias máquinas surtidoras de combustible<br />
seguían su trabajo habitual. Aquella<br />
energía generaba el tipo de vapor más fuerte<br />
para que grandes zepelines no tuvieran que<br />
detenerse en mucho tiempo. Además, permitía<br />
que toda la ciudad se mantuviese en el<br />
aire.<br />
Eran grandes bombas grises que se agitaban<br />
en una incesante danza. Todas ellas<br />
controladas por Annie la Vieja, quien esa<br />
mañana había recibido un paquete con el regalo<br />
que le hizo embarcar en un dirigible y<br />
marcharse.<br />
Atrás, curiosamente, dejó la mayor parte<br />
del paquete traído por el correo aéreo.<br />
DOCE<br />
El Paso había sido rodeada por diez dirigibles<br />
que esperaban una recarga de energía<br />
para su vapor, pero no la recibían. Los ciudadanos<br />
se negaban a salir hasta que terminase<br />
el duelo que estaba por ocurrir. Por tanto,<br />
a los habitantes de El Paso se sumaron los<br />
tripulantes de las diferentes aeronaves que<br />
aguardaban ver el crimen.<br />
Zarpa y Basurero, con la huella en su cabeza<br />
de la garra de su socio, esperaban frente<br />
a la Iglesia tras haberla convertido en pasto<br />
de las llamas. Pensaban que era un escenario<br />
mejor para la batalla final contra su bestia.<br />
La diablesa apareció desde la vieja posada.<br />
– Vienes con el rostro y la vestimenta limpia<br />
para que te metamos en la caja de ma-
dera, ¿no es así, querida? –preguntó Zarpa,<br />
siniestro.<br />
– Necesito una pistola.<br />
Basurero rió mostrando los dientes de varios<br />
piratas a los que había destripado, pero<br />
Zarpa arrojó una arma por el suelo, haciendo<br />
que llegase hasta ella.<br />
– Sólo tiene una bala –advirtió Zarpa, sonriente–.<br />
No creo que necesites más.<br />
– Sois dos.<br />
– Ten buena puntería, entonces.<br />
Los espectadores miraron ansiosos y, a la<br />
vez, temerosos: hombres y mujeres, niños y<br />
niñas, viejos y viejas… Una tribu de perdidos<br />
que servían de espectadores de aquel siniestro<br />
juego a vida o muerte que estaba a punto<br />
de comenzar.<br />
– Ya sabes cómo va esto –dijo Zarpa, dándose<br />
la vuelta caminando lejos de la mitad<br />
de aquel campo de batalla. Basurero hizo lo<br />
mismo a regañadientes.<br />
Maverick también hizo lo mismo.<br />
– Tres… Dos…<br />
Al llegar al uno deberían darse la vuelta,<br />
desenfundar y disparar.<br />
Maverick lo hizo en el dos, porque sus enemigos<br />
lo habían hecho en el tres.<br />
TRECE<br />
Los dos asesinos a sueldo dispararon. Maverick<br />
lanzó la suya contra ellos y dio un salto<br />
a otro lado. La bala del rifle de Basurero<br />
atravesó el gatillo del arma de Mav y esta explotó.<br />
Zarpa sonrió con frustración, ella había<br />
descubierto que aquella pistola era una<br />
trampa: iba a estallar en su mano si disparaba.<br />
Empezaba bien el juego.<br />
La bala de este último fue a parar hasta<br />
las máquinas de vapor. Atravesó el artilugio<br />
y este lanzó una ráfaga de vapor ardiente, capaz<br />
de arrancar la piel de aquel mísero que<br />
encontrase.<br />
CATORCE<br />
La nota que había recibido Annie la Vieja<br />
le exigía tres cosas a cambio de su recompensa.<br />
DAME EL INFIERNO, CHICA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Primera, dejar que toda la maquinaria de<br />
la ciudad se recalentase. Cosa fácil gracias al<br />
sol del brutal verano.<br />
QUINCE<br />
Basurero buscó a Maverick en el caos,<br />
mientras sonaban las campanas de la iglesia<br />
en llamas. ¿Podía ser cierto? ¿Ella había entrado<br />
en aquel infierno? Cuando la vio en el<br />
campanario, supo que sí. Él y Zarpa empezaron<br />
a disparar contra la campana, componiendo<br />
una música siniestra. No vieron que<br />
algo soltó la campana y no fue ningún balazo.<br />
La joya de la torre cayó. Golpeó el lugar<br />
que antes habían ocupado los asesinos. El<br />
estruendo continuó mientras rodaba hasta el<br />
generador de energía. Le dio a la caja abandonada,<br />
que acercó hasta el corazón de la máquina.<br />
El caos crecía.<br />
DIECISÉIS<br />
La segunda cosa que pedía la carta era que<br />
Annie dejase la caja (con la que vino la nota)<br />
cerca de las fuentes de vapor. Al acercarse<br />
la madera al metal ardiente no tardó en incendiarse.<br />
Colaboró que estuviera regada de<br />
pólvora.<br />
DIECISIETE<br />
La explosión cubrió de llamas toda la ciudad.<br />
El Paso se convirtió en un infierno bajo<br />
un sol de justicia. Las personas empezaron a<br />
huir hacia los dirigibles que se habían quedado<br />
colapsados debido a no recibir combustible.<br />
El estallido fue un estruendo seguido de<br />
una luz infernal.<br />
DIECIOCHO<br />
Basurero había esgrimido su rifle y disparado<br />
a discreción. Mató a inocentes en su locura,<br />
pero no le importó. Maldijo que Zarpa le<br />
arrancase el brazo debido a lo ocurrido con el<br />
arpón. Si tuviese otro, habría podido disparar<br />
mejor… O más.<br />
El calor hizo que el fuego cobrase una mayor<br />
fuerza mientras se extendía por la enorme<br />
plataforma, que había dejado de recibir<br />
23
24<br />
el impulso que la hacía levitar. Basurero empezó<br />
a notar la caída. Pensó en abandonar,<br />
pero Zarpa seguía allí. Primero, la matarían.<br />
Después, huirían.<br />
DIECINUEVE<br />
El humo separó al Basurero y a Zarpa. Los<br />
dos asesinos se enfrentaron a aquel caos de<br />
naves marchándose, la mayoría repletas de<br />
los refugiados. Quizás, sin el combustible suficiente<br />
para volar muy lejos.<br />
El primero que encontró a Maverick fue el<br />
Basurero. Sacó su arma de ballenero y escupiendo<br />
insultos dignos del averno lanzó su<br />
arpón.<br />
– Maldita perra del infierno… Te…<br />
Se clavó contra una pared, Maverick lo<br />
arrancó y usó la punta para atacar. No cortó<br />
el cuello del Basurero, que rió hasta que<br />
se dio cuenta de que ella lo que había hecho<br />
era cortarle los hilos que unían su cabeza y<br />
su cuerpo. Se desnucó mientras Maverick le<br />
daba una patada al cuerpo lanzándolo de la<br />
plataforma. Directo al abismo.<br />
VEINTE<br />
Inesperadamente, Zarpa empujó a Maverick<br />
y ella cayó al vacío.<br />
Él se asomó para completar su obra cuando<br />
una mano agarró su tobillo. Resbaló y él<br />
también compartió el destino de Maverick.<br />
Las llamas se cebaron con la parte baja de la<br />
estructura.<br />
Maverick consiguió agarrarse a uno de los<br />
andamiajes de los bajos de El Paso. Zarpa,<br />
embadurnado de sudor, empezó a presionar<br />
la pierna de Maverick que logró agarrar de<br />
milagro. Ninguno gritó pese al dolor. Él fue a<br />
sacar otra pistola pero recibió una patada de<br />
la joven que hizo que la perdiera.<br />
– ¿Qué harás ahora? ¿Eh? –dijo Zarpa–.<br />
¡Entraremos al infierno cogidos de la mano!<br />
El Paso se precipitaba al vacío, pero quizás<br />
ellos llegasen antes.<br />
CARLOS JAVIER EGUREN HERNÁNDEZ<br />
VEINTIUNO<br />
Una mole se precipitó sobre ellos, con el<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
cuerpo en llamas y gimiendo de dolor. Maverick<br />
lo esquivó tras llevarse un golpe.<br />
Zarpa no pudo hacer lo mismo y cayó con<br />
él.<br />
Aquella bola ardiente era el Tabernero.<br />
Maverick miró arriba y vio a la niña con<br />
una botella. El líquido tenía el verde del veneno<br />
para ratones. La joven se había vengado.<br />
Tendió una cuerda para la Mil Veces<br />
Maldita.<br />
– Gracias –le dijo la joven a Maverick. La<br />
Mil Veces Maldita le habló de cómo matar.<br />
VEINTIDÓS<br />
El dirigible “Deméter 2” recibió a dos refugiadas.<br />
Una cubierta con una capa apenas se<br />
le veía el rostro, la otra era una niña. Estaban<br />
huyendo de la ciudad que había caído en<br />
llamas.<br />
– ¿Puedo ir contigo? –preguntó la joven<br />
asustada a la dama. Había matado a alguien,<br />
necesitaba que Maverick, que a tantos acribilló,<br />
la calmase con la sabiduría de la experiencia.<br />
– En la primera parada que haga este<br />
transporte, huye de mí o te mataré –le dijo<br />
Maverick a la niña, mientras encendía un cigarrillo–.<br />
No quiero estorbos de ningún tipo.<br />
La pequeña se quedó sola mientras Maverick<br />
le daba espalda. Una nube de humo ascendió.<br />
La guerrera de la cabellera pelirroja no tenía<br />
que maldecir a nadie más con su destino.<br />
Ahora, sólo tenía que escapar una vez más<br />
de todo, mientras los días la aproximaban a<br />
su fin.<br />
La Ciudad del Relojero estaba cada vez<br />
más cerca.<br />
EPÍLOGO<br />
Annie la Vieja degustó un bistec y lo bendijo.<br />
Debía ser Dios el que le envió aquel paquete<br />
cuya tercera exigencia era que disfrutase<br />
del oro que llenaba una cámara de un<br />
banco de San Francisco. Se sintió feliz, como<br />
un peón más del tablero divino.
HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />
HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />
por Cris Miguel<br />
Los muertos vuelven a la vida para arrastrar a los vivos con ellos. La ciudad está infestada,<br />
y el grupo de Catherine depende de su agilidad y astucia para sobrevivir en un mundo<br />
desolado por la más terrible de las plagas.<br />
I<br />
Siento el asfalto bajo mi cuerpo, la cabeza me martillea y no soy capaz de ver nada.<br />
“Catherine”.<br />
“Cathy”.<br />
No lo oigo con claridad, pero alguien está gritando mi nombre. Intento abrir los ojos y los párpados<br />
me pesan demasiado. Siento algo caliente sobre mi brazo derecho. Al momento alguien<br />
me zarandea, pero la negrura no me deja ir, me quiere para ella. Algo me abrasa en el costado<br />
derecho, quisiera alargar la mano y ver qué es, echarme agua; pero mi cuerpo es un peso muerto,<br />
sin autoridad.<br />
“Vamos, yo te cubro”.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
25
26<br />
Quiero abrir los ojos, sé que están cargando<br />
conmigo, ya no estoy en el suelo. Sin embargo,<br />
la pesadez y el escozor del costado hacen<br />
que me resigne a esta oscuridad que llega a<br />
parecerme atractiva.<br />
El destello me hace daño en los ojos, intento<br />
enfocar la vista y sólo veo hierro a mi<br />
alrededor. Ahora siento un hombro clavarse<br />
irremisiblemente en mi estómago. Conocería<br />
su cuerpo en cualquier parte. Alargo la mano<br />
hacia su cuello y muevo un poco las piernas<br />
para que se dé cuenta de que estoy despierta.<br />
El ruido que hacen sus botas subiendo las<br />
escaleras de incendios cesa para tenderme en<br />
un escalón sin soltarme del todo.<br />
– ¿Eh, estás bien? Menudo susto nos has<br />
dado… –me dice sujetándome la cara con sus<br />
manos.<br />
– Sí, estoy bien –logro articular, algo aturdida<br />
aún.<br />
Veo que unos pies se detienen a nuestra altura.<br />
– ¡Dormilona! Me alegro de que estés bien.<br />
Vamos, os espero arriba –nos dice Max con<br />
una enorme sonrisa en la cara.<br />
– De acuerdo, enseguida subimos –le contesta<br />
Oliver sin soltarme la cara y apartándonos<br />
un poco para dejarle pasar.<br />
Me siento mareada. Me levanto la camiseta,<br />
el costado me quema. Llevo mis dedos por<br />
esa zona pero no encuentro nada, ni un mísero<br />
arañazo. Absolutamente nada.<br />
– ¿Qué te ocurre? ¿Tienes algo? –El miedo<br />
se vislumbra en los ojos de Oliver que se<br />
inclina apartándome la mano con delicadeza<br />
para comprobarlo el mismo.<br />
– No tienes nada, cielo. –Me da un beso en<br />
la curva de mi cintura y me estremezco. Eso<br />
me devuelve un poco a la realidad.<br />
– ¿Qué ha pasado? –le pregunto desorientada.<br />
Soy incapaz de recordar nada desde que<br />
emprendimos el camino de regreso al refugio<br />
y giramos esa esquina… la esquina. Estaba<br />
lleno.<br />
– Te rodearon, perdiste el equilibrio, debiste<br />
darte en la cabeza al caer contra el suelo…<br />
Me asusté muchísimo, te dije que te mantu-<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
vieras detrás de mí… Si no fueras tan cabezota…<br />
–Apoyo los codos en mis rodillas y me<br />
sujeto la frente con una mano–. Creía que te<br />
habían mordido, no pude parar a mirarlo…<br />
– Tranquilo, estoy bien. –Le cojo una mano<br />
entre las mías–. Siento haberte asustado. –<br />
Me muerdo el labio, verle tan vulnerable…<br />
siempre ha sido lo peor de ir a explorar juntos.<br />
Nos damos un intenso beso y subimos más<br />
lentamente de lo normal hasta el último piso.<br />
En cuanto entramos por la ventana Megan<br />
y Esther me interceptan. Está claro que<br />
Max ya les ha contado lo ocurrido. Intento<br />
sonreír y quitarle hierro al asunto, hasta me<br />
dejo mimar un poco por Esther, que tiene ese<br />
instinto maternal propio de mujeres nobles<br />
que están acostumbradas a estar siempre rodeadas<br />
de mochuelos. La miro y me hundo en<br />
su hombro, no suelo sucumbir, mis defensas<br />
siempre están alerta y soy yo la que cuida de<br />
ellas, sobre todo de Megan que aún no ha salido<br />
de la adolescencia.<br />
– Estoy bien, tranquilas. –En cuanto salen<br />
esas palabras de mi boca siento otra vez la<br />
quemazón en el costado.<br />
Sucumbiendo de nuevo al impulso, me levanto<br />
la camiseta y me masajeo la zona.<br />
– ¿Qué te ocurre? –Igual que ha hecho Oliver,<br />
Esther me aparta la mano y se inclina<br />
para inspeccionarme–. No tienes nada, niña<br />
–me dice cariñosamente acariciándome el<br />
brazo.<br />
Asiento, doy un beso a Megan en la frente<br />
y voy a buscar a Oliver y a Max. Los encuentro<br />
en la cocina, o lo que antes era la cocina,<br />
que ahora escasamente cumple esas funciones.<br />
Me siento en la encimera y les observo,<br />
ambos se han callado en cuanto me han visto<br />
entrar.<br />
– Vamos, dejad de mirarme como si fuera<br />
un cachorro herido. ¿De qué hablabais?<br />
– Si te encuentras bien, le estaba diciendo<br />
a Oliver que mañana podríamos cambiarnos<br />
de refugio –cuenta Max.
– Yo le he dicho que no, que es peligroso y<br />
más si tú estás desorientada. Ellas no saben<br />
luchar ni empuñar un arma… Te necesitamos<br />
entera –me dice Oliver y un destello fugaz<br />
de terror atraviesa su mirada.<br />
– Tú decides. –Max me pasa la decisión.<br />
– Estoy bien, podemos movernos mañana.<br />
– Cathy, nos da igual esperar un día más –<br />
dice Oliver mientras se acerca a mí y me acaricia<br />
la pierna.<br />
– Sabes muy bien que no da igual. No tenemos<br />
comida, y si dejamos pasar otro día<br />
podrían llegar más a la zona que hemos ido<br />
limpiando… Es más seguro ir mañana.<br />
– De acuerdo, ahora cuando comamos algo<br />
se lo decimos para que se preparen y se conciencien.<br />
–Max sale de la cocina dejándonos<br />
solos.<br />
Oliver esta frente a mí, cabizbajo, contemplando<br />
nuestras manos entrelazadas.<br />
– No creo que sea seguro… –Le acaricio<br />
la mejilla y echo su rebelde pelo rubio hacia<br />
atrás con mis dedos.<br />
– Para ti nunca es seguro, pero es que ya<br />
no hay nada seguro. –Su barba me raspa la<br />
mano–. Cuanto antes nos movamos, mejor –<br />
digo convencida.<br />
Él niega con la cabeza, derrotado. Sabe que<br />
no vamos a ceder, que la decisión está tomada.<br />
Sus ojos azules me atraviesan y me odio a<br />
mí misma por hacerle sufrir, por preocuparle.<br />
Pero sé que es lo mejor para el grupo, me<br />
encuentro bien, salvo por el dolor en el costado,<br />
y mañana estaré en plenas condiciones<br />
para enfrentarme a esos putos monstruos. Lo<br />
estrecho contra mí pensando que si no le tuviera<br />
a él, hace tiempo que hubiese muerto.<br />
Le debo todo. Y me insto a mí misma a que<br />
mañana yo le protegeré ahí fuera, ya que él<br />
estará intentando protegernos a todos.<br />
II<br />
Miro por la ventana. Ya ha oscurecido. Estamos<br />
todos en el salón, trazando el plan, el<br />
recorrido y la forma de actuar correcta ante<br />
imprevistos. Megan está asustada, no está<br />
acostumbrada a salir fuera, de hecho, desde<br />
HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
que la encontramos, siempre se ha quedado<br />
aquí con Esther. Es sólo una niña. Con suerte<br />
mañana sólo tendrán que correr.<br />
– Si las cosas se ponen feas, tras estas dos<br />
manzanas hay una tienda en la esquina. Se<br />
accede por el callejón de la parte de atrás.<br />
Está limpia salvo alguna excepción, es prácticamente<br />
segura –explica Oliver–. Así que,<br />
si tenemos que huir y escondernos, la parada<br />
más cercana es esa.<br />
Traga saliva, está nervioso. Le aprieto la<br />
mano para darle fuerzas y prosigue con su<br />
explicación.<br />
– Tras ese refugio no hay ninguno medianamente<br />
seguro después de cuatro manzanas.<br />
Por ahí hay muchas calles, es fácil escabullirse<br />
aunque siempre hay sorpresas,<br />
grupos más numerosos de la cuenta… Iremos<br />
en grupo, os cubriremos. Ambas llevaréis un<br />
arma, pero usadla única y exclusivamente<br />
para una gran emergencia. Nos puede costar<br />
la vida a todos…<br />
Le acaricio la pierna y continúo yo, hay que<br />
dar ánimos, fuerza, no podemos tener miedo<br />
y arriesgarnos a que Megan tenga un ataque<br />
de pánico.<br />
– Bueno, todo saldrá bien. Estamos acostumbrados<br />
a movernos y deshacernos de<br />
ellos. Son lentos, mantened su boca y sus<br />
uñas alejadas de vosotras y no pasará nada.<br />
– Exacto. Nosotros somos más listos, más<br />
rápidos y vemos mejor. Está chupado –me<br />
apoya Max.<br />
En verdad lo pienso, pero la mente turbada<br />
de Oliver me contagia parte de su inquietud.<br />
Puedo sentirla, lo transmite por todos los<br />
poros de su piel, su mirada, su postura… no<br />
quiere ir.<br />
– Repito que no tenemos por qué hacerlo<br />
mañana. He aconsejado a Cathy que es mejor<br />
que repose, pero ya los conocéis, son más tercos<br />
que una mula… –se lamenta Oliver.<br />
– ¡Venga, tío! Cathy es fuerte, y ellas también.<br />
Cuanto más vueltas le demos peor –anima<br />
Max.<br />
– ¿Os acordáis de cuando me encontrasteis?<br />
–Max, Oliver y yo asentimos, y Esther<br />
27
28<br />
continúa–: Ahora sólo estamos dos pisos por<br />
encima, pero habéis convertido esto en nuestro<br />
hogar, en un lugar seguro. Estaba sola y<br />
me salvasteis… –Se muerde el labio–. Me fío<br />
de vosotros, lo que decidáis estará bien.<br />
Guardo silencio, me acuerdo de ese día.<br />
Max trabajaba con Oliver en el hospital cuando<br />
todo estalló. Reaccionaron rápido y fueron<br />
a buscarme al trabajo. En el todoterreno de<br />
Max nos alejamos de la ciudad a unos montes<br />
cercanos. Pasamos un día entero en el coche,<br />
intentando sintonizar la radio. Sin comida ni<br />
agua volvimos a la ciudad y, apenas nos internamos,<br />
encontramos una marea entera de<br />
esos bichos. Aún sin armas, sólo nos quedaba<br />
correr, y eso hicimos, bordeamos la periferia<br />
de la ciudad y allí había muchos menos que<br />
dentro. El segundo día, ya provistos de algunas<br />
armas, empezamos a registras los pisos<br />
y encontramos a Esther encerrada en su dormitorio.<br />
Hemos perdido la noción del tiempo, pero<br />
ha pasado lo suficiente como para haber acabado<br />
con los almacenes de las tiendas de los<br />
barrios aledaños. Sin comida, tenemos que<br />
movernos, otra vez. Max, Oliver y yo hemos<br />
estado registrando alejándonos un poco más<br />
cada día, saliendo antes y volviendo más tarde,<br />
y hemos encontrado un edificio de ocho<br />
pisos que nos servirá. Pero está lejos, a varias<br />
horas de camino a paso lento. No puedes correr<br />
como una loca con la ciudad llena de esos<br />
bichos, no sabes qué te vas a encontrar en la<br />
siguiente esquina.<br />
– ¿Cómo te encuentras? –me pregunta Oliver<br />
sacándome de mis recuerdos.<br />
– Bien, pesado. –Es automático, cada vez<br />
que digo “bien” me escuece el costado. Realmente<br />
me debí de dar un golpe fuerte en la<br />
cabeza.<br />
– Es mejor que intentemos dormir algo,<br />
mañana será un día largo –dice Oliver.<br />
– ¡Eso! Yo me encargo de la primera guardia<br />
–se ofrece Max.<br />
Oliver y yo nos levantamos y vamos a nuestro<br />
pequeño cuarto, quizás sea la última noche<br />
que dormimos en una cama en mucho<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
tiempo. El edificio al que vamos es seguro,<br />
todo lo seguro que puede ser en estos días,<br />
pero no sabemos la calidad de las cosas de su<br />
interior. Menos mal que tenemos a Esther,<br />
que se encarga de poner todo medianamente<br />
decente.<br />
Me acurruco junto a Oliver, me besa en la<br />
frente sin dejar de mirarme. Me duele el costado<br />
ahora que estoy tumbada sobre él. Me<br />
estoy volviendo paranoica.<br />
– Quiero que tengas cuidado mañana y no<br />
te expongas en exceso… –me dice seriamente.<br />
– ¿Ya estamos? –Siempre sobreprotegiéndome.<br />
– Hazlo por el grupo, si te expones más de<br />
la cuenta y te separas mucho de mí sólo tendré<br />
ojos para ti… No podré proteger a los demás.<br />
– Está bien, deja de darle vueltas.<br />
– Te quiero –me dice y me levanta la cabeza<br />
cogiéndome de la barbilla para besarme.<br />
Yo sólo quiero dormir, así que enseguida<br />
estoy sumida en un placentero sueño.<br />
III<br />
Abro tímidamente los ojos, el cielo empieza<br />
a clarear. Está amaneciendo. Me doy la vuelta<br />
y estoy sola en la cama. Oliver siempre<br />
se levanta antes. Me desperezo y voy en su<br />
busca. Las chicas aún duermen y Oliver está<br />
hablando con Max, sentado ambos en el suelo<br />
del salón. Me acerco y les imito.<br />
– ¿Habéis dormido algo? –les pregunto.<br />
– Sí, tranquila. ¿Cómo te encuentras? –se<br />
interesa Max.<br />
– Bien, fresca como una lechuga. –Sonrío<br />
para quitarle hierro al asunto.<br />
– Deberíamos despertarlas, tenemos que<br />
aprovechar toda la luz –dice Oliver. Asiento<br />
y voy a la habitación de al lado.<br />
Tengo una sensación rara en el estómago,<br />
además el costado me sigue escociendo aunque<br />
no hay nada. Las despierto con dulzura y<br />
en unos minutos estamos listos para emprender<br />
el camino. Max les ha dado una pistola<br />
cargada a cada una, él y Oliver llevan sendas
escopetas, y yo me conformo con una pistola<br />
que rara vez utilizo. Estoy más a gusto con<br />
el machete y varios cuchillos, aunque implica<br />
acercarse mucho, demasiado.<br />
Salimos al fresco de la mañana, a estas horas<br />
al menos el calor nos da un respiro. Oliver<br />
va delante y Max nos cubre la espalda, yo<br />
voy al lado de ellas e intento tranquilizarlas<br />
con una leve sonrisa, Megan asiente y seguimos<br />
sin decir una palabra a Oliver. La calle<br />
está prácticamente desierta, hay algunos<br />
diseminados, pero nos movemos con la suficiente<br />
diligencia como para no darles tiempo<br />
a alcanzarnos.<br />
Oliver se para, haciéndonos un gesto para<br />
que nos peguemos a la pared detrás de él.<br />
– A partir de aquí la zona no es tan segura,<br />
no os lo digo para que os pongáis nerviosas,<br />
sólo abrid más los ojos si cabe. ¡Vamos!<br />
Estamos en una gran avenida, no se diferencia<br />
de cualquier calle de la periferia de<br />
cualquier ciudad; sin embargo, la desolación<br />
impregna cada ladrillo. No sabemos cuánto<br />
tiempo llevamos así, pero el deterioro es la<br />
figura dominante del paisaje. Miro a mi alrededor,<br />
no hay rastro de ninguno. Me parece<br />
extraño, porque pululan de un lado para otro<br />
en busca de un pedazo de carne, pero ahora,<br />
aquí, no hay nada.<br />
Avanzamos lo más rápido que podemos exponiéndonos<br />
mínimamente. Oliver se acuclilla<br />
a tomar aire al lado de un coche. Todos<br />
le imitamos, Max sin perder de vista la retaguardia.<br />
– Que mal huele –se queja Megan tocándose<br />
la nariz.<br />
– Ya… es normal, todo está muerto –contesto.<br />
Supongo que ella sí notará el olor, pero yo<br />
me he inmunizado, tengo el maldito aroma<br />
pegado a la nariz día y noche, estén cerca o<br />
no. Sólo huelo a descomposición y cadáver,<br />
cuánto echo de menos mi perfume de vainilla.<br />
Un grito sordo interrumpe mis estúpidos<br />
pensamientos, miro a Megan y a Esther, que<br />
están a mi lado apoyadas en el coche. Por un<br />
segundo mis venas se hielan, pero cuando la<br />
HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
sangre vuelve a circular cojo un cuchillo del<br />
cinturón y lo incrusto en la cabeza del muerto.<br />
Mierda.<br />
– Esther, ¿estás bien? –pregunto, pero su<br />
cuerpo se resbala hasta el suelo.<br />
Se está sujetando el cuello con las manos<br />
y entre los dedos se desliza espesa la sangre.<br />
Joder. Miro a Megan que está a punto de gritar,<br />
consciente de lo que está sucediendo. Me<br />
arrodillo ante Esther, pero Oliver estira el<br />
brazo y le tapa la boca. Ya hemos hecho suficiente<br />
ruido.<br />
– Esther, mírame. –Le cojo la mano. Sé que<br />
no puedo hacer nada, pero no quiero dejarla<br />
sola.<br />
– Tenemos que irnos –dice Max–, vienen<br />
algunos.<br />
– No podeos dejarla –contesto intentando<br />
no alzar mucho la voz.<br />
– ¡Joder, Cathy! ¿Cómo que no? –Me mira<br />
perdiendo la paciencia–. ¡Hazlo!<br />
– Esther… –Ella está inconsciente y su<br />
pulso es cada vez más débil.<br />
Lo hemos pactado, nosotros queremos lo<br />
mismo. Alzo el cuchillo y se lo incrusto en<br />
la sien, lo más rápido y efectivo. Megan se<br />
retuerce entre los brazos de Oliver sin parar<br />
de llorar. Limpio el cuchillo y me lo guardo.<br />
Esto no debería haber ocurrido, cómo no le<br />
hemos visto. Miro al suelo y Oliver nos hace<br />
una seña con la cabeza para que volvamos a<br />
ponernos en marcha.<br />
– La tienda está aquí al lado, podemos parar<br />
para tranquilizarnos ahí.<br />
Max y yo asentimos. Oliver me tiende a<br />
Megan, la sujeto como puedo y le sigo. No soy<br />
capaz de pensar, voy detrás de Oliver sin soltar<br />
ni un momento a Megan, que sigue llorando.<br />
Me escuece el costado, eso es lo único<br />
que me distrae levemente de mi empeño en<br />
continuar. Sin más sorpresas logramos entrar<br />
en la pequeña tienda de lo que en su día<br />
fueron comestibles. Ahora no hay más que<br />
estanterías vacías, polvo y porquería.<br />
– Megan tranquilízate –digo sentándome<br />
con ella apoyadas en el mostrador.<br />
– Voy a echar un ojo, por si acaso –dice<br />
29
30<br />
Max.<br />
– Megan, no puedes estar así, tenemos que<br />
llegar a nuestro nuevo hogar. –Intento consolarla<br />
acariciándola el brazo.<br />
– ¿Hogar? ¡¿Qué hogar?! ¡Sólo hay…! –La<br />
callo atrayéndola contra mi pecho.<br />
Oliver nos mira desde arriba, visiblemente<br />
nervioso. Esto se nos va de las manos. Si tenemos<br />
que estar pendiente de ella nos pondremos<br />
en peligro nosotros, y cerca de la nueva<br />
zona hay grupos considerablemente grandes<br />
que nos pueden dar problemas. El costado<br />
me hierve. Inconscientemente me acaricio<br />
la zona. Me permito pensar en Esther y los<br />
remordimientos me escuecen más que el costado.<br />
Ya no está, nunca más… Ahora también<br />
me molestan los ojos. Respiro hondo y<br />
me obligo a mantener la templanza, aún no<br />
estamos a salvo.<br />
– Megan, cariño, Esther querría que estuvieras<br />
a salvo. Tranquilízate, cuando estemos<br />
seguros dedicaremos unos minutos a<br />
recordarla.<br />
– ¿Unos minutos? ¿No tienes corazón? –Se<br />
sorbe los mocos–. No, claro que no. La has<br />
matado… –Me quedo sin palabras ante su<br />
tono acusador.<br />
– Es nuestro pacto, ella lo quería así –intercede<br />
Oliver.<br />
Se pone las manos en la cara y sigue llorando.<br />
Oliver me coge del brazo y me levanta. Me<br />
lleva aparte sin soltarme.<br />
– ¿Estás bien?<br />
– Joder, claro que no –digo susurrando–,<br />
pero ahora no podemos lamentarnos. ¿Cómo<br />
no nos hemos dado cuenta, Ol?<br />
– No lo sé, hemos mirado esos coches un<br />
centenar de veces… Ha sido mala suerte.<br />
– ¡Ey, chicos! –nos llama Max desde la parte<br />
de atrás de la tienda.<br />
Vamos a su encuentro, esquivando los trastos<br />
que hay en el suelo. Oliver se asoma primero<br />
a la pequeña habitación que hacía de<br />
trastienda. Le sigo. Max está a una distancia<br />
prudencial de una criatura que está tirada en<br />
el suelo.<br />
– Pero si pasamos por aquí hace un día y<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
estaba limpio… –se extraña Oliver.<br />
– Lo sé… –Me pongo detrás de ellos para<br />
verlo mejor. El cadáver viviente, además del<br />
hedor habitual, está cruelmente tirado con lo<br />
poco que conserva de sus extremidades.<br />
– Acabad con él y vámonos, estamos perdiendo<br />
mucho tiempo –dice la parte más<br />
práctica de mi persona.<br />
– Es cierto, tenemos que…<br />
– ¡Aaaaaaaaaaaaah! –El grito de Megan<br />
hace que salgamos velozmente del cuartucho.<br />
Llego antes y tengo un segundo más para<br />
asimilar lo que ven mis ojos. Un grupo de<br />
criaturas la tienen cogida por los pies desde<br />
el escaparate y la intentan arrastrar hasta la<br />
calle.<br />
– ¡No! –Me lanzo a por ella. Me escuece el<br />
costado más que nunca, pero lo ignoro.<br />
Cojo el machete y un pequeño cuchillo de mi<br />
cinturón y recorro la pequeña distancia que<br />
nos separa. Está sujeta por cuatro de ellos.<br />
Sin pararme a evaluar nada, me centro en<br />
sus hediondas cabezas machete en mano. En<br />
escasos segundos sus brazos dejan de tener la<br />
poca vida que los movía. Max y Oliver arrastran<br />
a Megan al fondo de la tienda. Me separo<br />
de lo que antes era el escaparate. ¿Cómo<br />
han conseguido romperlo? Con mis sentidos<br />
embotados sigo a Max y Oliver sin perder de<br />
vista el exterior. Oliver me mira con cara de<br />
circunstancia, mientras Max sujeta a Megan<br />
que ha perdido el color en las mejillas y está<br />
en estado de shock con la mirada perdida.<br />
– ¿Está bien? –pregunto acuclillándome a<br />
su lado.<br />
Max a modo de respuesta levanta el fino<br />
pantalón de lino que viste Megan.<br />
– No puede ser, si no se mueve. Le tendría<br />
que doler muchísimo. –Miro fijamente los<br />
mordiscos que tiene en sus jóvenes piernas–.<br />
¿Por qué no reacciona? –Me hago aire con la<br />
mano, estoy sudando.<br />
– Está en shock –contesta Max como si fuera<br />
una explicación que me sirviera.<br />
Me levanto y me pongo al lado de Oliver.<br />
– ¿Qué hacemos? –Mi voz no suena desesperada,<br />
pero en el fondo me siento así. Íba-
mos a cambiar de refugio, no estamos ni a<br />
mitad de camino y ya hemos perdido a dos…<br />
Me froto la frente.<br />
– No lo sé. –Me coge por la cintura y yo me<br />
zafo, además del intenso calor que noto, el<br />
costado me escuece muchísimo.<br />
– No me toques, estoy empapada…<br />
– Todavía el sol no está en lo más alto –me<br />
contesta, arqueo una ceja, serán las emociones.<br />
– No podemos cargarla –digo, centrándome<br />
en lo importante.<br />
– Me estás empezando a asustar… –Le<br />
miro, sorprendida–. Lo de Esther vale, pero<br />
Megan es plenamente consciente de la situación,<br />
y ¿qué vamos a hacer? ¿Matarla sin<br />
más?<br />
– ¿Qué vamos a hacer si no? ¿Cargarla?<br />
Apenas puede andar… –Noto que estoy elevando<br />
la voz, Max se acerca.<br />
– ¿Qué pasa? –inquiere.<br />
– Cathy quiere acabar con Megan –Max<br />
parece sopesar las palabras de Oliver.<br />
– Estoy de acuerdo.<br />
– ¿Qué? –exclama Oliver ojiplático.<br />
– La han mordido por encima en los pies,<br />
es cuestión de tiempo. Cosa que precisamente<br />
no tenemos si queremos llegar de día. –<br />
Asiento, creo que mi cuerpo está a cuarenta<br />
grados, me vuelvo a quitar el sudor de la<br />
frente con el dorso de la mano.<br />
– Está bien –dice Oliver derrotado–. Encargaos<br />
vosotros, yo no pienso tocarla.<br />
– Es supervivencia… –intenta explicar<br />
Max.<br />
– Es inhumano –le corta tajante Oliver y se<br />
aleja hacia la entrada de la tienda.<br />
– Lo haré yo –me dice Max.<br />
Algo que le agradezco profundamente porque<br />
me siento muy mareada. Necesito aire,<br />
aunque sea el aire contaminado de la ciudad.<br />
El agobio no hace más que crecer en mi interior.<br />
Reviso una vez más mi costado. Nada.<br />
¿Por qué me escuece tanto, entonces? Apoyo<br />
un brazo en una de las estanterías. Oliver me<br />
ve y se acerca preocupado.<br />
– ¿Qué te ocurre? Tienes mala cara. –Me<br />
HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
levanta el mentón con la mano.<br />
– Estoy bien. –Me aparto de él–. Es el puto<br />
calor.<br />
– No hace tanto calor Cat… –Me toca la<br />
frente–. Estás ardiendo.<br />
– Joder, te lo estoy diciendo.<br />
– A lo mejor tienes fiebre…<br />
– No estoy enferma, es… –El grito de Megan<br />
me interrumpe. Sé que es lo mejor, pero<br />
algo se rompe en mi interior, es sólo una<br />
niña…<br />
Oliver debe notar mi aflicción porque me<br />
coge entre sus brazos y noto que su cuerpo se<br />
relaja, supongo que será un alivio ver que tu<br />
pareja no es tan desalmada como crees.<br />
IV<br />
Sin darle más vueltas, salimos lo más rápido<br />
que podemos por la puerta de atrás, que<br />
da a un estrecho callejón. Los tres solos nos<br />
movemos más rápidos, estamos acostumbrados,<br />
como si fuera una expedición más, pero<br />
no lo es… Me obligo a no pensar en eso, ahora<br />
no. Tengo que tener mis sentidos alerta y mi<br />
mente despejada.<br />
Agradezco el suave aire que nos acompaña,<br />
alivia mi sensación de mareo casi por completo.<br />
Nos perdemos entre callejuelas, nos encontramos<br />
a varios dispersados y acabamos con<br />
ellos silenciosamente, sin problemas. Hasta<br />
aquí el camino ha sido fácil, ahora viene lo<br />
peor. Estamos cerca, pero las calles son más<br />
anchas, están más pobladas y es más difícil<br />
pasar desapercibido.<br />
– Yo creo que lo mejor es intentar andar<br />
por la acera pegados a la pared, e ir matándolos<br />
sin llamar la atención –dice Oliver.<br />
– Suena muy fácil –intento bromear.<br />
– Son dos manzanas, ya casi lo hemos logrado.<br />
– Me pongo delante contigo y Max nos cubre<br />
la espalda. –Max asiente sin decir nada y<br />
afrontamos la gran avenida.<br />
Putos barrios nuevos con sus calles anchas.<br />
Hay varios coches en mitad de la calzada.<br />
Vamos por la acera y ponemos en práctica el<br />
plan sin sobresaltos. No hay sombras, el sol<br />
31
32<br />
cae implacable sobre nosotros. Tenemos los<br />
nervios a flor de piel, la adrenalina corre libre<br />
por nuestras venas.<br />
– ¡Mierda! –susurra Oliver.<br />
Un todoterreno nos impide continuar. No<br />
nos queda más remedio que rodearlo. Oliver<br />
va obligatoriamente delante. En cuanto estamos<br />
en el culo del coche, expuestos en la<br />
carretera, vemos que ha sido una mala idea.<br />
Hay muchos. El pánico mueve nuestros brazos<br />
y como autómatas nos deshacemos de<br />
ellos, pero siguen viniendo más.<br />
– No os mováis, mantened la espalda pegada<br />
al coche, que no nos rodeen –alerta Max.<br />
Suena demasiado bonito. De la parte de<br />
arriba del 4x4 aparecen cuatro brazos que<br />
intentan agarrarnos a Oliver y a mí. Nos separamos<br />
como un resorte para verlos. Están<br />
demasiado altos como para matarlos.<br />
– ¡Joder! Tenemos que movernos. –Se nos<br />
está yendo de las manos otra vez.<br />
– Yo os cubro, avanzad –apremia Max.<br />
Nos vamos abriendo paso, Oliver está a mi<br />
izquierda, más expuesto que yo. Clavamos y<br />
sacamos, clavamos y sacamos. Acabo con dos<br />
que salen a nuestro encuentro, uno más alto<br />
de lo normal.<br />
– Joder –oigo decir a Oliver.<br />
Me vuelvo lo más deprisa que mis reflejos<br />
me permiten. Se le ha atascado el arma y no<br />
puede sacarla de la cabeza de la criatura. Le<br />
cubro y acabo con uno que se ha acercado<br />
demasiado. No tardo ni dos segundos en sacar<br />
mi machete, pero eso es demasiado, pues<br />
Oliver tiene otro muy cerca. Él consigue recuperar<br />
su largo cuchillo, sin embargo no le<br />
da tiempo. No me lo pienso más, con la mano<br />
izquierda empuño mi pistola y disparo.<br />
– ¿Qué coño…? –suelta Max.<br />
– No podía esperar, no llegaba… –intento<br />
excusarme.<br />
El miedo atenaza mi garganta cuando me<br />
doy cuenta de lo que esto implica. Nunca utilizamos<br />
pistolas, el ruido se puede oír a mucha<br />
distancia. De momento vemos que todos<br />
los que están en la avenida, tanto los que<br />
tenemos cerca como los que están en la otra<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
acera, nos miran y caminan hacia nosotros.<br />
– ¡Corred! –grita Max<br />
No me molesto en guardar la pistola, el<br />
daño ya está hecho. Veo que tanto Max como<br />
Oliver sacan las suyas. Entre disparos y cuchilladas<br />
nos vamos abriendo paso, somos<br />
pura ejecución. De reojo veo que Max echa<br />
mano a la escopeta. No me fijo, pero imagino<br />
que dejamos un reguero de muertos considerable<br />
porque ninguno logra detenernos.<br />
– Ya estamos –dice Oliver.<br />
Giramos a la derecha, ese es nuestro nuevo<br />
edificio, ahí está la escalera antiincendios;<br />
sin embargo, nos separa una gran marea de<br />
criaturas de nuestro objetivo.<br />
– ¡Joder! Pero qué…<br />
– Los disparos –sentencia Max–. Que nadie<br />
se adelante, entre los tres podemos.<br />
La tensión domina el momento. No las<br />
tengo todas conmigo, pero no hay otra salida.<br />
Guardo la pistola para no gastar, y con<br />
el machete en una mano y el cuchillo en la<br />
otra, nos vamos abriendo paso. Estoy en medio<br />
de los dos, como siempre la más protegida.<br />
Desecho esa estúpida idea de la cabeza y<br />
me concentro en acabar lo más rápido posible<br />
con cada putrefacto cadáver que se aproxima<br />
a nosotros. Los brazos me pesan, los músculos<br />
de los hombros me laten, sé que estoy agotada<br />
y no soy tan rápida como ellos. Me paro<br />
dos segundos a tomar aire. Joder. Por detrás<br />
vienen más, lentos pero alarmantemente demasiados.<br />
– ¡Daos prisa! –apremio, es el miedo quien<br />
habla por mí.<br />
Max mira hacia atrás, en una fracción de<br />
segundo el terror invade sus ojos para automáticamente<br />
convertirse en determinación.<br />
Ágil y certero limpia los que tiene a su alrededor.<br />
Casi podemos tocar ya la escalera.<br />
– Yo os cubro que están cada vez más cerca<br />
–dice Oliver.<br />
Me alimento de la valentía de Max y me entrego<br />
a fondo para que esto se convierta sólo<br />
en una fea anécdota. Apuñalo y clavo, siempre<br />
en la cabeza, siempre a por el cerebro.<br />
Empujo el cuerpo de uno para sacar mejor
mi arma y conseguimos llegar a la escalera.<br />
Max la baja con un fuerte ruido. Genial, como<br />
casi no llamamos la atención. Sube él primero<br />
y gasta las pocas balas que le quedan de su<br />
pistola. Pongo un pie en la escalera para subir<br />
con el corazón latiéndome a mil por hora.<br />
Y, antes de que suceda, lo siento. Un grito<br />
gutural sale de la garganta de Oliver.<br />
– ¡Noooooo…! –Quiero bajar, pero Max me<br />
agarra el brazo.<br />
– ¡Es inútil!<br />
– ¡Y una mierda!<br />
Con el coraje del que no tiene nada más que<br />
perder me lanzó contra las tres criaturas que<br />
rodean a Oliver. El dolor y la ansiedad dominan<br />
mis armas porque en un suspiro acabo<br />
con ellos, cojo a Oliver por los hombros porque<br />
está tumbado boca arriba y lo arrastro a<br />
los pies de la escalera.<br />
– ¡Oliver! –Me arrodillo junto a él. Tiene<br />
una fea herida en el… costado–. Oh, joder.<br />
¡Oliver! –grito. Instintivamente, me toco el<br />
mío que me escuece con renovada intensidad.<br />
¿Por qué no abre los ojos?<br />
El corazón se me para de la impresión<br />
cuando mis dedos encuentran la misma herida<br />
que la de Oliver. El costado me arde más<br />
que nunca. Intento mirarla pero todo se vuelve<br />
más y más negro.<br />
V<br />
“Catherine”.<br />
“Cathy”.<br />
“Se ha movido, creo que está volviendo”.<br />
Un destello de luz inunda mis ojos haciendo<br />
que lo vea todo blanco.<br />
– ¡Cat! ¿Cómo te encuentras? –Oliver me<br />
aprieta la mano, estoy tumbada en una cama.<br />
Intento contestar pero nada sale de mi boca.<br />
– ¿Ha despertado? –Veo una mujer. ¿Esther?<br />
– Sí, ha gritado mi nombre, estaba delirando,<br />
y ahora se ha despertado.<br />
– Mi niña, ¿sabes dónde estás? –me dice<br />
Esther, niego con la cabeza.<br />
– Ves, entiende, a lo mejor…<br />
Percibo que Esther le toca el brazo negando<br />
HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
con la cabeza y se levanta.<br />
– ¿Está despierta? –Por la puerta aparece<br />
Megan con Max.<br />
– Sí, pero creo que no le queda mucho tiempo…<br />
–dice Esther.<br />
Todo me da vueltas, veo la cara de Oliver,<br />
tiene los ojos hinchados y las lágrimas recorren<br />
sus mejillas, me cambia el paño que tengo<br />
en la frente y siento un alivio pasajero.<br />
– Estás ardiendo… –Sin previo aviso, se<br />
desmorona–. Lo siento tanto, no sé ni cómo<br />
pasó, de repente estabas en el suelo, no nos<br />
dio tiempo a nada. –Automáticamente lo recuerdo<br />
todo, sé que me mordieron en el costado<br />
cuando fuimos de expedición, sé que voy<br />
a morir.<br />
– Ol… –intento articular–, te quiero, ten…<br />
cuidado, y… –Cierro los ojos, la presión<br />
que siento en la cabeza es demasiada, no la<br />
aguanto, me obligo a continuar–: Ol… no<br />
quiero que… lo hagas tú… Max…<br />
– Está bien –consigue decir entre sollozos.<br />
Mi corazón se llena de pena, por hacer sufrir<br />
tanto al hombre que más he amado en la<br />
vida. Mi cabeza va a estallar y puede que lo<br />
haga literalmente. Me rindo, todo es negro,<br />
todo es…<br />
Hambre. Comida. Comida. Silencio.<br />
33
34<br />
DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />
EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR<br />
El viento procedente del mar era fresco y<br />
unas pequeñas nubes tapaban el sol de<br />
Menorca. Los pocos rayos solares que llegaban<br />
eran detenidos por las copas de los pinos para<br />
el alivio de Adam. Mientras su tío estaba arreglando<br />
el papeleo en la aduana del puerto, el<br />
joven inglés había aceptado la invitación de<br />
dos jóvenes lugareñas para ir a una pequeña<br />
cala a pasar el día. Después de un refrescante<br />
baño y del agradable descubrimiento del<br />
jamón con melón, decidió que era una buena<br />
idea disfrutar de la tradicional siesta española.<br />
Desgraciadamente, su sombrilla decidió hacer<br />
turismo en algún momento de su reposo,<br />
y ahora tenía la espalda roja como un tomate.<br />
El más leve roce con la camisa le hacía ver las<br />
estrellas.<br />
– ¡Vamos, rapaz! Esta vez estoy realmente<br />
convencido de que hemos dado en el clavo –gritó<br />
Angus.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
20 de Julio de 1951.<br />
Después de varias expediciones<br />
fallidas en Córcega, Cerdeña y Sicilia,<br />
mi tío Angus y yo llegamos a la isla de<br />
Menorca con la esperanza de encontrar<br />
un templo perdido de Neptuno. Espero<br />
que el condenado templo esté aquí, o<br />
que mi tío se dé definitivamente por<br />
vencido. Estoy harto de picaduras de<br />
mosquitos y de quemaduras de piel.<br />
por Diego Fdez. Villaverde<br />
Su tío abría el camino por el bosque costero,<br />
apartando ramas de arbustos y evitando las<br />
pegajosas jaras. Angus McBean no se asemejaba<br />
a otros arqueólogos del Museo Británico<br />
que Adam había conocido, más bien parecía<br />
salido de alguna granja de ovejas escocesa.<br />
Era alto, ancho de espaldas, tenía unos brazos<br />
fuertes y unas manos enormes, y su nariz era<br />
un desastre por sus continuas peleas de bares,<br />
de las cuales siempre decía salir victorioso. Tenía<br />
los ojos de un azul muy intenso, espesas<br />
patillas pelirrojas que recorrían su redonda<br />
cara y siempre llevaba una elegante boina de<br />
cuadros escoceses rojos y azules para esconder<br />
su prematura calvicie. Si no fuera porque su<br />
madre lo aseguraba, Adam jamás se hubiera<br />
creído que esa persona era su tío. Aunque él<br />
también era alto y de ojos azules, Adam era<br />
una persona delgaducha, de pelo largo rubio y<br />
no era muy dado a la aventura ni a meterse en<br />
líos. En la ciudad los dos se habían comprado
unas camisas de lino blanco, unos pantalones<br />
cortos de pana ocres y unas sandalias de cuero<br />
crudo con suelas de neumático que los lugareños<br />
llamaban abarcas, para caminar por<br />
la isla lo más frescamente posible. También<br />
llevaban unas pequeñas mochilas con todo lo<br />
necesario para una exploración arqueológica.<br />
– Creo que es la quinta vez que dices eso<br />
este verano, tío –dijo Adam, cansado. Llevaban<br />
caminando unas cuantas horas y el sudor<br />
empezaba a recorrerle la cara–. ¿Por qué<br />
no aceptaste la invitación del gendarme? Ya<br />
hubiéramos llegado hace horas en coche.<br />
– ¿Y perderme este maravilloso paraíso<br />
mediterráneo? –preguntó Angus riéndose–.<br />
Disfruta del paisaje y el sol antes de que<br />
vuelvas a Oxford.<br />
– Créeme que ya he tenido demasiado sol<br />
por una temporada.<br />
Aunque Angus tenía razón en una cosa: la<br />
vista era preciosa. Habían salido de Ciutadella<br />
sobre las ocho de la mañana, andando por<br />
los caminos flanqueados por grandes muros<br />
de piedra blanca, mientras atravesaban las<br />
desnudas tierras de cultivos menorquinas<br />
salpicadas por solitarios olivos salvajes .Llegaron<br />
a Cala Galdana, una playa en una pequeña<br />
bahía de agua celeste entre grandes<br />
paredes rocosas. Entonces continuaron hacía<br />
su destino caminando por la línea de costa,<br />
sobre los acantilados.<br />
– Además, el gendarme lo único que quiere<br />
es tenerme controlado –continúo su tío,<br />
mientras escalaba un pequeño saliente–. No<br />
se ha creído que seamos turistas.<br />
– ¿Has mentido en la aduana?<br />
– Pues claro, cualquier cosa que encontremos<br />
aquí se lo tendríamos que dar al gobierno<br />
español. Todo el tiempo y dinero que hemos<br />
gastado en esta investigación serian en vano,<br />
y la gloria se la llevaría un estúpido pueblerino<br />
venido a más.<br />
– ¡Pero es que nosotros no tenemos ningún<br />
derecho a llevarnos nada de ese templo!<br />
Pertenece a los españoles, en todo caso –dijo<br />
Adam, intentando trepar el resalte, pero se<br />
resbala continuamente–. ¡Maldita roca!<br />
EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– ¿Te crees que todo lo que hay en el museo<br />
británico se ha conseguido a base de buenos<br />
modos, rapaz? –pregunto su tío, mientras le<br />
tendía una mano para ayudarle a subir–. Si<br />
no fuera por nosotros esos tesoros quedarían<br />
olvidados durante siglos.<br />
Adam no sabía que pensar al respecto. Lo<br />
cierto es que la colección arqueológica del<br />
Museo Británico era siempre una fuente de<br />
problemas diplomáticos. Todos los países reclamaban<br />
sus tesoros, pero el gobierno siempre<br />
respondía que los habían obtenido de manera<br />
legal.<br />
En esta ocasión su tío estaba buscando un<br />
templo del dios Neptuno perdido en algún<br />
lugar del Mediterráneo occidental. Las descripciones<br />
de diarios de piratas y navegantes<br />
eran muy vagas, y lo único que sabían con<br />
certeza es que se encontraba en una cueva<br />
de la costa sur de alguna isla. Su tío había<br />
optado por el descarte. Habían empezado por<br />
Sicilia y se habían desplazado hacia el oeste.<br />
Afortunadamente sólo les quedaban por recorrer<br />
las Baleares, y, una vez hecho, Adam<br />
podría regresar a Oxford. Él también se había<br />
interesado por la arqueología, y a su madre le<br />
había parecido muy buena idea que pasará<br />
un tiempo con su hermano, que estaba destinado<br />
en Atenas por la universidad. Realmente<br />
esperaba pasar un tiempo estudiando en<br />
las bibliotecas griegas y haciendo dibujos del<br />
Partenón en un cuaderno, no hacer senderismo<br />
por caminos de mala muerte.<br />
– Creo que ya hemos llegado, Adam.<br />
La playa que se encontraba ante ellos no<br />
era gran cosa. Era muy estrecha y las rocas<br />
sobresalían entre la poca arena que había.<br />
Ciertamente, no parecía un lugar donde nadie<br />
situaría un templo. El acceso era muy<br />
malo por tierra, y sólo pequeñas barcas podrían<br />
llegar hasta allí.<br />
Empezaron a descender con cuidado por la<br />
colina, agarrándose en los árboles para perder<br />
velocidad. Cuando llegaron a la arena,<br />
vieron a una joven morena con un vestido<br />
largo de lino sentada bajo la sombra de un<br />
pino leyendo un libro, al lado de un caballo<br />
35
36<br />
negro como el carbón que estaba recostado en<br />
la arena. La joven se les quedo mirando y les<br />
saludó con la mano. Angus y Adam se acercaron<br />
a la muchacha, caminando pesadamente<br />
por la blanca arena de la cala.<br />
– Bona tarda, senyorita –dijo Angus un<br />
tanto nervioso. Adam le había visto en el hotel<br />
preparándose unas cuantas frases en catalán<br />
“por supervivencia”.<br />
– Bona tarde, cavaller –dijo ella, inclinando<br />
ligeramente la cabeza.<br />
–Nosotres… estam buscant… –continúo<br />
su tío, pero paró cuando la chica levantó la<br />
mano abierta.<br />
– Le ahorraré el sufrimiento señor, aunque<br />
podría haber sido muy divertido –dijo ella en<br />
un perfecto inglés–. Mi madre es americana.<br />
Me sorprende ver a un inglés intentando hablar<br />
catalán, los únicos que vienen gruñen si<br />
no les hablas en su idioma.<br />
–Ah, es que somos escoceses –le explicó<br />
Adam–. Bueno, yo soy medio escocés.<br />
– ¿Y qué hacen un escocés y medio atravesando<br />
la isla de Menorca?<br />
– Estamos buscando un lugar llamado<br />
Cala Mitlana. ¿Es esto? –preguntó de nuevo<br />
Angus, sonriendo.<br />
– Mitjana –le corrigió ella–, y no, no es este<br />
lugar, pero están muy cerca. Esto es Mitjaneta,<br />
Mitjana está detrás de ese acantilado.<br />
– Muchas gracias señorita. Adam, vámonos.<br />
Adam y Angus se despidieron de ella y se<br />
pusieron en marcha.<br />
– ¿Por qué no se quedan aquí?– preguntó<br />
de nuevo la muchacha–. Al menos tendrán<br />
algo de compañía. Hoy no hay nadie en las<br />
playas, hay fiesta en el pueblo.<br />
– No gracias, estamos buscando una cueva–<br />
respondió Adam dándose la vuelta mientras<br />
caminaba, y su tío le dio un codazo.<br />
– Ah… Creo que buscáis la que está más<br />
allá de la playa, ¡pero tendréis que ir nadando!<br />
–les dijo gritando la joven, para que pudieran<br />
oírla mientras se alejaban.<br />
– ¿Por qué le has dicho eso? –le preguntó<br />
Angus a Adam en voz baja.<br />
DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– Tío, que paranoico eres. No creo que sea<br />
una espía.<br />
– Nunca se sabe, rapaz. Nunca se sabe.<br />
No tardaron mucho en llegar a la playa.<br />
Era mucho más amplia que su hermana pequeña,<br />
y la arena llegaba hasta el bosque de<br />
coníferas. La cueva en la que creían que estaría<br />
el templo se encontraba debajo un peñasco<br />
elevado, que, según le habían dicho a<br />
su tío, los muchachos utilizaban para tirarse<br />
al agua.<br />
– ¿Cómo vamos a llegar hasta allí? No nos<br />
hemos traído bañador, y no podremos llevar<br />
las mochilas a la cueva.<br />
– ¡Ah! Por eso me he traído esto. –Sacó de<br />
su mochila lo que parecía una pequeña ensaladera<br />
de madera.<br />
– ¿Nos… nos vamos a subir en eso?<br />
– No, bobo. Aquí ponemos lo imprescindible<br />
para explorar la cueva y nosotros la llevamos<br />
nadando. El resto lo escondemos por<br />
aquí cerca.<br />
– ¿Y vamos nadando con la ropa puesta?<br />
– No –le contestó su tío mientras se desabrochaba<br />
la camisa.<br />
Al principio Adam no entendía lo que le estaba<br />
diciendo, pero entonces lo comprendió y<br />
abrió tanto la boca de la sorpresa que pensó<br />
que se le desencajaba la mandíbula.<br />
– ¡Vamos, no seas remilgado! Solo será un<br />
momento. Puedes poner tus calzones y los<br />
pantalones en la balsa si quieres. Te aseguro<br />
que lo que menos quieres es estar dentro de<br />
la cueva con la ropa mojada.<br />
– Está bien… ¡Pero pon los tuyos tu también!<br />
No quiero verte el trasero más de lo necesario.<br />
Decidieron poner en la balsa la linterna,<br />
una cantimplora y el cuaderno de dibujos de<br />
Adam. La cámara de fotos era muy cara como<br />
para arriesgarse a perderla en una ola, así<br />
que en la primera incursión deberían confiar<br />
en el arte de Adam para documentarlo todo.<br />
Escondieron el resto junto a las camisas en<br />
unos arbustos cercanos. El joven estudiante<br />
se dio la vuelta para desnudarse mientras<br />
miraba que no lo viese nadie, aunque a su tío
no le dio ningún reparo quitarse la ropa tal y<br />
como estaba. Era la primera vez que estaba<br />
frente a otro hombre desnudo, así que decidió<br />
que lo mejor sería mirar solamente a los ojos.<br />
Adam iba a dejar sus sandalias junto a las<br />
mochilas, pero su tío le dijo que sería mejor<br />
que las llevara puestas, por si en la entrada<br />
de la cueva hubiera erizos de mar.<br />
Angus cogió la balsita y se metió en el<br />
agua. Agarro su invento de madera con las<br />
dos manos mientras utilizaba sus piernas<br />
para propulsarse hacia la cueva. Adam se<br />
metió al agua después de él, por si se caía<br />
algo al agua que él pudiera cogerlo. El agua<br />
estaba totalmente en calma y se podían ver<br />
peces nadando por debajo de ellos. Mientras<br />
braceaba sintió el picor del sol en su espalda<br />
quemada, como si el astro rey se estuviera regodeándose<br />
del desastre que había causado<br />
en su piel.<br />
La entrada de la cueva estaba ligeramente<br />
por encima del nivel del mar. Angus puso la<br />
bandeja en el borde de la roca y, apoyándose,<br />
utilizó la fuerza de sus brazos para salir del<br />
agua, dándole a Adam un desagradable primer<br />
plano de las posaderas de su tío. Adam,<br />
sin embargo, utilizó las grietas de las paredes<br />
del acantilado para subir como si fuera<br />
una escalera. Agradeció el consejo de su tío<br />
de llevar puestas las sandalias, pues se hubiera<br />
hecho daño subiendo por los afilados<br />
salientes. Su tío ya estaba con los pantalones<br />
puestos y la linterna encendida. Él hizo<br />
lo mismo, se vistió y agarró su cuaderno de<br />
dibujo y su carboncillo.<br />
El suelo de la cueva era resbaladizo por la<br />
humedad, y pequeños cangrejillos corrían a<br />
esconderse en las hendiduras de la pared.<br />
Tras dar unos cuantos pasos, se encontraron<br />
en el final de la cueva. No había absolutamente<br />
nada ahí dentro.<br />
– Genial, otro viaje en vano– dijo Adam,<br />
suspirando–. En fin, salgamos cuanto antes.<br />
Nos esperan cinco horas de paseo de vuelta a<br />
la ciudad.<br />
Su tío siguió iluminando la pared de la cueva<br />
y se giró hacia su sobrino.<br />
EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– Sujeta la linterna, rapaz.<br />
– ¿Pasa algo? –preguntó Adam.<br />
– Fíjate en estas hendiduras en la pared –<br />
dijo palpando la pared–. Forman una especie<br />
de arco. Además, si te acercas puedes sentir<br />
como sale corriente de los huecos.<br />
Adam se acercó a la pared. Realmente sentía<br />
una brisa salir de las fisuras. Era la primera<br />
evidencia que habían tenido desde que<br />
salieron de Atenas. Adam sintió un cosquilleo<br />
en su interior, y todo su escepticismo desapareció<br />
y se sustituyó por verdadera ilusión.<br />
¡Su tío quizás estuviera en lo cierto, al fin y<br />
al cabo!<br />
– ¿Crees que es una especie de puerta? –<br />
preguntó a Angus.<br />
– Puede. Cuando Justiniano I elevó el cristianismo<br />
a religión oficial, los templos paganos<br />
se convirtieron en iglesias, pero muchos<br />
de ellos fueron completamente saqueados y<br />
destruidos. No me extrañaría nada que los<br />
constructores instalaran este tipo de entrada<br />
oculta para proteger el templo.<br />
– ¿Y qué hacemos? ¿Traemos dinamita?<br />
– ¡Rapaz, un poco de respeto! Los romanos<br />
no construyeron este mecanismo para que un<br />
barbilampiño como tú lo vuele por los aires,<br />
¿no crees? Al menos debemos intentar abrirla<br />
con otros medios.<br />
– Perdona –respondió Adam, avergonzado.<br />
– Busquemos cerca de la puerta. Si hay algún<br />
mecanismo para abrirla, tiene que estar<br />
por aquí.<br />
Sam dejó la linterna en el suelo y se pusieron<br />
a palpar la puerta en busca de cualquier<br />
indicio. Para Adam era la primera vez que<br />
veía a su tío actuando como un verdadero arqueólogo<br />
y no como un matón de suburbio.<br />
Entonces encontró algo, una especie de agujero<br />
cuadrado en la pared, que daba a un recipiente<br />
prismático de paredes completamente<br />
pulidas.<br />
– ¡He encontrado algo! –gritó Adam, emocionado.<br />
– Creo que yo también –dijo su tío mientras<br />
se acercaba con dos viejas vasijas.<br />
Estaban llenas de liquen, pero se podían<br />
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38<br />
distinguir algunos relieves en ellas. En una,<br />
el busto de un caballo estaba ligeramente borroso,<br />
en la otra, un amenazante tiburón enseñaba<br />
sus fauces.<br />
– No entiendo nada, tío. ¿Cómo vamos a<br />
abrir la puerta?<br />
– Fíjate en el interior. Parecen iguales,<br />
pero la del caballo tiene el fondo más elevado.<br />
Luego entra menos agua.<br />
– ¿Y?<br />
– Creo que la puerta se abre con un mecanismo<br />
de presión. Tenemos que echar una<br />
cantidad determinada de agua en este hueco<br />
para que se abra. Supongo que si echamos<br />
una cantidad equivocada tendremos que esperar<br />
a que se vacíe completamente, pero eso<br />
podría llevar días. La pregunta es: ¿qué vasija<br />
utilizamos? –dijo, mientras se acercaba<br />
a la entrada de la cueva para llenar los recipientes<br />
con agua.<br />
– Supongo que la del tiburón. Neptuno era<br />
el dios del mar. Parece lo más lógico.<br />
– Sí que lo es –afirmó su tío mientras volvía–.<br />
Y creo que cualquiera elegiría la misma<br />
opción.<br />
Angus vació la vasija del caballo en el agujero.<br />
Adam no entendía su decisión y, tras un<br />
minuto de silencio, se oyó como un mecanismo<br />
se ponía en marcha. La parte de la pared<br />
de piedra empezó a elevarse.<br />
– ¡Genial! –exclamó Adam–. Pero, ¿por qué<br />
el caballo? ¿Era un truco?<br />
– Más o menos, rapaz. Un truco para evitar<br />
que entraran saqueadores, o al menos saqueadores<br />
ignorantes. Curiosamente el animal<br />
que con el que se asocia normalmente a<br />
Neptuno es el caballo. A veces se le dibuja<br />
con delfines, pero nunca con tiburones. –Angus<br />
se agachó para coger la linterna y el cuaderno<br />
de dibujo de Adam–. Vamos, ¡nuestra<br />
búsqueda ha llegado a su fin!<br />
Tío y sobrino pasaron por el arco de la puerta.<br />
La belleza del interior les dejó boquiabiertos.<br />
Por las grietas de las paredes entraban<br />
rayos de sol que eran reflejados en una serie<br />
de espejos, iluminando todo el recinto. El suelo<br />
estaba completamente inundado por agua<br />
DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />
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de mar cristalina, en la que se podían ver<br />
multitud de peces y corales de distintos colores.<br />
El pequeño templo estaba situado en un<br />
islote, al que se accedía por un ancho puente<br />
de mármol blanco, decorado con estatuas, la<br />
mayoría destrozadas. El templo no era especialmente<br />
grande, más bien era una pequeña<br />
capilla circular con un frontón sujetado por<br />
cuatro columnas. Se accedía atravesando un<br />
grueso portón de metal oxidado hace ya mucho<br />
tiempo.<br />
Adam empezó a hacer un rápido boceto del<br />
lugar, mientras Angus avanzaba lentamente<br />
hacia la puerta del templo.<br />
– ¡Increíble, este lugar parece salido de un<br />
cuento! –exclamó Adam.<br />
– Un cuento siniestro –dijo Angus, mientras<br />
se agachaba en el suelo–. Parece que no<br />
somos los primeros en entrar aquí.<br />
Junto a su tío había tres esqueletos vestidos<br />
con harapos y en sus manos había sables<br />
herrumbrosos.<br />
– No parecen romanos –apuntó Adam.<br />
– No, por las armas y sus ropas dirían que<br />
son piratas del siglo XV o XVI. Posiblemente<br />
mahometanos –le contestó su tío.<br />
– ¿Cómo morirían?<br />
– No lo sé, puede que se pelearan por el<br />
botín –dijo su tío mientras arrancaba de los<br />
dedos de un cadáver la espada–. Supongo que<br />
nunca lo sabremos.<br />
De repente, se oyeron los mecanismos de la<br />
puerta, que empezó a cerrarse. Adam corrió<br />
hacia ella, intentando impedir su cierre, pero<br />
era demasiado tarde. Una de las estatuas<br />
se bajó de su pedestal delante de Angus. La<br />
cara estaba tallada como si estuviera enfadada,<br />
con ojos furiosos y la boca abierta.<br />
– O puede que esta cosa les matara –afirmó<br />
Angus tras pensarlo un poco.<br />
– ¿Qué narices es esto? ¿Un robot?<br />
– Creo que es más correcto el termino gólem.<br />
Una ser inerte impulsado por la magia.<br />
– ¿Y CÓMO ES QUE ESTO SIQUIERA<br />
EXISTE? –gritó alterado Adam.<br />
– Lo cierto es que también me pilla a mí de<br />
nuevas. Normalmente sólo son trampas con
pinchos, fosos de serpientes y rocas rodantes.<br />
– Templum est clausa. Hic invenies mortem<br />
–rugió el gólem, con una voz sobrenatural<br />
que hizo temblar a Adam.<br />
– Escóndete Adam –dijo su tío, mientras<br />
apuntaba a la estatua con la espada que había<br />
recogido del cadáver del pirata.<br />
La estatua cargó contra Angus, que esquivó<br />
la embestida en el último momento y golpeó<br />
con el sable, usando todas sus fuerzas, en el<br />
cuello de la criatura. El estruendo del acero<br />
chocando contra el mármol retumbo por toda<br />
la caverna, pero no causo daño alguno a la<br />
criatura. La hoja del sable salió disparada,<br />
rozando a Adam que estaba escondido tras<br />
una columna.<br />
– Cagarro –dijo Angus, mientras miraba su<br />
arma rota.<br />
El gólem lanzó un puñetazo al veterano explorador,<br />
que evitó con facilidad. Utilizando<br />
la empuñadura del sable como un puño americano,<br />
lanzó un poderoso gancho contra la<br />
barbilla de su oponente. De nuevo, no causó<br />
daño alguno y sólo consiguió herirse la mano.<br />
Adam permaneció perplejo ante la situación.<br />
Una criatura mitológica se había levantado<br />
para matarles y su tío estaba luchando<br />
con las manos desnudas. Pese a que todo su<br />
entrenamiento en las peores tascas del mundo<br />
estaba dando sus frutos a la hora de eludir<br />
los ataques del gólem, él era incapaz de<br />
herir a la criatura de mármol. Tarde o temprano,<br />
su tío se cansaría, recibiría algún golpe<br />
y acabaría todo. Tenía que pensar en algo<br />
si no quería acabar como los piratas. Intentó<br />
recordar qué había leído sobre los gólem. Era<br />
criaturas provenientes de la cultura hebrea.<br />
Los romanos conquistaron Israel, quizás<br />
encargaron fabricar uno para proteger este<br />
templo. Los gólems son estatuas inertes que<br />
cobran vida al introducir un papel con una<br />
orden en la boca, y no descansarán hasta que<br />
hayan cumplido con la orden o reciban una<br />
nueva.<br />
“¡Mi cuaderno!”, pensó rápidamente el estudiante.<br />
Salió de su escondite para buscar el<br />
cuaderno de dibujo. Lo localizó al otro lado de<br />
EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR<br />
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la sala y fue corriendo a por él.<br />
– ¡Tengo una idea, tío! –dijo Adam mientras<br />
pasaba de la pelea.<br />
– ¡Date prisa, no creo que aguante mucho<br />
más! –gruñó mientras se agachaba para esquivar<br />
un directo.<br />
Rápidamente Adam cogió el cuaderno y<br />
escribió con el carboncillo en una esquina<br />
“duérmete”. Arrancó el papel y corriendo se<br />
acercó de nuevo a la pelea. Se puso detrás de<br />
la estatua y de un saltó se agarró a su cuello<br />
de piedra. La estatua intentó agarrarle, pero<br />
no consiguió alcanzar al joven. Adam trepó<br />
sobre los hombros de la criatura y le introdujo<br />
el papel en la boca. La criatura se detuvo<br />
completamente mientras un grave aullido salía<br />
de su interior.<br />
– ¡Vaya, sabía que aún había esperanzas<br />
contigo, rapaz! –exclamó su tío, aliviado–. Finalmente<br />
has demostrado tener algo de agallas.<br />
– No me creo que haya funcionando –dijo<br />
Adam mientras sonreía triunfante.<br />
De repente el gólem volvió a la vida con un<br />
rugido, agarró a Adam y lo lanzó contra su<br />
tío. Los dos cayeron con fuerza contra el suelo.<br />
– Ya podías haber cerrado la maldita boca,<br />
rapaz –dijo Angus mientras se ponía de pie.<br />
– ¡No entiendo qué ha podido ir mal!<br />
– ¿Qué has escrito en el papel?<br />
– Escribí “duérmete”.<br />
– ¿En inglés o en latín?<br />
Adam se dio cuenta de su error e intentó<br />
llegar al cuaderno lo más rápidamente que<br />
pudo. Justo cuando Adam consiguió ponerse<br />
de pie, el gólem le propinó un golpe en el pecho<br />
que lo lanzó por los aires.<br />
– ¡Adam! –gritó su tío.<br />
Adam cayó pesadamente, pero al menos<br />
seguía con vida. Le costaba respirar y todo<br />
le daba vueltas. Su tío trató de socorrerle,<br />
pero el monstruo atacó de nuevo, y tuvo que<br />
concentrarse otra vez en la estatua. El joven<br />
miró a su alrededor. Su cuaderno no estaba<br />
muy lejos de donde había caído. Fue arrastrándose<br />
hasta él, mientras aguantaba las<br />
39
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náuseas. Finalmente alcanzó su cuaderno y<br />
escribió “somnum” en él. Esperaba que el gólem<br />
entendiera el mensaje. Agarró una piedra<br />
cercana, arrancó la hoja de papel entera<br />
y envolvió con ella la piedra.<br />
– ¡Tío! –gritó lastimosamente Adam, y le<br />
lanzó la piedra en la dirección donde estaba<br />
Angus.<br />
El arqueólogo se giró y al ver el papel lo<br />
entendió todo. Se apresuró a coger la piedra.<br />
Cuando la agarró, el gólem le tiró al suelo de<br />
un empujón. Angus se dio la vuelta en el suelo.<br />
La criatura iba lanzarle el golpe final con<br />
los dos brazos, así que se lanzó hacia la cara<br />
del gólem e introdujo el papel en su boca.<br />
Un aullido salió de nuevo de su garganta,<br />
y los dos escoceses esperaron intranquilos algún<br />
movimiento mientras un silencio sepulcral<br />
reinaba en la caverna. Tras unos minutos,<br />
los dos respiraron aliviados.<br />
Angus se acercó a ver a su sobrino. Le palpó<br />
el pecho, en busca de heridas graves.<br />
– Creo que te has roto unas costillas. Tenemos<br />
que ir a un hospital, por si tienes alguna<br />
hemorragia interna. Con suerte, la muchacha<br />
seguirá ahí fuera con el caballo. –Angus<br />
cogió el brazo izquierdo de Adam, se lo pasó<br />
por encima del hombro y le ayudo a levantarse–.<br />
Vamos.<br />
– Pero harán preguntas en el hospital.<br />
¿Qué les vas a decir?<br />
–La verdad, rapaz. Aunque creo que la parte<br />
del gólem no se la van a creer.<br />
– ¿Qué ha pasado con lo de que un pueblerino<br />
te quitara el mérito?<br />
– Lo que menos me preocupa ahora es<br />
quién se lleva la gloria.<br />
Caminaron lentamente hacia la salida en<br />
silencio. Pese al orgullo que sentía Adam por<br />
haber sido capaz de descubrir cómo derrotar<br />
al gólem, sentía una profunda tristeza al<br />
pensar que las aventuras con su tío habían<br />
llegado a su fin.<br />
– ¿Qué vas a hacer ahora, tío?<br />
– Pues mientras mejoras lo suficiente para<br />
poder coger el avión de vuelta a Londres, escribiré<br />
una carta al Museo Británico sobre<br />
DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />
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nuestro descubrimiento, otra a tu madre suplicándola<br />
que no me mate –Angus soltó una<br />
carcajada, arrancando una sonrisa a Adam–<br />
y haré un poco de turismo por la isla. Dicen<br />
que hacen una buena ginebra por aquí.<br />
– ¿Y luego?<br />
– Me volveré a Atenas, claro.<br />
De nuevo se hizo el silencio. Adam estaría<br />
en el hospital unas dos semanas, y después<br />
volvería a su aburrida rutina en Oxford. Angus<br />
se fijó en su tristeza<br />
– ¿Sabes? Me han llegado rumores de un<br />
templo egipcio escondido en algún lugar del<br />
Alto Nilo. Mientras preparo el papeleo, la documentación<br />
y el Museo me da permiso, puede<br />
pasar un año. ¿Te apetecería venir conmigo<br />
el verano que viene?<br />
– ¡Me encantaría! –dijo entusiasmado<br />
Adam–. Leeré toda la mitología egipcia que<br />
pueda durante este año, por si nos ataca un<br />
hombre escorpión o algo así.<br />
Sobrino y tío se rieron escandalosamente.<br />
Las perspectivas de Adam mejoraron bastante.<br />
Sólo quedaban doce meses para su siguiente<br />
aventura. No se había acabado este<br />
verano y ya estaba deseando que llegara el<br />
siguiente.
ESPEJOS ROTOS IV<br />
ESPEJOS ROTOS IV<br />
EL MANANTIAL<br />
por Rubén Pozo Verdugo<br />
Jack se embarca hoy en un día idílico para ir a darse un chapuzón en la piscina,<br />
pero... ¿quién ha dicho que no se esconden tiburones en el agua? El último<br />
capítulo de la temporada, ¡no te lo puedes perder!<br />
I<br />
R ojo.<br />
Es lo único que conseguía ver Jack mientras permanecía con los ojos cerrados. Conocía<br />
de sobra aquella sensación. Aquel calor recorriendo su rostro. No había lugar a dudas.<br />
Era el sol.<br />
– Joder, se me olvidó bajar anoche la persiana –dijo Jack en un susurro que apenas él mismo<br />
escuchó.<br />
Poco a poco abrió el ojo derecho y el sol le dio los buenos días haciendo colisionar sus cálidos<br />
rayos contra él. Un dolor punzante, como un aguijonazo fortuito, apuñaló su córnea. Jack volvió<br />
a cerrar los ojos a desgana y mientras se incorporaba escuchaba la banda sonora de todas las<br />
mañanas: el crujir de sus articulaciones y el somier de láminas de manera quejándose sobre el<br />
peso cargado a su lomo.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
41
42<br />
Jack ya estaba cubierto de una película de<br />
sudor de buena mañana. Pausadamente, se<br />
levantó y se dirigió hacia la ventana que daba<br />
al patio interior. Una vez abierta, una fresca<br />
brisa acarició su cuerpo. En aquel momento<br />
sentía como revivían sus ganas de adentrarse<br />
en aquel mundo de locura. En ese instante<br />
recordó que aquel día sería un día especial,<br />
tocaba excursión a la piscina municipal. Su<br />
cuerpo sumergido en el agua fría de la piscina<br />
se le antojó más placentero que cualquier<br />
cosa que pudiera desear.<br />
Entonces recordó lo sucedido la noche anterior<br />
mientras una sonrisa se dibujaba en su<br />
rostro.<br />
– Eva… –logró susurrar mientras se dirigía<br />
hacia el armario, dispuesto a cambiarse<br />
de atuendo.<br />
De repente, el móvil vibró varias veces.<br />
Aquel sonido le recordó vagamente a los mosquitos<br />
que se paseaban cerca de su oreja las<br />
noches que dejaba la ventana abierta en su<br />
universidad. Habiéndose despojado ya de sus<br />
pantalones y camisa y permaneciendo solamente<br />
en ropa interior, Jack se dirigió hacia<br />
la mesita de noche. Mientras agarraba el teléfono<br />
contemplaba el calendario. Éste era<br />
un calendario temático de películas, en ese<br />
mes el dibujo mostraba a una mujer esbelta y<br />
con poca ropa a la que le habían injertado un<br />
fusil de asalto donde debía de estar la pierna.<br />
En la parte superior los caracteres “Planet<br />
Terror” anunciaban el título de la película y<br />
en la parte inferior “Julio”. Desde el día uno<br />
hasta el veinte estaban marcados con una<br />
enorme cruz oscura, esos días pertenecían ya<br />
al pasado.<br />
Con un ágil movimiento de pulgar, Jack<br />
desbloqueó el terminal e indagó hasta encontrar<br />
el mensaje:<br />
“Eh, tío. Prepárate un bañador y la toalla.<br />
Luego pásate por secretaría para pillar el ‘juguetito’.<br />
Nos vemos allí. Ciao.”<br />
El mensaje había sido enviado desde el móvil<br />
de Dante. ¿Qué querrá decir aquello de<br />
“juguetito”? El médico dejó a un lado el teléfono<br />
y se dispuso a cambiarse. Tenía el pre-<br />
RUBÉN POZO VERDUGO<br />
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sentimiento de que aquel iba a ser un buen<br />
día.<br />
II<br />
Dante permanecía apoyado sobre el escritorio<br />
caoba de Lucy, la secretaria del centro.<br />
Ella era una mujer de cabello corto y oscuro<br />
como el alquitrán, sus ojos color miel irradiaban<br />
sinceridad y bondad y su cuerpo lejos estaba<br />
de ser lucido en una pasarela de moda,<br />
aunque a ella no le importaba.<br />
– ¿Entonces de verdad que no vas a venir a<br />
la piscina?<br />
– Por última vez. Tengo que trabajar y encima<br />
turno doble porque Elvira está de baja.<br />
Vosotros podéis iros y disfrutar del día por<br />
mí.<br />
– Es una pena no ver pasearte en bañador<br />
en la piscina, Lucy.<br />
– Que bribón eres. ¿Alguna vez te has llevado<br />
a una mujer a la cama con frases como<br />
esa?<br />
– No, pero no pierdo la fe.<br />
En ese instante, la figura de Jack sin su<br />
bata blanca y con una bolsa de deporte cargada<br />
a la espalda irrumpió en el hall bajando<br />
por las escaleras. Aunque se había lavado<br />
repetidamente la cara, esta permanecía aún<br />
con un visible rictus de somnolencia. Él, sin<br />
su “café del buen despertar”, no se consideraba<br />
persona.<br />
– ¡Hombre, aquí llega la alegría de la casa!<br />
¿Listo para darte el primer remojón de la<br />
temporada?<br />
– Buenos días. Espero no quemarme con<br />
este sol de justicia.<br />
– Tranquilo –dice Dante mientras observa<br />
de arriba abajo el color pálido y mortecino de<br />
la piel de su compañero–. Bueno… Mejor que<br />
te pongas algo de protector solar, sí. ¿Nos da<br />
tiempo a tomarnos un café antes de salir para<br />
allá? –pregunta inocentemente a ambos.<br />
– Me temo que no, chicos –responde Lucy<br />
casi al instante, como si estuviera esperando<br />
la pregunta–. No sé qué demonios pasa<br />
aquí dentro con la seguridad, pero es el segundo<br />
demente que se escapa de su celda en
dos días. Anoche otro de vuestros “amiguitos”<br />
se escapó y rompió todos las cristaleras de la<br />
cafetería. –Jack palideció ante la noticia de<br />
la secretaria. Él había estado allí en el momento<br />
en el que todas las cristaleras volaron<br />
por los aires y la fortuita huida junto a Eva<br />
a través de la oscuridad que reinaba en los<br />
pasillos–. En serio, no sé qué les ha dado a<br />
todos por ir ahí a romper cosas.<br />
– ¡No me jodas! ¡Tendrían que drogar a<br />
todos estos tarados antes de irse a dormir!<br />
¿Qué me dices?<br />
– ¿Perdón? –dijo Jack saliendo de golpe de<br />
su ensimismamiento gracias a la pregunta de<br />
su compañero.<br />
– Nada, déjalo. Preciosa, ¿nos das los juguetitos?<br />
– Sí, claro. Casi se me olvidan –dice la joven<br />
mientras se agacha para rebuscar entre<br />
los cajones. Dante echa una mirada furtiva<br />
al hilo del tanga que asoma por encima de los<br />
pantalones de Lucy.<br />
– ¿De qué juguetito estáis hablado? –pregunta<br />
Jack intrigado.<br />
Sus dudas pronto son solucionadas cuando<br />
ve caer dos objetos idénticos encima de la<br />
mesa. Son dos pistolas negras con un pequeño<br />
filamento amarillo en la parte inferior de<br />
la culata. El médico se horroriza al verlas.<br />
– ¡¿Pistolas?! ¿Realmente es necesario?<br />
– Tranquilo, camarada. Disparan dardos<br />
tranquilizantes. Es por si cualquiera de estos<br />
se “rebota” un poco y hay que –Dante agarra<br />
la pistola y simula el sonido del disparo con<br />
la boca– “neutralizarlo”.<br />
– Pero estas armas están prohibidas. Solo<br />
son para uso animal y por personales de un<br />
zoológico cualificado.<br />
– ¿Por qué te crees que llamamos “La jaula<br />
de los leones” al ala norte? –Dante es el único<br />
que ríe su propio chascarrillo mientras se<br />
introduce sutilmente el arma en el bolsillo–.<br />
Nos vemos en el autobús –comenta mientras<br />
se va distanciando, desapareciendo tras la<br />
puerta de entrada al edificio.<br />
Lucy y él intercambian miradas. Pero no<br />
son solo eso. Jack reprocha a su compañera<br />
ESPEJOS ROTOS IV<br />
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con el tener que ir armado como un sheriff,<br />
y ella parece responder “Órdenes de arriba”.<br />
– ¿Está cargada?<br />
– Sí.<br />
– Crees que…<br />
– Dudo que llegues a usarla. La lleváis por<br />
si ocurriera algo y para evitar no solo que alguien<br />
se autolesione, sino que agreda a cualquier<br />
compañero suyo.<br />
– Entiendo…<br />
– ¿Algo más, Jack?<br />
Mauler niega con la cabeza y se limita a<br />
imitar el gesto de su compañero. Introduce<br />
la pistola en el bolsillo de sus bermudas. Una<br />
vez cargado con su bolsa de deporte, y sin mediar<br />
palabra, sigue la estela de Dante, como<br />
una abeja el dulce olor de una flor, hacia el<br />
autobús.<br />
III<br />
Imponente. Eran las únicas palabras que<br />
él encontraba para definir semejante monstruo<br />
mecánico. No había vuelto a ver un autobús<br />
de dos pisos desde el instituto, cuando<br />
enviaron a todos los del equipo rugby y a los<br />
pertenecientes al club de ciencias a distintos<br />
eventos en la misma ciudad. Era increíblemente<br />
grande.<br />
En un compartimento abierto en un lateral<br />
del mismo, semejante al costillar abierto<br />
de un monstruo descomunal, se amontonaban<br />
las mochilas y bolsas de deportes de<br />
todo aquel que permanecía dentro del autobús.<br />
Jack tomó impulso y lanzó la maleta al<br />
interior de aquella monstruosa boca. No le<br />
importaba que dentro hubieran cinco o seis<br />
iguales. Reconocería la suya por el bordado<br />
del asa, firma de su madre. “¿Qué estará haciendo<br />
ahora mamá?”, se preguntó mientras<br />
subía al autobús.<br />
– Buenos días, doctor Mauler.<br />
– Buenos días, doctor Tucker –respondió<br />
Jack algo sobresaltado, ya que la cabeza brillante<br />
y despoblada de pelo había aparecido<br />
de la nada y ahora se encontraba a escasos<br />
centímetros de su oreja–. No le había visto.<br />
– Lo sé. Se llama “Factor sorpresa”. Si su-<br />
43
44<br />
friera cualquier tipo de trastorno o aversión<br />
por mi habría increpado contra mi persona.<br />
Ahora me siento más cómodo al pedirle que<br />
se siente junto a mí –dijo mientras daba unas<br />
delicadas palmaditas sobre su asiento contiguo.<br />
– ¿Ahí no debería ir su hijo?<br />
– No. Ese truhán ya tiene suficiente con ir<br />
detrás de cada falda que se cruza por delante<br />
de él. Parece la mismísima reencarnación de<br />
Freud.<br />
Ante este comentario, Jack observó el rostro<br />
del doctor Tucker. Éste parecía el vivo retrato<br />
de Sigmund Freud. Parecía que la reencarnación<br />
de Freud había sido fragmentada en dos<br />
enormes pedazos del mismo. Alma y cuerpo.<br />
Mente y carne. Este pensamiento le provocó<br />
que sus labios se curvaran ligeramente hacia<br />
arriba en lo que casi no se podía denominar<br />
una sonrisa. Jack lanzó una mirada furtiva<br />
al resto del primer piso del autobús. Salvo los<br />
dementes y demás enfermos, no reconocía a<br />
nadie. Así que aceptó la invitación de su jefe<br />
y se sentó a su vera sin quitarse de la cabeza<br />
a una persona.<br />
Aquella mujer rondaba sus pensamientos<br />
como un lobo a punto de saltar sobre su presa.<br />
Un repentino sentimiento había aflorado<br />
en él, anegando por completo su raciocinio.<br />
Aquel sentimiento era tan fuerte que no podía<br />
ser otra cosa.<br />
El sentimiento era amor, y la dama, Eva.<br />
IV<br />
3597…3598…3599…3600… Jack mantenía<br />
la mano sobre su reloj de pulsera esposado<br />
a su muñeca. Con cada movimiento de<br />
la fina aguja del segundero, añadía un punto<br />
a su marcador imaginario. Era lo único que<br />
podía hacer por evadirse del mundo.<br />
Frente a él, tenía al conductor. Éste solo<br />
canturreaba canciones en las cuales sus cantantes<br />
o bandas llevaran por lo menos cincuenta<br />
años muertos. Tarareaba Daddy won’t<br />
you please come home, desafinando en la mayoría<br />
de las notas. Un poco más delante, el<br />
viejo y oxidado motor del autobús expectoraba<br />
cada vez que el “cantante profesional” que<br />
RUBÉN POZO VERDUGO<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
era el conductor cambiaba de marcha. Ronroneaba<br />
como si se tratara de un hipopótamo<br />
hambriento, mezclándose con los desagradables<br />
sonidos de su conductor. A su derecha,<br />
el doctor Tucker le hablaba sobre las bases<br />
neurobiológicas de la comorbilidad entre consumo<br />
de cocaína y trastornos de la personalidad.<br />
En la hora que ya había pasado desde<br />
que el autobús había arrancado apenas había<br />
parado a respirar un par de veces. Aquellos<br />
breves segundos en los que el doctor permanecía<br />
callado los saboreaba como lo haría un<br />
gourmet con un buen vino. En el piso de arriba,<br />
las risas y el jolgorio eran evidentes, escuchaba<br />
claramente la voz de Dante haciendo<br />
comentarios verdes e impertinentes con otros<br />
médicos y enfermos. El piso de arriba parecía<br />
un guateque en toda regla.<br />
El sonido quebrado del motor, sumado al<br />
del orondo conductor, pasando por el doctor<br />
Tucker, el monótono sonido de los catatónicos<br />
que se hospedaban en el primer piso y las risas<br />
y jolgorios del segundo, le tenían al borde<br />
de un ataque de nervios. Lo único que podía<br />
hacer era contar. 3721…3722…3723…<br />
“¿Dónde estás, Jack?”.<br />
– ¿Eva?<br />
– ¿Disculpe, señor Mauler?<br />
– ¿Eh? –Jack se encontró con el ceño fruncido<br />
del doctor Tucker mientras le observaba<br />
con encima de sus redondos cristales–. Nada.<br />
Ha sido un pensamiento en voz alta.<br />
– Eso quiere decir que no me estaba escuchando.<br />
– No… digo, sí. Solo que he recordado a una<br />
amiga que padeció ese trastorno y me ha venido<br />
su nombre a la mente.<br />
– Entiendo…<br />
Mauler suspiró internamente, victorioso.<br />
Se había librado por los pelos, o al menos<br />
era lo que él suponía. De repente, un potente<br />
frenazo lanzó a los ocupantes de los asientos<br />
violentamente hacia adelante.<br />
– ¡Haga el favor de conducir correctamente,<br />
señor Hammer!<br />
– L…lo…lo siento, doctor Tucker. Ya hemos<br />
llegado.
“¡Por fin!”, pensó de inmediato Jack. “Un<br />
segundo más y habría sido capaz de sacar la<br />
manecilla del segundero y clavársela directamente<br />
en el ojo. Un momento, ¿he pensado yo<br />
eso realmente?”.<br />
V<br />
Los cubitos de hielo chocaron contra los<br />
dientes de Jack como lo hizo su hermano mayor<br />
contra el titanic hace más de un siglo. Un<br />
dolor gélido y punzante brotó de uno de los<br />
incisivos, aunque eso no le impidió saborear<br />
el refrescante sabor de la cola helada bajando<br />
a través de su garganta. La sombra proyectada<br />
por la enorme sombrilla con un eslogan<br />
publicitario les cobijaba del ardiente sol que<br />
abrasaba Texas aquel día.<br />
Jack dejó el refresco sobre una mesita auxiliar<br />
que le separa de Dante, que permanecía<br />
sentado al otro extremo. Al inclinarse para<br />
dejar la bebida, se topó con un objeto que ya<br />
había desaparecido de la mente del médico.<br />
La pistola dentro de su bolsillo. Ellos eran los<br />
encargados de observar que todo vaya bien.<br />
Cada uno de los enfermos correteaba arriba<br />
y abajo por el césped. Los más tranquilos tomaban<br />
el sol y los más hiperactivos jugaban<br />
en el agua, salpicándose e incluso haciendo<br />
carreras de natación. Martha y Anne se encargaban<br />
de los enfermos catatónicos. Éstos<br />
estaban resguardados en una zona a parte,<br />
bajo un techado compuesto por ramitas y follaje<br />
que les bloquea el paso del sol.<br />
– ¡Esto es vida! –comentó Dante mientras<br />
posaba sus manos en la nuca, a modo de colchón<br />
improvisado–. Quien nos diría que estamos<br />
trabajando. Mira, mira. Ahí viene la<br />
señora Smith.<br />
La señora Smith iba vestida con bañador<br />
de un color rojo pasión. Su cuerpo y su rostro,<br />
vivo retrato de una ya desaparecida Marilyn<br />
Monroe, se paseaba por el borde de la piscina<br />
luciendo probablemente el cuerpo más esbelto<br />
y mejor cuidado de todo el psiquiátrico.<br />
– Tío, está buenísima.<br />
– No creo que debas mirar con esos ojos a<br />
las pacientes. Son eso, pacientes.<br />
ESPEJOS ROTOS IV<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– ¿Pero es que no la estás viendo? Madre<br />
mía. –En ese momento, la señora Smith se<br />
dio cuenta de las miradas furtivas lanzadas<br />
por el joven médico. Avergonzada, y con su<br />
rostro adquiriendo el mismo color que su bañador,<br />
se lanzó al agua en pos de evitar sus<br />
miradas lascivas–. ¿Acaso has visto a alguna<br />
mejor dentro del psiquiátrico?<br />
Jack se mantuvo en silencio durante unos<br />
segundos antes de contestar.<br />
– Sí…<br />
– ¿Cómo qué “sí”? A ver, dispara vaquero.<br />
– No creo… no creo que deba.<br />
– ¿Me estás tomando el pelo? Somos colegas,<br />
tío –Dante giró su asiento para tener<br />
una imagen completa de Jack, sentándose en<br />
una posición que delataba su interés–. Venga,<br />
va. Cuéntame.<br />
– Bueno… anoche…. –Jack no quería contárselo,<br />
pero la presión le podía. Además,<br />
aparte de Eva y su jefe, no tenía relación con<br />
nadie más allí dentro. Dante podía ser un<br />
nuevo y buen amigo–. Me acosté con una.<br />
– ¡NO JODAS! –gritó Dante. Él mismo se<br />
dio cuenta de todo lo que había alzado la voz<br />
y lo siguiente que dijo fue casi un susurro–.<br />
¿Quién era?<br />
– Eva.<br />
– ¿Eva? ¿Qué Eva?<br />
– Eva… ya sabes. Ojos azules, pelo castaño.<br />
El rictus de Dante cambió completamente<br />
de una euforia incontrolada a una cara seria<br />
con ligeros matices de ira.<br />
– ¿De qué estás hablando, Jack?<br />
– ¿No la conoces? Hemos quedado varias<br />
veces en la cafetería para tomar algo. Es<br />
muy simpática y, bueno… ayer… surgió –dijo<br />
con el tono con el que podría haberlo hecho<br />
una quinceañera mientras habla a través de<br />
su teléfono móvil con una amiga–. Fue tan…<br />
mágico.<br />
– ¿Me estás vacilando, Jack? –Ahora el tono<br />
de Dante era seco y autoritario, nada que ver<br />
con el que había empleado hasta ahora con<br />
él. En sus ojos las chispas de la ira brillaban<br />
cada vez con más fuerza.<br />
– No. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?<br />
45
46<br />
– Vete a la mierda.<br />
Dante se levantó rápidamente anegado por<br />
la rabia. Éste lanzó una patada a la silla en<br />
la que había permanecido sentado mientras<br />
se iba resoplando vivamente. Jack, asombrado<br />
ante el comportamiento de su compañero,<br />
salió en su busca.<br />
– Pero, Dante… que ha…<br />
Su compañero se detuvo bruscamente y sin<br />
girar la cabeza se dirigió a él en un tono brusco.<br />
– Si se te ocurre seguirme llegarás a casa<br />
sedado y en una camilla, ¿me captas? –Pronto<br />
Jack se percató que de Dante posaba la<br />
mano sobre el bolsillo de su pantalón, donde<br />
descansaba la pistola tranquilizante–. Y ahora<br />
déjame en paz.<br />
Jack se quedó estupefacto, paralizado<br />
mientras todas aquellas personas a las que la<br />
cordura había abandonado clavaban sus miradas<br />
sobre él. Aquella miradas se hundían<br />
en su carne como si fueran cuchillos, y dolía.<br />
No volvió a ver a Dante en todo el día.<br />
VI<br />
Los últimos resquicios del crepúsculo gobernaban<br />
en cielo cuando el autobús volvió a<br />
su lugar de origen. Con calma y dedicación,<br />
los monitores y médicos se armaron de paciencia<br />
y devolvieron a cada uno de los pacientes<br />
a sus respectivas habitaciones. El<br />
viaje de vuelta no había sido mucho mejor<br />
que el de ida, salvo la excepción de veinte minutos<br />
de sueño fortuito que se le antojaron<br />
reparadores.<br />
La noche era ya cerrada cuando todos los<br />
enfermos estaban en sus habitaciones. Jack<br />
se dirigía sin prisa alguna hacia la secretaría.<br />
No quería volver a tocar una pistola (aunque<br />
fuera de tranquilizantes) en su vida, solo lo<br />
haría si le parecía estrictamente necesario.<br />
En su mente no paraba de bullir el recuerdo<br />
de aquella truncada tarde de piscina “¿Qué<br />
mosca le habrá picado a Dante?”, pensaba.<br />
“¿Y si Eva es su novia? ¿O tal vez una exnovia?”.<br />
Las ideas iban apareciendo cada pocos<br />
segundos, como el de un detective centrado<br />
RUBÉN POZO VERDUGO<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
en un turbio caso.<br />
Cuando atravesó la puerta, la secretaría<br />
se encontraba justo frente a él. La luz blanca<br />
y pura como un divino rayo proveniente del<br />
flexo iluminaba la lectura de Lucy. El libro<br />
era Misery e iba ya por más de la mitad. Percatándose<br />
de su presencia, ésta introdujo un<br />
marcapáginas y lo cerró, como si en su interior<br />
se encontrara un secreto que no quería<br />
compartir con el médico.<br />
– ¿Qué ha pasado, Jackie? –dijo Lucy con<br />
una cara que no supo determinar. Estaba a<br />
caballo entre enfado y complaciente–. Dante<br />
ha llegado muy cabreado y casi me ha lanzado<br />
la pistola dentro de la caseta –dijo, mostrando<br />
los brazos en cruz para darle a entender<br />
que aquel mueble con forma de U era la<br />
caseta–. Nunca se ha comportado así.<br />
– Ha sido culpa mía, pronuncié el nombre<br />
equivocado en el momento equivocado.<br />
– ¿Nombre? ¿A quién le nombraste?<br />
– Eva. Es una médica que trabaja por aquí<br />
y…<br />
– ¿Eva? ¿Has dicho Eva? –interrumpió<br />
Lucy.<br />
– Sí. ¿Qué problema tiene todo el mundo<br />
con ella?<br />
– Jack, Eva es la hermana de Dante. Desapareció<br />
hace meses.
EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />
EL PERGAMINO<br />
Al salir de su cita con Isamu, Atsuo es atacado por unos samuráis que buscan vengar la<br />
muerte de Gensai Ebizo. Tras enfrentarse a ellos, el preceptor organizará a sus alumnos<br />
para recabar toda la información posible del clan Takayama.<br />
*Listado de personajes y lugares al final del relato.<br />
IX<br />
Te dije que te fueras! –le increpó la primera<br />
sombra con bravuconería–. Ahora<br />
no te dejaré. Pagarás con tu vida la muerte de<br />
Ebizo, los Gensai me lo agradecerán.<br />
Mientras hablaba lanzó una estocada con la<br />
katana, intentando alcanzarle el cuello. Atsuo<br />
lo desvió y, agachándose con rapidez, hizo un<br />
barrido a su pie adelantado. Cuando el bravucón<br />
cayó sobre el costado derecho, le clavó la<br />
katana en el pecho empujándola hacia abajo<br />
con la palma de la mano. En esa postura se<br />
mantuvo mientras giraba la katana con un<br />
golpe seco de muñeca, luego se levantó muy<br />
despacio y se enfrentó a las otras dos sombras,<br />
dejando a su derecha a la que venía corriendo<br />
por el callejón.<br />
El segundo matón, que estaba enfrente de él,<br />
se giró un poco hacia la sombra que llegaba.<br />
– ¿Eres tú, Masaoka?<br />
– ¡No! –contestó desenvainando la katana–.<br />
Me llamo Michiko.<br />
– ¡Una chica! ¿Y te enfrentas a mí? ¡Entonces<br />
morirás también! ¡Más te hubiese valido no<br />
meterte en nuestros asuntos!<br />
– Este asunto también es mío, ¡soy del clan<br />
Hirotoshi! ¿Y tú quién eres?<br />
– Soy Aruki, samurái del clan Takayama –<br />
comentó con tono orgulloso.<br />
Salió despacio de la oscuridad haciéndose vi-<br />
DE ISAMU V<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
por Ramón Plana<br />
sible y, poniéndose frente a ella, la miró con<br />
sorna, hizo un amago y atacó repentinamente<br />
con una serie de golpes y estocadas. Pero enfrente<br />
estaba la hija de Takeshi, especialmente<br />
entrenada por él en el manejo de la espada<br />
desde niña. Bloqueó los golpes y desvió las<br />
estocadas sin perder la posición. Siempre con<br />
la punta de su katana flotando amenazadora<br />
ante los ojos del matón, haciéndole retroceder,<br />
inseguro.<br />
Mientras, el tercer hombre de Takayama<br />
atacó al preceptor intentando abrir un hueco<br />
en su guardia con un amplio repertorio de tajos.<br />
Pero, para su sorpresa, ninguno lograba su<br />
propósito.<br />
– ¿Acabamos con ellos Atsuo–san? –sugirió<br />
Michiko, ante el desconcierto de los dos samuráis.<br />
– Espera, antes quiero hacerles algunas preguntas.<br />
Procura que no se escapen.<br />
Los dos matones se miraron y empezaron a<br />
vacilar.<br />
– Mejor será que os vayáis –fanfarroneo el<br />
segundo matón–. Estamos esperando a más<br />
compañeros.<br />
– Antes decidnos por qué queréis arruinar a<br />
Isamu –inquirió Atsuo.<br />
El contrincante de Michiko intentó sorprenderla<br />
con un fuerte golpe vertical que, al fallarlo,<br />
acabó en la arena del camino. La joven pisó<br />
47
48<br />
la katana para impedir que la levantara y le<br />
propino un tajo en el muslo adelantado. El<br />
hombre cayó gritando y sujetándose el corte.<br />
– Tú ya no te escaparás –sentenció.<br />
– ¡No me matéis! –suplicó acobardado–. Os<br />
contaré lo que sé.<br />
El tercer matón saltó hacia su compañero<br />
y lo atravesó de una estocada mientras gritaba.<br />
– ¡No voy a dejar que hables! –Luego se<br />
puso a gritar–. ¡Socorro! ¡A mí la milicia! ¡Nos<br />
están asesinando!<br />
Miró rabioso a ambos lados y maldiciendo<br />
se abalanzó sobre la katana de Michiko, la<br />
sujetó con la mano y se la clavó en el vientre<br />
con rabia. Sus dedos repiquetearon al caer<br />
cortados al suelo por el agudo filo, mientras<br />
él se desplomaba gritando.<br />
Atsuo reaccionó con presteza terminando<br />
con sus gritos de un tajo. Al oír voces y carreras,<br />
se volvió hacia la sorprendida Michiko.<br />
– Vámonos antes de que tengamos que dar<br />
explicaciones. Estamos muy cerca de la casa<br />
del armero y no quiero implicarle.<br />
Ambos corrieron, amparándose en las sombras,<br />
hasta la plazoleta de la fuente. Allí torcieron<br />
hacia el norte saliendo del barrio de<br />
los artesanos y siguiendo la calle durante un<br />
largo trecho hasta que avistaron la tapia de<br />
la finca.<br />
Alertaron a los samuráis de guardia sobre<br />
una posible visita de la milicia, y se retiraron<br />
a una de las salas de la casa principal.<br />
Michiko esperó mientras Atsuo cambiaba sus<br />
vestidos por algo más cómodo. Se sentaban<br />
los dos cuando aparecieron Fujio, Saburo y<br />
Aiko alarmados por la tardanza de su preceptor.<br />
– Atsuo–san, estábamos preocupados –empezó<br />
Aiko–. Íbamos a salir a buscarte cuando<br />
oímos a los samuráis de la puerta alertar a<br />
los de la tapia. ¿Qué pasó?<br />
– Me atacó un grupo cuando salía de la casa<br />
de Isamu. Michiko llegó a tiempo de ayudarme.<br />
–Se volvió hacia ella–. Por cierto ¿qué<br />
hacías por allí?<br />
– Estaba familiarizándome con el barrio<br />
RAMÓN PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
de los artesanos, Atsuo–san. La suerte quiso<br />
que cuando ya estaba de vuelta oyera voces y,<br />
al investigar, te reconocí.<br />
– ¿Familiarizándote? –repitió con sorpresa.<br />
– Sí, por indicación expresa de Katsuro<br />
debo conocer el barrio con detalle –explicó–.<br />
Mi padre y él están seguros de que más adelante<br />
nos será muy útil ese conocimiento.<br />
– ¡Vaya! Es buena idea, y encaja con el<br />
pretexto de preparar el libro para el shogun.<br />
Podemos trabajar juntos para hacer unos<br />
mapas, y de paso recoger la información que<br />
necesitamos.<br />
– ¿Vamos a participar todos? –preguntó<br />
Saburo.<br />
– Seguramente –respondió Atsuo–. Pero<br />
puede ser peligroso.<br />
– ¡Bien! –exclamó Fujio–. ¡Se acabó el aburrimiento!<br />
– Escuchar lo que vamos a hacer –dijo Atsuo–.<br />
Somos suficientes para formar dos grupos<br />
y observar los lugares clave.<br />
– Si te parece, Atsuo–san, yo puedo ir a vigilar<br />
la casa del clan Takayama –sugirió Michiko.<br />
– Y yo puedo ir con ella –dijo Saburo.<br />
– No Saburo, es mejor que la acompañe<br />
Aiko. Es la más observadora de todos y la<br />
más rápida pintando facciones. Así podrá<br />
dibujar a los que visiten la casa –dijo Atsuo<br />
pensativo–, y luego los podremos identificar.<br />
Tú vendrás conmigo a palacio y me servirás<br />
de asistente.<br />
– ¿Y yo con quién voy? –se interesó Fujio.<br />
– Irás con ellas para ayudarlas, y también<br />
seguirás a los sospechosos que te indiquen;<br />
debes procurar que no te vean.<br />
– Si intentan echarnos de los alrededores<br />
de la casa de Takayama, ¿qué hacemos?<br />
– Os dejaré mi salvoconducto. Está firmado<br />
por la máxima autoridad civil de Edo y nos<br />
permite estar en cualquier parte de la ciudad.<br />
Podéis alegar que estáis pintando lugares<br />
y personajes ilustres. Procurar rehuir las<br />
peleas, salvo que tengáis que defenderos. Fujio,<br />
mañana vendrás con Saburo y conmigo,<br />
y una vez que entremos en palacio llevarás
el salvoconducto a las chicas y te quedarás<br />
con ellas. ¿Entendido? Ahora a dormir. Saldremos<br />
temprano.<br />
Los chicos le miraron con los ojos chispeantes.<br />
Aquello prometía ser divertido. Espiar<br />
y seguir gente, quizás luchar. Se retiraron<br />
charlando entre ellos, ansiosos de que empezara<br />
el nuevo día. Atsuo les vio ir, y se retiró<br />
a descansar sonriendo.<br />
La mañana le encontró haciendo ejercicios<br />
de esgrima en su rincón favorito del jardín.<br />
Cuando le vio terminar, Matsushiro se acercó<br />
a él para indicarle que Nobu había partido<br />
el día anterior por la tarde en dirección a la<br />
casa del clan Akashi, su misión era recoger a<br />
los heridos y traerlos a Edo. Le acompañaban<br />
varios carromatos y un retén de samuráis y<br />
alabarderos.<br />
– La guardia personal de la señora ya está<br />
elegida entre los mejores hombres –le informó<br />
Matsushiro–. Y el perímetro de la casa ya<br />
está controlado día y noche. Dos clanes afines<br />
al nuestro, Hirayama y Otake, nos ayudan<br />
con sus hombres; también han venido de la<br />
escuela Deguchi. Como sabéis tienen un gran<br />
aprecio por Takeshi.<br />
El preceptor le agradeció la información y<br />
le contó al veterano samurái la conversación<br />
con Isamu y el ataque de que fue objeto en<br />
la calle. Convinieron en irse informando mutuamente<br />
según se desarrollasen los acontecimientos.<br />
Luego, Atsuo partió a revisar los<br />
equipos de los chicos.<br />
Dos cilindros de piel para contener los pergaminos,<br />
unos de peor calidad para pruebas<br />
y bocetos, y otros de mejor calidad para las<br />
obras finales, las bolsas con las tintas y pinceles,<br />
dos caballetes, recipientes para las<br />
mezclas, cantimploras con agua, un ligero refrigerio<br />
por si se alargaba el día y finalmente<br />
las armas: katanas, wakizashis y bokken. Y<br />
por fin salieron los dos grupos. Uno hacia el<br />
palacio y otro a la casa de Takayama.<br />
El día se mostraba claro, la humedad y el<br />
olor a salitre resultaban agradables y facilitaban<br />
la respiración. Atsuo, Saburo y Fujio<br />
caminaron hacia el palacio del shogun<br />
EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
mezclándose con la gente que ya poblaba la<br />
calle. El palacio estaba en una zona ligeramente<br />
elevada desde la que se divisaba toda<br />
la ciudad. Mirando hacia el sureste se podía<br />
ver el pequeño puerto, que hervía de movimiento<br />
a esas horas de la mañana. El camino<br />
que ascendía al palacio también estaba muy<br />
transitado, la mayoría eran proveedores que<br />
acudían a entregar sus productos y que se<br />
desviaban al llegar a un pequeño cruce. Uno<br />
de los caminos iba a parar a las dependencias<br />
de administración, y el otro al portón principal<br />
donde iban las visitas. Este último camino<br />
estaba bordeado por árboles que daban<br />
sombra y frescor a los transeúntes. Desde el<br />
portón principal podía verse los espectaculares<br />
jardines que rodeaban al edificio principal.<br />
El palacio era una sólida construcción con<br />
base de piedra, las tres torres alrededor del<br />
cuerpo principal rematadas por azoteas, con<br />
sus graciosas encorvaduras, les daban aspecto<br />
de enormes cometas dispuestas a volar.<br />
Alrededor de él, multitud de construcciones<br />
de tipo medio albergaban a todo el personal<br />
necesario para su mantenimiento. El espléndido<br />
y cuidado jardín se engarzaba con las<br />
hermosas construcciones, diferenciando las<br />
zonas de los señores y las de los vasallos.<br />
Unos samuráis con el emblema del shogun<br />
pararon al grupo en el portón de entrada. Atsuo<br />
mostró al oficial de guardia el permiso de<br />
tránsito que le había proporcionado Hirotoshi<br />
Katsuro, firmado por el máximo responsable<br />
civil de la ciudad, y el paso les fue concedido.<br />
Los tres se internaron en los jardines buscando<br />
una posición desde la cual pudiesen<br />
dibujar algunos detalles del edificio y controlar<br />
la puerta principal. Una vez decidido el<br />
lugar, Saburo colocó el caballete y desplegó<br />
los pergaminos sobre él. Mientras, Atsuo le<br />
entregó a Fujio el salvoconducto y este partió<br />
hacia la casa de Takayama. El preceptor empezó<br />
a seleccionar las tintas observando los<br />
tonos de los árboles cercanos.<br />
Fujio se detuvo un rato a charlar con los<br />
samuráis de la guardia, se fingió impresio-<br />
49
50<br />
nado por su equipamiento y su marcialidad.<br />
Su plan era hacerse amigo suyo para garantizar<br />
el acceso al palacio sin necesidad del salvoconducto,<br />
y a la vez obtener información.<br />
Luego partió a visitar al segundo grupo silbando<br />
por el camino, como siempre.<br />
X<br />
Atsuo se dejó conquistar por el encanto<br />
del rincón que habían elegido. Situado en un<br />
pequeño altozano del jardín, estaba protegido<br />
del viento y de miradas indiscretas gracias<br />
a la mezcla de árboles y arbustos que<br />
se alternaban formando un ambiente fresco<br />
y ventilado. Los arces, las coníferas, los cedros<br />
y alcanforeros, castaños, moreras, álamos<br />
y hayas rivalizaban con los almendros,<br />
melocotoneros y perales extendiéndose por el<br />
enorme jardín. En distintas zonas se podían<br />
ver pequeñas bandadas de pájaros, palomas,<br />
faisanes y patos; las ardillas correteaban de<br />
árbol en árbol y las flores regalaban al aire<br />
su perfume.<br />
Un punto entre algunos árboles dejaba ver<br />
un poco de agua cristalina de un pequeño estanque<br />
con una hermosa linterna tallada en<br />
la piedra; al fondo se podía ver la segunda<br />
torre destacando contra el cielo. Hacia el sur,<br />
la vista de la puerta principal les permitía<br />
observar quién entraba y salía de palacio.<br />
Saburo observaba como Atsuo mezclaba las<br />
tintas, calculando las proporciones de cada<br />
uno de los innumerables tonos que ofrecían<br />
los cuidados árboles. Cuando tuvo identificadas<br />
las familias de los colores, pasó a seleccionar<br />
los pinceles según su trazo, espesor y<br />
longitud.<br />
Mientras, el joven, muy pensativo, se puso<br />
a alisar los pergaminos para los bocetos; le<br />
intrigaba la postura que había adoptado el<br />
clan frente a los ataques a su madre. Si por él<br />
fuera, una vez que tuviese la certeza de que<br />
la amenaza provenía del clan Takayama, habría<br />
ordenado atacarlos en su casa para acabar<br />
con ellos de una vez. Al final se decidió a<br />
compartir sus sentimientos con el preceptor.<br />
– Atsuo–san, ¿por qué queremos saber<br />
RAMÓN PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
quién entra y sale del palacio y de la casa de<br />
Takayama?<br />
Atsuo volvió la cabeza para mirarle, mientras<br />
alisaba el pergamino con la mano.<br />
– Para saber de dónde vendrá el siguiente<br />
ataque –explicó–. Puede venir de algún consejero<br />
que colabore con Kaoru, puede venir<br />
del clan Gensai o puede venir de alguna partida<br />
de ronin como ocurrió en el bosque. Si<br />
sabemos en dónde está Kaoru, con quién habla<br />
y quién le visita, podremos prevenir sus<br />
ataques.<br />
– ¿Y por qué no asaltamos su casa y acabamos<br />
con ellos?<br />
– Porque se nos echarían encima la autoridad<br />
civil y la milicia, y además el shogun<br />
castigaría a nuestro clan.<br />
– ¿Y por qué a ellos no les castiga?<br />
– Porque el shogun no está enterado de lo<br />
que están haciendo –explicó Atsuo.<br />
– ¿Y no se lo podemos decir nosotros para<br />
que lo impida? –argumentó Saburo.<br />
– No nos creería sin pruebas. Por eso necesitamos<br />
que cometan un error. De esa manera,<br />
o bien se descubren o nos proporcionan<br />
pruebas.<br />
Saburo se quedó pensativo.<br />
– Entonces –insistió–, ¿una vez que se descubran<br />
o tengamos pruebas, podremos matarlos?<br />
– Escucha Saburo, los ciudadanos de un<br />
país deben confiar en la eficacia del sistema<br />
judicial. No se puede desarrollar una sociedad<br />
en donde cada individuo se toma la justicia<br />
por su mano.<br />
– Pues yo no lo veo tan mal, Atsuo–san –<br />
dijo pensativo–. Si no es para defendernos,<br />
¿por qué entrenamos tanto?<br />
– A la justicia le cuesta llegar a todos los<br />
rincones, Saburo, y en el clan entrenamos<br />
para defendernos cuando no puedan llegar<br />
los alguaciles o la milicia hasta nosotros para<br />
solventar una situación de conflicto. Pero<br />
esta duda tuya me lleva a otra cuestión: ¿qué<br />
crees que es el camino de la espada? –preguntó<br />
Atsuo a su alumno.<br />
– Pues creo que es aprender bien las técni
cas para ser el mejor, y en caso de necesidad<br />
poder matar fácilmente a quien te amenace.<br />
– No es eso exactamente, aunque hay mucha<br />
gente que así lo piensa. El camino de la<br />
espada se rige por un código ético muy severo:<br />
el bushido. Inicialmente, los samuráis ponían<br />
su habilidad al servicio de un daimio y<br />
se comportaban como asesinos; ahora, el camino<br />
del guerrero incorpora reglas y un sistema<br />
de vida para mejorar el espíritu y convertirlo<br />
en un hombre noble.<br />
– Entonces Atsuo–san ¿para qué sirve la<br />
espada? –preguntó Saburo.<br />
– Para que tú tengas el poder de matar y<br />
puedas renunciar a él. Así das otra oportunidad<br />
a los que te agreden y, con el perdón, tu<br />
espíritu se hace más fuerte.<br />
– No lo entiendo muy bien. Si matas a los<br />
malos, al final sólo quedaran los buenos. Pero<br />
si perdonas a los malos, volverán para hacer<br />
daño otra vez y terminaran por matar buenos.<br />
– No hay simiente mala en el hombre, Saburo.<br />
El hombre se vuelve malo cuando no<br />
controla sus deseos. –Se volvió hacia él y sonrió–.<br />
Te voy a contar una historia que me ocurrió<br />
cuando era un estudiante como tú.<br />
»Fue en el verano en que cumplí los trece<br />
años, uno de los más calurosos del último<br />
siglo. En aquella época, mi maestro y yo estábamos<br />
pasando un entrenamiento monástico<br />
en el templo Okadera, junto al valle de<br />
Asuka. Era un lugar de una enorme belleza.<br />
Estaba situado en lo alto de un monte, orientado<br />
al sur, con la cordillera a su izquierda,<br />
rodeado de frondosos árboles y con profusión<br />
de arroyuelos que descargaban el agua acumulada<br />
en las cumbres, formando pozas y<br />
cascadas. Profundos acantilados rompían el<br />
paisaje, obligando a los moradores de la zona<br />
a construir pequeños pero sólidos puentes de<br />
cáñamo y tablas para cruzarlos.<br />
»Fuimos acogidos por el monje que cuidaba<br />
y vivía en el templo, Saicho, que además de<br />
guía espiritual, atendía las enfermedades de<br />
la población de varias aldeas de la montaña<br />
y de un pueblecito del valle. Era budista, mé-<br />
EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
dico y acupuntor. Cuidaba del espíritu y del<br />
cuerpo.<br />
»Mi maestro, Shiotani Ichiro, y él se conocían<br />
desde su juventud, ambos fueron alumnos<br />
de la misma escuela de artes marciales,<br />
si bien Saicho dejó la katana y se especializó<br />
en el bo, en el que era un auténtico especialista.<br />
Una vez cada dos años se congregaban<br />
los mejores artistas del país en esta arma<br />
para intentar vencerle, pero todavía permanecía<br />
imbatido, y las técnicas que enseñaba<br />
a quien practicaba con él eran muy buscadas<br />
por los maestros del bo.<br />
»Acompañado de tres acólitos, mantenían<br />
las instalaciones del templo en perfecto estado,<br />
ayudados por las limosnas de las aldeas<br />
cercanas. Un pequeño terreno en el valle,<br />
cedido por los lugareños a cambio de sus<br />
atenciones médicas, servía de huerto para<br />
mantener a la pequeña congregación con la<br />
despensa llena de verdura.<br />
»Los días que pasamos allí fueron intensos.<br />
Nos levantábamos antes del amanecer<br />
a estudiar las enseñanzas de Buda, practicábamos<br />
con la espada, nos bañábamos en<br />
un salto de agua situado algo más allá de los<br />
edificios y después desayunábamos. Luego<br />
atendíamos las necesidades del templo y de<br />
los lugareños que lo pedían, hasta la hora de<br />
la frugal comida. Las tardes transcurrían entre<br />
el estudio, la restauración del templo y los<br />
objetos de culto, la meditación y los debates<br />
sobre política, religión, botánica o arte.<br />
»El trabajo, la frugalidad, el esfuerzo, la<br />
meditación y la ayuda a los demás eran nuestras<br />
asignaturas. Y a ellas nos entregábamos<br />
con toda nuestra voluntad, dejándonos impregnar<br />
por el espíritu del bushido.<br />
»Un amanecer estábamos en la clase de esgrima<br />
con Ori, uno de los discípulos de Saicho,<br />
cuando una mujer pequeña vestida con<br />
un kimono rústico llegó hasta nosotros sin<br />
aliento. Nos dijo que vivía en la aldea de Tachibana,<br />
a poca distancia del templo en la ladera<br />
de poniente, y que había ocurrido una<br />
desgracia: un hombre estaba robando a una<br />
familia y golpeando a los niños. Ella, que era<br />
51
52<br />
la abuela, había conseguido escapar. Entre<br />
sollozos y lágrimas nos pidió que la ayudáramos.<br />
»Ichiro le pidió a Ori que avisara al monje<br />
mientras nosotros bajábamos. Partimos, caminando<br />
deprisa guiados por la mujer. En un<br />
momento estábamos ya entrando en la aldea,<br />
la cruzamos, y en una casa pequeña vimos<br />
arremolinados a unos pocos lugareños. Ellos<br />
nos dijeron que el matón aún estaba dentro.<br />
»Mi maestro entró decidido en la vivienda,<br />
yo entré detrás de él con el bokken en la<br />
mano. Era una casa humilde, con un pequeño<br />
escalón para descalzarse que hacía las veces<br />
de genkan. Luego había una pequeña antesala<br />
que daba a una cocina, en la que había<br />
un panel de shoji que daba a otra habitación,<br />
que debía ser un dormitorio común. En la cocina<br />
había cinco personas. Dos adultos postrados<br />
en el suelo, dos niños de corta edad,<br />
uno tirado en un rincón y el otro sujeto por<br />
un hombre grande, de aspecto desaseado,<br />
que permanecía de pie en el centro de la habitación<br />
con una katana en la mano derecha.<br />
»El hombre nos miró con actitud agresiva<br />
y nos amenazó con matar a los niños y luego<br />
a nosotros si no nos íbamos inmediatamente.<br />
Ichiro se hizo cargo de la situación y esperó a<br />
que algo distrajera la atención del bruto para<br />
actuar.<br />
»En ese momento entró Saicho seguido<br />
de Ori, y cuando el hombre se giró un poco<br />
más para mirar a los recién llegados, Ichiro<br />
se deslizó hasta él con rapidez y le golpeó en<br />
puntos situados en los hombros y los bíceps<br />
dejándole los brazos inutilizados. El bruto<br />
abrió mucho los ojos cuando el niño se soltó y<br />
se le cayó la katana, luego juró por los dioses<br />
del pueblo que nos mataría a todos sin excepción.<br />
El monje se acercó a él y le presionó un<br />
punto en el cuello que en pocos segundos le<br />
hizo perder el sentido.<br />
»La gente del pueblo quería lincharlo, pero<br />
no les dejamos. Luego nos lo llevamos atado<br />
en un palo, entre dos, como si fuera un ciervo,<br />
y lo tumbamos en una carreta de bueyes<br />
que trajo el jefe de la aldea. En ella lo iba a<br />
RAMÓN PLANA<br />
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trasladar al pueblo más importante del valle,<br />
Seitoku, en donde estaba la milicia de la<br />
comarca, y además disponía de cárcel y un<br />
magistrado nombrado por el shogun.<br />
»Durante algún tiempo no supimos nada<br />
más del bruto, cuyo nombre era Gorou según<br />
nos enteramos más tarde. Los entrenamientos<br />
transcurrían con normalidad, igual<br />
que los trabajos en el templo y las visitas del<br />
monje a los pueblos cercanos. Un día Ichiro<br />
interrumpió el entrenamiento por la llegada<br />
de un conocido, se reclamaba su presencia en<br />
casa de sus padres por un repentino asunto<br />
de familia. Y partió, dejándome allí para que<br />
ayudara a Saicho en lo que él estimara conveniente.<br />
»Todo fue bien, ayudaba en el huerto, en los<br />
viajes del monje cuando bajaba a los pueblos,<br />
en la restauración preparaba tintas y limpiaba<br />
pinceles, y cualquier cosa que el servicio<br />
del templo necesitase. Hasta que un día me<br />
quedé solo al irse todos a cumplir sus tareas<br />
en distintos lugares. Esa tarde me entretuve<br />
practicando caligrafía, y luego empecé con la<br />
esgrima. Con ella estaba, desarrollando una<br />
serie de golpes encadenados que se conocían<br />
con el descriptivo nombre de “el pedrisco”,<br />
cuando vi de repente a Gorou a unos pocos<br />
metros de mí.<br />
»Traía una katana en la mano y me miraba<br />
fijamente mientras avanzaba despacio. Me<br />
preguntó en dónde estaban los demás, y como<br />
no le contesté, me dijo que daba igual, que<br />
empezaría conmigo. Luego blandió su arma<br />
y me atacó. No sentí vergüenza cuando me di<br />
la vuelta y salí corriendo. ¿Qué podía hacer<br />
un muchacho de trece años armado con un<br />
bokken contra un bruto enorme y furioso con<br />
una katana? Además, pensé que si lo llevaba<br />
hacia los riscos tendría más oportunidades<br />
de escapar aprovechando mi agilidad.<br />
»El bruto maldecía y resoplaba mientras<br />
corría detrás de mí. Así seguimos hasta llegar<br />
a unos peñascos cerca de un acantilado de<br />
pendiente bastante pronunciada. Allí le hice<br />
frente, saltando de roca en roca mientras él<br />
intentaba alcanzarme con la katana. Estaba
tan rabioso que era fácil esquivar sus golpes<br />
con un poco de sangre fría. Recordé las enseñanzas<br />
de Ichiro y comencé a hacerle frente,<br />
esquivándolo y golpeándolo con mi bokken,<br />
cosa que aún le ponía más furioso haciéndole<br />
cometer más imprudencias.<br />
»En uno de esos golpes que lanzaba perdió<br />
pie y cayó todo lo largo que era magullándose<br />
las rodillas y un codo. Se levantó apoyándose<br />
en la katana y cogió una enorme piedra con<br />
la intención de arrojármela. Retrocedí hasta<br />
el borde del risco, donde las rocas eran más<br />
puntiagudas, intentando mantenerlo a distancia.<br />
Pero pensó que me tenía acorralado<br />
y avanzó hacia mí con una sonrisa de triunfo.<br />
Tiró la piedra al suelo porque ahora le estorbaba,<br />
y se acercó saltando torpemente de<br />
risco en risco buscando la distancia adecuada<br />
para descargar un golpe definitivo.<br />
»Fue cuando iba a saltar a uno próximo a<br />
mí cuando se me ocurrió fingir una huida y<br />
volverme para golpearle en el pie adelantado,<br />
justo cuando aún estuviera en el aire antes<br />
de apoyarlo. Simulé un salto a otra piedra, y<br />
al ver de reojo que él me seguía, me giré lanzando<br />
un golpe con el bokken a baja altura.<br />
El engaño funcionó. El bruto se encontró de<br />
repente en el aire sin apoyo y con cara de sorpresa<br />
cayó rebotando entre las puntiagudas<br />
rocas hasta llegar, treinta metros más abajo,<br />
al lecho del riachuelo. Allí se quedó encajado<br />
entre unas rocas, sin moverse.<br />
»Me llevó tiempo bajar hasta él, ya que la<br />
pendiente era muy pronunciada y las rocas<br />
muy cortantes. Cuando llegué a su lado, aún<br />
estaba sin sentido, con medio cuerpo en el<br />
agua, cubierto de sangre de varios cortes en<br />
la cabeza y los brazos, además el izquierdo<br />
parecía roto y su pierna estaba en un ángulo<br />
poco natural.<br />
»Cuando bajé iba decidido a matarlo, pero<br />
al estar a su lado no me sentí capaz. Lo mejor<br />
sería dejarlo allí de momento, hasta que pensáramos<br />
entre todos qué hacer con él. Aproveché<br />
para examinarle la pierna y el brazo y<br />
los entablillé. Luego se me ocurrió que como<br />
era muy fuerte, podía recuperarse y atacar-<br />
EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
nos mientras dormíamos, así que decidí dejarlo<br />
atado. Cogí unos juncos de la orilla y le<br />
até los brazos y las piernas, luego lo amarré<br />
también a una gran roca para que no pudiese<br />
alejarse. Satisfecho con las medidas tomadas,<br />
empecé a subir al templo para contarle<br />
al monje lo que había pasado y que decidiera<br />
qué hacer con él.<br />
»Saicho escuchó mi encuentro con Gorou, y<br />
cuando le pregunté qué destino le dábamos,<br />
me contestó que era mi decisión, pues al bruto<br />
lo había capturado yo y por lo tanto su vida<br />
y su destino me pertenecían; él se desentendió<br />
del asunto.<br />
»Esa noche recordé lo que me había enseñado<br />
Ichiro sobre el bushido y la responsabilidad<br />
que tiene un samurái sobre sus acciones.<br />
Me pasé gran parte de la noche meditando,<br />
pero al día siguiente ya había tomado una decisión.<br />
Así que, después del desayuno, bajé a<br />
ver cómo estaba.<br />
»Allí seguía atado, tal y como lo dejé. Pero<br />
no tenía buen aspecto, algunos rasguños parecían<br />
infectados, los golpes recibidos estaban<br />
morados y se le había hinchado un pómulo y<br />
el ojo. Cuando me vio empezó a maldecirme<br />
y a agitarse, intentando soltar las ataduras.<br />
Me amenazó con matarme lentamente y luego<br />
seguir con los demás. Me aseguró que esparciría<br />
mis tripas por la montaña y se haría<br />
un collar con mis orejas y dedos. Me senté<br />
frente a él y esperé un buen rato a que terminara.<br />
Finalmente, como no paraba de maldecir,<br />
me volví al templo. Sus gritos y amenazas<br />
me acompañaron durante un largo trecho<br />
hasta que dejé de oírle.<br />
»Al atardecer bajé de nuevo al riachuelo,<br />
esta vez llevaba un hatillo en la espalda.<br />
Me vio bajar entre las rocas y no dijo nada.<br />
Cuando llegué hasta él le dije que se estuviese<br />
quieto mientras le curaba. Antes, saqué<br />
un cuenco de sopa y se lo acerqué. Bebió con<br />
avidez el nutritivo caldo tragándose la verdura<br />
casi sin masticar. Luego me dejó ajustarle<br />
las tablillas del brazo y de la pierna. Me pidió<br />
que le soltara. Le contesté que antes me<br />
tenía que asegurar que no nos haría nada a<br />
53
54<br />
los del templo ni a mí, y como no quiso me negué.<br />
Entonces empezó de nuevo a retorcerse<br />
y a gritar que me mataría esa misma noche,<br />
en cuanto consiguiera romper las ligaduras.<br />
Y así le dejé. Sus gritos y amenazas me acompañaron<br />
mucho rato. No volví a bajar hasta<br />
pasados dos días.<br />
»De esta manera estuvimos varias semanas.<br />
Ni Saicho, ni Ichiro cuando volvió,<br />
quisieron intervenir. Opinaban que era un<br />
asunto que debía de resolver yo, puesto que<br />
la situación era culpa mía. Al no querer matarlo,<br />
él era mi prisionero y ahora dependía<br />
de mí. De todas maneras su actitud fue cambiando.<br />
La tercera semana le llevaba comida<br />
con regularidad, le preparé un cobijo para la<br />
lluvia y le aflojaba las ligaduras de los brazos<br />
y las piernas. Pero aún tenía accesos de rabia<br />
y mucha ira. Cuando le daban, me iba y no<br />
volvía en dos o tres días. Así aprendió a controlarse,<br />
y por medio de sus padecimientos<br />
comprendió lo que era sufrir y depender de la<br />
voluntad de los demás. Por primera vez en su<br />
vida supo lo que es ser vulnerable.<br />
»Pasó el tiempo y su salud empeoró, estaba<br />
extremadamente flaco y débil, las heridas no<br />
curaban bien, así que le pedí permiso a Saicho<br />
para trasladarlo a una de las estancias<br />
del templo que se utilizaba para guardar las<br />
herramientas de labor y los útiles de restauración.<br />
Era un pequeño cobertizo independiente<br />
hecho totalmente de piedra, aireado<br />
por un estrecho ventanuco, y con un enorme<br />
cerrojo por fuera de la puerta. En la pared<br />
había argollas incrustadas y cadenas para<br />
colgar las herramientas. En un pequeño banco<br />
de madera se apilaban los sacos vacios y<br />
las esteras para el huerto.<br />
En ese momento Saburo interrumpió la narración.<br />
– Mira Atsuo–san, está llegando un palanquín<br />
con escolta.<br />
Ambos miraron hacía el portón intentando<br />
identificar al visitante del palacio por sus<br />
estandartes. El pasajero descendió del palanquín<br />
y fue recibido por la guardia con honores.<br />
Luego caminó despacio disfrutando del<br />
RAMÓN PLANA<br />
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jardín, acompañado por su guardia personal,<br />
mientras el jefe de protocolo bajaba corriendo<br />
desde el palacio a recibirle.<br />
El visitante se volvió para hablar con uno<br />
de los samuráis de su escolta y, en ese momento,<br />
Atsuo lo reconoció.<br />
Este es un listado de los personajes, lugares<br />
y términos que aparecen a lo largo de la<br />
historia de El pergamino de Isamu.<br />
Aiko (13 años): Hija de Katsuro, jefe del<br />
clan Hirotoshi.<br />
Akashi Jambei: Clan amigo y colaborador<br />
de los Hirotoshi.<br />
Akita Inu: Raza de perro originaria de Japón.<br />
Familiar y equilibrado, utilizado para la<br />
defensa.<br />
Atemi: Golpe aplicado con el pie o con la<br />
mano.<br />
Bo: Vara de madera para el entrenamiento<br />
y la defensa de unos 180 centímetros.<br />
Bokken: Espada de madera para el entrenamiento<br />
a imitación de una katana.<br />
Chiharu: Mil primaveras. Nombre de la<br />
perra Akita Inu entrenada para defender a<br />
Aiko.<br />
Chinatsu: Mil veranos. Nombre del perro<br />
Akita Inu entrenado para defender a Yoko.<br />
Dojo: Espacio dedicado a la práctica de las<br />
artes marciales y a la meditación.<br />
Doku: Veneno.<br />
Dou: Peto y parte frontal de una armadura<br />
japonesa.<br />
Edo: Ciudad donde reside el shogun, actual<br />
Tokio desde 1868.<br />
Fujio (15 años): Discípulo de Atsuo.<br />
Fukiya: Cerbatana de algo más de un metro<br />
de longitud. Lanza dardos de 20 cm.<br />
Gensai: Familia ninja antagonista del clan<br />
Hirotoshi.<br />
Gensai Arata: Líder de la familia ninja<br />
antagonista del clan Hirotoshi.<br />
Gensai Ebizo: Ninja muy cercano a Arata.<br />
Primo de su madre.
Gonnosuke Atsuo (26 años): Samurái y<br />
preceptor de los hijos de Katsuro.<br />
Hanako: Hija de Okamoto Isamu.<br />
Hirotoshi: Clan.<br />
Hirotoshi Katsuro (42 años): Jefe del<br />
clan, daimio.<br />
Isobe Nobu (22 años): Joven samurái del<br />
clan Hirotoshi. Discípulo de Takeshi y hábil<br />
espadachín.<br />
Kamon: Símbolos heráldicos que representan<br />
a los clanes o familias en sus estandartes.<br />
Katana: Sable japonés curvado de filo único<br />
y un metro de longitud utilizado por los<br />
samuráis.<br />
Mae geri kekomi: Patada frontal penetrante<br />
utilizada en el karate Shotokan.<br />
Matsumura Hiroto: Consejero del shogun,<br />
partidario del clan Takayama y de la<br />
milicia.<br />
Matsushiro: Veterano samurái del clan<br />
Hirotoshi.<br />
Michiko (18 años): Hija de Takeshi. Entrenada<br />
como mujer samurái desde su niñez.<br />
Ninjas: Grupos o clanes de mercenarios<br />
entrenados en espionaje, asesinato y sabotaje.<br />
Ninjato: Sable corto utilizado por los ninjas,<br />
también llamado ninjaken o shinobi.<br />
Naginata: Arma compuesta por una hoja<br />
curva al final de un asta de madera.<br />
Obi: Faja ancha de tela utilizada para sujetar<br />
el kimono.<br />
Okamoto Isamu (63 años): Armero de<br />
Edo.<br />
Ronin: Samurái sin un amo o clan a quien<br />
servir. Alquila su espada por dinero.<br />
Saburo (16 años): Hijo de Hirotoshi Katsuro<br />
y Yoko.<br />
Saito Takeshi (47 años): Instructor de<br />
esgrima del clan Hirotoshi.<br />
Satori: Término japonés para designar la<br />
iluminación en el budismo zen.<br />
Shakken: Estrellas de metal de cuatro<br />
puntas afiladas utilizadas como arma arrojadiza.<br />
Shima Benkei (45 años): Médico del clan<br />
EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />
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Hirotoshi con profundos conocimientos de alquimia.<br />
Shinzo Kaito: Líder de una familia ninja<br />
al servicio de Hirotoshi Katsuro.<br />
Shiotani Ichiro: Maestro de Atsuo.<br />
Sinzaemon Simada: Consejero del shogun,<br />
amigo del maestro de Atsuo (Shiotani<br />
Ichiro).<br />
Tabi: Calcetines tradicionales de color<br />
blanco. Los hombres los usan de color negro<br />
o azul.<br />
Takayama: Ambiciosa familia que pretende<br />
arrebatar su feudo al clan Hirotoshi.<br />
Takayama Sora: Padre del actual daimio<br />
del clan Takayama.<br />
Takayama Kaoru: Daimio del clan Takayama.<br />
Tokugawa Iemitsu: Tercer shogun Tokugawa.<br />
Gobernó entre 1623 y 1651.<br />
Wakizashi: Sable corto entre 30 y 60 centímetros,<br />
de forma similar a la katana.<br />
Yoko: esposa de Katsuro.<br />
55
56<br />
J. R. PLANA<br />
HISTRIÓN<br />
por J. R. Plana<br />
Son tiempos tenebrosos y crueles, donde los que juraron proteger y defender a los demás a costa<br />
de sus vidas han olvidado sus promesas. Con la maldad campando a sus anchas por el mundo,<br />
la necesidad de un paladín que se alce por la humanidad es casi imperiosa.<br />
¿Quién nos asistirá en tal momento de desesperación?<br />
Prólogo<br />
Esta historia tuvo lugar en un mundo imposible durante una época que jamás existió.<br />
Eran tiempos oscuros, tiempos de sufrimiento, maldad y perversión. El mundo ha sido<br />
abandonado a su suerte y se halla sumido en el caos y la locura.<br />
No fue la guerra la que trajo los males. No hubo batallas, ni guerreros, ni espadas. Fue algo<br />
más terrible y más sutil, contra lo que no puedes luchar tan fácilmente.<br />
Séptico, profundo conocedor de todas las debilidades del alma humana, no llegó a Seisnaciones<br />
a lomos de caballos ni al mando de un poderoso ejército, no asedió fortalezas ni ensartó cabezas<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine
en picas. Séptico fue sutil y diestro, dio un<br />
golpe de poder tan sigiloso que la población<br />
nunca se percató de lo que ocurría y siempre<br />
fue demasiado tarde para hacer algo. La bilis<br />
de Séptico resbaló impregnando el orden<br />
de las cosas, las formas de vida, el funcionamiento<br />
del mundo.<br />
Los líderes de Seisnaciones, tres hombres<br />
y tres mujeres conocidos como los Custodios,<br />
fueron los primeros en caer. Siempre se creyeron<br />
a salvo en el interior del Octanón, la<br />
fortaleza piramidal que flota sobre las aguas<br />
del Mar Soberano y desde la que dirigen Seisnaciones.<br />
Qué equivocados estaban.<br />
Séptico susurró a sus ancianos oídos, deleitándoles<br />
con promesas de grandes poderes<br />
ignotos, y ellos se doblegaron ante las sublimes<br />
tentaciones. Llegó sin que nadie se diera<br />
cuenta y los hizo arrodillarse sin que fueran<br />
conscientes. Se convirtieron en marionetas,<br />
juguetes en sus manos, y él manejaba en silencio<br />
y entre sombras el destino de Seisnaciones<br />
ante la indolencia de su población. Es<br />
entonces cuando cobraron especial sentido<br />
las palabras del sabio poeta del Imperio Remulano:<br />
“Quis custodiet ipsos custodes?”.<br />
Con los Custodios dominados, la podredumbre<br />
de Séptico se extendió por doquier. Antiguos<br />
y olvidados dioses prohibidos se alzaron<br />
de nuevo, dispuestos a recuperar lo que siempre<br />
les había pertenecido, deseosos de subyugar<br />
y esclavizar. Séptico los invocó y ellos<br />
acudieron, impacientes por pactar con él. Así<br />
volvieron al mundo los Mil Demonios de la<br />
Sierra de Nácar o los íncubos de Al´Kahab;<br />
llegaron reptando al amparo de la noche, con<br />
el mundo dormido, y se introdujeron en cada<br />
rincón, cada casa, cada palacio, cada mente,<br />
viciando y alterando la realidad a su antojo.<br />
Y, en medio de esta edad sombría, Histrión<br />
apareció. No hablaremos ahora de lo poco que<br />
se sabe de él ni de lo mucho que se rumorea,<br />
no adelantaremos acontecimientos ni describiremos<br />
las consecuencias de sus actos; dejaremos,<br />
simplemente, que la historia transcurra<br />
y nos desvele los misterios de este extraño<br />
héroe, si es que se puede conocer alguno.<br />
HISTRIÓN<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
I<br />
Al final del Laberinto de los Infinitos Caminos,<br />
esos que recorren las llanuras de arena,<br />
y junto al comienzo del Desierto Eterno,<br />
que es donde acaba el mundo, está Gul´sige.<br />
Erigida entre cambiantes dunas y los deslucidos<br />
huesos rotos de gigantescos cadáveres,<br />
Gul´sige, la ciudad mercado gobernada por<br />
Moordenaar el ogro, lanza la oscura luz de su<br />
faro negro sobre la sofocante arena.<br />
Aquí empieza nuestra historia. Una caravana<br />
formada por tres carretas y una veintena<br />
de personas avanza penosamente por un<br />
camino empedrado del Laberinto. Al fondo,<br />
recortándose contra el horizonte, se vislumbra<br />
Gul´sige, de murallas gruesas y planas y<br />
un altísimo torreón. Y sobre ella, nubes púrpuras<br />
se arremolinan en el cielo, rugiendo y<br />
lanzándose rayos las unas a las otras.<br />
Los viajeros caminan despacio, arrastrando<br />
los pies, como cuerpos sin vida animados<br />
por magia. Solo uno de entre ellos, una joven<br />
chica llamada Nashama, parece albergar<br />
algo de vida en sus ojos. Contempla la ciudad<br />
fijamente y el miedo tiene paralizado su<br />
rostro en una expresión de horror. Sus dedos<br />
agarran con fuerza la brida de su camello y<br />
sus pies apenas avanzan. Nadie parece darse<br />
cuenta cuando se para en seco, incapaz de<br />
dar un paso más.<br />
Es una voz a su espalda la que la saca de<br />
la parálisis.<br />
– ¿Tienes miedo?<br />
Nashama se gira bruscamente, sobresaltada<br />
por la cercanía de la persona que habla.<br />
Resulta ser una mujer de rostro cuadrado,<br />
aunque bello y proporcionado, de ojos grises<br />
y mirada intensa. Nashama asiente en silencio,<br />
impresionada por los raros ropajes de la<br />
desconocida. Ésta protege su cabeza con un<br />
pañuelo de tal manera que sólo deja visible<br />
su rostro, y esto es lo único que oculta por<br />
completo. Tanto el vientre como las piernas<br />
y brazos los lleva destapados. En el pecho<br />
lleva una tela enrollada y en las caderas un<br />
enorme cinturón, muy parecido al de las bai-<br />
57
58<br />
larinas del viento, del que cuelgan tres tiras<br />
de seda teñida, dos hacia los lados y una por<br />
delante, que le llegan por las rodillas. Calza<br />
unas sandalias de tiras de cuero, y todo está<br />
teñido en el tono de la arena. Es raro ver a<br />
alguien tan ligero de ropa en el desierto.<br />
– ¿Qué es lo que te asusta? –pregunta la<br />
mujer. Su voz es suave, casi un susurro, pero<br />
Nashama la oye perfectamente, como si estuviera<br />
en su cabeza.<br />
– Los ogros –responde la chica.<br />
La mujer asiente y hace un gesto con la<br />
mano, para que camine con ella. Nashama<br />
comienza a andar casi sin querer, arrastrando<br />
a su camello con ella. Se fija entonces en<br />
que la extraña lleva brazaletes de cuero con<br />
extrañas inscripciones en las muñecas, y que<br />
se apoya en una especie de vara de madera<br />
casi tan alta como su portadora.<br />
– Cuéntame, ¿por qué les temes? ¿Qué sabes<br />
de ellos?<br />
– He oído algunas historias –responde Nashama,<br />
dedicando unos segundos a rebuscar<br />
en su cabeza–. Dicen que son voraces, violentos,<br />
mucho más fuertes que los uglos que tiran<br />
de estos carros, y que capturan gigantes.<br />
Les gusta mucho el oro y están siempre de<br />
mal humor. Tienen a su servicio a montones<br />
de cin de arena, esos asquerosos y chillones<br />
trasgos enanos. –Levanta la vista para mirar<br />
a la mujer a los ojos–. Les temo porque esclavizan<br />
a la gente, los obligan a trabajar para<br />
ellos en sus horribles ciudades y jamás les<br />
dejan salir. A veces se los comen porque sí.<br />
Esto último lo dice Nashama muy por lo<br />
bajo, como si temiera que solo por mencionarlo<br />
le fuera a ocurrir a ella. La mujer no<br />
aparta la mirada de ella.<br />
– Si tan peligrosos son, ¿por qué viajas entonces<br />
a Gul´sige?<br />
– No lo sé –contesta Nashama visiblemente<br />
molesta. Señala con la cabeza a la carreta<br />
que va por delante–. Es cosa de mis padres.<br />
Hace tres noches decidieron que no podíamos<br />
seguir comerciando en el Laberinto y que lo<br />
único que podíamos hacer era ir a una ciudad<br />
de ogros. He intentado convencerles de<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
que no es buena idea, pero no me escuchan.<br />
Ellos –añade haciendo un ademán a toda la<br />
caravana– conocen igual que yo las historias<br />
sobre ogros, pero parece que les da igual. No<br />
sé porque no lo ven.<br />
Las dos alzan la vista de nuevo hacia<br />
Gul´sige. Cada vez están más cerca y la ciudad<br />
resulta más y más imponente.<br />
– ¿Y tú sí lo ves? –pregunta la mujer.<br />
– Claro.<br />
– ¿Y por qué crees que es?<br />
Nashama se encoge de hombros. La mujer<br />
sonríe y su dentadura blanca contrasta con<br />
las caras tristes y resignadas del resto de la<br />
caravana. Entonces vuelve a hablar.<br />
– Los ogros son ciertamente todo eso que<br />
dices. Pero tienen sus puntos débiles. Son vagos,<br />
su número es escaso y su inteligencia es<br />
aún menor. –Le guiña un ojo a Nashama–.<br />
Yo te cuidaré ahí dentro, no tienes nada que<br />
temer.<br />
La joven, aunque frunce el ceño con preocupación,<br />
se siente más relajada. No se para<br />
a pensar de qué la protegerá ni por qué lo<br />
hace, ni siquiera pregunta su nombre, simplemente<br />
disfruta de la temporal sensación<br />
de seguridad que sus padres son incapaces de<br />
proporcionar.<br />
Vuelve a dirigir su mirada hacia Gul´sige,<br />
en concreto hacia el faro de luz negra. El aire<br />
parece crepitar a su alrededor y una oleada<br />
de náuseas invade a Nashama. No le gusta<br />
el faro de Gul´sige, no presagia nada bueno,<br />
y parece que las nubes forman un torbellino<br />
a su alrededor.<br />
Aparta los ojos de la ciudad con desagrado<br />
y mira entonces al Desierto Eterno. Duna<br />
tras duna, el Desierto se extiende hacia el horizonte,<br />
un mar de arena interminable. Aquí<br />
y allá se ven manchas blanquecinas, probablemente<br />
los huesos deslucidos de alguna<br />
criatura milenaria. A quién o qué pertenecen<br />
los esqueletos que salpican el paisaje es un<br />
misterio. Nadie se interna en el Desierto porque<br />
nadie vuelve para contarlo. Ni siquiera lo<br />
hacen las aves.<br />
– Dicen que aquí acaba el mundo –comen
ta Nashama con la vista perdida en los ondulantes<br />
vapores de la arena–. Dicen que si<br />
llegas al otro lado, si sobrevives al calor, a los<br />
gusanos tragahombres y a los titanes escorpiones,<br />
te encuentras un gran cortado donde<br />
la arena se precipita al vacío. El cielo se vuelve<br />
negro como la noche, pero sin estrellas ni<br />
lunas, y un viento de mil colores te empuja a<br />
la oscuridad. –Nashama gira la cabeza para<br />
mirar a su compañera–. O al menos eso me…<br />
A su lado no hay nadie más que su camello,<br />
que la observa indiferente mientras mueve<br />
la boca rítmicamente. Se detiene y mira alrededor,<br />
alarmada, buscando entre los viajeros<br />
a su nueva amiga, pero no la encuentra.<br />
Sólo ve a hombres y mujeres vestidos como<br />
ella misma, arrastrando a sus camellos o dirigiendo<br />
a los pellejudos y pesados uglos que<br />
tiran de los carromatos. La llamaría a voces,<br />
pero se da cuenta de que no sabe su nombre.<br />
II<br />
Las altas murallas de Gul´sige se alzaban<br />
frente a la caravana. Sólo hay una forma de<br />
pasar al interior, y es a través de las Fauces,<br />
una enorme puerta de doble hoja con cientos<br />
de remaches de acero en punta. A los lados,<br />
rodeando la madera como se rodea a una hoguera<br />
con piedras, hay incrustados colmillos<br />
y cuernos afilados tan grandes como el brazo<br />
de un hombre y que dan a la entrada tan merecido<br />
sobrenombre. Custodiándola están dos<br />
terribles ogros.<br />
Es la primera vez que Nashama ve ogros,<br />
así que se acerca instintivamente a los carromatos.<br />
Los ogros tienen forma humanoide,<br />
aunque son el doble de altos, el triple de<br />
anchos y con la piel un grisácea. Salvo unas<br />
piezas de metal unidas por cadenas sobre<br />
la enorme panza, unos pantalones sucios y<br />
unas botas con puntera de hierro, los ogros<br />
van completamente desnudos. Aunque parecen<br />
estar gordos y llenos de grasa se adivinan<br />
grandes masas de músculos fuertes. La<br />
cabeza, unida al tronco casi sin cuello, es lo<br />
más grotesco, pues sus facciones son anchas<br />
y bastas, más parecidas a las de los trolls que<br />
HISTRIÓN<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
a las de los hombres. Blanden enormes clavas<br />
con pinchos, que alzan con soltura para<br />
detener a la caravana.<br />
– ¡Alto! –dice uno de ellos. Su voz es grave<br />
y profunda, y se oye a lo largo de toda la columna–.<br />
Quiénes sois y qué queréis.<br />
Un hombre, que va a la cabeza del convoy,<br />
se adelanta y habla con él. Nashama, que<br />
está detrás de la carreta, no consigue oírlo<br />
bien, pero al poco tiempo las Fauces comienzan<br />
a abrirse con un crujido y los centinelas<br />
se apartan para dejarles entrar. Al pasar junto<br />
a ellos, Nashama ve pintada en sus rostros<br />
una sonrisa que la hace estremecerse.<br />
Si el exterior de Gul´sige resulta amenazador,<br />
el interior es aún más aterrador. Las<br />
calles son oscuras, en pendiente y desiguales,<br />
estrechas a veces y anchas otras, y las casas,<br />
de colores grises y marrones, se apiñan llenas<br />
de suciedad y escombros. La ciudad entera<br />
huele a rancio y en el aire flota un polvillo<br />
parecido a la ceniza. En todo momento, por<br />
encima y recortándose contra el cielo, se ve<br />
el faro de Gul´sige rodeado de su luz negra,<br />
y sobre él las nubes ocultan el sol y el cielo,<br />
haciendo que la urbe resulte aún más claustrofóbica.<br />
La ciudad es un caos, por todas partes pululan<br />
los pequeños cin de arena, de piel aún<br />
más gris que los ogros y las casas. Corretean<br />
a toda prisa lanzando grititos y exclamaciones,<br />
cargando trastos y cosas de un lado para<br />
otro, peleándose cuando se chocan y chillando<br />
y señalando a los viajeros de la caravana<br />
cuando pasan junto a ellos. De vez en cuando<br />
se ve algún humano, normalmente mujeres<br />
ancianas que se asoman brevemente para<br />
observar a los recién llegados. Todas tienen<br />
un aspecto aún más cansado y macilento que<br />
ellos. ¿Quién querría comerciar allí?<br />
Al doblar en una esquina, la caravana entra<br />
en una calle más ancha y la pregunta obtiene<br />
su respuesta. Aquí no hay cin de arena<br />
ni tampoco personas, son los yehksan los que<br />
habitan en esta parte. Son los vendedores<br />
más evitados y poseen las mercancías más<br />
deseadas. Unos caminan y otros los contem-<br />
59
60<br />
plan sentados en el suelo o a la sombra de sus<br />
tenderetes. Al principio Nashama los confunde<br />
con montones de ropa tirados en el suelo,<br />
hasta que uno se mueve y ella da un bote,<br />
sobresaltada, reconociendo al instante de qué<br />
se tratan. Los yehksan, los más extraños de<br />
todos los habitantes del Laberinto, son criaturas<br />
de forma humana que cubren su cuerpo<br />
con túnicas y trapos ocultando cualquier<br />
resquicio salvo una rendija para sus ojos, que<br />
brillan amarillentos. Nadie sabe que hay detrás<br />
de la tela, pues cuando matas a un yehksan<br />
su cuerpo desaparece. A su alrededor el<br />
aire parece ondular.<br />
Los viajeros caminan en silencio, atemorizados<br />
por la presencia de estos seres, que los<br />
observan sin emitir un solo sonido. Nashama<br />
respira hondo y aliviada cuando por fin dejan<br />
atrás la calle. Al instante le dan arcadas y tos<br />
a causa del polvo en suspensión del ambiente<br />
Tras dar un par de vueltas más, llegan a<br />
una zona donde las calles son más amplias.<br />
Allí empiezan a ver ogros de nuevo. Tal y<br />
como dijo la extraña mujer, son pocos y no<br />
tienen aspecto de ser muy listos. Un guardia<br />
armado con un hacha enorme les detiene y<br />
el hombre de la puerta vuelve a hablar en<br />
nombre de todos. El ogro hace un gesto y les<br />
precede en dirección al centro de la ciudad.<br />
Nashama comprueba con horror que cada vez<br />
están más cerca del horrible faro.<br />
Un rugido ensordecedor se oye por toda<br />
Gul´sige. Toda la caravana mira alrededor y<br />
hacia el cielo, temblando de miedo y buscando<br />
el origen del estruendo. Pronto lo descubren,<br />
tras seguir al guardia hasta una amplia<br />
plaza. Allí, encadenado a un titánico monolito<br />
negro, hay un gigante del desierto vestido<br />
únicamente con un taparrabos. Es dos veces<br />
el ogro más alto, de brazos y piernas largos y<br />
desproporcionados, y de él emana un hedor<br />
casi insoportable. Le tienen rodeado por una<br />
recia cadena de eslabones grandes como sus<br />
puños, con espinas de acero que se clavan en<br />
su piel, hiriéndole en cien sitios a la vez. El<br />
gigante balancea la cabeza agonizante, rugiendo<br />
con fuerza cada vez que un ogro le<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
aguijonea con una lanza en las piernas. Varios<br />
ogros contemplan el espectáculo y alzan<br />
sus puños entre voces cada vez que el de la<br />
pica ataca al gigante.<br />
Los viajeros de la caravana pasan despacio,<br />
contemplando con asombro al gigante. Es<br />
raro ver uno, y aún más raro verlo en cautividad.<br />
Nashama se pregunta cómo lo habrán hecho,<br />
cuán terribles serán los ogros capaces de<br />
doblegar a un gigante. Pronto deja de pensar<br />
en ello, pues entran en una pequeña plaza<br />
con columnas donde les espera, para su sorpresa,<br />
una mujer. Va vestida con una túnica<br />
blanca que le cae desde un hombro, dejando<br />
el otro al descubierto. Es una mujer joven y<br />
bella, con el pelo oscuro y largo, y de curvas<br />
marcadas y sensuales.<br />
– Bienvenidos a Gul´sige –dice, haciéndose<br />
oír por encima del murmullo de la caravana–.<br />
Mi nombre es Cornelia y mi función es<br />
supervisar la llegada a la ciudad en nombre<br />
de Moordenaar, que os recibirá más adelante.<br />
–Se toma un instante para observarnos<br />
a todos y sigue hablando–. Por cortesía del<br />
señor de Gul´sige, se os proporcionará comida<br />
y cobijo hasta que ya no sea necesario. A<br />
cambio se os pide que colaboréis con vuestro<br />
trabajo al mantenimiento y crecimiento de la<br />
ciudad. Ahora os distribuiremos las tareas<br />
según vuestras capacidades. –Levanta el<br />
brazo derecho y cuatro ogros salen de entre<br />
las columnas–. Que me acompañen primero<br />
las mujeres.<br />
Y diciendo esto, se da la vuelta y se marcha.<br />
Las personas de la caravana se miran<br />
los unos a los otros, nerviosos. Entonces los<br />
ogros empiezan a acercarse y a separar a empujones<br />
a las mujeres de los hombres. Una<br />
de ellas es empujada con tanta fuerza que<br />
se rompe la cabeza contra una columna. Los<br />
ogros estallan en risas y las demás, para evitar<br />
un destino similar, comienzan a separarse<br />
del grupo y a ir en la misma dirección que<br />
Cornelia.<br />
Después de recorrer un pasillo, llegan a<br />
una pequeña sala oscura con una cortina al
final. Frente a ella está Cornelia junto a otra<br />
mujer que viste de la misma manera. Ésta,<br />
sin embargo, no observa a los recién llegados<br />
con altivez, sino que mira al suelo con la cabeza<br />
agachada.<br />
– Iréis entrando de una en una –dice Cornelia,<br />
señalando a la cortina–. Vais pasando<br />
cuando yo lo diga.<br />
Cornelia y la otra mujer desaparecen detrás<br />
de la cortina, dejando a todas sumidas<br />
en un estado de nerviosismo e inquietud.<br />
– ¡Que pase la primera! –grita Cornelia.<br />
El chillido surte efecto, pues una de las mujeres<br />
sale a toda prisa y sin pensárselo más<br />
en dirección a la cortina. Nashama se percata<br />
tarde de que se trataba de su madre. La sorprende<br />
descubrir el desapego que siente por<br />
sus progenitores, que parece que hayan perdido<br />
las ganas de vivir. Tras un corto rato de<br />
silencio absoluto, Cornelia vuelve a hablar.<br />
– ¡La siguiente!<br />
Otra mujer se separa de las demás y va con<br />
Cornelia. Cuando el resto comprueba que no<br />
se oyen gritos ni nada sospechoso, comienzan<br />
a relajarse un poco y a hablar con susurros<br />
entre ellas. Nashama, que hasta ahora se<br />
había preguntado qué sería de su madre por<br />
simple curiosidad, aprovecha para buscar en<br />
el grupo a la extraña mujer que le habló antes<br />
de llegar a Gul´sige. Primero trata de encontrarla<br />
por su vestimenta, pero cuando ya<br />
ha revisado tres veces sin éxito decide fijarse<br />
en las caras. Siete mujeres han pasado ya<br />
cuando Nashama desiste: no hay rastro de la<br />
mujer desconocida. Nashama se deja caer en<br />
el suelo sumida en sus pensamientos. ¿Quién<br />
sería la mujer? ¿Por qué no ha preguntado su<br />
nombre?<br />
– ¿Es que no me oyes? –grita Cornelia haciendo<br />
gestos desde la cortina–. ¡Pasa, vamos!<br />
Nashama levanta la cabeza, asustada, y se<br />
da cuenta de que está sola en la sala, el resto<br />
de mujeres deben de haber terminado ya.<br />
Se levanta de un salto y va corriendo junto a<br />
Cornelia.<br />
– Ponte ahí y túmbate –dice señalando una<br />
mesa.<br />
HISTRIÓN<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Nashama obedece. El interior es una pequeña<br />
habitación con una lámpara de aceite<br />
colgando del techo. Al otro lado hay otra cortina.<br />
La joven se dirige hacia donde le ha indicado<br />
Cornelia. Es una mesa alta, larga y estrecha<br />
con una sábana encima, y tiene que<br />
empujarse con los brazos para poder subir.<br />
Se tumba y se estremece al comprobar que<br />
la mesa está muy fría a pesar de la sábana.<br />
Gira la cabeza y ve en un rincón a la otra mujer<br />
que viste como Cornelia. Está ante una<br />
jofaina llena de agua, donde mete las manos<br />
una y otra vez. Cornelia se acerca a ella.<br />
– Apoya los pies, dobla las rodillas y abre<br />
las piernas.<br />
Nashama empieza a hacer lo que la ordena<br />
con cierta reticencia, sabe que esa postura no<br />
puede llevar a nada bueno. Se oye entonces<br />
un forcejeo seguido de un crujido y un golpe<br />
sordo. Nashama levanta la cabeza alarmada<br />
y se encuentra con Cornelia tirada en el suelo,<br />
boca abajo, pero con la cabeza del revés. A<br />
todas luces, Cornelia está muerta.<br />
Junto a ella, agazapada, está la otra mujer<br />
de blanco, que rápidamente se lleva el dedo a<br />
los labios para indicar silencio. Nashama reconoce<br />
al instante los ojos grises que la miran<br />
con complicidad: es la desconocida con la que<br />
habló en la caravana.<br />
La mujer se mueve con ligereza y en un<br />
abrir y cerrar de ojos lleva el cadáver de Cornelia<br />
sobre el hombro, como si fuera un saco<br />
de dátiles medio vacío.<br />
– Ven conmigo, vámonos –dice en un susurro–.<br />
No hagas ruido.<br />
Nashama está asustada, pero se deja guiar<br />
por la confianza que le inspira la mujer. Salen<br />
por la cortina de detrás, que lleva a una<br />
nueva habitación alargada hacia los lados.<br />
En la pared del fondo se abren varios huecos<br />
con escaleras que descienden. Las dos se dirigen<br />
hacia el que está más a la derecha. La<br />
mujer asoma la cabeza al interior con cuidado<br />
y luego se vuelve hacia la joven.<br />
– Baja por aquí –dice–. No hace falta que<br />
corras, pero no te detengas. Abajo encontra-<br />
61
62<br />
rás algunas mujeres. No digas nada, únicamente<br />
quédate con ellas. Por supuesto no le<br />
cuentes a nadie nada de esto, ¿de acuerdo?<br />
–Nashama asiente en completo silencio. La<br />
mujer sonríe tranquilizadoramente–. No te<br />
preocupes, dije que te cuidaría, ¿no?<br />
Sin dar tiempo a Nashama para contestar,<br />
la empuja al interior de las escaleras, que son<br />
de caracol. La chica pierde el equilibrio y se<br />
ve obligada a bajar a trompicones, despellejándose<br />
las manos al frenar contra las paredes.<br />
Después de un descenso atropellado,<br />
Nashama llega a una habitación estrecha,<br />
oscura y que huele a humedad. Un grupo de<br />
cuatro mujeres, todas bastante mayores que<br />
ella, la observan con curiosidad pero sin decir<br />
nada. Nashama apenas distingue sus rostros,<br />
pues la sala está iluminada únicamente<br />
por dos teas sujetas por hierros burdos a las<br />
gruesas piedras de las paredes. Acordándose<br />
de las instrucciones de la mujer, se sienta en<br />
el suelo sin hablar con nadie, frotándose las<br />
manos heridas.<br />
Un golpe seco rompe el silencio. Una alta<br />
puerta de madera, que Nashama ni siquiera<br />
había visto, se abre al fondo de la habitación<br />
con un chirrido. Por ella entra una mujer que<br />
hace que la joven pegue un brinco. ¡Se trata<br />
de Cornelia! Se mueve y respira, y tiene la cabeza<br />
bien puesta. Nashama siente la sangre<br />
congelada en las venas y la cabeza le da vueltas<br />
por la impresión. Unos pesados pasos al<br />
otro lado la sacan de su conmoción. Una enorme<br />
figura pasa junto a Cornelia. Es un ogro.<br />
En la mano izquierda lleva un guantelete de<br />
hierro plagado de pinchos y en el cinturón<br />
una desproporcionada y oxidada cimitarra.<br />
Se detiene un paso por delante de la mujer y<br />
observa a todas las de la habitación.<br />
– ¿Cuál? –gruñe.<br />
Cornelia repasa la estancia con la mirada y<br />
levanta un dedo.<br />
– Esa –contesta ella.<br />
Nashama vuelve a sentir el helor en el<br />
cuerpo, pues el dedo la señala a ella. El ogro<br />
la mira frunciendo el entrecejo. Tiene la boca<br />
desproporcionadamente grande y de la man-<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
díbula inferior le salen un par de pequeños<br />
colmillos. Los ojos apenas se ven, de diminutos<br />
que son.<br />
– Sígueme –vuelve a gruñir el ogro, haciendo<br />
un gesto con la mano a Nashama y saliendo<br />
por la puerta.<br />
La joven se queda paralizada, temblando<br />
de miedo. Cornelia la mira fijamente y abre<br />
velozmente los ojos, únicamente durante un<br />
instante, tratando de atraer la atención de la<br />
chica. Después hace un gesto con la cabeza<br />
en dirección a la puerta, apremiándola a ir.<br />
Nashama duda, pero un extraño destello en<br />
la mirada de Cornelia hace que se le pase el<br />
pánico y sus piernas reaccionen.<br />
El ogro camina lenta y pesadamente, resonando<br />
a cada paso el metal de su armadura<br />
improvisada. Nashama le alcanza rápidamente<br />
y se ajusta a su paso. La guía por varios<br />
pasillos de piedra hasta llegar a un salón<br />
circular. En el suelo hay una reja de hierro y<br />
a través de ella se ven cientos de hombres famélicos<br />
y encadenados trabajando en la piedra.<br />
Unos pican, otros cargan carretas y los<br />
últimos echan paladas de roca negra a una<br />
caldera que ocupa todo el centro, elevándose<br />
a través de la reja hasta el techo. Cin de arena<br />
corretean entre sus piernas, pinchando a algunos<br />
con pequeños palos y dirigiendo el trabajo.<br />
Dos pares de ogros vigilan, sacudiendo<br />
sus látigos a la menor oportunidad. Algunos<br />
hombres tienen las espaldas en carne viva, y<br />
uno está tirado en el suelo, inmóvil, con los<br />
ojos abiertos y los huesos al aire.<br />
– Considérate afortunada –dice el ogro, dirigiéndose<br />
a Nashama por encima del hombro–.<br />
Tú no tendrás que trabajar como ellos.<br />
Abandonan la sala y continúan por otro<br />
largo pasillo mal iluminado. No hay ventanas<br />
ni luz natural, y, aunque no hay polvo en<br />
el aire como en la superficie, está muy viciado<br />
y cuesta respirar. El ogro se para a mitad<br />
de camino y empuja una puerta tan grande<br />
como él. Nashama le sigue y entra en un sitio<br />
que tiene el olor y el aspecto de una cocina.<br />
– Espera –le ordena el ogro, señalando una<br />
silla de madera desvencijada.
La bestia sale y cierra la puerta con llave.<br />
Nashama se sienta e inspecciona lo que hay<br />
alrededor. Una olla enorme esta puesta sobre<br />
el fuego, dentro de una tosca chimenea. Sale<br />
humo y se oye agua hirviendo. En el centro<br />
hay una larga y sucia mesa llena de cuchillos,<br />
sartenes, platos, cacerolas y todo tipo de<br />
utensilios de cocina. Las paredes están cubiertas<br />
de estanterías con botes de cristal y<br />
extrañas sustancias en su interior. Del techo<br />
cuelgan más cuchillos y sartenes.<br />
Se oye entonces descorrerse el cerrojo y entra<br />
otro ogro distinto. Éste es más gordo que<br />
los otros, una mole de grasa casi amorfa. Lleva<br />
un delantal lleno de manchas secas que<br />
recuerdan a sangre.<br />
– Así que ere´ tú –dice, rascándose el trasero<br />
y cerrando la puerta–. Mú bien, tiene´<br />
güen a´pecto.<br />
Empieza a trastear con los cacharros que<br />
hay por la cocina. Al darse la vuelta, Nashama<br />
observa con horror que tiene la espalda<br />
atravesada por varios ganchos de los que<br />
cuelgan cuchillos y objetos afilados. Si aquello<br />
le duele, el ogro no da muestras de que así<br />
sea. Remueve el líquido de la olla y, cogiendo<br />
un bote de una estantería, empieza a echar<br />
polvos en su interior mientras farfulla algo<br />
que parece una oración. El líquido burbujea<br />
aún más y desprende humo de colores. El<br />
ogro asiente satisfecho, se sacude las manos<br />
y se gira hacia la chica.<br />
– ¿Cuánto´ año´ tiene´? –pregunta, sonriendo.<br />
– Dieciséis –responde Nashama casi automáticamente.<br />
El ogro abre los ojos todo lo que puede y se<br />
echa a reír, aporreándose la tripa. Sus risotadas<br />
llenan la cocina y se imponen por encima<br />
del borboteo de la olla. Cuando se calma un<br />
poco, se pasa una mano por la cara y se acerca<br />
a Nashama.<br />
– Qué presumida´ soi´ la´ mujere´. –Agarra<br />
el brazo de la joven y la alza en vilo–. Casi<br />
tiene´ edad de ser abuela y quiere´ hacemme<br />
creer que es una chiquilla. –Con una sacudida,<br />
se pone a la chica al hombro–. Al señó<br />
HISTRIÓN<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Moordenaar le gustan mujere´ mayore´. Carne<br />
ma´ güena.<br />
A pesar de que no entiende qué quiere decir<br />
el cocinero con lo de la abuela, el horror<br />
invade a Nashama al oír las últimas palabras,<br />
pues al instante comprende lo que se<br />
propone hacer con ella. Se revuelve y patalea,<br />
lanzando gritos y golpeando al ogro con todas<br />
sus fuerzas. Esto sólo sirve para hacerle<br />
reír aún más fuerte mientras la acerca más<br />
a la imponente olla. Aterrada por la idea de<br />
hervir, Nashama coordina sus movimientos<br />
y dirige un fuerte rodillazo contra la nariz<br />
de cerdo del ogro. Se oye un crujido y el ogro<br />
gime de dolor, soltando a Nashama, que cae<br />
contra el suelo golpeándose en la cabeza. El<br />
ogro se sujeta la cara con la mano, por la que<br />
resbala entre los dedos sangre negra.<br />
– ¡Te voy a decuatizá, puta! –brama llevándose<br />
la mano a la espalda y sacando un cuchillo<br />
de uno de los ganchos.<br />
Nashama se retuerce en el suelo, con la<br />
cocina desdibujándose y dando vueltas a su<br />
alrededor. Se oye un chasquido y la puerta<br />
sale disparada con violencia. Una figura, que<br />
Nashama ve borrosa y no es capaz de distinguir,<br />
se yergue bajo el marco. Parece un humano,<br />
pues es más pequeña que un ogro.<br />
El cocinero ruge algo y desengancha otro<br />
instrumento de su espalda, que lanza contra<br />
el recién llegado. Este parece esquivarlo con<br />
agilidad para después agitar en dirección al<br />
ogro algo que parece una lanza o un palo. Se<br />
oyen otros dos chasquidos y el aire se llena de<br />
olor a ozono. El cocinero se encorva primero y<br />
sale propulsado hacia atrás después, estampándose<br />
contra la pared con un crujido sordo.<br />
Cacerolas y estantes se derrumban con<br />
el impacto, lanzando una lluvia de frascos de<br />
cristal que estallan al llegar al suelo. Uno de<br />
ellos se estrella contra la cabeza de Nashama,<br />
sumiéndola en una repentina oscuridad.<br />
III<br />
Un frío intenso seguido de un calor reconfortante<br />
la trae de vuelta a la realidad. Abre<br />
los ojos, cuyos párpados nota especialmente<br />
63
64<br />
pesados, y se remueve en el suelo. Una fuerte<br />
punzada en la cabeza le señala el punto<br />
donde el frasco chocó contra ella. Alguien la<br />
obliga a quedarse tumbada chistándola suavemente.<br />
– Quieta, aún no te muevas. –Pone su<br />
mano sobre la cabeza de la joven–. Dame un<br />
segundo.<br />
De nuevo Nashama vuelve a sentir frío y<br />
después un ligero calor, y el dolor empieza a<br />
disolverse lentamente. Consigue fijar la vista<br />
y levanta los ojos al techo. Sobre ella descubre<br />
el rostro de Cornelia, y lo primero que recuerda<br />
es que estaba muerta.<br />
– ¿Estás bien? –pregunta la mujer–. ¿Puedes<br />
oírme?<br />
Nashama asiente sin decir nada más, paralizada<br />
por el dolor, el mareo y el miedo de<br />
tener a un cadáver animado que, con total seguridad,<br />
es obra de un demonio.<br />
– Intenta levantarte poco a poco. –La ayuda<br />
agarrándola de la mano.<br />
La chica consigue enderezarse y quedarse<br />
sentada. Ahora la sorprende comprobar que<br />
la cocina está en perfecto orden y el cocinero<br />
ha desaparecido. Mira a Cornelia con los ojos<br />
muy abiertos.<br />
– ¿Lo has hecho tú? –pregunta. Se calla y<br />
vuelve a hablar, esta vez más rápido–: ¿Por<br />
qué estás viva?<br />
– Ahora no te lo puedo explicar, lo entenderás<br />
en su debido momento. –Cornelia ofrece<br />
apoyo para que Nashama se ponga en pie–.<br />
Ahora necesito que hagas un último esfuerzo<br />
para que todo esto pueda acabar.<br />
La chica la observa, más desconcertada<br />
que desconfiada.<br />
– ¿Para qué? ¿Qué quieres hacer?<br />
– Vamos a acabar con Gul´sige y Moordenaar.<br />
–Cornelia sonríe ampliamente, casi de<br />
forma infantil, mostrando unos dientes blancos<br />
y en buen estado.<br />
– ¿Cómo? –pregunta Nashama incapaz de<br />
encajar lo que está ocurriendo–. ¿Y por qué?<br />
– No te preocupes más –la regaña Cornelia,<br />
quitándole importancia con un ademán–. Lo<br />
que tienes que hacer es muy fácil, en seguida<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
habremos acabado.<br />
– ¿Qué quieres que haga? –Nashama, aunque<br />
reticente y confusa, empieza a sentir el<br />
gusanillo de la curiosidad.<br />
– Tienes que tumbarte ahí –contesta, señalando<br />
una gran bandeja sobre un carrito–.<br />
Quédate sin ropa y muy quieta.<br />
Nashama contempla la bandeja llena de<br />
frutas y verduras, en cuyo centro había un<br />
gran hueco que casaba perfectamente con su<br />
tamaño.<br />
– ¿Quieres que me coman? –pregunta con<br />
un hilillo de voz.<br />
– No, qué cosas dices –contesta sonriendo–.<br />
Pero de momento vamos a fingir que sí.<br />
Nashama contempla la bandeja sin estar<br />
muy segura de que sea buena idea. Entonces<br />
se gira hacia Cornelia y hace una nueva pregunta:<br />
– ¿Por qué debo hacerte caso? ¿Por qué<br />
debo confiar en ti?<br />
La mujer no responde, sino que se queda<br />
mirándola fijamente con la sonrisa permanente<br />
en sus labios. La joven percibe un<br />
destello en los ojos de Cornelia, que cambian<br />
durante un instante de color, volviéndose grises.<br />
Nashama se sobresalta, impresionada<br />
por semejante prodigio.<br />
– Eres tú –dice en un susurro.<br />
Cornelia asiente y, tirando suavemente de<br />
su brazo, la anima a subir a la bandeja. La<br />
joven se deja llevar, sintiendo una peculiar<br />
confianza a pesar de lo raro de la situación.<br />
Cornelia la ayuda a desnudarse y la sube a la<br />
bandeja con cuidado de no estropear ni tirar<br />
nada.<br />
– Muy bien –dice–. Ahora cierra los ojos y<br />
quédate quieta. No respires muy fuerte.<br />
Cornelia empuja el carrito y juntas salen<br />
de la cocina, que vuelve a tener la puerta en<br />
su sitio. Como Nashama lleva los ojos cerrados,<br />
pierde el sentido de la orientación al tercer<br />
giro en una esquina. Recorren más y más<br />
pasadizos, cambiando el ambiente y los olores<br />
de unos a otros. La travesía se le antoja<br />
eterna.<br />
El carrito se detiene y Nashama oye a Cor-
nelia manipular algo cerca de ella. Se oyen<br />
crujidos y el rozar de cuerdas y cadenas, y entonces,<br />
con una sacudida, Nashama se siente<br />
izar por encima del suelo.<br />
– Estamos en un elevador al pie del faro<br />
–dice Cornelia por lo bajo–. Esto nos llevará<br />
ante Moordenaar. Estate tranquila, ya queda<br />
menos.<br />
Empiezan a ascender y la chica nota que<br />
dejan atrás el aire sofocante de los sótanos.<br />
Una nueva y peculiar sensación invade a<br />
Nashama, como si todo a su alrededor palpitara<br />
y tuviera vida. Siente que se erizan levemente<br />
los pelos de sus brazos y un cosquilleo<br />
por todo su cuerpo. Al otro lado de las paredes<br />
se oye un bullicio constante que Nashama<br />
supone será el ruido de Gul´sige.<br />
Con otra sacudida, el elevador se detiene<br />
de golpe. Inmediatamente, resuena la voz de<br />
un ogro.<br />
– ¡Detente! –ruge. Nashama reprime la necesidad<br />
de echarse a temblar–. No poder entrar,<br />
Cornelia. Sólo ogros.<br />
– Lo sé, Golk –responde la mujer–, pero<br />
Murdu el marmitón me ha encargado traer<br />
esto ante Moordenaar. Lo hubiera traído él<br />
mismo, pero está terriblemente ocupado.<br />
– ¡No creer! ¡Eso no ser posible!<br />
– ¡Calla y mira, bruto! –grita Cornelia con<br />
potencia. Se oye el roce de un papel al desdoblarse–.<br />
Murdu, sabiendo que no le creeríais,<br />
ha escrito la orden en una nota. No se fía de<br />
vosotros porque sabe que le arrancaréis un<br />
brazo para probar, y eso hará enfadar a Moordenaar.<br />
¡Lee y verás!<br />
Se oye un tintineo de metales y el sonido<br />
del papel al cambiar de manos. Durante unos<br />
segundos el silencio reina en el lugar, interrumpido<br />
únicamente por la fuerte respiración<br />
de los ogros.<br />
– Yo no entender letra de Murdu –dice el<br />
ogro en un tono mucho más calmado que antes–.<br />
Marmitón escribir muy mal. –Hace una<br />
pausa–. Tú venir conmigo, yo acompañar<br />
ante Gran Señor Moordenaar.<br />
Nashama siente de nuevo la presencia de<br />
Cornelia, que empuja el carro sacándolo del<br />
HISTRIÓN<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
elevador. Delante de ellas, unas puertas pesadas<br />
resuenan al abrirse. Avanzan un poco<br />
más y, tras empujar otra puerta, Nashama<br />
percibe a través de los párpados la luz del<br />
día. Igualmente, el barullo que ha oído mientras<br />
subían también se intensifica.<br />
Temiendo ser descubierta pero incapaz de<br />
contener su curiosidad, la joven entreabre<br />
un ojo para observar a su alrededor. Lo que<br />
contempla es tan imponente que la deja aún<br />
más paralizada de lo que consigue con su actuación.<br />
Están en una amplia estancia circular con<br />
ventanas cada pocos metros cubiertas de cortinas<br />
moradas. En el centro se alza, del techo<br />
al suelo, un cilindro de metal negro con gruesos<br />
remaches. Al otro lado, enfrente de la<br />
puerta, hay un gigantesco trono de mármol,<br />
lleno de calaveras y filigranas de oro. Sobre<br />
él, rebosando por todos lados, se halla el ogro<br />
más grande de todos los que Nashama ha visto.<br />
Es más alto que los guardias de la entrada<br />
y más gordo que el cocinero, y tiene una doble<br />
papada que se mueve cuando habla. Va cubierto<br />
de joyas y piezas de metales preciosos,<br />
y cubre su cabeza con un casco dorado con<br />
cuernos. En la mano derecha sujeta una gigantesca<br />
maza que mueve como si fuera un<br />
cetro. Nashama no necesita más para saber<br />
que se halla ante el aterrador Moordenaar,<br />
señor de Gul´sige.<br />
– ¿Qué haces aquí, Cornelia? –pregunta él.<br />
A su lado está el ogro del puño de hierro, y<br />
tras ellos se entrevé una escalera con una estrecha<br />
puerta.<br />
– Murdu mandar a ella con comida –responde<br />
el guardia–. Escribir una nota diciendo<br />
que no fiar de nosotros.<br />
– ¡Golk, estúpido zoquete! –grita Moordenaar.<br />
Ante las voces de su señor, el ogro del<br />
puño de hierro da un paso al frente y desenvaina<br />
la cimitarra–. ¡Murdu no sabe escribir!<br />
¡Ningún ogro de esta ciudad sabe escribir o<br />
leer, por eso yo soy el jefe! –Nashama cree oír<br />
un gimoteo proveniente del guardia–. ¡Cornelia!<br />
¿Por qué engañas a este imbécil? ¿Qué<br />
quieres? ¿Todo esto solo para traerme la co-<br />
65
66<br />
mida?<br />
La conversación se ve cortada por un sonoro<br />
portazo. Detrás del trono de mármol se<br />
abre la portezuela y un hombre delgado baja<br />
por las escaleras.<br />
– ¡Maldito sea Halamar el Infame! ¿Qué<br />
ocurre aquí? ¿Qué son todos esos gritos? –Su<br />
voz suena cavernosa.<br />
El hombre lleva una túnica morada de<br />
varias capas sobre sus escuálidos hombros.<br />
Camina encorvado y a grandes zancadas, y<br />
tanto las manos como la cara son delgadas<br />
y huesudas. Nashama no sabría decir si es<br />
viejo o joven, ya que a veces le parece una<br />
cosa y a veces otra, pero cuando se acerca<br />
más se percata de que tiene una corta barba<br />
gris que cubre únicamente su mandíbula. La<br />
nariz ganchuda, muy parecida al pico de un<br />
águila, sostiene dos lentes redondas tras las<br />
que se adivinan dos enormes ojos de pupilas<br />
cuadradas, que hacen que Nashama no pueda<br />
reprimir un estremecimiento. El resto de<br />
la cabeza la lleva tapada con un casquete de<br />
cuero negro.<br />
– Murdu manda mi comida, brujo –responde<br />
el señor de Gul´sige ligeramente atemorizado,<br />
aunque tratando de conservar la dignidad–.<br />
Y Golk dice que ha mandado a Cornelia<br />
con ella, cosa que no es posible porque...<br />
– ¡Calla! –grita el supuesto brujo, pasando<br />
de largo del trono y acercándose a una de<br />
las ventanas–. No lo digo por vuestro vocerío,<br />
sino por el que viene de ahí fuera. ¿Es que no<br />
lo oís?<br />
Los ogros permanecen quietos, algo avergonzados.<br />
– Yo sentir… –dice de repente Golk–. Error<br />
mío. Yo llevar a Cornelia de vuel…<br />
El ogro se calla tan rápido como ha empezado<br />
a hablar cuando el brujo se da la vuelta<br />
bruscamente con expresión de alarma.<br />
– ¡La ciudad! –exclama–. ¡Están atacando<br />
la ciudad!<br />
Los ogros se miran, confusos. El del puño<br />
de hierro da dos grandes zancadas y se acerca<br />
a la ventana junto al brujo.<br />
– ¡El gigante está libre! –gruñe.<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Moordenaar le mira abriendo y cerrando la<br />
boca, sin saber qué hacer. Nashama oye entonces<br />
un gemido. Busca el origen del sonido<br />
y ve al brujo con cara de pánico. Éste tiene<br />
los ojos muy abiertos y mira fijamente a Cornelia.<br />
Da un paso hacia atrás visiblemente<br />
alterado y casi se tropieza con la túnica.<br />
– ¿Cómo has entrado aquí? –El brujo ya no<br />
suena tan poderoso, y la voz se le quiebra cerca<br />
del final de la frase.<br />
Mete la mano en un pliegue y saca algo que<br />
parecen pequeños huesos. Cornelia traza con<br />
la mano tres círculos de derecha a izquierda<br />
en el aire, por encima de ella y de Nashama.<br />
La chica nota el mismo cosquilleo en la piel<br />
que ha sentido al subir.<br />
El ambiente se pone tenso. Golk mira a<br />
unos y otros sin saber qué hacer, al igual que<br />
Moordenaar desde su trono. El ogro del puño<br />
de hierro percibe que algo malo va a pasar y<br />
se pone en guardia al lado del brujo. Por su<br />
parte, éste cierra las manos alrededor de los<br />
huesos y empieza a agitarlos mientras reza<br />
en un espantoso idioma que Nashama no conoce.<br />
Afuera el ruido se intensifica, y hasta<br />
se pueden distinguir los bramidos de un gigante.<br />
Todo ocurre muy rápido. Cornelia da un<br />
golpe de brazo y la vara de la mujer desconocida<br />
se materializa en su mano justo antes de<br />
que el brujo lance los huesos en su dirección.<br />
Estos se remueven y retuercen en el vuelo,<br />
rodeados de un resplandor entre negro y morado.<br />
Cornelia golpea el suelo con la punta de<br />
la vara y en el aire se forma, con un resplandor<br />
dorado, el círculo que ha trazado momentos<br />
antes. Los huesos colisionan contra una<br />
barrera invisible, que coincide con el círculo,<br />
y caen al suelo echando humo.<br />
Golk, que ha observado paralizado el breve<br />
duelo mágico, reacciona y alza su arma para<br />
golpear a Cornelia, pero ella es más rápida.<br />
Hace un molinete con su vara y la estira horizontal<br />
hacia Golk. Suena un chasquido y el<br />
guardia sale despedido contra la puerta, partiéndola<br />
en su trayectoria.<br />
El brujo da un alarido y sale corriendo ha
cia las escaleras de detrás del trono al mismo<br />
tiempo que el ogro del puño de hierro y<br />
Moordenaar se lanzan a la carga, este último<br />
entre grandes bamboleos de grasa. Cornelia<br />
se pone entre el carrito y los atacantes con las<br />
piernas estiradas y firme. Acerca el extremo<br />
superior de la vara a su mano izquierda y, diciendo<br />
algo entre dientes, traza un arco en el<br />
aire. Un rayo azul crepitante sale del bastón<br />
hasta su mano y permanece materializado,<br />
contorsionándose y cambiando pero sin perder<br />
sus anclajes. Justo cuando Moordenaar<br />
y el ogro están a punto de caer sobre Cornelia,<br />
ésta estira los dos brazos violentamente<br />
y, con un cegador destello, dos rayos salen<br />
despedidos impactando contra sus enemigos,<br />
que son propulsados hacia atrás.<br />
Nashama, que hasta ahora había permanecido<br />
tumbada pero con los ojos bien abiertos,<br />
se endereza bruscamente incapaz de aguantar<br />
más, impaciente por ver cómo ha acabado<br />
la pelea. Cornelia está frente a ella, de espaldas,<br />
con la mano izquierda y el báculo rodeados<br />
de finos rayos azules. Moordenaar y el<br />
ogro están tirados a unos metros, humeantes<br />
y chamuscados. Nashama no puede evitar<br />
sorprenderse por la facilidad con la que ha<br />
matado a tan brutales criaturas.<br />
– Ven –le dice de repente Cornelia–. Terminemos<br />
con esto.<br />
– ¿No estaré mejor aquí? –pregunta Nashama.<br />
– No me arriesgaré a que venga un ogro<br />
despistado y te pille aquí sola. Toma –dice<br />
dejando el báculo sobre el carrito y empezando<br />
a quitarse la túnica–, ponte esto.<br />
Cornelia se desnuda y le da la ropa a Nashama.<br />
La joven baja del carrito y se la pone<br />
y, aunque le queda un poco holgada pues<br />
Cornelia tiene más pecho y caderas que ella,<br />
agradece volver a estar cubierta. Cuando ha<br />
terminado de ajustarse el cinturón que le ciñe<br />
la túnica, Nashama levanta la vista y no se<br />
sorprende al descubrir junto a ella a la mujer<br />
desconocida. Sí que la sorprende, no obstante,<br />
ver que está vestida con las mismas ropas<br />
con las que la conoció. ¿Cómo lo ha hecho?<br />
HISTRIÓN<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Los ojos grises de la mujer la observan y luce<br />
una sonrisa guasona.<br />
– Ya te explicaré –dice, guiñándola un ojo–.<br />
Ahora vamos ahí arriba.<br />
La coge de la mano y las dos se dirigen a<br />
paso ligero hacia las escaleras y la pequeña<br />
puerta. La encuentran cerrada, pero con un<br />
toque del báculo de Cornelia se abre como si<br />
nada. Al otro lado hay una escalera que sube<br />
encajonada entre la pared exterior y una interior.<br />
Ascienden a toda prisa hasta que llegan<br />
a una plataforma.<br />
Allí se encuentran con el brujo, que está de<br />
rodillas dentro de un cuadrado pintado con<br />
tiza morada en el suelo, sujetando entre sus<br />
manos un trozo de piedra negra como los que<br />
ha visto Nashama en las minas. Están en la<br />
parte más alta del faro y no hay paredes, son<br />
todo láminas de vidrio grueso, y en el centro<br />
está el final de la caldera que tenía sus<br />
orígenes en las minas del subsuelo. Termina<br />
en una especie de rejilla, y en su interior<br />
hay un enorme cristal oscuro incrustado en<br />
la tubería negra. Nashama ve que los vapores<br />
se acumulan en el interior del cristal, que<br />
lanza destellos aleatorios a través de las láminas<br />
de vidrio. Esa es la famosa luz negra<br />
de Gul´sige, la que se puede ver desde una<br />
distancia de tres días de marcha. Además de<br />
eso, en la habitación hay un camastro estrecho,<br />
una mesa abarrotada de libros y viales y<br />
una sombra oscura que empieza a materializarse<br />
por encima del brujo.<br />
La mujer se aproxima a él y acerca la punta<br />
del báculo. Cuando pasa por encima de los<br />
dibujos, se oye un chisporroteo y la vara es<br />
empujada hacia atrás. La sombra empieza a<br />
gritar en un idioma incomprensible, pero la<br />
mujer le ignora y repite el movimiento desde<br />
distintos ángulos y siempre obtiene el mismo<br />
resultado. Se queda observando pensativa a<br />
la sombra, que crece y grita cada vez más, y<br />
al brujo, que está profundamente concentrado.<br />
Entonces agita la vara y golpea con fuerza<br />
el escudo protector. Se oye una explosión<br />
fuerte, pero no pasa nada más. Lo único que<br />
ha logrado es que el brujo abra los ojos sobre-<br />
67
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saltado por el ruido. La mujer sonríe y empieza<br />
a trazar líneas imaginarias en el suelo de<br />
alrededor con el bastón.<br />
– Tápate las orejas –le dice la mujer a Nashama<br />
cuando termina.<br />
Ella obedece y se queda a un lado. Ve que<br />
la sombra está tomando forma y distingue<br />
unas mandíbulas descomunales llenas de<br />
dientes y dos pares de ojos a los lados. La mujer<br />
agarra la vara con las dos manos, la alza<br />
por encima de su cabeza, pronuncia unas palabras<br />
que Nashama no entiende y descarga<br />
un golpe sobre la chimenea de la caldera. Se<br />
oye como el tañido de una campana muy amplificado,<br />
el faro tiembla y la sombra aúlla.<br />
Su rugido suena distorsionado y llega de más<br />
allá del éter. El brujo suda y frunce el ceño<br />
entre gestos de dolor y Nashama siente un<br />
picor molesto en los tímpanos. La mujer repite<br />
el proceso tres veces, y las tres se oye la<br />
campana, tiembla el faro y la sombra aúlla.<br />
No es necesaria una cuarta, pues el aire parece<br />
rielar y todo vibra alrededor. El brujo da<br />
un alarido y se lleva las manos a los oídos, de<br />
los que salen un hilillo de sangre, y al instante<br />
la sombra desaparece.<br />
– Si quieres protegerte de este mundo –le<br />
dice la mujer borrando las líneas moradas del<br />
suelo con el pie–, acuérdate también del sonido.<br />
El brujo se revuelve y gatea en dirección a<br />
la mesa. Se levanta como puede y empieza a<br />
rebuscar entre los libros y trastos de la mesa.<br />
La mujer se va acercando, lentamente.<br />
– ¿Cuánto tiempo creíais tú y Séptico que<br />
podrías mantener oculto este faro? –pregunta,<br />
visiblemente iracunda–. Usar rocademonio<br />
es peligroso, atrae atenciones indeseadas.<br />
El brujo se da la vuelta con un libro abierto<br />
y empieza a agitar la mano hacia la mujer<br />
mientras pronuncia palabras extrañas. Bolas<br />
de humo negro salen disparadas de sus dedos<br />
hacia ella, pero las desvía con un simple movimiento<br />
del báculo sin dejar de acercarse a<br />
él.<br />
– Habéis pasado límites, Ulaji –dice ella,<br />
mostrando una sonrisa que casi podría deno-<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
minarse voraz–, y no habéis sido precavidos.<br />
Nos habéis dado una excusa para acabar con<br />
vosotros. Prepárate a morir.<br />
El hombre da un alarido histérico, tira el<br />
libro y se lanza a por la mujer blandiendo un<br />
pequeño cuchillo que ha sacado de una de<br />
sus mangas. Ella le desarma con barrido de<br />
báculo en la mano, le golpea con el extremo<br />
inferior en el estómago y, haciendo un giro,<br />
le estampa la parte de arriba en la cabeza.<br />
Suena un chasquido más fuerte que las otras<br />
ocasiones, el cuello se le dobla en una posición<br />
antinatural y el brujo sale propulsado,<br />
atravesando el vidrio y precipitándose al vacío.<br />
Nashama se acerca con rapidez para contemplar<br />
el final del hombre, que se convierte<br />
en un puntito negro en el suelo de Gul´sige.<br />
Al asomarse, la joven, que había permanecido<br />
ajena, ve lo que ocurre abajo. Las calles<br />
están llenas de gente y criaturas. Los hombres<br />
que estaban esclavos en el sótano recorren<br />
ahora los suelos de arena armados con<br />
picos y palas, cargando con ferocidad y desesperación<br />
contra los ogros. Estos se defienden<br />
con brutalidad, pero son pocos y pronto<br />
se ven superados en número por las oleadas<br />
de enfurecidos esclavos, que atraviesan sus<br />
cabezas como si fueran piedras. En otra parte<br />
de la ciudad, el enorme gigante aporrea<br />
y machaca ogros, izándolos en el aire y desmembrándolos<br />
a mordiscos, mientras que<br />
con la otra mano hace barridos con la cadena<br />
de pinchos. Nashama ve también correr a los<br />
cin de arena, que huyen despavoridos en todas<br />
direcciones. También le parece distinguir<br />
borrones de retales deshilachados por el aire,<br />
señal inequívoca de que los yehksan escapan<br />
de Gul´sige usando su magia voladora.<br />
Nashama oye el sonido del cristal al romperse<br />
y se da la vuelta. La mujer ha introducido<br />
su báculo entre las rendijas de la chimenea<br />
y golpea con ahínco el cristal negro, que<br />
empieza a desquebrajarse. Con un último<br />
bastonazo, el cristal se hace añicos y el aura<br />
de negrura que rodea el faro desaparece, junto<br />
con la sensación extraña que eriza el vello<br />
de los brazos. La mujer se gira, satisfecha, y
sonríe a Nashama.<br />
– Ya está –dice–. Ya hemos acabado. ¿Qué<br />
te parece?<br />
La joven la mira perpleja.<br />
– ¿Lo de ahí abajo también lo has hecho tú?<br />
La mujer asiente.<br />
– Mi plan inicial no incluía al gigante, pero<br />
al verlo pensé que sería un excelente aliado.<br />
– Pero… ¿cuándo los has liberado a todos?<br />
–pregunta Nashama.<br />
– Mientras el ogro de puño de hierro te<br />
llevaba a las cocinas. –La mujer resopla, fingiendo<br />
cansancio–. He tenido que correr para<br />
llegar a tiempo.<br />
– Pero al pasar yo todavía estaban abajo<br />
trabajando… –replica Nashama.<br />
– Lo sé –contesta la mujer ensanchando la<br />
sonrisa–. Ha sido una excelente ilusión, ¿verdad?<br />
Casi temí que lo descubrieran antes de<br />
tiempo.<br />
Las dos guardan silencio mientras observan<br />
la maraña de calles y callejones llenas de<br />
sangre y muerte.<br />
– ¿Quién o qué eres? –pregunta repentinamente<br />
Nashama–. ¿Por qué has hecho todo<br />
esto?<br />
La mujer suspira y se gira hacia la joven.<br />
– Digamos que soy una especie de maga –<br />
responde–. Pero de las buenas. –Señala con<br />
la cabeza en dirección a la caldera–. Respecto<br />
a esto… Ulaji estaba alimentando ese cristal<br />
mágico con rocademonio, una piedra mágica,<br />
y usaba el faro para proyectar su luz negra<br />
sobre el desierto. Había pactado con seres oscuros<br />
para realizar un poderoso hechizo de<br />
atracción. Por eso la gente venía a la ciudad<br />
sin saber por qué, respondían a la voluntad<br />
de Ulaji. El brujo eligió Gul´sige por su faro,<br />
que es el más alto de todo el desierto. Doblegó<br />
con su magia a Moordenaar y sus ogros y<br />
se aprovechó de su brutalidad para conseguir<br />
esclavos con los que alimentar su caldera. –<br />
La mujer calla un instante mientras observa<br />
la mesa de Ulaji–. Creo que buscaba una<br />
forma de amplificar el poder del cristal y la<br />
rocademonio para llegar a todo el mundo. Por<br />
fortuna nos dimos cuenta a tiempo.<br />
HISTRIÓN<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– ¿Y yo? ¿Para qué me necesitabas? –pregunta<br />
Nashama algo molesta–. Tú sola te<br />
has bastado para acabar con todos.<br />
La mujer se echa a reír con ganas.<br />
– Te pido disculpas por haberte usado, pero<br />
me temo que tu intervención era necesaria.<br />
Cuando en la caravana vi que eras la única<br />
que no reaccionabas ante el poder del faro<br />
supe que jugarías un papel fundamental. Si<br />
hubiera entrado de frente y a lo bruto, Ulaji<br />
me habría descubierto antes de tiempo y<br />
habría huido. Por eso te necesitaba, gracias<br />
a ti hemos llegado directamente hasta Moordenaar.<br />
– ¿Para eso me querías? ¿Para llegar a Moordenaar<br />
en una bandeja?<br />
– En parte sí. –La mujer se ríe para quitarle<br />
hierro al asunto–. Mira la parte buena,<br />
has demostrado tener una gran resistencia a<br />
la magia oscura, muy pocos son inmunes al<br />
hechizo de Ulaji.<br />
Nashama medita las palabras de la mujer.<br />
¿Resistencia mágica? Nunca se le hubiera<br />
ocurrido pensar eso. Un detalle que no ha<br />
comprendido le asalta la mente y sale en forma<br />
de pregunta.<br />
– Oye… Cuando el cocinero me quería meter<br />
en la olla… dijo que tenía edad de ser<br />
abuela, ¿por qué?<br />
La mujer la mira de reojo y Nashama cree<br />
descubrir algo de culpabilidad en sus ojos,<br />
pero rápidamente desaparece bajo un gesto<br />
de socarronería.<br />
– Eso fue culpa mía –confiesa–. Tejí un hechizo<br />
de ilusión a tu alrededor, todo el mundo<br />
te veía como una mujer madura, casi anciana.<br />
–Se muerde el labio–. Lo siento, pero si<br />
no, jamás hubieran pensado en comerte. A<br />
Moordenaar le gustaban las mujeres adultas,<br />
a pesar de que su carne es menos tierna. Jamás<br />
lo comprenderé.<br />
Nashama quiere enfadarse con la mujer<br />
por hacerla eso, pero descubre que no puede.<br />
Un sentimiento de felicidad y alegría la invade<br />
por completo sin motivo aparente.<br />
– ¿Me estás haciendo tú eso? –pregunta<br />
sonriendo sin poder evitarlo.<br />
69
70<br />
– Sí –contesta la mujer.<br />
– ¿Qué más cosas sabes hacer? ¿Tiene tu<br />
poder algún límite?<br />
– Oh, por supuesto que sí. Todos tenemos<br />
límites, y aunque nos esforcemos por mejorar<br />
siempre hay una meta superior que no podemos<br />
alcanzar. –Mueve su báculo en el aire y<br />
surgen pequeñas ráfagas de viento de color<br />
naranja y verde.<br />
– Tú mataste a Cornelia, ¿verdad? –La mujer<br />
asiente–. Y luego te transformaste en ella.<br />
–La mujer vuelve a mover la cabeza afirmativamente–.<br />
¿Cómo lo haces?<br />
– Ese es uno de los poderes de los que estoy<br />
más orgullosa –dice, ensanchando su sonrisa–.<br />
Pero es difícil de explicar.<br />
– Ya, como todo… –refunfuña Nashama–.<br />
¿Y es este tu verdadero rostro?<br />
– No. –La respuesta sorprende a la joven.<br />
– ¿Y cuál es?<br />
Ante sus ojos, el aire se enturbia y la figura<br />
de la mujer se desdibuja. Nueva ropa aparece<br />
sobre sus hombros. Ahora lleva una túnica<br />
de muchos pliegues, que sólo le dejan al aire<br />
las manos y los brazaletes con inscripciones,<br />
con una capucha sobre el rostro. Únicamente<br />
se le ve la mandíbula y la boca, pero Nashama<br />
aprecia que empieza a cambiar de forma.<br />
En menos de un minuto casi un centenar de<br />
caras pasan por debajo de la capucha, tanto<br />
de hombre como de mujer, de todos los tipos,<br />
pieles y razas. Incluso Nashama cree distinguir<br />
el rostro de un lagarto. El aire deja de vibrar<br />
y la figura se vuelve más nítida. Tiene la<br />
cabeza inclinada, de manera que no le puede<br />
ver lo poco del rostro que lleva descubierto.<br />
Entonces la levanta y Nashama descubre con<br />
turbación que lleva una máscara de metal<br />
pulido que tapa toda la cara. Tiene la boca<br />
y los rasgos tallados, lo que la hace aún más<br />
espeluznante. Nashama se queda paralizada<br />
sin saber qué decir.<br />
– Aún no me has dicho tu nombre –dice la<br />
figura, que ya no se sabe si es mujer u hombre.<br />
La voz no da pistas de su sexo y suena<br />
metálica y lejana, como alguien que te habla<br />
en sueños.<br />
J. R. PLANA<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– Me llamo Nashama –dice la joven en un<br />
tono casi inaudible–. ¿Y tú?<br />
– Puedes llamarme Histrión.<br />
Y, sin decir nada más, desapareció, dejando<br />
tras de sí la ciudad de Gul´sige tomada por<br />
los hombres esclavos, con los cadáveres de los<br />
ogros y de un gigante esparcidos por las calles,<br />
y las artes oscuras de Ulaji erradicadas<br />
de esta dimensión.<br />
De lo que fue de Nashama, quizá hablemos<br />
otro día.
¿Te atreves a vivir tu propia historia? Sólo<br />
necesitas papel y lápiz para apuntar, un dado<br />
o una moneda y toda tu valentía, porque, en el<br />
relato juego, o juegas o mueres.<br />
Estás de vacaciones en un pueblecito que<br />
ni siquiera te acuerdas de cómo se llama,<br />
sabes que está cerca de Salou, pero tu memoria<br />
prefiere centrarse en otros menesteres. Como,<br />
por ejemplo, la chica tan guapa que has conocido<br />
hoy en la playa, Claudia. Es rubia y su piel<br />
ya está bronceada por el sol, está claro que lleva<br />
más días que tú allí. Después de tomar una<br />
cerveza en el chiringuito os habéis despedido<br />
hasta esta noche, su hermana la estaba esperando;<br />
pero, antes de irse, te ha dado una dirección,<br />
la dirección exacta a su apartamento.<br />
Estás en el número 19, el mismo que pone en<br />
la servilleta. Llamas a la puerta, fantaseando<br />
con lo que puedes encontrarte en su interior.<br />
Lamentablemente, al otro lado no está Claudia.<br />
Hay una chica que se parece peligrosamente<br />
a ella.<br />
– ¿Está Claudia? –preguntas tímidamente.<br />
– No, ha dicho que te espera en la Casa Abandonada.<br />
–Tu cara de asombro la insta a continuar–.<br />
Sí, la que hay a las afueras del pueblo.<br />
Ha dicho que quería darte una sorpresa.<br />
Te despides de su hermana y las dudas se<br />
agolpan en tu cabeza, ¿qué haces?<br />
+ Sospechando que puede ser una broma, decides<br />
volver a tu hotel. No estás para tonterías,<br />
ya conocerás a otra chica mejor. Ve al 109.<br />
+ Con dudas, decides ir a la Casa Abandonada.<br />
Ve al 89.<br />
JUEGAS O MUERES<br />
RELATO JUEGO:<br />
JUEGAS O MUERES<br />
por Cris Miguel<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
1<br />
Sientes un dolor intenso y sabes que algo<br />
caliente cae por tu cuello. Intentas quitártela<br />
de encima, buscas a Claudia con la cabeza<br />
pero sale precipitadamente por la ventana. Te<br />
sientes débil, la niña tira de ti y te arrastra al<br />
armario de donde la has dejado salir. Todo se<br />
vuelve oscuro.<br />
TU AVENTURA HA TERMINADO.<br />
2<br />
Sales goteando y oliendo fatal a una habitación<br />
demasiado rosa para tu gusto, está claro<br />
que es una habitación de ni… ¡Hay una niña!<br />
Está sentada en minitocador. Al oír la puerta<br />
se vuelve hacia ti sonriendo. Lleva un collar de<br />
perlas demasiado grandes para que sean suyas,<br />
lleva los labios pintados y al levantarse y<br />
caminar hacia ti, ves también que lleva unos<br />
zapatos de tacón que le están grandes.<br />
– Hola –te dice sonriente.<br />
Ve al 118.<br />
3<br />
La criatura se lanza contra ti e inevitablemente<br />
te tira contra el suelo. Se sube con sus<br />
pequeñas patas de perro a tu pecho y, desde<br />
esa posición de superioridad, te golpea con sus<br />
puños tu, hasta ahora, preciosa cara. Gimoteas<br />
intentando zafarte, pero no puedes. Finalmente,<br />
cuando ya prácticamente no puedes abrir el<br />
ojo izquierdo, el mono–perro se quita de encima<br />
y vuelve a su rincón. Puto híbrido.<br />
Ve al 66.<br />
4<br />
Antes de que puedas pegarle, su puño se clava<br />
en tu estómago y te caes de culo a la acera.<br />
Intentas respirar pero es prácticamente im-<br />
71
72<br />
posible, reaccionas tarde y la criatura te ha<br />
cogido por una pierna y te lanza a mitad de<br />
la calzada. Sabes que has perdido y no te das<br />
la vuelta. Echas a correr, aunque incómodo<br />
porque has perdido una chancla.<br />
Ve al 137.<br />
5<br />
El duende desaparece antes de que puedas<br />
pegarle, apareciendo de nuevo a tu espalda.<br />
Te da un puntapié y te tira al suelo. Sientes<br />
que no puedes mover un solo músculo. Te<br />
obliga a tragar una pastilla verde.<br />
– Aquí nadie obliga a nadie a hacer nada.<br />
¡Fuera de mis tierras! –grita.<br />
De lejos oyes que chasquea los dedos y la<br />
sensación en el estómago vuelve a aparecer.<br />
¿Qué será esa pastilla que te ha dado? Por lo<br />
menos estás regresando.<br />
Ve al 21.<br />
6<br />
Los escalones crujen bajo tu peso, iluminas<br />
malamente mientras te fijas dónde pones los<br />
pies. Es un tramo bastante largo de escaleras<br />
y la pendiente es más pronunciada. Cuando<br />
alcanzas el último escalón, resoplas. Miras<br />
al frente y estás ante un estrecho pasillo, o<br />
eso es lo que imaginas, porque sólo hay oscuridad.<br />
Tanteas con las manos las paredes<br />
y caminas.<br />
– ¡Claudia! –exclamas<br />
– Estoy aquí –te contesta.<br />
No puedes creerlo, y te das más prisa por<br />
recorrer ese largo pasillo. Por fin la has encontrado.<br />
Ve al 82.<br />
7<br />
Le das un golpe en todo el centro, pero está<br />
demasiado duro como para penetrar el caparazón.<br />
Con una de sus pinzas convierte tu hacha<br />
en astillas. Ahora sólo tienes tus manos y<br />
tu desentrenado cerebro.<br />
Ve al 19.<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
8<br />
– Oh, una cita, que romántico, ¿qué ha sido<br />
de la cena con velas y un baile a la luz de la<br />
luna? –te pregunta.<br />
– No lo sé… –logras decir<br />
– Oh, pobre muchacho, no te pongas nervioso<br />
que tu damisela te espera. –El extraño<br />
fantasma desaparece sin más.<br />
Echas un vistazo a tú alrededor y ves que<br />
en la encimera hay un objeto extraño, te acercas<br />
y… te sorprendes al descubrir que es un<br />
pollo de goma; lo coges, nunca se sabe… ¿Qué<br />
haces ahora?<br />
+ Ves que hay una puerta prácticamente<br />
cubierta a tu derecha, decides ver que hay.<br />
Ve al 36.<br />
+ A tu izquierda hay un corredor que comunica<br />
con el arco que has visto fuera, decides ir<br />
por él ve al 84.<br />
+ Investigas a fondo la cocina por si encuentras<br />
algo que te puedas ser de utilidad.<br />
Ve al 80.<br />
9<br />
Sintiéndote un cazador furtivo, buscas que<br />
tienes en tus bolsillos que te pueda servir:<br />
+ Te alegras de haber cogido el hacha, eso<br />
servirá. Ve al 27.<br />
+ Crees que es mejor distraerle con comida<br />
y le ofreces unas cuantas chuches. Ve al 55.<br />
+ No encuentras nada que te pueda servir,<br />
así que sales enfurruñado y con las manos<br />
vacías. Ve al 142.<br />
+ Estando cerca de él sientes la magia y no<br />
puedes evitar acariciarlo, ¿quién haría daño<br />
a una criatura tan pura como esa? Ve al 52.<br />
10<br />
Tomas aire, qué horror, te ha faltado poco.<br />
Te propones no entrar en más habitaciones<br />
sin necesidad y te encaminas hacia el corredor.<br />
Ve al 84.<br />
11<br />
Te guardas la estaca en el pantalón por si<br />
la necesitas más adelante mientras piensas
que todo esto es una locura. En una mesa ves<br />
una bolsa de chuches, lo que te hace recordar<br />
que no has cenado. Te las guardas también<br />
por si te entra hambre y sales de la habitación.<br />
Ve al 105.<br />
12<br />
No quieres terminar, quieres que este momento<br />
dure siempre. Su piel, su olor, sus gemidos…<br />
Sin embargo, el placer está dentro<br />
de ti y estalla arrasando todo a su paso, oyes<br />
gritos, oyes la puerta, pero te da igual. Te derrumbas<br />
a su lado con una sonrisa en la cara<br />
y empapado. Poco a poco tu corazón recupera<br />
el ritmo normal. ¿Qué quieres hacer?<br />
+ Propones ir a tomar algo. Ve al 126.<br />
+ Cierras los ojos profundamente relajado<br />
después del placer. Ve al 148.<br />
13<br />
No puedes dar crédito a lo que estás viendo,<br />
una enorme armadura de caballero se acerca<br />
a ti. ¿Qué haces?<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
+ Te pones en posición de ataque. Ve al<br />
111.<br />
+ Intentas hablar con esa cosa. Ve al 83.<br />
+ El miedo te domina, sales corriendo. Ve<br />
al 23.<br />
14<br />
Te quitas la camiseta y la atraes hacia tu<br />
pecho, ella te acaricia y sus manos contra tu<br />
piel son como un resorte. Os entregáis a la<br />
pasión del momento, por muy de noche que<br />
sea hace mucho calor. Le quitas la camiseta<br />
y ella no deja de besarte. Te desabrocha el<br />
pantalón, la quieres aquí y ahora.<br />
+ La desabrochas el sujetador. Ve al 70.<br />
+ La quitas los pantalones cortos. Ve al 18.<br />
15<br />
No sirve de mucho, pero algo de luz te da.<br />
Te das cuenta que no estás en un armario<br />
como creías, estás en un cuarto mucho más<br />
grande, una habitación. Avanzas torpemente<br />
y oyes un sonido gutural procedente de enfrente<br />
de ti. Algo empieza a oler muy mal,<br />
temes que hayas sido tú por la impresión del<br />
momento.<br />
Ve al 119.<br />
16<br />
Cuando la planta se acerca con sus enormes<br />
fauces abiertas, te sirves de la valla para<br />
aporrearla. Es una planta, no puede verte.<br />
La atacas sin remisión mientras te alejas cojeando<br />
poco a poco de ese horrible jardín.<br />
Ve al 40.<br />
17<br />
Respiras agitadamente después de la carrera,<br />
miras la casa y de golpe se te vienen<br />
a la cabeza todas las películas de terror que<br />
has visto. Piensas cómo se le ha ocurrido a la<br />
chica quedar allí. La brisa te despeina levemente<br />
el pelo, tienes ganas de irte a tu cama,<br />
pero te da miedo cruzarte otra vez con esa extraña<br />
criatura. La brisa también trae consigo<br />
un gutural ruido, es inconfundible, no la has<br />
despistado. Ves que la criatura está al final<br />
73
74<br />
de esa larga avenida y sabes que va a por ti.<br />
Te levantas como un resorte del bordillo, pensando<br />
que dentro de la casa no puede haber<br />
cosas peores.<br />
Ve al 145.<br />
18<br />
Sus piernas están muy suaves, te sumerges<br />
en cada poro de su piel inhalando su aroma.<br />
Vas a explotar. Rasgas un sobrecito y,<br />
con un asentimiento de ella, la penetras con<br />
precaución.<br />
Ve al 114.<br />
19<br />
El cangrejo se mueve rápido hacia ti y con<br />
su pinza derecha te coge del pantalón, separándote<br />
del suelo. Tira un dado o una moneda.<br />
+ Si sacas cara o, 4 o más, ve al 91.<br />
+ Si sacas cruz o, 3 o menos, ve al 102.<br />
20<br />
La miras fijamente, te da la impresión de<br />
que le falta un ojo. Al instante sientes lástima<br />
por ese extraño fantasma. Armándote de<br />
un valor desconocido le preguntas:<br />
– Disculpe, ¿sabe si ha entrado en esta casa<br />
una chica? –Ella parece tardar en asimilar la<br />
información, finalmente sonríe.<br />
– ¿Estás enamorado de ella, muchacho? –te<br />
pregunta acercándose ¿seductoramente? a ti.<br />
“¡Genial!”, piensas. A ver como le explicas a<br />
una muerta que sólo quieres tirártela, que ni<br />
siquiera la conoces... ¿Qué contestas?<br />
+ No la conozco lo suficiente aún –respondes<br />
con una media sonrisa y mirando al infinito.<br />
Ve al 136<br />
+ No, nos acabamos de conocer. Hoy es<br />
nuestra primera cita –decides ser honesto<br />
con ella. Ve al 8.<br />
+ No, la he conocido en la playa y me he<br />
sentido atraído por ella desde el primer momento<br />
–contestas alzando la ceja y sonriendo<br />
de medio lado. Eso nunca falla con las mujeres.<br />
Ve al 124.<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
21<br />
Abres los ojos y estás tendido en el polvoriento<br />
suelo de madera. Consigues enfocar la<br />
vista y te pones de pie. Tienes un ligero dolor<br />
de cabeza y te sientes levemente desorientado.<br />
Tocándote la frente miras a tu alrededor.<br />
Estás en el pasillo, enfrente de ti está ese peculiar<br />
cuadro. Niegas con la cabeza pensando<br />
que todo es una locura y que te has debido<br />
desmayar. Miras el fondo del pasillo, decides<br />
continuar y acabar cuanto antes la búsqueda<br />
de Claudia. Como todo sea una broma se la<br />
devolverás, por muy guapa que sea…<br />
Ve al 97.<br />
22<br />
Abres la puerta, y, aunque es suave, la luz<br />
te deslumbra. Todo el desván está iluminado<br />
con velas, en el centro hay un colchón, o eso<br />
piensas, cubierto por mantas. Claudia está<br />
recostada en él.<br />
– Has tardado mucho… –Arrastra un poco<br />
las sílabas y te mira fijamente mordiéndose<br />
el labio.<br />
– Es que… –tartamudeas. ¿Qué le vas a<br />
contar? No se lo va a creer–. Es que no te encontraba.<br />
– Bueno, ¿dónde iba a estar? En la mejor<br />
habitación… –sonríe y te hace un gesto para<br />
que te acerques.<br />
¿Qué haces?<br />
+ Te acomodas a su lado y sigues hablando<br />
con ella. Ve al 62.<br />
+ No quieres perder más el tiempo, te ha<br />
costado mucho llegar, así que te lanzas sobre<br />
ella. Ve al 98.<br />
+ Te sientas a su lado poniendo tu cara más<br />
seductora, dispuesto a conquistarla. Ve al 42.<br />
23<br />
Como un cobarde intentas llegar a la puerta<br />
de la habitación, pero es imposible, la armadura<br />
ha embestido contra ti mandándote<br />
contra la cama. Por lo menos caes en blando…<br />
¡Ay! Un momento… no es blando. ¡Y se mueve!<br />
Un enorme cangrejo aparece de debajo de<br />
la manta. Mierda, no puede ser verdad… Sal
tas de la cama para valorar la situación. Por<br />
un lado tienes a la armadura, por el otro el<br />
iracundo cangrejo gigante al que has despertado<br />
de su placentero sueño.<br />
Ve al 135.<br />
24<br />
Aprietas el pollo de goma, y el mono–perro<br />
empieza a aullar y a… ¿sonreír? Lo haces<br />
sonar de nuevo y su expectación aumenta,<br />
se acerca a ti y te lo quita. Lo aprieta él y<br />
vuelve a aullar divertido. Estás atónito, no<br />
puedes apartar la vista, sigilosamente sacas<br />
el móvil (si es que no lo has perdido en algún<br />
incidente) y le haces una foto. Se ha subido a<br />
la lámpara que cuelga del techo con su brazo<br />
libre. Te ríes para ti y sales cautelosamente<br />
del comedor.<br />
Ve al 120.<br />
25<br />
Estás completamente desorientado, pero es<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
inconfundible. Estás dentro del cuadro. ¿Qué<br />
haces?<br />
+ Te agarras las rodillas y te balanceas<br />
adelante y atrás llamando a tu mamá. Ve al<br />
143.<br />
+ Decides seguir el camino amarillo. Ve al<br />
53.<br />
+ Te apoyas en un árbol y te echas una<br />
siesta. Ve al 113.<br />
26<br />
Giras el pomo y entras. La habitación está<br />
llena de estanterías y las estanterías a su vez<br />
están repletas de libros bien encuadernados.<br />
Al lado de la ventana hay un sofá donde poder<br />
disfrutar de las letras. Pero algo falla en<br />
la estancia, algo que te deja totalmente boquiabierto.<br />
En la esquina derecha, comiéndose<br />
las… cortinas, hay un unicornio. No<br />
habías visto nunca algo tan bello y fuera de<br />
lugar. Desprende magia. ¿Qué haces?<br />
75
76<br />
+ Sientes un magnetismo tal que te acercas<br />
a tocarle el lomo. Ve al 52.<br />
+ No puedes apartar la vista de su cuerno<br />
y te acercas con la firme intención de quitárselo.<br />
Ve al 9.<br />
+ Le haces una foto con tu móvil si no lo<br />
has perdido y sales de la habitación. Y si lo<br />
has perdido, lamentas no poder llevarte el recuerdo.<br />
Ve al 142.<br />
27<br />
Desalmadamente empuñas el hacha y<br />
arremetes con fuerza hacia el cuerno, pero<br />
no llegas a rozarle, conforme el hacha se ha<br />
acercado a la cabeza del unicornio ha topado<br />
con algo duro e impenetrable. Sales disparado<br />
hacia atrás empotrándote contra una de<br />
las estanterías. Joder, puto bicho. No quieres<br />
volver a intentarlo, sales de la biblioteca sin<br />
más.<br />
Ve al 142.<br />
28<br />
Entras y la estancia está prácticamente en<br />
penumbra, sólo una tímida farola del exterior<br />
da algo de luz. Sacas el móvil como buenamente<br />
puedes, pero antes de que puedas iluminarte,<br />
sientes una ráfaga fría que te deja<br />
paralizado y manda tu móvil al suelo de, lo<br />
que descubres, es una siniestra cocina.<br />
– ¿Hay alguien ahí? –preguntas con un hilo<br />
de voz, dándote cuenta que es la frase que<br />
precede al asesinato.<br />
Tragas saliva. Ves algo mejor, tus ojos se<br />
acostumbran a las sombras; aún así no te parece<br />
ver nada. ¿Qué haces?<br />
+ Sales corriendo de la tenebrosa cocina<br />
con lágrimas en los ojos. Ve al 139.<br />
+ Das unos pasos para recuperar tu móvil.<br />
Ve al 64.<br />
29<br />
El gato desaparece antes de que tu chancla<br />
pueda alcanzarle. ¿Qué se habrá creído? Emprendes<br />
el camino amarillo. Ve al 53.<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
30<br />
– ¿Te ha gustado? –te pregunta ella coqueta.<br />
– ¿Tú qué crees? –le contestas seguro de ti<br />
mismo.<br />
La abrazas con dulzura, serán las endorfinas.<br />
¿Qué haces?<br />
+ Propones ir a tomar algo. Ve al 126.<br />
+ Cierras los ojos profundamente relajado<br />
después del placer. Ve al 148.<br />
31<br />
Aprovechas que el cangrejo se acaba de<br />
despertar y arremetes contra la armadura,<br />
para evitar verte entre los dos. Tira un dado<br />
o una moneda.<br />
+ Si sacas cara o, 4 o más, ve al 71.<br />
+ Si sacas cruz o, 3 o menos, ve al 43.<br />
32<br />
De cerca, el olor que desprenden te embriaga.<br />
Una de las vallas es una puertecita,<br />
la abres y te arrodillas para olerlas mejor.<br />
Hmm… Tocas una amarilla, su tacto es muy<br />
suave. Cierras los ojos disfrutando de este<br />
utópico momento. De repente sientes algo gelatinoso<br />
en el dedo. Abres los ojos y miras extrañado<br />
a ver qué puede ser. Una especie de<br />
gelatina transparente te impregna el dedo, en<br />
cuestión de segundos sientes que se te duerme.<br />
Te das cuenta que la flor ha desparecido<br />
y la planta está mucho más cerca y es mucho<br />
más… Es enorme. Ha cambiado los pétalos<br />
por una gigantesca boca. Estás alucinado,<br />
no puedes moverte y la planta te escupe más<br />
sustancia pringosa que te da en la pierna. Te<br />
lamentas en ese instante de haberte puesto<br />
pantalones cortos. ¿Qué haces?<br />
+ Intentas alejarte de esa cosa arrastrándote<br />
por el césped. Ve al 104.<br />
+ Miras a tu alrededor y resueltamente<br />
arrancas un trozo de valla para usarla como<br />
arma. Ve al 16.<br />
33<br />
Por muchos brazos que tenga, te sientes<br />
ágil y rápido.
+ Si te sale cara o un 4 o más, ve al 65.<br />
+ Si te sale cruz o un 3 o menos, ve al 4.<br />
34<br />
– ¿Los cacahuetes? –inquiere el espantapájaros–.<br />
Bueno… Por ser tan creativo, eres<br />
digno merecedor del honor de cruzar este<br />
sombrío pasillo.<br />
La bañera comienza a levitar lo justo para<br />
que pases por debajo al otro lado del pasillo.<br />
Ve al 141.<br />
35<br />
De nuevo en el rellano, ignorando la puerta<br />
de enfrente, enfilas el pasillo.<br />
Ve al 99.<br />
36<br />
Abres con prudencia la puerta, esperabas<br />
encontrarte un armario de la escoba, pero<br />
ante ti se abre un elegante despacho, eso sí,<br />
lleno de polvo. Las paredes están cubiertas<br />
de estanterías llenas de libros. En la estancia<br />
hay una mesa con una silla. Lo único que desentona<br />
es el esqueleto que hay en una de las<br />
esquinas. Piensas que quizás el dueño fuera<br />
médico. Das unos pasos y decides observarlo<br />
de cerca, siempre te han hecho gracia. Delante<br />
de él le coges un brazo con una sonrisa en<br />
los labios, anda que no habrás hecho veces<br />
eso en el colegio en clase de conocimiento del<br />
medio. De repente sientes un pinchazo en<br />
la cara y el sabor amargo de la sangre en la<br />
boca. Te echas para atrás aturdido. El esqueleto<br />
te ha dado un puñetazo en la mandíbula.<br />
+ Si tienes un hacha ve al 56.<br />
+ Si te hicieron tomar una pastilla verde<br />
ve al 108.<br />
+ Si no tienes nada y lo único que quieres<br />
es salir corriendo de allí ve al 132.<br />
37<br />
El hacha está clavada a conciencia en la<br />
puerta. Tira un dado o una moneda.<br />
+ Si sacas cara o 4 o más, ve al 117.<br />
+ Si sacas cruz o 3 o menos, ve al 57.<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
38<br />
– Si quieres voy a mirar a ver qué es… –te<br />
ofreces intentando incorporarte.<br />
– Eso ni hablar –ella te empuja sobre el colchón<br />
y te libera de tus calzoncillos.<br />
Ve al 69.<br />
39<br />
– Un cutre cuerno de unicornio, todo el<br />
mundo sabe que con unos mimos el bicho tonto<br />
te lo da. Anda vete no me molestes.<br />
Derrotado sales de la habitación. “Que<br />
duende tan raro”, piensas.<br />
Ve al 35.<br />
40<br />
Echas un vistazo al jardín y a la casa. La<br />
silueta parece que está cavando cerca de los<br />
límites del bosquecillo que hay al otro lado.<br />
Decides acercarte a él. Quizás te diga algo interesante.<br />
Ve al 60.<br />
41<br />
Corres hacia la puerta, pero él es mucho<br />
más rápido y te corta el paso. Se acerca a ti<br />
y te huele. Tiene los colmillos desplegados.<br />
Tú gritas y corres por toda la habitación. El<br />
vampiro va detrás de ti. Sintiéndote protagonista<br />
de una novela adolescente, te fijas<br />
que en el asiento del piano hay una estaca.<br />
Te lanzas hacia ella. Cuando el vampiro se te<br />
pone delante se la clavas sin miramientos. Le<br />
ves sonreír antes de hacerse cenizas. Recoges<br />
la estaca y sales de la habitación como si no<br />
hubiera pasado nada.<br />
Ve al 105.<br />
42<br />
– Anda que podíamos haber ido a tomar<br />
algo en vez de quedar en esta siniestra casa<br />
–le dices arqueando una ceja.<br />
– Así tienes más emoción. –Ella sonríe y<br />
roza su hombro con el tuyo.<br />
– Que sepas que sólo haría esto por alguien<br />
que merece la pena de verdad. –Le dedicas tu<br />
mejor media sonrisa.<br />
77
78<br />
Funciona, ella sonríe, te mira azorada y<br />
acto seguido se lanza a tu boca. Te apartas<br />
un poco haciéndote el duro y valiéndote de<br />
toda tu fuerza de voluntad.<br />
– ¡Qué rápida! ¿Llevas mucho esperando?<br />
–Vuelves a arquear la ceja.<br />
Como respuesta ella te empuja y se tiende<br />
sobre ti. Te empieza a desnudar y tú sabes<br />
que todo ha merecido la pena. Oyes un ruido,<br />
sale de una puerta a la izquierda. Ella levanta<br />
el cuerpo.<br />
– Lleva sonando un rato… –te dice ella,<br />
para luego concentrarse en ti de nuevo y en<br />
tus calzoncillos.<br />
+ Te ofreces ir a mirar. Ve al 38.<br />
+ Te callas y disfrutas del momento. Ve al<br />
86.<br />
43<br />
Intentas esquivarla y ponerte a su espalda,<br />
pero la armadura te ve y se anticipa a tu<br />
movimiento. Arremete contra ti y te estampa<br />
contra la pared del dormitorio. Entre las estrellitas<br />
que ves en tu cabeza, percibes que<br />
el cangrejo gigante se ha bajado de la cama<br />
y al hacerlo se ha chocado con la armadura.<br />
Ahora son ellos quienes pelean.<br />
Ve al 107.<br />
44<br />
No sabes de dónde te sale la determinación,<br />
pero le das una patada a su rótula, rompiendo<br />
la pierna en dos, lo que le hace perder el<br />
equilibrio. Aprovechas el momento y sales de<br />
allí.<br />
Ve al 10.<br />
45<br />
Tus chuches son muy preciadas, decides<br />
ofrecerle unas cuantas. El duende, contento,<br />
chasquea los dedos y la sensación en el estómago<br />
se vuelve a repetir. Estás regresando.<br />
Ve al 21.<br />
46<br />
Sobre ti cae una ¿niña? El miedo te atenaza<br />
los músculos, la niña tiene los ojos blancos<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
y se lanza a tu cuello. Tú, paralizado por el<br />
shock, no haces nada, y en una fracción de<br />
segundo sientes el dolor punzante y un líquido<br />
caliente por el cuello. ¡Te ha mordido!<br />
Gritas pero sabes que Claudia ya está abajo.<br />
La niña zombie te arrastra por los pies aprovechando<br />
tu desventaja y vuelves con ella al<br />
puto armario que has abierto. Todo se vuelve<br />
oscuro. TU AVENTURA HA TERMINADO.<br />
47<br />
– Otra vez tú, ¿tienes más comida para mí?<br />
– Eres el duende de los tratos, te daré más<br />
si me dices donde está Claudia.<br />
– Hmm… muchacho listo. La encantadora<br />
señorita está en la buhardilla –le das un puñado<br />
de chuches–. Pero tendrás que encontrar<br />
las escaleras…<br />
Y se esfuma. Sales de la habitación sintiéndote<br />
el mejor negociador del mundo.<br />
Ve al 35<br />
48<br />
El mono–perro no deja de observarte. Tú,<br />
inconscientemente, tienes los brazos alargados<br />
hacia él. La criatura te huele. Tu olor le<br />
desagrada y se echa para atrás. ¿Dónde has<br />
metido las manos? Sorprendido ves que se<br />
está dando golpes en su pecho y te mira iracundo.<br />
Te va a atacar. Tira un dado o una<br />
moneda.<br />
+ Si sacas cara o 4 o más, ve al 96.<br />
+ Si sacas cruz o 3 o menos,ve al 3.<br />
49<br />
Con decisión caminas hacia el final de la<br />
calle pero, cuando vas a llegar a la esquina,<br />
la figura se mueve en tu dirección y te das<br />
cuenta de que tiene los grandes puños cerrados<br />
y gruñe con más fuerza, ¿qué haces?<br />
+ Te das media vuelta y echas a correr. Ve<br />
al 137.<br />
+ Te enfrentas a él. Ve al 33.<br />
50<br />
El placer es tan intenso que estallas y tu<br />
cuerpo se convierte en un temblor de la cabe-
za a la punta de los pies, no eres consciente<br />
de nada y te sientes más pesado que nunca.<br />
Sonríes, ella se tumba a tu lado y te acaricia<br />
la cara. La puerta sigue sonando, pero os da<br />
igual. Poco a poco recuperáis la respiración.<br />
– ¿Te ha gustado? –te pregunta ella coqueta.<br />
– ¿Tú qué crees? –le contestas, seguro de ti<br />
mismo.<br />
La abrazas con dulzura, serán las endorfinas.<br />
¿Qué haces?<br />
+ Propones ir a tomar algo. Ve al 147.<br />
+ Cierras los ojos profundamente relajado<br />
después del placer. Ve al 148.<br />
51<br />
Abres la puerta y el color rosa baña tus<br />
pupilas. Está claro que era la habitación de<br />
una… ¡hay una niña sentada en un minitocador!<br />
Al oír la puerta se vuelve hacia ti sonriendo.<br />
Lleva un collar de perlas demasiado<br />
grandes para que sean suyas, lleva los labios<br />
pintados y al levantarse y caminar hacia ti,<br />
ves también que lleva unos zapatos de tacón<br />
que le están grandes.<br />
– Hola –te dice sonriente.<br />
Ve al 118.<br />
52<br />
Es tan suave… De la garganta del unicornio<br />
surge un ruidito muy gracioso parecido<br />
al que hacen los delfines. Le gustan tus caricias.<br />
Cuando ya te estás girando ves que abre<br />
la boca y que en su lengua tiene un cuerno<br />
semejante al de su cabeza. Dubitativo lo coges,<br />
le haces otra carantoña y sales de la habitación<br />
mágicamente feliz.<br />
Ve al 142<br />
53<br />
El sol es abrasador. Pasas por delante de<br />
la casa morada y decides no desviarte, quieres<br />
salir de ese extraño lugar enseguida. Sólo<br />
hay bosque y más bosque, caminas y caminas.<br />
Te detienes en seco, a lo lejos ha vuelto<br />
a aparecer la misma casa morada. Corres con<br />
el pulso acelerado y te quedas delante. ¿Es la<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
misma casa? Arrancas unas flores y las pones<br />
en mitad del camino. Siguiendo un impulso<br />
continúas hacia delante y, otra vez, la casa<br />
que al parecer has dejado atrás, está ahí delante.<br />
Estoy en un bucle, piensas. Nervioso<br />
miras a todos los lados. De lejos te parece oír<br />
una risa. Viene del bosque. Te encaminas hacia<br />
ella.<br />
Ve al 121.<br />
54<br />
Entre más besos y caricias tus pantalones<br />
desaparecen y haces lo propio para que también<br />
lo hagan los shorts de ella. Respiras entrecortadamente<br />
y prefieres tumbarla debajo<br />
de ti para controlar y tocarla mejor. Te deleitas<br />
en sus pechos y la besas el ombligo. Vas a<br />
explotar. Rasgas un sobrecito y con un asentimiento<br />
de ella la penetras con precaución.<br />
Ve al 114.<br />
55<br />
El unicornio te agradece las chuches, son<br />
dulces y le gustan. Mientras mastica tu único<br />
plan es tirarle del cuerno, obviamente no<br />
consigues nada, sólo un certero mordisco que<br />
te deja la mano derecha dolorida. Sales cabizbajo<br />
de la habitación. Ve al 142.<br />
56<br />
Te alegras muchísimo de haber entrado en<br />
ese baño, empuñas el hacha y con un golpe<br />
limpio la cabeza del esqueleto sale disparada.<br />
No puedes evitar reírte. Cediendo a un perverso<br />
impulso, le cortas el brazo por el codo<br />
al esqueleto y te guardas su mano. Sales victorioso<br />
a la cocina y decidido te adentras en<br />
el corredor.<br />
Ve al 84.<br />
57<br />
La coges y tiras fuerte, haces tanto esfuerzo<br />
que sientes tu cara roja como un tomate.<br />
Pero el objeto del demonio no se ha movido<br />
un ápice. Desistes y sales del baño, sin hacha<br />
y sin fuerza.<br />
Ve al 140.<br />
79
80<br />
58<br />
– ¡Soy guapa! ¡Soy guapa como mi mami! –<br />
grita el pequeño fantasma mientras se arranca<br />
el collar y tira varios botes que tiene en su<br />
mini tocador.<br />
Aprovechas la distracción para salir del<br />
cuarto de esa pobre niñita, que, pobre o no,<br />
está loca. En el pasillo te diriges a la puerta<br />
que tienes casi enfrente. Tiene que estar ahí,<br />
demonios.<br />
Ve al 75.<br />
59<br />
Aprovechas que el cangrejo gigante se acaba<br />
de despertar para lanzarte contra él. Buscas<br />
en tus bolsillos qué te puede servir:<br />
+ Utilizas el hacha, te parece lo más efectivo.<br />
Ve al 7.<br />
+ Utilizas la pala. Ve al 79.<br />
+ En tus bolsillos no crees que haya nada<br />
que te pueda servir, sólo tienes tus manos.<br />
Ve al 19.<br />
60<br />
Te acercas con cierto respeto.<br />
– ¿Hola?<br />
Inmediatamente, el hombre, que resulta<br />
ser bastante más mayor de lo que indicaba<br />
su espalda, te observa con curiosidad.<br />
– ¿Qué quieres muchacho? –Se apoya en la<br />
pala sin dejar de mirarte.<br />
– Hmm… Nada, no quería molestarle, ¿ha<br />
visto pasar a una chica a la casa? –preguntas<br />
con toda la educación que te ves capaz de exteriorizar.<br />
– Por su bien espero que no. –Dudas ante<br />
su respuesta.<br />
– ¿Por qué dice eso?<br />
– En la casa… hay… cosas, y no siempre<br />
inofensivas. –Das un paso atrás inconscientemente.<br />
¿Será todo una broma de Claudia?<br />
– Pero… ella me ha citado aquí… –Miras<br />
al suelo.<br />
– Bien, si estás decidido a entrar, llévate<br />
esto. Quizás lo necesites. –Te da su pala y un<br />
pequeño saco y se aleja.<br />
Lo abres y dentro encuentras unas cuantas<br />
CRIS MIGUEL<br />
zanahorias.<br />
Ve al 76.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
61<br />
Sabías que la zanahoria que cogiste del<br />
huerto te sería útil. Al duende le encantan<br />
las zanahorias. Éste chasquea los dedos y la<br />
sensación en el estómago se vuelve a repetir.<br />
Estás regresando. Ve al 21.<br />
62<br />
– ¿Y cómo es que conoces este lugar? –le<br />
preguntas apartando la mirada. Siempre te<br />
pasa igual a la hora de la verdad, te mueres<br />
de vergüenza.<br />
– Es un sitio muy conocido, ya sabes… –Y<br />
alza las cejas dos veces sin dejar de sonreír.<br />
– Ah… –tú miras al suelo, de repente sientes<br />
una inmensa curiosidad por esa madera<br />
vieja.<br />
Cuando te giras hacia ella, te besa por sorpresa<br />
y, sin saber muy bien dónde poner las<br />
manos, apoyas tu espalda contra el colchón<br />
con ella encima de ti. Sin dejar de besaros,<br />
empiezas a sentirte más cómodo y la agarras<br />
por la cintura. ¿Qué haces?<br />
+ Empiezas a desnudarla. Ve al 122.<br />
+ Te empiezas a desnudar tú para que se<br />
sienta más cómoda. Ve al 14.<br />
63
El troll te escupe y la saliva te quema los<br />
brazos y el pecho, se acerca más, intentas<br />
huir, el corazón te late velozmente en el pecho.<br />
La criatura te coge con sus fuertes brazos<br />
y… te traga.<br />
Ve al 127.<br />
64<br />
Das un paso cautelosamente. Nada, no<br />
pasa nada. Avanzas más rápidamente y te<br />
agachas con decisión recuperando tu móvil.<br />
Cuando te levantas, el shock atenaza tu cuerpo<br />
y un chillido insoportable te daña los oídos.<br />
Te tapas instintivamente las orejas con<br />
las manos, mientras sientes que algo helador<br />
te atraviesa el cuerpo. Te das la vuelta ojiplático,<br />
el ruido ha cesado, pero el terror no.<br />
Tienes ante ti a un espectro, un fantasma,<br />
vestido de asistenta. Te mira fijamente evaluándote.<br />
¿Qué haces?<br />
+ Sales corriendo como alma que lleva el<br />
diablo. Ve al 112.<br />
+ Intentas recuperar la respiración y pruebas<br />
a hablar con ella. Ve al 20.<br />
65<br />
Te acercas a él con precaución, lleva una<br />
capucha que no te permite ver su rostro. Ahora<br />
gruñe con más intensidad. La criatura ataca<br />
primero, esquivas los dos primeros golpes,<br />
pero notas que tiene los brazos muy largos y<br />
que tú no tienes ninguna posibilidad. Decides<br />
correr para evitar un vapuleo asegurado.<br />
Ve al 137.<br />
66<br />
Notas que la cabeza te va a estallar y sientes<br />
el sabor del hierro de la sangre en los labios.<br />
Tienes ganas de irte de ahí, pero a cabezota<br />
no te gana nadie. Vuelves al pasillo y<br />
subes pesadamente la escalera.<br />
Ve al 68.<br />
67<br />
Lamentablemente la madera no escasea<br />
en ese extraño universo donde te encuentras.<br />
El duende desprecia tu estaca, y espera a que<br />
JUEGAS O MUERES<br />
le ofrezcas algo mejor.<br />
Ve al 81.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
68<br />
Te fatigas más de la cuenta y lamentas<br />
no ser más deportista. En el rellano ves dos<br />
puertas y un pasillo. ¿Qué puerta eliges: la<br />
que tienes enfrente o la que tienes a tu espalda?<br />
+ La que tienes enfrente. Ve al 26.<br />
+ La que está a tu espalda. Ve al 128.<br />
69<br />
Te quita la camiseta y ella se deshace de la<br />
suya, no puedes creer la suerte que tienes, es<br />
una diosa. Te besa el torso y llega a tu tripa,<br />
evita a propósito tu miembro y se entretiene<br />
en tus muslos, te da dulces mordisquitos y<br />
se centra en tu erección. Pierdes la noción de<br />
tiempo, estás en el cielo. Cuando aparta su<br />
boca de ti ves que está rasgando un paquetito<br />
que te coloca cuidadosamente.<br />
Ve al 110.<br />
70<br />
Te entretienes con sus pechos, madre mía,<br />
vas a explotar. Rasgas un sobrecito y, con un<br />
asentimiento de ella, la penetras con precaución.<br />
Ve al 114.<br />
71<br />
Afortunadamente para ti, la armadura es<br />
muy lenta. Sujetas el casco por detrás de ella,<br />
amenazándole con quitárselo.<br />
– Ayúdame contra el cangrejo o te quedas<br />
sin cabeza –le intimidas.<br />
La armadura hace un ruido que tú interpretas<br />
como un asentimiento y el uno al lado<br />
del otro encaráis al cangrejo.<br />
Ve al 87.<br />
72<br />
Te descalzas y mueves la chancla nerviosamente<br />
de un lado a otro, captando su atención.<br />
El mono perro te la arrebata con su<br />
enorme mano de gorila y la tira a un lado. Lo<br />
81
82<br />
tienes frente a ti, está claro que no ha funcionado,<br />
¿qué haces?<br />
+ Pruebas a distraerle con el pollo de goma.<br />
Ve al 24.<br />
+ Le lanzas la mano del esqueleto. Ve al 88.<br />
+ No tienes nada más en tus bolsillos, das<br />
un paso atrás, cauto, pensando de nuevo en<br />
la comodidad de tu habitación. Ve al 48.<br />
73<br />
En el interior está muy oscuro, te alumbras<br />
con el móvil, pero hay poco a lo que iluminar.<br />
El suelo está encharcado, te mojas los pies.<br />
Pones cara de asco y lanzas una rápida mirada.<br />
No hay nada, es un simple baño. Abres<br />
un poco más la puerta pero algo te lo impide.<br />
Das un paso al interior, mojándote más los<br />
pies, y lleno de valor miras que hay detrás<br />
de esa mohosa puerta. Te quedas de piedra:<br />
un hacha es lo que impide abrirla del todo.<br />
Las imágenes del Resplandor se agolpan en<br />
tu mente. ¿Qué haces?<br />
+ Coges el hacha. Ve al 37.<br />
+ Sales del baño, cierras la puerta y sigues<br />
tu camino… Ese hacha te da mal rollo, además<br />
¿para qué la necesitas? Ve al 140.<br />
74<br />
El espantapájaros te mira sorprendido<br />
como si le extrañara tu presencia más que a<br />
ti la suya.<br />
– Si quieres pasar a esto has de contestar:<br />
¿Qué está por todas partes y es más peligroso<br />
que una bomba?<br />
+ La estupidez. Ve al 94.<br />
+ Los paraguas. Ve al 130.<br />
+ Los cacahuetes. Ve al 34.<br />
75<br />
Abres la puerta y en su interior encuentras<br />
un gran dormitorio, sorprendentemente bien<br />
conservado. A tu derecha hay una puerta que,<br />
por lo que supones, será un baño privado. Andas<br />
hacia la derecha y, tras lo que piensas<br />
que es el baño, hay otra puerta, te asomas y<br />
ves un enorme vestidor. Como la moda no es<br />
que te entusiasme, te giras para inspeccionar<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
la otra parte de la alcoba, pero conforme te<br />
giras oyes un ruido a tu espalda.<br />
Ve al 13.<br />
76<br />
Miras la casa y el miedo te invade, pero si<br />
ha quedado aquí contigo no puede ser muy<br />
peligroso, ¿no? Sientes las zanahorias en el<br />
bolsillo, te aferras a la pala y subes los escalones<br />
que van a parar a la cocina. Abres la<br />
puerta y la atraviesas. Ves un pasillo escasamente<br />
iluminado y amplio, como si fuera<br />
el hall de una mansión. La puerta se cierra a<br />
tu espalda con un fuerte golpe y te giras sobresaltado.<br />
No es la puerta por la que has pasado<br />
y, obviamente, no es una cocina. Miras<br />
por uno de los grandes cristales que hay a los<br />
lados y reconoces al instante la parte frontal<br />
de la casa. ¿Qué ha pasado? Sientes que el<br />
estómago se encoge, pero luego te acuerdas<br />
de Claudia y sus curvas de vértigo y eso te<br />
infunde valor. O al menos calor.<br />
Das un paso, dubitativo.<br />
– Claudia –susurras.<br />
Nadie contesta. Oyes una música muy suave.<br />
Das otro paso, crees que viene de algo que<br />
parece un salón. ¿Qué haces?<br />
+ Entras a ver de dónde sale esa música.<br />
Ve al 85.<br />
+ No quieres molestar (ni conocer) a quien<br />
quiera que esté tocando, prefieres seguir por<br />
el pasillo. Ve al 105.<br />
77<br />
Te acercas más al cuadro. Te llama la atención<br />
porque no pega nada en esa tétrica casa.<br />
Parece una pintura infantil, está lleno de colores,<br />
hay una casa morada, un bosque con<br />
flores blancas y un camino amarillo que se<br />
pierde por el horizonte del cuadro. Te sientes<br />
tan atraído por el dibujo que lo tocas. De repente<br />
sientes un hormigueo en el estómago y<br />
ves como todo da vueltas, no puedes evitarlo<br />
y cierras los ojos. Cuando la sensación desaparece<br />
los abres. Estás sentado en el camino<br />
amarillo.<br />
Ve al 25.
78<br />
Te empiezas a marear, sientes unos pasos.<br />
Claudia estrella algo en la cabeza de la niña<br />
zombie, que cae al suelo como un muñeco<br />
roto. Se arrodilla junto a ti.<br />
– Oh no… –exclama.<br />
Tus ojos se llenan de lágrimas y ella alza<br />
algo que tiene entre las manos. Cuando cae<br />
sobre ti, todo se vuelve negro. TU AVENTU-<br />
RA HA TERMINADO.<br />
79<br />
Golpeas con todas tus fuerzas el caparazón<br />
de ese gran cangrejo. A la derecha de la habitación<br />
la armadura contempla la escena y,<br />
para tu imaginación, sonríe. El enorme crustáceo<br />
convierte tu pala en virutas de madera.<br />
Ve al 19.<br />
80<br />
Abres cajones y armarios pero están todos<br />
vacíos y llenos de polvo. En el fondo no te extraña.<br />
Al lado de la ventana ves que algo reluce,<br />
te acercas. Es un zippo. Lo enciendes y<br />
compruebas que aún funciona y te lo guardas<br />
en el bolsillo. ¿Qué haces?<br />
+ Tomas el pasillo que tienes enfrente. Ve<br />
al 84.<br />
+ La curiosidad te puede y quieres ver que<br />
hay detrás de esa puerta. Ve al 36.<br />
81<br />
Desgraciadamente tus bolsillos están vacíos.<br />
El duende deja la copa en el suelo y se<br />
levanta para irse, pero tú sabes que es la única<br />
oportunidad que tienes para salir de ahí.<br />
Sin pensártelo saltas sobre él, derribándolo.<br />
Tira el dado o la moneda.<br />
+ Si sacas cara o 4 o más. Ve al 133.<br />
+ Si sacas cruz o 3 o menos. Ve al 5.<br />
82<br />
Tus pasos se vuelven más firmes aunque<br />
casi no ves lo que tienes delante. De hecho te<br />
das un golpe debajo de la rodilla, alumbras<br />
en busca del obstáculo y, sorprendido, lo en-<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
focas varias veces. Es el borde de una bañera.<br />
Alumbras dentro y ves unos pies de paja. El<br />
corazón te late velozmente, subes hasta pasar<br />
tu altura y no das crédito. Hay un espantapájaros<br />
en la bañera.<br />
Ve al 74.<br />
83<br />
La vena diplomática es poderosa en ti.<br />
– ¡Hola! –saludas dubitativo, sin saber si<br />
entenderá tu idioma–. ¿Has visto pasar a una<br />
chica?<br />
La armadura hace un ruido y empieza a<br />
gesticular, sus brazos se mueven tan rápido<br />
que no puedes interpretar nada. Además te<br />
distrae un ruido, un ruido extraño a tu espalda.<br />
La armadura se queda quieta y se pone<br />
delante de ti. Un cangrejo gigante se despoja<br />
de la manta que tiene encima. ¡Hay un cangrejo<br />
gigante en la cama! La armadura se<br />
pone en posición de atacar y tu sangre está de<br />
vacaciones porque deja que tu boca se quede<br />
abierta como un buzón.<br />
Ve al 87.<br />
84<br />
El pasillo está repleto de ventanales que<br />
van del techo al suelo, eso te permite ver el<br />
jardín de la parte de atrás, con su… jardinero.<br />
No te distraes y avanzas con las grandes<br />
ventanas a tu derecha. Llegas a un espacio<br />
grande con una gran mesa, el comedor. Del<br />
techo pende una gran lámpara de araña que<br />
otrora debió de ser muy bonita, pero que ahora<br />
sólo sirve para acumular telarañas. Te<br />
acercas más al gran comedor y conforme te<br />
aproximas oyes un leve ronquido incesante.<br />
Sabes que ahí no está Claudia, pero la curiosidad<br />
te puede y te asomas para comprobar<br />
de dónde procede el ruido.<br />
Ve al 116.<br />
85<br />
Parece que la música viene de la primera<br />
puerta que tienes a tu derecha. Pones la<br />
mano en el picaporte y la abres intentando<br />
hacer el mínimo ruido posible. El interior<br />
83
84<br />
está medio en penumbra, unas cortinas que<br />
te parecen de terciopelo atrapan la escasa luz<br />
proveniente de las farolas del exterior. Tus<br />
ojos se detienen en un enorme piano blanco<br />
que se encuentra en el centro de la habitación.<br />
La música te atrapa y te quedas embelesado<br />
por esa melodía.<br />
Tus pies adquieren vida propia y se acercan<br />
al piano para poder disfrutar mejor de esa<br />
adorable composición. De repente, la música<br />
deja de sonar y vuelves de golpe y porrazo a<br />
la realidad. Estás apoyado en el piano y ahora<br />
puedes ver perfectamente quién lo tocaba.<br />
Un ser con la piel completamente blanca te<br />
mira fijamente, sus ojos son como pozos negros<br />
y por la comisura del labio ves que le cae<br />
un hilillo de… ¡sangre! ¿Qué haces?<br />
+ ¡Oh dios mio, un vampiro de verdad! Sales<br />
corriendo de la habitación. Ve al 41.<br />
+ Las imágenes de Crepusculón se te agolpan<br />
en la cabeza y decides intentar hablar<br />
con él. Un vampiro no te lo encuentras todos<br />
los días. Ve al 129.<br />
86<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Ella te libera de tus calzoncillos, pero un<br />
fuerte golpe rompe la atmósfera. No estás<br />
dispuesto a que haya lo que haya ahí dentro<br />
te estropee el momento. Intentas incorporarte<br />
decidido a ir a ver, pero ella no te deja, eres<br />
preso de sus manos y de su sensual cuerpo.<br />
Ve al 69.<br />
87<br />
El crustáceo sólo presta atención a la armadura,<br />
como si tú no fueras un contrincante<br />
de altura, y tu empeño en ayudarla se ve<br />
frustrado porque ninguno de los dos repara<br />
en ti.<br />
Ve al 107.<br />
88<br />
El mono–perro sigue con la mirada el lanzamiento<br />
de la mano del esqueleto. Se acerca<br />
y la coge con sus manos de gorila. Dejándote<br />
a cuadros se empieza a rascar la espalda con<br />
ella. Intentando no llamar la atención retrocedes<br />
sigilosamente y sales del comedor. Por<br />
los pelos.<br />
Ve al 120.<br />
89<br />
Te paras enfrente de ella. No tenía pérdida,<br />
está justo a la entrada o, según se mire, a<br />
la salida del pueblo. Desde luego no te parece<br />
un sitio muy apropiado para tener la primera<br />
cita, pero ya que estás ahí no pierdes nada<br />
por entrar, ¿de qué tienes miedo? Te recriminas,<br />
serás idiota.<br />
Ve al 145.<br />
90<br />
Tu hombría te molesta en el pantalón, quieres<br />
volver junto a ella así que abres la puerta<br />
sin más miramientos. Sobre ti cae una ¿niña?<br />
El miedo te atenaza los músculos, la niña tiene<br />
los ojos blancos y se lanza a tu cuello. Tú,<br />
paralizado por el shock, no haces nada, y en<br />
una fracción de segundo sientes el dolor punzante<br />
y un líquido caliente por el cuello. ¡Te<br />
ha mordido!<br />
Ve al 78.
91<br />
Te mueves como si no hubiera un mañana<br />
y consigues zafarte de su pinza, con la única<br />
consecuencia de tener un trozo menos de<br />
pantalón. Te arrastras sin dejar de mirar al<br />
cangrejo y tu espalda topa con los pies de la<br />
armadura. Le miras con miedo, crees firmemente<br />
que vas a morir a manos de un ser<br />
que debería ser inanimado. En cambio, para<br />
tu sorpresa, la armadura ataca al cangrejo.<br />
Aprovechas y te escabulles como puedes.<br />
¡Buf!<br />
Ve al 107.<br />
92<br />
Realmente has molestado al esqueleto, te<br />
da un capón en la cabeza y te da patadas en<br />
el culo hasta que te lleva hacia la puerta por<br />
donde has entrado. El esqueleto te la cierra<br />
en las narices. Estás aturdido y cansado. Enfilas<br />
el corredor con distintas partes de tu<br />
cuerpo doloridas. Serás idiota, eso te pasa<br />
por curioso. Ve al 84.<br />
93<br />
Te acercas al gato y le miras con suspicacia<br />
desde abajo.<br />
– ¿Hablas? –le preguntas, ya puestos…<br />
– Por supuesto que sí –te contesta con una<br />
amplia sonrisa.<br />
– ¿Dónde estoy?<br />
– ¿Dónde te gustaría estar?<br />
– Eso no viene al caso –le contestas–, quiero<br />
saber cómo salir de aquí.<br />
– Para salir primero hay que entrar. –La<br />
sonrisa empieza a ponerte de los nervios.<br />
¿Qué haces?<br />
+ Le tiras una chancla al jodido gato. Ve al<br />
29.<br />
+ Emprendes el camino amarillo, dejando<br />
al gato en su árbol. De ti no se ríe nadie. Ve<br />
al 53.<br />
94<br />
– No vas mal desencaminado, doy por co-<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
rrecta tu respuesta. Puedes pasar –dice el espantapájaros.<br />
La bañera comienza a levitar lo justo para<br />
que pases por debajo al otro lado del pasillo.<br />
Ve al 141.<br />
95<br />
– ¡Un pollo de goma! ¿Por qué clase de<br />
duende me has tomado?<br />
Está enfadadísimo empiezas a retroceder<br />
pero no te da tiempo y te ves dentro del armario.<br />
De repente se queda todo oscuro y oyes<br />
un plof.<br />
+ Si tienes un mechero o un zippo ve al 15.<br />
+ Si prefieres utilizar el móvil para iluminarte<br />
y todavía lo tienes, ve al 103.<br />
+ Si no tienes nada y te quedas a oscuras<br />
ve al 146.<br />
96<br />
Se nota que eres el siguiente paso de la<br />
evolución, la criatura no domina del todo sus<br />
patas traseras y tú aprovechas para hacer un<br />
quiebro y salir corriendo del comedor. Desde<br />
luego no parecía muy peligrosa.<br />
Ve al 120.<br />
97<br />
A los pocos pasos ves una puerta a tu izquierda,<br />
la parte de abajo está verde como si<br />
hubiese estado en contacto con el agua demasiado<br />
tiempo, ¿qué haces?<br />
+ Entras, prefieres investigar todo, por si<br />
acaso… Ve al 73.<br />
+ Esa puerta no te da buena espina, prefieres<br />
continuar… Ve al 140.<br />
98<br />
Ella te pone las manos en el pecho para frenarte.<br />
– Eh… tranquilízate. –La observas, ¡y una<br />
mierda! Con lo que te ha costado llegar…<br />
La besas y te aferras a ella, ella te devuelve<br />
los besos intentando zafarse. Forcejea y<br />
de repente ois un golpe seco en la puerta del<br />
fondo del desván. ¿Qué cojones será ahora?<br />
Tú quieres ignorarlo pero ella te mira preo-<br />
85
86<br />
cupada. Te vuelves a cagar en la puta y te<br />
levantas a ver.<br />
Ve al 106.<br />
99<br />
El pasillo no es muy largo, de hecho sólo<br />
tiene tres puertas. ¿Cuál abres primero?<br />
+ La derecha. Ve al 123.<br />
+ La izquierda. Ve al 75.<br />
100<br />
Tienes la mano en el oxidado picaporte<br />
pero al sentir su tacto te corre un escalofrío<br />
por la espalda. Miras a tu alrededor, a tu<br />
izquierda hay un arco y detrás de ti las escaleras,<br />
¿qué haces?<br />
+ Te lo piensas mejor y prefieres ir al piso<br />
de arriba, tantas puertas cerradas no pueden<br />
tener nada bueno. Ve al 68.<br />
+ El arco, en el que antes no has reparado,<br />
te seduce más. Te encaminas hacia él. Ve al<br />
84.<br />
+ Tragas saliva y sigues en tu empeño de<br />
investigar todas las habitaciones. Abres la<br />
puerta, ve al 28.<br />
101<br />
Según avanzas bordeando la casa ves que<br />
está bastante perjudicada, a la fachada apenas<br />
le queda pintura. En fin… por eso la llaman<br />
la Casa Abandonada, ¿no? En la parte<br />
de atrás ves que hay un pequeño huerto y<br />
a lo lejos te parece entrever una figura, ¿un<br />
hombre? Te acercas más. A tu derecha está la<br />
casa y a tu izquierda hay un pequeño vallado<br />
de flores preciosas que te llaman la atención<br />
por su colorido. Te extraña ver ese tipo de<br />
vegetación en la parte de atrás de una casa<br />
abandonada. ¿Qué haces?<br />
+ Los colores te dejan obnubilado, no puedes<br />
dejar de mirarlos y te acercas más, apoyándote<br />
en la pequeña verja, para contemplarlas<br />
mejor. Ve al 32.<br />
+ Decides acercarte al hombre, quizás él<br />
pueda decirte si ha visto entrar a alguien en<br />
la casa. Ve al 60.<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
102<br />
El cangrejo te destroza los pantalones y te<br />
pellizca el culo, tus piernas te empiezan a escocer<br />
ahí donde el supercrustáceo ha traspasado<br />
tu piel. Te zarandea y te tira, cayendo<br />
justo encima de la armadura. La armadura<br />
se levanta enseguida y arremete contra el<br />
cangrejo, parece que no le ha gustado nada<br />
esa ofensa. Aprovechas su distracción para<br />
separarte lo máximo de esas dos criaturas.<br />
Ve al 107.<br />
103<br />
La pantalla del móvil te permite ver todo<br />
el cuarto y morirte de miedo a la vez que ves<br />
toda tu vida pasar cuando una criatura gigantesca<br />
y horrible que te recuerda a un troll<br />
viene corriendo hacia ti.<br />
Ve al 63.<br />
104<br />
Sirviéndote de los brazos, te arrastras cerrando<br />
la puertecilla que tan incautamente<br />
habías abierto. Serás idiota. Afortunadamente<br />
es una planta, así que te alejas de ahí sin<br />
problemas. Eso sí, cojeando.<br />
Ve al 40.<br />
105<br />
Das unos pasos por el pasillo y a tu izquierda<br />
ves una puerta, intentas abrirla pero está<br />
cerrada. Sin darle más importancia, continúas.<br />
Conforme te alejas de la puerta, todo<br />
se pone cada vez más oscuro. Sacas el móvil<br />
para alumbrarte. Enfocas a la pared de tu izquierda<br />
y ves un siniestro cuadro.<br />
+ Si quieres pararte a inspeccionar ve al<br />
77.<br />
+ Si prefieres continuar por el pasillo ve al<br />
97.<br />
106<br />
Abres la puerta sin pensártelo dos veces,<br />
por fin la has encontrado, sólo quieres disfrutar<br />
de ella. Un ser que no te llega a la cintura<br />
arremete contra ti. De la sorpresa te tira al<br />
suelo. Es una niña, una niña con ojos blancos
y cuya boca se acerca peligrosamente.<br />
– ¡Joder! –gritas.<br />
La niña zombie aprovecha tu breve estado<br />
de shock y se lanza contra tu cuello.<br />
Ve al 1.<br />
107<br />
El cangrejo y la armadura continúan en su<br />
particular batalla. Tú observas la habitación,<br />
hay una puerta en la esquina izquierda. Te<br />
acercas sigilosamente para no interrumpir y<br />
la abres. Ves escaleras ascendentes. Con el<br />
único propósito de no interferir en la pelea,<br />
porque es de mala educación, las subes.<br />
Ve al 6.<br />
108<br />
El cuerpo se te revuelve por el puñetazo,<br />
pierdes parte de la visión y sientes que te vas<br />
a caer al suelo, estás profundamente mareado.<br />
“Puto duende de los tratos”, piensas, “te<br />
ha dejado inútil”. El esqueleto viene hacia ti<br />
con determinación y empieza a zurrarte en la<br />
cabeza y en el culo. Sientes unas terribles ganas<br />
de vomitar mientras intentas esquivarlo.<br />
Ve al 92.<br />
109<br />
Emprendes el camino de vuelta, ya eres<br />
mayorcito para colarte en propiedades ajenas.<br />
Levantas la vista de tus chanclas y te<br />
fijas en una pared que está llena de grafitis.<br />
Ahí está escrito: No pensarás abandonar tan<br />
pronto… Es una pena, yo te seguiré esperando<br />
ya sabes donde. ¿Qué haces?<br />
+ Sigues de vuelta al hotel, es obvio que te<br />
ha sorprendido, pero ya os reiréis de esto si<br />
la vuelves a ver al día siguiente en la playa.<br />
Ve al 125.<br />
+ Cambias de opinión y vas a la Casa Abandonada.<br />
Ve al 89.<br />
110<br />
Se sienta sobre ti y sientes un placer embriagador,<br />
ella marca el ritmo, te dejas hacer,<br />
pero sabes que estás demasiado excitado<br />
como para aguantar mucho más rato. Cierras<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
los ojos para concentrarte en la respiración.<br />
Es inútil.<br />
+ Te dejas ir. Ve al 50.<br />
+ Cambias de postura. Ve al 12.<br />
111<br />
La armadura se siente ofendida por tu postura<br />
agresiva y arremete contra ti con la cabeza.<br />
Eso te pilla desprevenido y te ves empujado<br />
hasta la cama, la cual, cuando caes<br />
encima, se empieza a mover. La cama es muy<br />
dura, pero qué cojones… Debajo de la gran<br />
colcha, a la altura del cabecero, distingues<br />
unas gigantescas pinzas. ¡Es un enorme cangrejo!<br />
Por la impresión te caes de culo contra<br />
el suelo e intentas poner la mayor distancia<br />
posible, pero por un lado tienes a la armadura<br />
y por el otro el gran cangrejo que parece<br />
furioso por haber sido despertado.<br />
Ve al 135.<br />
112<br />
Definitivamente no eres un héroe literario,<br />
cierras la puerta tras de ti. ¿Qué coño era<br />
eso? Cuando recuperas el ritmo de respiración<br />
normal, te planteas donde ir ahora.<br />
+ Atraviesas el arco que hay a tu derecha.<br />
Ve al 84.<br />
+ Harto de esta planta decides probar suerte<br />
en el piso superior, ¿habrá algo peor? Ve<br />
al 68.<br />
113<br />
El sueño ha sido reparador. Crees que han<br />
pasado algunas horas, sin embargo, el sol<br />
sigue reluciendo. Sin nada mejor que hacer,<br />
emprendes el camino amarillo.<br />
Ve al 53.<br />
114<br />
Sus gemidos son embriagadores, pero se<br />
oyen golpes en la puerta del rincón, la cual no<br />
habías visto. Los ignoras. Con cada embestida<br />
oyes menos y te sumerges en el placer,<br />
tanto el tuyo como el de ella. Temblando te<br />
aferras a sus caderas y te dejas ir, agotado,<br />
en ese nirvana de sensaciones.<br />
87
88<br />
– ¿Qué será eso? –pregunta ella intentando<br />
recuperar la respiración normal y mirando a<br />
la puerta.<br />
+ Te levantas a ver. Ve al 134.<br />
+ Decides ignorarlo y seguir recostado con<br />
ella. Ve al 30.<br />
115<br />
– Otra vez tú, saco de huesos –te increpa<br />
el duende.<br />
– Lamento molestarle –dices dando un<br />
paso atrás.<br />
– Más lo vas a lamentar –amenaza. Tira de<br />
ti y te ves dentro del armario.<br />
De repente se queda todo oscuro y oyes un<br />
plof.<br />
+ Si tienes un mechero o un zippo, ve al 15.<br />
+ Si prefieres utilizar el móvil para iluminarte<br />
y aún lo tienes, ve al 103.<br />
+ Si no tienes nada y te quedas a oscuras,<br />
ve al 146<br />
116<br />
No puedes dar crédito a lo que ves, ante<br />
ti tienes un híbrido, la cabeza y las ¿patas?<br />
delanteras son de un mono, pero el tronco y<br />
las patas traseras son de un perro. Te quedas<br />
embobado mirando la criatura, inconscientemente<br />
te acercas más.<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
De improviso, la criatura gira la cabeza hacia<br />
ti, ¿es furia lo que desprenden sus ojos?<br />
Parece que va a atacar, ¿qué haces?<br />
+ Lo tienes claro, intentas distraerle con<br />
una de tus chanclas. Es medio perro, ¿no? Ve<br />
al 72.<br />
+ Utilizas tu pollo de goma, lo aprietas y<br />
suena. Ya has captado su atención. Ve al 24.<br />
+ Sabías que la mano de esqueleto te serviría<br />
para algo, sintiéndolo mucho te desprendes<br />
de ella tirándosela a la extraña criatura.<br />
Ve al 88.<br />
+ En tus bolsillos no tienes nada que te<br />
pueda servir así que con el miedo instalado<br />
en tus rodillas te pones en posición defensiva.<br />
Ve al 48.<br />
117<br />
Tiras fuerte, pero el hacha no se mueve.<br />
Le pones empeño y sigues tirando, notas que<br />
empieza a ceder. Haces un último esfuerzo y<br />
el hacha sale, pero por el impulso te caes de<br />
culo al suelo encharcado. “Mierda”, te lamentas.<br />
Te levantas evaluando el estado de tus<br />
pantalones y sales del baño con el hacha en<br />
la mano.<br />
Ve al 140.<br />
118<br />
Estás sin habla, tiene la piel muy pálida y<br />
en tu fuero interno sabes que es un fantasma,<br />
pero tu parte más racional se niega a aceptarlo.<br />
– Hola, ¿qué tal? –le contestas.<br />
– ¿Quieres ser mi novio? –te pregunta, pestañeando<br />
repetidamente.<br />
– Soy… –te pasas la mano por el cuello–<br />
soy un poco mayor para ti, ¿no?<br />
– No –dice sonriendo–, mi papi le sacaba a<br />
mi mami doce años.<br />
– Ah… –Te quedas sin habla–. Es que yo…<br />
ya tengo novia.<br />
Y te arrepientes en el mismo instante en<br />
que sale de tu boca.<br />
– ¡Todos tenéis novia! –grita.<br />
Con el miedo atenazándote las venas, te<br />
pones rígido contemplándola.
Ve al 58.<br />
119<br />
El gruñido es más fuerte y sientes avanzar<br />
algo hacia ti. Mueves la llama frenéticamente<br />
y tienes que encenderlo más de una vez. Lo<br />
que sea que gruña está muy cerca, temerosamente<br />
vuelves a alzar el mechero y te topas<br />
con un feo troll que suelta espumarajos por la<br />
boca. Es el final.<br />
Ve al 63.<br />
120<br />
Llegas al pasillo principal, miras las escaleras,<br />
suspiras. Tiene que estar arriba. Y te<br />
encaminas al piso superior.<br />
Ve al 68.<br />
121<br />
Un duende que no debe llegarte por encima<br />
de la cintura está sentado sobre un tronco<br />
caído. Va vestido de barman y en su mano<br />
lleva una copa de color rojo y una guinda en<br />
su interior.<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
– ¿Quién eres? –preguntas harto de ese lugar.<br />
– Soy el duende de los tratos. ¿Necesitas<br />
algo, muchacho? –te pregunta.<br />
– Sí, quiero salir de aquí.<br />
– Yo puedo ayudarte, chico. Sólo con un<br />
chasquido de mis dedos estarás de vuelta.<br />
– Hazlo –le apremias.<br />
– He dicho que soy el duende de los tratos.<br />
¿Tienes algo para mí?<br />
+ Si tienes una bolsa de chuches, ve al 45.<br />
+ Si crees que la estaca le puede interesar,<br />
ve al 67.<br />
+ Si tienes una zanahoria, ve al 61.<br />
+ Si no tienes nada que ofrecer, ve al 81.<br />
122<br />
Le subes la camiseta hasta sacársela por<br />
la cabeza, lo que te permite ver un sujetador<br />
rosa no lo suficientemente grande como para<br />
que guarde todo para lo que está diseñado.<br />
Le sujetas las caderas y la atraes hacia ti,<br />
estás totalmente excitado. Ella te besa y te<br />
quita la camiseta. De repente se oye un ruido<br />
procedente de una puerta en la cual no habías<br />
reparado.<br />
+ Te dejas de historias y sigues dando a tus<br />
manos la libertad que necesitan. Ve al 54.<br />
+ Ves que ella se asusta un poco, sacas el<br />
macho que llevas dentro y te acercas a esa<br />
puta puerta. Ve al 90.<br />
123<br />
Abres la puerta y te encuentras el típico<br />
cuartucho de limpieza. La cierras sin más.<br />
+ Optas ahora por la que está enfrente de<br />
ti. Ve al 75.<br />
+ Prefieres avanzar a la puerta de la habitación<br />
de al lado. Ve al 51.<br />
124<br />
Ella se acerca aún más a ti. Contienes el<br />
aliento, ¿te atacará? Cierras los ojos y de repente<br />
sientes algo frío sobre tus labios, los<br />
abres y ves que la tienes encima. ¡Te está besando!<br />
– ¡Qué suerte tienen algunas! Tu chica está<br />
89
90<br />
arriba –dice y desaparece tan espontáneamente<br />
como ha llegado. Por lo menos sabes<br />
que está en esta extraña casa.<br />
Echas un vistazo a tú alrededor y ves que<br />
en la encimera hay un objeto extraño, te acercas<br />
y… te sorprendes al descubrir que es un<br />
pollo de goma; lo coges, nunca se sabe… ¿Qué<br />
haces ahora?<br />
+ Ves que hay una puerta prácticamente<br />
cubierta a tu derecha, decides ver que hay.<br />
Ve al 36.<br />
+ A tu izquierda hay un corredor que comunica<br />
con el arco que has visto fuera, decides ir<br />
por él. Ve al 84.<br />
+ Investigas a fondo la cocina por si encuentras<br />
algo que te puedas ser de utilidad.<br />
Ve al 80.<br />
125<br />
Decides evitar la avenida principal porque<br />
está llena de turistas y te metes por una calle<br />
estrecha donde hay chalets con las toallas en<br />
las barandillas. Sólo hay una farola encendida,<br />
con lo cual la oscuridad se impone. Aceleras<br />
el paso y al final de la calle ves a una<br />
figura oscura parada en mitad de la calzada.<br />
Conforme te acercas oyes que gruñe. Te detienes<br />
dubitativo, ¿qué haces?<br />
+ Pasas al lado de la figura extraña, seguro<br />
que son imaginaciones tuyas y te ignora. Ve<br />
al 49.<br />
+ Te das media vuelta y echas a correr. Ve<br />
al 137.<br />
+ Te enfrentas a ella. Ve al 33.<br />
126<br />
Ella acepta, la verdad es que quieres salir<br />
de esa horrible casa. ¿Cómo habrá evitado<br />
ella a todos sus… huéspedes? Se acerca a la<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
ventana, tú te terminas de poner la camiseta.<br />
– ¿Has subido por ahí? –preguntas.<br />
– Claro –dice ella sonriendo.<br />
Eso lo explica todo. La puerta de la izquierda<br />
no hace más que sonar, ahora más insistentemente.<br />
Ella se descuelga por la cuerda.<br />
Pero lo que te ha llevado allí es tu naturaleza<br />
curiosa, así que decides abrir esa maldita<br />
puerta.<br />
Ve al 46.<br />
127<br />
Abres lo ojos profundamente desorientado,<br />
qué mal huele… estás mojado y sucio, y<br />
tienes… manchas marrones en la camiseta y<br />
en los pantalones… ¡qué asco! Sólo recuerdas<br />
esos brazos atrayéndote y ¿comiéndote? Por<br />
tu aspecto parece que la criatura te ha devuelto<br />
o algo peor… Profundamente asqueado<br />
sales de ese cutre baño.<br />
Ve al 2.<br />
128<br />
Abres la puerta decidido, la habitación parece<br />
sacada de un hotel. Hay una cama, una<br />
mesilla, un armario… todo muy diáfano, y<br />
deduces que será un cuarto de invitados. Te<br />
diriges al armario que está a tu izquierda, es<br />
empotrado pero la puerta esta entreabierta.<br />
¿Qué haces?<br />
+ Ya puestos, te acercas a ver qué hay. Ve<br />
al 131.<br />
+ Has tenido suficiente y seguro que Claudia<br />
no estará en el armario. Sales de la habitación.<br />
Ve al 35.<br />
129<br />
– ¿Qué haces aquí? –preguntas. El vampiro<br />
te mira con admiración o tal vez con hambre.<br />
– Soy presa de una terrible maldición, hace<br />
varios siglos el Clan de los Vampiros me desterró<br />
a este horrible lugar por no ser digno de<br />
mi naturaleza.<br />
– ¿De tu naturaleza? –El vampiro te mira<br />
con ojos vidriosos y continúa.<br />
– Sí, yo soy muy romántico además de vegetariano.<br />
Hubo un tiempo que hasta hicieron
historias sobre mí los humanos… –Suspira<br />
melancólicamente–. El Clan me dijo que era<br />
una vergüenza para nuestra raza, que gracias<br />
a mí los vampiros no iban a ser vistos de<br />
otra forma. Yo dije que esta manera es mejor,<br />
sin sangre, sin matanzas… No me dejaron<br />
seguir hablando, me mandaron aquí… Por lo<br />
menos me trajeron mi piano.<br />
Sientes una profunda pena por el vampiro<br />
sensiblero.<br />
– ¿Puedo ayudarte de alguna manera? –le<br />
dices.<br />
– Sí –te tiende una estaca–, mátame. Es la<br />
única manera de acabar con mi sufrimiento.<br />
Le miras sorprendido, pero sabes que habla<br />
completamente en serio. ¿Qué haces?<br />
+ Le estrechas la mano y le clavas la estaca.<br />
Ve al 11.<br />
+ Las fuerzas te flaquean, no puedes hacerlo.<br />
Te disculpas y sales de la habitación. Ve<br />
al 105.<br />
130<br />
– Buena elección, muchas veces el paraguas<br />
es más peligroso que una bomba –dice<br />
el espantapájaros satisfecho.<br />
La bañera comienza a levitar lo justo para<br />
que pases por debajo al otro lado del pasillo.<br />
Ve al 141.<br />
131<br />
Te acercas sigilosamente y abres la puerta.<br />
Dentro te encuentras con una criatura<br />
pequeña que te llega a la cintura de orejas<br />
puntiagudas: el duende.<br />
+ Si te has tomado la pastilla, ve al 115.<br />
+ Si ese bicho te parece lo más feo que has<br />
visto nunca, ve al 144.<br />
+ Si te alegras de volver a verle, ve al 47.<br />
132<br />
No tan rápido. El esqueleto se mueve con<br />
gran agilidad para tu sorpresa y te bloquea<br />
el paso, está realmente enfadado, ¿por qué<br />
te habrás acercado a tocarle? Te reprendes.<br />
Tira el dado o una moneda.<br />
+ Si sacas cara o 4 o más, ve al 44.<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
+ Si sacas cruz o 3 o menos. ve al 92.<br />
133<br />
El duende no opone resistencia y empieza a<br />
gimotear en cuanto te ve encima de él inmovilizándolo.<br />
Le obligas a que chasquee los dedos<br />
e inmediatamente sientes ese cosquilleo<br />
en el estómago. Estás regresando.<br />
Ve al 21.<br />
134<br />
Tus neuronas aún no han vuelto al sitio<br />
que les corresponde y sin pensarlo abres la<br />
puerta.<br />
Ve al 46.<br />
135<br />
Estás entre las dos criaturas, a la derecha<br />
la armadura, enfrente el cangrejo. ¿Qué haces?<br />
+ Atacas primero a la armadura. Ve al 31.<br />
+ Atacas primero al cangrejo. Ve al 59.<br />
136<br />
– Oh… las primeras miradas, las primeras<br />
caricias –dice…¿risueña?–. Es una chica con<br />
suerte, con gustos raros por venir aquí, pero<br />
con suerte.<br />
Te acaricia la cara, si a eso se le puede llamar<br />
caricia, y desaparece. Echas un vistazo a<br />
tu alrededor y ves que en la encimera hay un<br />
objeto extraño, te acercas y… te sorprendes<br />
al descubrir que es un pollo de goma; lo coges,<br />
nunca se sabe… ¿Qué haces ahora?<br />
+ Ves que hay una puerta prácticamente<br />
cubierta a tu derecha, decides ver que hay.<br />
Ve al 36.<br />
+ A tu izquierda hay un corredor que comunica<br />
con el arco que has visto fuera, decides ir<br />
por él. Ve al 84.<br />
+ Investigas a fondo la cocina por si encuentras<br />
algo que te puedas ser de utilidad.<br />
Ve al 80.<br />
137<br />
Corres como si te fuera la vida en ello, de<br />
hecho crees que es así. Te giras un par de<br />
91
92<br />
veces y la criatura te sigue de cerca. Te das<br />
cuenta de que corre ayudándose con los brazos,<br />
como si de un gorila se tratara. Tomas<br />
una avenida ancha pero no muy habitada<br />
que lleva a las afueras del pueblo. Te giras<br />
y te das cuenta de que lo que te perseguía no<br />
está por ningún sitio. Te sientas en el bordillo<br />
para tomar aire. Levantas la vista. “¡No me<br />
jodas!”, dices. Estás delante de la Casa Abandonada.<br />
¿Qué haces?<br />
+ Te levantas y entras en la Casa, ya que<br />
estás… Ve al 145.<br />
+ Te quedas sentado pensando qué hacer.<br />
Ve al 17.<br />
+ Rodeas la Casa para evitar sorpresas y<br />
dar más tiempo por si la criatura sigue por<br />
los alrededores. Ve al 101.<br />
138<br />
– ¡Oooooh, chuches! Me encantan.<br />
Te las arrebata de la mano y con la boca<br />
llena te dice:<br />
– La chica está arriba en la buhardilla,<br />
pero antes tendrás que encontrar las escaleras<br />
para subir. –Con una risa traviesa seguido<br />
de un plof se esfuma y te deja solo.<br />
Sales del cuarto con un destino claro, encontrar<br />
esas dichosas escaleras.<br />
Ve al 35.<br />
139<br />
Estás temblando, toda la valentía se te<br />
ha congelado en las venas. Te da igual que<br />
el móvil se haya quedado allí en mitad de la<br />
cocina. No volverías a entrar ni muerto. Más<br />
asustado que nunca vuelves a mirar a tu alrededor.<br />
¿Dónde vas?<br />
+ A la derecha, hacia el arco. Ve al 84.<br />
+ Te decantas definitivamente por el piso<br />
de arriba. Ve al 68.<br />
140<br />
Sigues avanzando por el pasillo, te parece<br />
ver al fondo una luz. De hecho es la única luz<br />
que entra aparte de la de la puerta principal.<br />
Sigues avanzando y ves a tu izquierda unas<br />
escaleras que suben y a tu derecha una puer-<br />
CRIS MIGUEL<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
ta. ¿Qué haces?<br />
+ Te sientes cansado y prefieres examinar<br />
toda la planta inferior primero. Escaleras,<br />
¡qué pereza! Vas a la puerta de la derecha.<br />
Ve al 100.<br />
+ En esta planta no parece haber nadie, si<br />
Claudia estuviera por aquí te hubiese oído.<br />
Decides ver si está en el piso superior. Ve al<br />
68.<br />
141<br />
El corredor sigue estando a oscuras. Sigues<br />
iluminando malamente y por suerte no te das<br />
de cabeza con la pared que tienes enfrente.<br />
Giras en el último segundo, llevándote sólo<br />
un golpetazo en el hombro derecho. Sigues<br />
andando y al final del pasillo, a mano izquierda,<br />
hay una puerta. ¡Por fin!<br />
Ve al 22.<br />
142<br />
Una vez de nuevo en el rellano, ¿por dónde<br />
vas?<br />
+ Sigues por el pasillo. Ve al 99.<br />
+ Vas a la puerta que tienes en frente al<br />
otro lado de las escaleras. Ve al 128.<br />
143<br />
En medio de tu trance, no te percatas de<br />
que en un árbol cercano ha aparecido un<br />
gato. Esto es demasiado surrealista, piensas.<br />
+ Si quieres ir a hablar con el gato, ve al 93.<br />
+ Si te sabes el cuento y prefieres tomar tu<br />
camino, ve al 53.<br />
144<br />
– ¿Quién eres tú? –le preguntas intimidado.<br />
– Soy el duende de los tratos –dice sonriente.<br />
– ¡Oh! –exclamas realmente sorprendido.<br />
– ¿Necesitas algo muchacho? –te pregunta.<br />
– Hmm… bueno… ¿Ha visto usted a una<br />
chica entrar en la casa esta noche?<br />
– Te responderé si me das algo a cambio,<br />
chico.<br />
Buscas en tus bolsillos, ¿qué crees que le
puede interesar más al duende de los tratos?<br />
+ Puede que le haga gracia el pollo de goma,<br />
se lo ofreces. Ve al 95.<br />
+ Como buen hijo de tu madre, crees que<br />
a todos se nos conquista con el estómago, le<br />
ofreces unas cuantas chuches. Ve al 138.<br />
+ Es lo más valioso que tienes pero, pensándolo<br />
bien, ¿a ti para que te sirve? Le ofreces<br />
el cuerno de unicornio. Ve al 39.<br />
145<br />
Subes los escalones de la entrada, de cerca<br />
parece más terrorífica si cabe. La puerta<br />
está entreabierta, empujas. Ves un pasillo<br />
escasamente iluminado. Sintiéndote uno de<br />
los cinco pero estando solo, entras. La puerta<br />
se cierra a tu espalda. “Qué típico”, piensas.<br />
Das un paso dubitativo.<br />
– Claudia –susurras.<br />
Nadie contesta. Oyes una música muy suave.<br />
Das otro paso, crees que viene del salón.<br />
¿Qué haces?<br />
+ Entras a ver de dónde sale esa música.<br />
Ve al 85.<br />
+ No quieres molestar a quien quiera que<br />
esté tocando, prefieres seguir por el pasillo.<br />
Ve al 105.<br />
146<br />
Te quedas muy quieto, esperando a que tus<br />
ojos se acostumbren. Mientras, olisqueas el<br />
aire y te das cuenta de que eso no huele como<br />
un armario. Una de tus inhalaciones suena<br />
más fuerte y te sorprendes. ¡Qué pedazo de<br />
pulmones! Entonces oyes dos más… pero tú<br />
no eres. Un gruñido gutural llena la estancia,<br />
una rendija de tenue luz se cuela por algún<br />
sitio y ante ti ves recortada en la oscuridad la<br />
silueta de un enorme y feo troll.<br />
Muerto de miedo, ve al 63.<br />
147<br />
Os quedáis adormilados,<br />
– ¿Vamos a tomar algo? –propones.<br />
– Bueno, vale… –dice ella.<br />
Os levantáis y os vestís. Tú estás un poco<br />
ido, aún sumergido en la reciente vorágine de<br />
JUEGAS O MUERES<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
placer. Sin ser muy dueño de tus movimientos,<br />
te diriges a la puerta.<br />
– Esa no es la salid… –Oyes que Claudia<br />
dice algo, pero la ignoras inconscientemente.<br />
Ve al 134.<br />
148<br />
Os quedáis adormilados, parece mentira<br />
que sin conoceros tengáis tanta complicidad,<br />
como si dos mecanismos independientes encajaran<br />
a la perfección. Suena un fuerte golpe<br />
proveniente de la jodida puerta. Os desperezáis<br />
y os vestís.<br />
– Vámonos, anda –dice ella.<br />
– Tengo curiosidad por saber lo que hay –<br />
dices.<br />
– No seas tonto, seguro que es un perro con<br />
rabia y hambriento. –Tira de ti hacia la ventana.<br />
– ¿Has subido por ahí? –le preguntas.<br />
– Claro, a saber lo que hay aquí dentro. –<br />
Tú sabes muy bien lo que hay.<br />
– Quiero ver qué es… –Tu curiosidad habla<br />
por ti.<br />
– No… venga… –Ella pone carita de pena<br />
y no te puedes resistir, dejas la curiosidad a<br />
un lado.<br />
Te descuelgas por la ventana y caéis al césped<br />
entre risas. Vais cogidos de la mano, hacia<br />
la playa. Es verano y hay que disfrutar.<br />
TU AVENTURA HA TERMINADO.<br />
93
94<br />
Revisión de las extrañas y retorcidas criaturas responsables de las desgracias de esta publicación.<br />
Carlos Javier Eguren Hernández<br />
@Carlos_Eguren<br />
Cris Miguel<br />
@Cris_MiCa<br />
J. R. Plana<br />
@jrplana<br />
BESTIARIO<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
Diego Fernández Villaverde<br />
@LordAguafiestin<br />
Ramón Plana<br />
@DocZero48<br />
Rubén Pozo Verdugo<br />
@RP_Verdugo