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Pdf Nº6 (1) - Ánima Barda

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Julio - Agosto 2012<br />

La revista es<br />

de publicación<br />

mensual y se<br />

edita en Madrid,<br />

España.<br />

ISSN<br />

2254-0466<br />

Editor<br />

J. R. Plana<br />

Ayudante ed.<br />

Cristina Miguel<br />

Ilustración,<br />

diseño y<br />

maquetación<br />

J. R. Plana<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> es<br />

una publicación<br />

independiente,<br />

todos los autores<br />

colaboran de forma<br />

desinteresada<br />

y voluntaria. La<br />

revista no se hace<br />

responsable de las<br />

opiniones de los<br />

autores.<br />

Copyright © 2012<br />

Jorge R. Plana, de<br />

la revista y todo<br />

su contenido. Todos<br />

los derechos<br />

reservados; reproducción<br />

prohibida<br />

sin previa autorización.<br />

Búscanos en las redes<br />

sociales<br />

@animabarda<br />

www.facebook.com/<br />

Anima<strong>Barda</strong><br />

Anima <strong>Barda</strong> (g +)<br />

La revista de relatos de ficción<br />

Pulp Magazine<br />

www.animabarda.com<br />

Novela por entregas<br />

ESPEJOS ROTOS IV EL MANANTIAL • Terror<br />

Rubén Pozo Verdugo<br />

EL PERGAMINO DE ISAMU V • Aventura samurái<br />

Ramón Plana<br />

Relatos cortos<br />

SEIS MUERTES POR UNA DAMA • Noir<br />

J. R. Plana<br />

DAME EL INFIERNO, CHICA • Western - Steampunk<br />

Carlos Javier Eguren Hernández<br />

HAMBRE. COMIDA. SILENCIO. • Terror Z<br />

Cris Miguel<br />

EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR • Aventuras<br />

Diego Fernández Villaverde<br />

HISTRIÓN • Espada y brujería<br />

J. R. Plana<br />

El resto<br />

JUEGAS O MUERES • Relato juego<br />

Cris Miguel y J. R. Plana<br />

UNAS PALABRAS DEL JEFE • Editorial<br />

J. R. Plana<br />

HISTORIAS DEL PULP • De interés general<br />

BESTIARIO • Los autores<br />

Núm. VI<br />

Si quieres contactar con nosotros, escríbenos a respuesta@animabarda.com<br />

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34<br />

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4<br />

94<br />

Si quieres colaborar en la revista, escríbenos a redaccion@animabarda.com y te<br />

informaremos de las condiciones.


UNAS PALABRAS DEL JEFE<br />

Unas palabras del jefe<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

J. R. Plana<br />

Y a estamos de vuelta tras un largo mes<br />

de ausencia. Veréis que este especial<br />

de verano lleva algunas cosas nuevas. Decidimos<br />

lanzar un especial que uniera julio y<br />

agosto por varios motivos, entre ellos disponer<br />

de algo más de tiempo para introducir<br />

cambios en la revista. Y este es el resultado.<br />

Lo primero, quizá lo más llamativo, es en el formato. Hemos hecho la revista un poco más<br />

ancha y alta, para que ocupe menos páginas y se pueda leer mejor (o eso esperamos). También<br />

hemos modificado el índice y algunos aspectos del diseño, como las primeras páginas o la disposición<br />

de las ilustraciones.<br />

Lo segundo es que ha cambiado el funcionamiento de <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong>. En este número no, pero<br />

nuestra intención es que los próximos sean un poco más cortos. Una novedad importante es<br />

que haremos todo lo posible porque se cubran siempre (normalmente con un solo relato aunque<br />

puede haber excepciones) los siguientes géneros: aventuras, terror, erótico, ciencia ficción,<br />

noir, espada y brujería o fantasía, western o guerra. Las antiguas revistas pulp solían dedicarse<br />

a un tema en concreto: detectives, oeste, guerra, ciencia ficción... Así que nosotros, buscando<br />

seguir la estela mientras “evolucionamos”, en vez de dedicarnos a una sola temática hemos<br />

decidido tocar las siete en cada número, dejando así nuestra marca personal, que es ser una<br />

revista pulp variada y para casi todos los gustos. Y, aunque a veces pueda resultar complicado<br />

rellenar todos los huecos, esperamos poder cumplir el objetivo lo mejor posible. Por supuesto,<br />

esto no quiere decir que no estemos abiertos a incluir otras temáticas, como por ejemplo el<br />

steampunk, la especialidad de nuestro amigo Carlos Eguren.<br />

Otra decisión ha sido reducir el número de novelas por entregas, publicando una fija junto<br />

con otra que iría alternando de número en número entre las diferentes novelas por entregas<br />

que están en el aire. Una tercera opción se dará con las novelas cortas. En ese caso hemos optado<br />

por publicar la novela entera en el número, ya que serán de menor extensión que una por<br />

entregas. Así, ocasionalmente, los lectores tendréis a vuestra disposición un número especial<br />

con una novela corta completa en su interior.<br />

Estos son los aspectos más generales de los cambios que se han introducido. Por último, nos<br />

hemos puesto un poco estrictos, subiendo el nivel de exigencia a nuestros autores con el fin de<br />

ir mejorando poco a poco la calidad literaria de la publicación. <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> siempre estará<br />

abierta a todo el mundo, ya sean profesionales, aficionados o cualquier hijo de vecino, sin embargo,<br />

aunque no tengamos grandes pretensiones, queremos premiar la fidelidad garantizando<br />

un mínimo de calidad a los lectores, que sepan que cada mes tienen un puñado de páginas de<br />

diversión y esparcimiento mental garantizadas.<br />

No es nuestro fin último, pero la verdad es que nos gustaría que <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> se convirtiera<br />

en un referente entre las revistas pulp españolas actuales. Ojalá lo consigamos entre todos,<br />

y aunque no podamos resucitar el pulp en sus años mozos, por lo menos que mantegamos la<br />

llama del homenaje encendida.<br />

Gracias por estar aquí un mes más. Esperamos que disfrutéis leyendo <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> tanto<br />

como nosotros haciéndola.<br />

3


4<br />

Historia del Pulp<br />

Hoy dedicamos esta página a Solomon Kane,<br />

el héroe puritano del siglo XVII que recorre<br />

Europa y el continente negro en su eterna<br />

lucha contra el mal.<br />

Solomon Kane es el ejemplo perfecto de<br />

un héroe de la literatura popular: un<br />

espadachín justiciero, misterioso y solitario<br />

que no duda en usar la violencia en todas sus<br />

formas. Creado por Robert E. Howard, autor<br />

de Conan, este puritano del siglo XVII recorre<br />

el mundo luchando con espada y pólvora<br />

contra toda clase de enemigos y villanos, desde<br />

bandidos hasta esclavistas pasando por<br />

arpías y vampiros.<br />

Las historias de Solomon Kane aparecieron<br />

en Weird Tales en 1928, y a lo largo de ocho<br />

relatos distintos e independientes Robert E.<br />

Howard nos cuenta las aventuras y peleas de<br />

Solomon mientras viaja del Viejo Continente<br />

a África, continente que, a ojos del autor, resultaba<br />

extremadamente exótico y primigenio.<br />

En todas ellas confluyen varios géneros,<br />

como el histórico, el folletín, el terror y especialmente<br />

la aventura, todo ello con tintes<br />

góticos.<br />

Y es que Kane se encontrará a lo largo de<br />

su camino con multitud de enemigos de lo<br />

más extraño. Él mismo, de hecho, considera<br />

que sus aventuras son un choque del Bien<br />

contra el Mal. Lo sobrenatural está presente<br />

en las aventuras de Solomon y son una parte<br />

fundamental de la trama, tanto en Europa<br />

como en África.<br />

Sin embargo, este continente requiere una<br />

especial atención cuando hablamos de las<br />

obras de Robert E. Howard. Para éste, al<br />

igual que para la tradición de la época, África<br />

es un continente de fantasía sin verosimilitud<br />

de ningún tipo; un continente inexplorado<br />

lleno de caníbales tribales, ciudades perdidas<br />

y horrores. Es en África, precisamente,<br />

donde tiene lugar la mayor parte de las aventuras<br />

de este justiciero.<br />

HISTORIA DEL PULP<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Como hemos dicho antes, se publicaron<br />

ocho relatos protagonizados por Solomon.<br />

Sin embargo, por algunas referencias que<br />

se hacen en estas obras, se deduce que ésta<br />

podría haber sido más larga. Existen varios<br />

fragmentos inconclusos y un cuento titulado<br />

“The Blue Flame of Vengeance” que nunca se<br />

publicó y que era un folletín donde Solomon<br />

se enfrentaba a un villano local para rescatar<br />

a una chica. Tras la muerte de Howard,<br />

varios autores realizaron una versión de este<br />

cuento, que al final fue publicado con el título<br />

“Blades of the Brotherhood” y que se vio modificado<br />

de igual manera que muchos otros<br />

relatos de Howard: el autor introducía una<br />

criatura de estilo lovecraftiano en una escena,<br />

persiguiendo conseguir su inclusión en<br />

antologías de temática sobrenatural.<br />

Solomon Kane, además de las mencionadas<br />

versiones de relatos no publicados, ha<br />

sido adaptado al cómic y al cine. Lo primero<br />

ocurrió en 2008 y de la mano de Dark Horse,<br />

y lo segundo tuvo lugar en 2009, película dirigida<br />

por Michael J. Bassett y James Purefoy<br />

interpretando a Solomon Kane. A España no<br />

llegó hasta 2010.<br />

Otro héroe del genial Robert E. Howard.


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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

5


6<br />

J. R. PLANA<br />

SEIS MUERTES POR<br />

UNA DAMA<br />

por J. R. Plana<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine


SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />

Sol, playas, palmeras, hoteles de lujo, luces de neón, placer, vicios caros<br />

y chicas guapas. Nunca unas vacaciones fueron tan prometedoras...<br />

Ni tan peligrosas.<br />

Sueles venir mucho por aquí? –Intento<br />

hacerme oír por encima de la música<br />

machacona y ensordecedora que sale por los<br />

altavoces.<br />

– Sí, bastante –me contesta al oído. Se echa<br />

para atrás un poco, me sonríe, sorbe por la<br />

pajita de su cóctel y se vuelve a acercar a mi<br />

oreja–. ¿Y tú?<br />

– No, qué va. –Ella hace un gesto de no haberme<br />

oído. Qué demonios, si casi no me oigo<br />

ni yo. La imito y me acerco a su cabeza. Huele<br />

bien, a uno de esos perfumes dulzones que<br />

se ponen las chicas jovencitas, nada que ver<br />

con las solteras de vuelta de todo con las que<br />

suelo quedar–. Digo que no. No soy de aquí,<br />

estoy de vacaciones.<br />

Ella abre la boca como si dijera “Aaahm”<br />

mientras asiente. Vuelve a beber de su cóctel<br />

y yo aprovecho para echar un trago del mío.<br />

¿Dónde está el alcohol? Esto es a la bebida<br />

de verdad lo que las fiestas de pijamas a las<br />

orgías desenfrenadas. Dios sabe que no soy<br />

hombre de copas llenas de colorines, que lo<br />

mio es el alcohol a palo seco, con hielo como<br />

mucho, pero estoy de vacaciones, y cuando estoy<br />

de vacaciones me dejo parte de mi disfraz<br />

en Virginia. Eso incluye el papel de tipo duro,<br />

la placa y los fantasmas nocturnos. Ahora estoy<br />

al sur de Florida, aquí todo es sol y placer,<br />

con su clima húmedo y pegajoso, sus largas<br />

playas, sus palmeras, sus hoteles de lujo, sus<br />

luces de neón, sus vicios caros y sus chicas<br />

guapas y tostadas. Chicas como la que tengo<br />

delante, con la que hace tres minutos me he<br />

chocado sin querer cuando volvía de la barra<br />

con su copa llena de líquido azul y a la que he<br />

tenido que invitar a una copa, como un buen<br />

caballero y un mediocre ligón.<br />

Deja su cóctel sobre la barra y se vuelve a<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

acercar.<br />

– ¿Has estado aquí antes de vacaciones?<br />

– Sí. Hace cuatro años. –Muevo los brazos<br />

para abarcar el local–. Y en esa ocasión aquí<br />

vine un par de veces.<br />

– ¡Vaya! –dice sonriendo–. Te gusta la marcha,<br />

¿eh?<br />

Soy un dinosaurio desfasado que sólo convive<br />

con machos bigotudos y con afición por<br />

las armas y no sé cómo carajo tomarme eso.<br />

¿Está ligando? ¿Me está tomando el pelo?<br />

¿Me está llamando viejo salido?<br />

– Un poco sí. –Pongo mi mejor sonrisa de<br />

culpable–. Pero no me va mucho el desfase.<br />

¿Y a ti?<br />

¿Qué clase de pregunta es esa? Maldito<br />

idiota.<br />

– No, yo tampoco soy de desfasar. –Entrecomilla<br />

desfasar con los dedos–. Pero sí me<br />

gusta salir de fiesta de vez en cuando. ¿A<br />

quién no?<br />

Ella coge su cóctel y vuelve a sorber por la<br />

pajita.<br />

– Claro, claro… –La imito y me escondo<br />

unos segundos en mi copa rosa. Puaj.<br />

Mientras, aprovecho el momento para mirar<br />

disimuladamente por el rabillo del ojo a…<br />

a… ¿Cómo ha dicho que se llama? ¿Claudia?<br />

¿Sophia? ¿Melanie? Mierda…<br />

– ¿Y has venido con alguien más? –Ella<br />

suelta su vaso y me corta el proceso de recuperación<br />

y saneado de memoria.<br />

– No, estoy sólo.<br />

Que triste suena.<br />

– Oh –dice. ¿Oh? ¿Qué quieres decir con<br />

“oh”?–. ¿Te apetece bailar un poco?<br />

– ¿Cómo?<br />

– ¡Que si bailamos! –grita, señalando la<br />

pista de baile.<br />

7


8<br />

Joder, que suerte.<br />

– ¡Claro! –Con la pajita aún en la boca, y<br />

sin soltarla, asiento varias veces seguidas.<br />

Haciendo caso omiso de mi actitud de menguado<br />

mental, se levanta de su taburete y<br />

me agarra de la mano. Tira de mí a través de<br />

la multitud sudorosa. Cuando considera que<br />

está lo suficientemente inmersa en el gentío,<br />

me suelta, se gira y empieza a bailar. A bailar<br />

conmigo.<br />

Se mueve al ritmo de la música, con una<br />

maestría comparable a la de las bailarinas<br />

que suelo ver en las “excursiones” nocturnas<br />

con mis compañeros. Se agita, sube, baja, se<br />

restriega, se contonea, y yo lo único que puedo<br />

hacer es seguir el juego lo mejor que puedo<br />

sin parecer un baboso.<br />

Las luces de colores de la discoteca la iluminan<br />

a rachas. Mientras la música martillea<br />

mis oídos yo me quedo embobado con su piel,<br />

morena, suave y tersa. Creo que es la primera<br />

vez desde que la he visto que me detengo a<br />

observarla por completo. Es exageradamente<br />

guapa, o al menos eso me parece a mí. Empiezo<br />

a examinarla por sus labios gruesos,<br />

que enmarcan una pequeña boca. Tiene la<br />

nariz respingona, aunque lo que más llama<br />

la atención son sus ojos, hay algo salvaje en<br />

ellos: bellamente rasgados y de un color azul<br />

que hace imposible dejar de mirarlos. La forma<br />

redondeada de su cara endulza levemente<br />

su expresión, pero el pelo corto despeinado<br />

meticulosamente y su mirada la otorgan de<br />

todo menos dulzura...<br />

Voy bajando poco a poco. Sigo las líneas de<br />

su cuello, las clavículas, los hombros tonificados.<br />

Me engancho a uno de los tirantes de<br />

su vestido y sigo bajando. Es rosa palo, o al<br />

menos eso parece con esa luz. De lo que no<br />

hay duda es que es ligero, casi etéreo, y después<br />

del pecho, donde se ciñe hasta la cadera<br />

definiendo perfectamente lo que tiene que<br />

definir, sin dejar nada a la imaginación tal y<br />

como me gusta a mí, queda suelto y vaporoso,<br />

a merced del movimiento de las caderas. Y<br />

luego se corta, de repente, a medio muslo, en<br />

una especie de tortura placentera para todo<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

hombre con pasión por las piernas que llegan<br />

hasta el suelo. No sé que lleva en los pies, no<br />

consigo llegar tan abajo.<br />

Me quedo perdido unos segundos en seguir<br />

el bamboleo incesante del vestido, y entonces<br />

me echa los brazos al cuello. Me doy cuenta<br />

de que he sido demasiado descarado y noto<br />

que se me agolpa la sangre en la cabeza.<br />

Aunque sé que no me voy a ruborizar, sí es<br />

probable que se me congestione el rostro, así<br />

que disimulo lo mejor que puedo y sigo con el<br />

baile. Regreso la vista a las alturas y veo que<br />

me está mirando a los ojos, sonriendo de medio<br />

lado. Junta su cuerpo un poco más y baila<br />

pegada a mí, dejándose llevar por la canción,<br />

que de repente ha cambiado y es más lenta<br />

que la anterior.<br />

Yo, avezado jugador en esto de ligar, me<br />

quedo unos segundos con los brazos a lo largo<br />

del cuerpo y boqueando como un pececito.<br />

Mis impulsos primarios arrancan y me da<br />

una patada mental, poniendo en inmediato<br />

funcionamiento mis manos que suben para<br />

agarrarla por la cintura. Le cojo el gusto rápidamente<br />

y consigo dejarme llevar yo también.<br />

No sé cuanto tiempo estamos así, pegados,<br />

ronzándonos el uno al otro, aspirando y memorizando<br />

el empalagoso olor de su fragancia;<br />

lo único que sé es que me parece demasiado<br />

poco. Cambia la canción y el gilipollas<br />

del DJ mete una cañera, de éstas que no se<br />

bailan sino que se siguen dando botes, como<br />

esas pelotas de goma que saltan como una jodida<br />

chinche. No, espera, las chinches no saltaban…<br />

Mejor como los piojos. O como una…<br />

Da igual, el caso es que cambia la canción,<br />

ella se separa de mí con una gran sonrisa y<br />

a mi me entran ganas de matar al pinchadiscos.<br />

– ¿Fumas? –grita.<br />

No.<br />

– Sí –grito.<br />

– ¿Salimos afuera a…? –Deja la frase sin<br />

terminar y se lleva dos dedos estirados a la<br />

boca.<br />

– Sí –vuelvo a gritar.


De nuevo toca el numerito de llevarme de<br />

la mano entre la gente, y yo me dejo, como<br />

si fuera un perrito. Incluso me dan ganas de<br />

sacar la lengua. Arf, arf, arf.<br />

Aunque pueda parecer increíble, llegamos<br />

bastante rápido al exterior. Los puertas, de<br />

riguroso negro, brazos como el torso de la<br />

chica y gafas de sol incluidas, nos abren la<br />

puerta. Una vez fuera, la brisa marina nocturna<br />

me da de lleno en la cara. Está fresca<br />

en comparación con el sofocante interior del<br />

local, pero lo que más agradezco es el agradable<br />

olor a sal y algas. Miro la playa, oscura<br />

como la boca de un lobo, e intento distinguir<br />

donde acaba el mar y empieza el horizonte.<br />

Me gustaría oír el murmullo de las olas, pero<br />

mis conductos auditivos están colapsados con<br />

un intenso piiiiiii.<br />

Ella no se detiene, sigue caminado y se aleja<br />

unos pasos, apoyándose al final contra la<br />

pared, debajo de las letras luminosas del local.<br />

Me mira y sonríe sin enseñar los dientes.<br />

Yo me acerco despacio, disfrutando del momento.<br />

Llego a su lado y ella se queda unos<br />

segundos contemplándome fijamente. Entonces<br />

gira la cabeza un poco, eleva las cejas y<br />

abre los ojos.<br />

– ¿Y bien? –pregunta–. ¿No íbamos a fumar?<br />

– Claro –contesto. Tardo unos dos segundos<br />

en entender lo que quiere de mí.<br />

Echo la mano a la espalda, al bolsillo trasero<br />

del pantalón. Frunzo el entrecejo y cambio<br />

de bolsillo, fingiendo buscar un tabaco que no<br />

existe.<br />

– Joder –digo–. Me lo he tenido que dejar<br />

en el hotel, qué cagada.<br />

Ella se ríe, incorporándose de la pared.<br />

– No te preocupes. Si quieres podemos ir a<br />

buscarlo. –Vuelve a sonreír sin enseñar los<br />

dientes y yo me vuelvo a quedar estupefacto.<br />

Se aleja un poco, caminando en dirección a<br />

la disco. Llega junto a los gorilas y habla con<br />

uno de ellos, que asiente, saca algo de dentro<br />

de su chaqueta y se lo ofrece. Ella coge dos<br />

cigarrillos, se pone uno en la boca y deja que<br />

el puerta se lo encienda. Le da las gracias y<br />

SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

vuelve hacia mí, pisando con fuerza la acera<br />

mientras da una calada al pitillo.<br />

Me da el mío y me lo pongo en los labios.<br />

Reparo en que no tengo con qué encenderlo.<br />

Ella se da cuenta, pero por lo visto tiene todo<br />

controlado. Se acerca a mí y junta la brasa de<br />

su cigarrillo con la mía, sin quitárselo de la<br />

boca. Glups.<br />

Una vez encendido, vuelve a recostarse. Yo,<br />

que tengo el cerebro falto de riego sanguíneo,<br />

me atrevo con un semifarol.<br />

– Gracias pero... –Pongo mis mejores cejas<br />

de Humphrey Bogart– es una lástima. Ahora<br />

no podremos ir a buscar tabaco al hotel.<br />

Doy una calada al cigarrillo y, como llevo<br />

sin fumar desde los catorce años, me atraganto<br />

con el humo y me da tos. Lo disimulo lo<br />

mejor que puedo y ella, omitiendo mi ahogo,<br />

sigue con la conversación.<br />

– Quién sabe, quizá nos pasemos más tarde.<br />

–Eleva la barbilla un poco y suelta el<br />

humo hacia arriba–. Así estás aquí de vacaciones…<br />

¿De dónde eres?<br />

– De Virginia. –Cojo un poco de aire, ya recuperado<br />

de mi asfixia–. En concreto de Richmond.<br />

– Oh, vaya. ¿Y a qué te dedicas allí?<br />

Sopeso la respuesta unos segundos antes<br />

de contestar. Soy poli, poli de narcóticos.<br />

¿Cómo reaccionará ella ante eso? ¿Le cortará<br />

el rollo? ¿Saldrá huyendo? ¿Le gustará?<br />

– Me dedico a la seguridad. –Decido mentir<br />

a medias–. Ya sabes, seguridad privada. Sobre<br />

todo para personas ricas o importantes.<br />

– Wow. –Abre los ojos sorprendida–. ¿En<br />

plan guardaespaldas?<br />

– Hmmm… Algo así, sí.<br />

– Vaya, nunca había estado de fiesta con<br />

ninguno.<br />

– Siempre hay una primera vez para todo.<br />

–Ahora me toca a mí preguntarle a ella–. ¿Y<br />

tú? ¿Eres de aquí? –Asiente con la cabeza–.<br />

Que suerte, ¿no? Será como estar siempre de<br />

vacaciones.<br />

– No te creas. Esto no es una fiesta continua.<br />

No es tan divertido como puede parecer.<br />

–Me sonríe, pero me parece percibir un ligero<br />

9


10<br />

matiz de tristeza en su expresión. Antes de<br />

que yo pueda añadir nada más ella vuelve a<br />

hablar, dejándome claro que quiere cambiar<br />

de tema–. Antes has dicho que viniste hace<br />

cuatro años, y si te gusta esto como parece,<br />

¿por qué has tardado tanto en volver?<br />

Vuelvo a pensar la respuesta. La verdad es<br />

que llevo cuatro años sin poder coger vacaciones<br />

en verano. Por suerte para mí, estos dos<br />

últimos meses ha habido poco follón en comisaría,<br />

así que el jefe no me puso pegas cuando<br />

le pedí que me dejara ir una semana para<br />

desconectar, alejarme del teléfono, la placa,<br />

los traficantes y los sobornos. En cuanto me<br />

dijo que sí, metí en la maleta unas camisas,<br />

un par de pantalones, la pistola y calzoncillos<br />

para siete días, y me largué a toda prisa en<br />

mi Chevy Malibú recién estrenado, más que<br />

entusiasmado con la idea de conducir casi<br />

diecisiete horas con parada incluida.<br />

Decido contarle lo mismo con un par de<br />

cambios: en vez “poco follón en comisaría”<br />

digo “pocos clientes”, y donde tocaba decir<br />

“placa, traficantes, sobornos” lo cambio por<br />

“chalecos, limusinas, amenazas de muerte”.<br />

Suena creíble y me doy una palmada en la<br />

espalda por mi rapidez mental.<br />

Ella escucha con atención y asiente al final,<br />

dándome la razón en que siempre es un gozo<br />

conducir por placer y no por obligación. Nos<br />

quedamos callados un momento, ella contemplando<br />

el mar con el cigarrillo en la boca, yo<br />

mirando las farolas del paseo mientras tiro el<br />

mío a medias disimuladamente.<br />

– ¿Conoces la ciudad? –me pregunta de repente.<br />

– La verdad es que no. –Esta vez no he vacilado,<br />

consciente de lo que viene a continuación.<br />

– ¿Quieres que te la enseñe?<br />

– Por supuesto que sí –y me permito rematar<br />

la frase con la sonrisa más grande y reluciente<br />

que he mostrado en meses.<br />

– Guay. –Tira su cigarrillo al suelo y lo<br />

apaga con la punta del zapato. Ahora sí que<br />

me fijo en lo que lleva: son unas sandalias de<br />

cuña, y, como todo, le quedan genial–. ¿Tie-<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

nes tu coche por aquí cerca o buscamos un<br />

taxi?<br />

– Lo tengo aparcado aquí al lado –digo, señalando<br />

al cruce cercano.<br />

Mentalmente doy las gracias a mi yo del<br />

pasado por la decisión de venir en coche a la<br />

discoteca a pesar de tener el hotel a un par de<br />

manzanas.<br />

Empezamos a caminar por la acera. Tiene<br />

un par de grietas y ella se agarra a mi brazo<br />

para andar más segura.<br />

– ¿Te importa? –me pregunta.<br />

– En absoluto. –Vuelvo a sonreír. ¿Qué<br />

aspecto tendré? Creo que nunca me he visto<br />

sonriendo de verdad, ni en fotos ni en el<br />

espejo, y confieso que no suelo hacerlo mucho.<br />

¿Seré como Arnold Schwarzenegger en<br />

Terminator?<br />

– ¡Ya he visto tu coche! –dice con ilusión,<br />

como si fuera una niña que juega al escondite–.<br />

Es aquel, ¿verdad? El que está en la<br />

acera de enfrente. Es un Malibú y está muy<br />

nuevo, no puede ser otro.<br />

– ¡Premio para la señorita! Has acertado,<br />

es ese. ¿Te gusta?<br />

Ella asiente con la cabeza, sonriendo con<br />

los labios apretados. Cruzamos la carretera<br />

hasta el bulevar que divide el paseo en dos<br />

y esperamos allí a que pasen unos coches.<br />

Mientras esperamos, me quedo idiotizado<br />

por decimoquinta vez en lo que va de noche.<br />

Guapa, joven, sensual, incluso parece inteligente…<br />

¿Cómo puedo tener tanta suerte? Es<br />

decir, no es que hayamos hecho nada aún, incluso<br />

puede que sea una puta de lujo o una<br />

estafadora, cosas peores he visto. Pero aun<br />

así… El hecho de que se haya fijado en mí,<br />

sea o no una embaucadora, y de que estemos<br />

paseando del brazo hacia mi coche pone mi<br />

autoestima por las nubes.<br />

Estoy envuelto en mis fantasías cuando<br />

oigo frenar suavemente a un coche a nuestro<br />

lado. La carretera tiene dos carriles y él se detiene<br />

en el izquierdo, obstaculizando la circulación.<br />

Es un Ford Kuga negro, uno de estos<br />

todoterrenos urbanos. La ventanilla se baja y<br />

asoma la cabeza un hombre con pinta de tipo


duro. Mandíbula cuadrada, pelo oscuro cortado<br />

al mínimo, patillas hasta media oreja,<br />

mirada penetrante. Lleva una camiseta negra<br />

ajustada, de manga corta, que deja claro<br />

que le gusta trabajar su torso y sus brazos en<br />

el gimnasio. Por detrás de él, en el asiento de<br />

copiloto y en la parte trasera, se entrevén dos<br />

hombres más, cortados todos por el mismo<br />

patrón. Esto no me gusta un pelo.<br />

– ¿Qué coño haces aquí, Jennifer? –Eso,<br />

Jennifer. Ese es su nombre–. ¿Y quién es este<br />

tío? –dice, casi escupiéndome.<br />

– ¿Y dónde se supone que tengo que estar,<br />

Jackie? –contesta ella–. Soy libre de ir donde<br />

me plazca.<br />

– Y una mierda. Tú irás donde diga González,<br />

y esto no le va a gustar un pelo. –Jackie<br />

tiene un marcado acento sureño.<br />

– ¿Quién cojones es González? –pregunto<br />

yo, empezando a cabrearme. Suenan las bocinas<br />

de los coches de detrás, que se frenan<br />

según pasan para insultar y pitar.<br />

– Es complicado –me dice Jennifer, al mismo<br />

tiempo nerviosa y enfadada. De repente<br />

me mira un poco asustada y añade–: no es lo<br />

que parece. Yo no me debo a González. –Se<br />

gira hacia Jackie y sus chicos–. No tengo por<br />

qué obedecerle, así que largaos de una vez.<br />

– Y una mierda –vuelve a repetir Jackie,<br />

alardeando de su amplísimo dominio del lenguaje–.<br />

Tú te vienes con nosotros. Te llevaremos<br />

con González para que te deje las cosas<br />

claras. Chicos –dice mirando hacia atrás–,<br />

metedla en el coche.<br />

Se abren las puertas y se bajan tres tíos.<br />

Vaya, había uno más. Me interpongo entre<br />

ellos y Jennifer, en guardia y preparado para<br />

pelear.<br />

– No os acerquéis –les amenazo.<br />

Se echan encima y, antes de poder reaccionar,<br />

uno de ellos me pone una pistola en la<br />

sien.<br />

– Será mejor que te estés quieto, amigo –<br />

me suelta el pavo. Tiene acento cubano.<br />

La adrenalina se me agolpa en la cabeza.<br />

El impulso es quitarle el arma y vaciarle el<br />

cargador en la boca, pero, aunque podría ha-<br />

SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

cerlo, la prudencia me aconseja mantener la<br />

calma. Jennifer podría resultar herida, y hay<br />

tres tipos más que seguro que también están<br />

armados.<br />

– ¡No le hagáis daño! –grita Jennifer, blanca<br />

como la tiza–. ¡No le hagáis nada, por favor!<br />

¡No tiene nada que ver, ni siquiera es de<br />

aquí!<br />

Los otros dos la agarran con fuerza y la<br />

meten en el coche casi en volandas, mientras<br />

ella se resiste mirando hacia mí y dando voces.<br />

– Vámonos Roque –le dice Jackie en español.<br />

Lo entiendo porque di unas cuantas clases<br />

en la comisaría, como parte de la preparación<br />

para luchar contra bandas traficantes<br />

hispanoamericanas.<br />

– No hagas ninguna tontería –me dice a mí<br />

el tal Roque–. Ponte de rodillas, las manos al<br />

cielo.<br />

Aunque obedezco, le miro a los ojos, desafiante,<br />

memorizando cada uno de sus rasgos:<br />

piel morena, pelo oscuro y en melena, bigote<br />

fosco, nariz chata y ancha, pómulos y frente<br />

prominentes, ojos pequeños y marrones, una<br />

cicatriz en la barbilla. Sonríe, dejando a la<br />

vista dos colmillos de oro. No sé por qué, pero<br />

esa sonrisa me provoca otra oleada de ira.<br />

– A ti te mataré el último –le digo, más<br />

ancho que largo. Creo que la bravuconada<br />

es también de una peli de Schwarzenegger,<br />

pero no me acuerdo de cual. La cierto es que<br />

seguro que lo dicen en alguna más.<br />

– Claro que sí –me responde. Y, para dejarme<br />

claro que discrepa, me golpea en la cabeza<br />

con el arma.<br />

Caigo de boca contra el suelo, con el mundo<br />

entero girando como si fuera una maldita<br />

noria loca y la vista llena de destellos y estrellitas.<br />

Oigo el grito de Jennifer, las risas de<br />

los matones y el motor del Ford rugiendo al<br />

acelerar. Me palpo la nuca, buscando sangre,<br />

pero no hay nada, sólo un fuerte pinchazo y<br />

un inminente chichón. Trato de ponerme a<br />

gatas y levantarme, pero es como si fuera en<br />

una barquita por el océano en mitad de una<br />

tormenta.<br />

11


12<br />

Me arrastro como puedo hasta una palmera,<br />

que uso como apoyo para enderezarme un<br />

poco. Me fijo en el detalle de que nadie ha<br />

venido a ayudarme o a ver si estoy bien. Hay<br />

varios curiosos mirando, incluidos un par de<br />

coches que se han detenido, pero no se acercan<br />

a auxiliarme.<br />

– Que os jodan –digo por lo bajo, apretando<br />

los dientes por el esfuerzo de ponerme en pie.<br />

Para mi sorpresa, aguanto bastante bien,<br />

así que reúno energías y voy a trompicones<br />

hacia mi coche. Cruzo la carretera sin mirar,<br />

provocando la ira de un conductor, que pega<br />

un frenazo y aprieta el claxon hasta dejarme<br />

sordo. Consigo alcanzar mi Chevrolet y<br />

meter las llaves de alguna manera. Antes de<br />

que me de cuenta, el coche está en marcha y<br />

a toda velocidad por el paseo.<br />

¿Qué hago? ¿Por dónde han ido? ¿Por qué<br />

solo veo lucecitas? ¿Para qué narices arrancas<br />

sin saber a donde vas? Una rauda visión<br />

de mi coche estampado contra las palmeras<br />

del paseo hace que me obligue a aparcar para<br />

pensar un poco. Me hago a un lado y detengo<br />

el coche, dejando el motor en marcha.<br />

– El acelerón ha sido un poco irreflexivo, lo<br />

acepto –empiezo a hablar en voz alta–. Veamos,<br />

qué tienes. –Pienso unos segundos–.<br />

Tengo un coche, Ford Kuga negro, pero no<br />

tengo la matrícula. Tengo un nombre sin cara:<br />

González. Y tengo dos nombres con cara: Jackie<br />

y Roque. Tengo que llevan armas y hablan<br />

en español, uno de ellos cubano. –Me callo<br />

y medito, repasando los acontecimientos,<br />

buscando algún detalle, algo que me ayude a<br />

tomar una decisión fiable, pero no encuentro<br />

nada. Sólo tengo una pista que puedo seguir,<br />

aunque es bastante vaga–. Está bien. Empezaré<br />

por lo único que tengo: el acento cubano.<br />

Eso nos lleva a la pequeña Habana.<br />

Me froto la cara y me presiono la parte superior<br />

de los ojos. Ya casi veo del todo bien,<br />

han desaparecido los destellos, aunque la<br />

punzada penetrante en la cabeza sigue ahí,<br />

perforando mis sesos sin piedad. Ahora que<br />

tengo decidido de qué hilo tirar, pienso en<br />

cómo tirar de él. ¿Voy en plan Bruce Willis,<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

dispara primero y pregunta después? ¿Me<br />

acerco hasta la comisaría de la zona y les<br />

cuento la historia? ¿Llamo a algún poli amigo<br />

en casa? ¿Y si lo dejo y me largo? Morir es<br />

una buena forma de joder las vacaciones. Y<br />

son las primeras vacaciones desde hace mucho<br />

tiempo… Pero es que Jennifer… Y parecía<br />

tan asustada… ¿Qué van a hacer con ella?<br />

Suspiro y maldigo un par de veces. ¿Qué clase<br />

de descanso es este? Menuda mierda.<br />

Vuelvo a centrarme en tomar una decisión<br />

y mi cabeza elimina posibilidades rápidamente.<br />

¿Llamar a alguien de casa? Descartado,<br />

tardaría mucho. ¿Acudir a la policía?<br />

Parece lo más sensato, pero sé que tardaran<br />

más aún que la primera opción. Sólo con comprobar<br />

que soy quien digo ser… ¿Y si alguno<br />

está a sueldo de ese tal González? Me parece<br />

poco probable, pero hace que la idea parezca<br />

menos apetecible… ¿Y largarme al hotel a<br />

dormir? Nah, Jennifer merece una noche en<br />

vela. Incluso dos.<br />

Esto solo me deja una opción, sr. Willis.<br />

Echo mano debajo del asiento y palpo hasta<br />

encontrar lo que busco. Ahí está. Siempre la<br />

llevo conmigo, ya sea encima o en el coche. Y<br />

como hoy no llevo americana, sino una ligera<br />

camisa de lino, metérmela en el cinto no parecía<br />

la mejor opción. Ésta no está registrada<br />

ni dejará huella alguna en la bala que puedan<br />

relacionar conmigo, es perfecta para la<br />

ocasión. La saco de la funda y compruebo que<br />

lleve el cargador lleno. Para mi sorpresa está<br />

vacío, y entonces me acuerdo de que antes de<br />

irme estuve practicando en la galería de tiro y<br />

se me olvido volver a cargarla. Abro la guantera<br />

y busco entre los papeles. Sé que, oculto<br />

en alguna, parte hay un cargador de repuesto<br />

lleno, así como una pequeña caja con balas<br />

suficientes para llenar uno. Doy con ambas<br />

cosas rápidamente, y me pongo a prepararlo<br />

todo sin perder un segundo. Mientras repaso<br />

en voz alta mi plan y mis intenciones.<br />

– Esto es pan comido. –Siempre he tenido<br />

esta costumbre, desde pequeño. No sé por<br />

qué, pero pensar en voz alta como si hablara<br />

conmigo mismo me ayuda a concentrarme–.


Te acercas hasta Little Havana para echar<br />

un vistazo. Primero buscamos el coche, por<br />

si lo hubieran dejado por ahí. No me extrañaría,<br />

porque no parecían muy nerviosos o<br />

asustados, estaban confiados, se creerán los<br />

amos del lugar.<br />

Las balas entran suavemente en el cargador.<br />

Clic. Clic. Clic.<br />

– Si no hay suerte, preguntaré a alguien.<br />

Alguna mujer, un hombre mayor quizás. Un<br />

niño sería lo ideal. Fingiré estar buscando<br />

a Roque porque me dijo que estaría por allí,<br />

que preguntara. Eso casi siempre funciona. Y<br />

si no, ya me buscaré las vueltas.<br />

Ya están todas las balas dentro. Meto el<br />

cargador en la pistola. Clac.<br />

– Y una vez que les encuentre… Tienen<br />

pinta de matones de tres al cuarto, probablemente<br />

se achanten cuando vean la pipa, se<br />

cagarán encima al saber que han apuntado<br />

y agredido a un policía. O igual no. En ese<br />

caso habrá que meterles miedo en el cuerpo<br />

de otra forma. –Echo hacia atrás la corredera<br />

de la pistola dejando que entre una bala en<br />

la recámara–. Pase lo que pase, saldré de allí<br />

con Jennifer, se pongan como se pongan.<br />

Satisfecho con mi plan, totalmente contrario<br />

a los manuales de conducta policial o sentido<br />

común, meto la pistola entre el cinturón<br />

y los riñones, guardo el cargador de repuesto<br />

en un bolsillo y arranco el coche. Conozco un<br />

poco la ciudad, así que tengo ubicada en qué<br />

zona está la pequeña Habana, así que enfilo<br />

el paseo y aprieto el acelerador todo lo que<br />

puedo sin llamar la atención. Las luces de locales<br />

y coches se convierten en borrones luminosos,<br />

y las palmeras pasan una detrás de<br />

otra junto a mi ventanilla, que bajo a tope<br />

para disfrutar de la brisa marina y el viento<br />

en la cara. A pesar de la tensión y de que las<br />

perspectivas no resultan tranquilizadoras,<br />

saboreo el momento.<br />

– Falta música –digo en voz alta.<br />

Enchufo la radio del coche y pongo una<br />

emisora al azar. Justo está sonando Run to<br />

the hills, de Iron Maiden, y me parece que la<br />

casualidad tiene un gusto impecable.<br />

SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />

– Eso es. Mucho mejor.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

La suerte ha decidido sonreírme, porque<br />

en menos de diez minutos he llegado a la pequeña<br />

Habana y a la primera vuelta he encontrado<br />

el Ford de Jackie y compañía. Está<br />

aparcado en una calle estrecha, frente a un<br />

restaurante cubano y una peluquería cerrada.<br />

En la calle, apoyados en el coche, están<br />

los dos tíos que metieron a Jennifer a la fuerza<br />

en el Kuga. Están fumándose un par de<br />

pitillos, mirando con aire despreocupado por<br />

la cristalera del local. Paso con el coche, no<br />

muy despacio para no llamar la atención ni<br />

muy deprisa para no ver nada. Dentro distingo<br />

unas cuantas mesas llenas con gente<br />

cenando, pero ni rastro de la chica. En la esquina<br />

del restaurante hay un callejón sucio<br />

donde tiene los contenedores de basura y una<br />

puerta de servicio. Paso de largo y sigo hasta<br />

el final de la calle, donde hay un cruce. Giro<br />

a la izquierda y me detengo para recapacitar<br />

unos segundos sobre cuál es la mejor forma<br />

de entrar. Si está abierta, la puerta de atrás<br />

es la mejor opción. Además es fácil llegar<br />

hasta ella, puedo ir por la calle paralela a la<br />

del restaurante y entrar por el otro lado del<br />

callejón.<br />

Me parece una buena opción, así que arranco<br />

y en la siguiente calle vuelvo a girar a la<br />

izquierda. Hay pocos coches, así que aparco<br />

sin problema a unos metros del callejón.<br />

Al acercarme a él descubro que hay una<br />

verja que cierra el paso de un lado al otro, así<br />

que la salto intentando no caerme de bocas y<br />

me acerco agazapado hasta la puerta. Es de<br />

metal, bastante gruesa y oxidada. Agarro el<br />

tirador y rezo para que no esté cerrada, porque<br />

entonces tendré que entrar por delante<br />

y con mucho ruido. Giro el picaporte pero no<br />

cede. Lo hago con un poco más de fuerza, empujando<br />

y tirando. Y entonces se abre hacia<br />

afuera con un chirrido. En vez de suspirar de<br />

alivio contengo la respiración con el corazón<br />

en un puño. Se ha oído mucho.<br />

Suelto y me alejo un poco de la puerta, pegado<br />

a la pared y con la mano cerca de la pis-<br />

13


14<br />

tola. Aguardo unos segundos, esperando oír<br />

pasos, pero nada ocurre. Me relajo un poco y<br />

continúo con mi incursión.<br />

La puerta da a un pasillo pintado de amarillo,<br />

casi tan sucio como el callejón y que se extiende<br />

a ambos lados para luego girar. De la<br />

parte derecha me llegan ruidos de cocina, así<br />

que decido ir hacia la izquierda, que probablemente<br />

lleve al almacén o a la oficina, si es<br />

que hay. Camino rápido y sigiloso, con la pistola<br />

ya en la mano. Al llegar a la esquina del<br />

lado izquierdo me detengo y me asomo con<br />

cuidado. El pasillo acaba a los pocos metros,<br />

en una puerta de cámara frigorífica. En mi<br />

lado de la pared veo dos puertas de madera,<br />

cerradas también. Afino el oído, pero no me<br />

llega ningún ruido, así que me pongo frente<br />

a la puerta número uno. Pego la oreja y trato<br />

de adivinar qué habrá al otro lado.<br />

– ¿Quién es usted? –Una voz con acento cubano<br />

me sobresalta–. ¿Qué hace aquí?<br />

Me giro y me encuentro a un cocinero obeso<br />

y moreno saliendo de la cámara frigorífica.<br />

¿Cómo cojones no he oído a ese hipopótamo?<br />

Le apunto con la pistola y me llevo un dedo<br />

a los labios, indicándole que guarde silencio.<br />

El hombre se pone pálido al ver la pistola,<br />

levanta las manos y asiente rápidamente. Me<br />

acerco a él y le señalo la cámara. Él retrocede<br />

y yo entro con él.<br />

– Será mejor que te quedes aquí y no hagas<br />

nada –le digo en un susurro–. Soy policía, colabora<br />

si sabes lo que te conviene. –El gordito<br />

asiente varias veces y no me pregunta por la<br />

placa. Que se atreva–. Quítate el delantal y<br />

dámelo.<br />

El procede, obediente. Cuando me lo da, le<br />

hago girar y se lo pongo de mordaza. Como es<br />

lo suficientemente largo, lo uso para atarle<br />

también las manos a la espalda. Es un viejo<br />

truco que me enseñó mi primer instructor;<br />

si tuviera una cuerda en condiciones, podría<br />

atarle cuello, manos y pies de una manera<br />

que, si se relaja, se ahoga él sólo. El tipo me<br />

ha caído bien, ha sabido portarse, así que no<br />

veo necesidad de torturarle más. Termino de<br />

hacer el nudo, dejándole en una situación un<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

poco incómoda, con los brazos subidos y la cabeza<br />

hacia atrás, y lo sujeto contra uno de las<br />

grandes cadenas con ganchos que cuelgan del<br />

techo. Así tardará un poco más en liberarse.<br />

– Estoy buscando a Jackie y a Roque –le<br />

digo al oído–. Han entrado hace poco con una<br />

chica rubia, ¿les has visto pasar? –El cocinero<br />

asiente, nervioso–. ¿Dónde están? ¿Están<br />

en este lado del pasillo? –Vuelve a asentir–.<br />

¿Tras la puerta en la que estaba yo? –Esta<br />

vez niega–. ¿En la otra? –Ahora siente con<br />

más fuerza–. Muy bien. Si me has dicho la<br />

verdad, te librarás de una buena por colaborar.<br />

Si no, volveré aquí y hablaremos.<br />

Le dejo asistiendo como un loco y a punto<br />

de llorar. Está realmente asustado.<br />

Vuelvo al pasillo, cierro la cámara frigorífica<br />

y me acerco a la puerta número dos. Esta<br />

vez sí que oigo ruidos al pegar la oreja, parecen<br />

voces hablando. Me concentro, tratando<br />

de entender algo. Se oye una voz de hombre,<br />

grave y con acento. ¿González, quizás? No<br />

distingo bien lo que está diciendo. Se oye otra<br />

voz, y ésta la reconozco al instante: es Jackie,<br />

con ese acento sureño que me crispa los<br />

nervios. Se vuelve a oír al supuesto González,<br />

que grita. Entonces suena una chica, sin<br />

duda Jennifer. Y luego una bofetada la calla.<br />

No hay que ser muy listo para suponer<br />

lo que ha pasado. Noto como la adrenalina<br />

vuelve a invadirme, con la diferencia de que<br />

esta vez no la reprimo. Me alejo de la puerta,<br />

agarro la pistola con fuerza, cojo impulso y le<br />

pego una patada a la puerta a la altura del<br />

picaporte. La madera se parte con un gran<br />

crujido y se estrella contra la pared al abrirse<br />

hacia dentro. Entro en la habitación como<br />

una exhalación, sin pararme a mirar qué o<br />

quién hay dentro, embistiendo contra lo primero<br />

que encuentro. Roque es el primero en<br />

mi camino, que cae al suelo con la cara llena<br />

de sangre tras darle un brutal revés con el<br />

arma. A la mierda lo de enseñar la placa.<br />

Jackie está más alejado, justo a la espalda<br />

de un hombre joven, de pelo oscuro, tez<br />

morena y bien vestido. Jennifer está al final,<br />

casi colgando, con las manos esposadas a una


tubería y la cabeza echada hacia delante. Los<br />

dos se han girado, agachándose instintivamente<br />

por el ruido, y Jackie ha desenfundado<br />

una pistola y está empezando a entender qué<br />

ocurre. Le ahorro tener que tomar decisiones<br />

disparando tres veces contra él. La detonación<br />

retumba en toda la habitación. Jackie ya<br />

no será un problema.<br />

Apunto al otro y avanzo hacia él, decidido.<br />

– ¿González? –le pregunto.<br />

– S–Sí. –Titubea un poco, a la vez furioso y<br />

asustado. Efectivamente, tiene acento cubano–.<br />

¿Quién eres tú?<br />

Le ignoro y, sin dejar de apuntarle, me<br />

acerco hasta Jennifer.<br />

– Jennifer, ¿estás bien? ¿Puedes oírme?<br />

Ella levanta los ojos para mirarme. Tiene<br />

el izquierdo morado, casi cerrado debido a<br />

la hinchazón, el labio partido y la nariz sangrando.<br />

Me ve y me reconoce, y sonríe aliviada.<br />

– Has venido… –murmura. Apenas puede<br />

tener los ojos abiertos.<br />

– Bájala –le digo a González. Se muestra<br />

reticente a obedecer, así que me acerco más<br />

a él y le pongo la pistola contra la frente–.<br />

Bájala o te vuelo la cabeza.<br />

González saca una pequeña llave del bolsillo<br />

de su americana y se sube a una silla para<br />

abrir las esposas. Cuando las suelta, Jennifer<br />

se vence hacia delante, incapaz de sostenerse<br />

en pie. Lo había previsto, así que consigo sujetarla<br />

con la mano libre sin perder de vista<br />

a González.<br />

– ¿Tienes algo roto? ¿Puedes ver bien? –<br />

pregunto–. ¿Crees que podrás andar?<br />

– Estoy bien… –Apenas la oigo–. Vámonos.<br />

Consigue levantarse apoyándose un poco<br />

en mí y sin dejar de mirar al cubano.<br />

– Antes de irnos hay que arreglar algo –<br />

digo–. ¿Quién es este hombre?<br />

– Me llamo Enrique Je…<br />

– No te he preguntado a ti. –Amartillo la<br />

pistola para añadir dramatismo a la escena.<br />

– Se llama Enrique Jesús González –me<br />

dice Jennifer–. Controla una parte de la pequeña<br />

Habana.<br />

SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– Me gustan los mafiosos de tres al cuarto.<br />

–Le dedico mi pero sonrisa a González–. ¿Te<br />

estaba pegando, Jennifer?<br />

– Sí –contesta.<br />

– ¿Por qué?<br />

– Me pidió que nos casáramos y le dije que<br />

no. No me ha dejado en paz desde entonces.<br />

– Ya veo… –Miro fijamente a González,<br />

que empieza a estar rojo de ira–. ¿Te ata algo<br />

a este hombre?<br />

– No –dice ella.<br />

– ¿Te gustaría que muriera? –El cubano<br />

abre mucho los ojos y la boca, como si fuera<br />

a gritar.<br />

– Sí.<br />

No necesito más motivos, no me lo pienso<br />

dos veces. Jennifer le ha sentenciado. Disparo<br />

a bocajarro, su sangre salpica el suelo y el<br />

cae redondo, con los ojos y la boca aún abiertos.<br />

En pocos segundos su cuerpo está sobre<br />

un charco de sangre negra. Se oyen pasos y<br />

voces en el pasillo.<br />

– Ahora sí –le digo a Jennifer–. Vámonos.<br />

–Me agacho junto al cadáver de Jackie, recojo<br />

su pistola y compruebo que esté cargada y sin<br />

seguro–. Ponte detrás de mí.<br />

Nos acercamos a la puerta. Al pasar junto<br />

a Roque me fijo a ver si sigue vivo. Tiene la<br />

cara llena de sangre y los ojos abiertos, mi<br />

golpe le ha hundido el tabique nasal en la cabeza,<br />

lo que, si no le ha matado en el acto, lo<br />

ha hecho al poco tiempo. Vaya, no he podido<br />

cumplir mi promesa de matarle el último.<br />

Qué se le va a hacer.<br />

Me asomo afuera y veo que vienen los dos<br />

tipos del coche, armas en mano, junto a un<br />

cocinero con cara de asustado. Antes de que<br />

puedan reaccionar, saco los brazos y disparo<br />

contra ellos con las dos pistolas. Vacío los dos<br />

cargadores, a lo loco, en plan cowboy. El olor<br />

a pólvora llena mis fosas nasales y las percusiones<br />

me dejan medio sordo.<br />

Cuando acabo, los tres hombres están tirados<br />

en el suelo. Hay sangre y agujeros en la<br />

pared. Me guardo la pistola de Jackie para<br />

no dejar mis huellas y recargo la mía con el<br />

segundo cargador. Agarro a Jennifer de la<br />

15


16<br />

mano y apretamos a correr. No nos encontramos<br />

a nadie más en el pasillo, aunque se<br />

oyen gritos que vienen de la cocina.<br />

Cuando salimos al exterior por la puerta de<br />

servicio se oyen sirenas a lo lejos. Me pongo<br />

la pistola en el pantalón y apremio a Jennifer<br />

a seguirme. Llegamos hasta la verja, que me<br />

hace soltar una maldición porque no me acordaba<br />

de ella. Jennifer está débil, y no podrá<br />

escalar ella sola. Las sirenas suenan cada vez<br />

más y más cerca.<br />

– Cariño, vas a tener que hacer un último<br />

esfuerzo. –Miro a Jennifer a los ojos, insultándome<br />

mentalmente por no haber contado<br />

con esto–. Hay que pasar al otro lado, no podemos<br />

salir por la calle del local, nos pillarán.<br />

Ella asiente, decidida a hacer un último<br />

esfuerzo. A pesar de los golpes y las heridas<br />

sigue estando increíblemente guapa.<br />

Cruzo las manos para que ponga el pie y<br />

ella se agarra a mi hombro y a la valla. Cuento<br />

hasta tres y la impulso con todas mis fuerzas.<br />

Ella es joven y está en forma, así que<br />

consigue saltar con relativa facilidad. Cae un<br />

poco mal, pero gracias al cielo se levanta indemne.<br />

Se oyen frenazos al final del callejón.<br />

Hay que darse prisa.<br />

En cuanto paso al otro lado, echamos a correr.<br />

Nuestra calle está despejada y no hay<br />

mucha gente, así que bajamos un poco el paso<br />

para no llamar la atención. Cuando llegamos<br />

hasta el Chevrolet las prisas vienen todas de<br />

golpe. No acierto con las llaves, Jennifer se<br />

pone nerviosa, entramos en el coche a trompicones<br />

y arranco con un acelerón. Perfecto<br />

para pasar desapercibido.<br />

Recorremos las calles de la ciudad totalmente<br />

callados, Jennifer mirando por la ventanilla,<br />

observando la vida nocturna. Decido<br />

romper el silencio.<br />

– Te acercaré a casa. Dime dónde vives.<br />

Lo he estado pensando todo el camino, he<br />

fantaseado con todas las opciones, y ésta me<br />

parece la forma más sensata de acabar con la<br />

aventura.<br />

– No –me dice ella–. No quiero ir.<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

No sé por qué pero no me sorprende. En el<br />

fondo quizá lo esperaba<br />

– ¿Y a dónde quieres ir, Jennifer?<br />

– No lo sé –contesta–. Donde sea, pero lejos<br />

de aquí. Contigo, quizá.<br />

Suspiro.<br />

– Ni hablar, Jennifer. –Me fuerzo a resistirme,<br />

aunque bien sabe Dios que no quiero–.<br />

Esta noche he hecho todo lo contrario a lo que<br />

debería. No tenía que haber ido así, no tenía<br />

que haber matado a estos tipos. No me arrepiento,<br />

pero quiero que esto acabe bien. Tu<br />

vida está aquí, no te alejaré de ella porque sí.<br />

Jennifer se calla durante unos segundos.<br />

Sin dejar de mirar por la ventanilla vuelve a<br />

hablarme.<br />

– Estoy harta de esta ciudad. Estoy harta<br />

de mi vida. No quiero quedarme aquí.<br />

– Todos estamos hartos de algo, pero no por<br />

ello nos largamos a la mínima. ¿Y tu familia?<br />

Ríe con amargura.<br />

– ¿Por qué crees que acabé saliendo con<br />

González? A mi familia únicamente le interesan<br />

los negocios…<br />

La miro, confuso.<br />

– ¿Tus padres te obligaron a salir con el cubano?<br />

Ella asiente.<br />

– En cierta manera sí.<br />

– Vaya… Pensé que eso ya no se llevaba.<br />

¿Quiénes son tus padres? –Aparto la vista de<br />

la carretera para mirarla a los ojos–. ¿Quién<br />

eres tú?<br />

Me mira con tristeza.<br />

– Mejor que no lo sepas… por ahora. Sácame<br />

de aquí y te lo diré.<br />

Medito unos segundos. Llevármela de allí<br />

no es lo más inteligente, a nadie con dos dedos<br />

de frente se le ocurriría. Demonios, si<br />

apenas la conozco.<br />

– ¿Me arrepentiré? –Al decirlo me estoy<br />

metiendo en terreno peligroso.<br />

Por primera vez desde hace horas, sonríe<br />

de verdad.<br />

– No dejaré que te arrepientas –contesta.<br />

Yo también sonrío.<br />

Nos callamos, pero el silencio no dura mu


cho. Me doy cuenta de que hay un detalle que<br />

convendría aclarar.<br />

– Jennifer… Hay algo sobre lo que te he<br />

mentido. –Me mira con el ceño fruncido–. No<br />

trabajo en seguridad. Bueno, no al menos<br />

como te había contado. Soy policía. Inspector,<br />

en narcóticos.<br />

– ¿Por qué no me lo dijiste?<br />

– No quería espantarte.<br />

Vuelve a reír con ganas.<br />

– No lo hubieras hecho. –Pone su mano sobre<br />

mi brazo. No me lo esperaba, y hace que<br />

se me ponga la carne de gallina–. Tampoco<br />

he estado nunca con un poli.<br />

– No es una vida fácil –la advierto–. Si alguien<br />

busca tranquilidad, no le recomiendo<br />

estar a mi lado.<br />

Se encoge de hombros.<br />

– No me importa.<br />

Volvemos a quedarnos en silencio. Casi sin<br />

quererlo, suelto la pregunta que llevo toda la<br />

noche queriendo decir.<br />

– ¿Por qué conmigo? –pregunto–. ¿Por qué<br />

te acercaste a mí en la discoteca?<br />

No tarda en responder.<br />

– A tu segunda pregunta contestaré que<br />

me acerqué porque estaba aburrida. –Finjo<br />

molestarme y ella se ríe–. Realmente fue porque<br />

me invitaste a una copa. Pocas veces lo<br />

han hecho por haberme molestado, sólo para<br />

ligar. Tú parecías tan tímido y tan caballeroso<br />

que no pude resistirme. –Me hace un guiño<br />

de ojo especialmente exagerado–. Y a la<br />

primera… Eres el único que se ha arriesgado<br />

por mí. –Vuelve a sonreír–. Además sin conocerme.<br />

Eso dice mucho de ti.<br />

A la mierda. Si después de que Jennifer me<br />

diga eso sigo empeñado en llevarla a su casa<br />

me merezco que me metan una bala entre<br />

ceja y ceja.<br />

– ¿Y a dónde vamos? –digo.<br />

– De momento al hotel, a recoger tus cosas.<br />

– ¿Y tú? ¿Te vas sin maleta?<br />

Se encoge de hombros de nuevo.<br />

– Qué más da. Llevo las tarjetas conmigo.<br />

Sacaré todo antes de que me las cancelen. Ya<br />

compraré algo por el camino.<br />

SEIS MUERTES POR UNA DAMA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– ¿El camino a dónde?<br />

– A donde sea. A tu casa, por ejemplo. Nunca<br />

he estado en Richmond.<br />

– No es tan glamuroso como esto –digo,<br />

riendo.<br />

– No quiero lujo. Quiero vivir, tomar yo mis<br />

propias decisiones. Arriesgarme.<br />

Eso me gusta. Va con mi carácter. Empiezo<br />

a paladear el prometedor futuro.<br />

– Entonces tenemos un largo viaje por delante.<br />

¿No prefieres coger un avión?<br />

– No. ¿No te acuerdas? Te dije que me gustaban<br />

los viajes en coche.<br />

– Entonces te vas a hartar.<br />

Llegamos al hotel y entramos juntos. Cuando<br />

he llegado me he limitado a soltar la maleta<br />

tal cual en la habitación, sin deshacerla<br />

ni nada, así que tardamos poco. Los dos miramos<br />

la cama con ojos golosos, pero al final<br />

decidimos que es mejor seguir.<br />

Bajamos a recepción y les digo que he de<br />

dejar el hotel antes de tiempo. Ellos me dicen<br />

que me cobrarán la mitad del resto, que es la<br />

política. Sé que en este no es así, pero estoy<br />

demasiado excitado para pelear. Pago lo que<br />

dicen y nos vamos.<br />

En media hora, después de desvalijar las<br />

cuentas de Jennifer, estamos ya en plena carretera.<br />

Son las seis menos cuarto de la madrugada<br />

y tenemos otras diecisiete horas de<br />

viaje por delante.<br />

Intercambiamos una mirada. Ella me sonríe<br />

y yo pienso que debería haber echado la<br />

lotería, que hoy tengo una suerte increíble.<br />

Entonces pone su mano sobre la mía y la<br />

aprieta con dulzura. No estoy nada acostumbrado<br />

a esto. Desvío de nuevo la vista de la<br />

carretera a sus ojos.<br />

– Lo siento mucho –me dice.<br />

– ¿Lo sientes? ¿Por qué carajo lo sientes?<br />

– Por haberte estropeado las vacaciones.<br />

– ¿Estropeado? ¿Qué has estropeado? ¿Una<br />

semana de playa, hotel, discotecas y bares?<br />

¿Una semana de soledad o compañía pagada<br />

en mi habitación? –Me sale una risotada<br />

seca–. Que le den por culo a las vacaciones.<br />

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18<br />

CARLOS JAVIER EGUREN HERNÁNDEZ<br />

DAME EL INFIERNO, CHICA<br />

por Carlos Javier Eguren Hernández<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine


UNO<br />

La ciudad de El Paso estaba antaño en el<br />

desierto. Ahora se encontraba sobre él,<br />

erigida en un dirigible, frente al sol ardiente<br />

del verano, escrutando la desolación bajo<br />

ella.<br />

Esta es la historia de cómo la ciudad volante<br />

se vino abajo.<br />

DAME EL INFIERNO, CHICA<br />

Existe un mundo movido por el vapor, los sueños, las pesadillas y las locuras. Es el mundo<br />

de Maverick la Mil Veces Maldita y su vida gira en torno a la venganza. Eso le hace seguir<br />

respirando y sembrar la muerte. Maverick, el infierno y el cielo a un suspiro es su poder.<br />

DOS<br />

Los locos del vapor llegaron a Estados Unidos<br />

plagados de fantasías que cumplir. Una<br />

de ella fue la creación de una urbe flotante.<br />

Basándose en la tecnología de los dirigibles<br />

y en un diseño estabilizador propio, Quincy<br />

Wilbur fundó El Paso. Cuando le preguntaron<br />

por qué había creado esa locura, con la<br />

que finiquitó el oro descubierto en sus años<br />

mozos, replicó:<br />

– ¿Por qué no? Ahora, llamen a mi mayordomo,<br />

me traerá mi sopa de sangre de unicornio.<br />

El señor Quincy Wilbur murió en un asilo<br />

público, hundido en la miseria. Llamaba a<br />

todos “criado”, pero esa es otra historia que<br />

no es fundamental para esta en la que nos<br />

hallamos, querido lector o lectora.<br />

Sea como sea, si El Paso no cayó fue porque<br />

le encontraron otro uso al viejo titán loco.<br />

Era una enorme base que servía para que los<br />

dirigibles llenasen sus estómagos de combustible<br />

sin tener que parar en tierra. Esa razón<br />

agilizaba los vuelos, que tardaban menos.<br />

Como sabrán, a cualquier locura se le puede<br />

imponer la razón con cierto esfuerzo y mucha<br />

imaginación.<br />

TRES<br />

En El Paso había una taberna conocida<br />

como “Cabeza de muerto”. El nombre se debe<br />

porque decapitaron a su dueño en plena tertulia<br />

política (y aún así terminó de recitar la<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Marsellesa). O eso cuenta la leyenda, ¿quién<br />

sabe? Al menos, era su nombre, no muy atrayente,<br />

pero era la única de El Paso y eso le<br />

garantizaba feligreses.<br />

En sus tripas, había clientes de muchos lugares.<br />

Era como el centro de unión del mundo.<br />

Había dublineses hablando de las guerras<br />

que amenazaban el sur, viejos guerreros de<br />

las colonias, huérfanos de alguna antigua<br />

selva… Sus vidas, que quizás no hubiesen<br />

colisionado nunca en tierra, chocaban ahora<br />

en aquel trozo del cielo. Peleas y bromas,<br />

conversaciones eternas y diálogos de besugo,<br />

tenían cabida bajo la música de pianola.<br />

Y aquel día, llegó una cliente que nadie esperaba,<br />

como nadie desea aguardar la propia<br />

muerte. Caminaba tambaleante y su sombra<br />

se alargaba a su paso, tras abrir de un golpe<br />

la puerta doble, digna del típico bar del salvaje<br />

oeste.<br />

La música cesó en cuanto hizo acto de presencia.<br />

CUATRO<br />

Ella dejó que cada paso tuviese un eco. Después,<br />

llegó a la barra. Se sentó en el asiento<br />

más cercano y sin alzar la mirada, cogió la<br />

botella de whisky que le había lanzado el camarero.<br />

– Tienes pinta de necesitarla, forastera.<br />

La extraña estaba cubierta de tierra. Su<br />

rostro, su pelo, sus ropas… A su alrededor, la<br />

polvareda caía sobre el suelo de madera. Una<br />

de las camareras, a penas una niña de diez<br />

años, puso gesto de desagrado ante el trabajo<br />

inesperado, pero el gesto de su jefe la advirtió<br />

de su osadía; aquella tipa sin nombre era<br />

alguien que no soportaba que nadie le alzase<br />

la voz ni le dirigiese un mal gesto. El dueño<br />

lo había comprendido veloz.<br />

La dama cubierta de tierra miró al posadero<br />

durante un segundo, bajo la sombra de<br />

19


20<br />

su sombrero de ala ancha. Uno de sus ojos<br />

destellaba en rojo, una prótesis artificial. Eso<br />

congeló al tabernero. Había escuchado muchos<br />

rumores en el pasado, muchas leyendas<br />

que harían temblar a cualquiera si era cierto:<br />

¿era ella… La vieja Bruja de Kansas?<br />

No se imaginaba que ella era algo peor. Era<br />

real, no una superchería.<br />

La desconocida fue a hablar, pero tosió y la<br />

arena salió por su boca. Cogió la botella, la<br />

descolchó con los dientes y escupió a un lado<br />

el tapón. Bebió con avidez. Luego, tras lanzar<br />

un escupitajo que pareció barro, pudo hablar:<br />

– Recuerdas la gloria de tus muertos –dijo<br />

a modo de agradecimiento. Dejó un lingote de<br />

oro sobre la mesa–. Espero que sirva de pago.<br />

– ¡Bill el Tabernero a su servicio! –habló<br />

el posadero cogiendo el lingote antes de que<br />

alguien osase arrebatárselo–. ¡Está pagada<br />

su estancia hasta el final de sus días! ¡Que<br />

comience la música de nuevo!<br />

“No creo que pueda destrozar nada de este<br />

bar que cueste tanto”, pensó Bill frotándose<br />

su cabeza calva, degustando todo a su alrededor<br />

y agitando su tripa bajo el delantal blanco.<br />

No se imaginaba que podía errar.<br />

Entonces las puertas se abrieron. La música<br />

no regresó.<br />

CINCO<br />

El primero en llegar fue un hombre con traje<br />

de viejo soldado. Azul con toques dorados<br />

en distinciones muy antiguas. Todo su brazo<br />

derecho era un cúmulo de tuercas y ruedecillas;<br />

había perdido el auténtico en una<br />

batalla perdida (había vencido tantas otras<br />

con aquel ingenio mecánico). Lo llamaban la<br />

Zarpa, porque precisamente su muñeca culminaba<br />

en una. A su vez, su rostro estaba<br />

cubierto, por unas enormes lentes, una caperuza<br />

y una mascarilla. Sobre su cabeza, un<br />

sombrero de copa.<br />

Después, emergió un viejo gordinflón y pequeño…<br />

O, quizás, alto y delgado… Su pierna<br />

derecha era alta y delgada, pero la izquierda<br />

era baja y gorda. Uno de sus brazos llegaba<br />

hasta el suelo y el otro apenas salía del<br />

CARLOS JAVIER EGUREN HERNÁNDEZ<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

hombro. Su tronco tenía partes esqueléticas<br />

y otras llenas de cebo. Su rostro era un montón<br />

de parches: la boca de una cabaretera, la<br />

nariz de un fumador de opio, la oreja derecha<br />

de un vigía y la izquierda de un pescador, la<br />

papada de un general y las mejillas y frente<br />

de… No recordaba quién. Sobre su cabeza,<br />

peinaba un par de pelos de diferentes tonalidades.<br />

Parecía un muñeco de trapo roto, que<br />

habían arreglado cosiéndolo de forma burda…<br />

Y, a lo mejor, era eso. Basurero era un<br />

tipo que se dedicaba a construirse su propio<br />

cuerpo desde hacía mucho. A quien mataba,<br />

le arrancaba algo que le parecía útil.<br />

– ¡Venimos a por ti, Maverick! –ladró Zarpa<br />

refiriéndose a la mujer cubierta de tierra–.<br />

Fue muy divertido lo de enterrarte viva. Pensamos<br />

que era algo que jamás podríamos repetir…<br />

Pero es hora de terminar con esto.<br />

Hubo un silencio tenso, todos miraron a<br />

Maverick. Entonces, otro chilló:<br />

– ¡He decidido que quiero su pelo! –habló<br />

Basurero, sacando su lengua de gato.<br />

SEIS<br />

Maverick se giró. Las caras de horror atestaban<br />

la sala. Muchos se habían empezado<br />

a esconder bajo las mesas, alguien había intentado<br />

abrir las ventanas (uno se lanzó por<br />

ella). Estaban ante Zarpa y Basurero, los dos<br />

cazadores de recompensas más peligrosos<br />

del mundo. Cualquiera se horrorizaría ante<br />

aquellos asesinos sin escrúpulos, pero en la<br />

taberna había una pesadilla mayor: Maverick<br />

la Mil Veces Maldita, la mujer que mató<br />

a un zar y escupió a un dios.<br />

– Aquí no, por favor, aquí no –susurró Bill<br />

el Tabernero, temblando sin parar. Zarpa le<br />

señaló y se orinó encima.<br />

– ¡Silencio! Ahora sólo queremos escuchar<br />

una voz y es la de aquella que debería yacer<br />

ahora bajo la tumba de Paula Quentin.<br />

– ¿Qué tienes que decir, guapísima? –preguntó<br />

Basurero. A lo largo de su vida había<br />

recolectado también diferentes tonos de voz y<br />

pasaba del amor al odio y de la rabia al miedo<br />

con una facilidad pasmosa. Todas esos senti-


mientos, eso sí, marcados por la repugnancia.<br />

– Duelo a las doce –replicó–. No huiré, no<br />

escaparé, no planearé nada que no sea enfrentarme<br />

a vosotros dos siguiendo vuestros<br />

viejos códigos. Estoy dañada, me cuesta respirar…<br />

Sólo vais a disfrutar de mi dolor unos<br />

segundos más.<br />

– ¡CÁLLATE YA! –chilló Basurero–. ¡Menos<br />

poemas, estúpida! Menos cháchara, por<br />

favor… Te mataremos aquí mismo… ¡NO<br />

NOS LA JUGARÁS!<br />

Basurero alzó su escopeta de ballenero,<br />

Maverick cerró los ojos.<br />

SIETE<br />

– Tranquilo, cosa –dijo Zarpa, posando su<br />

mano mecánica sobre la cabeza de su acompañante–.<br />

Muchas cosas se pueden decir de<br />

Maverick, pero ¿mentirosa? Por ahora no. Sería<br />

un insulto fácil y carente de argumentos<br />

para esta zorra vil y despiadada.<br />

– ¿Te ha contagiado su labia o qué? –soltó<br />

Basurero, furioso y feliz–. ¡Quiero acabar con<br />

ella! ¡Quiero desmembrarla! ¡Quiero frotarme<br />

con sus órganos! ¡Quiero…!<br />

– Es lo más bonito que le han dicho nunca<br />

–opinó Zarpa–. Pero recuerda quién manda<br />

aquí.<br />

La mano mecánica de Zarpa empezó a hacer<br />

presión sobre el balón cosido cien veces<br />

que era la cabeza del Basurero, cuyos ojos se<br />

desorbitaron levemente.<br />

– Te concedemos tu derecho a duelo, Mav –<br />

habló Zarpas a la mujer–. A las doce frente al<br />

campanario de la iglesia. Elegimos de arma<br />

un revólver. Nosotros dos contra ti, pequeña.<br />

–Contempló su reloj de bolsillo–. Maverick<br />

la Mil Veces Maldita, bebe, fornica, respira<br />

y haz todo lo que puedas, porque en sesenta<br />

minutos estarás muerta. Un duelo al sol, una<br />

tumba que te espera. Que te sea leve.<br />

Acto seguido, Zarpa obligó a Basurero a salir<br />

del antro, pero…<br />

OCHO<br />

Un arpón salió volando hacia la espalda de<br />

Maverick… Si no se hubiera girado en ese<br />

DAME EL INFIERNO, CHICA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

instante, la habría ensartado.<br />

El proyectil impactó contra la barra, destrozándola.<br />

Los gritos de temor se sucedieron<br />

por la estancia. Maverick miró atrás con desprecio.<br />

Por la puerta, asomó Zarpa, hastiado, y<br />

dijo:<br />

– Agh, ¡lo siento! Ese imbécil no sabe mantenerse<br />

en sus cabales. No te preocupes, para<br />

igualar las cosas tras este incidente he decidido<br />

arrancarle un brazo. ¡Lo siento! ¡Nos<br />

vemos! No te olvides de nuestra cita, cariñín.<br />

Y lanzó un beso volado, tras la máscara, a<br />

Maverick.<br />

NUEVE<br />

Tras encañonar a Bill el Tabernero, que se<br />

resistía a darle una estancia, Maverick consiguió<br />

la mejor habitación. Ya en ella, abrió<br />

una caja de música y dejó que sonará. Tenía<br />

el tiempo justo. Cuando terminase la canción,<br />

debía bajar y enfrentarse a su destino.<br />

Se quitó el sombrero y observó su rostro,<br />

lleno de mugre y dolor. Dio un paso y las espuelas<br />

le sonaron como un cargador de revólver.<br />

Si iba a ser el último día de su vida, quería<br />

hacer muchas cosas, pero ninguna estaba<br />

allí.<br />

Tronó sus dedos y llenó la bañera de agua<br />

caliente. Un pequeño y gran privilegio para<br />

alguien que nunca carecía de lujos. Miró por<br />

la ventana y vio como el sol empezaba a despuntar,<br />

la señal del mediodía.<br />

DIEZ<br />

Tras desnudarse y contemplar su cuerpo<br />

con cicatrices y viejas heridas de guerra, dejó<br />

que el agua la limpiase… Pero tenía la sensación<br />

de que jamás se libraría de todo aquello.<br />

Tras un primer baño, se dio un segundo. La<br />

tierra enfangó el agua, aunque tras terminar<br />

parecía humana. No era ese tipo de suciedad,<br />

era la venganza.<br />

Encontró a una niña en la habitación. Maverick<br />

salió de la bañera, cogió una silla, la<br />

rompió contra la pared y usó una de sus patas<br />

de arma. En menos de veinte segundos, el<br />

21


22<br />

improvisado cuchillo estaba en el cuello de la<br />

pequeña, la camarera de diez años.<br />

– ¿Vienes a matarme, pequeña hija de Satanás?<br />

– ¡No, no, por favor, Dios! ¡Le traía toallas!<br />

¡Toallas y comida!<br />

Maverick arrojó al suelo a la pequeña, tiró<br />

la pata a un lado y cogió las toallas. Tiró la<br />

comida al suelo.<br />

– No tengo hambre y si tu Tabernero ha de<br />

envenenar a alguien, que sea a sus ratas.<br />

La pistolera se dio la vuelta cubriéndose<br />

con la toalla. Su pelo rojizo caía por su rostro,<br />

ocultándola, como cuando era una niña y<br />

quería esconderse del mundo. Decidía así, al<br />

menos, esconderse de sí misma.<br />

– ¿Es verdad que ha matado a mil personas?<br />

–preguntó la chiquilla.<br />

– Es mentira… He matado a más, a muchos<br />

más. Te lo puedo asegurar. ¿Qué haces<br />

que no te marchas?<br />

– Quería saber si me enseñarías a matar.<br />

– ¿A quién quieres matar?<br />

– A Bill el Tabernero.<br />

– ¿Cómo quieres matarlo?<br />

– ¿No pregunta por qué?<br />

– El vicio se lee en sus ojos. No necesito saber<br />

por tu boca qué monstruosidades te ha<br />

hecho. Lo veo en tu rostro, en tus piernas, en<br />

tus muñecas. La pregunta ya no es por qué,<br />

sino cómo. Es preso de la gula y la lujuria.<br />

Dale un brindis de champagne y matarratas,<br />

hazlo caer por la ventana, pártele el cuello,<br />

arráncale la piel a tiras. Seguramente, no sufra<br />

tanto como te ha hecho sufrir a ti.<br />

La muchacha guardaba silencio, intentando<br />

contener las lágrimas. Maverick fue hasta<br />

su ropa, pero la niña se le acercó.<br />

– No creo que llorar te ayude a nada. Esas<br />

lágrimas no ahogarán a tu violador. Ese sufrimiento<br />

no dañará al hombre que te ha hecho<br />

maldecir tu existencia. Lo único que hará<br />

algo por ti es lo que tú hagas contra él.<br />

La pequeña se acercó con un macuto que<br />

antes había dejado tras de sí. Lo desenvolvió.<br />

Era ropa: un pantalón oscuro, una blusa<br />

blanca, unas botas.<br />

CARLOS JAVIER EGUREN HERNÁNDEZ<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– De mi madre y mi padre, lo único que<br />

guardé de sus cadáveres cuando murieron<br />

por el océano de calor de hace tres años, antes<br />

de que me tomase el Tabernero.<br />

La joven retrocedió hasta la puerta, Maverick<br />

sólo dijo:<br />

– Que tu venganza sea terrible. Es el mayor<br />

agradecimiento que podrá darte nunca<br />

nadie.<br />

La canción de la caja de música terminó<br />

mientras Maverick se vestía y preparaba<br />

para el duelo.<br />

ONCE<br />

Las amplias máquinas surtidoras de combustible<br />

seguían su trabajo habitual. Aquella<br />

energía generaba el tipo de vapor más fuerte<br />

para que grandes zepelines no tuvieran que<br />

detenerse en mucho tiempo. Además, permitía<br />

que toda la ciudad se mantuviese en el<br />

aire.<br />

Eran grandes bombas grises que se agitaban<br />

en una incesante danza. Todas ellas<br />

controladas por Annie la Vieja, quien esa<br />

mañana había recibido un paquete con el regalo<br />

que le hizo embarcar en un dirigible y<br />

marcharse.<br />

Atrás, curiosamente, dejó la mayor parte<br />

del paquete traído por el correo aéreo.<br />

DOCE<br />

El Paso había sido rodeada por diez dirigibles<br />

que esperaban una recarga de energía<br />

para su vapor, pero no la recibían. Los ciudadanos<br />

se negaban a salir hasta que terminase<br />

el duelo que estaba por ocurrir. Por tanto,<br />

a los habitantes de El Paso se sumaron los<br />

tripulantes de las diferentes aeronaves que<br />

aguardaban ver el crimen.<br />

Zarpa y Basurero, con la huella en su cabeza<br />

de la garra de su socio, esperaban frente<br />

a la Iglesia tras haberla convertido en pasto<br />

de las llamas. Pensaban que era un escenario<br />

mejor para la batalla final contra su bestia.<br />

La diablesa apareció desde la vieja posada.<br />

– Vienes con el rostro y la vestimenta limpia<br />

para que te metamos en la caja de ma-


dera, ¿no es así, querida? –preguntó Zarpa,<br />

siniestro.<br />

– Necesito una pistola.<br />

Basurero rió mostrando los dientes de varios<br />

piratas a los que había destripado, pero<br />

Zarpa arrojó una arma por el suelo, haciendo<br />

que llegase hasta ella.<br />

– Sólo tiene una bala –advirtió Zarpa, sonriente–.<br />

No creo que necesites más.<br />

– Sois dos.<br />

– Ten buena puntería, entonces.<br />

Los espectadores miraron ansiosos y, a la<br />

vez, temerosos: hombres y mujeres, niños y<br />

niñas, viejos y viejas… Una tribu de perdidos<br />

que servían de espectadores de aquel siniestro<br />

juego a vida o muerte que estaba a punto<br />

de comenzar.<br />

– Ya sabes cómo va esto –dijo Zarpa, dándose<br />

la vuelta caminando lejos de la mitad<br />

de aquel campo de batalla. Basurero hizo lo<br />

mismo a regañadientes.<br />

Maverick también hizo lo mismo.<br />

– Tres… Dos…<br />

Al llegar al uno deberían darse la vuelta,<br />

desenfundar y disparar.<br />

Maverick lo hizo en el dos, porque sus enemigos<br />

lo habían hecho en el tres.<br />

TRECE<br />

Los dos asesinos a sueldo dispararon. Maverick<br />

lanzó la suya contra ellos y dio un salto<br />

a otro lado. La bala del rifle de Basurero<br />

atravesó el gatillo del arma de Mav y esta explotó.<br />

Zarpa sonrió con frustración, ella había<br />

descubierto que aquella pistola era una<br />

trampa: iba a estallar en su mano si disparaba.<br />

Empezaba bien el juego.<br />

La bala de este último fue a parar hasta<br />

las máquinas de vapor. Atravesó el artilugio<br />

y este lanzó una ráfaga de vapor ardiente, capaz<br />

de arrancar la piel de aquel mísero que<br />

encontrase.<br />

CATORCE<br />

La nota que había recibido Annie la Vieja<br />

le exigía tres cosas a cambio de su recompensa.<br />

DAME EL INFIERNO, CHICA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Primera, dejar que toda la maquinaria de<br />

la ciudad se recalentase. Cosa fácil gracias al<br />

sol del brutal verano.<br />

QUINCE<br />

Basurero buscó a Maverick en el caos,<br />

mientras sonaban las campanas de la iglesia<br />

en llamas. ¿Podía ser cierto? ¿Ella había entrado<br />

en aquel infierno? Cuando la vio en el<br />

campanario, supo que sí. Él y Zarpa empezaron<br />

a disparar contra la campana, componiendo<br />

una música siniestra. No vieron que<br />

algo soltó la campana y no fue ningún balazo.<br />

La joya de la torre cayó. Golpeó el lugar<br />

que antes habían ocupado los asesinos. El<br />

estruendo continuó mientras rodaba hasta el<br />

generador de energía. Le dio a la caja abandonada,<br />

que acercó hasta el corazón de la máquina.<br />

El caos crecía.<br />

DIECISÉIS<br />

La segunda cosa que pedía la carta era que<br />

Annie dejase la caja (con la que vino la nota)<br />

cerca de las fuentes de vapor. Al acercarse<br />

la madera al metal ardiente no tardó en incendiarse.<br />

Colaboró que estuviera regada de<br />

pólvora.<br />

DIECISIETE<br />

La explosión cubrió de llamas toda la ciudad.<br />

El Paso se convirtió en un infierno bajo<br />

un sol de justicia. Las personas empezaron a<br />

huir hacia los dirigibles que se habían quedado<br />

colapsados debido a no recibir combustible.<br />

El estallido fue un estruendo seguido de<br />

una luz infernal.<br />

DIECIOCHO<br />

Basurero había esgrimido su rifle y disparado<br />

a discreción. Mató a inocentes en su locura,<br />

pero no le importó. Maldijo que Zarpa le<br />

arrancase el brazo debido a lo ocurrido con el<br />

arpón. Si tuviese otro, habría podido disparar<br />

mejor… O más.<br />

El calor hizo que el fuego cobrase una mayor<br />

fuerza mientras se extendía por la enorme<br />

plataforma, que había dejado de recibir<br />

23


24<br />

el impulso que la hacía levitar. Basurero empezó<br />

a notar la caída. Pensó en abandonar,<br />

pero Zarpa seguía allí. Primero, la matarían.<br />

Después, huirían.<br />

DIECINUEVE<br />

El humo separó al Basurero y a Zarpa. Los<br />

dos asesinos se enfrentaron a aquel caos de<br />

naves marchándose, la mayoría repletas de<br />

los refugiados. Quizás, sin el combustible suficiente<br />

para volar muy lejos.<br />

El primero que encontró a Maverick fue el<br />

Basurero. Sacó su arma de ballenero y escupiendo<br />

insultos dignos del averno lanzó su<br />

arpón.<br />

– Maldita perra del infierno… Te…<br />

Se clavó contra una pared, Maverick lo<br />

arrancó y usó la punta para atacar. No cortó<br />

el cuello del Basurero, que rió hasta que<br />

se dio cuenta de que ella lo que había hecho<br />

era cortarle los hilos que unían su cabeza y<br />

su cuerpo. Se desnucó mientras Maverick le<br />

daba una patada al cuerpo lanzándolo de la<br />

plataforma. Directo al abismo.<br />

VEINTE<br />

Inesperadamente, Zarpa empujó a Maverick<br />

y ella cayó al vacío.<br />

Él se asomó para completar su obra cuando<br />

una mano agarró su tobillo. Resbaló y él<br />

también compartió el destino de Maverick.<br />

Las llamas se cebaron con la parte baja de la<br />

estructura.<br />

Maverick consiguió agarrarse a uno de los<br />

andamiajes de los bajos de El Paso. Zarpa,<br />

embadurnado de sudor, empezó a presionar<br />

la pierna de Maverick que logró agarrar de<br />

milagro. Ninguno gritó pese al dolor. Él fue a<br />

sacar otra pistola pero recibió una patada de<br />

la joven que hizo que la perdiera.<br />

– ¿Qué harás ahora? ¿Eh? –dijo Zarpa–.<br />

¡Entraremos al infierno cogidos de la mano!<br />

El Paso se precipitaba al vacío, pero quizás<br />

ellos llegasen antes.<br />

CARLOS JAVIER EGUREN HERNÁNDEZ<br />

VEINTIUNO<br />

Una mole se precipitó sobre ellos, con el<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

cuerpo en llamas y gimiendo de dolor. Maverick<br />

lo esquivó tras llevarse un golpe.<br />

Zarpa no pudo hacer lo mismo y cayó con<br />

él.<br />

Aquella bola ardiente era el Tabernero.<br />

Maverick miró arriba y vio a la niña con<br />

una botella. El líquido tenía el verde del veneno<br />

para ratones. La joven se había vengado.<br />

Tendió una cuerda para la Mil Veces<br />

Maldita.<br />

– Gracias –le dijo la joven a Maverick. La<br />

Mil Veces Maldita le habló de cómo matar.<br />

VEINTIDÓS<br />

El dirigible “Deméter 2” recibió a dos refugiadas.<br />

Una cubierta con una capa apenas se<br />

le veía el rostro, la otra era una niña. Estaban<br />

huyendo de la ciudad que había caído en<br />

llamas.<br />

– ¿Puedo ir contigo? –preguntó la joven<br />

asustada a la dama. Había matado a alguien,<br />

necesitaba que Maverick, que a tantos acribilló,<br />

la calmase con la sabiduría de la experiencia.<br />

– En la primera parada que haga este<br />

transporte, huye de mí o te mataré –le dijo<br />

Maverick a la niña, mientras encendía un cigarrillo–.<br />

No quiero estorbos de ningún tipo.<br />

La pequeña se quedó sola mientras Maverick<br />

le daba espalda. Una nube de humo ascendió.<br />

La guerrera de la cabellera pelirroja no tenía<br />

que maldecir a nadie más con su destino.<br />

Ahora, sólo tenía que escapar una vez más<br />

de todo, mientras los días la aproximaban a<br />

su fin.<br />

La Ciudad del Relojero estaba cada vez<br />

más cerca.<br />

EPÍLOGO<br />

Annie la Vieja degustó un bistec y lo bendijo.<br />

Debía ser Dios el que le envió aquel paquete<br />

cuya tercera exigencia era que disfrutase<br />

del oro que llenaba una cámara de un<br />

banco de San Francisco. Se sintió feliz, como<br />

un peón más del tablero divino.


HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />

HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />

por Cris Miguel<br />

Los muertos vuelven a la vida para arrastrar a los vivos con ellos. La ciudad está infestada,<br />

y el grupo de Catherine depende de su agilidad y astucia para sobrevivir en un mundo<br />

desolado por la más terrible de las plagas.<br />

I<br />

Siento el asfalto bajo mi cuerpo, la cabeza me martillea y no soy capaz de ver nada.<br />

“Catherine”.<br />

“Cathy”.<br />

No lo oigo con claridad, pero alguien está gritando mi nombre. Intento abrir los ojos y los párpados<br />

me pesan demasiado. Siento algo caliente sobre mi brazo derecho. Al momento alguien<br />

me zarandea, pero la negrura no me deja ir, me quiere para ella. Algo me abrasa en el costado<br />

derecho, quisiera alargar la mano y ver qué es, echarme agua; pero mi cuerpo es un peso muerto,<br />

sin autoridad.<br />

“Vamos, yo te cubro”.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

25


26<br />

Quiero abrir los ojos, sé que están cargando<br />

conmigo, ya no estoy en el suelo. Sin embargo,<br />

la pesadez y el escozor del costado hacen<br />

que me resigne a esta oscuridad que llega a<br />

parecerme atractiva.<br />

El destello me hace daño en los ojos, intento<br />

enfocar la vista y sólo veo hierro a mi<br />

alrededor. Ahora siento un hombro clavarse<br />

irremisiblemente en mi estómago. Conocería<br />

su cuerpo en cualquier parte. Alargo la mano<br />

hacia su cuello y muevo un poco las piernas<br />

para que se dé cuenta de que estoy despierta.<br />

El ruido que hacen sus botas subiendo las<br />

escaleras de incendios cesa para tenderme en<br />

un escalón sin soltarme del todo.<br />

– ¿Eh, estás bien? Menudo susto nos has<br />

dado… –me dice sujetándome la cara con sus<br />

manos.<br />

– Sí, estoy bien –logro articular, algo aturdida<br />

aún.<br />

Veo que unos pies se detienen a nuestra altura.<br />

– ¡Dormilona! Me alegro de que estés bien.<br />

Vamos, os espero arriba –nos dice Max con<br />

una enorme sonrisa en la cara.<br />

– De acuerdo, enseguida subimos –le contesta<br />

Oliver sin soltarme la cara y apartándonos<br />

un poco para dejarle pasar.<br />

Me siento mareada. Me levanto la camiseta,<br />

el costado me quema. Llevo mis dedos por<br />

esa zona pero no encuentro nada, ni un mísero<br />

arañazo. Absolutamente nada.<br />

– ¿Qué te ocurre? ¿Tienes algo? –El miedo<br />

se vislumbra en los ojos de Oliver que se<br />

inclina apartándome la mano con delicadeza<br />

para comprobarlo el mismo.<br />

– No tienes nada, cielo. –Me da un beso en<br />

la curva de mi cintura y me estremezco. Eso<br />

me devuelve un poco a la realidad.<br />

– ¿Qué ha pasado? –le pregunto desorientada.<br />

Soy incapaz de recordar nada desde que<br />

emprendimos el camino de regreso al refugio<br />

y giramos esa esquina… la esquina. Estaba<br />

lleno.<br />

– Te rodearon, perdiste el equilibrio, debiste<br />

darte en la cabeza al caer contra el suelo…<br />

Me asusté muchísimo, te dije que te mantu-<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

vieras detrás de mí… Si no fueras tan cabezota…<br />

–Apoyo los codos en mis rodillas y me<br />

sujeto la frente con una mano–. Creía que te<br />

habían mordido, no pude parar a mirarlo…<br />

– Tranquilo, estoy bien. –Le cojo una mano<br />

entre las mías–. Siento haberte asustado. –<br />

Me muerdo el labio, verle tan vulnerable…<br />

siempre ha sido lo peor de ir a explorar juntos.<br />

Nos damos un intenso beso y subimos más<br />

lentamente de lo normal hasta el último piso.<br />

En cuanto entramos por la ventana Megan<br />

y Esther me interceptan. Está claro que<br />

Max ya les ha contado lo ocurrido. Intento<br />

sonreír y quitarle hierro al asunto, hasta me<br />

dejo mimar un poco por Esther, que tiene ese<br />

instinto maternal propio de mujeres nobles<br />

que están acostumbradas a estar siempre rodeadas<br />

de mochuelos. La miro y me hundo en<br />

su hombro, no suelo sucumbir, mis defensas<br />

siempre están alerta y soy yo la que cuida de<br />

ellas, sobre todo de Megan que aún no ha salido<br />

de la adolescencia.<br />

– Estoy bien, tranquilas. –En cuanto salen<br />

esas palabras de mi boca siento otra vez la<br />

quemazón en el costado.<br />

Sucumbiendo de nuevo al impulso, me levanto<br />

la camiseta y me masajeo la zona.<br />

– ¿Qué te ocurre? –Igual que ha hecho Oliver,<br />

Esther me aparta la mano y se inclina<br />

para inspeccionarme–. No tienes nada, niña<br />

–me dice cariñosamente acariciándome el<br />

brazo.<br />

Asiento, doy un beso a Megan en la frente<br />

y voy a buscar a Oliver y a Max. Los encuentro<br />

en la cocina, o lo que antes era la cocina,<br />

que ahora escasamente cumple esas funciones.<br />

Me siento en la encimera y les observo,<br />

ambos se han callado en cuanto me han visto<br />

entrar.<br />

– Vamos, dejad de mirarme como si fuera<br />

un cachorro herido. ¿De qué hablabais?<br />

– Si te encuentras bien, le estaba diciendo<br />

a Oliver que mañana podríamos cambiarnos<br />

de refugio –cuenta Max.


– Yo le he dicho que no, que es peligroso y<br />

más si tú estás desorientada. Ellas no saben<br />

luchar ni empuñar un arma… Te necesitamos<br />

entera –me dice Oliver y un destello fugaz<br />

de terror atraviesa su mirada.<br />

– Tú decides. –Max me pasa la decisión.<br />

– Estoy bien, podemos movernos mañana.<br />

– Cathy, nos da igual esperar un día más –<br />

dice Oliver mientras se acerca a mí y me acaricia<br />

la pierna.<br />

– Sabes muy bien que no da igual. No tenemos<br />

comida, y si dejamos pasar otro día<br />

podrían llegar más a la zona que hemos ido<br />

limpiando… Es más seguro ir mañana.<br />

– De acuerdo, ahora cuando comamos algo<br />

se lo decimos para que se preparen y se conciencien.<br />

–Max sale de la cocina dejándonos<br />

solos.<br />

Oliver esta frente a mí, cabizbajo, contemplando<br />

nuestras manos entrelazadas.<br />

– No creo que sea seguro… –Le acaricio<br />

la mejilla y echo su rebelde pelo rubio hacia<br />

atrás con mis dedos.<br />

– Para ti nunca es seguro, pero es que ya<br />

no hay nada seguro. –Su barba me raspa la<br />

mano–. Cuanto antes nos movamos, mejor –<br />

digo convencida.<br />

Él niega con la cabeza, derrotado. Sabe que<br />

no vamos a ceder, que la decisión está tomada.<br />

Sus ojos azules me atraviesan y me odio a<br />

mí misma por hacerle sufrir, por preocuparle.<br />

Pero sé que es lo mejor para el grupo, me<br />

encuentro bien, salvo por el dolor en el costado,<br />

y mañana estaré en plenas condiciones<br />

para enfrentarme a esos putos monstruos. Lo<br />

estrecho contra mí pensando que si no le tuviera<br />

a él, hace tiempo que hubiese muerto.<br />

Le debo todo. Y me insto a mí misma a que<br />

mañana yo le protegeré ahí fuera, ya que él<br />

estará intentando protegernos a todos.<br />

II<br />

Miro por la ventana. Ya ha oscurecido. Estamos<br />

todos en el salón, trazando el plan, el<br />

recorrido y la forma de actuar correcta ante<br />

imprevistos. Megan está asustada, no está<br />

acostumbrada a salir fuera, de hecho, desde<br />

HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

que la encontramos, siempre se ha quedado<br />

aquí con Esther. Es sólo una niña. Con suerte<br />

mañana sólo tendrán que correr.<br />

– Si las cosas se ponen feas, tras estas dos<br />

manzanas hay una tienda en la esquina. Se<br />

accede por el callejón de la parte de atrás.<br />

Está limpia salvo alguna excepción, es prácticamente<br />

segura –explica Oliver–. Así que,<br />

si tenemos que huir y escondernos, la parada<br />

más cercana es esa.<br />

Traga saliva, está nervioso. Le aprieto la<br />

mano para darle fuerzas y prosigue con su<br />

explicación.<br />

– Tras ese refugio no hay ninguno medianamente<br />

seguro después de cuatro manzanas.<br />

Por ahí hay muchas calles, es fácil escabullirse<br />

aunque siempre hay sorpresas,<br />

grupos más numerosos de la cuenta… Iremos<br />

en grupo, os cubriremos. Ambas llevaréis un<br />

arma, pero usadla única y exclusivamente<br />

para una gran emergencia. Nos puede costar<br />

la vida a todos…<br />

Le acaricio la pierna y continúo yo, hay que<br />

dar ánimos, fuerza, no podemos tener miedo<br />

y arriesgarnos a que Megan tenga un ataque<br />

de pánico.<br />

– Bueno, todo saldrá bien. Estamos acostumbrados<br />

a movernos y deshacernos de<br />

ellos. Son lentos, mantened su boca y sus<br />

uñas alejadas de vosotras y no pasará nada.<br />

– Exacto. Nosotros somos más listos, más<br />

rápidos y vemos mejor. Está chupado –me<br />

apoya Max.<br />

En verdad lo pienso, pero la mente turbada<br />

de Oliver me contagia parte de su inquietud.<br />

Puedo sentirla, lo transmite por todos los<br />

poros de su piel, su mirada, su postura… no<br />

quiere ir.<br />

– Repito que no tenemos por qué hacerlo<br />

mañana. He aconsejado a Cathy que es mejor<br />

que repose, pero ya los conocéis, son más tercos<br />

que una mula… –se lamenta Oliver.<br />

– ¡Venga, tío! Cathy es fuerte, y ellas también.<br />

Cuanto más vueltas le demos peor –anima<br />

Max.<br />

– ¿Os acordáis de cuando me encontrasteis?<br />

–Max, Oliver y yo asentimos, y Esther<br />

27


28<br />

continúa–: Ahora sólo estamos dos pisos por<br />

encima, pero habéis convertido esto en nuestro<br />

hogar, en un lugar seguro. Estaba sola y<br />

me salvasteis… –Se muerde el labio–. Me fío<br />

de vosotros, lo que decidáis estará bien.<br />

Guardo silencio, me acuerdo de ese día.<br />

Max trabajaba con Oliver en el hospital cuando<br />

todo estalló. Reaccionaron rápido y fueron<br />

a buscarme al trabajo. En el todoterreno de<br />

Max nos alejamos de la ciudad a unos montes<br />

cercanos. Pasamos un día entero en el coche,<br />

intentando sintonizar la radio. Sin comida ni<br />

agua volvimos a la ciudad y, apenas nos internamos,<br />

encontramos una marea entera de<br />

esos bichos. Aún sin armas, sólo nos quedaba<br />

correr, y eso hicimos, bordeamos la periferia<br />

de la ciudad y allí había muchos menos que<br />

dentro. El segundo día, ya provistos de algunas<br />

armas, empezamos a registras los pisos<br />

y encontramos a Esther encerrada en su dormitorio.<br />

Hemos perdido la noción del tiempo, pero<br />

ha pasado lo suficiente como para haber acabado<br />

con los almacenes de las tiendas de los<br />

barrios aledaños. Sin comida, tenemos que<br />

movernos, otra vez. Max, Oliver y yo hemos<br />

estado registrando alejándonos un poco más<br />

cada día, saliendo antes y volviendo más tarde,<br />

y hemos encontrado un edificio de ocho<br />

pisos que nos servirá. Pero está lejos, a varias<br />

horas de camino a paso lento. No puedes correr<br />

como una loca con la ciudad llena de esos<br />

bichos, no sabes qué te vas a encontrar en la<br />

siguiente esquina.<br />

– ¿Cómo te encuentras? –me pregunta Oliver<br />

sacándome de mis recuerdos.<br />

– Bien, pesado. –Es automático, cada vez<br />

que digo “bien” me escuece el costado. Realmente<br />

me debí de dar un golpe fuerte en la<br />

cabeza.<br />

– Es mejor que intentemos dormir algo,<br />

mañana será un día largo –dice Oliver.<br />

– ¡Eso! Yo me encargo de la primera guardia<br />

–se ofrece Max.<br />

Oliver y yo nos levantamos y vamos a nuestro<br />

pequeño cuarto, quizás sea la última noche<br />

que dormimos en una cama en mucho<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

tiempo. El edificio al que vamos es seguro,<br />

todo lo seguro que puede ser en estos días,<br />

pero no sabemos la calidad de las cosas de su<br />

interior. Menos mal que tenemos a Esther,<br />

que se encarga de poner todo medianamente<br />

decente.<br />

Me acurruco junto a Oliver, me besa en la<br />

frente sin dejar de mirarme. Me duele el costado<br />

ahora que estoy tumbada sobre él. Me<br />

estoy volviendo paranoica.<br />

– Quiero que tengas cuidado mañana y no<br />

te expongas en exceso… –me dice seriamente.<br />

– ¿Ya estamos? –Siempre sobreprotegiéndome.<br />

– Hazlo por el grupo, si te expones más de<br />

la cuenta y te separas mucho de mí sólo tendré<br />

ojos para ti… No podré proteger a los demás.<br />

– Está bien, deja de darle vueltas.<br />

– Te quiero –me dice y me levanta la cabeza<br />

cogiéndome de la barbilla para besarme.<br />

Yo sólo quiero dormir, así que enseguida<br />

estoy sumida en un placentero sueño.<br />

III<br />

Abro tímidamente los ojos, el cielo empieza<br />

a clarear. Está amaneciendo. Me doy la vuelta<br />

y estoy sola en la cama. Oliver siempre<br />

se levanta antes. Me desperezo y voy en su<br />

busca. Las chicas aún duermen y Oliver está<br />

hablando con Max, sentado ambos en el suelo<br />

del salón. Me acerco y les imito.<br />

– ¿Habéis dormido algo? –les pregunto.<br />

– Sí, tranquila. ¿Cómo te encuentras? –se<br />

interesa Max.<br />

– Bien, fresca como una lechuga. –Sonrío<br />

para quitarle hierro al asunto.<br />

– Deberíamos despertarlas, tenemos que<br />

aprovechar toda la luz –dice Oliver. Asiento<br />

y voy a la habitación de al lado.<br />

Tengo una sensación rara en el estómago,<br />

además el costado me sigue escociendo aunque<br />

no hay nada. Las despierto con dulzura y<br />

en unos minutos estamos listos para emprender<br />

el camino. Max les ha dado una pistola<br />

cargada a cada una, él y Oliver llevan sendas


escopetas, y yo me conformo con una pistola<br />

que rara vez utilizo. Estoy más a gusto con<br />

el machete y varios cuchillos, aunque implica<br />

acercarse mucho, demasiado.<br />

Salimos al fresco de la mañana, a estas horas<br />

al menos el calor nos da un respiro. Oliver<br />

va delante y Max nos cubre la espalda, yo<br />

voy al lado de ellas e intento tranquilizarlas<br />

con una leve sonrisa, Megan asiente y seguimos<br />

sin decir una palabra a Oliver. La calle<br />

está prácticamente desierta, hay algunos<br />

diseminados, pero nos movemos con la suficiente<br />

diligencia como para no darles tiempo<br />

a alcanzarnos.<br />

Oliver se para, haciéndonos un gesto para<br />

que nos peguemos a la pared detrás de él.<br />

– A partir de aquí la zona no es tan segura,<br />

no os lo digo para que os pongáis nerviosas,<br />

sólo abrid más los ojos si cabe. ¡Vamos!<br />

Estamos en una gran avenida, no se diferencia<br />

de cualquier calle de la periferia de<br />

cualquier ciudad; sin embargo, la desolación<br />

impregna cada ladrillo. No sabemos cuánto<br />

tiempo llevamos así, pero el deterioro es la<br />

figura dominante del paisaje. Miro a mi alrededor,<br />

no hay rastro de ninguno. Me parece<br />

extraño, porque pululan de un lado para otro<br />

en busca de un pedazo de carne, pero ahora,<br />

aquí, no hay nada.<br />

Avanzamos lo más rápido que podemos exponiéndonos<br />

mínimamente. Oliver se acuclilla<br />

a tomar aire al lado de un coche. Todos<br />

le imitamos, Max sin perder de vista la retaguardia.<br />

– Que mal huele –se queja Megan tocándose<br />

la nariz.<br />

– Ya… es normal, todo está muerto –contesto.<br />

Supongo que ella sí notará el olor, pero yo<br />

me he inmunizado, tengo el maldito aroma<br />

pegado a la nariz día y noche, estén cerca o<br />

no. Sólo huelo a descomposición y cadáver,<br />

cuánto echo de menos mi perfume de vainilla.<br />

Un grito sordo interrumpe mis estúpidos<br />

pensamientos, miro a Megan y a Esther, que<br />

están a mi lado apoyadas en el coche. Por un<br />

segundo mis venas se hielan, pero cuando la<br />

HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

sangre vuelve a circular cojo un cuchillo del<br />

cinturón y lo incrusto en la cabeza del muerto.<br />

Mierda.<br />

– Esther, ¿estás bien? –pregunto, pero su<br />

cuerpo se resbala hasta el suelo.<br />

Se está sujetando el cuello con las manos<br />

y entre los dedos se desliza espesa la sangre.<br />

Joder. Miro a Megan que está a punto de gritar,<br />

consciente de lo que está sucediendo. Me<br />

arrodillo ante Esther, pero Oliver estira el<br />

brazo y le tapa la boca. Ya hemos hecho suficiente<br />

ruido.<br />

– Esther, mírame. –Le cojo la mano. Sé que<br />

no puedo hacer nada, pero no quiero dejarla<br />

sola.<br />

– Tenemos que irnos –dice Max–, vienen<br />

algunos.<br />

– No podeos dejarla –contesto intentando<br />

no alzar mucho la voz.<br />

– ¡Joder, Cathy! ¿Cómo que no? –Me mira<br />

perdiendo la paciencia–. ¡Hazlo!<br />

– Esther… –Ella está inconsciente y su<br />

pulso es cada vez más débil.<br />

Lo hemos pactado, nosotros queremos lo<br />

mismo. Alzo el cuchillo y se lo incrusto en<br />

la sien, lo más rápido y efectivo. Megan se<br />

retuerce entre los brazos de Oliver sin parar<br />

de llorar. Limpio el cuchillo y me lo guardo.<br />

Esto no debería haber ocurrido, cómo no le<br />

hemos visto. Miro al suelo y Oliver nos hace<br />

una seña con la cabeza para que volvamos a<br />

ponernos en marcha.<br />

– La tienda está aquí al lado, podemos parar<br />

para tranquilizarnos ahí.<br />

Max y yo asentimos. Oliver me tiende a<br />

Megan, la sujeto como puedo y le sigo. No soy<br />

capaz de pensar, voy detrás de Oliver sin soltar<br />

ni un momento a Megan, que sigue llorando.<br />

Me escuece el costado, eso es lo único<br />

que me distrae levemente de mi empeño en<br />

continuar. Sin más sorpresas logramos entrar<br />

en la pequeña tienda de lo que en su día<br />

fueron comestibles. Ahora no hay más que<br />

estanterías vacías, polvo y porquería.<br />

– Megan tranquilízate –digo sentándome<br />

con ella apoyadas en el mostrador.<br />

– Voy a echar un ojo, por si acaso –dice<br />

29


30<br />

Max.<br />

– Megan, no puedes estar así, tenemos que<br />

llegar a nuestro nuevo hogar. –Intento consolarla<br />

acariciándola el brazo.<br />

– ¿Hogar? ¡¿Qué hogar?! ¡Sólo hay…! –La<br />

callo atrayéndola contra mi pecho.<br />

Oliver nos mira desde arriba, visiblemente<br />

nervioso. Esto se nos va de las manos. Si tenemos<br />

que estar pendiente de ella nos pondremos<br />

en peligro nosotros, y cerca de la nueva<br />

zona hay grupos considerablemente grandes<br />

que nos pueden dar problemas. El costado<br />

me hierve. Inconscientemente me acaricio<br />

la zona. Me permito pensar en Esther y los<br />

remordimientos me escuecen más que el costado.<br />

Ya no está, nunca más… Ahora también<br />

me molestan los ojos. Respiro hondo y<br />

me obligo a mantener la templanza, aún no<br />

estamos a salvo.<br />

– Megan, cariño, Esther querría que estuvieras<br />

a salvo. Tranquilízate, cuando estemos<br />

seguros dedicaremos unos minutos a<br />

recordarla.<br />

– ¿Unos minutos? ¿No tienes corazón? –Se<br />

sorbe los mocos–. No, claro que no. La has<br />

matado… –Me quedo sin palabras ante su<br />

tono acusador.<br />

– Es nuestro pacto, ella lo quería así –intercede<br />

Oliver.<br />

Se pone las manos en la cara y sigue llorando.<br />

Oliver me coge del brazo y me levanta. Me<br />

lleva aparte sin soltarme.<br />

– ¿Estás bien?<br />

– Joder, claro que no –digo susurrando–,<br />

pero ahora no podemos lamentarnos. ¿Cómo<br />

no nos hemos dado cuenta, Ol?<br />

– No lo sé, hemos mirado esos coches un<br />

centenar de veces… Ha sido mala suerte.<br />

– ¡Ey, chicos! –nos llama Max desde la parte<br />

de atrás de la tienda.<br />

Vamos a su encuentro, esquivando los trastos<br />

que hay en el suelo. Oliver se asoma primero<br />

a la pequeña habitación que hacía de<br />

trastienda. Le sigo. Max está a una distancia<br />

prudencial de una criatura que está tirada en<br />

el suelo.<br />

– Pero si pasamos por aquí hace un día y<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

estaba limpio… –se extraña Oliver.<br />

– Lo sé… –Me pongo detrás de ellos para<br />

verlo mejor. El cadáver viviente, además del<br />

hedor habitual, está cruelmente tirado con lo<br />

poco que conserva de sus extremidades.<br />

– Acabad con él y vámonos, estamos perdiendo<br />

mucho tiempo –dice la parte más<br />

práctica de mi persona.<br />

– Es cierto, tenemos que…<br />

– ¡Aaaaaaaaaaaaah! –El grito de Megan<br />

hace que salgamos velozmente del cuartucho.<br />

Llego antes y tengo un segundo más para<br />

asimilar lo que ven mis ojos. Un grupo de<br />

criaturas la tienen cogida por los pies desde<br />

el escaparate y la intentan arrastrar hasta la<br />

calle.<br />

– ¡No! –Me lanzo a por ella. Me escuece el<br />

costado más que nunca, pero lo ignoro.<br />

Cojo el machete y un pequeño cuchillo de mi<br />

cinturón y recorro la pequeña distancia que<br />

nos separa. Está sujeta por cuatro de ellos.<br />

Sin pararme a evaluar nada, me centro en<br />

sus hediondas cabezas machete en mano. En<br />

escasos segundos sus brazos dejan de tener la<br />

poca vida que los movía. Max y Oliver arrastran<br />

a Megan al fondo de la tienda. Me separo<br />

de lo que antes era el escaparate. ¿Cómo<br />

han conseguido romperlo? Con mis sentidos<br />

embotados sigo a Max y Oliver sin perder de<br />

vista el exterior. Oliver me mira con cara de<br />

circunstancia, mientras Max sujeta a Megan<br />

que ha perdido el color en las mejillas y está<br />

en estado de shock con la mirada perdida.<br />

– ¿Está bien? –pregunto acuclillándome a<br />

su lado.<br />

Max a modo de respuesta levanta el fino<br />

pantalón de lino que viste Megan.<br />

– No puede ser, si no se mueve. Le tendría<br />

que doler muchísimo. –Miro fijamente los<br />

mordiscos que tiene en sus jóvenes piernas–.<br />

¿Por qué no reacciona? –Me hago aire con la<br />

mano, estoy sudando.<br />

– Está en shock –contesta Max como si fuera<br />

una explicación que me sirviera.<br />

Me levanto y me pongo al lado de Oliver.<br />

– ¿Qué hacemos? –Mi voz no suena desesperada,<br />

pero en el fondo me siento así. Íba-


mos a cambiar de refugio, no estamos ni a<br />

mitad de camino y ya hemos perdido a dos…<br />

Me froto la frente.<br />

– No lo sé. –Me coge por la cintura y yo me<br />

zafo, además del intenso calor que noto, el<br />

costado me escuece muchísimo.<br />

– No me toques, estoy empapada…<br />

– Todavía el sol no está en lo más alto –me<br />

contesta, arqueo una ceja, serán las emociones.<br />

– No podemos cargarla –digo, centrándome<br />

en lo importante.<br />

– Me estás empezando a asustar… –Le<br />

miro, sorprendida–. Lo de Esther vale, pero<br />

Megan es plenamente consciente de la situación,<br />

y ¿qué vamos a hacer? ¿Matarla sin<br />

más?<br />

– ¿Qué vamos a hacer si no? ¿Cargarla?<br />

Apenas puede andar… –Noto que estoy elevando<br />

la voz, Max se acerca.<br />

– ¿Qué pasa? –inquiere.<br />

– Cathy quiere acabar con Megan –Max<br />

parece sopesar las palabras de Oliver.<br />

– Estoy de acuerdo.<br />

– ¿Qué? –exclama Oliver ojiplático.<br />

– La han mordido por encima en los pies,<br />

es cuestión de tiempo. Cosa que precisamente<br />

no tenemos si queremos llegar de día. –<br />

Asiento, creo que mi cuerpo está a cuarenta<br />

grados, me vuelvo a quitar el sudor de la<br />

frente con el dorso de la mano.<br />

– Está bien –dice Oliver derrotado–. Encargaos<br />

vosotros, yo no pienso tocarla.<br />

– Es supervivencia… –intenta explicar<br />

Max.<br />

– Es inhumano –le corta tajante Oliver y se<br />

aleja hacia la entrada de la tienda.<br />

– Lo haré yo –me dice Max.<br />

Algo que le agradezco profundamente porque<br />

me siento muy mareada. Necesito aire,<br />

aunque sea el aire contaminado de la ciudad.<br />

El agobio no hace más que crecer en mi interior.<br />

Reviso una vez más mi costado. Nada.<br />

¿Por qué me escuece tanto, entonces? Apoyo<br />

un brazo en una de las estanterías. Oliver me<br />

ve y se acerca preocupado.<br />

– ¿Qué te ocurre? Tienes mala cara. –Me<br />

HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

levanta el mentón con la mano.<br />

– Estoy bien. –Me aparto de él–. Es el puto<br />

calor.<br />

– No hace tanto calor Cat… –Me toca la<br />

frente–. Estás ardiendo.<br />

– Joder, te lo estoy diciendo.<br />

– A lo mejor tienes fiebre…<br />

– No estoy enferma, es… –El grito de Megan<br />

me interrumpe. Sé que es lo mejor, pero<br />

algo se rompe en mi interior, es sólo una<br />

niña…<br />

Oliver debe notar mi aflicción porque me<br />

coge entre sus brazos y noto que su cuerpo se<br />

relaja, supongo que será un alivio ver que tu<br />

pareja no es tan desalmada como crees.<br />

IV<br />

Sin darle más vueltas, salimos lo más rápido<br />

que podemos por la puerta de atrás, que<br />

da a un estrecho callejón. Los tres solos nos<br />

movemos más rápidos, estamos acostumbrados,<br />

como si fuera una expedición más, pero<br />

no lo es… Me obligo a no pensar en eso, ahora<br />

no. Tengo que tener mis sentidos alerta y mi<br />

mente despejada.<br />

Agradezco el suave aire que nos acompaña,<br />

alivia mi sensación de mareo casi por completo.<br />

Nos perdemos entre callejuelas, nos encontramos<br />

a varios dispersados y acabamos con<br />

ellos silenciosamente, sin problemas. Hasta<br />

aquí el camino ha sido fácil, ahora viene lo<br />

peor. Estamos cerca, pero las calles son más<br />

anchas, están más pobladas y es más difícil<br />

pasar desapercibido.<br />

– Yo creo que lo mejor es intentar andar<br />

por la acera pegados a la pared, e ir matándolos<br />

sin llamar la atención –dice Oliver.<br />

– Suena muy fácil –intento bromear.<br />

– Son dos manzanas, ya casi lo hemos logrado.<br />

– Me pongo delante contigo y Max nos cubre<br />

la espalda. –Max asiente sin decir nada y<br />

afrontamos la gran avenida.<br />

Putos barrios nuevos con sus calles anchas.<br />

Hay varios coches en mitad de la calzada.<br />

Vamos por la acera y ponemos en práctica el<br />

plan sin sobresaltos. No hay sombras, el sol<br />

31


32<br />

cae implacable sobre nosotros. Tenemos los<br />

nervios a flor de piel, la adrenalina corre libre<br />

por nuestras venas.<br />

– ¡Mierda! –susurra Oliver.<br />

Un todoterreno nos impide continuar. No<br />

nos queda más remedio que rodearlo. Oliver<br />

va obligatoriamente delante. En cuanto estamos<br />

en el culo del coche, expuestos en la<br />

carretera, vemos que ha sido una mala idea.<br />

Hay muchos. El pánico mueve nuestros brazos<br />

y como autómatas nos deshacemos de<br />

ellos, pero siguen viniendo más.<br />

– No os mováis, mantened la espalda pegada<br />

al coche, que no nos rodeen –alerta Max.<br />

Suena demasiado bonito. De la parte de<br />

arriba del 4x4 aparecen cuatro brazos que<br />

intentan agarrarnos a Oliver y a mí. Nos separamos<br />

como un resorte para verlos. Están<br />

demasiado altos como para matarlos.<br />

– ¡Joder! Tenemos que movernos. –Se nos<br />

está yendo de las manos otra vez.<br />

– Yo os cubro, avanzad –apremia Max.<br />

Nos vamos abriendo paso, Oliver está a mi<br />

izquierda, más expuesto que yo. Clavamos y<br />

sacamos, clavamos y sacamos. Acabo con dos<br />

que salen a nuestro encuentro, uno más alto<br />

de lo normal.<br />

– Joder –oigo decir a Oliver.<br />

Me vuelvo lo más deprisa que mis reflejos<br />

me permiten. Se le ha atascado el arma y no<br />

puede sacarla de la cabeza de la criatura. Le<br />

cubro y acabo con uno que se ha acercado<br />

demasiado. No tardo ni dos segundos en sacar<br />

mi machete, pero eso es demasiado, pues<br />

Oliver tiene otro muy cerca. Él consigue recuperar<br />

su largo cuchillo, sin embargo no le<br />

da tiempo. No me lo pienso más, con la mano<br />

izquierda empuño mi pistola y disparo.<br />

– ¿Qué coño…? –suelta Max.<br />

– No podía esperar, no llegaba… –intento<br />

excusarme.<br />

El miedo atenaza mi garganta cuando me<br />

doy cuenta de lo que esto implica. Nunca utilizamos<br />

pistolas, el ruido se puede oír a mucha<br />

distancia. De momento vemos que todos<br />

los que están en la avenida, tanto los que<br />

tenemos cerca como los que están en la otra<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

acera, nos miran y caminan hacia nosotros.<br />

– ¡Corred! –grita Max<br />

No me molesto en guardar la pistola, el<br />

daño ya está hecho. Veo que tanto Max como<br />

Oliver sacan las suyas. Entre disparos y cuchilladas<br />

nos vamos abriendo paso, somos<br />

pura ejecución. De reojo veo que Max echa<br />

mano a la escopeta. No me fijo, pero imagino<br />

que dejamos un reguero de muertos considerable<br />

porque ninguno logra detenernos.<br />

– Ya estamos –dice Oliver.<br />

Giramos a la derecha, ese es nuestro nuevo<br />

edificio, ahí está la escalera antiincendios;<br />

sin embargo, nos separa una gran marea de<br />

criaturas de nuestro objetivo.<br />

– ¡Joder! Pero qué…<br />

– Los disparos –sentencia Max–. Que nadie<br />

se adelante, entre los tres podemos.<br />

La tensión domina el momento. No las<br />

tengo todas conmigo, pero no hay otra salida.<br />

Guardo la pistola para no gastar, y con<br />

el machete en una mano y el cuchillo en la<br />

otra, nos vamos abriendo paso. Estoy en medio<br />

de los dos, como siempre la más protegida.<br />

Desecho esa estúpida idea de la cabeza y<br />

me concentro en acabar lo más rápido posible<br />

con cada putrefacto cadáver que se aproxima<br />

a nosotros. Los brazos me pesan, los músculos<br />

de los hombros me laten, sé que estoy agotada<br />

y no soy tan rápida como ellos. Me paro<br />

dos segundos a tomar aire. Joder. Por detrás<br />

vienen más, lentos pero alarmantemente demasiados.<br />

– ¡Daos prisa! –apremio, es el miedo quien<br />

habla por mí.<br />

Max mira hacia atrás, en una fracción de<br />

segundo el terror invade sus ojos para automáticamente<br />

convertirse en determinación.<br />

Ágil y certero limpia los que tiene a su alrededor.<br />

Casi podemos tocar ya la escalera.<br />

– Yo os cubro que están cada vez más cerca<br />

–dice Oliver.<br />

Me alimento de la valentía de Max y me entrego<br />

a fondo para que esto se convierta sólo<br />

en una fea anécdota. Apuñalo y clavo, siempre<br />

en la cabeza, siempre a por el cerebro.<br />

Empujo el cuerpo de uno para sacar mejor


mi arma y conseguimos llegar a la escalera.<br />

Max la baja con un fuerte ruido. Genial, como<br />

casi no llamamos la atención. Sube él primero<br />

y gasta las pocas balas que le quedan de su<br />

pistola. Pongo un pie en la escalera para subir<br />

con el corazón latiéndome a mil por hora.<br />

Y, antes de que suceda, lo siento. Un grito<br />

gutural sale de la garganta de Oliver.<br />

– ¡Noooooo…! –Quiero bajar, pero Max me<br />

agarra el brazo.<br />

– ¡Es inútil!<br />

– ¡Y una mierda!<br />

Con el coraje del que no tiene nada más que<br />

perder me lanzó contra las tres criaturas que<br />

rodean a Oliver. El dolor y la ansiedad dominan<br />

mis armas porque en un suspiro acabo<br />

con ellos, cojo a Oliver por los hombros porque<br />

está tumbado boca arriba y lo arrastro a<br />

los pies de la escalera.<br />

– ¡Oliver! –Me arrodillo junto a él. Tiene<br />

una fea herida en el… costado–. Oh, joder.<br />

¡Oliver! –grito. Instintivamente, me toco el<br />

mío que me escuece con renovada intensidad.<br />

¿Por qué no abre los ojos?<br />

El corazón se me para de la impresión<br />

cuando mis dedos encuentran la misma herida<br />

que la de Oliver. El costado me arde más<br />

que nunca. Intento mirarla pero todo se vuelve<br />

más y más negro.<br />

V<br />

“Catherine”.<br />

“Cathy”.<br />

“Se ha movido, creo que está volviendo”.<br />

Un destello de luz inunda mis ojos haciendo<br />

que lo vea todo blanco.<br />

– ¡Cat! ¿Cómo te encuentras? –Oliver me<br />

aprieta la mano, estoy tumbada en una cama.<br />

Intento contestar pero nada sale de mi boca.<br />

– ¿Ha despertado? –Veo una mujer. ¿Esther?<br />

– Sí, ha gritado mi nombre, estaba delirando,<br />

y ahora se ha despertado.<br />

– Mi niña, ¿sabes dónde estás? –me dice<br />

Esther, niego con la cabeza.<br />

– Ves, entiende, a lo mejor…<br />

Percibo que Esther le toca el brazo negando<br />

HAMBRE. COMIDA. SILENCIO.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

con la cabeza y se levanta.<br />

– ¿Está despierta? –Por la puerta aparece<br />

Megan con Max.<br />

– Sí, pero creo que no le queda mucho tiempo…<br />

–dice Esther.<br />

Todo me da vueltas, veo la cara de Oliver,<br />

tiene los ojos hinchados y las lágrimas recorren<br />

sus mejillas, me cambia el paño que tengo<br />

en la frente y siento un alivio pasajero.<br />

– Estás ardiendo… –Sin previo aviso, se<br />

desmorona–. Lo siento tanto, no sé ni cómo<br />

pasó, de repente estabas en el suelo, no nos<br />

dio tiempo a nada. –Automáticamente lo recuerdo<br />

todo, sé que me mordieron en el costado<br />

cuando fuimos de expedición, sé que voy<br />

a morir.<br />

– Ol… –intento articular–, te quiero, ten…<br />

cuidado, y… –Cierro los ojos, la presión<br />

que siento en la cabeza es demasiada, no la<br />

aguanto, me obligo a continuar–: Ol… no<br />

quiero que… lo hagas tú… Max…<br />

– Está bien –consigue decir entre sollozos.<br />

Mi corazón se llena de pena, por hacer sufrir<br />

tanto al hombre que más he amado en la<br />

vida. Mi cabeza va a estallar y puede que lo<br />

haga literalmente. Me rindo, todo es negro,<br />

todo es…<br />

Hambre. Comida. Comida. Silencio.<br />

33


34<br />

DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />

EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR<br />

El viento procedente del mar era fresco y<br />

unas pequeñas nubes tapaban el sol de<br />

Menorca. Los pocos rayos solares que llegaban<br />

eran detenidos por las copas de los pinos para<br />

el alivio de Adam. Mientras su tío estaba arreglando<br />

el papeleo en la aduana del puerto, el<br />

joven inglés había aceptado la invitación de<br />

dos jóvenes lugareñas para ir a una pequeña<br />

cala a pasar el día. Después de un refrescante<br />

baño y del agradable descubrimiento del<br />

jamón con melón, decidió que era una buena<br />

idea disfrutar de la tradicional siesta española.<br />

Desgraciadamente, su sombrilla decidió hacer<br />

turismo en algún momento de su reposo,<br />

y ahora tenía la espalda roja como un tomate.<br />

El más leve roce con la camisa le hacía ver las<br />

estrellas.<br />

– ¡Vamos, rapaz! Esta vez estoy realmente<br />

convencido de que hemos dado en el clavo –gritó<br />

Angus.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

20 de Julio de 1951.<br />

Después de varias expediciones<br />

fallidas en Córcega, Cerdeña y Sicilia,<br />

mi tío Angus y yo llegamos a la isla de<br />

Menorca con la esperanza de encontrar<br />

un templo perdido de Neptuno. Espero<br />

que el condenado templo esté aquí, o<br />

que mi tío se dé definitivamente por<br />

vencido. Estoy harto de picaduras de<br />

mosquitos y de quemaduras de piel.<br />

por Diego Fdez. Villaverde<br />

Su tío abría el camino por el bosque costero,<br />

apartando ramas de arbustos y evitando las<br />

pegajosas jaras. Angus McBean no se asemejaba<br />

a otros arqueólogos del Museo Británico<br />

que Adam había conocido, más bien parecía<br />

salido de alguna granja de ovejas escocesa.<br />

Era alto, ancho de espaldas, tenía unos brazos<br />

fuertes y unas manos enormes, y su nariz era<br />

un desastre por sus continuas peleas de bares,<br />

de las cuales siempre decía salir victorioso. Tenía<br />

los ojos de un azul muy intenso, espesas<br />

patillas pelirrojas que recorrían su redonda<br />

cara y siempre llevaba una elegante boina de<br />

cuadros escoceses rojos y azules para esconder<br />

su prematura calvicie. Si no fuera porque su<br />

madre lo aseguraba, Adam jamás se hubiera<br />

creído que esa persona era su tío. Aunque él<br />

también era alto y de ojos azules, Adam era<br />

una persona delgaducha, de pelo largo rubio y<br />

no era muy dado a la aventura ni a meterse en<br />

líos. En la ciudad los dos se habían comprado


unas camisas de lino blanco, unos pantalones<br />

cortos de pana ocres y unas sandalias de cuero<br />

crudo con suelas de neumático que los lugareños<br />

llamaban abarcas, para caminar por<br />

la isla lo más frescamente posible. También<br />

llevaban unas pequeñas mochilas con todo lo<br />

necesario para una exploración arqueológica.<br />

– Creo que es la quinta vez que dices eso<br />

este verano, tío –dijo Adam, cansado. Llevaban<br />

caminando unas cuantas horas y el sudor<br />

empezaba a recorrerle la cara–. ¿Por qué<br />

no aceptaste la invitación del gendarme? Ya<br />

hubiéramos llegado hace horas en coche.<br />

– ¿Y perderme este maravilloso paraíso<br />

mediterráneo? –preguntó Angus riéndose–.<br />

Disfruta del paisaje y el sol antes de que<br />

vuelvas a Oxford.<br />

– Créeme que ya he tenido demasiado sol<br />

por una temporada.<br />

Aunque Angus tenía razón en una cosa: la<br />

vista era preciosa. Habían salido de Ciutadella<br />

sobre las ocho de la mañana, andando por<br />

los caminos flanqueados por grandes muros<br />

de piedra blanca, mientras atravesaban las<br />

desnudas tierras de cultivos menorquinas<br />

salpicadas por solitarios olivos salvajes .Llegaron<br />

a Cala Galdana, una playa en una pequeña<br />

bahía de agua celeste entre grandes<br />

paredes rocosas. Entonces continuaron hacía<br />

su destino caminando por la línea de costa,<br />

sobre los acantilados.<br />

– Además, el gendarme lo único que quiere<br />

es tenerme controlado –continúo su tío,<br />

mientras escalaba un pequeño saliente–. No<br />

se ha creído que seamos turistas.<br />

– ¿Has mentido en la aduana?<br />

– Pues claro, cualquier cosa que encontremos<br />

aquí se lo tendríamos que dar al gobierno<br />

español. Todo el tiempo y dinero que hemos<br />

gastado en esta investigación serian en vano,<br />

y la gloria se la llevaría un estúpido pueblerino<br />

venido a más.<br />

– ¡Pero es que nosotros no tenemos ningún<br />

derecho a llevarnos nada de ese templo!<br />

Pertenece a los españoles, en todo caso –dijo<br />

Adam, intentando trepar el resalte, pero se<br />

resbala continuamente–. ¡Maldita roca!<br />

EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– ¿Te crees que todo lo que hay en el museo<br />

británico se ha conseguido a base de buenos<br />

modos, rapaz? –pregunto su tío, mientras le<br />

tendía una mano para ayudarle a subir–. Si<br />

no fuera por nosotros esos tesoros quedarían<br />

olvidados durante siglos.<br />

Adam no sabía que pensar al respecto. Lo<br />

cierto es que la colección arqueológica del<br />

Museo Británico era siempre una fuente de<br />

problemas diplomáticos. Todos los países reclamaban<br />

sus tesoros, pero el gobierno siempre<br />

respondía que los habían obtenido de manera<br />

legal.<br />

En esta ocasión su tío estaba buscando un<br />

templo del dios Neptuno perdido en algún<br />

lugar del Mediterráneo occidental. Las descripciones<br />

de diarios de piratas y navegantes<br />

eran muy vagas, y lo único que sabían con<br />

certeza es que se encontraba en una cueva<br />

de la costa sur de alguna isla. Su tío había<br />

optado por el descarte. Habían empezado por<br />

Sicilia y se habían desplazado hacia el oeste.<br />

Afortunadamente sólo les quedaban por recorrer<br />

las Baleares, y, una vez hecho, Adam<br />

podría regresar a Oxford. Él también se había<br />

interesado por la arqueología, y a su madre le<br />

había parecido muy buena idea que pasará<br />

un tiempo con su hermano, que estaba destinado<br />

en Atenas por la universidad. Realmente<br />

esperaba pasar un tiempo estudiando en<br />

las bibliotecas griegas y haciendo dibujos del<br />

Partenón en un cuaderno, no hacer senderismo<br />

por caminos de mala muerte.<br />

– Creo que ya hemos llegado, Adam.<br />

La playa que se encontraba ante ellos no<br />

era gran cosa. Era muy estrecha y las rocas<br />

sobresalían entre la poca arena que había.<br />

Ciertamente, no parecía un lugar donde nadie<br />

situaría un templo. El acceso era muy<br />

malo por tierra, y sólo pequeñas barcas podrían<br />

llegar hasta allí.<br />

Empezaron a descender con cuidado por la<br />

colina, agarrándose en los árboles para perder<br />

velocidad. Cuando llegaron a la arena,<br />

vieron a una joven morena con un vestido<br />

largo de lino sentada bajo la sombra de un<br />

pino leyendo un libro, al lado de un caballo<br />

35


36<br />

negro como el carbón que estaba recostado en<br />

la arena. La joven se les quedo mirando y les<br />

saludó con la mano. Angus y Adam se acercaron<br />

a la muchacha, caminando pesadamente<br />

por la blanca arena de la cala.<br />

– Bona tarda, senyorita –dijo Angus un<br />

tanto nervioso. Adam le había visto en el hotel<br />

preparándose unas cuantas frases en catalán<br />

“por supervivencia”.<br />

– Bona tarde, cavaller –dijo ella, inclinando<br />

ligeramente la cabeza.<br />

–Nosotres… estam buscant… –continúo<br />

su tío, pero paró cuando la chica levantó la<br />

mano abierta.<br />

– Le ahorraré el sufrimiento señor, aunque<br />

podría haber sido muy divertido –dijo ella en<br />

un perfecto inglés–. Mi madre es americana.<br />

Me sorprende ver a un inglés intentando hablar<br />

catalán, los únicos que vienen gruñen si<br />

no les hablas en su idioma.<br />

–Ah, es que somos escoceses –le explicó<br />

Adam–. Bueno, yo soy medio escocés.<br />

– ¿Y qué hacen un escocés y medio atravesando<br />

la isla de Menorca?<br />

– Estamos buscando un lugar llamado<br />

Cala Mitlana. ¿Es esto? –preguntó de nuevo<br />

Angus, sonriendo.<br />

– Mitjana –le corrigió ella–, y no, no es este<br />

lugar, pero están muy cerca. Esto es Mitjaneta,<br />

Mitjana está detrás de ese acantilado.<br />

– Muchas gracias señorita. Adam, vámonos.<br />

Adam y Angus se despidieron de ella y se<br />

pusieron en marcha.<br />

– ¿Por qué no se quedan aquí?– preguntó<br />

de nuevo la muchacha–. Al menos tendrán<br />

algo de compañía. Hoy no hay nadie en las<br />

playas, hay fiesta en el pueblo.<br />

– No gracias, estamos buscando una cueva–<br />

respondió Adam dándose la vuelta mientras<br />

caminaba, y su tío le dio un codazo.<br />

– Ah… Creo que buscáis la que está más<br />

allá de la playa, ¡pero tendréis que ir nadando!<br />

–les dijo gritando la joven, para que pudieran<br />

oírla mientras se alejaban.<br />

– ¿Por qué le has dicho eso? –le preguntó<br />

Angus a Adam en voz baja.<br />

DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– Tío, que paranoico eres. No creo que sea<br />

una espía.<br />

– Nunca se sabe, rapaz. Nunca se sabe.<br />

No tardaron mucho en llegar a la playa.<br />

Era mucho más amplia que su hermana pequeña,<br />

y la arena llegaba hasta el bosque de<br />

coníferas. La cueva en la que creían que estaría<br />

el templo se encontraba debajo un peñasco<br />

elevado, que, según le habían dicho a<br />

su tío, los muchachos utilizaban para tirarse<br />

al agua.<br />

– ¿Cómo vamos a llegar hasta allí? No nos<br />

hemos traído bañador, y no podremos llevar<br />

las mochilas a la cueva.<br />

– ¡Ah! Por eso me he traído esto. –Sacó de<br />

su mochila lo que parecía una pequeña ensaladera<br />

de madera.<br />

– ¿Nos… nos vamos a subir en eso?<br />

– No, bobo. Aquí ponemos lo imprescindible<br />

para explorar la cueva y nosotros la llevamos<br />

nadando. El resto lo escondemos por<br />

aquí cerca.<br />

– ¿Y vamos nadando con la ropa puesta?<br />

– No –le contestó su tío mientras se desabrochaba<br />

la camisa.<br />

Al principio Adam no entendía lo que le estaba<br />

diciendo, pero entonces lo comprendió y<br />

abrió tanto la boca de la sorpresa que pensó<br />

que se le desencajaba la mandíbula.<br />

– ¡Vamos, no seas remilgado! Solo será un<br />

momento. Puedes poner tus calzones y los<br />

pantalones en la balsa si quieres. Te aseguro<br />

que lo que menos quieres es estar dentro de<br />

la cueva con la ropa mojada.<br />

– Está bien… ¡Pero pon los tuyos tu también!<br />

No quiero verte el trasero más de lo necesario.<br />

Decidieron poner en la balsa la linterna,<br />

una cantimplora y el cuaderno de dibujos de<br />

Adam. La cámara de fotos era muy cara como<br />

para arriesgarse a perderla en una ola, así<br />

que en la primera incursión deberían confiar<br />

en el arte de Adam para documentarlo todo.<br />

Escondieron el resto junto a las camisas en<br />

unos arbustos cercanos. El joven estudiante<br />

se dio la vuelta para desnudarse mientras<br />

miraba que no lo viese nadie, aunque a su tío


no le dio ningún reparo quitarse la ropa tal y<br />

como estaba. Era la primera vez que estaba<br />

frente a otro hombre desnudo, así que decidió<br />

que lo mejor sería mirar solamente a los ojos.<br />

Adam iba a dejar sus sandalias junto a las<br />

mochilas, pero su tío le dijo que sería mejor<br />

que las llevara puestas, por si en la entrada<br />

de la cueva hubiera erizos de mar.<br />

Angus cogió la balsita y se metió en el<br />

agua. Agarro su invento de madera con las<br />

dos manos mientras utilizaba sus piernas<br />

para propulsarse hacia la cueva. Adam se<br />

metió al agua después de él, por si se caía<br />

algo al agua que él pudiera cogerlo. El agua<br />

estaba totalmente en calma y se podían ver<br />

peces nadando por debajo de ellos. Mientras<br />

braceaba sintió el picor del sol en su espalda<br />

quemada, como si el astro rey se estuviera regodeándose<br />

del desastre que había causado<br />

en su piel.<br />

La entrada de la cueva estaba ligeramente<br />

por encima del nivel del mar. Angus puso la<br />

bandeja en el borde de la roca y, apoyándose,<br />

utilizó la fuerza de sus brazos para salir del<br />

agua, dándole a Adam un desagradable primer<br />

plano de las posaderas de su tío. Adam,<br />

sin embargo, utilizó las grietas de las paredes<br />

del acantilado para subir como si fuera<br />

una escalera. Agradeció el consejo de su tío<br />

de llevar puestas las sandalias, pues se hubiera<br />

hecho daño subiendo por los afilados<br />

salientes. Su tío ya estaba con los pantalones<br />

puestos y la linterna encendida. Él hizo<br />

lo mismo, se vistió y agarró su cuaderno de<br />

dibujo y su carboncillo.<br />

El suelo de la cueva era resbaladizo por la<br />

humedad, y pequeños cangrejillos corrían a<br />

esconderse en las hendiduras de la pared.<br />

Tras dar unos cuantos pasos, se encontraron<br />

en el final de la cueva. No había absolutamente<br />

nada ahí dentro.<br />

– Genial, otro viaje en vano– dijo Adam,<br />

suspirando–. En fin, salgamos cuanto antes.<br />

Nos esperan cinco horas de paseo de vuelta a<br />

la ciudad.<br />

Su tío siguió iluminando la pared de la cueva<br />

y se giró hacia su sobrino.<br />

EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR<br />

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– Sujeta la linterna, rapaz.<br />

– ¿Pasa algo? –preguntó Adam.<br />

– Fíjate en estas hendiduras en la pared –<br />

dijo palpando la pared–. Forman una especie<br />

de arco. Además, si te acercas puedes sentir<br />

como sale corriente de los huecos.<br />

Adam se acercó a la pared. Realmente sentía<br />

una brisa salir de las fisuras. Era la primera<br />

evidencia que habían tenido desde que<br />

salieron de Atenas. Adam sintió un cosquilleo<br />

en su interior, y todo su escepticismo desapareció<br />

y se sustituyó por verdadera ilusión.<br />

¡Su tío quizás estuviera en lo cierto, al fin y<br />

al cabo!<br />

– ¿Crees que es una especie de puerta? –<br />

preguntó a Angus.<br />

– Puede. Cuando Justiniano I elevó el cristianismo<br />

a religión oficial, los templos paganos<br />

se convirtieron en iglesias, pero muchos<br />

de ellos fueron completamente saqueados y<br />

destruidos. No me extrañaría nada que los<br />

constructores instalaran este tipo de entrada<br />

oculta para proteger el templo.<br />

– ¿Y qué hacemos? ¿Traemos dinamita?<br />

– ¡Rapaz, un poco de respeto! Los romanos<br />

no construyeron este mecanismo para que un<br />

barbilampiño como tú lo vuele por los aires,<br />

¿no crees? Al menos debemos intentar abrirla<br />

con otros medios.<br />

– Perdona –respondió Adam, avergonzado.<br />

– Busquemos cerca de la puerta. Si hay algún<br />

mecanismo para abrirla, tiene que estar<br />

por aquí.<br />

Sam dejó la linterna en el suelo y se pusieron<br />

a palpar la puerta en busca de cualquier<br />

indicio. Para Adam era la primera vez que<br />

veía a su tío actuando como un verdadero arqueólogo<br />

y no como un matón de suburbio.<br />

Entonces encontró algo, una especie de agujero<br />

cuadrado en la pared, que daba a un recipiente<br />

prismático de paredes completamente<br />

pulidas.<br />

– ¡He encontrado algo! –gritó Adam, emocionado.<br />

– Creo que yo también –dijo su tío mientras<br />

se acercaba con dos viejas vasijas.<br />

Estaban llenas de liquen, pero se podían<br />

37


38<br />

distinguir algunos relieves en ellas. En una,<br />

el busto de un caballo estaba ligeramente borroso,<br />

en la otra, un amenazante tiburón enseñaba<br />

sus fauces.<br />

– No entiendo nada, tío. ¿Cómo vamos a<br />

abrir la puerta?<br />

– Fíjate en el interior. Parecen iguales,<br />

pero la del caballo tiene el fondo más elevado.<br />

Luego entra menos agua.<br />

– ¿Y?<br />

– Creo que la puerta se abre con un mecanismo<br />

de presión. Tenemos que echar una<br />

cantidad determinada de agua en este hueco<br />

para que se abra. Supongo que si echamos<br />

una cantidad equivocada tendremos que esperar<br />

a que se vacíe completamente, pero eso<br />

podría llevar días. La pregunta es: ¿qué vasija<br />

utilizamos? –dijo, mientras se acercaba<br />

a la entrada de la cueva para llenar los recipientes<br />

con agua.<br />

– Supongo que la del tiburón. Neptuno era<br />

el dios del mar. Parece lo más lógico.<br />

– Sí que lo es –afirmó su tío mientras volvía–.<br />

Y creo que cualquiera elegiría la misma<br />

opción.<br />

Angus vació la vasija del caballo en el agujero.<br />

Adam no entendía su decisión y, tras un<br />

minuto de silencio, se oyó como un mecanismo<br />

se ponía en marcha. La parte de la pared<br />

de piedra empezó a elevarse.<br />

– ¡Genial! –exclamó Adam–. Pero, ¿por qué<br />

el caballo? ¿Era un truco?<br />

– Más o menos, rapaz. Un truco para evitar<br />

que entraran saqueadores, o al menos saqueadores<br />

ignorantes. Curiosamente el animal<br />

que con el que se asocia normalmente a<br />

Neptuno es el caballo. A veces se le dibuja<br />

con delfines, pero nunca con tiburones. –Angus<br />

se agachó para coger la linterna y el cuaderno<br />

de dibujo de Adam–. Vamos, ¡nuestra<br />

búsqueda ha llegado a su fin!<br />

Tío y sobrino pasaron por el arco de la puerta.<br />

La belleza del interior les dejó boquiabiertos.<br />

Por las grietas de las paredes entraban<br />

rayos de sol que eran reflejados en una serie<br />

de espejos, iluminando todo el recinto. El suelo<br />

estaba completamente inundado por agua<br />

DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />

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de mar cristalina, en la que se podían ver<br />

multitud de peces y corales de distintos colores.<br />

El pequeño templo estaba situado en un<br />

islote, al que se accedía por un ancho puente<br />

de mármol blanco, decorado con estatuas, la<br />

mayoría destrozadas. El templo no era especialmente<br />

grande, más bien era una pequeña<br />

capilla circular con un frontón sujetado por<br />

cuatro columnas. Se accedía atravesando un<br />

grueso portón de metal oxidado hace ya mucho<br />

tiempo.<br />

Adam empezó a hacer un rápido boceto del<br />

lugar, mientras Angus avanzaba lentamente<br />

hacia la puerta del templo.<br />

– ¡Increíble, este lugar parece salido de un<br />

cuento! –exclamó Adam.<br />

– Un cuento siniestro –dijo Angus, mientras<br />

se agachaba en el suelo–. Parece que no<br />

somos los primeros en entrar aquí.<br />

Junto a su tío había tres esqueletos vestidos<br />

con harapos y en sus manos había sables<br />

herrumbrosos.<br />

– No parecen romanos –apuntó Adam.<br />

– No, por las armas y sus ropas dirían que<br />

son piratas del siglo XV o XVI. Posiblemente<br />

mahometanos –le contestó su tío.<br />

– ¿Cómo morirían?<br />

– No lo sé, puede que se pelearan por el<br />

botín –dijo su tío mientras arrancaba de los<br />

dedos de un cadáver la espada–. Supongo que<br />

nunca lo sabremos.<br />

De repente, se oyeron los mecanismos de la<br />

puerta, que empezó a cerrarse. Adam corrió<br />

hacia ella, intentando impedir su cierre, pero<br />

era demasiado tarde. Una de las estatuas<br />

se bajó de su pedestal delante de Angus. La<br />

cara estaba tallada como si estuviera enfadada,<br />

con ojos furiosos y la boca abierta.<br />

– O puede que esta cosa les matara –afirmó<br />

Angus tras pensarlo un poco.<br />

– ¿Qué narices es esto? ¿Un robot?<br />

– Creo que es más correcto el termino gólem.<br />

Una ser inerte impulsado por la magia.<br />

– ¿Y CÓMO ES QUE ESTO SIQUIERA<br />

EXISTE? –gritó alterado Adam.<br />

– Lo cierto es que también me pilla a mí de<br />

nuevas. Normalmente sólo son trampas con


pinchos, fosos de serpientes y rocas rodantes.<br />

– Templum est clausa. Hic invenies mortem<br />

–rugió el gólem, con una voz sobrenatural<br />

que hizo temblar a Adam.<br />

– Escóndete Adam –dijo su tío, mientras<br />

apuntaba a la estatua con la espada que había<br />

recogido del cadáver del pirata.<br />

La estatua cargó contra Angus, que esquivó<br />

la embestida en el último momento y golpeó<br />

con el sable, usando todas sus fuerzas, en el<br />

cuello de la criatura. El estruendo del acero<br />

chocando contra el mármol retumbo por toda<br />

la caverna, pero no causo daño alguno a la<br />

criatura. La hoja del sable salió disparada,<br />

rozando a Adam que estaba escondido tras<br />

una columna.<br />

– Cagarro –dijo Angus, mientras miraba su<br />

arma rota.<br />

El gólem lanzó un puñetazo al veterano explorador,<br />

que evitó con facilidad. Utilizando<br />

la empuñadura del sable como un puño americano,<br />

lanzó un poderoso gancho contra la<br />

barbilla de su oponente. De nuevo, no causó<br />

daño alguno y sólo consiguió herirse la mano.<br />

Adam permaneció perplejo ante la situación.<br />

Una criatura mitológica se había levantado<br />

para matarles y su tío estaba luchando<br />

con las manos desnudas. Pese a que todo su<br />

entrenamiento en las peores tascas del mundo<br />

estaba dando sus frutos a la hora de eludir<br />

los ataques del gólem, él era incapaz de<br />

herir a la criatura de mármol. Tarde o temprano,<br />

su tío se cansaría, recibiría algún golpe<br />

y acabaría todo. Tenía que pensar en algo<br />

si no quería acabar como los piratas. Intentó<br />

recordar qué había leído sobre los gólem. Era<br />

criaturas provenientes de la cultura hebrea.<br />

Los romanos conquistaron Israel, quizás<br />

encargaron fabricar uno para proteger este<br />

templo. Los gólems son estatuas inertes que<br />

cobran vida al introducir un papel con una<br />

orden en la boca, y no descansarán hasta que<br />

hayan cumplido con la orden o reciban una<br />

nueva.<br />

“¡Mi cuaderno!”, pensó rápidamente el estudiante.<br />

Salió de su escondite para buscar el<br />

cuaderno de dibujo. Lo localizó al otro lado de<br />

EL TEMPLO DEL DIOS DEL MAR<br />

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la sala y fue corriendo a por él.<br />

– ¡Tengo una idea, tío! –dijo Adam mientras<br />

pasaba de la pelea.<br />

– ¡Date prisa, no creo que aguante mucho<br />

más! –gruñó mientras se agachaba para esquivar<br />

un directo.<br />

Rápidamente Adam cogió el cuaderno y<br />

escribió con el carboncillo en una esquina<br />

“duérmete”. Arrancó el papel y corriendo se<br />

acercó de nuevo a la pelea. Se puso detrás de<br />

la estatua y de un saltó se agarró a su cuello<br />

de piedra. La estatua intentó agarrarle, pero<br />

no consiguió alcanzar al joven. Adam trepó<br />

sobre los hombros de la criatura y le introdujo<br />

el papel en la boca. La criatura se detuvo<br />

completamente mientras un grave aullido salía<br />

de su interior.<br />

– ¡Vaya, sabía que aún había esperanzas<br />

contigo, rapaz! –exclamó su tío, aliviado–. Finalmente<br />

has demostrado tener algo de agallas.<br />

– No me creo que haya funcionando –dijo<br />

Adam mientras sonreía triunfante.<br />

De repente el gólem volvió a la vida con un<br />

rugido, agarró a Adam y lo lanzó contra su<br />

tío. Los dos cayeron con fuerza contra el suelo.<br />

– Ya podías haber cerrado la maldita boca,<br />

rapaz –dijo Angus mientras se ponía de pie.<br />

– ¡No entiendo qué ha podido ir mal!<br />

– ¿Qué has escrito en el papel?<br />

– Escribí “duérmete”.<br />

– ¿En inglés o en latín?<br />

Adam se dio cuenta de su error e intentó<br />

llegar al cuaderno lo más rápidamente que<br />

pudo. Justo cuando Adam consiguió ponerse<br />

de pie, el gólem le propinó un golpe en el pecho<br />

que lo lanzó por los aires.<br />

– ¡Adam! –gritó su tío.<br />

Adam cayó pesadamente, pero al menos<br />

seguía con vida. Le costaba respirar y todo<br />

le daba vueltas. Su tío trató de socorrerle,<br />

pero el monstruo atacó de nuevo, y tuvo que<br />

concentrarse otra vez en la estatua. El joven<br />

miró a su alrededor. Su cuaderno no estaba<br />

muy lejos de donde había caído. Fue arrastrándose<br />

hasta él, mientras aguantaba las<br />

39


40<br />

náuseas. Finalmente alcanzó su cuaderno y<br />

escribió “somnum” en él. Esperaba que el gólem<br />

entendiera el mensaje. Agarró una piedra<br />

cercana, arrancó la hoja de papel entera<br />

y envolvió con ella la piedra.<br />

– ¡Tío! –gritó lastimosamente Adam, y le<br />

lanzó la piedra en la dirección donde estaba<br />

Angus.<br />

El arqueólogo se giró y al ver el papel lo<br />

entendió todo. Se apresuró a coger la piedra.<br />

Cuando la agarró, el gólem le tiró al suelo de<br />

un empujón. Angus se dio la vuelta en el suelo.<br />

La criatura iba lanzarle el golpe final con<br />

los dos brazos, así que se lanzó hacia la cara<br />

del gólem e introdujo el papel en su boca.<br />

Un aullido salió de nuevo de su garganta,<br />

y los dos escoceses esperaron intranquilos algún<br />

movimiento mientras un silencio sepulcral<br />

reinaba en la caverna. Tras unos minutos,<br />

los dos respiraron aliviados.<br />

Angus se acercó a ver a su sobrino. Le palpó<br />

el pecho, en busca de heridas graves.<br />

– Creo que te has roto unas costillas. Tenemos<br />

que ir a un hospital, por si tienes alguna<br />

hemorragia interna. Con suerte, la muchacha<br />

seguirá ahí fuera con el caballo. –Angus<br />

cogió el brazo izquierdo de Adam, se lo pasó<br />

por encima del hombro y le ayudo a levantarse–.<br />

Vamos.<br />

– Pero harán preguntas en el hospital.<br />

¿Qué les vas a decir?<br />

–La verdad, rapaz. Aunque creo que la parte<br />

del gólem no se la van a creer.<br />

– ¿Qué ha pasado con lo de que un pueblerino<br />

te quitara el mérito?<br />

– Lo que menos me preocupa ahora es<br />

quién se lleva la gloria.<br />

Caminaron lentamente hacia la salida en<br />

silencio. Pese al orgullo que sentía Adam por<br />

haber sido capaz de descubrir cómo derrotar<br />

al gólem, sentía una profunda tristeza al<br />

pensar que las aventuras con su tío habían<br />

llegado a su fin.<br />

– ¿Qué vas a hacer ahora, tío?<br />

– Pues mientras mejoras lo suficiente para<br />

poder coger el avión de vuelta a Londres, escribiré<br />

una carta al Museo Británico sobre<br />

DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />

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nuestro descubrimiento, otra a tu madre suplicándola<br />

que no me mate –Angus soltó una<br />

carcajada, arrancando una sonrisa a Adam–<br />

y haré un poco de turismo por la isla. Dicen<br />

que hacen una buena ginebra por aquí.<br />

– ¿Y luego?<br />

– Me volveré a Atenas, claro.<br />

De nuevo se hizo el silencio. Adam estaría<br />

en el hospital unas dos semanas, y después<br />

volvería a su aburrida rutina en Oxford. Angus<br />

se fijó en su tristeza<br />

– ¿Sabes? Me han llegado rumores de un<br />

templo egipcio escondido en algún lugar del<br />

Alto Nilo. Mientras preparo el papeleo, la documentación<br />

y el Museo me da permiso, puede<br />

pasar un año. ¿Te apetecería venir conmigo<br />

el verano que viene?<br />

– ¡Me encantaría! –dijo entusiasmado<br />

Adam–. Leeré toda la mitología egipcia que<br />

pueda durante este año, por si nos ataca un<br />

hombre escorpión o algo así.<br />

Sobrino y tío se rieron escandalosamente.<br />

Las perspectivas de Adam mejoraron bastante.<br />

Sólo quedaban doce meses para su siguiente<br />

aventura. No se había acabado este<br />

verano y ya estaba deseando que llegara el<br />

siguiente.


ESPEJOS ROTOS IV<br />

ESPEJOS ROTOS IV<br />

EL MANANTIAL<br />

por Rubén Pozo Verdugo<br />

Jack se embarca hoy en un día idílico para ir a darse un chapuzón en la piscina,<br />

pero... ¿quién ha dicho que no se esconden tiburones en el agua? El último<br />

capítulo de la temporada, ¡no te lo puedes perder!<br />

I<br />

R ojo.<br />

Es lo único que conseguía ver Jack mientras permanecía con los ojos cerrados. Conocía<br />

de sobra aquella sensación. Aquel calor recorriendo su rostro. No había lugar a dudas.<br />

Era el sol.<br />

– Joder, se me olvidó bajar anoche la persiana –dijo Jack en un susurro que apenas él mismo<br />

escuchó.<br />

Poco a poco abrió el ojo derecho y el sol le dio los buenos días haciendo colisionar sus cálidos<br />

rayos contra él. Un dolor punzante, como un aguijonazo fortuito, apuñaló su córnea. Jack volvió<br />

a cerrar los ojos a desgana y mientras se incorporaba escuchaba la banda sonora de todas las<br />

mañanas: el crujir de sus articulaciones y el somier de láminas de manera quejándose sobre el<br />

peso cargado a su lomo.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

41


42<br />

Jack ya estaba cubierto de una película de<br />

sudor de buena mañana. Pausadamente, se<br />

levantó y se dirigió hacia la ventana que daba<br />

al patio interior. Una vez abierta, una fresca<br />

brisa acarició su cuerpo. En aquel momento<br />

sentía como revivían sus ganas de adentrarse<br />

en aquel mundo de locura. En ese instante<br />

recordó que aquel día sería un día especial,<br />

tocaba excursión a la piscina municipal. Su<br />

cuerpo sumergido en el agua fría de la piscina<br />

se le antojó más placentero que cualquier<br />

cosa que pudiera desear.<br />

Entonces recordó lo sucedido la noche anterior<br />

mientras una sonrisa se dibujaba en su<br />

rostro.<br />

– Eva… –logró susurrar mientras se dirigía<br />

hacia el armario, dispuesto a cambiarse<br />

de atuendo.<br />

De repente, el móvil vibró varias veces.<br />

Aquel sonido le recordó vagamente a los mosquitos<br />

que se paseaban cerca de su oreja las<br />

noches que dejaba la ventana abierta en su<br />

universidad. Habiéndose despojado ya de sus<br />

pantalones y camisa y permaneciendo solamente<br />

en ropa interior, Jack se dirigió hacia<br />

la mesita de noche. Mientras agarraba el teléfono<br />

contemplaba el calendario. Éste era<br />

un calendario temático de películas, en ese<br />

mes el dibujo mostraba a una mujer esbelta y<br />

con poca ropa a la que le habían injertado un<br />

fusil de asalto donde debía de estar la pierna.<br />

En la parte superior los caracteres “Planet<br />

Terror” anunciaban el título de la película y<br />

en la parte inferior “Julio”. Desde el día uno<br />

hasta el veinte estaban marcados con una<br />

enorme cruz oscura, esos días pertenecían ya<br />

al pasado.<br />

Con un ágil movimiento de pulgar, Jack<br />

desbloqueó el terminal e indagó hasta encontrar<br />

el mensaje:<br />

“Eh, tío. Prepárate un bañador y la toalla.<br />

Luego pásate por secretaría para pillar el ‘juguetito’.<br />

Nos vemos allí. Ciao.”<br />

El mensaje había sido enviado desde el móvil<br />

de Dante. ¿Qué querrá decir aquello de<br />

“juguetito”? El médico dejó a un lado el teléfono<br />

y se dispuso a cambiarse. Tenía el pre-<br />

RUBÉN POZO VERDUGO<br />

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sentimiento de que aquel iba a ser un buen<br />

día.<br />

II<br />

Dante permanecía apoyado sobre el escritorio<br />

caoba de Lucy, la secretaria del centro.<br />

Ella era una mujer de cabello corto y oscuro<br />

como el alquitrán, sus ojos color miel irradiaban<br />

sinceridad y bondad y su cuerpo lejos estaba<br />

de ser lucido en una pasarela de moda,<br />

aunque a ella no le importaba.<br />

– ¿Entonces de verdad que no vas a venir a<br />

la piscina?<br />

– Por última vez. Tengo que trabajar y encima<br />

turno doble porque Elvira está de baja.<br />

Vosotros podéis iros y disfrutar del día por<br />

mí.<br />

– Es una pena no ver pasearte en bañador<br />

en la piscina, Lucy.<br />

– Que bribón eres. ¿Alguna vez te has llevado<br />

a una mujer a la cama con frases como<br />

esa?<br />

– No, pero no pierdo la fe.<br />

En ese instante, la figura de Jack sin su<br />

bata blanca y con una bolsa de deporte cargada<br />

a la espalda irrumpió en el hall bajando<br />

por las escaleras. Aunque se había lavado<br />

repetidamente la cara, esta permanecía aún<br />

con un visible rictus de somnolencia. Él, sin<br />

su “café del buen despertar”, no se consideraba<br />

persona.<br />

– ¡Hombre, aquí llega la alegría de la casa!<br />

¿Listo para darte el primer remojón de la<br />

temporada?<br />

– Buenos días. Espero no quemarme con<br />

este sol de justicia.<br />

– Tranquilo –dice Dante mientras observa<br />

de arriba abajo el color pálido y mortecino de<br />

la piel de su compañero–. Bueno… Mejor que<br />

te pongas algo de protector solar, sí. ¿Nos da<br />

tiempo a tomarnos un café antes de salir para<br />

allá? –pregunta inocentemente a ambos.<br />

– Me temo que no, chicos –responde Lucy<br />

casi al instante, como si estuviera esperando<br />

la pregunta–. No sé qué demonios pasa<br />

aquí dentro con la seguridad, pero es el segundo<br />

demente que se escapa de su celda en


dos días. Anoche otro de vuestros “amiguitos”<br />

se escapó y rompió todos las cristaleras de la<br />

cafetería. –Jack palideció ante la noticia de<br />

la secretaria. Él había estado allí en el momento<br />

en el que todas las cristaleras volaron<br />

por los aires y la fortuita huida junto a Eva<br />

a través de la oscuridad que reinaba en los<br />

pasillos–. En serio, no sé qué les ha dado a<br />

todos por ir ahí a romper cosas.<br />

– ¡No me jodas! ¡Tendrían que drogar a<br />

todos estos tarados antes de irse a dormir!<br />

¿Qué me dices?<br />

– ¿Perdón? –dijo Jack saliendo de golpe de<br />

su ensimismamiento gracias a la pregunta de<br />

su compañero.<br />

– Nada, déjalo. Preciosa, ¿nos das los juguetitos?<br />

– Sí, claro. Casi se me olvidan –dice la joven<br />

mientras se agacha para rebuscar entre<br />

los cajones. Dante echa una mirada furtiva<br />

al hilo del tanga que asoma por encima de los<br />

pantalones de Lucy.<br />

– ¿De qué juguetito estáis hablado? –pregunta<br />

Jack intrigado.<br />

Sus dudas pronto son solucionadas cuando<br />

ve caer dos objetos idénticos encima de la<br />

mesa. Son dos pistolas negras con un pequeño<br />

filamento amarillo en la parte inferior de<br />

la culata. El médico se horroriza al verlas.<br />

– ¡¿Pistolas?! ¿Realmente es necesario?<br />

– Tranquilo, camarada. Disparan dardos<br />

tranquilizantes. Es por si cualquiera de estos<br />

se “rebota” un poco y hay que –Dante agarra<br />

la pistola y simula el sonido del disparo con<br />

la boca– “neutralizarlo”.<br />

– Pero estas armas están prohibidas. Solo<br />

son para uso animal y por personales de un<br />

zoológico cualificado.<br />

– ¿Por qué te crees que llamamos “La jaula<br />

de los leones” al ala norte? –Dante es el único<br />

que ríe su propio chascarrillo mientras se<br />

introduce sutilmente el arma en el bolsillo–.<br />

Nos vemos en el autobús –comenta mientras<br />

se va distanciando, desapareciendo tras la<br />

puerta de entrada al edificio.<br />

Lucy y él intercambian miradas. Pero no<br />

son solo eso. Jack reprocha a su compañera<br />

ESPEJOS ROTOS IV<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

con el tener que ir armado como un sheriff,<br />

y ella parece responder “Órdenes de arriba”.<br />

– ¿Está cargada?<br />

– Sí.<br />

– Crees que…<br />

– Dudo que llegues a usarla. La lleváis por<br />

si ocurriera algo y para evitar no solo que alguien<br />

se autolesione, sino que agreda a cualquier<br />

compañero suyo.<br />

– Entiendo…<br />

– ¿Algo más, Jack?<br />

Mauler niega con la cabeza y se limita a<br />

imitar el gesto de su compañero. Introduce<br />

la pistola en el bolsillo de sus bermudas. Una<br />

vez cargado con su bolsa de deporte, y sin mediar<br />

palabra, sigue la estela de Dante, como<br />

una abeja el dulce olor de una flor, hacia el<br />

autobús.<br />

III<br />

Imponente. Eran las únicas palabras que<br />

él encontraba para definir semejante monstruo<br />

mecánico. No había vuelto a ver un autobús<br />

de dos pisos desde el instituto, cuando<br />

enviaron a todos los del equipo rugby y a los<br />

pertenecientes al club de ciencias a distintos<br />

eventos en la misma ciudad. Era increíblemente<br />

grande.<br />

En un compartimento abierto en un lateral<br />

del mismo, semejante al costillar abierto<br />

de un monstruo descomunal, se amontonaban<br />

las mochilas y bolsas de deportes de<br />

todo aquel que permanecía dentro del autobús.<br />

Jack tomó impulso y lanzó la maleta al<br />

interior de aquella monstruosa boca. No le<br />

importaba que dentro hubieran cinco o seis<br />

iguales. Reconocería la suya por el bordado<br />

del asa, firma de su madre. “¿Qué estará haciendo<br />

ahora mamá?”, se preguntó mientras<br />

subía al autobús.<br />

– Buenos días, doctor Mauler.<br />

– Buenos días, doctor Tucker –respondió<br />

Jack algo sobresaltado, ya que la cabeza brillante<br />

y despoblada de pelo había aparecido<br />

de la nada y ahora se encontraba a escasos<br />

centímetros de su oreja–. No le había visto.<br />

– Lo sé. Se llama “Factor sorpresa”. Si su-<br />

43


44<br />

friera cualquier tipo de trastorno o aversión<br />

por mi habría increpado contra mi persona.<br />

Ahora me siento más cómodo al pedirle que<br />

se siente junto a mí –dijo mientras daba unas<br />

delicadas palmaditas sobre su asiento contiguo.<br />

– ¿Ahí no debería ir su hijo?<br />

– No. Ese truhán ya tiene suficiente con ir<br />

detrás de cada falda que se cruza por delante<br />

de él. Parece la mismísima reencarnación de<br />

Freud.<br />

Ante este comentario, Jack observó el rostro<br />

del doctor Tucker. Éste parecía el vivo retrato<br />

de Sigmund Freud. Parecía que la reencarnación<br />

de Freud había sido fragmentada en dos<br />

enormes pedazos del mismo. Alma y cuerpo.<br />

Mente y carne. Este pensamiento le provocó<br />

que sus labios se curvaran ligeramente hacia<br />

arriba en lo que casi no se podía denominar<br />

una sonrisa. Jack lanzó una mirada furtiva<br />

al resto del primer piso del autobús. Salvo los<br />

dementes y demás enfermos, no reconocía a<br />

nadie. Así que aceptó la invitación de su jefe<br />

y se sentó a su vera sin quitarse de la cabeza<br />

a una persona.<br />

Aquella mujer rondaba sus pensamientos<br />

como un lobo a punto de saltar sobre su presa.<br />

Un repentino sentimiento había aflorado<br />

en él, anegando por completo su raciocinio.<br />

Aquel sentimiento era tan fuerte que no podía<br />

ser otra cosa.<br />

El sentimiento era amor, y la dama, Eva.<br />

IV<br />

3597…3598…3599…3600… Jack mantenía<br />

la mano sobre su reloj de pulsera esposado<br />

a su muñeca. Con cada movimiento de<br />

la fina aguja del segundero, añadía un punto<br />

a su marcador imaginario. Era lo único que<br />

podía hacer por evadirse del mundo.<br />

Frente a él, tenía al conductor. Éste solo<br />

canturreaba canciones en las cuales sus cantantes<br />

o bandas llevaran por lo menos cincuenta<br />

años muertos. Tarareaba Daddy won’t<br />

you please come home, desafinando en la mayoría<br />

de las notas. Un poco más delante, el<br />

viejo y oxidado motor del autobús expectoraba<br />

cada vez que el “cantante profesional” que<br />

RUBÉN POZO VERDUGO<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

era el conductor cambiaba de marcha. Ronroneaba<br />

como si se tratara de un hipopótamo<br />

hambriento, mezclándose con los desagradables<br />

sonidos de su conductor. A su derecha,<br />

el doctor Tucker le hablaba sobre las bases<br />

neurobiológicas de la comorbilidad entre consumo<br />

de cocaína y trastornos de la personalidad.<br />

En la hora que ya había pasado desde<br />

que el autobús había arrancado apenas había<br />

parado a respirar un par de veces. Aquellos<br />

breves segundos en los que el doctor permanecía<br />

callado los saboreaba como lo haría un<br />

gourmet con un buen vino. En el piso de arriba,<br />

las risas y el jolgorio eran evidentes, escuchaba<br />

claramente la voz de Dante haciendo<br />

comentarios verdes e impertinentes con otros<br />

médicos y enfermos. El piso de arriba parecía<br />

un guateque en toda regla.<br />

El sonido quebrado del motor, sumado al<br />

del orondo conductor, pasando por el doctor<br />

Tucker, el monótono sonido de los catatónicos<br />

que se hospedaban en el primer piso y las risas<br />

y jolgorios del segundo, le tenían al borde<br />

de un ataque de nervios. Lo único que podía<br />

hacer era contar. 3721…3722…3723…<br />

“¿Dónde estás, Jack?”.<br />

– ¿Eva?<br />

– ¿Disculpe, señor Mauler?<br />

– ¿Eh? –Jack se encontró con el ceño fruncido<br />

del doctor Tucker mientras le observaba<br />

con encima de sus redondos cristales–. Nada.<br />

Ha sido un pensamiento en voz alta.<br />

– Eso quiere decir que no me estaba escuchando.<br />

– No… digo, sí. Solo que he recordado a una<br />

amiga que padeció ese trastorno y me ha venido<br />

su nombre a la mente.<br />

– Entiendo…<br />

Mauler suspiró internamente, victorioso.<br />

Se había librado por los pelos, o al menos<br />

era lo que él suponía. De repente, un potente<br />

frenazo lanzó a los ocupantes de los asientos<br />

violentamente hacia adelante.<br />

– ¡Haga el favor de conducir correctamente,<br />

señor Hammer!<br />

– L…lo…lo siento, doctor Tucker. Ya hemos<br />

llegado.


“¡Por fin!”, pensó de inmediato Jack. “Un<br />

segundo más y habría sido capaz de sacar la<br />

manecilla del segundero y clavársela directamente<br />

en el ojo. Un momento, ¿he pensado yo<br />

eso realmente?”.<br />

V<br />

Los cubitos de hielo chocaron contra los<br />

dientes de Jack como lo hizo su hermano mayor<br />

contra el titanic hace más de un siglo. Un<br />

dolor gélido y punzante brotó de uno de los<br />

incisivos, aunque eso no le impidió saborear<br />

el refrescante sabor de la cola helada bajando<br />

a través de su garganta. La sombra proyectada<br />

por la enorme sombrilla con un eslogan<br />

publicitario les cobijaba del ardiente sol que<br />

abrasaba Texas aquel día.<br />

Jack dejó el refresco sobre una mesita auxiliar<br />

que le separa de Dante, que permanecía<br />

sentado al otro extremo. Al inclinarse para<br />

dejar la bebida, se topó con un objeto que ya<br />

había desaparecido de la mente del médico.<br />

La pistola dentro de su bolsillo. Ellos eran los<br />

encargados de observar que todo vaya bien.<br />

Cada uno de los enfermos correteaba arriba<br />

y abajo por el césped. Los más tranquilos tomaban<br />

el sol y los más hiperactivos jugaban<br />

en el agua, salpicándose e incluso haciendo<br />

carreras de natación. Martha y Anne se encargaban<br />

de los enfermos catatónicos. Éstos<br />

estaban resguardados en una zona a parte,<br />

bajo un techado compuesto por ramitas y follaje<br />

que les bloquea el paso del sol.<br />

– ¡Esto es vida! –comentó Dante mientras<br />

posaba sus manos en la nuca, a modo de colchón<br />

improvisado–. Quien nos diría que estamos<br />

trabajando. Mira, mira. Ahí viene la<br />

señora Smith.<br />

La señora Smith iba vestida con bañador<br />

de un color rojo pasión. Su cuerpo y su rostro,<br />

vivo retrato de una ya desaparecida Marilyn<br />

Monroe, se paseaba por el borde de la piscina<br />

luciendo probablemente el cuerpo más esbelto<br />

y mejor cuidado de todo el psiquiátrico.<br />

– Tío, está buenísima.<br />

– No creo que debas mirar con esos ojos a<br />

las pacientes. Son eso, pacientes.<br />

ESPEJOS ROTOS IV<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– ¿Pero es que no la estás viendo? Madre<br />

mía. –En ese momento, la señora Smith se<br />

dio cuenta de las miradas furtivas lanzadas<br />

por el joven médico. Avergonzada, y con su<br />

rostro adquiriendo el mismo color que su bañador,<br />

se lanzó al agua en pos de evitar sus<br />

miradas lascivas–. ¿Acaso has visto a alguna<br />

mejor dentro del psiquiátrico?<br />

Jack se mantuvo en silencio durante unos<br />

segundos antes de contestar.<br />

– Sí…<br />

– ¿Cómo qué “sí”? A ver, dispara vaquero.<br />

– No creo… no creo que deba.<br />

– ¿Me estás tomando el pelo? Somos colegas,<br />

tío –Dante giró su asiento para tener<br />

una imagen completa de Jack, sentándose en<br />

una posición que delataba su interés–. Venga,<br />

va. Cuéntame.<br />

– Bueno… anoche…. –Jack no quería contárselo,<br />

pero la presión le podía. Además,<br />

aparte de Eva y su jefe, no tenía relación con<br />

nadie más allí dentro. Dante podía ser un<br />

nuevo y buen amigo–. Me acosté con una.<br />

– ¡NO JODAS! –gritó Dante. Él mismo se<br />

dio cuenta de todo lo que había alzado la voz<br />

y lo siguiente que dijo fue casi un susurro–.<br />

¿Quién era?<br />

– Eva.<br />

– ¿Eva? ¿Qué Eva?<br />

– Eva… ya sabes. Ojos azules, pelo castaño.<br />

El rictus de Dante cambió completamente<br />

de una euforia incontrolada a una cara seria<br />

con ligeros matices de ira.<br />

– ¿De qué estás hablando, Jack?<br />

– ¿No la conoces? Hemos quedado varias<br />

veces en la cafetería para tomar algo. Es<br />

muy simpática y, bueno… ayer… surgió –dijo<br />

con el tono con el que podría haberlo hecho<br />

una quinceañera mientras habla a través de<br />

su teléfono móvil con una amiga–. Fue tan…<br />

mágico.<br />

– ¿Me estás vacilando, Jack? –Ahora el tono<br />

de Dante era seco y autoritario, nada que ver<br />

con el que había empleado hasta ahora con<br />

él. En sus ojos las chispas de la ira brillaban<br />

cada vez con más fuerza.<br />

– No. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?<br />

45


46<br />

– Vete a la mierda.<br />

Dante se levantó rápidamente anegado por<br />

la rabia. Éste lanzó una patada a la silla en<br />

la que había permanecido sentado mientras<br />

se iba resoplando vivamente. Jack, asombrado<br />

ante el comportamiento de su compañero,<br />

salió en su busca.<br />

– Pero, Dante… que ha…<br />

Su compañero se detuvo bruscamente y sin<br />

girar la cabeza se dirigió a él en un tono brusco.<br />

– Si se te ocurre seguirme llegarás a casa<br />

sedado y en una camilla, ¿me captas? –Pronto<br />

Jack se percató que de Dante posaba la<br />

mano sobre el bolsillo de su pantalón, donde<br />

descansaba la pistola tranquilizante–. Y ahora<br />

déjame en paz.<br />

Jack se quedó estupefacto, paralizado<br />

mientras todas aquellas personas a las que la<br />

cordura había abandonado clavaban sus miradas<br />

sobre él. Aquella miradas se hundían<br />

en su carne como si fueran cuchillos, y dolía.<br />

No volvió a ver a Dante en todo el día.<br />

VI<br />

Los últimos resquicios del crepúsculo gobernaban<br />

en cielo cuando el autobús volvió a<br />

su lugar de origen. Con calma y dedicación,<br />

los monitores y médicos se armaron de paciencia<br />

y devolvieron a cada uno de los pacientes<br />

a sus respectivas habitaciones. El<br />

viaje de vuelta no había sido mucho mejor<br />

que el de ida, salvo la excepción de veinte minutos<br />

de sueño fortuito que se le antojaron<br />

reparadores.<br />

La noche era ya cerrada cuando todos los<br />

enfermos estaban en sus habitaciones. Jack<br />

se dirigía sin prisa alguna hacia la secretaría.<br />

No quería volver a tocar una pistola (aunque<br />

fuera de tranquilizantes) en su vida, solo lo<br />

haría si le parecía estrictamente necesario.<br />

En su mente no paraba de bullir el recuerdo<br />

de aquella truncada tarde de piscina “¿Qué<br />

mosca le habrá picado a Dante?”, pensaba.<br />

“¿Y si Eva es su novia? ¿O tal vez una exnovia?”.<br />

Las ideas iban apareciendo cada pocos<br />

segundos, como el de un detective centrado<br />

RUBÉN POZO VERDUGO<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

en un turbio caso.<br />

Cuando atravesó la puerta, la secretaría<br />

se encontraba justo frente a él. La luz blanca<br />

y pura como un divino rayo proveniente del<br />

flexo iluminaba la lectura de Lucy. El libro<br />

era Misery e iba ya por más de la mitad. Percatándose<br />

de su presencia, ésta introdujo un<br />

marcapáginas y lo cerró, como si en su interior<br />

se encontrara un secreto que no quería<br />

compartir con el médico.<br />

– ¿Qué ha pasado, Jackie? –dijo Lucy con<br />

una cara que no supo determinar. Estaba a<br />

caballo entre enfado y complaciente–. Dante<br />

ha llegado muy cabreado y casi me ha lanzado<br />

la pistola dentro de la caseta –dijo, mostrando<br />

los brazos en cruz para darle a entender<br />

que aquel mueble con forma de U era la<br />

caseta–. Nunca se ha comportado así.<br />

– Ha sido culpa mía, pronuncié el nombre<br />

equivocado en el momento equivocado.<br />

– ¿Nombre? ¿A quién le nombraste?<br />

– Eva. Es una médica que trabaja por aquí<br />

y…<br />

– ¿Eva? ¿Has dicho Eva? –interrumpió<br />

Lucy.<br />

– Sí. ¿Qué problema tiene todo el mundo<br />

con ella?<br />

– Jack, Eva es la hermana de Dante. Desapareció<br />

hace meses.


EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />

EL PERGAMINO<br />

Al salir de su cita con Isamu, Atsuo es atacado por unos samuráis que buscan vengar la<br />

muerte de Gensai Ebizo. Tras enfrentarse a ellos, el preceptor organizará a sus alumnos<br />

para recabar toda la información posible del clan Takayama.<br />

*Listado de personajes y lugares al final del relato.<br />

IX<br />

Te dije que te fueras! –le increpó la primera<br />

sombra con bravuconería–. Ahora<br />

no te dejaré. Pagarás con tu vida la muerte de<br />

Ebizo, los Gensai me lo agradecerán.<br />

Mientras hablaba lanzó una estocada con la<br />

katana, intentando alcanzarle el cuello. Atsuo<br />

lo desvió y, agachándose con rapidez, hizo un<br />

barrido a su pie adelantado. Cuando el bravucón<br />

cayó sobre el costado derecho, le clavó la<br />

katana en el pecho empujándola hacia abajo<br />

con la palma de la mano. En esa postura se<br />

mantuvo mientras giraba la katana con un<br />

golpe seco de muñeca, luego se levantó muy<br />

despacio y se enfrentó a las otras dos sombras,<br />

dejando a su derecha a la que venía corriendo<br />

por el callejón.<br />

El segundo matón, que estaba enfrente de él,<br />

se giró un poco hacia la sombra que llegaba.<br />

– ¿Eres tú, Masaoka?<br />

– ¡No! –contestó desenvainando la katana–.<br />

Me llamo Michiko.<br />

– ¡Una chica! ¿Y te enfrentas a mí? ¡Entonces<br />

morirás también! ¡Más te hubiese valido no<br />

meterte en nuestros asuntos!<br />

– Este asunto también es mío, ¡soy del clan<br />

Hirotoshi! ¿Y tú quién eres?<br />

– Soy Aruki, samurái del clan Takayama –<br />

comentó con tono orgulloso.<br />

Salió despacio de la oscuridad haciéndose vi-<br />

DE ISAMU V<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

por Ramón Plana<br />

sible y, poniéndose frente a ella, la miró con<br />

sorna, hizo un amago y atacó repentinamente<br />

con una serie de golpes y estocadas. Pero enfrente<br />

estaba la hija de Takeshi, especialmente<br />

entrenada por él en el manejo de la espada<br />

desde niña. Bloqueó los golpes y desvió las<br />

estocadas sin perder la posición. Siempre con<br />

la punta de su katana flotando amenazadora<br />

ante los ojos del matón, haciéndole retroceder,<br />

inseguro.<br />

Mientras, el tercer hombre de Takayama<br />

atacó al preceptor intentando abrir un hueco<br />

en su guardia con un amplio repertorio de tajos.<br />

Pero, para su sorpresa, ninguno lograba su<br />

propósito.<br />

– ¿Acabamos con ellos Atsuo–san? –sugirió<br />

Michiko, ante el desconcierto de los dos samuráis.<br />

– Espera, antes quiero hacerles algunas preguntas.<br />

Procura que no se escapen.<br />

Los dos matones se miraron y empezaron a<br />

vacilar.<br />

– Mejor será que os vayáis –fanfarroneo el<br />

segundo matón–. Estamos esperando a más<br />

compañeros.<br />

– Antes decidnos por qué queréis arruinar a<br />

Isamu –inquirió Atsuo.<br />

El contrincante de Michiko intentó sorprenderla<br />

con un fuerte golpe vertical que, al fallarlo,<br />

acabó en la arena del camino. La joven pisó<br />

47


48<br />

la katana para impedir que la levantara y le<br />

propino un tajo en el muslo adelantado. El<br />

hombre cayó gritando y sujetándose el corte.<br />

– Tú ya no te escaparás –sentenció.<br />

– ¡No me matéis! –suplicó acobardado–. Os<br />

contaré lo que sé.<br />

El tercer matón saltó hacia su compañero<br />

y lo atravesó de una estocada mientras gritaba.<br />

– ¡No voy a dejar que hables! –Luego se<br />

puso a gritar–. ¡Socorro! ¡A mí la milicia! ¡Nos<br />

están asesinando!<br />

Miró rabioso a ambos lados y maldiciendo<br />

se abalanzó sobre la katana de Michiko, la<br />

sujetó con la mano y se la clavó en el vientre<br />

con rabia. Sus dedos repiquetearon al caer<br />

cortados al suelo por el agudo filo, mientras<br />

él se desplomaba gritando.<br />

Atsuo reaccionó con presteza terminando<br />

con sus gritos de un tajo. Al oír voces y carreras,<br />

se volvió hacia la sorprendida Michiko.<br />

– Vámonos antes de que tengamos que dar<br />

explicaciones. Estamos muy cerca de la casa<br />

del armero y no quiero implicarle.<br />

Ambos corrieron, amparándose en las sombras,<br />

hasta la plazoleta de la fuente. Allí torcieron<br />

hacia el norte saliendo del barrio de<br />

los artesanos y siguiendo la calle durante un<br />

largo trecho hasta que avistaron la tapia de<br />

la finca.<br />

Alertaron a los samuráis de guardia sobre<br />

una posible visita de la milicia, y se retiraron<br />

a una de las salas de la casa principal.<br />

Michiko esperó mientras Atsuo cambiaba sus<br />

vestidos por algo más cómodo. Se sentaban<br />

los dos cuando aparecieron Fujio, Saburo y<br />

Aiko alarmados por la tardanza de su preceptor.<br />

– Atsuo–san, estábamos preocupados –empezó<br />

Aiko–. Íbamos a salir a buscarte cuando<br />

oímos a los samuráis de la puerta alertar a<br />

los de la tapia. ¿Qué pasó?<br />

– Me atacó un grupo cuando salía de la casa<br />

de Isamu. Michiko llegó a tiempo de ayudarme.<br />

–Se volvió hacia ella–. Por cierto ¿qué<br />

hacías por allí?<br />

– Estaba familiarizándome con el barrio<br />

RAMÓN PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

de los artesanos, Atsuo–san. La suerte quiso<br />

que cuando ya estaba de vuelta oyera voces y,<br />

al investigar, te reconocí.<br />

– ¿Familiarizándote? –repitió con sorpresa.<br />

– Sí, por indicación expresa de Katsuro<br />

debo conocer el barrio con detalle –explicó–.<br />

Mi padre y él están seguros de que más adelante<br />

nos será muy útil ese conocimiento.<br />

– ¡Vaya! Es buena idea, y encaja con el<br />

pretexto de preparar el libro para el shogun.<br />

Podemos trabajar juntos para hacer unos<br />

mapas, y de paso recoger la información que<br />

necesitamos.<br />

– ¿Vamos a participar todos? –preguntó<br />

Saburo.<br />

– Seguramente –respondió Atsuo–. Pero<br />

puede ser peligroso.<br />

– ¡Bien! –exclamó Fujio–. ¡Se acabó el aburrimiento!<br />

– Escuchar lo que vamos a hacer –dijo Atsuo–.<br />

Somos suficientes para formar dos grupos<br />

y observar los lugares clave.<br />

– Si te parece, Atsuo–san, yo puedo ir a vigilar<br />

la casa del clan Takayama –sugirió Michiko.<br />

– Y yo puedo ir con ella –dijo Saburo.<br />

– No Saburo, es mejor que la acompañe<br />

Aiko. Es la más observadora de todos y la<br />

más rápida pintando facciones. Así podrá<br />

dibujar a los que visiten la casa –dijo Atsuo<br />

pensativo–, y luego los podremos identificar.<br />

Tú vendrás conmigo a palacio y me servirás<br />

de asistente.<br />

– ¿Y yo con quién voy? –se interesó Fujio.<br />

– Irás con ellas para ayudarlas, y también<br />

seguirás a los sospechosos que te indiquen;<br />

debes procurar que no te vean.<br />

– Si intentan echarnos de los alrededores<br />

de la casa de Takayama, ¿qué hacemos?<br />

– Os dejaré mi salvoconducto. Está firmado<br />

por la máxima autoridad civil de Edo y nos<br />

permite estar en cualquier parte de la ciudad.<br />

Podéis alegar que estáis pintando lugares<br />

y personajes ilustres. Procurar rehuir las<br />

peleas, salvo que tengáis que defenderos. Fujio,<br />

mañana vendrás con Saburo y conmigo,<br />

y una vez que entremos en palacio llevarás


el salvoconducto a las chicas y te quedarás<br />

con ellas. ¿Entendido? Ahora a dormir. Saldremos<br />

temprano.<br />

Los chicos le miraron con los ojos chispeantes.<br />

Aquello prometía ser divertido. Espiar<br />

y seguir gente, quizás luchar. Se retiraron<br />

charlando entre ellos, ansiosos de que empezara<br />

el nuevo día. Atsuo les vio ir, y se retiró<br />

a descansar sonriendo.<br />

La mañana le encontró haciendo ejercicios<br />

de esgrima en su rincón favorito del jardín.<br />

Cuando le vio terminar, Matsushiro se acercó<br />

a él para indicarle que Nobu había partido<br />

el día anterior por la tarde en dirección a la<br />

casa del clan Akashi, su misión era recoger a<br />

los heridos y traerlos a Edo. Le acompañaban<br />

varios carromatos y un retén de samuráis y<br />

alabarderos.<br />

– La guardia personal de la señora ya está<br />

elegida entre los mejores hombres –le informó<br />

Matsushiro–. Y el perímetro de la casa ya<br />

está controlado día y noche. Dos clanes afines<br />

al nuestro, Hirayama y Otake, nos ayudan<br />

con sus hombres; también han venido de la<br />

escuela Deguchi. Como sabéis tienen un gran<br />

aprecio por Takeshi.<br />

El preceptor le agradeció la información y<br />

le contó al veterano samurái la conversación<br />

con Isamu y el ataque de que fue objeto en<br />

la calle. Convinieron en irse informando mutuamente<br />

según se desarrollasen los acontecimientos.<br />

Luego, Atsuo partió a revisar los<br />

equipos de los chicos.<br />

Dos cilindros de piel para contener los pergaminos,<br />

unos de peor calidad para pruebas<br />

y bocetos, y otros de mejor calidad para las<br />

obras finales, las bolsas con las tintas y pinceles,<br />

dos caballetes, recipientes para las<br />

mezclas, cantimploras con agua, un ligero refrigerio<br />

por si se alargaba el día y finalmente<br />

las armas: katanas, wakizashis y bokken. Y<br />

por fin salieron los dos grupos. Uno hacia el<br />

palacio y otro a la casa de Takayama.<br />

El día se mostraba claro, la humedad y el<br />

olor a salitre resultaban agradables y facilitaban<br />

la respiración. Atsuo, Saburo y Fujio<br />

caminaron hacia el palacio del shogun<br />

EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

mezclándose con la gente que ya poblaba la<br />

calle. El palacio estaba en una zona ligeramente<br />

elevada desde la que se divisaba toda<br />

la ciudad. Mirando hacia el sureste se podía<br />

ver el pequeño puerto, que hervía de movimiento<br />

a esas horas de la mañana. El camino<br />

que ascendía al palacio también estaba muy<br />

transitado, la mayoría eran proveedores que<br />

acudían a entregar sus productos y que se<br />

desviaban al llegar a un pequeño cruce. Uno<br />

de los caminos iba a parar a las dependencias<br />

de administración, y el otro al portón principal<br />

donde iban las visitas. Este último camino<br />

estaba bordeado por árboles que daban<br />

sombra y frescor a los transeúntes. Desde el<br />

portón principal podía verse los espectaculares<br />

jardines que rodeaban al edificio principal.<br />

El palacio era una sólida construcción con<br />

base de piedra, las tres torres alrededor del<br />

cuerpo principal rematadas por azoteas, con<br />

sus graciosas encorvaduras, les daban aspecto<br />

de enormes cometas dispuestas a volar.<br />

Alrededor de él, multitud de construcciones<br />

de tipo medio albergaban a todo el personal<br />

necesario para su mantenimiento. El espléndido<br />

y cuidado jardín se engarzaba con las<br />

hermosas construcciones, diferenciando las<br />

zonas de los señores y las de los vasallos.<br />

Unos samuráis con el emblema del shogun<br />

pararon al grupo en el portón de entrada. Atsuo<br />

mostró al oficial de guardia el permiso de<br />

tránsito que le había proporcionado Hirotoshi<br />

Katsuro, firmado por el máximo responsable<br />

civil de la ciudad, y el paso les fue concedido.<br />

Los tres se internaron en los jardines buscando<br />

una posición desde la cual pudiesen<br />

dibujar algunos detalles del edificio y controlar<br />

la puerta principal. Una vez decidido el<br />

lugar, Saburo colocó el caballete y desplegó<br />

los pergaminos sobre él. Mientras, Atsuo le<br />

entregó a Fujio el salvoconducto y este partió<br />

hacia la casa de Takayama. El preceptor empezó<br />

a seleccionar las tintas observando los<br />

tonos de los árboles cercanos.<br />

Fujio se detuvo un rato a charlar con los<br />

samuráis de la guardia, se fingió impresio-<br />

49


50<br />

nado por su equipamiento y su marcialidad.<br />

Su plan era hacerse amigo suyo para garantizar<br />

el acceso al palacio sin necesidad del salvoconducto,<br />

y a la vez obtener información.<br />

Luego partió a visitar al segundo grupo silbando<br />

por el camino, como siempre.<br />

X<br />

Atsuo se dejó conquistar por el encanto<br />

del rincón que habían elegido. Situado en un<br />

pequeño altozano del jardín, estaba protegido<br />

del viento y de miradas indiscretas gracias<br />

a la mezcla de árboles y arbustos que<br />

se alternaban formando un ambiente fresco<br />

y ventilado. Los arces, las coníferas, los cedros<br />

y alcanforeros, castaños, moreras, álamos<br />

y hayas rivalizaban con los almendros,<br />

melocotoneros y perales extendiéndose por el<br />

enorme jardín. En distintas zonas se podían<br />

ver pequeñas bandadas de pájaros, palomas,<br />

faisanes y patos; las ardillas correteaban de<br />

árbol en árbol y las flores regalaban al aire<br />

su perfume.<br />

Un punto entre algunos árboles dejaba ver<br />

un poco de agua cristalina de un pequeño estanque<br />

con una hermosa linterna tallada en<br />

la piedra; al fondo se podía ver la segunda<br />

torre destacando contra el cielo. Hacia el sur,<br />

la vista de la puerta principal les permitía<br />

observar quién entraba y salía de palacio.<br />

Saburo observaba como Atsuo mezclaba las<br />

tintas, calculando las proporciones de cada<br />

uno de los innumerables tonos que ofrecían<br />

los cuidados árboles. Cuando tuvo identificadas<br />

las familias de los colores, pasó a seleccionar<br />

los pinceles según su trazo, espesor y<br />

longitud.<br />

Mientras, el joven, muy pensativo, se puso<br />

a alisar los pergaminos para los bocetos; le<br />

intrigaba la postura que había adoptado el<br />

clan frente a los ataques a su madre. Si por él<br />

fuera, una vez que tuviese la certeza de que<br />

la amenaza provenía del clan Takayama, habría<br />

ordenado atacarlos en su casa para acabar<br />

con ellos de una vez. Al final se decidió a<br />

compartir sus sentimientos con el preceptor.<br />

– Atsuo–san, ¿por qué queremos saber<br />

RAMÓN PLANA<br />

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quién entra y sale del palacio y de la casa de<br />

Takayama?<br />

Atsuo volvió la cabeza para mirarle, mientras<br />

alisaba el pergamino con la mano.<br />

– Para saber de dónde vendrá el siguiente<br />

ataque –explicó–. Puede venir de algún consejero<br />

que colabore con Kaoru, puede venir<br />

del clan Gensai o puede venir de alguna partida<br />

de ronin como ocurrió en el bosque. Si<br />

sabemos en dónde está Kaoru, con quién habla<br />

y quién le visita, podremos prevenir sus<br />

ataques.<br />

– ¿Y por qué no asaltamos su casa y acabamos<br />

con ellos?<br />

– Porque se nos echarían encima la autoridad<br />

civil y la milicia, y además el shogun<br />

castigaría a nuestro clan.<br />

– ¿Y por qué a ellos no les castiga?<br />

– Porque el shogun no está enterado de lo<br />

que están haciendo –explicó Atsuo.<br />

– ¿Y no se lo podemos decir nosotros para<br />

que lo impida? –argumentó Saburo.<br />

– No nos creería sin pruebas. Por eso necesitamos<br />

que cometan un error. De esa manera,<br />

o bien se descubren o nos proporcionan<br />

pruebas.<br />

Saburo se quedó pensativo.<br />

– Entonces –insistió–, ¿una vez que se descubran<br />

o tengamos pruebas, podremos matarlos?<br />

– Escucha Saburo, los ciudadanos de un<br />

país deben confiar en la eficacia del sistema<br />

judicial. No se puede desarrollar una sociedad<br />

en donde cada individuo se toma la justicia<br />

por su mano.<br />

– Pues yo no lo veo tan mal, Atsuo–san –<br />

dijo pensativo–. Si no es para defendernos,<br />

¿por qué entrenamos tanto?<br />

– A la justicia le cuesta llegar a todos los<br />

rincones, Saburo, y en el clan entrenamos<br />

para defendernos cuando no puedan llegar<br />

los alguaciles o la milicia hasta nosotros para<br />

solventar una situación de conflicto. Pero<br />

esta duda tuya me lleva a otra cuestión: ¿qué<br />

crees que es el camino de la espada? –preguntó<br />

Atsuo a su alumno.<br />

– Pues creo que es aprender bien las técni


cas para ser el mejor, y en caso de necesidad<br />

poder matar fácilmente a quien te amenace.<br />

– No es eso exactamente, aunque hay mucha<br />

gente que así lo piensa. El camino de la<br />

espada se rige por un código ético muy severo:<br />

el bushido. Inicialmente, los samuráis ponían<br />

su habilidad al servicio de un daimio y<br />

se comportaban como asesinos; ahora, el camino<br />

del guerrero incorpora reglas y un sistema<br />

de vida para mejorar el espíritu y convertirlo<br />

en un hombre noble.<br />

– Entonces Atsuo–san ¿para qué sirve la<br />

espada? –preguntó Saburo.<br />

– Para que tú tengas el poder de matar y<br />

puedas renunciar a él. Así das otra oportunidad<br />

a los que te agreden y, con el perdón, tu<br />

espíritu se hace más fuerte.<br />

– No lo entiendo muy bien. Si matas a los<br />

malos, al final sólo quedaran los buenos. Pero<br />

si perdonas a los malos, volverán para hacer<br />

daño otra vez y terminaran por matar buenos.<br />

– No hay simiente mala en el hombre, Saburo.<br />

El hombre se vuelve malo cuando no<br />

controla sus deseos. –Se volvió hacia él y sonrió–.<br />

Te voy a contar una historia que me ocurrió<br />

cuando era un estudiante como tú.<br />

»Fue en el verano en que cumplí los trece<br />

años, uno de los más calurosos del último<br />

siglo. En aquella época, mi maestro y yo estábamos<br />

pasando un entrenamiento monástico<br />

en el templo Okadera, junto al valle de<br />

Asuka. Era un lugar de una enorme belleza.<br />

Estaba situado en lo alto de un monte, orientado<br />

al sur, con la cordillera a su izquierda,<br />

rodeado de frondosos árboles y con profusión<br />

de arroyuelos que descargaban el agua acumulada<br />

en las cumbres, formando pozas y<br />

cascadas. Profundos acantilados rompían el<br />

paisaje, obligando a los moradores de la zona<br />

a construir pequeños pero sólidos puentes de<br />

cáñamo y tablas para cruzarlos.<br />

»Fuimos acogidos por el monje que cuidaba<br />

y vivía en el templo, Saicho, que además de<br />

guía espiritual, atendía las enfermedades de<br />

la población de varias aldeas de la montaña<br />

y de un pueblecito del valle. Era budista, mé-<br />

EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

dico y acupuntor. Cuidaba del espíritu y del<br />

cuerpo.<br />

»Mi maestro, Shiotani Ichiro, y él se conocían<br />

desde su juventud, ambos fueron alumnos<br />

de la misma escuela de artes marciales,<br />

si bien Saicho dejó la katana y se especializó<br />

en el bo, en el que era un auténtico especialista.<br />

Una vez cada dos años se congregaban<br />

los mejores artistas del país en esta arma<br />

para intentar vencerle, pero todavía permanecía<br />

imbatido, y las técnicas que enseñaba<br />

a quien practicaba con él eran muy buscadas<br />

por los maestros del bo.<br />

»Acompañado de tres acólitos, mantenían<br />

las instalaciones del templo en perfecto estado,<br />

ayudados por las limosnas de las aldeas<br />

cercanas. Un pequeño terreno en el valle,<br />

cedido por los lugareños a cambio de sus<br />

atenciones médicas, servía de huerto para<br />

mantener a la pequeña congregación con la<br />

despensa llena de verdura.<br />

»Los días que pasamos allí fueron intensos.<br />

Nos levantábamos antes del amanecer<br />

a estudiar las enseñanzas de Buda, practicábamos<br />

con la espada, nos bañábamos en<br />

un salto de agua situado algo más allá de los<br />

edificios y después desayunábamos. Luego<br />

atendíamos las necesidades del templo y de<br />

los lugareños que lo pedían, hasta la hora de<br />

la frugal comida. Las tardes transcurrían entre<br />

el estudio, la restauración del templo y los<br />

objetos de culto, la meditación y los debates<br />

sobre política, religión, botánica o arte.<br />

»El trabajo, la frugalidad, el esfuerzo, la<br />

meditación y la ayuda a los demás eran nuestras<br />

asignaturas. Y a ellas nos entregábamos<br />

con toda nuestra voluntad, dejándonos impregnar<br />

por el espíritu del bushido.<br />

»Un amanecer estábamos en la clase de esgrima<br />

con Ori, uno de los discípulos de Saicho,<br />

cuando una mujer pequeña vestida con<br />

un kimono rústico llegó hasta nosotros sin<br />

aliento. Nos dijo que vivía en la aldea de Tachibana,<br />

a poca distancia del templo en la ladera<br />

de poniente, y que había ocurrido una<br />

desgracia: un hombre estaba robando a una<br />

familia y golpeando a los niños. Ella, que era<br />

51


52<br />

la abuela, había conseguido escapar. Entre<br />

sollozos y lágrimas nos pidió que la ayudáramos.<br />

»Ichiro le pidió a Ori que avisara al monje<br />

mientras nosotros bajábamos. Partimos, caminando<br />

deprisa guiados por la mujer. En un<br />

momento estábamos ya entrando en la aldea,<br />

la cruzamos, y en una casa pequeña vimos<br />

arremolinados a unos pocos lugareños. Ellos<br />

nos dijeron que el matón aún estaba dentro.<br />

»Mi maestro entró decidido en la vivienda,<br />

yo entré detrás de él con el bokken en la<br />

mano. Era una casa humilde, con un pequeño<br />

escalón para descalzarse que hacía las veces<br />

de genkan. Luego había una pequeña antesala<br />

que daba a una cocina, en la que había<br />

un panel de shoji que daba a otra habitación,<br />

que debía ser un dormitorio común. En la cocina<br />

había cinco personas. Dos adultos postrados<br />

en el suelo, dos niños de corta edad,<br />

uno tirado en un rincón y el otro sujeto por<br />

un hombre grande, de aspecto desaseado,<br />

que permanecía de pie en el centro de la habitación<br />

con una katana en la mano derecha.<br />

»El hombre nos miró con actitud agresiva<br />

y nos amenazó con matar a los niños y luego<br />

a nosotros si no nos íbamos inmediatamente.<br />

Ichiro se hizo cargo de la situación y esperó a<br />

que algo distrajera la atención del bruto para<br />

actuar.<br />

»En ese momento entró Saicho seguido<br />

de Ori, y cuando el hombre se giró un poco<br />

más para mirar a los recién llegados, Ichiro<br />

se deslizó hasta él con rapidez y le golpeó en<br />

puntos situados en los hombros y los bíceps<br />

dejándole los brazos inutilizados. El bruto<br />

abrió mucho los ojos cuando el niño se soltó y<br />

se le cayó la katana, luego juró por los dioses<br />

del pueblo que nos mataría a todos sin excepción.<br />

El monje se acercó a él y le presionó un<br />

punto en el cuello que en pocos segundos le<br />

hizo perder el sentido.<br />

»La gente del pueblo quería lincharlo, pero<br />

no les dejamos. Luego nos lo llevamos atado<br />

en un palo, entre dos, como si fuera un ciervo,<br />

y lo tumbamos en una carreta de bueyes<br />

que trajo el jefe de la aldea. En ella lo iba a<br />

RAMÓN PLANA<br />

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trasladar al pueblo más importante del valle,<br />

Seitoku, en donde estaba la milicia de la<br />

comarca, y además disponía de cárcel y un<br />

magistrado nombrado por el shogun.<br />

»Durante algún tiempo no supimos nada<br />

más del bruto, cuyo nombre era Gorou según<br />

nos enteramos más tarde. Los entrenamientos<br />

transcurrían con normalidad, igual<br />

que los trabajos en el templo y las visitas del<br />

monje a los pueblos cercanos. Un día Ichiro<br />

interrumpió el entrenamiento por la llegada<br />

de un conocido, se reclamaba su presencia en<br />

casa de sus padres por un repentino asunto<br />

de familia. Y partió, dejándome allí para que<br />

ayudara a Saicho en lo que él estimara conveniente.<br />

»Todo fue bien, ayudaba en el huerto, en los<br />

viajes del monje cuando bajaba a los pueblos,<br />

en la restauración preparaba tintas y limpiaba<br />

pinceles, y cualquier cosa que el servicio<br />

del templo necesitase. Hasta que un día me<br />

quedé solo al irse todos a cumplir sus tareas<br />

en distintos lugares. Esa tarde me entretuve<br />

practicando caligrafía, y luego empecé con la<br />

esgrima. Con ella estaba, desarrollando una<br />

serie de golpes encadenados que se conocían<br />

con el descriptivo nombre de “el pedrisco”,<br />

cuando vi de repente a Gorou a unos pocos<br />

metros de mí.<br />

»Traía una katana en la mano y me miraba<br />

fijamente mientras avanzaba despacio. Me<br />

preguntó en dónde estaban los demás, y como<br />

no le contesté, me dijo que daba igual, que<br />

empezaría conmigo. Luego blandió su arma<br />

y me atacó. No sentí vergüenza cuando me di<br />

la vuelta y salí corriendo. ¿Qué podía hacer<br />

un muchacho de trece años armado con un<br />

bokken contra un bruto enorme y furioso con<br />

una katana? Además, pensé que si lo llevaba<br />

hacia los riscos tendría más oportunidades<br />

de escapar aprovechando mi agilidad.<br />

»El bruto maldecía y resoplaba mientras<br />

corría detrás de mí. Así seguimos hasta llegar<br />

a unos peñascos cerca de un acantilado de<br />

pendiente bastante pronunciada. Allí le hice<br />

frente, saltando de roca en roca mientras él<br />

intentaba alcanzarme con la katana. Estaba


tan rabioso que era fácil esquivar sus golpes<br />

con un poco de sangre fría. Recordé las enseñanzas<br />

de Ichiro y comencé a hacerle frente,<br />

esquivándolo y golpeándolo con mi bokken,<br />

cosa que aún le ponía más furioso haciéndole<br />

cometer más imprudencias.<br />

»En uno de esos golpes que lanzaba perdió<br />

pie y cayó todo lo largo que era magullándose<br />

las rodillas y un codo. Se levantó apoyándose<br />

en la katana y cogió una enorme piedra con<br />

la intención de arrojármela. Retrocedí hasta<br />

el borde del risco, donde las rocas eran más<br />

puntiagudas, intentando mantenerlo a distancia.<br />

Pero pensó que me tenía acorralado<br />

y avanzó hacia mí con una sonrisa de triunfo.<br />

Tiró la piedra al suelo porque ahora le estorbaba,<br />

y se acercó saltando torpemente de<br />

risco en risco buscando la distancia adecuada<br />

para descargar un golpe definitivo.<br />

»Fue cuando iba a saltar a uno próximo a<br />

mí cuando se me ocurrió fingir una huida y<br />

volverme para golpearle en el pie adelantado,<br />

justo cuando aún estuviera en el aire antes<br />

de apoyarlo. Simulé un salto a otra piedra, y<br />

al ver de reojo que él me seguía, me giré lanzando<br />

un golpe con el bokken a baja altura.<br />

El engaño funcionó. El bruto se encontró de<br />

repente en el aire sin apoyo y con cara de sorpresa<br />

cayó rebotando entre las puntiagudas<br />

rocas hasta llegar, treinta metros más abajo,<br />

al lecho del riachuelo. Allí se quedó encajado<br />

entre unas rocas, sin moverse.<br />

»Me llevó tiempo bajar hasta él, ya que la<br />

pendiente era muy pronunciada y las rocas<br />

muy cortantes. Cuando llegué a su lado, aún<br />

estaba sin sentido, con medio cuerpo en el<br />

agua, cubierto de sangre de varios cortes en<br />

la cabeza y los brazos, además el izquierdo<br />

parecía roto y su pierna estaba en un ángulo<br />

poco natural.<br />

»Cuando bajé iba decidido a matarlo, pero<br />

al estar a su lado no me sentí capaz. Lo mejor<br />

sería dejarlo allí de momento, hasta que pensáramos<br />

entre todos qué hacer con él. Aproveché<br />

para examinarle la pierna y el brazo y<br />

los entablillé. Luego se me ocurrió que como<br />

era muy fuerte, podía recuperarse y atacar-<br />

EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

nos mientras dormíamos, así que decidí dejarlo<br />

atado. Cogí unos juncos de la orilla y le<br />

até los brazos y las piernas, luego lo amarré<br />

también a una gran roca para que no pudiese<br />

alejarse. Satisfecho con las medidas tomadas,<br />

empecé a subir al templo para contarle<br />

al monje lo que había pasado y que decidiera<br />

qué hacer con él.<br />

»Saicho escuchó mi encuentro con Gorou, y<br />

cuando le pregunté qué destino le dábamos,<br />

me contestó que era mi decisión, pues al bruto<br />

lo había capturado yo y por lo tanto su vida<br />

y su destino me pertenecían; él se desentendió<br />

del asunto.<br />

»Esa noche recordé lo que me había enseñado<br />

Ichiro sobre el bushido y la responsabilidad<br />

que tiene un samurái sobre sus acciones.<br />

Me pasé gran parte de la noche meditando,<br />

pero al día siguiente ya había tomado una decisión.<br />

Así que, después del desayuno, bajé a<br />

ver cómo estaba.<br />

»Allí seguía atado, tal y como lo dejé. Pero<br />

no tenía buen aspecto, algunos rasguños parecían<br />

infectados, los golpes recibidos estaban<br />

morados y se le había hinchado un pómulo y<br />

el ojo. Cuando me vio empezó a maldecirme<br />

y a agitarse, intentando soltar las ataduras.<br />

Me amenazó con matarme lentamente y luego<br />

seguir con los demás. Me aseguró que esparciría<br />

mis tripas por la montaña y se haría<br />

un collar con mis orejas y dedos. Me senté<br />

frente a él y esperé un buen rato a que terminara.<br />

Finalmente, como no paraba de maldecir,<br />

me volví al templo. Sus gritos y amenazas<br />

me acompañaron durante un largo trecho<br />

hasta que dejé de oírle.<br />

»Al atardecer bajé de nuevo al riachuelo,<br />

esta vez llevaba un hatillo en la espalda.<br />

Me vio bajar entre las rocas y no dijo nada.<br />

Cuando llegué hasta él le dije que se estuviese<br />

quieto mientras le curaba. Antes, saqué<br />

un cuenco de sopa y se lo acerqué. Bebió con<br />

avidez el nutritivo caldo tragándose la verdura<br />

casi sin masticar. Luego me dejó ajustarle<br />

las tablillas del brazo y de la pierna. Me pidió<br />

que le soltara. Le contesté que antes me<br />

tenía que asegurar que no nos haría nada a<br />

53


54<br />

los del templo ni a mí, y como no quiso me negué.<br />

Entonces empezó de nuevo a retorcerse<br />

y a gritar que me mataría esa misma noche,<br />

en cuanto consiguiera romper las ligaduras.<br />

Y así le dejé. Sus gritos y amenazas me acompañaron<br />

mucho rato. No volví a bajar hasta<br />

pasados dos días.<br />

»De esta manera estuvimos varias semanas.<br />

Ni Saicho, ni Ichiro cuando volvió,<br />

quisieron intervenir. Opinaban que era un<br />

asunto que debía de resolver yo, puesto que<br />

la situación era culpa mía. Al no querer matarlo,<br />

él era mi prisionero y ahora dependía<br />

de mí. De todas maneras su actitud fue cambiando.<br />

La tercera semana le llevaba comida<br />

con regularidad, le preparé un cobijo para la<br />

lluvia y le aflojaba las ligaduras de los brazos<br />

y las piernas. Pero aún tenía accesos de rabia<br />

y mucha ira. Cuando le daban, me iba y no<br />

volvía en dos o tres días. Así aprendió a controlarse,<br />

y por medio de sus padecimientos<br />

comprendió lo que era sufrir y depender de la<br />

voluntad de los demás. Por primera vez en su<br />

vida supo lo que es ser vulnerable.<br />

»Pasó el tiempo y su salud empeoró, estaba<br />

extremadamente flaco y débil, las heridas no<br />

curaban bien, así que le pedí permiso a Saicho<br />

para trasladarlo a una de las estancias<br />

del templo que se utilizaba para guardar las<br />

herramientas de labor y los útiles de restauración.<br />

Era un pequeño cobertizo independiente<br />

hecho totalmente de piedra, aireado<br />

por un estrecho ventanuco, y con un enorme<br />

cerrojo por fuera de la puerta. En la pared<br />

había argollas incrustadas y cadenas para<br />

colgar las herramientas. En un pequeño banco<br />

de madera se apilaban los sacos vacios y<br />

las esteras para el huerto.<br />

En ese momento Saburo interrumpió la narración.<br />

– Mira Atsuo–san, está llegando un palanquín<br />

con escolta.<br />

Ambos miraron hacía el portón intentando<br />

identificar al visitante del palacio por sus<br />

estandartes. El pasajero descendió del palanquín<br />

y fue recibido por la guardia con honores.<br />

Luego caminó despacio disfrutando del<br />

RAMÓN PLANA<br />

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jardín, acompañado por su guardia personal,<br />

mientras el jefe de protocolo bajaba corriendo<br />

desde el palacio a recibirle.<br />

El visitante se volvió para hablar con uno<br />

de los samuráis de su escolta y, en ese momento,<br />

Atsuo lo reconoció.<br />

Este es un listado de los personajes, lugares<br />

y términos que aparecen a lo largo de la<br />

historia de El pergamino de Isamu.<br />

Aiko (13 años): Hija de Katsuro, jefe del<br />

clan Hirotoshi.<br />

Akashi Jambei: Clan amigo y colaborador<br />

de los Hirotoshi.<br />

Akita Inu: Raza de perro originaria de Japón.<br />

Familiar y equilibrado, utilizado para la<br />

defensa.<br />

Atemi: Golpe aplicado con el pie o con la<br />

mano.<br />

Bo: Vara de madera para el entrenamiento<br />

y la defensa de unos 180 centímetros.<br />

Bokken: Espada de madera para el entrenamiento<br />

a imitación de una katana.<br />

Chiharu: Mil primaveras. Nombre de la<br />

perra Akita Inu entrenada para defender a<br />

Aiko.<br />

Chinatsu: Mil veranos. Nombre del perro<br />

Akita Inu entrenado para defender a Yoko.<br />

Dojo: Espacio dedicado a la práctica de las<br />

artes marciales y a la meditación.<br />

Doku: Veneno.<br />

Dou: Peto y parte frontal de una armadura<br />

japonesa.<br />

Edo: Ciudad donde reside el shogun, actual<br />

Tokio desde 1868.<br />

Fujio (15 años): Discípulo de Atsuo.<br />

Fukiya: Cerbatana de algo más de un metro<br />

de longitud. Lanza dardos de 20 cm.<br />

Gensai: Familia ninja antagonista del clan<br />

Hirotoshi.<br />

Gensai Arata: Líder de la familia ninja<br />

antagonista del clan Hirotoshi.<br />

Gensai Ebizo: Ninja muy cercano a Arata.<br />

Primo de su madre.


Gonnosuke Atsuo (26 años): Samurái y<br />

preceptor de los hijos de Katsuro.<br />

Hanako: Hija de Okamoto Isamu.<br />

Hirotoshi: Clan.<br />

Hirotoshi Katsuro (42 años): Jefe del<br />

clan, daimio.<br />

Isobe Nobu (22 años): Joven samurái del<br />

clan Hirotoshi. Discípulo de Takeshi y hábil<br />

espadachín.<br />

Kamon: Símbolos heráldicos que representan<br />

a los clanes o familias en sus estandartes.<br />

Katana: Sable japonés curvado de filo único<br />

y un metro de longitud utilizado por los<br />

samuráis.<br />

Mae geri kekomi: Patada frontal penetrante<br />

utilizada en el karate Shotokan.<br />

Matsumura Hiroto: Consejero del shogun,<br />

partidario del clan Takayama y de la<br />

milicia.<br />

Matsushiro: Veterano samurái del clan<br />

Hirotoshi.<br />

Michiko (18 años): Hija de Takeshi. Entrenada<br />

como mujer samurái desde su niñez.<br />

Ninjas: Grupos o clanes de mercenarios<br />

entrenados en espionaje, asesinato y sabotaje.<br />

Ninjato: Sable corto utilizado por los ninjas,<br />

también llamado ninjaken o shinobi.<br />

Naginata: Arma compuesta por una hoja<br />

curva al final de un asta de madera.<br />

Obi: Faja ancha de tela utilizada para sujetar<br />

el kimono.<br />

Okamoto Isamu (63 años): Armero de<br />

Edo.<br />

Ronin: Samurái sin un amo o clan a quien<br />

servir. Alquila su espada por dinero.<br />

Saburo (16 años): Hijo de Hirotoshi Katsuro<br />

y Yoko.<br />

Saito Takeshi (47 años): Instructor de<br />

esgrima del clan Hirotoshi.<br />

Satori: Término japonés para designar la<br />

iluminación en el budismo zen.<br />

Shakken: Estrellas de metal de cuatro<br />

puntas afiladas utilizadas como arma arrojadiza.<br />

Shima Benkei (45 años): Médico del clan<br />

EL PERGAMINO DE ISAMU V<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Hirotoshi con profundos conocimientos de alquimia.<br />

Shinzo Kaito: Líder de una familia ninja<br />

al servicio de Hirotoshi Katsuro.<br />

Shiotani Ichiro: Maestro de Atsuo.<br />

Sinzaemon Simada: Consejero del shogun,<br />

amigo del maestro de Atsuo (Shiotani<br />

Ichiro).<br />

Tabi: Calcetines tradicionales de color<br />

blanco. Los hombres los usan de color negro<br />

o azul.<br />

Takayama: Ambiciosa familia que pretende<br />

arrebatar su feudo al clan Hirotoshi.<br />

Takayama Sora: Padre del actual daimio<br />

del clan Takayama.<br />

Takayama Kaoru: Daimio del clan Takayama.<br />

Tokugawa Iemitsu: Tercer shogun Tokugawa.<br />

Gobernó entre 1623 y 1651.<br />

Wakizashi: Sable corto entre 30 y 60 centímetros,<br />

de forma similar a la katana.<br />

Yoko: esposa de Katsuro.<br />

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56<br />

J. R. PLANA<br />

HISTRIÓN<br />

por J. R. Plana<br />

Son tiempos tenebrosos y crueles, donde los que juraron proteger y defender a los demás a costa<br />

de sus vidas han olvidado sus promesas. Con la maldad campando a sus anchas por el mundo,<br />

la necesidad de un paladín que se alce por la humanidad es casi imperiosa.<br />

¿Quién nos asistirá en tal momento de desesperación?<br />

Prólogo<br />

Esta historia tuvo lugar en un mundo imposible durante una época que jamás existió.<br />

Eran tiempos oscuros, tiempos de sufrimiento, maldad y perversión. El mundo ha sido<br />

abandonado a su suerte y se halla sumido en el caos y la locura.<br />

No fue la guerra la que trajo los males. No hubo batallas, ni guerreros, ni espadas. Fue algo<br />

más terrible y más sutil, contra lo que no puedes luchar tan fácilmente.<br />

Séptico, profundo conocedor de todas las debilidades del alma humana, no llegó a Seisnaciones<br />

a lomos de caballos ni al mando de un poderoso ejército, no asedió fortalezas ni ensartó cabezas<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine


en picas. Séptico fue sutil y diestro, dio un<br />

golpe de poder tan sigiloso que la población<br />

nunca se percató de lo que ocurría y siempre<br />

fue demasiado tarde para hacer algo. La bilis<br />

de Séptico resbaló impregnando el orden<br />

de las cosas, las formas de vida, el funcionamiento<br />

del mundo.<br />

Los líderes de Seisnaciones, tres hombres<br />

y tres mujeres conocidos como los Custodios,<br />

fueron los primeros en caer. Siempre se creyeron<br />

a salvo en el interior del Octanón, la<br />

fortaleza piramidal que flota sobre las aguas<br />

del Mar Soberano y desde la que dirigen Seisnaciones.<br />

Qué equivocados estaban.<br />

Séptico susurró a sus ancianos oídos, deleitándoles<br />

con promesas de grandes poderes<br />

ignotos, y ellos se doblegaron ante las sublimes<br />

tentaciones. Llegó sin que nadie se diera<br />

cuenta y los hizo arrodillarse sin que fueran<br />

conscientes. Se convirtieron en marionetas,<br />

juguetes en sus manos, y él manejaba en silencio<br />

y entre sombras el destino de Seisnaciones<br />

ante la indolencia de su población. Es<br />

entonces cuando cobraron especial sentido<br />

las palabras del sabio poeta del Imperio Remulano:<br />

“Quis custodiet ipsos custodes?”.<br />

Con los Custodios dominados, la podredumbre<br />

de Séptico se extendió por doquier. Antiguos<br />

y olvidados dioses prohibidos se alzaron<br />

de nuevo, dispuestos a recuperar lo que siempre<br />

les había pertenecido, deseosos de subyugar<br />

y esclavizar. Séptico los invocó y ellos<br />

acudieron, impacientes por pactar con él. Así<br />

volvieron al mundo los Mil Demonios de la<br />

Sierra de Nácar o los íncubos de Al´Kahab;<br />

llegaron reptando al amparo de la noche, con<br />

el mundo dormido, y se introdujeron en cada<br />

rincón, cada casa, cada palacio, cada mente,<br />

viciando y alterando la realidad a su antojo.<br />

Y, en medio de esta edad sombría, Histrión<br />

apareció. No hablaremos ahora de lo poco que<br />

se sabe de él ni de lo mucho que se rumorea,<br />

no adelantaremos acontecimientos ni describiremos<br />

las consecuencias de sus actos; dejaremos,<br />

simplemente, que la historia transcurra<br />

y nos desvele los misterios de este extraño<br />

héroe, si es que se puede conocer alguno.<br />

HISTRIÓN<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

I<br />

Al final del Laberinto de los Infinitos Caminos,<br />

esos que recorren las llanuras de arena,<br />

y junto al comienzo del Desierto Eterno,<br />

que es donde acaba el mundo, está Gul´sige.<br />

Erigida entre cambiantes dunas y los deslucidos<br />

huesos rotos de gigantescos cadáveres,<br />

Gul´sige, la ciudad mercado gobernada por<br />

Moordenaar el ogro, lanza la oscura luz de su<br />

faro negro sobre la sofocante arena.<br />

Aquí empieza nuestra historia. Una caravana<br />

formada por tres carretas y una veintena<br />

de personas avanza penosamente por un<br />

camino empedrado del Laberinto. Al fondo,<br />

recortándose contra el horizonte, se vislumbra<br />

Gul´sige, de murallas gruesas y planas y<br />

un altísimo torreón. Y sobre ella, nubes púrpuras<br />

se arremolinan en el cielo, rugiendo y<br />

lanzándose rayos las unas a las otras.<br />

Los viajeros caminan despacio, arrastrando<br />

los pies, como cuerpos sin vida animados<br />

por magia. Solo uno de entre ellos, una joven<br />

chica llamada Nashama, parece albergar<br />

algo de vida en sus ojos. Contempla la ciudad<br />

fijamente y el miedo tiene paralizado su<br />

rostro en una expresión de horror. Sus dedos<br />

agarran con fuerza la brida de su camello y<br />

sus pies apenas avanzan. Nadie parece darse<br />

cuenta cuando se para en seco, incapaz de<br />

dar un paso más.<br />

Es una voz a su espalda la que la saca de<br />

la parálisis.<br />

– ¿Tienes miedo?<br />

Nashama se gira bruscamente, sobresaltada<br />

por la cercanía de la persona que habla.<br />

Resulta ser una mujer de rostro cuadrado,<br />

aunque bello y proporcionado, de ojos grises<br />

y mirada intensa. Nashama asiente en silencio,<br />

impresionada por los raros ropajes de la<br />

desconocida. Ésta protege su cabeza con un<br />

pañuelo de tal manera que sólo deja visible<br />

su rostro, y esto es lo único que oculta por<br />

completo. Tanto el vientre como las piernas<br />

y brazos los lleva destapados. En el pecho<br />

lleva una tela enrollada y en las caderas un<br />

enorme cinturón, muy parecido al de las bai-<br />

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58<br />

larinas del viento, del que cuelgan tres tiras<br />

de seda teñida, dos hacia los lados y una por<br />

delante, que le llegan por las rodillas. Calza<br />

unas sandalias de tiras de cuero, y todo está<br />

teñido en el tono de la arena. Es raro ver a<br />

alguien tan ligero de ropa en el desierto.<br />

– ¿Qué es lo que te asusta? –pregunta la<br />

mujer. Su voz es suave, casi un susurro, pero<br />

Nashama la oye perfectamente, como si estuviera<br />

en su cabeza.<br />

– Los ogros –responde la chica.<br />

La mujer asiente y hace un gesto con la<br />

mano, para que camine con ella. Nashama<br />

comienza a andar casi sin querer, arrastrando<br />

a su camello con ella. Se fija entonces en<br />

que la extraña lleva brazaletes de cuero con<br />

extrañas inscripciones en las muñecas, y que<br />

se apoya en una especie de vara de madera<br />

casi tan alta como su portadora.<br />

– Cuéntame, ¿por qué les temes? ¿Qué sabes<br />

de ellos?<br />

– He oído algunas historias –responde Nashama,<br />

dedicando unos segundos a rebuscar<br />

en su cabeza–. Dicen que son voraces, violentos,<br />

mucho más fuertes que los uglos que tiran<br />

de estos carros, y que capturan gigantes.<br />

Les gusta mucho el oro y están siempre de<br />

mal humor. Tienen a su servicio a montones<br />

de cin de arena, esos asquerosos y chillones<br />

trasgos enanos. –Levanta la vista para mirar<br />

a la mujer a los ojos–. Les temo porque esclavizan<br />

a la gente, los obligan a trabajar para<br />

ellos en sus horribles ciudades y jamás les<br />

dejan salir. A veces se los comen porque sí.<br />

Esto último lo dice Nashama muy por lo<br />

bajo, como si temiera que solo por mencionarlo<br />

le fuera a ocurrir a ella. La mujer no<br />

aparta la mirada de ella.<br />

– Si tan peligrosos son, ¿por qué viajas entonces<br />

a Gul´sige?<br />

– No lo sé –contesta Nashama visiblemente<br />

molesta. Señala con la cabeza a la carreta<br />

que va por delante–. Es cosa de mis padres.<br />

Hace tres noches decidieron que no podíamos<br />

seguir comerciando en el Laberinto y que lo<br />

único que podíamos hacer era ir a una ciudad<br />

de ogros. He intentado convencerles de<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

que no es buena idea, pero no me escuchan.<br />

Ellos –añade haciendo un ademán a toda la<br />

caravana– conocen igual que yo las historias<br />

sobre ogros, pero parece que les da igual. No<br />

sé porque no lo ven.<br />

Las dos alzan la vista de nuevo hacia<br />

Gul´sige. Cada vez están más cerca y la ciudad<br />

resulta más y más imponente.<br />

– ¿Y tú sí lo ves? –pregunta la mujer.<br />

– Claro.<br />

– ¿Y por qué crees que es?<br />

Nashama se encoge de hombros. La mujer<br />

sonríe y su dentadura blanca contrasta con<br />

las caras tristes y resignadas del resto de la<br />

caravana. Entonces vuelve a hablar.<br />

– Los ogros son ciertamente todo eso que<br />

dices. Pero tienen sus puntos débiles. Son vagos,<br />

su número es escaso y su inteligencia es<br />

aún menor. –Le guiña un ojo a Nashama–.<br />

Yo te cuidaré ahí dentro, no tienes nada que<br />

temer.<br />

La joven, aunque frunce el ceño con preocupación,<br />

se siente más relajada. No se para<br />

a pensar de qué la protegerá ni por qué lo<br />

hace, ni siquiera pregunta su nombre, simplemente<br />

disfruta de la temporal sensación<br />

de seguridad que sus padres son incapaces de<br />

proporcionar.<br />

Vuelve a dirigir su mirada hacia Gul´sige,<br />

en concreto hacia el faro de luz negra. El aire<br />

parece crepitar a su alrededor y una oleada<br />

de náuseas invade a Nashama. No le gusta<br />

el faro de Gul´sige, no presagia nada bueno,<br />

y parece que las nubes forman un torbellino<br />

a su alrededor.<br />

Aparta los ojos de la ciudad con desagrado<br />

y mira entonces al Desierto Eterno. Duna<br />

tras duna, el Desierto se extiende hacia el horizonte,<br />

un mar de arena interminable. Aquí<br />

y allá se ven manchas blanquecinas, probablemente<br />

los huesos deslucidos de alguna<br />

criatura milenaria. A quién o qué pertenecen<br />

los esqueletos que salpican el paisaje es un<br />

misterio. Nadie se interna en el Desierto porque<br />

nadie vuelve para contarlo. Ni siquiera lo<br />

hacen las aves.<br />

– Dicen que aquí acaba el mundo –comen


ta Nashama con la vista perdida en los ondulantes<br />

vapores de la arena–. Dicen que si<br />

llegas al otro lado, si sobrevives al calor, a los<br />

gusanos tragahombres y a los titanes escorpiones,<br />

te encuentras un gran cortado donde<br />

la arena se precipita al vacío. El cielo se vuelve<br />

negro como la noche, pero sin estrellas ni<br />

lunas, y un viento de mil colores te empuja a<br />

la oscuridad. –Nashama gira la cabeza para<br />

mirar a su compañera–. O al menos eso me…<br />

A su lado no hay nadie más que su camello,<br />

que la observa indiferente mientras mueve<br />

la boca rítmicamente. Se detiene y mira alrededor,<br />

alarmada, buscando entre los viajeros<br />

a su nueva amiga, pero no la encuentra.<br />

Sólo ve a hombres y mujeres vestidos como<br />

ella misma, arrastrando a sus camellos o dirigiendo<br />

a los pellejudos y pesados uglos que<br />

tiran de los carromatos. La llamaría a voces,<br />

pero se da cuenta de que no sabe su nombre.<br />

II<br />

Las altas murallas de Gul´sige se alzaban<br />

frente a la caravana. Sólo hay una forma de<br />

pasar al interior, y es a través de las Fauces,<br />

una enorme puerta de doble hoja con cientos<br />

de remaches de acero en punta. A los lados,<br />

rodeando la madera como se rodea a una hoguera<br />

con piedras, hay incrustados colmillos<br />

y cuernos afilados tan grandes como el brazo<br />

de un hombre y que dan a la entrada tan merecido<br />

sobrenombre. Custodiándola están dos<br />

terribles ogros.<br />

Es la primera vez que Nashama ve ogros,<br />

así que se acerca instintivamente a los carromatos.<br />

Los ogros tienen forma humanoide,<br />

aunque son el doble de altos, el triple de<br />

anchos y con la piel un grisácea. Salvo unas<br />

piezas de metal unidas por cadenas sobre<br />

la enorme panza, unos pantalones sucios y<br />

unas botas con puntera de hierro, los ogros<br />

van completamente desnudos. Aunque parecen<br />

estar gordos y llenos de grasa se adivinan<br />

grandes masas de músculos fuertes. La<br />

cabeza, unida al tronco casi sin cuello, es lo<br />

más grotesco, pues sus facciones son anchas<br />

y bastas, más parecidas a las de los trolls que<br />

HISTRIÓN<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

a las de los hombres. Blanden enormes clavas<br />

con pinchos, que alzan con soltura para<br />

detener a la caravana.<br />

– ¡Alto! –dice uno de ellos. Su voz es grave<br />

y profunda, y se oye a lo largo de toda la columna–.<br />

Quiénes sois y qué queréis.<br />

Un hombre, que va a la cabeza del convoy,<br />

se adelanta y habla con él. Nashama, que<br />

está detrás de la carreta, no consigue oírlo<br />

bien, pero al poco tiempo las Fauces comienzan<br />

a abrirse con un crujido y los centinelas<br />

se apartan para dejarles entrar. Al pasar junto<br />

a ellos, Nashama ve pintada en sus rostros<br />

una sonrisa que la hace estremecerse.<br />

Si el exterior de Gul´sige resulta amenazador,<br />

el interior es aún más aterrador. Las<br />

calles son oscuras, en pendiente y desiguales,<br />

estrechas a veces y anchas otras, y las casas,<br />

de colores grises y marrones, se apiñan llenas<br />

de suciedad y escombros. La ciudad entera<br />

huele a rancio y en el aire flota un polvillo<br />

parecido a la ceniza. En todo momento, por<br />

encima y recortándose contra el cielo, se ve<br />

el faro de Gul´sige rodeado de su luz negra,<br />

y sobre él las nubes ocultan el sol y el cielo,<br />

haciendo que la urbe resulte aún más claustrofóbica.<br />

La ciudad es un caos, por todas partes pululan<br />

los pequeños cin de arena, de piel aún<br />

más gris que los ogros y las casas. Corretean<br />

a toda prisa lanzando grititos y exclamaciones,<br />

cargando trastos y cosas de un lado para<br />

otro, peleándose cuando se chocan y chillando<br />

y señalando a los viajeros de la caravana<br />

cuando pasan junto a ellos. De vez en cuando<br />

se ve algún humano, normalmente mujeres<br />

ancianas que se asoman brevemente para<br />

observar a los recién llegados. Todas tienen<br />

un aspecto aún más cansado y macilento que<br />

ellos. ¿Quién querría comerciar allí?<br />

Al doblar en una esquina, la caravana entra<br />

en una calle más ancha y la pregunta obtiene<br />

su respuesta. Aquí no hay cin de arena<br />

ni tampoco personas, son los yehksan los que<br />

habitan en esta parte. Son los vendedores<br />

más evitados y poseen las mercancías más<br />

deseadas. Unos caminan y otros los contem-<br />

59


60<br />

plan sentados en el suelo o a la sombra de sus<br />

tenderetes. Al principio Nashama los confunde<br />

con montones de ropa tirados en el suelo,<br />

hasta que uno se mueve y ella da un bote,<br />

sobresaltada, reconociendo al instante de qué<br />

se tratan. Los yehksan, los más extraños de<br />

todos los habitantes del Laberinto, son criaturas<br />

de forma humana que cubren su cuerpo<br />

con túnicas y trapos ocultando cualquier<br />

resquicio salvo una rendija para sus ojos, que<br />

brillan amarillentos. Nadie sabe que hay detrás<br />

de la tela, pues cuando matas a un yehksan<br />

su cuerpo desaparece. A su alrededor el<br />

aire parece ondular.<br />

Los viajeros caminan en silencio, atemorizados<br />

por la presencia de estos seres, que los<br />

observan sin emitir un solo sonido. Nashama<br />

respira hondo y aliviada cuando por fin dejan<br />

atrás la calle. Al instante le dan arcadas y tos<br />

a causa del polvo en suspensión del ambiente<br />

Tras dar un par de vueltas más, llegan a<br />

una zona donde las calles son más amplias.<br />

Allí empiezan a ver ogros de nuevo. Tal y<br />

como dijo la extraña mujer, son pocos y no<br />

tienen aspecto de ser muy listos. Un guardia<br />

armado con un hacha enorme les detiene y<br />

el hombre de la puerta vuelve a hablar en<br />

nombre de todos. El ogro hace un gesto y les<br />

precede en dirección al centro de la ciudad.<br />

Nashama comprueba con horror que cada vez<br />

están más cerca del horrible faro.<br />

Un rugido ensordecedor se oye por toda<br />

Gul´sige. Toda la caravana mira alrededor y<br />

hacia el cielo, temblando de miedo y buscando<br />

el origen del estruendo. Pronto lo descubren,<br />

tras seguir al guardia hasta una amplia<br />

plaza. Allí, encadenado a un titánico monolito<br />

negro, hay un gigante del desierto vestido<br />

únicamente con un taparrabos. Es dos veces<br />

el ogro más alto, de brazos y piernas largos y<br />

desproporcionados, y de él emana un hedor<br />

casi insoportable. Le tienen rodeado por una<br />

recia cadena de eslabones grandes como sus<br />

puños, con espinas de acero que se clavan en<br />

su piel, hiriéndole en cien sitios a la vez. El<br />

gigante balancea la cabeza agonizante, rugiendo<br />

con fuerza cada vez que un ogro le<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

aguijonea con una lanza en las piernas. Varios<br />

ogros contemplan el espectáculo y alzan<br />

sus puños entre voces cada vez que el de la<br />

pica ataca al gigante.<br />

Los viajeros de la caravana pasan despacio,<br />

contemplando con asombro al gigante. Es<br />

raro ver uno, y aún más raro verlo en cautividad.<br />

Nashama se pregunta cómo lo habrán hecho,<br />

cuán terribles serán los ogros capaces de<br />

doblegar a un gigante. Pronto deja de pensar<br />

en ello, pues entran en una pequeña plaza<br />

con columnas donde les espera, para su sorpresa,<br />

una mujer. Va vestida con una túnica<br />

blanca que le cae desde un hombro, dejando<br />

el otro al descubierto. Es una mujer joven y<br />

bella, con el pelo oscuro y largo, y de curvas<br />

marcadas y sensuales.<br />

– Bienvenidos a Gul´sige –dice, haciéndose<br />

oír por encima del murmullo de la caravana–.<br />

Mi nombre es Cornelia y mi función es<br />

supervisar la llegada a la ciudad en nombre<br />

de Moordenaar, que os recibirá más adelante.<br />

–Se toma un instante para observarnos<br />

a todos y sigue hablando–. Por cortesía del<br />

señor de Gul´sige, se os proporcionará comida<br />

y cobijo hasta que ya no sea necesario. A<br />

cambio se os pide que colaboréis con vuestro<br />

trabajo al mantenimiento y crecimiento de la<br />

ciudad. Ahora os distribuiremos las tareas<br />

según vuestras capacidades. –Levanta el<br />

brazo derecho y cuatro ogros salen de entre<br />

las columnas–. Que me acompañen primero<br />

las mujeres.<br />

Y diciendo esto, se da la vuelta y se marcha.<br />

Las personas de la caravana se miran<br />

los unos a los otros, nerviosos. Entonces los<br />

ogros empiezan a acercarse y a separar a empujones<br />

a las mujeres de los hombres. Una<br />

de ellas es empujada con tanta fuerza que<br />

se rompe la cabeza contra una columna. Los<br />

ogros estallan en risas y las demás, para evitar<br />

un destino similar, comienzan a separarse<br />

del grupo y a ir en la misma dirección que<br />

Cornelia.<br />

Después de recorrer un pasillo, llegan a<br />

una pequeña sala oscura con una cortina al


final. Frente a ella está Cornelia junto a otra<br />

mujer que viste de la misma manera. Ésta,<br />

sin embargo, no observa a los recién llegados<br />

con altivez, sino que mira al suelo con la cabeza<br />

agachada.<br />

– Iréis entrando de una en una –dice Cornelia,<br />

señalando a la cortina–. Vais pasando<br />

cuando yo lo diga.<br />

Cornelia y la otra mujer desaparecen detrás<br />

de la cortina, dejando a todas sumidas<br />

en un estado de nerviosismo e inquietud.<br />

– ¡Que pase la primera! –grita Cornelia.<br />

El chillido surte efecto, pues una de las mujeres<br />

sale a toda prisa y sin pensárselo más<br />

en dirección a la cortina. Nashama se percata<br />

tarde de que se trataba de su madre. La sorprende<br />

descubrir el desapego que siente por<br />

sus progenitores, que parece que hayan perdido<br />

las ganas de vivir. Tras un corto rato de<br />

silencio absoluto, Cornelia vuelve a hablar.<br />

– ¡La siguiente!<br />

Otra mujer se separa de las demás y va con<br />

Cornelia. Cuando el resto comprueba que no<br />

se oyen gritos ni nada sospechoso, comienzan<br />

a relajarse un poco y a hablar con susurros<br />

entre ellas. Nashama, que hasta ahora se<br />

había preguntado qué sería de su madre por<br />

simple curiosidad, aprovecha para buscar en<br />

el grupo a la extraña mujer que le habló antes<br />

de llegar a Gul´sige. Primero trata de encontrarla<br />

por su vestimenta, pero cuando ya<br />

ha revisado tres veces sin éxito decide fijarse<br />

en las caras. Siete mujeres han pasado ya<br />

cuando Nashama desiste: no hay rastro de la<br />

mujer desconocida. Nashama se deja caer en<br />

el suelo sumida en sus pensamientos. ¿Quién<br />

sería la mujer? ¿Por qué no ha preguntado su<br />

nombre?<br />

– ¿Es que no me oyes? –grita Cornelia haciendo<br />

gestos desde la cortina–. ¡Pasa, vamos!<br />

Nashama levanta la cabeza, asustada, y se<br />

da cuenta de que está sola en la sala, el resto<br />

de mujeres deben de haber terminado ya.<br />

Se levanta de un salto y va corriendo junto a<br />

Cornelia.<br />

– Ponte ahí y túmbate –dice señalando una<br />

mesa.<br />

HISTRIÓN<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Nashama obedece. El interior es una pequeña<br />

habitación con una lámpara de aceite<br />

colgando del techo. Al otro lado hay otra cortina.<br />

La joven se dirige hacia donde le ha indicado<br />

Cornelia. Es una mesa alta, larga y estrecha<br />

con una sábana encima, y tiene que<br />

empujarse con los brazos para poder subir.<br />

Se tumba y se estremece al comprobar que<br />

la mesa está muy fría a pesar de la sábana.<br />

Gira la cabeza y ve en un rincón a la otra mujer<br />

que viste como Cornelia. Está ante una<br />

jofaina llena de agua, donde mete las manos<br />

una y otra vez. Cornelia se acerca a ella.<br />

– Apoya los pies, dobla las rodillas y abre<br />

las piernas.<br />

Nashama empieza a hacer lo que la ordena<br />

con cierta reticencia, sabe que esa postura no<br />

puede llevar a nada bueno. Se oye entonces<br />

un forcejeo seguido de un crujido y un golpe<br />

sordo. Nashama levanta la cabeza alarmada<br />

y se encuentra con Cornelia tirada en el suelo,<br />

boca abajo, pero con la cabeza del revés. A<br />

todas luces, Cornelia está muerta.<br />

Junto a ella, agazapada, está la otra mujer<br />

de blanco, que rápidamente se lleva el dedo a<br />

los labios para indicar silencio. Nashama reconoce<br />

al instante los ojos grises que la miran<br />

con complicidad: es la desconocida con la que<br />

habló en la caravana.<br />

La mujer se mueve con ligereza y en un<br />

abrir y cerrar de ojos lleva el cadáver de Cornelia<br />

sobre el hombro, como si fuera un saco<br />

de dátiles medio vacío.<br />

– Ven conmigo, vámonos –dice en un susurro–.<br />

No hagas ruido.<br />

Nashama está asustada, pero se deja guiar<br />

por la confianza que le inspira la mujer. Salen<br />

por la cortina de detrás, que lleva a una<br />

nueva habitación alargada hacia los lados.<br />

En la pared del fondo se abren varios huecos<br />

con escaleras que descienden. Las dos se dirigen<br />

hacia el que está más a la derecha. La<br />

mujer asoma la cabeza al interior con cuidado<br />

y luego se vuelve hacia la joven.<br />

– Baja por aquí –dice–. No hace falta que<br />

corras, pero no te detengas. Abajo encontra-<br />

61


62<br />

rás algunas mujeres. No digas nada, únicamente<br />

quédate con ellas. Por supuesto no le<br />

cuentes a nadie nada de esto, ¿de acuerdo?<br />

–Nashama asiente en completo silencio. La<br />

mujer sonríe tranquilizadoramente–. No te<br />

preocupes, dije que te cuidaría, ¿no?<br />

Sin dar tiempo a Nashama para contestar,<br />

la empuja al interior de las escaleras, que son<br />

de caracol. La chica pierde el equilibrio y se<br />

ve obligada a bajar a trompicones, despellejándose<br />

las manos al frenar contra las paredes.<br />

Después de un descenso atropellado,<br />

Nashama llega a una habitación estrecha,<br />

oscura y que huele a humedad. Un grupo de<br />

cuatro mujeres, todas bastante mayores que<br />

ella, la observan con curiosidad pero sin decir<br />

nada. Nashama apenas distingue sus rostros,<br />

pues la sala está iluminada únicamente<br />

por dos teas sujetas por hierros burdos a las<br />

gruesas piedras de las paredes. Acordándose<br />

de las instrucciones de la mujer, se sienta en<br />

el suelo sin hablar con nadie, frotándose las<br />

manos heridas.<br />

Un golpe seco rompe el silencio. Una alta<br />

puerta de madera, que Nashama ni siquiera<br />

había visto, se abre al fondo de la habitación<br />

con un chirrido. Por ella entra una mujer que<br />

hace que la joven pegue un brinco. ¡Se trata<br />

de Cornelia! Se mueve y respira, y tiene la cabeza<br />

bien puesta. Nashama siente la sangre<br />

congelada en las venas y la cabeza le da vueltas<br />

por la impresión. Unos pesados pasos al<br />

otro lado la sacan de su conmoción. Una enorme<br />

figura pasa junto a Cornelia. Es un ogro.<br />

En la mano izquierda lleva un guantelete de<br />

hierro plagado de pinchos y en el cinturón<br />

una desproporcionada y oxidada cimitarra.<br />

Se detiene un paso por delante de la mujer y<br />

observa a todas las de la habitación.<br />

– ¿Cuál? –gruñe.<br />

Cornelia repasa la estancia con la mirada y<br />

levanta un dedo.<br />

– Esa –contesta ella.<br />

Nashama vuelve a sentir el helor en el<br />

cuerpo, pues el dedo la señala a ella. El ogro<br />

la mira frunciendo el entrecejo. Tiene la boca<br />

desproporcionadamente grande y de la man-<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

díbula inferior le salen un par de pequeños<br />

colmillos. Los ojos apenas se ven, de diminutos<br />

que son.<br />

– Sígueme –vuelve a gruñir el ogro, haciendo<br />

un gesto con la mano a Nashama y saliendo<br />

por la puerta.<br />

La joven se queda paralizada, temblando<br />

de miedo. Cornelia la mira fijamente y abre<br />

velozmente los ojos, únicamente durante un<br />

instante, tratando de atraer la atención de la<br />

chica. Después hace un gesto con la cabeza<br />

en dirección a la puerta, apremiándola a ir.<br />

Nashama duda, pero un extraño destello en<br />

la mirada de Cornelia hace que se le pase el<br />

pánico y sus piernas reaccionen.<br />

El ogro camina lenta y pesadamente, resonando<br />

a cada paso el metal de su armadura<br />

improvisada. Nashama le alcanza rápidamente<br />

y se ajusta a su paso. La guía por varios<br />

pasillos de piedra hasta llegar a un salón<br />

circular. En el suelo hay una reja de hierro y<br />

a través de ella se ven cientos de hombres famélicos<br />

y encadenados trabajando en la piedra.<br />

Unos pican, otros cargan carretas y los<br />

últimos echan paladas de roca negra a una<br />

caldera que ocupa todo el centro, elevándose<br />

a través de la reja hasta el techo. Cin de arena<br />

corretean entre sus piernas, pinchando a algunos<br />

con pequeños palos y dirigiendo el trabajo.<br />

Dos pares de ogros vigilan, sacudiendo<br />

sus látigos a la menor oportunidad. Algunos<br />

hombres tienen las espaldas en carne viva, y<br />

uno está tirado en el suelo, inmóvil, con los<br />

ojos abiertos y los huesos al aire.<br />

– Considérate afortunada –dice el ogro, dirigiéndose<br />

a Nashama por encima del hombro–.<br />

Tú no tendrás que trabajar como ellos.<br />

Abandonan la sala y continúan por otro<br />

largo pasillo mal iluminado. No hay ventanas<br />

ni luz natural, y, aunque no hay polvo en<br />

el aire como en la superficie, está muy viciado<br />

y cuesta respirar. El ogro se para a mitad<br />

de camino y empuja una puerta tan grande<br />

como él. Nashama le sigue y entra en un sitio<br />

que tiene el olor y el aspecto de una cocina.<br />

– Espera –le ordena el ogro, señalando una<br />

silla de madera desvencijada.


La bestia sale y cierra la puerta con llave.<br />

Nashama se sienta e inspecciona lo que hay<br />

alrededor. Una olla enorme esta puesta sobre<br />

el fuego, dentro de una tosca chimenea. Sale<br />

humo y se oye agua hirviendo. En el centro<br />

hay una larga y sucia mesa llena de cuchillos,<br />

sartenes, platos, cacerolas y todo tipo de<br />

utensilios de cocina. Las paredes están cubiertas<br />

de estanterías con botes de cristal y<br />

extrañas sustancias en su interior. Del techo<br />

cuelgan más cuchillos y sartenes.<br />

Se oye entonces descorrerse el cerrojo y entra<br />

otro ogro distinto. Éste es más gordo que<br />

los otros, una mole de grasa casi amorfa. Lleva<br />

un delantal lleno de manchas secas que<br />

recuerdan a sangre.<br />

– Así que ere´ tú –dice, rascándose el trasero<br />

y cerrando la puerta–. Mú bien, tiene´<br />

güen a´pecto.<br />

Empieza a trastear con los cacharros que<br />

hay por la cocina. Al darse la vuelta, Nashama<br />

observa con horror que tiene la espalda<br />

atravesada por varios ganchos de los que<br />

cuelgan cuchillos y objetos afilados. Si aquello<br />

le duele, el ogro no da muestras de que así<br />

sea. Remueve el líquido de la olla y, cogiendo<br />

un bote de una estantería, empieza a echar<br />

polvos en su interior mientras farfulla algo<br />

que parece una oración. El líquido burbujea<br />

aún más y desprende humo de colores. El<br />

ogro asiente satisfecho, se sacude las manos<br />

y se gira hacia la chica.<br />

– ¿Cuánto´ año´ tiene´? –pregunta, sonriendo.<br />

– Dieciséis –responde Nashama casi automáticamente.<br />

El ogro abre los ojos todo lo que puede y se<br />

echa a reír, aporreándose la tripa. Sus risotadas<br />

llenan la cocina y se imponen por encima<br />

del borboteo de la olla. Cuando se calma un<br />

poco, se pasa una mano por la cara y se acerca<br />

a Nashama.<br />

– Qué presumida´ soi´ la´ mujere´. –Agarra<br />

el brazo de la joven y la alza en vilo–. Casi<br />

tiene´ edad de ser abuela y quiere´ hacemme<br />

creer que es una chiquilla. –Con una sacudida,<br />

se pone a la chica al hombro–. Al señó<br />

HISTRIÓN<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Moordenaar le gustan mujere´ mayore´. Carne<br />

ma´ güena.<br />

A pesar de que no entiende qué quiere decir<br />

el cocinero con lo de la abuela, el horror<br />

invade a Nashama al oír las últimas palabras,<br />

pues al instante comprende lo que se<br />

propone hacer con ella. Se revuelve y patalea,<br />

lanzando gritos y golpeando al ogro con todas<br />

sus fuerzas. Esto sólo sirve para hacerle<br />

reír aún más fuerte mientras la acerca más<br />

a la imponente olla. Aterrada por la idea de<br />

hervir, Nashama coordina sus movimientos<br />

y dirige un fuerte rodillazo contra la nariz<br />

de cerdo del ogro. Se oye un crujido y el ogro<br />

gime de dolor, soltando a Nashama, que cae<br />

contra el suelo golpeándose en la cabeza. El<br />

ogro se sujeta la cara con la mano, por la que<br />

resbala entre los dedos sangre negra.<br />

– ¡Te voy a decuatizá, puta! –brama llevándose<br />

la mano a la espalda y sacando un cuchillo<br />

de uno de los ganchos.<br />

Nashama se retuerce en el suelo, con la<br />

cocina desdibujándose y dando vueltas a su<br />

alrededor. Se oye un chasquido y la puerta<br />

sale disparada con violencia. Una figura, que<br />

Nashama ve borrosa y no es capaz de distinguir,<br />

se yergue bajo el marco. Parece un humano,<br />

pues es más pequeña que un ogro.<br />

El cocinero ruge algo y desengancha otro<br />

instrumento de su espalda, que lanza contra<br />

el recién llegado. Este parece esquivarlo con<br />

agilidad para después agitar en dirección al<br />

ogro algo que parece una lanza o un palo. Se<br />

oyen otros dos chasquidos y el aire se llena de<br />

olor a ozono. El cocinero se encorva primero y<br />

sale propulsado hacia atrás después, estampándose<br />

contra la pared con un crujido sordo.<br />

Cacerolas y estantes se derrumban con<br />

el impacto, lanzando una lluvia de frascos de<br />

cristal que estallan al llegar al suelo. Uno de<br />

ellos se estrella contra la cabeza de Nashama,<br />

sumiéndola en una repentina oscuridad.<br />

III<br />

Un frío intenso seguido de un calor reconfortante<br />

la trae de vuelta a la realidad. Abre<br />

los ojos, cuyos párpados nota especialmente<br />

63


64<br />

pesados, y se remueve en el suelo. Una fuerte<br />

punzada en la cabeza le señala el punto<br />

donde el frasco chocó contra ella. Alguien la<br />

obliga a quedarse tumbada chistándola suavemente.<br />

– Quieta, aún no te muevas. –Pone su<br />

mano sobre la cabeza de la joven–. Dame un<br />

segundo.<br />

De nuevo Nashama vuelve a sentir frío y<br />

después un ligero calor, y el dolor empieza a<br />

disolverse lentamente. Consigue fijar la vista<br />

y levanta los ojos al techo. Sobre ella descubre<br />

el rostro de Cornelia, y lo primero que recuerda<br />

es que estaba muerta.<br />

– ¿Estás bien? –pregunta la mujer–. ¿Puedes<br />

oírme?<br />

Nashama asiente sin decir nada más, paralizada<br />

por el dolor, el mareo y el miedo de<br />

tener a un cadáver animado que, con total seguridad,<br />

es obra de un demonio.<br />

– Intenta levantarte poco a poco. –La ayuda<br />

agarrándola de la mano.<br />

La chica consigue enderezarse y quedarse<br />

sentada. Ahora la sorprende comprobar que<br />

la cocina está en perfecto orden y el cocinero<br />

ha desaparecido. Mira a Cornelia con los ojos<br />

muy abiertos.<br />

– ¿Lo has hecho tú? –pregunta. Se calla y<br />

vuelve a hablar, esta vez más rápido–: ¿Por<br />

qué estás viva?<br />

– Ahora no te lo puedo explicar, lo entenderás<br />

en su debido momento. –Cornelia ofrece<br />

apoyo para que Nashama se ponga en pie–.<br />

Ahora necesito que hagas un último esfuerzo<br />

para que todo esto pueda acabar.<br />

La chica la observa, más desconcertada<br />

que desconfiada.<br />

– ¿Para qué? ¿Qué quieres hacer?<br />

– Vamos a acabar con Gul´sige y Moordenaar.<br />

–Cornelia sonríe ampliamente, casi de<br />

forma infantil, mostrando unos dientes blancos<br />

y en buen estado.<br />

– ¿Cómo? –pregunta Nashama incapaz de<br />

encajar lo que está ocurriendo–. ¿Y por qué?<br />

– No te preocupes más –la regaña Cornelia,<br />

quitándole importancia con un ademán–. Lo<br />

que tienes que hacer es muy fácil, en seguida<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

habremos acabado.<br />

– ¿Qué quieres que haga? –Nashama, aunque<br />

reticente y confusa, empieza a sentir el<br />

gusanillo de la curiosidad.<br />

– Tienes que tumbarte ahí –contesta, señalando<br />

una gran bandeja sobre un carrito–.<br />

Quédate sin ropa y muy quieta.<br />

Nashama contempla la bandeja llena de<br />

frutas y verduras, en cuyo centro había un<br />

gran hueco que casaba perfectamente con su<br />

tamaño.<br />

– ¿Quieres que me coman? –pregunta con<br />

un hilillo de voz.<br />

– No, qué cosas dices –contesta sonriendo–.<br />

Pero de momento vamos a fingir que sí.<br />

Nashama contempla la bandeja sin estar<br />

muy segura de que sea buena idea. Entonces<br />

se gira hacia Cornelia y hace una nueva pregunta:<br />

– ¿Por qué debo hacerte caso? ¿Por qué<br />

debo confiar en ti?<br />

La mujer no responde, sino que se queda<br />

mirándola fijamente con la sonrisa permanente<br />

en sus labios. La joven percibe un<br />

destello en los ojos de Cornelia, que cambian<br />

durante un instante de color, volviéndose grises.<br />

Nashama se sobresalta, impresionada<br />

por semejante prodigio.<br />

– Eres tú –dice en un susurro.<br />

Cornelia asiente y, tirando suavemente de<br />

su brazo, la anima a subir a la bandeja. La<br />

joven se deja llevar, sintiendo una peculiar<br />

confianza a pesar de lo raro de la situación.<br />

Cornelia la ayuda a desnudarse y la sube a la<br />

bandeja con cuidado de no estropear ni tirar<br />

nada.<br />

– Muy bien –dice–. Ahora cierra los ojos y<br />

quédate quieta. No respires muy fuerte.<br />

Cornelia empuja el carrito y juntas salen<br />

de la cocina, que vuelve a tener la puerta en<br />

su sitio. Como Nashama lleva los ojos cerrados,<br />

pierde el sentido de la orientación al tercer<br />

giro en una esquina. Recorren más y más<br />

pasadizos, cambiando el ambiente y los olores<br />

de unos a otros. La travesía se le antoja<br />

eterna.<br />

El carrito se detiene y Nashama oye a Cor-


nelia manipular algo cerca de ella. Se oyen<br />

crujidos y el rozar de cuerdas y cadenas, y entonces,<br />

con una sacudida, Nashama se siente<br />

izar por encima del suelo.<br />

– Estamos en un elevador al pie del faro<br />

–dice Cornelia por lo bajo–. Esto nos llevará<br />

ante Moordenaar. Estate tranquila, ya queda<br />

menos.<br />

Empiezan a ascender y la chica nota que<br />

dejan atrás el aire sofocante de los sótanos.<br />

Una nueva y peculiar sensación invade a<br />

Nashama, como si todo a su alrededor palpitara<br />

y tuviera vida. Siente que se erizan levemente<br />

los pelos de sus brazos y un cosquilleo<br />

por todo su cuerpo. Al otro lado de las paredes<br />

se oye un bullicio constante que Nashama<br />

supone será el ruido de Gul´sige.<br />

Con otra sacudida, el elevador se detiene<br />

de golpe. Inmediatamente, resuena la voz de<br />

un ogro.<br />

– ¡Detente! –ruge. Nashama reprime la necesidad<br />

de echarse a temblar–. No poder entrar,<br />

Cornelia. Sólo ogros.<br />

– Lo sé, Golk –responde la mujer–, pero<br />

Murdu el marmitón me ha encargado traer<br />

esto ante Moordenaar. Lo hubiera traído él<br />

mismo, pero está terriblemente ocupado.<br />

– ¡No creer! ¡Eso no ser posible!<br />

– ¡Calla y mira, bruto! –grita Cornelia con<br />

potencia. Se oye el roce de un papel al desdoblarse–.<br />

Murdu, sabiendo que no le creeríais,<br />

ha escrito la orden en una nota. No se fía de<br />

vosotros porque sabe que le arrancaréis un<br />

brazo para probar, y eso hará enfadar a Moordenaar.<br />

¡Lee y verás!<br />

Se oye un tintineo de metales y el sonido<br />

del papel al cambiar de manos. Durante unos<br />

segundos el silencio reina en el lugar, interrumpido<br />

únicamente por la fuerte respiración<br />

de los ogros.<br />

– Yo no entender letra de Murdu –dice el<br />

ogro en un tono mucho más calmado que antes–.<br />

Marmitón escribir muy mal. –Hace una<br />

pausa–. Tú venir conmigo, yo acompañar<br />

ante Gran Señor Moordenaar.<br />

Nashama siente de nuevo la presencia de<br />

Cornelia, que empuja el carro sacándolo del<br />

HISTRIÓN<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

elevador. Delante de ellas, unas puertas pesadas<br />

resuenan al abrirse. Avanzan un poco<br />

más y, tras empujar otra puerta, Nashama<br />

percibe a través de los párpados la luz del<br />

día. Igualmente, el barullo que ha oído mientras<br />

subían también se intensifica.<br />

Temiendo ser descubierta pero incapaz de<br />

contener su curiosidad, la joven entreabre<br />

un ojo para observar a su alrededor. Lo que<br />

contempla es tan imponente que la deja aún<br />

más paralizada de lo que consigue con su actuación.<br />

Están en una amplia estancia circular con<br />

ventanas cada pocos metros cubiertas de cortinas<br />

moradas. En el centro se alza, del techo<br />

al suelo, un cilindro de metal negro con gruesos<br />

remaches. Al otro lado, enfrente de la<br />

puerta, hay un gigantesco trono de mármol,<br />

lleno de calaveras y filigranas de oro. Sobre<br />

él, rebosando por todos lados, se halla el ogro<br />

más grande de todos los que Nashama ha visto.<br />

Es más alto que los guardias de la entrada<br />

y más gordo que el cocinero, y tiene una doble<br />

papada que se mueve cuando habla. Va cubierto<br />

de joyas y piezas de metales preciosos,<br />

y cubre su cabeza con un casco dorado con<br />

cuernos. En la mano derecha sujeta una gigantesca<br />

maza que mueve como si fuera un<br />

cetro. Nashama no necesita más para saber<br />

que se halla ante el aterrador Moordenaar,<br />

señor de Gul´sige.<br />

– ¿Qué haces aquí, Cornelia? –pregunta él.<br />

A su lado está el ogro del puño de hierro, y<br />

tras ellos se entrevé una escalera con una estrecha<br />

puerta.<br />

– Murdu mandar a ella con comida –responde<br />

el guardia–. Escribir una nota diciendo<br />

que no fiar de nosotros.<br />

– ¡Golk, estúpido zoquete! –grita Moordenaar.<br />

Ante las voces de su señor, el ogro del<br />

puño de hierro da un paso al frente y desenvaina<br />

la cimitarra–. ¡Murdu no sabe escribir!<br />

¡Ningún ogro de esta ciudad sabe escribir o<br />

leer, por eso yo soy el jefe! –Nashama cree oír<br />

un gimoteo proveniente del guardia–. ¡Cornelia!<br />

¿Por qué engañas a este imbécil? ¿Qué<br />

quieres? ¿Todo esto solo para traerme la co-<br />

65


66<br />

mida?<br />

La conversación se ve cortada por un sonoro<br />

portazo. Detrás del trono de mármol se<br />

abre la portezuela y un hombre delgado baja<br />

por las escaleras.<br />

– ¡Maldito sea Halamar el Infame! ¿Qué<br />

ocurre aquí? ¿Qué son todos esos gritos? –Su<br />

voz suena cavernosa.<br />

El hombre lleva una túnica morada de<br />

varias capas sobre sus escuálidos hombros.<br />

Camina encorvado y a grandes zancadas, y<br />

tanto las manos como la cara son delgadas<br />

y huesudas. Nashama no sabría decir si es<br />

viejo o joven, ya que a veces le parece una<br />

cosa y a veces otra, pero cuando se acerca<br />

más se percata de que tiene una corta barba<br />

gris que cubre únicamente su mandíbula. La<br />

nariz ganchuda, muy parecida al pico de un<br />

águila, sostiene dos lentes redondas tras las<br />

que se adivinan dos enormes ojos de pupilas<br />

cuadradas, que hacen que Nashama no pueda<br />

reprimir un estremecimiento. El resto de<br />

la cabeza la lleva tapada con un casquete de<br />

cuero negro.<br />

– Murdu manda mi comida, brujo –responde<br />

el señor de Gul´sige ligeramente atemorizado,<br />

aunque tratando de conservar la dignidad–.<br />

Y Golk dice que ha mandado a Cornelia<br />

con ella, cosa que no es posible porque...<br />

– ¡Calla! –grita el supuesto brujo, pasando<br />

de largo del trono y acercándose a una de<br />

las ventanas–. No lo digo por vuestro vocerío,<br />

sino por el que viene de ahí fuera. ¿Es que no<br />

lo oís?<br />

Los ogros permanecen quietos, algo avergonzados.<br />

– Yo sentir… –dice de repente Golk–. Error<br />

mío. Yo llevar a Cornelia de vuel…<br />

El ogro se calla tan rápido como ha empezado<br />

a hablar cuando el brujo se da la vuelta<br />

bruscamente con expresión de alarma.<br />

– ¡La ciudad! –exclama–. ¡Están atacando<br />

la ciudad!<br />

Los ogros se miran, confusos. El del puño<br />

de hierro da dos grandes zancadas y se acerca<br />

a la ventana junto al brujo.<br />

– ¡El gigante está libre! –gruñe.<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Moordenaar le mira abriendo y cerrando la<br />

boca, sin saber qué hacer. Nashama oye entonces<br />

un gemido. Busca el origen del sonido<br />

y ve al brujo con cara de pánico. Éste tiene<br />

los ojos muy abiertos y mira fijamente a Cornelia.<br />

Da un paso hacia atrás visiblemente<br />

alterado y casi se tropieza con la túnica.<br />

– ¿Cómo has entrado aquí? –El brujo ya no<br />

suena tan poderoso, y la voz se le quiebra cerca<br />

del final de la frase.<br />

Mete la mano en un pliegue y saca algo que<br />

parecen pequeños huesos. Cornelia traza con<br />

la mano tres círculos de derecha a izquierda<br />

en el aire, por encima de ella y de Nashama.<br />

La chica nota el mismo cosquilleo en la piel<br />

que ha sentido al subir.<br />

El ambiente se pone tenso. Golk mira a<br />

unos y otros sin saber qué hacer, al igual que<br />

Moordenaar desde su trono. El ogro del puño<br />

de hierro percibe que algo malo va a pasar y<br />

se pone en guardia al lado del brujo. Por su<br />

parte, éste cierra las manos alrededor de los<br />

huesos y empieza a agitarlos mientras reza<br />

en un espantoso idioma que Nashama no conoce.<br />

Afuera el ruido se intensifica, y hasta<br />

se pueden distinguir los bramidos de un gigante.<br />

Todo ocurre muy rápido. Cornelia da un<br />

golpe de brazo y la vara de la mujer desconocida<br />

se materializa en su mano justo antes de<br />

que el brujo lance los huesos en su dirección.<br />

Estos se remueven y retuercen en el vuelo,<br />

rodeados de un resplandor entre negro y morado.<br />

Cornelia golpea el suelo con la punta de<br />

la vara y en el aire se forma, con un resplandor<br />

dorado, el círculo que ha trazado momentos<br />

antes. Los huesos colisionan contra una<br />

barrera invisible, que coincide con el círculo,<br />

y caen al suelo echando humo.<br />

Golk, que ha observado paralizado el breve<br />

duelo mágico, reacciona y alza su arma para<br />

golpear a Cornelia, pero ella es más rápida.<br />

Hace un molinete con su vara y la estira horizontal<br />

hacia Golk. Suena un chasquido y el<br />

guardia sale despedido contra la puerta, partiéndola<br />

en su trayectoria.<br />

El brujo da un alarido y sale corriendo ha


cia las escaleras de detrás del trono al mismo<br />

tiempo que el ogro del puño de hierro y<br />

Moordenaar se lanzan a la carga, este último<br />

entre grandes bamboleos de grasa. Cornelia<br />

se pone entre el carrito y los atacantes con las<br />

piernas estiradas y firme. Acerca el extremo<br />

superior de la vara a su mano izquierda y, diciendo<br />

algo entre dientes, traza un arco en el<br />

aire. Un rayo azul crepitante sale del bastón<br />

hasta su mano y permanece materializado,<br />

contorsionándose y cambiando pero sin perder<br />

sus anclajes. Justo cuando Moordenaar<br />

y el ogro están a punto de caer sobre Cornelia,<br />

ésta estira los dos brazos violentamente<br />

y, con un cegador destello, dos rayos salen<br />

despedidos impactando contra sus enemigos,<br />

que son propulsados hacia atrás.<br />

Nashama, que hasta ahora había permanecido<br />

tumbada pero con los ojos bien abiertos,<br />

se endereza bruscamente incapaz de aguantar<br />

más, impaciente por ver cómo ha acabado<br />

la pelea. Cornelia está frente a ella, de espaldas,<br />

con la mano izquierda y el báculo rodeados<br />

de finos rayos azules. Moordenaar y el<br />

ogro están tirados a unos metros, humeantes<br />

y chamuscados. Nashama no puede evitar<br />

sorprenderse por la facilidad con la que ha<br />

matado a tan brutales criaturas.<br />

– Ven –le dice de repente Cornelia–. Terminemos<br />

con esto.<br />

– ¿No estaré mejor aquí? –pregunta Nashama.<br />

– No me arriesgaré a que venga un ogro<br />

despistado y te pille aquí sola. Toma –dice<br />

dejando el báculo sobre el carrito y empezando<br />

a quitarse la túnica–, ponte esto.<br />

Cornelia se desnuda y le da la ropa a Nashama.<br />

La joven baja del carrito y se la pone<br />

y, aunque le queda un poco holgada pues<br />

Cornelia tiene más pecho y caderas que ella,<br />

agradece volver a estar cubierta. Cuando ha<br />

terminado de ajustarse el cinturón que le ciñe<br />

la túnica, Nashama levanta la vista y no se<br />

sorprende al descubrir junto a ella a la mujer<br />

desconocida. Sí que la sorprende, no obstante,<br />

ver que está vestida con las mismas ropas<br />

con las que la conoció. ¿Cómo lo ha hecho?<br />

HISTRIÓN<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Los ojos grises de la mujer la observan y luce<br />

una sonrisa guasona.<br />

– Ya te explicaré –dice, guiñándola un ojo–.<br />

Ahora vamos ahí arriba.<br />

La coge de la mano y las dos se dirigen a<br />

paso ligero hacia las escaleras y la pequeña<br />

puerta. La encuentran cerrada, pero con un<br />

toque del báculo de Cornelia se abre como si<br />

nada. Al otro lado hay una escalera que sube<br />

encajonada entre la pared exterior y una interior.<br />

Ascienden a toda prisa hasta que llegan<br />

a una plataforma.<br />

Allí se encuentran con el brujo, que está de<br />

rodillas dentro de un cuadrado pintado con<br />

tiza morada en el suelo, sujetando entre sus<br />

manos un trozo de piedra negra como los que<br />

ha visto Nashama en las minas. Están en la<br />

parte más alta del faro y no hay paredes, son<br />

todo láminas de vidrio grueso, y en el centro<br />

está el final de la caldera que tenía sus<br />

orígenes en las minas del subsuelo. Termina<br />

en una especie de rejilla, y en su interior<br />

hay un enorme cristal oscuro incrustado en<br />

la tubería negra. Nashama ve que los vapores<br />

se acumulan en el interior del cristal, que<br />

lanza destellos aleatorios a través de las láminas<br />

de vidrio. Esa es la famosa luz negra<br />

de Gul´sige, la que se puede ver desde una<br />

distancia de tres días de marcha. Además de<br />

eso, en la habitación hay un camastro estrecho,<br />

una mesa abarrotada de libros y viales y<br />

una sombra oscura que empieza a materializarse<br />

por encima del brujo.<br />

La mujer se aproxima a él y acerca la punta<br />

del báculo. Cuando pasa por encima de los<br />

dibujos, se oye un chisporroteo y la vara es<br />

empujada hacia atrás. La sombra empieza a<br />

gritar en un idioma incomprensible, pero la<br />

mujer le ignora y repite el movimiento desde<br />

distintos ángulos y siempre obtiene el mismo<br />

resultado. Se queda observando pensativa a<br />

la sombra, que crece y grita cada vez más, y<br />

al brujo, que está profundamente concentrado.<br />

Entonces agita la vara y golpea con fuerza<br />

el escudo protector. Se oye una explosión<br />

fuerte, pero no pasa nada más. Lo único que<br />

ha logrado es que el brujo abra los ojos sobre-<br />

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saltado por el ruido. La mujer sonríe y empieza<br />

a trazar líneas imaginarias en el suelo de<br />

alrededor con el bastón.<br />

– Tápate las orejas –le dice la mujer a Nashama<br />

cuando termina.<br />

Ella obedece y se queda a un lado. Ve que<br />

la sombra está tomando forma y distingue<br />

unas mandíbulas descomunales llenas de<br />

dientes y dos pares de ojos a los lados. La mujer<br />

agarra la vara con las dos manos, la alza<br />

por encima de su cabeza, pronuncia unas palabras<br />

que Nashama no entiende y descarga<br />

un golpe sobre la chimenea de la caldera. Se<br />

oye como el tañido de una campana muy amplificado,<br />

el faro tiembla y la sombra aúlla.<br />

Su rugido suena distorsionado y llega de más<br />

allá del éter. El brujo suda y frunce el ceño<br />

entre gestos de dolor y Nashama siente un<br />

picor molesto en los tímpanos. La mujer repite<br />

el proceso tres veces, y las tres se oye la<br />

campana, tiembla el faro y la sombra aúlla.<br />

No es necesaria una cuarta, pues el aire parece<br />

rielar y todo vibra alrededor. El brujo da<br />

un alarido y se lleva las manos a los oídos, de<br />

los que salen un hilillo de sangre, y al instante<br />

la sombra desaparece.<br />

– Si quieres protegerte de este mundo –le<br />

dice la mujer borrando las líneas moradas del<br />

suelo con el pie–, acuérdate también del sonido.<br />

El brujo se revuelve y gatea en dirección a<br />

la mesa. Se levanta como puede y empieza a<br />

rebuscar entre los libros y trastos de la mesa.<br />

La mujer se va acercando, lentamente.<br />

– ¿Cuánto tiempo creíais tú y Séptico que<br />

podrías mantener oculto este faro? –pregunta,<br />

visiblemente iracunda–. Usar rocademonio<br />

es peligroso, atrae atenciones indeseadas.<br />

El brujo se da la vuelta con un libro abierto<br />

y empieza a agitar la mano hacia la mujer<br />

mientras pronuncia palabras extrañas. Bolas<br />

de humo negro salen disparadas de sus dedos<br />

hacia ella, pero las desvía con un simple movimiento<br />

del báculo sin dejar de acercarse a<br />

él.<br />

– Habéis pasado límites, Ulaji –dice ella,<br />

mostrando una sonrisa que casi podría deno-<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

minarse voraz–, y no habéis sido precavidos.<br />

Nos habéis dado una excusa para acabar con<br />

vosotros. Prepárate a morir.<br />

El hombre da un alarido histérico, tira el<br />

libro y se lanza a por la mujer blandiendo un<br />

pequeño cuchillo que ha sacado de una de<br />

sus mangas. Ella le desarma con barrido de<br />

báculo en la mano, le golpea con el extremo<br />

inferior en el estómago y, haciendo un giro,<br />

le estampa la parte de arriba en la cabeza.<br />

Suena un chasquido más fuerte que las otras<br />

ocasiones, el cuello se le dobla en una posición<br />

antinatural y el brujo sale propulsado,<br />

atravesando el vidrio y precipitándose al vacío.<br />

Nashama se acerca con rapidez para contemplar<br />

el final del hombre, que se convierte<br />

en un puntito negro en el suelo de Gul´sige.<br />

Al asomarse, la joven, que había permanecido<br />

ajena, ve lo que ocurre abajo. Las calles<br />

están llenas de gente y criaturas. Los hombres<br />

que estaban esclavos en el sótano recorren<br />

ahora los suelos de arena armados con<br />

picos y palas, cargando con ferocidad y desesperación<br />

contra los ogros. Estos se defienden<br />

con brutalidad, pero son pocos y pronto<br />

se ven superados en número por las oleadas<br />

de enfurecidos esclavos, que atraviesan sus<br />

cabezas como si fueran piedras. En otra parte<br />

de la ciudad, el enorme gigante aporrea<br />

y machaca ogros, izándolos en el aire y desmembrándolos<br />

a mordiscos, mientras que<br />

con la otra mano hace barridos con la cadena<br />

de pinchos. Nashama ve también correr a los<br />

cin de arena, que huyen despavoridos en todas<br />

direcciones. También le parece distinguir<br />

borrones de retales deshilachados por el aire,<br />

señal inequívoca de que los yehksan escapan<br />

de Gul´sige usando su magia voladora.<br />

Nashama oye el sonido del cristal al romperse<br />

y se da la vuelta. La mujer ha introducido<br />

su báculo entre las rendijas de la chimenea<br />

y golpea con ahínco el cristal negro, que<br />

empieza a desquebrajarse. Con un último<br />

bastonazo, el cristal se hace añicos y el aura<br />

de negrura que rodea el faro desaparece, junto<br />

con la sensación extraña que eriza el vello<br />

de los brazos. La mujer se gira, satisfecha, y


sonríe a Nashama.<br />

– Ya está –dice–. Ya hemos acabado. ¿Qué<br />

te parece?<br />

La joven la mira perpleja.<br />

– ¿Lo de ahí abajo también lo has hecho tú?<br />

La mujer asiente.<br />

– Mi plan inicial no incluía al gigante, pero<br />

al verlo pensé que sería un excelente aliado.<br />

– Pero… ¿cuándo los has liberado a todos?<br />

–pregunta Nashama.<br />

– Mientras el ogro de puño de hierro te<br />

llevaba a las cocinas. –La mujer resopla, fingiendo<br />

cansancio–. He tenido que correr para<br />

llegar a tiempo.<br />

– Pero al pasar yo todavía estaban abajo<br />

trabajando… –replica Nashama.<br />

– Lo sé –contesta la mujer ensanchando la<br />

sonrisa–. Ha sido una excelente ilusión, ¿verdad?<br />

Casi temí que lo descubrieran antes de<br />

tiempo.<br />

Las dos guardan silencio mientras observan<br />

la maraña de calles y callejones llenas de<br />

sangre y muerte.<br />

– ¿Quién o qué eres? –pregunta repentinamente<br />

Nashama–. ¿Por qué has hecho todo<br />

esto?<br />

La mujer suspira y se gira hacia la joven.<br />

– Digamos que soy una especie de maga –<br />

responde–. Pero de las buenas. –Señala con<br />

la cabeza en dirección a la caldera–. Respecto<br />

a esto… Ulaji estaba alimentando ese cristal<br />

mágico con rocademonio, una piedra mágica,<br />

y usaba el faro para proyectar su luz negra<br />

sobre el desierto. Había pactado con seres oscuros<br />

para realizar un poderoso hechizo de<br />

atracción. Por eso la gente venía a la ciudad<br />

sin saber por qué, respondían a la voluntad<br />

de Ulaji. El brujo eligió Gul´sige por su faro,<br />

que es el más alto de todo el desierto. Doblegó<br />

con su magia a Moordenaar y sus ogros y<br />

se aprovechó de su brutalidad para conseguir<br />

esclavos con los que alimentar su caldera. –<br />

La mujer calla un instante mientras observa<br />

la mesa de Ulaji–. Creo que buscaba una<br />

forma de amplificar el poder del cristal y la<br />

rocademonio para llegar a todo el mundo. Por<br />

fortuna nos dimos cuenta a tiempo.<br />

HISTRIÓN<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– ¿Y yo? ¿Para qué me necesitabas? –pregunta<br />

Nashama algo molesta–. Tú sola te<br />

has bastado para acabar con todos.<br />

La mujer se echa a reír con ganas.<br />

– Te pido disculpas por haberte usado, pero<br />

me temo que tu intervención era necesaria.<br />

Cuando en la caravana vi que eras la única<br />

que no reaccionabas ante el poder del faro<br />

supe que jugarías un papel fundamental. Si<br />

hubiera entrado de frente y a lo bruto, Ulaji<br />

me habría descubierto antes de tiempo y<br />

habría huido. Por eso te necesitaba, gracias<br />

a ti hemos llegado directamente hasta Moordenaar.<br />

– ¿Para eso me querías? ¿Para llegar a Moordenaar<br />

en una bandeja?<br />

– En parte sí. –La mujer se ríe para quitarle<br />

hierro al asunto–. Mira la parte buena,<br />

has demostrado tener una gran resistencia a<br />

la magia oscura, muy pocos son inmunes al<br />

hechizo de Ulaji.<br />

Nashama medita las palabras de la mujer.<br />

¿Resistencia mágica? Nunca se le hubiera<br />

ocurrido pensar eso. Un detalle que no ha<br />

comprendido le asalta la mente y sale en forma<br />

de pregunta.<br />

– Oye… Cuando el cocinero me quería meter<br />

en la olla… dijo que tenía edad de ser<br />

abuela, ¿por qué?<br />

La mujer la mira de reojo y Nashama cree<br />

descubrir algo de culpabilidad en sus ojos,<br />

pero rápidamente desaparece bajo un gesto<br />

de socarronería.<br />

– Eso fue culpa mía –confiesa–. Tejí un hechizo<br />

de ilusión a tu alrededor, todo el mundo<br />

te veía como una mujer madura, casi anciana.<br />

–Se muerde el labio–. Lo siento, pero si<br />

no, jamás hubieran pensado en comerte. A<br />

Moordenaar le gustaban las mujeres adultas,<br />

a pesar de que su carne es menos tierna. Jamás<br />

lo comprenderé.<br />

Nashama quiere enfadarse con la mujer<br />

por hacerla eso, pero descubre que no puede.<br />

Un sentimiento de felicidad y alegría la invade<br />

por completo sin motivo aparente.<br />

– ¿Me estás haciendo tú eso? –pregunta<br />

sonriendo sin poder evitarlo.<br />

69


70<br />

– Sí –contesta la mujer.<br />

– ¿Qué más cosas sabes hacer? ¿Tiene tu<br />

poder algún límite?<br />

– Oh, por supuesto que sí. Todos tenemos<br />

límites, y aunque nos esforcemos por mejorar<br />

siempre hay una meta superior que no podemos<br />

alcanzar. –Mueve su báculo en el aire y<br />

surgen pequeñas ráfagas de viento de color<br />

naranja y verde.<br />

– Tú mataste a Cornelia, ¿verdad? –La mujer<br />

asiente–. Y luego te transformaste en ella.<br />

–La mujer vuelve a mover la cabeza afirmativamente–.<br />

¿Cómo lo haces?<br />

– Ese es uno de los poderes de los que estoy<br />

más orgullosa –dice, ensanchando su sonrisa–.<br />

Pero es difícil de explicar.<br />

– Ya, como todo… –refunfuña Nashama–.<br />

¿Y es este tu verdadero rostro?<br />

– No. –La respuesta sorprende a la joven.<br />

– ¿Y cuál es?<br />

Ante sus ojos, el aire se enturbia y la figura<br />

de la mujer se desdibuja. Nueva ropa aparece<br />

sobre sus hombros. Ahora lleva una túnica<br />

de muchos pliegues, que sólo le dejan al aire<br />

las manos y los brazaletes con inscripciones,<br />

con una capucha sobre el rostro. Únicamente<br />

se le ve la mandíbula y la boca, pero Nashama<br />

aprecia que empieza a cambiar de forma.<br />

En menos de un minuto casi un centenar de<br />

caras pasan por debajo de la capucha, tanto<br />

de hombre como de mujer, de todos los tipos,<br />

pieles y razas. Incluso Nashama cree distinguir<br />

el rostro de un lagarto. El aire deja de vibrar<br />

y la figura se vuelve más nítida. Tiene la<br />

cabeza inclinada, de manera que no le puede<br />

ver lo poco del rostro que lleva descubierto.<br />

Entonces la levanta y Nashama descubre con<br />

turbación que lleva una máscara de metal<br />

pulido que tapa toda la cara. Tiene la boca<br />

y los rasgos tallados, lo que la hace aún más<br />

espeluznante. Nashama se queda paralizada<br />

sin saber qué decir.<br />

– Aún no me has dicho tu nombre –dice la<br />

figura, que ya no se sabe si es mujer u hombre.<br />

La voz no da pistas de su sexo y suena<br />

metálica y lejana, como alguien que te habla<br />

en sueños.<br />

J. R. PLANA<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– Me llamo Nashama –dice la joven en un<br />

tono casi inaudible–. ¿Y tú?<br />

– Puedes llamarme Histrión.<br />

Y, sin decir nada más, desapareció, dejando<br />

tras de sí la ciudad de Gul´sige tomada por<br />

los hombres esclavos, con los cadáveres de los<br />

ogros y de un gigante esparcidos por las calles,<br />

y las artes oscuras de Ulaji erradicadas<br />

de esta dimensión.<br />

De lo que fue de Nashama, quizá hablemos<br />

otro día.


¿Te atreves a vivir tu propia historia? Sólo<br />

necesitas papel y lápiz para apuntar, un dado<br />

o una moneda y toda tu valentía, porque, en el<br />

relato juego, o juegas o mueres.<br />

Estás de vacaciones en un pueblecito que<br />

ni siquiera te acuerdas de cómo se llama,<br />

sabes que está cerca de Salou, pero tu memoria<br />

prefiere centrarse en otros menesteres. Como,<br />

por ejemplo, la chica tan guapa que has conocido<br />

hoy en la playa, Claudia. Es rubia y su piel<br />

ya está bronceada por el sol, está claro que lleva<br />

más días que tú allí. Después de tomar una<br />

cerveza en el chiringuito os habéis despedido<br />

hasta esta noche, su hermana la estaba esperando;<br />

pero, antes de irse, te ha dado una dirección,<br />

la dirección exacta a su apartamento.<br />

Estás en el número 19, el mismo que pone en<br />

la servilleta. Llamas a la puerta, fantaseando<br />

con lo que puedes encontrarte en su interior.<br />

Lamentablemente, al otro lado no está Claudia.<br />

Hay una chica que se parece peligrosamente<br />

a ella.<br />

– ¿Está Claudia? –preguntas tímidamente.<br />

– No, ha dicho que te espera en la Casa Abandonada.<br />

–Tu cara de asombro la insta a continuar–.<br />

Sí, la que hay a las afueras del pueblo.<br />

Ha dicho que quería darte una sorpresa.<br />

Te despides de su hermana y las dudas se<br />

agolpan en tu cabeza, ¿qué haces?<br />

+ Sospechando que puede ser una broma, decides<br />

volver a tu hotel. No estás para tonterías,<br />

ya conocerás a otra chica mejor. Ve al 109.<br />

+ Con dudas, decides ir a la Casa Abandonada.<br />

Ve al 89.<br />

JUEGAS O MUERES<br />

RELATO JUEGO:<br />

JUEGAS O MUERES<br />

por Cris Miguel<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

1<br />

Sientes un dolor intenso y sabes que algo<br />

caliente cae por tu cuello. Intentas quitártela<br />

de encima, buscas a Claudia con la cabeza<br />

pero sale precipitadamente por la ventana. Te<br />

sientes débil, la niña tira de ti y te arrastra al<br />

armario de donde la has dejado salir. Todo se<br />

vuelve oscuro.<br />

TU AVENTURA HA TERMINADO.<br />

2<br />

Sales goteando y oliendo fatal a una habitación<br />

demasiado rosa para tu gusto, está claro<br />

que es una habitación de ni… ¡Hay una niña!<br />

Está sentada en minitocador. Al oír la puerta<br />

se vuelve hacia ti sonriendo. Lleva un collar de<br />

perlas demasiado grandes para que sean suyas,<br />

lleva los labios pintados y al levantarse y<br />

caminar hacia ti, ves también que lleva unos<br />

zapatos de tacón que le están grandes.<br />

– Hola –te dice sonriente.<br />

Ve al 118.<br />

3<br />

La criatura se lanza contra ti e inevitablemente<br />

te tira contra el suelo. Se sube con sus<br />

pequeñas patas de perro a tu pecho y, desde<br />

esa posición de superioridad, te golpea con sus<br />

puños tu, hasta ahora, preciosa cara. Gimoteas<br />

intentando zafarte, pero no puedes. Finalmente,<br />

cuando ya prácticamente no puedes abrir el<br />

ojo izquierdo, el mono–perro se quita de encima<br />

y vuelve a su rincón. Puto híbrido.<br />

Ve al 66.<br />

4<br />

Antes de que puedas pegarle, su puño se clava<br />

en tu estómago y te caes de culo a la acera.<br />

Intentas respirar pero es prácticamente im-<br />

71


72<br />

posible, reaccionas tarde y la criatura te ha<br />

cogido por una pierna y te lanza a mitad de<br />

la calzada. Sabes que has perdido y no te das<br />

la vuelta. Echas a correr, aunque incómodo<br />

porque has perdido una chancla.<br />

Ve al 137.<br />

5<br />

El duende desaparece antes de que puedas<br />

pegarle, apareciendo de nuevo a tu espalda.<br />

Te da un puntapié y te tira al suelo. Sientes<br />

que no puedes mover un solo músculo. Te<br />

obliga a tragar una pastilla verde.<br />

– Aquí nadie obliga a nadie a hacer nada.<br />

¡Fuera de mis tierras! –grita.<br />

De lejos oyes que chasquea los dedos y la<br />

sensación en el estómago vuelve a aparecer.<br />

¿Qué será esa pastilla que te ha dado? Por lo<br />

menos estás regresando.<br />

Ve al 21.<br />

6<br />

Los escalones crujen bajo tu peso, iluminas<br />

malamente mientras te fijas dónde pones los<br />

pies. Es un tramo bastante largo de escaleras<br />

y la pendiente es más pronunciada. Cuando<br />

alcanzas el último escalón, resoplas. Miras<br />

al frente y estás ante un estrecho pasillo, o<br />

eso es lo que imaginas, porque sólo hay oscuridad.<br />

Tanteas con las manos las paredes<br />

y caminas.<br />

– ¡Claudia! –exclamas<br />

– Estoy aquí –te contesta.<br />

No puedes creerlo, y te das más prisa por<br />

recorrer ese largo pasillo. Por fin la has encontrado.<br />

Ve al 82.<br />

7<br />

Le das un golpe en todo el centro, pero está<br />

demasiado duro como para penetrar el caparazón.<br />

Con una de sus pinzas convierte tu hacha<br />

en astillas. Ahora sólo tienes tus manos y<br />

tu desentrenado cerebro.<br />

Ve al 19.<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

8<br />

– Oh, una cita, que romántico, ¿qué ha sido<br />

de la cena con velas y un baile a la luz de la<br />

luna? –te pregunta.<br />

– No lo sé… –logras decir<br />

– Oh, pobre muchacho, no te pongas nervioso<br />

que tu damisela te espera. –El extraño<br />

fantasma desaparece sin más.<br />

Echas un vistazo a tú alrededor y ves que<br />

en la encimera hay un objeto extraño, te acercas<br />

y… te sorprendes al descubrir que es un<br />

pollo de goma; lo coges, nunca se sabe… ¿Qué<br />

haces ahora?<br />

+ Ves que hay una puerta prácticamente<br />

cubierta a tu derecha, decides ver que hay.<br />

Ve al 36.<br />

+ A tu izquierda hay un corredor que comunica<br />

con el arco que has visto fuera, decides ir<br />

por él ve al 84.<br />

+ Investigas a fondo la cocina por si encuentras<br />

algo que te puedas ser de utilidad.<br />

Ve al 80.<br />

9<br />

Sintiéndote un cazador furtivo, buscas que<br />

tienes en tus bolsillos que te pueda servir:<br />

+ Te alegras de haber cogido el hacha, eso<br />

servirá. Ve al 27.<br />

+ Crees que es mejor distraerle con comida<br />

y le ofreces unas cuantas chuches. Ve al 55.<br />

+ No encuentras nada que te pueda servir,<br />

así que sales enfurruñado y con las manos<br />

vacías. Ve al 142.<br />

+ Estando cerca de él sientes la magia y no<br />

puedes evitar acariciarlo, ¿quién haría daño<br />

a una criatura tan pura como esa? Ve al 52.<br />

10<br />

Tomas aire, qué horror, te ha faltado poco.<br />

Te propones no entrar en más habitaciones<br />

sin necesidad y te encaminas hacia el corredor.<br />

Ve al 84.<br />

11<br />

Te guardas la estaca en el pantalón por si<br />

la necesitas más adelante mientras piensas


que todo esto es una locura. En una mesa ves<br />

una bolsa de chuches, lo que te hace recordar<br />

que no has cenado. Te las guardas también<br />

por si te entra hambre y sales de la habitación.<br />

Ve al 105.<br />

12<br />

No quieres terminar, quieres que este momento<br />

dure siempre. Su piel, su olor, sus gemidos…<br />

Sin embargo, el placer está dentro<br />

de ti y estalla arrasando todo a su paso, oyes<br />

gritos, oyes la puerta, pero te da igual. Te derrumbas<br />

a su lado con una sonrisa en la cara<br />

y empapado. Poco a poco tu corazón recupera<br />

el ritmo normal. ¿Qué quieres hacer?<br />

+ Propones ir a tomar algo. Ve al 126.<br />

+ Cierras los ojos profundamente relajado<br />

después del placer. Ve al 148.<br />

13<br />

No puedes dar crédito a lo que estás viendo,<br />

una enorme armadura de caballero se acerca<br />

a ti. ¿Qué haces?<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

+ Te pones en posición de ataque. Ve al<br />

111.<br />

+ Intentas hablar con esa cosa. Ve al 83.<br />

+ El miedo te domina, sales corriendo. Ve<br />

al 23.<br />

14<br />

Te quitas la camiseta y la atraes hacia tu<br />

pecho, ella te acaricia y sus manos contra tu<br />

piel son como un resorte. Os entregáis a la<br />

pasión del momento, por muy de noche que<br />

sea hace mucho calor. Le quitas la camiseta<br />

y ella no deja de besarte. Te desabrocha el<br />

pantalón, la quieres aquí y ahora.<br />

+ La desabrochas el sujetador. Ve al 70.<br />

+ La quitas los pantalones cortos. Ve al 18.<br />

15<br />

No sirve de mucho, pero algo de luz te da.<br />

Te das cuenta que no estás en un armario<br />

como creías, estás en un cuarto mucho más<br />

grande, una habitación. Avanzas torpemente<br />

y oyes un sonido gutural procedente de enfrente<br />

de ti. Algo empieza a oler muy mal,<br />

temes que hayas sido tú por la impresión del<br />

momento.<br />

Ve al 119.<br />

16<br />

Cuando la planta se acerca con sus enormes<br />

fauces abiertas, te sirves de la valla para<br />

aporrearla. Es una planta, no puede verte.<br />

La atacas sin remisión mientras te alejas cojeando<br />

poco a poco de ese horrible jardín.<br />

Ve al 40.<br />

17<br />

Respiras agitadamente después de la carrera,<br />

miras la casa y de golpe se te vienen<br />

a la cabeza todas las películas de terror que<br />

has visto. Piensas cómo se le ha ocurrido a la<br />

chica quedar allí. La brisa te despeina levemente<br />

el pelo, tienes ganas de irte a tu cama,<br />

pero te da miedo cruzarte otra vez con esa extraña<br />

criatura. La brisa también trae consigo<br />

un gutural ruido, es inconfundible, no la has<br />

despistado. Ves que la criatura está al final<br />

73


74<br />

de esa larga avenida y sabes que va a por ti.<br />

Te levantas como un resorte del bordillo, pensando<br />

que dentro de la casa no puede haber<br />

cosas peores.<br />

Ve al 145.<br />

18<br />

Sus piernas están muy suaves, te sumerges<br />

en cada poro de su piel inhalando su aroma.<br />

Vas a explotar. Rasgas un sobrecito y,<br />

con un asentimiento de ella, la penetras con<br />

precaución.<br />

Ve al 114.<br />

19<br />

El cangrejo se mueve rápido hacia ti y con<br />

su pinza derecha te coge del pantalón, separándote<br />

del suelo. Tira un dado o una moneda.<br />

+ Si sacas cara o, 4 o más, ve al 91.<br />

+ Si sacas cruz o, 3 o menos, ve al 102.<br />

20<br />

La miras fijamente, te da la impresión de<br />

que le falta un ojo. Al instante sientes lástima<br />

por ese extraño fantasma. Armándote de<br />

un valor desconocido le preguntas:<br />

– Disculpe, ¿sabe si ha entrado en esta casa<br />

una chica? –Ella parece tardar en asimilar la<br />

información, finalmente sonríe.<br />

– ¿Estás enamorado de ella, muchacho? –te<br />

pregunta acercándose ¿seductoramente? a ti.<br />

“¡Genial!”, piensas. A ver como le explicas a<br />

una muerta que sólo quieres tirártela, que ni<br />

siquiera la conoces... ¿Qué contestas?<br />

+ No la conozco lo suficiente aún –respondes<br />

con una media sonrisa y mirando al infinito.<br />

Ve al 136<br />

+ No, nos acabamos de conocer. Hoy es<br />

nuestra primera cita –decides ser honesto<br />

con ella. Ve al 8.<br />

+ No, la he conocido en la playa y me he<br />

sentido atraído por ella desde el primer momento<br />

–contestas alzando la ceja y sonriendo<br />

de medio lado. Eso nunca falla con las mujeres.<br />

Ve al 124.<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

21<br />

Abres los ojos y estás tendido en el polvoriento<br />

suelo de madera. Consigues enfocar la<br />

vista y te pones de pie. Tienes un ligero dolor<br />

de cabeza y te sientes levemente desorientado.<br />

Tocándote la frente miras a tu alrededor.<br />

Estás en el pasillo, enfrente de ti está ese peculiar<br />

cuadro. Niegas con la cabeza pensando<br />

que todo es una locura y que te has debido<br />

desmayar. Miras el fondo del pasillo, decides<br />

continuar y acabar cuanto antes la búsqueda<br />

de Claudia. Como todo sea una broma se la<br />

devolverás, por muy guapa que sea…<br />

Ve al 97.<br />

22<br />

Abres la puerta, y, aunque es suave, la luz<br />

te deslumbra. Todo el desván está iluminado<br />

con velas, en el centro hay un colchón, o eso<br />

piensas, cubierto por mantas. Claudia está<br />

recostada en él.<br />

– Has tardado mucho… –Arrastra un poco<br />

las sílabas y te mira fijamente mordiéndose<br />

el labio.<br />

– Es que… –tartamudeas. ¿Qué le vas a<br />

contar? No se lo va a creer–. Es que no te encontraba.<br />

– Bueno, ¿dónde iba a estar? En la mejor<br />

habitación… –sonríe y te hace un gesto para<br />

que te acerques.<br />

¿Qué haces?<br />

+ Te acomodas a su lado y sigues hablando<br />

con ella. Ve al 62.<br />

+ No quieres perder más el tiempo, te ha<br />

costado mucho llegar, así que te lanzas sobre<br />

ella. Ve al 98.<br />

+ Te sientas a su lado poniendo tu cara más<br />

seductora, dispuesto a conquistarla. Ve al 42.<br />

23<br />

Como un cobarde intentas llegar a la puerta<br />

de la habitación, pero es imposible, la armadura<br />

ha embestido contra ti mandándote<br />

contra la cama. Por lo menos caes en blando…<br />

¡Ay! Un momento… no es blando. ¡Y se mueve!<br />

Un enorme cangrejo aparece de debajo de<br />

la manta. Mierda, no puede ser verdad… Sal


tas de la cama para valorar la situación. Por<br />

un lado tienes a la armadura, por el otro el<br />

iracundo cangrejo gigante al que has despertado<br />

de su placentero sueño.<br />

Ve al 135.<br />

24<br />

Aprietas el pollo de goma, y el mono–perro<br />

empieza a aullar y a… ¿sonreír? Lo haces<br />

sonar de nuevo y su expectación aumenta,<br />

se acerca a ti y te lo quita. Lo aprieta él y<br />

vuelve a aullar divertido. Estás atónito, no<br />

puedes apartar la vista, sigilosamente sacas<br />

el móvil (si es que no lo has perdido en algún<br />

incidente) y le haces una foto. Se ha subido a<br />

la lámpara que cuelga del techo con su brazo<br />

libre. Te ríes para ti y sales cautelosamente<br />

del comedor.<br />

Ve al 120.<br />

25<br />

Estás completamente desorientado, pero es<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

inconfundible. Estás dentro del cuadro. ¿Qué<br />

haces?<br />

+ Te agarras las rodillas y te balanceas<br />

adelante y atrás llamando a tu mamá. Ve al<br />

143.<br />

+ Decides seguir el camino amarillo. Ve al<br />

53.<br />

+ Te apoyas en un árbol y te echas una<br />

siesta. Ve al 113.<br />

26<br />

Giras el pomo y entras. La habitación está<br />

llena de estanterías y las estanterías a su vez<br />

están repletas de libros bien encuadernados.<br />

Al lado de la ventana hay un sofá donde poder<br />

disfrutar de las letras. Pero algo falla en<br />

la estancia, algo que te deja totalmente boquiabierto.<br />

En la esquina derecha, comiéndose<br />

las… cortinas, hay un unicornio. No<br />

habías visto nunca algo tan bello y fuera de<br />

lugar. Desprende magia. ¿Qué haces?<br />

75


76<br />

+ Sientes un magnetismo tal que te acercas<br />

a tocarle el lomo. Ve al 52.<br />

+ No puedes apartar la vista de su cuerno<br />

y te acercas con la firme intención de quitárselo.<br />

Ve al 9.<br />

+ Le haces una foto con tu móvil si no lo<br />

has perdido y sales de la habitación. Y si lo<br />

has perdido, lamentas no poder llevarte el recuerdo.<br />

Ve al 142.<br />

27<br />

Desalmadamente empuñas el hacha y<br />

arremetes con fuerza hacia el cuerno, pero<br />

no llegas a rozarle, conforme el hacha se ha<br />

acercado a la cabeza del unicornio ha topado<br />

con algo duro e impenetrable. Sales disparado<br />

hacia atrás empotrándote contra una de<br />

las estanterías. Joder, puto bicho. No quieres<br />

volver a intentarlo, sales de la biblioteca sin<br />

más.<br />

Ve al 142.<br />

28<br />

Entras y la estancia está prácticamente en<br />

penumbra, sólo una tímida farola del exterior<br />

da algo de luz. Sacas el móvil como buenamente<br />

puedes, pero antes de que puedas iluminarte,<br />

sientes una ráfaga fría que te deja<br />

paralizado y manda tu móvil al suelo de, lo<br />

que descubres, es una siniestra cocina.<br />

– ¿Hay alguien ahí? –preguntas con un hilo<br />

de voz, dándote cuenta que es la frase que<br />

precede al asesinato.<br />

Tragas saliva. Ves algo mejor, tus ojos se<br />

acostumbran a las sombras; aún así no te parece<br />

ver nada. ¿Qué haces?<br />

+ Sales corriendo de la tenebrosa cocina<br />

con lágrimas en los ojos. Ve al 139.<br />

+ Das unos pasos para recuperar tu móvil.<br />

Ve al 64.<br />

29<br />

El gato desaparece antes de que tu chancla<br />

pueda alcanzarle. ¿Qué se habrá creído? Emprendes<br />

el camino amarillo. Ve al 53.<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

30<br />

– ¿Te ha gustado? –te pregunta ella coqueta.<br />

– ¿Tú qué crees? –le contestas seguro de ti<br />

mismo.<br />

La abrazas con dulzura, serán las endorfinas.<br />

¿Qué haces?<br />

+ Propones ir a tomar algo. Ve al 126.<br />

+ Cierras los ojos profundamente relajado<br />

después del placer. Ve al 148.<br />

31<br />

Aprovechas que el cangrejo se acaba de<br />

despertar y arremetes contra la armadura,<br />

para evitar verte entre los dos. Tira un dado<br />

o una moneda.<br />

+ Si sacas cara o, 4 o más, ve al 71.<br />

+ Si sacas cruz o, 3 o menos, ve al 43.<br />

32<br />

De cerca, el olor que desprenden te embriaga.<br />

Una de las vallas es una puertecita,<br />

la abres y te arrodillas para olerlas mejor.<br />

Hmm… Tocas una amarilla, su tacto es muy<br />

suave. Cierras los ojos disfrutando de este<br />

utópico momento. De repente sientes algo gelatinoso<br />

en el dedo. Abres los ojos y miras extrañado<br />

a ver qué puede ser. Una especie de<br />

gelatina transparente te impregna el dedo, en<br />

cuestión de segundos sientes que se te duerme.<br />

Te das cuenta que la flor ha desparecido<br />

y la planta está mucho más cerca y es mucho<br />

más… Es enorme. Ha cambiado los pétalos<br />

por una gigantesca boca. Estás alucinado,<br />

no puedes moverte y la planta te escupe más<br />

sustancia pringosa que te da en la pierna. Te<br />

lamentas en ese instante de haberte puesto<br />

pantalones cortos. ¿Qué haces?<br />

+ Intentas alejarte de esa cosa arrastrándote<br />

por el césped. Ve al 104.<br />

+ Miras a tu alrededor y resueltamente<br />

arrancas un trozo de valla para usarla como<br />

arma. Ve al 16.<br />

33<br />

Por muchos brazos que tenga, te sientes<br />

ágil y rápido.


+ Si te sale cara o un 4 o más, ve al 65.<br />

+ Si te sale cruz o un 3 o menos, ve al 4.<br />

34<br />

– ¿Los cacahuetes? –inquiere el espantapájaros–.<br />

Bueno… Por ser tan creativo, eres<br />

digno merecedor del honor de cruzar este<br />

sombrío pasillo.<br />

La bañera comienza a levitar lo justo para<br />

que pases por debajo al otro lado del pasillo.<br />

Ve al 141.<br />

35<br />

De nuevo en el rellano, ignorando la puerta<br />

de enfrente, enfilas el pasillo.<br />

Ve al 99.<br />

36<br />

Abres con prudencia la puerta, esperabas<br />

encontrarte un armario de la escoba, pero<br />

ante ti se abre un elegante despacho, eso sí,<br />

lleno de polvo. Las paredes están cubiertas<br />

de estanterías llenas de libros. En la estancia<br />

hay una mesa con una silla. Lo único que desentona<br />

es el esqueleto que hay en una de las<br />

esquinas. Piensas que quizás el dueño fuera<br />

médico. Das unos pasos y decides observarlo<br />

de cerca, siempre te han hecho gracia. Delante<br />

de él le coges un brazo con una sonrisa en<br />

los labios, anda que no habrás hecho veces<br />

eso en el colegio en clase de conocimiento del<br />

medio. De repente sientes un pinchazo en<br />

la cara y el sabor amargo de la sangre en la<br />

boca. Te echas para atrás aturdido. El esqueleto<br />

te ha dado un puñetazo en la mandíbula.<br />

+ Si tienes un hacha ve al 56.<br />

+ Si te hicieron tomar una pastilla verde<br />

ve al 108.<br />

+ Si no tienes nada y lo único que quieres<br />

es salir corriendo de allí ve al 132.<br />

37<br />

El hacha está clavada a conciencia en la<br />

puerta. Tira un dado o una moneda.<br />

+ Si sacas cara o 4 o más, ve al 117.<br />

+ Si sacas cruz o 3 o menos, ve al 57.<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

38<br />

– Si quieres voy a mirar a ver qué es… –te<br />

ofreces intentando incorporarte.<br />

– Eso ni hablar –ella te empuja sobre el colchón<br />

y te libera de tus calzoncillos.<br />

Ve al 69.<br />

39<br />

– Un cutre cuerno de unicornio, todo el<br />

mundo sabe que con unos mimos el bicho tonto<br />

te lo da. Anda vete no me molestes.<br />

Derrotado sales de la habitación. “Que<br />

duende tan raro”, piensas.<br />

Ve al 35.<br />

40<br />

Echas un vistazo al jardín y a la casa. La<br />

silueta parece que está cavando cerca de los<br />

límites del bosquecillo que hay al otro lado.<br />

Decides acercarte a él. Quizás te diga algo interesante.<br />

Ve al 60.<br />

41<br />

Corres hacia la puerta, pero él es mucho<br />

más rápido y te corta el paso. Se acerca a ti<br />

y te huele. Tiene los colmillos desplegados.<br />

Tú gritas y corres por toda la habitación. El<br />

vampiro va detrás de ti. Sintiéndote protagonista<br />

de una novela adolescente, te fijas<br />

que en el asiento del piano hay una estaca.<br />

Te lanzas hacia ella. Cuando el vampiro se te<br />

pone delante se la clavas sin miramientos. Le<br />

ves sonreír antes de hacerse cenizas. Recoges<br />

la estaca y sales de la habitación como si no<br />

hubiera pasado nada.<br />

Ve al 105.<br />

42<br />

– Anda que podíamos haber ido a tomar<br />

algo en vez de quedar en esta siniestra casa<br />

–le dices arqueando una ceja.<br />

– Así tienes más emoción. –Ella sonríe y<br />

roza su hombro con el tuyo.<br />

– Que sepas que sólo haría esto por alguien<br />

que merece la pena de verdad. –Le dedicas tu<br />

mejor media sonrisa.<br />

77


78<br />

Funciona, ella sonríe, te mira azorada y<br />

acto seguido se lanza a tu boca. Te apartas<br />

un poco haciéndote el duro y valiéndote de<br />

toda tu fuerza de voluntad.<br />

– ¡Qué rápida! ¿Llevas mucho esperando?<br />

–Vuelves a arquear la ceja.<br />

Como respuesta ella te empuja y se tiende<br />

sobre ti. Te empieza a desnudar y tú sabes<br />

que todo ha merecido la pena. Oyes un ruido,<br />

sale de una puerta a la izquierda. Ella levanta<br />

el cuerpo.<br />

– Lleva sonando un rato… –te dice ella,<br />

para luego concentrarse en ti de nuevo y en<br />

tus calzoncillos.<br />

+ Te ofreces ir a mirar. Ve al 38.<br />

+ Te callas y disfrutas del momento. Ve al<br />

86.<br />

43<br />

Intentas esquivarla y ponerte a su espalda,<br />

pero la armadura te ve y se anticipa a tu<br />

movimiento. Arremete contra ti y te estampa<br />

contra la pared del dormitorio. Entre las estrellitas<br />

que ves en tu cabeza, percibes que<br />

el cangrejo gigante se ha bajado de la cama<br />

y al hacerlo se ha chocado con la armadura.<br />

Ahora son ellos quienes pelean.<br />

Ve al 107.<br />

44<br />

No sabes de dónde te sale la determinación,<br />

pero le das una patada a su rótula, rompiendo<br />

la pierna en dos, lo que le hace perder el<br />

equilibrio. Aprovechas el momento y sales de<br />

allí.<br />

Ve al 10.<br />

45<br />

Tus chuches son muy preciadas, decides<br />

ofrecerle unas cuantas. El duende, contento,<br />

chasquea los dedos y la sensación en el estómago<br />

se vuelve a repetir. Estás regresando.<br />

Ve al 21.<br />

46<br />

Sobre ti cae una ¿niña? El miedo te atenaza<br />

los músculos, la niña tiene los ojos blancos<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

y se lanza a tu cuello. Tú, paralizado por el<br />

shock, no haces nada, y en una fracción de<br />

segundo sientes el dolor punzante y un líquido<br />

caliente por el cuello. ¡Te ha mordido!<br />

Gritas pero sabes que Claudia ya está abajo.<br />

La niña zombie te arrastra por los pies aprovechando<br />

tu desventaja y vuelves con ella al<br />

puto armario que has abierto. Todo se vuelve<br />

oscuro. TU AVENTURA HA TERMINADO.<br />

47<br />

– Otra vez tú, ¿tienes más comida para mí?<br />

– Eres el duende de los tratos, te daré más<br />

si me dices donde está Claudia.<br />

– Hmm… muchacho listo. La encantadora<br />

señorita está en la buhardilla –le das un puñado<br />

de chuches–. Pero tendrás que encontrar<br />

las escaleras…<br />

Y se esfuma. Sales de la habitación sintiéndote<br />

el mejor negociador del mundo.<br />

Ve al 35<br />

48<br />

El mono–perro no deja de observarte. Tú,<br />

inconscientemente, tienes los brazos alargados<br />

hacia él. La criatura te huele. Tu olor le<br />

desagrada y se echa para atrás. ¿Dónde has<br />

metido las manos? Sorprendido ves que se<br />

está dando golpes en su pecho y te mira iracundo.<br />

Te va a atacar. Tira un dado o una<br />

moneda.<br />

+ Si sacas cara o 4 o más, ve al 96.<br />

+ Si sacas cruz o 3 o menos,ve al 3.<br />

49<br />

Con decisión caminas hacia el final de la<br />

calle pero, cuando vas a llegar a la esquina,<br />

la figura se mueve en tu dirección y te das<br />

cuenta de que tiene los grandes puños cerrados<br />

y gruñe con más fuerza, ¿qué haces?<br />

+ Te das media vuelta y echas a correr. Ve<br />

al 137.<br />

+ Te enfrentas a él. Ve al 33.<br />

50<br />

El placer es tan intenso que estallas y tu<br />

cuerpo se convierte en un temblor de la cabe-


za a la punta de los pies, no eres consciente<br />

de nada y te sientes más pesado que nunca.<br />

Sonríes, ella se tumba a tu lado y te acaricia<br />

la cara. La puerta sigue sonando, pero os da<br />

igual. Poco a poco recuperáis la respiración.<br />

– ¿Te ha gustado? –te pregunta ella coqueta.<br />

– ¿Tú qué crees? –le contestas, seguro de ti<br />

mismo.<br />

La abrazas con dulzura, serán las endorfinas.<br />

¿Qué haces?<br />

+ Propones ir a tomar algo. Ve al 147.<br />

+ Cierras los ojos profundamente relajado<br />

después del placer. Ve al 148.<br />

51<br />

Abres la puerta y el color rosa baña tus<br />

pupilas. Está claro que era la habitación de<br />

una… ¡hay una niña sentada en un minitocador!<br />

Al oír la puerta se vuelve hacia ti sonriendo.<br />

Lleva un collar de perlas demasiado<br />

grandes para que sean suyas, lleva los labios<br />

pintados y al levantarse y caminar hacia ti,<br />

ves también que lleva unos zapatos de tacón<br />

que le están grandes.<br />

– Hola –te dice sonriente.<br />

Ve al 118.<br />

52<br />

Es tan suave… De la garganta del unicornio<br />

surge un ruidito muy gracioso parecido<br />

al que hacen los delfines. Le gustan tus caricias.<br />

Cuando ya te estás girando ves que abre<br />

la boca y que en su lengua tiene un cuerno<br />

semejante al de su cabeza. Dubitativo lo coges,<br />

le haces otra carantoña y sales de la habitación<br />

mágicamente feliz.<br />

Ve al 142<br />

53<br />

El sol es abrasador. Pasas por delante de<br />

la casa morada y decides no desviarte, quieres<br />

salir de ese extraño lugar enseguida. Sólo<br />

hay bosque y más bosque, caminas y caminas.<br />

Te detienes en seco, a lo lejos ha vuelto<br />

a aparecer la misma casa morada. Corres con<br />

el pulso acelerado y te quedas delante. ¿Es la<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

misma casa? Arrancas unas flores y las pones<br />

en mitad del camino. Siguiendo un impulso<br />

continúas hacia delante y, otra vez, la casa<br />

que al parecer has dejado atrás, está ahí delante.<br />

Estoy en un bucle, piensas. Nervioso<br />

miras a todos los lados. De lejos te parece oír<br />

una risa. Viene del bosque. Te encaminas hacia<br />

ella.<br />

Ve al 121.<br />

54<br />

Entre más besos y caricias tus pantalones<br />

desaparecen y haces lo propio para que también<br />

lo hagan los shorts de ella. Respiras entrecortadamente<br />

y prefieres tumbarla debajo<br />

de ti para controlar y tocarla mejor. Te deleitas<br />

en sus pechos y la besas el ombligo. Vas a<br />

explotar. Rasgas un sobrecito y con un asentimiento<br />

de ella la penetras con precaución.<br />

Ve al 114.<br />

55<br />

El unicornio te agradece las chuches, son<br />

dulces y le gustan. Mientras mastica tu único<br />

plan es tirarle del cuerno, obviamente no<br />

consigues nada, sólo un certero mordisco que<br />

te deja la mano derecha dolorida. Sales cabizbajo<br />

de la habitación. Ve al 142.<br />

56<br />

Te alegras muchísimo de haber entrado en<br />

ese baño, empuñas el hacha y con un golpe<br />

limpio la cabeza del esqueleto sale disparada.<br />

No puedes evitar reírte. Cediendo a un perverso<br />

impulso, le cortas el brazo por el codo<br />

al esqueleto y te guardas su mano. Sales victorioso<br />

a la cocina y decidido te adentras en<br />

el corredor.<br />

Ve al 84.<br />

57<br />

La coges y tiras fuerte, haces tanto esfuerzo<br />

que sientes tu cara roja como un tomate.<br />

Pero el objeto del demonio no se ha movido<br />

un ápice. Desistes y sales del baño, sin hacha<br />

y sin fuerza.<br />

Ve al 140.<br />

79


80<br />

58<br />

– ¡Soy guapa! ¡Soy guapa como mi mami! –<br />

grita el pequeño fantasma mientras se arranca<br />

el collar y tira varios botes que tiene en su<br />

mini tocador.<br />

Aprovechas la distracción para salir del<br />

cuarto de esa pobre niñita, que, pobre o no,<br />

está loca. En el pasillo te diriges a la puerta<br />

que tienes casi enfrente. Tiene que estar ahí,<br />

demonios.<br />

Ve al 75.<br />

59<br />

Aprovechas que el cangrejo gigante se acaba<br />

de despertar para lanzarte contra él. Buscas<br />

en tus bolsillos qué te puede servir:<br />

+ Utilizas el hacha, te parece lo más efectivo.<br />

Ve al 7.<br />

+ Utilizas la pala. Ve al 79.<br />

+ En tus bolsillos no crees que haya nada<br />

que te pueda servir, sólo tienes tus manos.<br />

Ve al 19.<br />

60<br />

Te acercas con cierto respeto.<br />

– ¿Hola?<br />

Inmediatamente, el hombre, que resulta<br />

ser bastante más mayor de lo que indicaba<br />

su espalda, te observa con curiosidad.<br />

– ¿Qué quieres muchacho? –Se apoya en la<br />

pala sin dejar de mirarte.<br />

– Hmm… Nada, no quería molestarle, ¿ha<br />

visto pasar a una chica a la casa? –preguntas<br />

con toda la educación que te ves capaz de exteriorizar.<br />

– Por su bien espero que no. –Dudas ante<br />

su respuesta.<br />

– ¿Por qué dice eso?<br />

– En la casa… hay… cosas, y no siempre<br />

inofensivas. –Das un paso atrás inconscientemente.<br />

¿Será todo una broma de Claudia?<br />

– Pero… ella me ha citado aquí… –Miras<br />

al suelo.<br />

– Bien, si estás decidido a entrar, llévate<br />

esto. Quizás lo necesites. –Te da su pala y un<br />

pequeño saco y se aleja.<br />

Lo abres y dentro encuentras unas cuantas<br />

CRIS MIGUEL<br />

zanahorias.<br />

Ve al 76.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

61<br />

Sabías que la zanahoria que cogiste del<br />

huerto te sería útil. Al duende le encantan<br />

las zanahorias. Éste chasquea los dedos y la<br />

sensación en el estómago se vuelve a repetir.<br />

Estás regresando. Ve al 21.<br />

62<br />

– ¿Y cómo es que conoces este lugar? –le<br />

preguntas apartando la mirada. Siempre te<br />

pasa igual a la hora de la verdad, te mueres<br />

de vergüenza.<br />

– Es un sitio muy conocido, ya sabes… –Y<br />

alza las cejas dos veces sin dejar de sonreír.<br />

– Ah… –tú miras al suelo, de repente sientes<br />

una inmensa curiosidad por esa madera<br />

vieja.<br />

Cuando te giras hacia ella, te besa por sorpresa<br />

y, sin saber muy bien dónde poner las<br />

manos, apoyas tu espalda contra el colchón<br />

con ella encima de ti. Sin dejar de besaros,<br />

empiezas a sentirte más cómodo y la agarras<br />

por la cintura. ¿Qué haces?<br />

+ Empiezas a desnudarla. Ve al 122.<br />

+ Te empiezas a desnudar tú para que se<br />

sienta más cómoda. Ve al 14.<br />

63


El troll te escupe y la saliva te quema los<br />

brazos y el pecho, se acerca más, intentas<br />

huir, el corazón te late velozmente en el pecho.<br />

La criatura te coge con sus fuertes brazos<br />

y… te traga.<br />

Ve al 127.<br />

64<br />

Das un paso cautelosamente. Nada, no<br />

pasa nada. Avanzas más rápidamente y te<br />

agachas con decisión recuperando tu móvil.<br />

Cuando te levantas, el shock atenaza tu cuerpo<br />

y un chillido insoportable te daña los oídos.<br />

Te tapas instintivamente las orejas con<br />

las manos, mientras sientes que algo helador<br />

te atraviesa el cuerpo. Te das la vuelta ojiplático,<br />

el ruido ha cesado, pero el terror no.<br />

Tienes ante ti a un espectro, un fantasma,<br />

vestido de asistenta. Te mira fijamente evaluándote.<br />

¿Qué haces?<br />

+ Sales corriendo como alma que lleva el<br />

diablo. Ve al 112.<br />

+ Intentas recuperar la respiración y pruebas<br />

a hablar con ella. Ve al 20.<br />

65<br />

Te acercas a él con precaución, lleva una<br />

capucha que no te permite ver su rostro. Ahora<br />

gruñe con más intensidad. La criatura ataca<br />

primero, esquivas los dos primeros golpes,<br />

pero notas que tiene los brazos muy largos y<br />

que tú no tienes ninguna posibilidad. Decides<br />

correr para evitar un vapuleo asegurado.<br />

Ve al 137.<br />

66<br />

Notas que la cabeza te va a estallar y sientes<br />

el sabor del hierro de la sangre en los labios.<br />

Tienes ganas de irte de ahí, pero a cabezota<br />

no te gana nadie. Vuelves al pasillo y<br />

subes pesadamente la escalera.<br />

Ve al 68.<br />

67<br />

Lamentablemente la madera no escasea<br />

en ese extraño universo donde te encuentras.<br />

El duende desprecia tu estaca, y espera a que<br />

JUEGAS O MUERES<br />

le ofrezcas algo mejor.<br />

Ve al 81.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

68<br />

Te fatigas más de la cuenta y lamentas<br />

no ser más deportista. En el rellano ves dos<br />

puertas y un pasillo. ¿Qué puerta eliges: la<br />

que tienes enfrente o la que tienes a tu espalda?<br />

+ La que tienes enfrente. Ve al 26.<br />

+ La que está a tu espalda. Ve al 128.<br />

69<br />

Te quita la camiseta y ella se deshace de la<br />

suya, no puedes creer la suerte que tienes, es<br />

una diosa. Te besa el torso y llega a tu tripa,<br />

evita a propósito tu miembro y se entretiene<br />

en tus muslos, te da dulces mordisquitos y<br />

se centra en tu erección. Pierdes la noción de<br />

tiempo, estás en el cielo. Cuando aparta su<br />

boca de ti ves que está rasgando un paquetito<br />

que te coloca cuidadosamente.<br />

Ve al 110.<br />

70<br />

Te entretienes con sus pechos, madre mía,<br />

vas a explotar. Rasgas un sobrecito y, con un<br />

asentimiento de ella, la penetras con precaución.<br />

Ve al 114.<br />

71<br />

Afortunadamente para ti, la armadura es<br />

muy lenta. Sujetas el casco por detrás de ella,<br />

amenazándole con quitárselo.<br />

– Ayúdame contra el cangrejo o te quedas<br />

sin cabeza –le intimidas.<br />

La armadura hace un ruido que tú interpretas<br />

como un asentimiento y el uno al lado<br />

del otro encaráis al cangrejo.<br />

Ve al 87.<br />

72<br />

Te descalzas y mueves la chancla nerviosamente<br />

de un lado a otro, captando su atención.<br />

El mono perro te la arrebata con su<br />

enorme mano de gorila y la tira a un lado. Lo<br />

81


82<br />

tienes frente a ti, está claro que no ha funcionado,<br />

¿qué haces?<br />

+ Pruebas a distraerle con el pollo de goma.<br />

Ve al 24.<br />

+ Le lanzas la mano del esqueleto. Ve al 88.<br />

+ No tienes nada más en tus bolsillos, das<br />

un paso atrás, cauto, pensando de nuevo en<br />

la comodidad de tu habitación. Ve al 48.<br />

73<br />

En el interior está muy oscuro, te alumbras<br />

con el móvil, pero hay poco a lo que iluminar.<br />

El suelo está encharcado, te mojas los pies.<br />

Pones cara de asco y lanzas una rápida mirada.<br />

No hay nada, es un simple baño. Abres<br />

un poco más la puerta pero algo te lo impide.<br />

Das un paso al interior, mojándote más los<br />

pies, y lleno de valor miras que hay detrás<br />

de esa mohosa puerta. Te quedas de piedra:<br />

un hacha es lo que impide abrirla del todo.<br />

Las imágenes del Resplandor se agolpan en<br />

tu mente. ¿Qué haces?<br />

+ Coges el hacha. Ve al 37.<br />

+ Sales del baño, cierras la puerta y sigues<br />

tu camino… Ese hacha te da mal rollo, además<br />

¿para qué la necesitas? Ve al 140.<br />

74<br />

El espantapájaros te mira sorprendido<br />

como si le extrañara tu presencia más que a<br />

ti la suya.<br />

– Si quieres pasar a esto has de contestar:<br />

¿Qué está por todas partes y es más peligroso<br />

que una bomba?<br />

+ La estupidez. Ve al 94.<br />

+ Los paraguas. Ve al 130.<br />

+ Los cacahuetes. Ve al 34.<br />

75<br />

Abres la puerta y en su interior encuentras<br />

un gran dormitorio, sorprendentemente bien<br />

conservado. A tu derecha hay una puerta que,<br />

por lo que supones, será un baño privado. Andas<br />

hacia la derecha y, tras lo que piensas<br />

que es el baño, hay otra puerta, te asomas y<br />

ves un enorme vestidor. Como la moda no es<br />

que te entusiasme, te giras para inspeccionar<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

la otra parte de la alcoba, pero conforme te<br />

giras oyes un ruido a tu espalda.<br />

Ve al 13.<br />

76<br />

Miras la casa y el miedo te invade, pero si<br />

ha quedado aquí contigo no puede ser muy<br />

peligroso, ¿no? Sientes las zanahorias en el<br />

bolsillo, te aferras a la pala y subes los escalones<br />

que van a parar a la cocina. Abres la<br />

puerta y la atraviesas. Ves un pasillo escasamente<br />

iluminado y amplio, como si fuera<br />

el hall de una mansión. La puerta se cierra a<br />

tu espalda con un fuerte golpe y te giras sobresaltado.<br />

No es la puerta por la que has pasado<br />

y, obviamente, no es una cocina. Miras<br />

por uno de los grandes cristales que hay a los<br />

lados y reconoces al instante la parte frontal<br />

de la casa. ¿Qué ha pasado? Sientes que el<br />

estómago se encoge, pero luego te acuerdas<br />

de Claudia y sus curvas de vértigo y eso te<br />

infunde valor. O al menos calor.<br />

Das un paso, dubitativo.<br />

– Claudia –susurras.<br />

Nadie contesta. Oyes una música muy suave.<br />

Das otro paso, crees que viene de algo que<br />

parece un salón. ¿Qué haces?<br />

+ Entras a ver de dónde sale esa música.<br />

Ve al 85.<br />

+ No quieres molestar (ni conocer) a quien<br />

quiera que esté tocando, prefieres seguir por<br />

el pasillo. Ve al 105.<br />

77<br />

Te acercas más al cuadro. Te llama la atención<br />

porque no pega nada en esa tétrica casa.<br />

Parece una pintura infantil, está lleno de colores,<br />

hay una casa morada, un bosque con<br />

flores blancas y un camino amarillo que se<br />

pierde por el horizonte del cuadro. Te sientes<br />

tan atraído por el dibujo que lo tocas. De repente<br />

sientes un hormigueo en el estómago y<br />

ves como todo da vueltas, no puedes evitarlo<br />

y cierras los ojos. Cuando la sensación desaparece<br />

los abres. Estás sentado en el camino<br />

amarillo.<br />

Ve al 25.


78<br />

Te empiezas a marear, sientes unos pasos.<br />

Claudia estrella algo en la cabeza de la niña<br />

zombie, que cae al suelo como un muñeco<br />

roto. Se arrodilla junto a ti.<br />

– Oh no… –exclama.<br />

Tus ojos se llenan de lágrimas y ella alza<br />

algo que tiene entre las manos. Cuando cae<br />

sobre ti, todo se vuelve negro. TU AVENTU-<br />

RA HA TERMINADO.<br />

79<br />

Golpeas con todas tus fuerzas el caparazón<br />

de ese gran cangrejo. A la derecha de la habitación<br />

la armadura contempla la escena y,<br />

para tu imaginación, sonríe. El enorme crustáceo<br />

convierte tu pala en virutas de madera.<br />

Ve al 19.<br />

80<br />

Abres cajones y armarios pero están todos<br />

vacíos y llenos de polvo. En el fondo no te extraña.<br />

Al lado de la ventana ves que algo reluce,<br />

te acercas. Es un zippo. Lo enciendes y<br />

compruebas que aún funciona y te lo guardas<br />

en el bolsillo. ¿Qué haces?<br />

+ Tomas el pasillo que tienes enfrente. Ve<br />

al 84.<br />

+ La curiosidad te puede y quieres ver que<br />

hay detrás de esa puerta. Ve al 36.<br />

81<br />

Desgraciadamente tus bolsillos están vacíos.<br />

El duende deja la copa en el suelo y se<br />

levanta para irse, pero tú sabes que es la única<br />

oportunidad que tienes para salir de ahí.<br />

Sin pensártelo saltas sobre él, derribándolo.<br />

Tira el dado o la moneda.<br />

+ Si sacas cara o 4 o más. Ve al 133.<br />

+ Si sacas cruz o 3 o menos. Ve al 5.<br />

82<br />

Tus pasos se vuelven más firmes aunque<br />

casi no ves lo que tienes delante. De hecho te<br />

das un golpe debajo de la rodilla, alumbras<br />

en busca del obstáculo y, sorprendido, lo en-<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

focas varias veces. Es el borde de una bañera.<br />

Alumbras dentro y ves unos pies de paja. El<br />

corazón te late velozmente, subes hasta pasar<br />

tu altura y no das crédito. Hay un espantapájaros<br />

en la bañera.<br />

Ve al 74.<br />

83<br />

La vena diplomática es poderosa en ti.<br />

– ¡Hola! –saludas dubitativo, sin saber si<br />

entenderá tu idioma–. ¿Has visto pasar a una<br />

chica?<br />

La armadura hace un ruido y empieza a<br />

gesticular, sus brazos se mueven tan rápido<br />

que no puedes interpretar nada. Además te<br />

distrae un ruido, un ruido extraño a tu espalda.<br />

La armadura se queda quieta y se pone<br />

delante de ti. Un cangrejo gigante se despoja<br />

de la manta que tiene encima. ¡Hay un cangrejo<br />

gigante en la cama! La armadura se<br />

pone en posición de atacar y tu sangre está de<br />

vacaciones porque deja que tu boca se quede<br />

abierta como un buzón.<br />

Ve al 87.<br />

84<br />

El pasillo está repleto de ventanales que<br />

van del techo al suelo, eso te permite ver el<br />

jardín de la parte de atrás, con su… jardinero.<br />

No te distraes y avanzas con las grandes<br />

ventanas a tu derecha. Llegas a un espacio<br />

grande con una gran mesa, el comedor. Del<br />

techo pende una gran lámpara de araña que<br />

otrora debió de ser muy bonita, pero que ahora<br />

sólo sirve para acumular telarañas. Te<br />

acercas más al gran comedor y conforme te<br />

aproximas oyes un leve ronquido incesante.<br />

Sabes que ahí no está Claudia, pero la curiosidad<br />

te puede y te asomas para comprobar<br />

de dónde procede el ruido.<br />

Ve al 116.<br />

85<br />

Parece que la música viene de la primera<br />

puerta que tienes a tu derecha. Pones la<br />

mano en el picaporte y la abres intentando<br />

hacer el mínimo ruido posible. El interior<br />

83


84<br />

está medio en penumbra, unas cortinas que<br />

te parecen de terciopelo atrapan la escasa luz<br />

proveniente de las farolas del exterior. Tus<br />

ojos se detienen en un enorme piano blanco<br />

que se encuentra en el centro de la habitación.<br />

La música te atrapa y te quedas embelesado<br />

por esa melodía.<br />

Tus pies adquieren vida propia y se acercan<br />

al piano para poder disfrutar mejor de esa<br />

adorable composición. De repente, la música<br />

deja de sonar y vuelves de golpe y porrazo a<br />

la realidad. Estás apoyado en el piano y ahora<br />

puedes ver perfectamente quién lo tocaba.<br />

Un ser con la piel completamente blanca te<br />

mira fijamente, sus ojos son como pozos negros<br />

y por la comisura del labio ves que le cae<br />

un hilillo de… ¡sangre! ¿Qué haces?<br />

+ ¡Oh dios mio, un vampiro de verdad! Sales<br />

corriendo de la habitación. Ve al 41.<br />

+ Las imágenes de Crepusculón se te agolpan<br />

en la cabeza y decides intentar hablar<br />

con él. Un vampiro no te lo encuentras todos<br />

los días. Ve al 129.<br />

86<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Ella te libera de tus calzoncillos, pero un<br />

fuerte golpe rompe la atmósfera. No estás<br />

dispuesto a que haya lo que haya ahí dentro<br />

te estropee el momento. Intentas incorporarte<br />

decidido a ir a ver, pero ella no te deja, eres<br />

preso de sus manos y de su sensual cuerpo.<br />

Ve al 69.<br />

87<br />

El crustáceo sólo presta atención a la armadura,<br />

como si tú no fueras un contrincante<br />

de altura, y tu empeño en ayudarla se ve<br />

frustrado porque ninguno de los dos repara<br />

en ti.<br />

Ve al 107.<br />

88<br />

El mono–perro sigue con la mirada el lanzamiento<br />

de la mano del esqueleto. Se acerca<br />

y la coge con sus manos de gorila. Dejándote<br />

a cuadros se empieza a rascar la espalda con<br />

ella. Intentando no llamar la atención retrocedes<br />

sigilosamente y sales del comedor. Por<br />

los pelos.<br />

Ve al 120.<br />

89<br />

Te paras enfrente de ella. No tenía pérdida,<br />

está justo a la entrada o, según se mire, a<br />

la salida del pueblo. Desde luego no te parece<br />

un sitio muy apropiado para tener la primera<br />

cita, pero ya que estás ahí no pierdes nada<br />

por entrar, ¿de qué tienes miedo? Te recriminas,<br />

serás idiota.<br />

Ve al 145.<br />

90<br />

Tu hombría te molesta en el pantalón, quieres<br />

volver junto a ella así que abres la puerta<br />

sin más miramientos. Sobre ti cae una ¿niña?<br />

El miedo te atenaza los músculos, la niña tiene<br />

los ojos blancos y se lanza a tu cuello. Tú,<br />

paralizado por el shock, no haces nada, y en<br />

una fracción de segundo sientes el dolor punzante<br />

y un líquido caliente por el cuello. ¡Te<br />

ha mordido!<br />

Ve al 78.


91<br />

Te mueves como si no hubiera un mañana<br />

y consigues zafarte de su pinza, con la única<br />

consecuencia de tener un trozo menos de<br />

pantalón. Te arrastras sin dejar de mirar al<br />

cangrejo y tu espalda topa con los pies de la<br />

armadura. Le miras con miedo, crees firmemente<br />

que vas a morir a manos de un ser<br />

que debería ser inanimado. En cambio, para<br />

tu sorpresa, la armadura ataca al cangrejo.<br />

Aprovechas y te escabulles como puedes.<br />

¡Buf!<br />

Ve al 107.<br />

92<br />

Realmente has molestado al esqueleto, te<br />

da un capón en la cabeza y te da patadas en<br />

el culo hasta que te lleva hacia la puerta por<br />

donde has entrado. El esqueleto te la cierra<br />

en las narices. Estás aturdido y cansado. Enfilas<br />

el corredor con distintas partes de tu<br />

cuerpo doloridas. Serás idiota, eso te pasa<br />

por curioso. Ve al 84.<br />

93<br />

Te acercas al gato y le miras con suspicacia<br />

desde abajo.<br />

– ¿Hablas? –le preguntas, ya puestos…<br />

– Por supuesto que sí –te contesta con una<br />

amplia sonrisa.<br />

– ¿Dónde estoy?<br />

– ¿Dónde te gustaría estar?<br />

– Eso no viene al caso –le contestas–, quiero<br />

saber cómo salir de aquí.<br />

– Para salir primero hay que entrar. –La<br />

sonrisa empieza a ponerte de los nervios.<br />

¿Qué haces?<br />

+ Le tiras una chancla al jodido gato. Ve al<br />

29.<br />

+ Emprendes el camino amarillo, dejando<br />

al gato en su árbol. De ti no se ríe nadie. Ve<br />

al 53.<br />

94<br />

– No vas mal desencaminado, doy por co-<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

rrecta tu respuesta. Puedes pasar –dice el espantapájaros.<br />

La bañera comienza a levitar lo justo para<br />

que pases por debajo al otro lado del pasillo.<br />

Ve al 141.<br />

95<br />

– ¡Un pollo de goma! ¿Por qué clase de<br />

duende me has tomado?<br />

Está enfadadísimo empiezas a retroceder<br />

pero no te da tiempo y te ves dentro del armario.<br />

De repente se queda todo oscuro y oyes<br />

un plof.<br />

+ Si tienes un mechero o un zippo ve al 15.<br />

+ Si prefieres utilizar el móvil para iluminarte<br />

y todavía lo tienes, ve al 103.<br />

+ Si no tienes nada y te quedas a oscuras<br />

ve al 146.<br />

96<br />

Se nota que eres el siguiente paso de la<br />

evolución, la criatura no domina del todo sus<br />

patas traseras y tú aprovechas para hacer un<br />

quiebro y salir corriendo del comedor. Desde<br />

luego no parecía muy peligrosa.<br />

Ve al 120.<br />

97<br />

A los pocos pasos ves una puerta a tu izquierda,<br />

la parte de abajo está verde como si<br />

hubiese estado en contacto con el agua demasiado<br />

tiempo, ¿qué haces?<br />

+ Entras, prefieres investigar todo, por si<br />

acaso… Ve al 73.<br />

+ Esa puerta no te da buena espina, prefieres<br />

continuar… Ve al 140.<br />

98<br />

Ella te pone las manos en el pecho para frenarte.<br />

– Eh… tranquilízate. –La observas, ¡y una<br />

mierda! Con lo que te ha costado llegar…<br />

La besas y te aferras a ella, ella te devuelve<br />

los besos intentando zafarse. Forcejea y<br />

de repente ois un golpe seco en la puerta del<br />

fondo del desván. ¿Qué cojones será ahora?<br />

Tú quieres ignorarlo pero ella te mira preo-<br />

85


86<br />

cupada. Te vuelves a cagar en la puta y te<br />

levantas a ver.<br />

Ve al 106.<br />

99<br />

El pasillo no es muy largo, de hecho sólo<br />

tiene tres puertas. ¿Cuál abres primero?<br />

+ La derecha. Ve al 123.<br />

+ La izquierda. Ve al 75.<br />

100<br />

Tienes la mano en el oxidado picaporte<br />

pero al sentir su tacto te corre un escalofrío<br />

por la espalda. Miras a tu alrededor, a tu<br />

izquierda hay un arco y detrás de ti las escaleras,<br />

¿qué haces?<br />

+ Te lo piensas mejor y prefieres ir al piso<br />

de arriba, tantas puertas cerradas no pueden<br />

tener nada bueno. Ve al 68.<br />

+ El arco, en el que antes no has reparado,<br />

te seduce más. Te encaminas hacia él. Ve al<br />

84.<br />

+ Tragas saliva y sigues en tu empeño de<br />

investigar todas las habitaciones. Abres la<br />

puerta, ve al 28.<br />

101<br />

Según avanzas bordeando la casa ves que<br />

está bastante perjudicada, a la fachada apenas<br />

le queda pintura. En fin… por eso la llaman<br />

la Casa Abandonada, ¿no? En la parte<br />

de atrás ves que hay un pequeño huerto y<br />

a lo lejos te parece entrever una figura, ¿un<br />

hombre? Te acercas más. A tu derecha está la<br />

casa y a tu izquierda hay un pequeño vallado<br />

de flores preciosas que te llaman la atención<br />

por su colorido. Te extraña ver ese tipo de<br />

vegetación en la parte de atrás de una casa<br />

abandonada. ¿Qué haces?<br />

+ Los colores te dejan obnubilado, no puedes<br />

dejar de mirarlos y te acercas más, apoyándote<br />

en la pequeña verja, para contemplarlas<br />

mejor. Ve al 32.<br />

+ Decides acercarte al hombre, quizás él<br />

pueda decirte si ha visto entrar a alguien en<br />

la casa. Ve al 60.<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

102<br />

El cangrejo te destroza los pantalones y te<br />

pellizca el culo, tus piernas te empiezan a escocer<br />

ahí donde el supercrustáceo ha traspasado<br />

tu piel. Te zarandea y te tira, cayendo<br />

justo encima de la armadura. La armadura<br />

se levanta enseguida y arremete contra el<br />

cangrejo, parece que no le ha gustado nada<br />

esa ofensa. Aprovechas su distracción para<br />

separarte lo máximo de esas dos criaturas.<br />

Ve al 107.<br />

103<br />

La pantalla del móvil te permite ver todo<br />

el cuarto y morirte de miedo a la vez que ves<br />

toda tu vida pasar cuando una criatura gigantesca<br />

y horrible que te recuerda a un troll<br />

viene corriendo hacia ti.<br />

Ve al 63.<br />

104<br />

Sirviéndote de los brazos, te arrastras cerrando<br />

la puertecilla que tan incautamente<br />

habías abierto. Serás idiota. Afortunadamente<br />

es una planta, así que te alejas de ahí sin<br />

problemas. Eso sí, cojeando.<br />

Ve al 40.<br />

105<br />

Das unos pasos por el pasillo y a tu izquierda<br />

ves una puerta, intentas abrirla pero está<br />

cerrada. Sin darle más importancia, continúas.<br />

Conforme te alejas de la puerta, todo<br />

se pone cada vez más oscuro. Sacas el móvil<br />

para alumbrarte. Enfocas a la pared de tu izquierda<br />

y ves un siniestro cuadro.<br />

+ Si quieres pararte a inspeccionar ve al<br />

77.<br />

+ Si prefieres continuar por el pasillo ve al<br />

97.<br />

106<br />

Abres la puerta sin pensártelo dos veces,<br />

por fin la has encontrado, sólo quieres disfrutar<br />

de ella. Un ser que no te llega a la cintura<br />

arremete contra ti. De la sorpresa te tira al<br />

suelo. Es una niña, una niña con ojos blancos


y cuya boca se acerca peligrosamente.<br />

– ¡Joder! –gritas.<br />

La niña zombie aprovecha tu breve estado<br />

de shock y se lanza contra tu cuello.<br />

Ve al 1.<br />

107<br />

El cangrejo y la armadura continúan en su<br />

particular batalla. Tú observas la habitación,<br />

hay una puerta en la esquina izquierda. Te<br />

acercas sigilosamente para no interrumpir y<br />

la abres. Ves escaleras ascendentes. Con el<br />

único propósito de no interferir en la pelea,<br />

porque es de mala educación, las subes.<br />

Ve al 6.<br />

108<br />

El cuerpo se te revuelve por el puñetazo,<br />

pierdes parte de la visión y sientes que te vas<br />

a caer al suelo, estás profundamente mareado.<br />

“Puto duende de los tratos”, piensas, “te<br />

ha dejado inútil”. El esqueleto viene hacia ti<br />

con determinación y empieza a zurrarte en la<br />

cabeza y en el culo. Sientes unas terribles ganas<br />

de vomitar mientras intentas esquivarlo.<br />

Ve al 92.<br />

109<br />

Emprendes el camino de vuelta, ya eres<br />

mayorcito para colarte en propiedades ajenas.<br />

Levantas la vista de tus chanclas y te<br />

fijas en una pared que está llena de grafitis.<br />

Ahí está escrito: No pensarás abandonar tan<br />

pronto… Es una pena, yo te seguiré esperando<br />

ya sabes donde. ¿Qué haces?<br />

+ Sigues de vuelta al hotel, es obvio que te<br />

ha sorprendido, pero ya os reiréis de esto si<br />

la vuelves a ver al día siguiente en la playa.<br />

Ve al 125.<br />

+ Cambias de opinión y vas a la Casa Abandonada.<br />

Ve al 89.<br />

110<br />

Se sienta sobre ti y sientes un placer embriagador,<br />

ella marca el ritmo, te dejas hacer,<br />

pero sabes que estás demasiado excitado<br />

como para aguantar mucho más rato. Cierras<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

los ojos para concentrarte en la respiración.<br />

Es inútil.<br />

+ Te dejas ir. Ve al 50.<br />

+ Cambias de postura. Ve al 12.<br />

111<br />

La armadura se siente ofendida por tu postura<br />

agresiva y arremete contra ti con la cabeza.<br />

Eso te pilla desprevenido y te ves empujado<br />

hasta la cama, la cual, cuando caes<br />

encima, se empieza a mover. La cama es muy<br />

dura, pero qué cojones… Debajo de la gran<br />

colcha, a la altura del cabecero, distingues<br />

unas gigantescas pinzas. ¡Es un enorme cangrejo!<br />

Por la impresión te caes de culo contra<br />

el suelo e intentas poner la mayor distancia<br />

posible, pero por un lado tienes a la armadura<br />

y por el otro el gran cangrejo que parece<br />

furioso por haber sido despertado.<br />

Ve al 135.<br />

112<br />

Definitivamente no eres un héroe literario,<br />

cierras la puerta tras de ti. ¿Qué coño era<br />

eso? Cuando recuperas el ritmo de respiración<br />

normal, te planteas donde ir ahora.<br />

+ Atraviesas el arco que hay a tu derecha.<br />

Ve al 84.<br />

+ Harto de esta planta decides probar suerte<br />

en el piso superior, ¿habrá algo peor? Ve<br />

al 68.<br />

113<br />

El sueño ha sido reparador. Crees que han<br />

pasado algunas horas, sin embargo, el sol<br />

sigue reluciendo. Sin nada mejor que hacer,<br />

emprendes el camino amarillo.<br />

Ve al 53.<br />

114<br />

Sus gemidos son embriagadores, pero se<br />

oyen golpes en la puerta del rincón, la cual no<br />

habías visto. Los ignoras. Con cada embestida<br />

oyes menos y te sumerges en el placer,<br />

tanto el tuyo como el de ella. Temblando te<br />

aferras a sus caderas y te dejas ir, agotado,<br />

en ese nirvana de sensaciones.<br />

87


88<br />

– ¿Qué será eso? –pregunta ella intentando<br />

recuperar la respiración normal y mirando a<br />

la puerta.<br />

+ Te levantas a ver. Ve al 134.<br />

+ Decides ignorarlo y seguir recostado con<br />

ella. Ve al 30.<br />

115<br />

– Otra vez tú, saco de huesos –te increpa<br />

el duende.<br />

– Lamento molestarle –dices dando un<br />

paso atrás.<br />

– Más lo vas a lamentar –amenaza. Tira de<br />

ti y te ves dentro del armario.<br />

De repente se queda todo oscuro y oyes un<br />

plof.<br />

+ Si tienes un mechero o un zippo, ve al 15.<br />

+ Si prefieres utilizar el móvil para iluminarte<br />

y aún lo tienes, ve al 103.<br />

+ Si no tienes nada y te quedas a oscuras,<br />

ve al 146<br />

116<br />

No puedes dar crédito a lo que ves, ante<br />

ti tienes un híbrido, la cabeza y las ¿patas?<br />

delanteras son de un mono, pero el tronco y<br />

las patas traseras son de un perro. Te quedas<br />

embobado mirando la criatura, inconscientemente<br />

te acercas más.<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

De improviso, la criatura gira la cabeza hacia<br />

ti, ¿es furia lo que desprenden sus ojos?<br />

Parece que va a atacar, ¿qué haces?<br />

+ Lo tienes claro, intentas distraerle con<br />

una de tus chanclas. Es medio perro, ¿no? Ve<br />

al 72.<br />

+ Utilizas tu pollo de goma, lo aprietas y<br />

suena. Ya has captado su atención. Ve al 24.<br />

+ Sabías que la mano de esqueleto te serviría<br />

para algo, sintiéndolo mucho te desprendes<br />

de ella tirándosela a la extraña criatura.<br />

Ve al 88.<br />

+ En tus bolsillos no tienes nada que te<br />

pueda servir así que con el miedo instalado<br />

en tus rodillas te pones en posición defensiva.<br />

Ve al 48.<br />

117<br />

Tiras fuerte, pero el hacha no se mueve.<br />

Le pones empeño y sigues tirando, notas que<br />

empieza a ceder. Haces un último esfuerzo y<br />

el hacha sale, pero por el impulso te caes de<br />

culo al suelo encharcado. “Mierda”, te lamentas.<br />

Te levantas evaluando el estado de tus<br />

pantalones y sales del baño con el hacha en<br />

la mano.<br />

Ve al 140.<br />

118<br />

Estás sin habla, tiene la piel muy pálida y<br />

en tu fuero interno sabes que es un fantasma,<br />

pero tu parte más racional se niega a aceptarlo.<br />

– Hola, ¿qué tal? –le contestas.<br />

– ¿Quieres ser mi novio? –te pregunta, pestañeando<br />

repetidamente.<br />

– Soy… –te pasas la mano por el cuello–<br />

soy un poco mayor para ti, ¿no?<br />

– No –dice sonriendo–, mi papi le sacaba a<br />

mi mami doce años.<br />

– Ah… –Te quedas sin habla–. Es que yo…<br />

ya tengo novia.<br />

Y te arrepientes en el mismo instante en<br />

que sale de tu boca.<br />

– ¡Todos tenéis novia! –grita.<br />

Con el miedo atenazándote las venas, te<br />

pones rígido contemplándola.


Ve al 58.<br />

119<br />

El gruñido es más fuerte y sientes avanzar<br />

algo hacia ti. Mueves la llama frenéticamente<br />

y tienes que encenderlo más de una vez. Lo<br />

que sea que gruña está muy cerca, temerosamente<br />

vuelves a alzar el mechero y te topas<br />

con un feo troll que suelta espumarajos por la<br />

boca. Es el final.<br />

Ve al 63.<br />

120<br />

Llegas al pasillo principal, miras las escaleras,<br />

suspiras. Tiene que estar arriba. Y te<br />

encaminas al piso superior.<br />

Ve al 68.<br />

121<br />

Un duende que no debe llegarte por encima<br />

de la cintura está sentado sobre un tronco<br />

caído. Va vestido de barman y en su mano<br />

lleva una copa de color rojo y una guinda en<br />

su interior.<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

– ¿Quién eres? –preguntas harto de ese lugar.<br />

– Soy el duende de los tratos. ¿Necesitas<br />

algo, muchacho? –te pregunta.<br />

– Sí, quiero salir de aquí.<br />

– Yo puedo ayudarte, chico. Sólo con un<br />

chasquido de mis dedos estarás de vuelta.<br />

– Hazlo –le apremias.<br />

– He dicho que soy el duende de los tratos.<br />

¿Tienes algo para mí?<br />

+ Si tienes una bolsa de chuches, ve al 45.<br />

+ Si crees que la estaca le puede interesar,<br />

ve al 67.<br />

+ Si tienes una zanahoria, ve al 61.<br />

+ Si no tienes nada que ofrecer, ve al 81.<br />

122<br />

Le subes la camiseta hasta sacársela por<br />

la cabeza, lo que te permite ver un sujetador<br />

rosa no lo suficientemente grande como para<br />

que guarde todo para lo que está diseñado.<br />

Le sujetas las caderas y la atraes hacia ti,<br />

estás totalmente excitado. Ella te besa y te<br />

quita la camiseta. De repente se oye un ruido<br />

procedente de una puerta en la cual no habías<br />

reparado.<br />

+ Te dejas de historias y sigues dando a tus<br />

manos la libertad que necesitan. Ve al 54.<br />

+ Ves que ella se asusta un poco, sacas el<br />

macho que llevas dentro y te acercas a esa<br />

puta puerta. Ve al 90.<br />

123<br />

Abres la puerta y te encuentras el típico<br />

cuartucho de limpieza. La cierras sin más.<br />

+ Optas ahora por la que está enfrente de<br />

ti. Ve al 75.<br />

+ Prefieres avanzar a la puerta de la habitación<br />

de al lado. Ve al 51.<br />

124<br />

Ella se acerca aún más a ti. Contienes el<br />

aliento, ¿te atacará? Cierras los ojos y de repente<br />

sientes algo frío sobre tus labios, los<br />

abres y ves que la tienes encima. ¡Te está besando!<br />

– ¡Qué suerte tienen algunas! Tu chica está<br />

89


90<br />

arriba –dice y desaparece tan espontáneamente<br />

como ha llegado. Por lo menos sabes<br />

que está en esta extraña casa.<br />

Echas un vistazo a tú alrededor y ves que<br />

en la encimera hay un objeto extraño, te acercas<br />

y… te sorprendes al descubrir que es un<br />

pollo de goma; lo coges, nunca se sabe… ¿Qué<br />

haces ahora?<br />

+ Ves que hay una puerta prácticamente<br />

cubierta a tu derecha, decides ver que hay.<br />

Ve al 36.<br />

+ A tu izquierda hay un corredor que comunica<br />

con el arco que has visto fuera, decides ir<br />

por él. Ve al 84.<br />

+ Investigas a fondo la cocina por si encuentras<br />

algo que te puedas ser de utilidad.<br />

Ve al 80.<br />

125<br />

Decides evitar la avenida principal porque<br />

está llena de turistas y te metes por una calle<br />

estrecha donde hay chalets con las toallas en<br />

las barandillas. Sólo hay una farola encendida,<br />

con lo cual la oscuridad se impone. Aceleras<br />

el paso y al final de la calle ves a una<br />

figura oscura parada en mitad de la calzada.<br />

Conforme te acercas oyes que gruñe. Te detienes<br />

dubitativo, ¿qué haces?<br />

+ Pasas al lado de la figura extraña, seguro<br />

que son imaginaciones tuyas y te ignora. Ve<br />

al 49.<br />

+ Te das media vuelta y echas a correr. Ve<br />

al 137.<br />

+ Te enfrentas a ella. Ve al 33.<br />

126<br />

Ella acepta, la verdad es que quieres salir<br />

de esa horrible casa. ¿Cómo habrá evitado<br />

ella a todos sus… huéspedes? Se acerca a la<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

ventana, tú te terminas de poner la camiseta.<br />

– ¿Has subido por ahí? –preguntas.<br />

– Claro –dice ella sonriendo.<br />

Eso lo explica todo. La puerta de la izquierda<br />

no hace más que sonar, ahora más insistentemente.<br />

Ella se descuelga por la cuerda.<br />

Pero lo que te ha llevado allí es tu naturaleza<br />

curiosa, así que decides abrir esa maldita<br />

puerta.<br />

Ve al 46.<br />

127<br />

Abres lo ojos profundamente desorientado,<br />

qué mal huele… estás mojado y sucio, y<br />

tienes… manchas marrones en la camiseta y<br />

en los pantalones… ¡qué asco! Sólo recuerdas<br />

esos brazos atrayéndote y ¿comiéndote? Por<br />

tu aspecto parece que la criatura te ha devuelto<br />

o algo peor… Profundamente asqueado<br />

sales de ese cutre baño.<br />

Ve al 2.<br />

128<br />

Abres la puerta decidido, la habitación parece<br />

sacada de un hotel. Hay una cama, una<br />

mesilla, un armario… todo muy diáfano, y<br />

deduces que será un cuarto de invitados. Te<br />

diriges al armario que está a tu izquierda, es<br />

empotrado pero la puerta esta entreabierta.<br />

¿Qué haces?<br />

+ Ya puestos, te acercas a ver qué hay. Ve<br />

al 131.<br />

+ Has tenido suficiente y seguro que Claudia<br />

no estará en el armario. Sales de la habitación.<br />

Ve al 35.<br />

129<br />

– ¿Qué haces aquí? –preguntas. El vampiro<br />

te mira con admiración o tal vez con hambre.<br />

– Soy presa de una terrible maldición, hace<br />

varios siglos el Clan de los Vampiros me desterró<br />

a este horrible lugar por no ser digno de<br />

mi naturaleza.<br />

– ¿De tu naturaleza? –El vampiro te mira<br />

con ojos vidriosos y continúa.<br />

– Sí, yo soy muy romántico además de vegetariano.<br />

Hubo un tiempo que hasta hicieron


historias sobre mí los humanos… –Suspira<br />

melancólicamente–. El Clan me dijo que era<br />

una vergüenza para nuestra raza, que gracias<br />

a mí los vampiros no iban a ser vistos de<br />

otra forma. Yo dije que esta manera es mejor,<br />

sin sangre, sin matanzas… No me dejaron<br />

seguir hablando, me mandaron aquí… Por lo<br />

menos me trajeron mi piano.<br />

Sientes una profunda pena por el vampiro<br />

sensiblero.<br />

– ¿Puedo ayudarte de alguna manera? –le<br />

dices.<br />

– Sí –te tiende una estaca–, mátame. Es la<br />

única manera de acabar con mi sufrimiento.<br />

Le miras sorprendido, pero sabes que habla<br />

completamente en serio. ¿Qué haces?<br />

+ Le estrechas la mano y le clavas la estaca.<br />

Ve al 11.<br />

+ Las fuerzas te flaquean, no puedes hacerlo.<br />

Te disculpas y sales de la habitación. Ve<br />

al 105.<br />

130<br />

– Buena elección, muchas veces el paraguas<br />

es más peligroso que una bomba –dice<br />

el espantapájaros satisfecho.<br />

La bañera comienza a levitar lo justo para<br />

que pases por debajo al otro lado del pasillo.<br />

Ve al 141.<br />

131<br />

Te acercas sigilosamente y abres la puerta.<br />

Dentro te encuentras con una criatura<br />

pequeña que te llega a la cintura de orejas<br />

puntiagudas: el duende.<br />

+ Si te has tomado la pastilla, ve al 115.<br />

+ Si ese bicho te parece lo más feo que has<br />

visto nunca, ve al 144.<br />

+ Si te alegras de volver a verle, ve al 47.<br />

132<br />

No tan rápido. El esqueleto se mueve con<br />

gran agilidad para tu sorpresa y te bloquea<br />

el paso, está realmente enfadado, ¿por qué<br />

te habrás acercado a tocarle? Te reprendes.<br />

Tira el dado o una moneda.<br />

+ Si sacas cara o 4 o más, ve al 44.<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

+ Si sacas cruz o 3 o menos. ve al 92.<br />

133<br />

El duende no opone resistencia y empieza a<br />

gimotear en cuanto te ve encima de él inmovilizándolo.<br />

Le obligas a que chasquee los dedos<br />

e inmediatamente sientes ese cosquilleo<br />

en el estómago. Estás regresando.<br />

Ve al 21.<br />

134<br />

Tus neuronas aún no han vuelto al sitio<br />

que les corresponde y sin pensarlo abres la<br />

puerta.<br />

Ve al 46.<br />

135<br />

Estás entre las dos criaturas, a la derecha<br />

la armadura, enfrente el cangrejo. ¿Qué haces?<br />

+ Atacas primero a la armadura. Ve al 31.<br />

+ Atacas primero al cangrejo. Ve al 59.<br />

136<br />

– Oh… las primeras miradas, las primeras<br />

caricias –dice…¿risueña?–. Es una chica con<br />

suerte, con gustos raros por venir aquí, pero<br />

con suerte.<br />

Te acaricia la cara, si a eso se le puede llamar<br />

caricia, y desaparece. Echas un vistazo a<br />

tu alrededor y ves que en la encimera hay un<br />

objeto extraño, te acercas y… te sorprendes<br />

al descubrir que es un pollo de goma; lo coges,<br />

nunca se sabe… ¿Qué haces ahora?<br />

+ Ves que hay una puerta prácticamente<br />

cubierta a tu derecha, decides ver que hay.<br />

Ve al 36.<br />

+ A tu izquierda hay un corredor que comunica<br />

con el arco que has visto fuera, decides ir<br />

por él. Ve al 84.<br />

+ Investigas a fondo la cocina por si encuentras<br />

algo que te puedas ser de utilidad.<br />

Ve al 80.<br />

137<br />

Corres como si te fuera la vida en ello, de<br />

hecho crees que es así. Te giras un par de<br />

91


92<br />

veces y la criatura te sigue de cerca. Te das<br />

cuenta de que corre ayudándose con los brazos,<br />

como si de un gorila se tratara. Tomas<br />

una avenida ancha pero no muy habitada<br />

que lleva a las afueras del pueblo. Te giras<br />

y te das cuenta de que lo que te perseguía no<br />

está por ningún sitio. Te sientas en el bordillo<br />

para tomar aire. Levantas la vista. “¡No me<br />

jodas!”, dices. Estás delante de la Casa Abandonada.<br />

¿Qué haces?<br />

+ Te levantas y entras en la Casa, ya que<br />

estás… Ve al 145.<br />

+ Te quedas sentado pensando qué hacer.<br />

Ve al 17.<br />

+ Rodeas la Casa para evitar sorpresas y<br />

dar más tiempo por si la criatura sigue por<br />

los alrededores. Ve al 101.<br />

138<br />

– ¡Oooooh, chuches! Me encantan.<br />

Te las arrebata de la mano y con la boca<br />

llena te dice:<br />

– La chica está arriba en la buhardilla,<br />

pero antes tendrás que encontrar las escaleras<br />

para subir. –Con una risa traviesa seguido<br />

de un plof se esfuma y te deja solo.<br />

Sales del cuarto con un destino claro, encontrar<br />

esas dichosas escaleras.<br />

Ve al 35.<br />

139<br />

Estás temblando, toda la valentía se te<br />

ha congelado en las venas. Te da igual que<br />

el móvil se haya quedado allí en mitad de la<br />

cocina. No volverías a entrar ni muerto. Más<br />

asustado que nunca vuelves a mirar a tu alrededor.<br />

¿Dónde vas?<br />

+ A la derecha, hacia el arco. Ve al 84.<br />

+ Te decantas definitivamente por el piso<br />

de arriba. Ve al 68.<br />

140<br />

Sigues avanzando por el pasillo, te parece<br />

ver al fondo una luz. De hecho es la única luz<br />

que entra aparte de la de la puerta principal.<br />

Sigues avanzando y ves a tu izquierda unas<br />

escaleras que suben y a tu derecha una puer-<br />

CRIS MIGUEL<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

ta. ¿Qué haces?<br />

+ Te sientes cansado y prefieres examinar<br />

toda la planta inferior primero. Escaleras,<br />

¡qué pereza! Vas a la puerta de la derecha.<br />

Ve al 100.<br />

+ En esta planta no parece haber nadie, si<br />

Claudia estuviera por aquí te hubiese oído.<br />

Decides ver si está en el piso superior. Ve al<br />

68.<br />

141<br />

El corredor sigue estando a oscuras. Sigues<br />

iluminando malamente y por suerte no te das<br />

de cabeza con la pared que tienes enfrente.<br />

Giras en el último segundo, llevándote sólo<br />

un golpetazo en el hombro derecho. Sigues<br />

andando y al final del pasillo, a mano izquierda,<br />

hay una puerta. ¡Por fin!<br />

Ve al 22.<br />

142<br />

Una vez de nuevo en el rellano, ¿por dónde<br />

vas?<br />

+ Sigues por el pasillo. Ve al 99.<br />

+ Vas a la puerta que tienes en frente al<br />

otro lado de las escaleras. Ve al 128.<br />

143<br />

En medio de tu trance, no te percatas de<br />

que en un árbol cercano ha aparecido un<br />

gato. Esto es demasiado surrealista, piensas.<br />

+ Si quieres ir a hablar con el gato, ve al 93.<br />

+ Si te sabes el cuento y prefieres tomar tu<br />

camino, ve al 53.<br />

144<br />

– ¿Quién eres tú? –le preguntas intimidado.<br />

– Soy el duende de los tratos –dice sonriente.<br />

– ¡Oh! –exclamas realmente sorprendido.<br />

– ¿Necesitas algo muchacho? –te pregunta.<br />

– Hmm… bueno… ¿Ha visto usted a una<br />

chica entrar en la casa esta noche?<br />

– Te responderé si me das algo a cambio,<br />

chico.<br />

Buscas en tus bolsillos, ¿qué crees que le


puede interesar más al duende de los tratos?<br />

+ Puede que le haga gracia el pollo de goma,<br />

se lo ofreces. Ve al 95.<br />

+ Como buen hijo de tu madre, crees que<br />

a todos se nos conquista con el estómago, le<br />

ofreces unas cuantas chuches. Ve al 138.<br />

+ Es lo más valioso que tienes pero, pensándolo<br />

bien, ¿a ti para que te sirve? Le ofreces<br />

el cuerno de unicornio. Ve al 39.<br />

145<br />

Subes los escalones de la entrada, de cerca<br />

parece más terrorífica si cabe. La puerta<br />

está entreabierta, empujas. Ves un pasillo<br />

escasamente iluminado. Sintiéndote uno de<br />

los cinco pero estando solo, entras. La puerta<br />

se cierra a tu espalda. “Qué típico”, piensas.<br />

Das un paso dubitativo.<br />

– Claudia –susurras.<br />

Nadie contesta. Oyes una música muy suave.<br />

Das otro paso, crees que viene del salón.<br />

¿Qué haces?<br />

+ Entras a ver de dónde sale esa música.<br />

Ve al 85.<br />

+ No quieres molestar a quien quiera que<br />

esté tocando, prefieres seguir por el pasillo.<br />

Ve al 105.<br />

146<br />

Te quedas muy quieto, esperando a que tus<br />

ojos se acostumbren. Mientras, olisqueas el<br />

aire y te das cuenta de que eso no huele como<br />

un armario. Una de tus inhalaciones suena<br />

más fuerte y te sorprendes. ¡Qué pedazo de<br />

pulmones! Entonces oyes dos más… pero tú<br />

no eres. Un gruñido gutural llena la estancia,<br />

una rendija de tenue luz se cuela por algún<br />

sitio y ante ti ves recortada en la oscuridad la<br />

silueta de un enorme y feo troll.<br />

Muerto de miedo, ve al 63.<br />

147<br />

Os quedáis adormilados,<br />

– ¿Vamos a tomar algo? –propones.<br />

– Bueno, vale… –dice ella.<br />

Os levantáis y os vestís. Tú estás un poco<br />

ido, aún sumergido en la reciente vorágine de<br />

JUEGAS O MUERES<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

placer. Sin ser muy dueño de tus movimientos,<br />

te diriges a la puerta.<br />

– Esa no es la salid… –Oyes que Claudia<br />

dice algo, pero la ignoras inconscientemente.<br />

Ve al 134.<br />

148<br />

Os quedáis adormilados, parece mentira<br />

que sin conoceros tengáis tanta complicidad,<br />

como si dos mecanismos independientes encajaran<br />

a la perfección. Suena un fuerte golpe<br />

proveniente de la jodida puerta. Os desperezáis<br />

y os vestís.<br />

– Vámonos, anda –dice ella.<br />

– Tengo curiosidad por saber lo que hay –<br />

dices.<br />

– No seas tonto, seguro que es un perro con<br />

rabia y hambriento. –Tira de ti hacia la ventana.<br />

– ¿Has subido por ahí? –le preguntas.<br />

– Claro, a saber lo que hay aquí dentro. –<br />

Tú sabes muy bien lo que hay.<br />

– Quiero ver qué es… –Tu curiosidad habla<br />

por ti.<br />

– No… venga… –Ella pone carita de pena<br />

y no te puedes resistir, dejas la curiosidad a<br />

un lado.<br />

Te descuelgas por la ventana y caéis al césped<br />

entre risas. Vais cogidos de la mano, hacia<br />

la playa. Es verano y hay que disfrutar.<br />

TU AVENTURA HA TERMINADO.<br />

93


94<br />

Revisión de las extrañas y retorcidas criaturas responsables de las desgracias de esta publicación.<br />

Carlos Javier Eguren Hernández<br />

@Carlos_Eguren<br />

Cris Miguel<br />

@Cris_MiCa<br />

J. R. Plana<br />

@jrplana<br />

BESTIARIO<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

Diego Fernández Villaverde<br />

@LordAguafiestin<br />

Ramón Plana<br />

@DocZero48<br />

Rubén Pozo Verdugo<br />

@RP_Verdugo

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