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Pdf Nº5 - Ánima Barda

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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> es una<br />

revista literaria en<br />

español, de relatos<br />

y cuentos cortos de<br />

temáticas de terror,<br />

fantasía, ciencia<br />

ficción, policíaca,<br />

noir, aventuras de<br />

todo tipo, incluidas<br />

orientales y eróticas,<br />

héroes misteriosos,<br />

situaciones absurdas,<br />

relato social y<br />

de humor<br />

La revista es de publicación<br />

mensual y<br />

se edita en Madrid,<br />

España.<br />

ISBN<br />

2254-0466<br />

EDITADA POR<br />

J. R. Plana<br />

AYDT. ED. Y<br />

CORRECCIÓN<br />

Cristina Miguel<br />

ILUSTR, DISEÑO<br />

Y MAQUET.<br />

J. R. Plana<br />

LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />

Ana Gasull<br />

Fantasía<br />

LAS CHICAS DE JOE<br />

J. R. Plana<br />

Noir<br />

LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />

Víctor M. Yeste<br />

Fantasía<br />

ESPEJOS ROTOS - III<br />

R. P. Verdugo<br />

Terror<br />

TÚNELES ALTERADOS<br />

Ricardo Castillo<br />

Espada y brujería<br />

UN AMOR BAJO EL MISMO CIELO<br />

Eleazar Herrera<br />

Ciencia ficción<br />

LA BANSHEE<br />

Patricia O.<br />

Terror<br />

FERGUS FERGUSON Nº4<br />

M. C. Catalán<br />

Humor<br />

TRÁGICO DESENLACE<br />

Diego Fdez. Villaverde<br />

Aventura medieval<br />

Pulp Magazine<br />

Núm. V Junio 2012<br />

www.animabarda.com<br />

Relatos<br />

7<br />

16<br />

23<br />

33<br />

41<br />

52<br />

58<br />

65<br />

69<br />

3


4<br />

78<br />

El resto<br />

5<br />

6<br />

88<br />

PERGAMINO DE ISAMU IV<br />

Ramón Plana<br />

Aventura samurái<br />

Búscanos en las redes sociales<br />

UNAS PALABRAS DEL JEFE<br />

Dediquemos un minuto a leer los pensamientos del editor<br />

HISTORIA DEL PULP<br />

Elaboramos esta sección con el fin de acercar el maravilloso<br />

mundo del pulp a los lectores<br />

BESTIARIO<br />

Catálogo de las extrañas criaturas que alimentan estas páginas<br />

@animabarda<br />

www.facebook.com/Anima<strong>Barda</strong><br />

Anima <strong>Barda</strong> (google +)<br />

Si quieres contactar con nosotros, escríbenos a respuesta@animabarda.com<br />

Si quieres colaborar en la revista, escríbenos a redaccion@animabarda.com y te informaremos<br />

de las condiciones.<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> es una publicación independiente, todos los autores colaboran de forma desinteresada y voluntaria.<br />

La revista no se hace responsable de las opiniones de los autores.<br />

Copyright © 2012 Jorge R. Plana, de la revista y todo su contenido. Todos los derechos reservados; reproducción<br />

prohibida sin previa autorización.


UNAS PALABRAS DEL JEFE<br />

Unas palabras del jefe<br />

J. R. Plana<br />

Los proyectos en Internet son siempre<br />

difíciles. Salvo que tengas una idea<br />

brillante y novedosa que pegue el pelotazo,<br />

abrirte un hueco en condiciones en<br />

Internet es complicado, conlleva horas<br />

y horas de trabajo, de hablar con la gente,<br />

de pedir favores, de gastarte dinero...<br />

En resumen, conlleva horas de dedicación,<br />

tanto si es un blog como un foro o<br />

una red social, que al final no siempre<br />

dan resultado. A esto hay que añadir<br />

que, cuando se hace por afición o pasatiempo<br />

(y esto incluye a un gran porcentaje<br />

de todo lo que hay en Internet),<br />

tienes disponible mucho menos tiempo<br />

del que requiere. Es como un bebé chillón<br />

al que sólo le puedes prestar atención<br />

un par de horas al día.<br />

Os estaréis preguntando por qué<br />

narices suelto este rollo. Esperad unas<br />

cuantas líneas más y lo veréis.<br />

Este es el 5º número y estamos ya cerca<br />

del 6º. Medio año de <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong>.<br />

Durante todo este tiempo nos han pasado<br />

muchas cosas: nos hemos encontrado<br />

con problemas y quejas de los escritores,<br />

con gente que nos anima y gente a<br />

la que le da igual, con una buena acogida<br />

en general pero con las lecturas que<br />

no terminan de subir. No os vamos a<br />

engañar, no está yendo todo lo bien que<br />

uno espera, aunque somos conscientes<br />

de que Internet lleva tiempo. De momento<br />

el número de lectores es bueno,<br />

aunque podría ser mejor.<br />

En el camino hemos hecho cambios y<br />

modificaciones: la web, versión móvil,<br />

nuevos formatos... Sin embargo, lo que<br />

no hemos podido variar es la cantidad<br />

de trabajo que <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> nos echa sobre<br />

los hombros. Somos dos y hacemos<br />

esto por gusto y afición, sin otro objetivo<br />

que el placer de escribir y el orgullo<br />

de que otros lean, y por este motivo no<br />

podemos permitirnos el enfrentarnos a<br />

los problemas y al enorme trabajo que<br />

esto lleva. La creación, difusión y gestión<br />

de la revista nos acarrea más de un<br />

disgusto y mucho trabajo, y no sólo no<br />

hay suficiente tiempo sino que no queremos<br />

estar de una discusión a otra por<br />

algo que se hace por diversión. Suena a<br />

vagancia, pero el peligro de seguir así<br />

es que <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> se vaya al garete.<br />

Por eso en los próximos números introduciremos<br />

unos cambios que, esperamos,<br />

hagan más manejable y mejoren<br />

<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong>. Pondremos otro formato<br />

para leerla además de los disponibles y<br />

haremos modificaciones en el contenido.<br />

Nos hemos hecho el firme propósito<br />

de mantener la revista mientras haya<br />

una persona (no familiar) que nos siga,<br />

y, aunque lo hagamos por afición, queremos<br />

ofrecer un mínimo de calidad<br />

para que no perdáis las ganas. Esperamos<br />

entretener mucho tiempo más.<br />

Gracias y a disfrutar la revista.<br />

5


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

6<br />

Historia del Pulp<br />

Weird Tales, una de las revistas clásicas<br />

entre los pulp magazines.<br />

Apareció por primera vez en marzo<br />

de 1923. Creada en Chicago por J.C.<br />

Henneberger, periodista con predilección<br />

del género de terror, Weird Tales<br />

es una revista pulp cuyos relatos entran<br />

dentro de los géneros de la ciencia-ficción,<br />

la fantasía y el terror. Su primer<br />

editor fue Edwin Baird, y su asistente<br />

,Farnsworth Wright, le sustituyó en el<br />

número 15. Wright fue el “culpable” de<br />

publicar los relatos de H. P. Lovecraft.<br />

Además de Lovecraf, la revista Weird<br />

Tales contó con afamados autores como<br />

Robert E. Howard, Robert Bloch o Fritz<br />

Leiber. La revista ofrecía a los autores<br />

noveles la oportunidad de publicar y<br />

darse a conocer, especialmente durante<br />

la época de Wright.<br />

Con la llegada del cómic y de las novelas<br />

baratas, las revistas pulp empezaron<br />

a decaer y sufrir problemas económicos.<br />

Weird Tales cerraba en 1954,<br />

después de 279 números.<br />

En 1988 Weird Tales volvió a partir<br />

del número 280. Desde su relanzamiento,<br />

y al igual que ocurre con otras publicaciones<br />

parecidas, el éxito comercial<br />

ha sido bastante menor que el obtenido<br />

en sus inicios. Para los pulp magazines<br />

resultó complicado hacer frente a las<br />

modernas formas de ocio que nada tenían<br />

que ver con las existentes a principios<br />

del s. XX. Fueron, y son, peligrosos<br />

rivales la televisión, el ordenador y los<br />

videojuegos.<br />

En 2005, Weird Tales se vendió a la<br />

editorial Wildside Press, que empezó a<br />

publicar la revista en periodicidad bi-<br />

mensual. Wildside Press, especializada<br />

en fantasía, mantiene hoy en día la<br />

publicación de Weird Tales a un precio<br />

muy diferente del original (entre 7 y 8 $)<br />

y en formato de papel y digital. Weird<br />

Tales, que va ya por su número 360,<br />

sobrevive junto con otras publicaciones<br />

como el Sherlock Holmes Mystery<br />

Magazine, Forgotten Fantasy o Fantasy<br />

Magazine.


Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />

La guerrera de los Sueños<br />

POR ANA GASULL<br />

A pesar de lo sobreprotegida que está,<br />

la Princesa Aurora logra encontrarse<br />

con su prima en una torre abandonada,<br />

justo en la medianoche de su<br />

decimosexto cumpleaños. Allí, la espera<br />

una rueca y una maldición de<br />

su pasado.<br />

I<br />

Aurora miró a su alrededor para cerciorarse<br />

de que se encontraba sola en<br />

esa parte del castillo, se cubrió el rostro<br />

con la capucha y cruzó el patio de los<br />

rosales, apresurándose para llegar al<br />

otro lado. El suelo estaba mojado por<br />

la lluvia y los caracoles recién salían de<br />

sus escondites. En otras circunstancias<br />

se habría detenido un rato para recoger<br />

unos cuantos y guardarlos como mascota,<br />

pero tenía demasiada prisa y temía<br />

que la encontraran fuera de la cama<br />

a esas horas.<br />

A su padre no le gustaba que estuviera<br />

sin supervisión, ya que temía un<br />

ataque en cualquier momento; pero eso<br />

no iba a amargarle la aventura: era casi<br />

medianoche y, cuando dieran las doce,<br />

sería su decimosexto cumpleaños oficialmente.<br />

El rey había mandado organizar<br />

una enorme fiesta en su nombre,<br />

a la que habían sido invitados todos los<br />

nobles y los lugareños, y a la que asistirían,<br />

como invitadas de honor, las siete<br />

hadas de las gracias.<br />

Pero no era ese el motivo de su vigilia.<br />

Nastia la esperaba en la torre de música,<br />

donde hacía años que no ponía un<br />

pie; específicamente, desde que había<br />

decidido ser una princesa guerrera en<br />

vez de una doncella.<br />

Oyó unos pasos que se acercaban y<br />

corrió a esconderse detrás de un banco<br />

de piedra. Amoth, el guardabosque,<br />

fue aproximándose hasta detenerse casi<br />

encima de ella, pero no dirigió la vista<br />

hacia el lugar donde se escondía. En vez<br />

de eso, levantó la lámpara de cristal hacia<br />

el cielo y suspiró. La vela titiló.<br />

- Ya debe de estar Nastia haciendo de<br />

las suyas de nuevo -susurró.<br />

Aurora miró hacia donde lo hacía<br />

Amoth y vio que había una luz parpadeante<br />

en una ventana de lo alto de la<br />

torre. Él bostezó y se giró para irse en<br />

dirección contraria, pero antes, con voz<br />

apagada, dijo:<br />

- Vaya con cuidado, Princesa: no es<br />

bueno pasearse tan tarde por el castillo.<br />

Aurora soltó el aire que había estado<br />

7


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

8<br />

conteniendo y se relajó. Para cuando se<br />

dignó a salir de su escondite, Amoth ya<br />

se había difuminado en la oscuridad.<br />

Con el corazón latiéndole con fuerza y<br />

la sangre desbordante de adrenalina, se<br />

subió la falda del vestido hasta las rodillas<br />

y echó a correr. Los zapatos se le<br />

hundían en el lodo y se enganchaban, y<br />

era como caminar siendo un pulpo.<br />

Al llegar a la galería, se descalzó para<br />

no dejar rastro y escondió las elegantes<br />

bailarinas que había llevado en la cena<br />

en un cobertizo donde guardaban escobas<br />

y trapos. Descalza, con las finas<br />

calzas de verano apenas siendo una barrera<br />

entre el suelo y sus pies, se dirigió<br />

a la entrada secreta. El castillo estaba repleto<br />

de ellas y el Rey le había enseñado<br />

todas y cada una por si algún día debía<br />

huir. Esa era la mayor obsesión del monarca,<br />

que un enemigo atacara a su única<br />

hija, que, como heredera al trono, era<br />

el objetivo principal.<br />

Con los nervios a flor de piel, se escurrió<br />

por detrás de una enorme estatua<br />

de un guerrero y se agachó. Siguiendo<br />

unas casi imperceptibles marcas que había<br />

escritas sobre la piedra, contó los ladrillos<br />

hasta llegar al que buscaba. Con<br />

cuidado de no hacerse daño ni romperse<br />

las uñas para que nadie sospechara<br />

al día siguiente, fue tirando de una de<br />

las piedras más pequeñas hasta que la<br />

tuvo en sus manos. Entonces, introdujo<br />

el brazo en el agujero hasta que topó<br />

con una rosca del tamaño de su puño y<br />

la hizo girar en el sentido de las agujas<br />

del reloj.<br />

Poco a poco, las piedras fueron alineándose<br />

hasta formar un arco. Recogió<br />

la piedra que había sacado de su sitio<br />

y la encajó entre otras dos mucho más<br />

grandes. Luego, después de asegurarse<br />

una vez más de que nadie la había visto,<br />

se adentró en el pasadizo. La entrada se<br />

cerró a su espalda y una antorcha se encendió<br />

a su derecha. La siguieron otras,<br />

que iluminaron el pasillo con su fuego<br />

rojo y vibrante.<br />

Estaba nerviosa.<br />

Nastia era su mejor amiga, la única<br />

que tenía. Sus madres eran hermanas<br />

y habían nacido con seis meses de diferencia,<br />

por lo que habían crecido y se<br />

habían criado juntas.<br />

La oyó tararear a medida que se acercaba.<br />

Se le puso la piel de gallina con<br />

sólo pensar en lo que harían sus padres<br />

si descubrían que se iba a reunir con su<br />

prima en lo alto de la torre de música<br />

una noche sin luna para apreciar el descubrimiento<br />

que había hecho la mayor<br />

en una de sus escapadas. A Nastia le<br />

gustaba explorar el reino y el castillo de<br />

noche para sentirse libre de sus vestidos<br />

y sus conocimientos, y la noche anterior<br />

había encontrado un objeto extraño y<br />

único, con un pedal que hacía girar una<br />

rueda de forma hipnótica. Y, sentada<br />

tranquilamente, haciendo girar la rueda<br />

mientras iba cantando en voz baja, estaba<br />

una criada que se había lanzado a<br />

sus pies al verla.<br />

Cuando llegó al final del túnel, después<br />

de subir escaleras y tener que agacharse<br />

demasiado en algunos trechos,<br />

se detuvo frente a una pequeña puerta<br />

de madera. Tiró del pomo hacia sí, le<br />

dio una patada en la parte inferior y se<br />

abrió sin hacer ruido. Salió al exterior,<br />

donde el aire era más fuerte y le golpeaba<br />

en la cara sin remordimiento. Desde<br />

su posición, podía ver gran parte de la<br />

extensión del reino de Ímila, que dominaba<br />

todo el este y el sur del Continente.<br />

El cielo estaba vacío, carente de es


trellas, y la luna, que solía danzar por<br />

encima de sus cabezas preñada de luz,<br />

había desaparecido en el horizonte. Era<br />

un mal augurio con el que empezar su<br />

cumpleaños, pero no creía en la adivinación<br />

y lo dejó pasar. En vez de eso, se<br />

acercó al borde de la torre y miró hacia<br />

abajo. La torre era idéntica a la suya, y<br />

en el ventanal del cuarto más alto había<br />

un balcón por el que se podía entrar a<br />

la alcoba sin problemas. Sólo debía descolgarse<br />

con cuidado y aterrizar en el<br />

lugar adecuado.<br />

Se frotó las manos antes de atreverse a<br />

seguir. Luego, con muchísimo cuidado,<br />

saltó por encima del borde y quedó suspendida<br />

en el vacío. Le temblaban las<br />

rodillas a más no poder, al igual que los<br />

brazos, que del esfuerzo a duras penas<br />

tenían la fuerza suficiente para aguantarse<br />

firmes. Mantuvo los ojos abiertos<br />

en todo momento y, cuando lo estimó<br />

adecuado, se soltó de golpe y cayó rasgando<br />

el viento. Milagrosamente, logró<br />

no caer con los pies planos, pero aun así<br />

pudo notar como se le fracturaba el tobillo.<br />

Nastia acudió a su encuentro en<br />

cuanto oyó su lamento, seguida de una<br />

mujer mayor cuyos ojos negros como el<br />

carbón resplandecían en la oscuridad.<br />

- ¿Estás bien, Aru?<br />

- El tobillo... -murmuró mientras se<br />

incorporaba.<br />

La mujer se adelantó rápidamente.<br />

- Apártese, Doncella Nastia, debo ver<br />

ese tobillo inmediatamente. Princesa,<br />

por el amor de nuestro dios Emro, no<br />

se mueva.<br />

- Aru, esta es la vieja Mammie.<br />

Mammie apartó las innumerables faldas<br />

del vestido y rodeó su tobillo con<br />

los dedos. Sus manos eran grandes y ru-<br />

Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />

gosas, llenas de llagas, pero se movían<br />

con delicadeza y suavidad por encima<br />

de su piel.<br />

- Quítese las calzas, por Emro.<br />

- Pero señora...<br />

- Haga lo que le digo, Princesa, o no<br />

podré curarla. Yo no sé qué os enseñan<br />

a las jóvenes hoy en día, pero está claro<br />

que no lo suficiente. ¿Cómo puede ser<br />

que no sepa usted curarse una fractura<br />

de nada? Y no estar al tanto de los<br />

protocolos... Sepa usted, niña, que no se<br />

pueden curar heridas con ropa de por<br />

medio, que absorben cualquier tipo de<br />

magia.<br />

- Lo siento, señora.<br />

- Su Majestad debería invertir más<br />

esfuerzos en su educación -sentenció al<br />

tiempo que le quitaba las calzas sin pudor<br />

alguno-. En los tiempos en los que<br />

su abuela era aún una moza, estas cosas<br />

no pasaban: las criaturas sabían valerse<br />

por sí mismas hasta el punto que la difunta<br />

doncella Mafma se salvó a sí misma<br />

la vida. Lo recuerdo muy bien.<br />

Aurora y Nastia la miraron atónitas.<br />

- ¿Estaba usted viva cuando la abuela<br />

Mafma era una niña?<br />

- ¡Por supuesto que estaba viva! ¿Es<br />

que no os enseñan nada en esa escuela<br />

de pacotilla?<br />

Mammie tensó los dedos alrededor<br />

del tobillo de Aurora y esta sintió un<br />

agudo pinchazo que le recorrió el pie y<br />

subió por la pierna hasta el muslo. Cerró<br />

los dientes para abstenerse de gritar.<br />

- ¿Qué debemos saber, Mammie?<br />

¿Cómo podía estar usted viva en los<br />

tiempos en que la abuela era niña? -preguntó<br />

de nuevo Nastia.<br />

Nastia tiró del pie de Aurora y le untó<br />

un ungüento pastoso y amarillento con<br />

brío. La pastarada estaba tan fría que le<br />

9


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

10<br />

caló hasta el tuétano de los huesos.<br />

- Nosotras, las hilanderas, vivimos<br />

mucho más que el resto de simples<br />

mortales, pues hemos sido bendecidas<br />

por la diosa Amza.<br />

- ¿Qué es una hilandera?<br />

Mammie miró a Aurora entornando<br />

los ojos.<br />

- Desde luego... Tendré que hablar<br />

con su madre, Princesa; no puede ser<br />

que sepa tan poco y sea la heredera al<br />

trono. Llevará este reino a la ruina si<br />

continúa así. Entremos -añadió mientras<br />

se cubría los hombros con un chal<br />

de color rosa con transparencias-, aquí<br />

fuera empieza a hacer frío. Vaya verano,<br />

que de noche enfría.<br />

Mammie se adentró de nuevo en la<br />

torre y Nastia ayudó a Aurora a levantarse.<br />

- Está loca -susurró la Princesa.<br />

Nastia se encogió de hombros y la<br />

ayudó a caminar hasta la silla más cercana.<br />

La estancia no se parecía en nada al<br />

cuarto de una princesa. Se trataba de<br />

una habitación circular, iluminada por<br />

antorchas que estaban continuamente<br />

encendidas y apenas parpadeaban y dibujaban<br />

sombras en las paredes. En el<br />

suelo había una alfombra vieja y sucia,<br />

que antaño parecía haber sido bonita,<br />

pero que en el presente se iba deshilachando<br />

poco a poco. No había camas<br />

ni tocadores, ni siquiera una pequeña<br />

fuente de la que brotaran las aguas<br />

cristalinas del río para poder asearse y<br />

refrescarse los labios. Era una parte del<br />

castillo que, en realidad, a duras penas<br />

conocía.<br />

- Mira, Aru, esto era de lo que te hablaba<br />

-anunció Nastia, apartándose los<br />

rizos pelirrojos que le caían por la fren-<br />

te-. ¿No es hermoso?<br />

Aurora se acercó con cautela, procurando<br />

no apoyar el pie en el suelo. El<br />

dolor iba mitigando, pero aun no se había<br />

recuperado del todo.<br />

Frente a ella se encontraba el objeto<br />

que Nastia le había descrito a la perfección<br />

durante las clases de costura. Se<br />

acercó un poco más y lo admiró a la luz<br />

de las llamas.<br />

- ¿Qué es?<br />

Mammie suspiró.<br />

- Una rueca, Princesa.<br />

- ¿Y para qué sirve?<br />

Nastia dio un salto en su sitio y aplaudió.<br />

- Eso es lo más interesante, Aru. Sirve<br />

para hilar.<br />

- ¿Hilar? -se extrañó.<br />

- Sí, exacto. ¿Puedes creer que con<br />

esto antes hacían las telas de los trajes?<br />

- ¿Y por qué ya no se usa?<br />

- Hay métodos más efectivos y rápidos<br />

-se lamentó la vieja señora.<br />

Nastia se sentó en el suelo e instó a<br />

Aurora para que hiciera lo mismo. Juntas,<br />

se alejaron un poco para tener mejor<br />

perspectiva. Mammie se sentó en un taburete<br />

que descansaba medio olvidado,<br />

pero que había ido adquiriendo la forma<br />

de sus posaderas. Estaba claro que<br />

la mujer pasaba allí todos los días de su<br />

vida.<br />

- Muéstrele a Aurora como funciona,<br />

Mammie.<br />

La rueda se puso a girar. Aurora no<br />

estaba segura de entender lo que hacía<br />

Mammie, simplemente la veía moverse,<br />

sujetar el hilo, luego hacer girar la<br />

rueda de la rueca con presteza, luego...<br />

No se fijaba, en realidad. Tenía toda su<br />

atención puesta en el movimiento circular<br />

de la rueda de madera, que no se


detenía en ningún momento y creaba<br />

ilusiones, fundiéndose con la atmósfera<br />

hasta crear un círculo compacto que<br />

no hacía más que girar. Se desdibujaron<br />

los colores del arco iris a su alrededor,<br />

mientras Mammie seguía trabajando,<br />

demasiado concentrada para fijarse en<br />

los ojos emocionados y llenos de curiosidad<br />

de las niñas.<br />

- Es hermoso.<br />

- ¿Cómo lo consigue?<br />

- ¿Podemos probar? -pidió Aurora repentinamente.<br />

El movimiento de la rueda cesó.<br />

- ¿Queréis probar, Princesa? ¿De verdad?<br />

- Me encantaría -susurró, incapaz de<br />

apartar la mirada de ese objeto único.<br />

- Este no es trabajo para las doncellas.<br />

Si a Sus Majestades les llega...<br />

- Papá y Mamá no lo sabrán -le aseguró.<br />

- Es cierto -corroboró Nastia-, los tíos<br />

no van a enterarse. No tienen porqué<br />

hacerlo; seremos discretas.<br />

- Nunca se es lo suficientemente discreta,<br />

Princesa. Y las damas jamás deben<br />

mentir, y menos a sus padres.<br />

- Mammie, la corte está llena de secretos<br />

y mentiras.<br />

- Usted no es la corte -la regañó-, usted<br />

es la princesa heredera del reino y<br />

debe aprender a comportarse.<br />

Las chicas se miraron.<br />

- De acuerdo -aceptó finalmente Nastia-,<br />

no mentiremos. Pero déjenos probar,<br />

por favor; tampoco será mentir,<br />

mentir... Debería saber que ocultar la<br />

verdad no es mentir...<br />

- ... sólo preservar la intimidad.<br />

- Seréis mi muerte, criaturas -sentenció<br />

en un susurro ronco.<br />

Mammie se levantó y las invitó a sen-<br />

Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />

tarse con un movimiento suave de los<br />

brazos. Aurora, sonriente y triunfal,<br />

empujó a Nastia.<br />

- Tú primero, prima.<br />

- ¿Yo?<br />

- Tú lo encontraste, tienes el derecho.<br />

Siguiendo las instrucciones de la sirvienta,<br />

se sentó en el taburete con elegancia<br />

contenida y se colocó tal y cómo<br />

había visto que hacía la anciana. Mammie<br />

le deshizo la trenza antes de que<br />

Nastia pudiera protestar y le amarró el<br />

pelo en la nuca con la cinta de cuero.<br />

- La cara siempre despejada, doncella:<br />

podríais resultar herida.<br />

- ¿Cómo?<br />

- Nunca se sabe con el huso, niña.<br />

Le dio la hebra de un hilo de algodón<br />

y le dijo dónde colocarlo. Aurora esperaba<br />

impaciente que la rueda volviera a<br />

girar. Era como un precursor de su destino...<br />

o una forma intrínseca que tenían<br />

los dioses de instruirla en las artes de<br />

la vida. Estaba confundida, lo oculto no<br />

se le daba nada bien. Una vez, cuando<br />

era pequeña, la Reina había querido<br />

que aprendiera a leer las cartas y había<br />

mandado traer al más ilustre Visionario,<br />

pero en su pequeño cuerpo de siete<br />

años no había ni una gota de talento<br />

para eso.<br />

- Esto es más difícil de lo que parece,<br />

Aru -hizo notar Nastia mientras movía<br />

las manos torpemente.<br />

La rueda se puso en movimiento,<br />

echando sobre el tablero los caprichos<br />

de la fortuna.<br />

Le pesaban mucho los párpados y el<br />

sueño se iba apoderando de ella. Tal<br />

vez debiera irse a la cama y volver a la<br />

noche siguiente.<br />

La voz de Nastia le llegó distorsionada.<br />

Tal vez había caído en el agua y era<br />

11


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

12<br />

incapaz de regresar a la superficie luminosa<br />

y vivaz del castillo.<br />

- ¡No te duermas, Aru, esto es divertido!<br />

-logró oír que decía Nastia.<br />

Un destello de su melena pelirroja se<br />

perpetuó en la oscuridad hasta convertirse<br />

en una bola de fuego, que se fue<br />

apagando, transformándose en una llama<br />

de un triste color verde pálido. Alargó<br />

los dedos para poder tocarlo.<br />

- No se preocupe por la Princesa -la<br />

voz de Mammie era un murmullo en su<br />

conciencia-, estará aburrida porque aun<br />

no es su turno.<br />

Quiso gritar negándolo, pero estaba<br />

demasiado aturdida. Alargó la mano<br />

para alcanzar esa luz que se iba alejando<br />

de ella.<br />

- Aru, ¿qué estás haciendo?<br />

Sólo veía la rueca iluminada por la<br />

luz y una voz fría como un témpano de<br />

hielo se coló por las rendijas de su mente<br />

y le heló la sangre.<br />

- ¡Tócalo!<br />

Alargó la mano un poco más.<br />

- ¡Aru, no!<br />

La aguja pinchó su dedo. Una gota<br />

de sangre le resbaló por la piel hasta<br />

precipitarse hacia el suelo. La luz se<br />

desvaneció y volvió a encontrarse en el<br />

cuarto más alto de la torre, pero ya era<br />

demasiado tarde. Nastia se había levantado<br />

de un salto y permanecía inmóvil,<br />

a la espera de cualquier señal. Mammie<br />

estaba situada a su lado, sonriendo de<br />

oreja a oreja mientras veía como se desvanecía<br />

su mundo y el aire se le escapaba<br />

de los pulmones y se mezclaba con la<br />

noche de verano.<br />

La misma voz volvió a susurrarle:<br />

- Las ruecas se prohibieron para que<br />

no murierais, Princesa. El maleficio de<br />

Maléfica era ese...<br />

El frío había desaparecido y empezaba<br />

a hacer un calor sofocante.<br />

Se desplomó.<br />

Nastia se lanzó a su lado y chilló pidiendo<br />

auxilio. En la lejanía, uno de los<br />

perros de caza aulló, despertando al<br />

resto de la jauría.<br />

- Ya es demasiado tarde -dijo Mammie.<br />

Su rostro arrugado se estaba recomponiendo<br />

en el centelleante rictus de<br />

una mujer joven y hermosa. El cabello<br />

corto y canoso se desenvolvió en una<br />

melena larga y rizada, tan negra como<br />

sus ojos, las arrugas desaparecieron y<br />

sus labios se curvaron en una sonrisa<br />

letal, roja como el fuego de los infiernos.<br />

- ¿Quién sois vos? -exigió saber Nastia<br />

a la par que extraía un cuchillo de la<br />

capa de su prima, que yacía en el suelo<br />

pálida como una muerta. Su cuerpo había<br />

empezado a enfriarse.<br />

- ¿Yo? Yo sólo soy Maleficient. Mally,<br />

para mi madre.<br />

- ¿Tú eres...?<br />

- Puedes llamarme Maléfica, todos lo<br />

hacen.<br />

- ¡Socorro!<br />

- Nadie vendrá -la avisó, como si se<br />

tratase de un hecho obvio.<br />

- ¡Aurora ha muerto!<br />

Eso pareció surtir efecto. Se oyó un<br />

chillido a lo lejos, seguido por varios<br />

otros que sonaron aterrorizados. Pero<br />

por encima de todo el bullicio que se<br />

estaba armando, se oyó claramente a la<br />

Reina.<br />

- ¡Maléfica!<br />

- ¡Emro y sus barbas! -exclamó Maléfica<br />

mientras soltaba una carcajada-.<br />

Esa mujer tiene una memoria de elefante.<br />

No despertará, pequeña Nastia -dijo<br />

al ver que Nastia intentaba hacerla re


accionar sacudiéndola violentamente-.<br />

Y lo más gracioso es que todo esto lo<br />

he conseguido gracias a ti y a tu valiosa<br />

ayuda. ¿No es irónico?<br />

Nastia agarró el cuchillo con fuerza<br />

y se abalanzó sobre Maléfica, pero esta<br />

se echó hacia atrás con destreza y se envolvió<br />

en una horda de llamas verdes.<br />

Se desvaneció entre ellas antes de que<br />

pudiera hacer nada.<br />

La Reina entró en la estancia como<br />

una exhalación. La siguió el Rey, espada<br />

en alto. Al ver que Maléfica se había<br />

esfumado y la Princesa estaba tirada en<br />

el suelo, la Reina soltó una exclamación<br />

angustiada y corrió al lado de su hija.<br />

- Mi pequeña, mi Aurora...<br />

La estancia se iluminó con una luz dorada<br />

que abarcó toda la estancia. Junto<br />

a Aurora apareció una mujer más bella<br />

que Maléfica, cuyos cabellos plateados<br />

formaban un halo alrededor de su rostro.<br />

- No teman, Majestades, Aurora sigue<br />

viva, ¿recuerdan?<br />

- Las gracias... -murmuró el Rey.<br />

- Exacto. Dormirá en un profundo<br />

sueño hasta que reciba el primer beso<br />

de amor verdadero.<br />

Sus últimos recuerdos eran difusos.<br />

Incluían el rostro difuminado de una<br />

mujer ya anciana y los rizos pelirrojos<br />

de su prima haciéndole cosquillas en la<br />

nariz. Y había algo más. Un fuerte mareo<br />

que la había atacado de repente y la<br />

había arrastrado al fondo de un abismo<br />

sin fin.<br />

Podía sentir los cálidos rayos del sol<br />

acariciándole la piel. Suspiró, dispuesta<br />

a levantarse de la cama, cuando lo recordó<br />

todo. Los flashes de luz y recuerdos<br />

se sucedieron unos a otros a una velo-<br />

Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />

cidad vertiginosa, que la obligó a permanecer<br />

quieta. Ahí estaba su prima,<br />

haciendo girar la rueca, su irrefrenable<br />

deseo de acercarse, esa voz metida en<br />

su cabeza... Y algo en lo que al principio<br />

no había reparado: un rostro guardado<br />

en algún recoveco de su mente, intemporal,<br />

enigmático, inclinándose hacia<br />

ella. El rostro de una mujer de ojos atormentados.<br />

Abrió los ojos con cautela, temerosa<br />

de lo que podía encontrarse, pero sobre<br />

su cabeza se alzaban árboles enormes y<br />

centenarios. Lo sabía porque podía respirar<br />

su vejez en el aire. Se dio la vuelta<br />

y se ayudó con las manos para levantarse.<br />

Estaba sucia de tierra de pies a<br />

cabeza.<br />

Miró a su alrededor. Estaba rodeada<br />

de árboles que se alzaban hasta el cielo<br />

y tapaban el sol, que se veía obligado<br />

a escurrirse entre las ramas y el tupido<br />

follaje del bosque. Se secó las manos sudorosas<br />

en la falda del vestido, pero no<br />

consiguió otra cosa que ensuciarse más.<br />

Respiró hondo. Estaba sola y perdida,<br />

pero confiaba en sí misma y sabía que<br />

podía salir de ese aprieto. Cerró los ojos<br />

y se concentró en el ruido del viento al<br />

pasar silbando y chocar contra los troncos<br />

de los árboles; oyó los pasos de los<br />

animalitos contra el musgo, alejándose<br />

de ella, pero manteniéndose lo suficientemente<br />

cerca como para ser capaces<br />

de observarla; sintió el olor penetrante<br />

de la naturaleza al crecer salvaje y a su<br />

antojo... Pero cuando alzó el brazo por<br />

encima de la cabeza y extendió la mano,<br />

no ocurrió nada. Volvió a intentarlo,<br />

pero era como si alguien hubiese taponado<br />

el compartimiento donde estaba<br />

guardada su magia y ahora no pudiera<br />

exteriorizarla.<br />

13


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

14<br />

Se le llenaron los ojos de lágrimas,<br />

pero se las enjugó rápidamente: era una<br />

princesa guerrera, y sus maestros y sus<br />

progenitores siempre le habían dicho<br />

que las princesas guerreras no lloran,<br />

que eso era cosa de mortales.<br />

Caminaría.<br />

Con esa nueva determinación metida<br />

dentro de su espíritu, echó a andar hacia<br />

una dirección cualquiera. Mientras marcaba<br />

un árbol con una cruz, por si acaso<br />

se perdía y debía deshacer sus pasos,<br />

captó el leve ruido de un movimiento<br />

ondulante. Agua en movimiento. Con<br />

la esperanza palpitando en sus sienes,<br />

tiró la piedra que había estado usando<br />

y empezó a correr en la dirección de la<br />

que venía ese murmullo apagado. Era<br />

lo suficientemente lista como para saber<br />

que si seguía el curso del agua, llegaría<br />

hasta algún lugar habitado. Era algo<br />

con lo que ya estaba familiarizada, pero<br />

había estado tan preocupada por lo que<br />

había ocurrido y en cómo había llegado<br />

hasta allí, que se le había pasado por<br />

completo: había tenido que aprender a<br />

sobrevivir en diferentes medios como<br />

parte de su educación; daba gracias a su<br />

intuición por haberla obligado a dejar<br />

las clases de música y pintura.<br />

Para cuando llegó al arroyo, el sudor<br />

le goteaba por la frente y el cuello hasta<br />

llegar a la clavícula. Se acercó y bebió<br />

con ansias, antes de buscar otra piedra<br />

puntiaguda para marcar el árbol más<br />

cercano.<br />

En realidad, sentía como si se estuviese<br />

volviendo loca, pero mantenía<br />

ese pensamiento apartado a un lado<br />

mientras estaba perdida. No necesitaba<br />

más problemas ni más preguntas<br />

sin respuesta. Intentó colocarse bien el<br />

vestido, pero no sirvió de nada, así que<br />

empezó a seguir el curso del arroyo. El<br />

agua cristalina dejaba ver unos enormes<br />

peces de colores anaranjados y azulados,<br />

que se dejaban arrastrar por la corriente.<br />

Por lo menos, si no encontraba<br />

cobijo, tendría qué comer.<br />

No se sentía cansada, sólo un poco indispuesta,<br />

pero eso no le impedía seguir<br />

hacia delante.<br />

El bosque se terminaba de forma<br />

abrupta y dejaba paso a un prado cubierto<br />

de hierba que crecía furiosa y verde,<br />

y flores silvestres que se arremolinaban<br />

con el viento alrededor de piedras<br />

y los troncos de los árboles desperdigados<br />

por todas partes, mientras se amoldaban<br />

a las enredaderas. A lo lejos, una<br />

gran muralla se alzaba envolviendo una<br />

colina donde descansaba un castillo. No<br />

era el suyo.<br />

Como cuando corría por su propia<br />

casa al encuentro de Nastia, se recogió<br />

la falda y echó a volar en dirección a lo<br />

que parecía ser una ciudad fortificada.<br />

Iba tan deprisa, que cuando sus pies<br />

rozaban el suelo, la hierba se levantaba<br />

entusiasmada y se mecía a la par que el<br />

viento. El elaborado tocado que su aya<br />

le había hecho para la hora de la cena<br />

estaba totalmente deshecho y los tirabuzones,<br />

compuestos de tal forma que<br />

se asemejaban a caramelo líquido cayéndole<br />

por la espalda, le golpeaban en<br />

las mejillas y la nuca en olas doradas.<br />

Tenía el pelo grasiento y el cuerpo sudado;<br />

la frente brillante bajo los rayos<br />

del sol.<br />

Las puertas de la muralla estaban<br />

abiertas y la invitaban a entrar: unos<br />

brazos acogedores llenos de promesas<br />

de seguridad y compasión. Se obligó<br />

a acelerar el paso a pesar de no poder<br />

respirar por el esfuerzo y el miedo, has-


ta que cruzó el umbral y se encontró<br />

dentro, rodeada de casas y tiendas y los<br />

habitantes del pueblo que caminaban<br />

tranquilos y sonrientes.<br />

Nadie se había fijado en ella aún.<br />

Avanzó por la calle principal hasta<br />

encontrar otra secundaria que no pareciese<br />

demasiado peligrosa. Temía que<br />

la viejecita la hubiese seguido hasta allí<br />

con la intención de terminar lo que había<br />

empezado. Porque no estaba muerta,<br />

eso lo sabía seguro. Su padre se lo<br />

había contado al cumplir diez años y<br />

después de que le hubiese preguntado<br />

por qué se empeñaba en protegerla tanto:<br />

sobre ella pesaba un maleficio que<br />

provocaría que cayese dormida para<br />

siempre. Pero jamás habría imaginado<br />

que eso ocurriría al pincharse un dedo;<br />

parecía una forma estúpida de morir, o<br />

entrar en un coma profundo.<br />

Lo único que no lograba comprender<br />

era cómo había terminado en ese lugar.<br />

Tal vez sólo se tratase de un sueño, una<br />

realidad alternativa que su imaginación<br />

había creado para evitar que entrase en<br />

estado de shock. Sin embargo, los objetos<br />

estaban demasiado definidos y los<br />

colores eran extremadamente vívidos.<br />

Se apartó el pelo del rostro mientras<br />

se detenía a admirar los enormes pasteles<br />

que se exhibían en una vitrina. No<br />

se había dado cuenta de lo hambrienta<br />

que estaba hasta que no sintió como se<br />

le contraía el estómago y este rugía con<br />

fuerza. Se rodeó con los brazos y dejó<br />

que, finalmente, las lágrimas rodaran<br />

por sus mejillas, furiosas y asustadas.<br />

- ¿Qué te pasa?<br />

Aurora alzó el rostro y se giró en la<br />

dirección de donde había venido la pregunta.<br />

Una chica morena, con el pelo<br />

rizado hasta la cintura y los ojos del co-<br />

Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />

lor de la miel, se acercó a ella, sonriendo<br />

dulcemente. Era de estatura media<br />

y constitución pequeña, de apariencia<br />

delicada, y cuando se acercó, sus pasos<br />

eran pequeños y rítmicos, como si se<br />

moviera al son de la música que sonaba<br />

solamente en su cabeza.<br />

- Me quiero ir a mi casa -sollozó.<br />

- ¿No eres de por aquí?<br />

- No sé donde estoy.<br />

- Esto es Amel -dijo, abarcando todo a<br />

su alrededor con los brazos extendidos.<br />

- ¿Amel? ¿Amel, capital del reino de<br />

Guinna?<br />

- Sí, claro... ¿Y tú de dónde eres?<br />

La chica se acercó más y la agarró del<br />

brazo con suavidad y tiró de Aurora<br />

hacia sí. Luego la obligó a caminar y la<br />

condujo por diferentes calles y callejones<br />

repletos a rebosar de gente.<br />

- Yo soy Dahlia Ma-Ze, encantada<br />

-añadió cuando vio que estaba demasiado<br />

asustada como para contestar.<br />

Se mordió el labio inferior y se enjugó<br />

las lágrimas con el dorso de la mano.<br />

- Yo soy de Ímila. Me llamo Aurora.<br />

Dahlia se detuvo frente a una casita<br />

de dos pisos de madera, anexa a una<br />

sastrería, donde se exponían telas y tejidos<br />

ostentosos y exóticos, lujosos, espléndidos<br />

y radiantes.<br />

- ¿Aurora? ¡Como la princesa de Ímila!<br />

15


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

16<br />

POR J. R. PLANA<br />

Las chicas de Joe<br />

Joe tiene las mejores chicas de la ciudad. Y también las más peligrosas.<br />

La puerta se abre, dejando pasar un<br />

fino rayo de luz que ilumina brevemente<br />

el local. Una figura baja y ancha entra<br />

con parsimonia, observando el ambiente<br />

del interior. El sitio está en penumbra,<br />

alumbrado únicamente por los fluorescentes<br />

de la barra y los focos rojos que<br />

apuntan a las bailarinas. Dispersos por<br />

la sala hay varios hombres, manchas<br />

negras cuyos rostros se encienden de<br />

cuando en cuando con el brillo de un cigarro.<br />

En los escenarios, agarradas a barras<br />

de acero, un par de chicas animan<br />

sin mucha gana al personal. Es pronto,<br />

y lo más duro está aún por llegar.<br />

El hombre de la puerta se dirige a<br />

paso cansino hacia el camarero y dueño<br />

del local, Joe Scruber, un tipo de edad<br />

indefinida que siempre ha estado igual<br />

de delgado, igual de calvo e igual de<br />

arrugado. Por el camino se relame al<br />

pasar junto a una de las chicas, que le<br />

provoca al son de la música.<br />

- Diablos, Joe, Gina es todo un bombón<br />

–dice dejando caer su enorme trasero<br />

sobre uno de los taburetes-. Uno no<br />

se cansa de mirarla.<br />

Roger Slobber es un hombre de negocios<br />

local. Gordo y violento, se hizo<br />

un hueco a puñetazos en la pequeña<br />

ciudad cuando llegó desde el norte del<br />

país quince años atrás. Ahora dirige un<br />

negocio de importación y exportación<br />

al tiempo que controla varios chanchullos<br />

de mercancías ilegales.<br />

- Sí, es una buena chica –contesta Joe,<br />

bebiendo un trago corto de algo que parece<br />

whisky-. Y una buena inversión.<br />

- Ya lo creo. Anda, viejo, ponme lo de<br />

siempre. -Roger deja resbalar la vista<br />

por el local mientras Joe saca una botella<br />

de debajo de la barra-. Si me aceptas


un consejo, Joe, no dejaría fumar aquí a<br />

esos capullos. Como te pille alguno de<br />

los polis de Hayes te va a caer una buena,<br />

créeme. Te cerrarán el local.<br />

- ¿Y qué quieres que haga? El único<br />

motivo de que esto se me llene por las<br />

noches son las chicas y el tabaco. –Pone<br />

un vaso vacío sobre la barra y deja caer<br />

un largo chorro de la botella que tiene<br />

en la mano-. Si les quito lo segundo se<br />

irán seguro al garito de Billy Raimi.<br />

- Billy es un capullo, pone demasiada<br />

agua en la bebida. ¿Por qué iban a ir<br />

allí? –Roger pega un buen trago.<br />

- Está más cerca. Y además deja que la<br />

clientela se pase un poco con sus chicas.<br />

- Bah, las tuyas están mejor. –Roger se<br />

pone de espaldas a Joe, con los codos en<br />

la barra-. ¿Y esa? ¿Es nueva? –pregunta<br />

señalando con el vaso a uno de los escenarios.<br />

- Sí, llegó la semana pasada. Se hace<br />

llamar Samara. Es muy joven, dice que<br />

tiene veintidós pero sé que me miente.<br />

–Joe se encoge de hombros-. Lo cierto es<br />

que me da igual, se mueve muy bien ahí<br />

arriba. Y no hablo solo del escenario.<br />

- Y además tiene un cuerpo de infarto.<br />

¿No te dará problemas?<br />

- Nunca se sabe, pero parece fiable. Y<br />

si te refieres a su edad, no está registrada<br />

en la base de la poli y tampoco tiene<br />

licencia de conducir, así que no creo que<br />

lo podamos saber.<br />

Samara, sin dejar de bailar, dirige su<br />

mirada hacia los dos hombres, como si<br />

pudiera oírlos. Es rubia, de pelo moreno<br />

y rizado, y cuelga de la pole como si<br />

hubiera nacido para ello. Los hombres<br />

de alrededor la miran con la boca abierta,<br />

incapaces de apartar la mirada de su<br />

cuerpo semidesnudo, joven y voluptuoso.<br />

J. R. Plana - LAS CHICAS DE JOE<br />

- La chiquilla promete –dice Roger sin<br />

quitarle los ojos de encima-. ¿Me la dejas<br />

ver de cerca cuando acabe?<br />

- Si me pagas, sí.<br />

- Maldito viejo avaro… Aún está por<br />

llegar el día que me invites a algo.<br />

- Y seguirás esperando. Si quieres caridad<br />

vete a la parroquia.<br />

Roger suelta una carcajada y se gira<br />

de nuevo hacia la barra.<br />

- Basta de cháchara, Joe, hablemos de<br />

negocios. Qué pasa con el envío que te<br />

dije, ¿podrás repartirlo por aquí?<br />

- Estoy muy mayor para esas cosas,<br />

Roger. Tienes un montón de camellos<br />

jóvenes y ambiciosos deseando que un<br />

yonki con mono les meta una bala en la<br />

cabeza, ¿para qué me quieres a mí?<br />

- Confianza, Joe. Confianza y reputación.<br />

Es la base del negocio. Te conozco<br />

de hace mucho tiempo y funcionas<br />

bien, la gente te respeta, saben que no<br />

les vas a engañar. Antes te comprarán a<br />

ti que a cualquiera de los chavales de las<br />

calles. Además ellos tratan de engañarme.<br />

Se piensan que no lo sé, que soy un<br />

gordo idiota, pero lo cierto es que estoy<br />

esperando para ajustarles las cuentas.<br />

- No puedes seguir así, vas a acabar<br />

mal.<br />

- Joe, te lo he dicho mil veces: en nuestro<br />

mundo, la violencia es la base del<br />

respeto.<br />

- Sabes que no estoy de acuerdo, hay<br />

otras formas de hacer las cosas.<br />

Roger bufa con desagrado.<br />

- Sí, claro. Así de bien me fue con Julie<br />

y Sara.<br />

- Con Julie y Sara hubo errores por<br />

ambas partes, pero has de reconocer<br />

que no supiste hacerlo bien.<br />

- Joder, ¿me lo vas a estar recordando<br />

toda la vida? Julie fue una puta des-<br />

17


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

18<br />

agradecida conmigo y se merecía lo que<br />

le pasó. Punto.<br />

- ¡Por todos los santos, Roger, era tu<br />

mujer! ¡Y la mataste! Lo único que hizo<br />

fue pedirte el divorcio. Te excediste,<br />

¿Cuándo lo vas a reconocer? –El gordo<br />

hombretón baja la mirada hacia su vaso,<br />

casi avergonzado-. Y la pobre Sara… La<br />

dejaste huérfana y en la calle. Así no se<br />

hacen las cosas.<br />

- No era hija mía. Que se hubiera marchado<br />

con el motero borracho, que para<br />

algo es su padre.<br />

- Mira, dejémoslo –suspira-. Volviendo<br />

al otro tema, en serio, Roger, no<br />

quiero más líos. Ya bastante tengo con<br />

cuidar de mis chicas.<br />

- Joder, ya te he dicho que la gente<br />

te respeta, te tienen miedo. Llevas aquí<br />

toda la vida, estabas antes de que llegaran<br />

los mejicanos, incluso antes de que<br />

aparecieran los putos irlandeses. Conoces<br />

a todo el mundo, nadie se atreverá a<br />

darte problemas.<br />

Joe sostiene la mirada a Roger durante<br />

unos segundos. El ruido de la puerta<br />

abriéndose le hace romper el contacto<br />

visual para echar un ojo por encima de<br />

su amigo. El viejo maldice.<br />

- Intenta explicárselo a esos –dice Joe<br />

señalando a la puerta con la cabeza-.<br />

Los jóvenes no temen a los viejos, no<br />

respetan a nadie.<br />

Roger se gira a medias, mirando por<br />

encima del hombro. Al local acaban de<br />

entrar cuatro tipos. Son jóvenes y fuertes,<br />

y destilan imprudencia. Se pasean<br />

por allí como si fueran los reyes del<br />

mambo, entre risas y empujones, acercándose<br />

a las chicas y haciendo apartarse<br />

a los hombres solitarios que estaban<br />

antes de ellos.<br />

- Esos mierdas me espantan a la clien-<br />

tela, Roger.<br />

Uno de ellos señala a Samara y todos<br />

se sientan alrededor de su escenario.<br />

Los chicos empiezan a jalearla, acercando<br />

las manos más de lo debido. Dan voces<br />

y se animan los unos a los otros.<br />

- ¿Te vas a quedar ahí quieto? –pregunta<br />

Roger.<br />

- Mientras no se pasen, sí. Son jóvenes<br />

y están borrachos, no quiero tener<br />

problemas. Cielo santo, si ni siquiera<br />

son las once, no son horas de andar con<br />

peleas.<br />

Roger se gira de nuevo hacia ellos,<br />

no muy satisfecho con la decisión de<br />

Joe. Los chicos comienzan a gritar, cada<br />

vez más alto. A uno de ellos se le sube<br />

la euforia a la cabeza y decide que es<br />

una buena idea subir al escenario junto<br />

a Samara. Ella trata de pararle dándole<br />

un empujón, pero el tipo hace oídos sordos<br />

y la agarra, atrayéndola hacia él y<br />

empezando a bailar moviendo las caderas.<br />

Pensará que no hay mujer que se le<br />

resista, y menos una puta. O eso cree él.<br />

Unas manos lo agarran por los hombros<br />

separándolo de Samara. Antes<br />

de que tenga tiempo de reaccionar, un<br />

grueso puño se estrella contra su cara,<br />

partiéndole la nariz e hinchándole los<br />

morros.<br />

- No se toca sin permiso a las chicas<br />

de Joe.<br />

Roger aporrea con fiereza la cabeza<br />

del muchacho. Alterna puñetazos en<br />

la cara con un par en el estómago, y<br />

acaba lanzándolo contra sus amigotes,<br />

que ya hacen amago de subir. Uno de<br />

ellos consigue esquivarlo y llega hasta<br />

Roger blandiendo una navaja automática.<br />

Lanza un tajo, dos, y luego trata de<br />

pincharle. Roger, en contra de lo que<br />

pueda parecer por su tamaño, se mueve


con soltura, esquivando las cuchilladas<br />

antes de que le rocen. El joven se aplica,<br />

furioso porque un maldito obeso pueda<br />

plantarle cara. Hace un par de amagos y<br />

se lanza contra su enemigo con la navaja<br />

por delante en lo que en esgrima se llamaría<br />

una estocada a fondo. Roger, que<br />

es perro viejo y de navajas se las sabe<br />

casi todas, aparta la panza en el último<br />

momento, aprovechando su volumen<br />

para pegarse al muchacho y bloquear<br />

cualquier modificación del rumbo que<br />

pretenda hacer. Con una mano le agarra<br />

el mango del cuchillo y con la otra<br />

le coge del cuello. Tiene muchas formas<br />

de acabar con la pelea, pero ese día se<br />

siente salvaje y opta por barrer al joven<br />

y estamparle de bocas contra el suelo.<br />

De una patada le quita el cuchillo de la<br />

mano y con un par más en la cabeza le<br />

disuade de seguir peleando.<br />

Por otra parte, el resto de sus amigos<br />

ya se han recuperado del batacazo, y<br />

mientras dos tratan de despertar al muchacho<br />

que les ha caído encima, otro se<br />

sube junto a Roger mientras saca un pequeño<br />

revólver de cañón corto.<br />

- Mejor no, hijo. Deja la pistola –dice<br />

Roger.<br />

- Te voy a matar joputa –le suelta el<br />

otro.<br />

- No empeores las cosas –trata de convencerle-.<br />

Suelta el arma, recoge a tu<br />

amigo e iros de aquí.<br />

- ¡Y una mierda!<br />

Todo pasa en centésimas de segundo.<br />

El chico alza la pistola para apuntar<br />

a Roger, éste echa mano debajo de su<br />

chaqueta y un poderoso estruendo hace<br />

volar por los aires medio brazo del muchacho,<br />

con pistola incluida.<br />

- ¡Nada de armas en mi local! ¡Lo dice<br />

claramente en la puerta!<br />

J. R. Plana - LAS CHICAS DE JOE<br />

Joe apunta su escopeta por encima de<br />

la barra. No le gusta hacerlo, pero cuando<br />

el tema se pone feo no queda más<br />

remedio.<br />

Roger, medio encogido por el susto,<br />

se recompone y termina de desenfundar<br />

su arma.<br />

- ¡Vamos! ¡Largo de aquí! –dice apuntándoles.<br />

Los chicos han perdido el color. Sin<br />

decir ni mu, recogen el brazo y se llevan<br />

en volandas al del revólver, que está<br />

completamente inconsciente.<br />

Joe suspira, guarda la escopeta y se<br />

pierde en una puerta al lado de la barra.<br />

- ¿Estás bien, Samara? –pregunta Roger.<br />

- Creo que sí.<br />

- Genial. ¿Y los demás? ¿Todos bien?<br />

Los clientes, aún con los ojos muy<br />

abiertos, asienten al unísono. Roger baja<br />

del escenario y Joe sale con una fregona<br />

en la mano.<br />

- La casa invita a una ronda por las<br />

molestias–grita-. Y a ti te tendría que<br />

dar un tiro en el culo, por gilipollas –le<br />

dice a Roger acercándose con el cubo-.<br />

Mira en lo que hemos acabado.<br />

- Eh, Joe, no seas injusto -contesta<br />

Samara-. Me estaban molestando y Roger<br />

les ha bajado los humos.<br />

- Le duele más tener que invitar que<br />

haber arrancado el brazo de ese capullo<br />

–se ríe Roger-. Samara, ¿seguro que te<br />

encuentras bien?<br />

La chica está un poco pálida y no parece<br />

muy estable.<br />

- Se mueve todo un poco –dice Samara-,<br />

pero creo que estoy bien.<br />

- Venga, Joe –dice Roger-, deja que la<br />

chica descanse un rato.<br />

- Está bien –dice Joe refunfuñando-.<br />

Súbete, échate agua a la cara y te tum-<br />

19


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

20<br />

bas hasta que se te pase. Tienes suerte<br />

que haya poca gente aún, si no…<br />

- Bah, no hagas caso al viejo. Nunca le<br />

ha gustado fregar sangre. Ven, te acompañaré<br />

arriba.<br />

Roger coge a Samara del brazo y se<br />

alejan juntos hacia las escaleras.<br />

- Bueno, Samara, aún no nos han presentado.<br />

Yo soy Roger Slobber.<br />

- Samara Vines, encantada.<br />

- ¿Qué te trae por la ciudad, Samara?<br />

La chica mira hacia abajo, fingiendo<br />

que se concentra en subir los peldaños.<br />

El pelo le cae, ocultando su cara a la mirada<br />

de Roger.<br />

- Nada en especial… Deambulaba por<br />

el estado y este sitio me pareció lo suficientemente<br />

bueno para quedarme un<br />

tiempo.<br />

Roger mira a la chica con suspicacia.<br />

Es bueno pillando a los mentirosos, y<br />

sabe que esta jovencita le está ocultando<br />

algo.<br />

- ¿No tienes familia o algún novio?<br />

¿Alguien que cuide de ti?<br />

- Qué va. –La chica levanta la vista-.<br />

Mis padres murieron y no tengo ningún<br />

familiar cercano. Creo que había una tía<br />

lejana por Mississippi, pero nunca la he<br />

conocido. Y de novios prefiero no hablar…<br />

- ¿Los chicos te dan problemas?<br />

- El último sobre todo. –Samara se<br />

pasa el pelo por detrás de la oreja-. Creo<br />

que él tiene la culpa de que esté aquí.<br />

- Está bien, tú no te preocupes. Ahora<br />

tienes a Joe, él cuidará de ti. –El hombre<br />

pone su mano sobre la de la chica, dándola<br />

un ligero apretón-. Y yo también<br />

cuidaré de ti. No dejaremos que te pase<br />

nada.<br />

Samara sonríe, tímida, y vuelve a mirar<br />

al suelo. Agarrados del brazo reco-<br />

rren los últimos metros hasta llegar a la<br />

habitación que tiene asignada Samara.<br />

Ella no duerme allí, únicamente la usa<br />

para atender a los clientes. Aún así la<br />

tiene pulcramente ordenada e incluso<br />

ha puesto un cuadro de arte moderno,<br />

una pequeña maceta y unas cortinas rojas<br />

en la ventana que da a la calle.<br />

- Vaya, la has puesto bien bonita –se<br />

sorprende Roger.<br />

- Gracias. -Los dos se miran. La luz<br />

suave, que tiene un ligero tono rojizo,<br />

les crea sombras marcadas en la cara-.<br />

Voy a echarme agua al baño, siéntate<br />

mientras en la cama si quieres.<br />

- De acuerdo.<br />

Roger se deja caer a los pies de la<br />

cama mientras la chica desaparece por<br />

la puerta junto a la ventana. La cama<br />

está cubierta únicamente por las sábanas,<br />

y le llama la atención ver que son<br />

suaves y están limpias. Lleva mucho<br />

tiempo viniendo al local de Joe y no recuerda<br />

haber visto nunca unas sábanas<br />

en condiciones.<br />

- Oye, Samara –pregunta en voz alta-<br />

. ¿Las sábanas las has puesto tú o son<br />

cosa de Joe?<br />

- Las compró él –la oye decir desde el<br />

baño.<br />

- Pues son muy buenas.<br />

La puerta del baño se abre y aparece<br />

Samara. Se ha quitado su ropa de bailarina<br />

y se ha dejado una pieza de sugerente<br />

lencería que haría aplaudir a cualquier<br />

hombre.<br />

- Son un capricho. Un regalito de Joe<br />

para mí –contesta.<br />

- Joder… -dice Roger boquiabierto.<br />

No está acostumbrado a que las chicas<br />

de allí vayan vestidas tan sensuales. La<br />

sutileza allí brilla por su ausencia, y Joe<br />

valora más un pecho al aire que un su


jetador de rejilla-. Madre mía, Samara,<br />

¿qué haces?<br />

La chica se mueve por la habitación<br />

con marcados bamboleos de cadera. Se<br />

acerca hasta una cómoda donde hay<br />

una mini cadena y pone música lo suficientemente<br />

alta como para que no les<br />

oigan desde afuera.<br />

- Ahí abajo me has salvado de esos<br />

orangutanes, y tengo que agradecértelo<br />

en condiciones –lo dice con la voz melosa-.<br />

¿Me vas a decir que no? -Llega hasta<br />

el hombre y lo empuja sobre la cama.<br />

- Vamos, Samara, no es necesario…<br />

- Sí que lo es. Sé que querías probarme.<br />

–Le besa en el lóbulo de la oreja-.<br />

Y no hagas mucho ruido, más vale que<br />

Joe no se entere.<br />

Roger intenta hablar de nuevo, pero<br />

ella le pone un dedo sobre la boca. Se<br />

sube a la cama y se queda de rodillas,<br />

con una pierna a cada lado, mientras<br />

desnuda lentamente a Roger. Él sonríe,<br />

pues, aunque pretenda serlo, no tiene<br />

nada de caballero, y que le cuelguen si<br />

no disfruta de esta ocasión. Samara le<br />

abre la camisa y recorre su abultado abdomen<br />

dándole besos. La mano se recrea<br />

con el botón del pantalón, jugando<br />

con él pero sin llegar a desabrocharlo.<br />

De repente, Samara se detiene.<br />

- Antes de seguir –dice mirando juguetona<br />

a Roger-, vamos a poner una<br />

regla.<br />

- Como quieras –contesta él sonriendo<br />

como un idiota.<br />

- Nada de tocar –coge unas esposas<br />

del cajón de la mesilla y añade-: al menos<br />

tú.<br />

La sonrisa de Roger se ensancha por<br />

toda su cara. Le ha dado en el punto flojo,<br />

siente debilidad por los juegos con<br />

las manos atadas.<br />

J. R. Plana - LAS CHICAS DE JOE<br />

- Te lo ha dicho Gina, ¿verdad? –pregunta-.<br />

Ella sabe que me encantan.<br />

- Ah… Secreto profesional. Venga,<br />

sube las manos.<br />

La cama tiene un cabecero de barrotes<br />

de metal. Roger pasa las manos entre<br />

dos de ellos y Samara le engancha las<br />

esposas y vuelve a ponerse a horcajadas<br />

sobre él.<br />

- Ahora sí que no me voy a ir. –La voz<br />

de Roger suena con un matiz lascivo.<br />

- Desde luego que no.<br />

Y tras decir esto, saca un chuchillo de<br />

la almohada y se lo clava en la garganta,<br />

justo en la nuez. Los ojos de Roger se<br />

abren y la sangre empieza a salir de su<br />

boca. Intenta gritar, pero entre el shock<br />

y el cuchillo no emite más que gimoteos<br />

que quedan apagados por la música.<br />

La sangre empieza a manchar todo.<br />

- Gordo cabrón –dice Samara-. Llevo<br />

planeando esto tanto tiempo. No tenía<br />

que ser así, pero no me has dejado otra<br />

opción.<br />

Roger sacude las piernas, se agita sobre<br />

la cama. Pero eso de nada le sirve,<br />

sólo le proporciona más dolor. Mientras,<br />

Samara se enciende un cigarrillo.<br />

- El plan era que los idiotas de antes<br />

acabaran contigo con el pretexto de una<br />

pelea. Yo los contraté. Pero ya ves, eran<br />

una panda de inútiles. –Exhala el humo<br />

hacia la cara de Roger-. Les está bien<br />

merecido.<br />

El hombre empieza a mostrar signos<br />

de debilidad, cada vez se mueve menos<br />

y casi ni puede respirar. Samara le mira<br />

con la cabeza inclinada.<br />

- Aún no me has reconocido, ¿verdad?<br />

–Niega, enfadada-. Tantos años de<br />

borracheras y putas te han vuelto aún<br />

más tonto que antes. Aunque, claro, por<br />

aquel entonces sólo tenías tiempo para<br />

21


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

22<br />

las piernas de mi madre, yo no te importaba<br />

ni medio cojón de mono.<br />

Una luz se enciende en los mortecinos<br />

ojos de Roger, un destello de reconocimiento<br />

de un rostro que creía olvidado.<br />

Luego, el terror se refleja en su rostro<br />

al saber que no va a escapar de allí con<br />

vida.<br />

- Ahora sí –asiente Samara-, ya sabes<br />

quién soy. Esta noche, por un momento,<br />

creí que me reconocerías. Pero luego<br />

me di cuenta de que sólo me estabas<br />

mirando el culo. Cerdo desgraciado. Da<br />

gracias por que tenga que irme rápido.<br />

Si por mí fuera, me pasaría aquí horas y<br />

horas, arrancándote cada capa de piel.<br />

Pero tengo prisa, he de salir antes de<br />

que Joe suba a ver qué pasa.<br />

Samara se levanta de la cama y comienza<br />

a vestirse. Se quita la lencería y<br />

se pone ropa interior cómoda y discreta.<br />

Después, unos pantalones holgados,<br />

una camiseta de tirantes y unas zapatillas<br />

de deporte. Del armario saca una<br />

bolsa de gimnasio medio llena, que cierra<br />

tras meter un par de prendas más.<br />

Se la cuelga al hombro y se acerca a la<br />

cama.<br />

- Bueno, Roger, me tengo que ir. Ha<br />

sido un placer volverte a ver. –Estira<br />

la mano y arranca con violencia el cuchillo.<br />

La sangre mana con más fuerza<br />

y salpica alrededor-. Esta es por mamá.<br />

Espero que lo esté disfrutando desde la<br />

tumba.<br />

La chica acuchilla a Roger una vez<br />

más. Se lo clava en el lado izquierdo,<br />

buscando el corazón. Dedica unos segundos<br />

más a mirar al que fue su padrastro,<br />

al maldito hijo de perra que<br />

convirtió su vida y la de su madre en un<br />

infierno, superando así a su verdadero<br />

padre. El charco de sangre se extiende,<br />

manchando las únicas sábanas nuevas<br />

y limpias del local de Joe. Una lástima.<br />

- Hasta la vista, Roger. Ojalá te pudras<br />

en el infierno.


Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />

Los ojos del dragón<br />

POR VÍCTOR M. YESTE<br />

Ser Gant, caballero de la Orden de los Siete Vientos, se dirige a Threstilian<br />

en busca de la gloria que le traería vencer a un dragón que aterroriza a la<br />

ciudad. Sin embargo, se enfrentará a algo incluso más terrible todavía.<br />

La armadura amenazaba con abatir<br />

sus hombros, como si un par de martillos<br />

lo empujaran hacia el suelo, vibrando,<br />

susurrando palabras de desánimo.<br />

Llevaba días sin despegarse del metal,<br />

pero no era su protección lo que ansiaba,<br />

sino el reconocimiento de quienes<br />

le veían al pasar. Era por ello que debía<br />

ser fuerte y mantenerse erguido, mostrando<br />

su superioridad.<br />

Los hombres alzaban sus manos a la<br />

frente, protegiendo su vista del incansable<br />

sol. Las doncellas reían con un<br />

nerviosismo palpable, admirando sus<br />

músculos, el fulgor en sus vestimentas,<br />

el tamaño de sus alforjas.<br />

Algunos vitoreaban su llegada, preguntaban<br />

su destino e incluso pedían<br />

su ayuda para sus problemas domésticos.<br />

Gant rio en su interior. Su espada<br />

no había sido forjada para arreglar los<br />

contratiempos del simple populacho.<br />

Los ignoraba. Levantaba la barbilla y<br />

proseguía su camino, con la vista fijada<br />

en el horizonte, allí donde el sendero se<br />

unía con el firmamento. En su mente<br />

sólo existían dos cosas: su próxima misión<br />

y la gloria que arrebataría a la misma<br />

muerte si la cumplía con éxito.<br />

Tantos días de viaje habían dado su<br />

fruto. Una luna entera desde que acabó<br />

con el líder de un grupo de mercenarios<br />

que había sembrado el terror en los<br />

bosques meridionales. Por fin había llegado<br />

a Threstilian, ciudad de nobles y<br />

mendigos. Urbe mercantil, con un puerto<br />

antaño memorable pero que ahora<br />

pocos barcos se atrevían a concurrir.<br />

Pues, según los rumores que corrían<br />

en todo el reino, era frecuentemente<br />

atacado por una criatura de inmensas<br />

proporciones y aun más grande longevidad.<br />

Se decía que, cuando los dioses<br />

crearon la sierra cercana, lo concibieron<br />

también a él para salvaguardarla. Otros<br />

jurarían que fue el castigo de un brujo<br />

muy poderoso cuando, eones atrás, fue<br />

rechazado por una princesa.<br />

Sea cual fuere la causa, la consecuencia<br />

la sufrían con demasiada asiduidad.<br />

O eso se juraba en las habladurías. Pero,<br />

como dicen las viejas, cuando el río suena…<br />

Cruzó con su caballo los portones de<br />

la muralla. Había un mercado a ambos<br />

lados de la calzada, pero todos callaron<br />

al ver su dorada armadura y su esbelto<br />

corcel. Gant no pudo obviar el aspecto<br />

de los lugareños: sucios, harapientos…<br />

incluso más asquerosos de lo que normalmente<br />

eran. Sin embargo, lo más<br />

preocupante era la mirada vacía de sus<br />

ojos, un fuego apagado cuyas cenizas<br />

levantaron alguna chispa con su presencia.<br />

Hizo avanzar a su caballo en un an-<br />

23


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

24<br />

dar pausado, dejando que todos los presentes<br />

admiraran su apariencia. Ignoró<br />

el nauseabundo olor de la plebe y, para<br />

evitar fruncir los labios, sonrio con confianza.<br />

Él era un caballero de la Orden de los<br />

Siete Vientos, curtido en batallas, famoso<br />

por sus gestas en todo territorio conocido<br />

por los dioses. Su espada, Esmeralda,<br />

había probado la sangre de trolls,<br />

quimeras y algún que otro incauto sin<br />

educación. Nadie rivalizaba con su destreza<br />

a la hora de manejar el arma.<br />

Ellos no lo sabían todavía, pero aquel<br />

que curaría los tormentos de sus almas<br />

había llegado.<br />

La trompeta sonó por la inmensa sala<br />

con cristaleras de dibujos cada cual más<br />

original. Todos mostraban escenas de<br />

batallas, la misma diadema en diferentes<br />

cabezas, liderando variados ejércitos<br />

hacia la guerra. Pero si algo llamó la<br />

atención del caballero fue, precisamente,<br />

la ausencia de monstruos y bestias.<br />

Quizá ya tenían suficiente con el que les<br />

visitaba a menudo como para ir pintando<br />

otros en sus vidrieras.<br />

Avanzó por el empedrado, acercándose<br />

a los asientos del fondo de la estancia,<br />

labrados en simple roble. Apreció poca<br />

ostentosidad y riqueza aun incluso en el<br />

salón de audiencias. Los ropajes de los<br />

consejeros del noble no destacaban ni<br />

en color ni en tejido. El mismo patricio,<br />

cuya barba canosa cubría gran parte de<br />

su pecho, tenía el dorado del oro sólo<br />

presente en la diadema, cuya forma no<br />

era igual a la de los ventanales.<br />

Una vez a una prudente distancia,<br />

Gant se detuvo y agachó ligeramente la<br />

cabeza.<br />

- Bienvenido, mi valiente caballero.<br />

Bienvenido la ciudad de Threstilian.<br />

- Agradezco su hospitalidad, mi señor<br />

Lemmat. He venido de tierras lejanas<br />

pues me han contado que precisáis<br />

una ayuda urgente.<br />

- Sí… así es. –Agachó la cabeza, apesadumbrado-.<br />

Urgente, aunque siglos<br />

han pasado desde que somos víctimas<br />

de una criatura infame, cuya sed de<br />

sangre parece no tener fin.<br />

- ¿Puedo preguntar de qué se trata?<br />

- Por supuesto. –Le observó fijamente<br />

el noble, como queriendo comprobar<br />

su reacción-. Un dragón. –Calló un<br />

momento y continuó-: Con el paso del<br />

tiempo cambia de color de piel, incluso<br />

de tamaño, según la comida de la que<br />

disponga o la época en la que se encuentre.<br />

Pero sigue acudiendo a nuestra<br />

ciudad, destruyendo nuestras cosechas.<br />

- ¡Un dragón! –exclamó a su vez Gant,<br />

arqueando las cejas.<br />

Nunca había visto una leyenda así<br />

hecha realidad. Su abuelo le había contado<br />

cuando era tan sólo un niño que,<br />

en tiempos ya olvidados, los dragones<br />

dominaban grandes porciones de tierra,<br />

matando a todo aquel que se acercara a<br />

sus dominios. Las leyendas decían que<br />

les encantaba reposar encima de tesoros<br />

inconmensurables. Riquezas robadas y<br />

almacenadas con la paciencia que sólo<br />

un ser vivo tiene cuando carece de una<br />

vejez mortal.<br />

Gant se llevó las manos a las caderas<br />

y sonrio. Afortunadamente para los<br />

hombres, con la constante mejora de las<br />

armas, era posible acabar con la vida de<br />

un dragón. Y eso era lo único que importaba<br />

ahora.<br />

Lemmat parpadeó con perplejidad al<br />

ver la sonrisa de éste y frunció el entrecejo.


- ¿Acaso no me creéis?<br />

- Por supuesto que sí, mi señor. Y es<br />

por ello que mi corazón palpita con gran<br />

alegría. ¡Pues por fin me enfrentaré a un<br />

enemigo merecedor de mi acero!<br />

Uno de los que se encontraban cerca<br />

del noble se adelantó al resto. Estaba<br />

ataviado con una armadura de acero,<br />

cota de malla, guardabrazos y guanteletes<br />

plateados.<br />

- Estamos cansados de supuestos héroes<br />

que aseguran poder acabar con<br />

cualquier mal. Todos los que han venido<br />

antes que tú han perecido como perros.<br />

¿Qué te hace pensar que hallarás el<br />

éxito allí donde otros no han encontrado<br />

más que la muerte?<br />

Gant rio con fuerza. Siempre la impertinencia.<br />

El mundo estaba lleno de<br />

gente que no sabía tener la lengua atada<br />

cuando más le convenía.<br />

- ¿Quién eres tú, que hablas cuando<br />

no se te ha dado permiso?<br />

- Ser Artim, capitán de la guardia de<br />

Threstilian.<br />

- Perdone a mi leal… -intentó excusarse<br />

el noble.<br />

- Oh, no se preocupe, mi señor. Y he<br />

de asumir -continuó Gant, acercándose<br />

un par de pasos –, que te crees el mejor<br />

espadachín de la ciudad, ¿no es así?<br />

Por un segundo ser Artim dudó pero,<br />

finalmente, asintió con complacencia.<br />

- Si no, Lord Lemmat no me habría<br />

otorgado tal puesto.<br />

- Entonces, me pregunto, oh, gran capitán,<br />

¿por qué, si tal es el dolor que sufre<br />

este lugar, no has tratado todavía de<br />

matar al dragón?<br />

- ¿Y qué te hace pensar que no lo he<br />

intentado? –inquirio Artim.<br />

- Porque, de ser así, estarías muerto y<br />

no importunando a los demás –contestó<br />

Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />

Gant, encogiéndose de hombros.<br />

El rostro de ser Artim se tornó del escarlata<br />

del vino.<br />

- ¡Mi señor, solicito la oportunidad de<br />

enseñarle modales a este desvergonzado!<br />

Lemmat, que hasta ese momento se<br />

había quedado callado, carraspeó y<br />

cambió la posición en la que estaba sentado.<br />

- Ser Artim, sabes bien que cada vez<br />

quedan menos aventureros que se atrevan<br />

a luchar contra la bestia. Si permito<br />

que…<br />

- Oh, no se preocupe, no le haré daño<br />

a su oficial –añadió Gant, sonriendo<br />

ampliamente-. Es más, si lo venzo, vendrá<br />

conmigo a matar al dragón.<br />

- Será un placer. ¿Y si eres tú el que<br />

pierde? –señaló Artim.<br />

- Si consigues vencerme –continuó<br />

el otro-, te daré mi espada, Esmeralda,<br />

lo que más aprecio en este mundo y mi<br />

compañera en todas mis hazañas.<br />

- ¡Lo segundo que más aprecias, querrás<br />

decir! –exclamó Artim.<br />

- ¿Y cuál crees que es la primera?<br />

- Tu vanidad.<br />

Gant entrecerró los ojos y, poniéndose<br />

serio, dirigió de nuevo la mirada al<br />

noble.<br />

- Si nos concede el permiso, demostraré<br />

mi valía y por qué debería confiar<br />

en mis cualidades y lo que ha escuchado<br />

sobre mí.<br />

Lemmat asintió con pesadez y se levantó.<br />

- Afuera, pues, y veamos si podemos<br />

sacar algo de provecho de esta desavenencia.<br />

–Agitó levemente la cabeza<br />

mientras bajaba los escalones y murmuró–:<br />

Al menos espero que sea divertido…<br />

25


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

26<br />

El viento soplaba con fuerza y las primeras<br />

gotas de una tempestad repiqueteaban<br />

en las armaduras de los dos contrincantes.<br />

A su alrededor los cercaban<br />

numerosos guardias formando un círculo,<br />

manteniendo a distancia a la muchedumbre<br />

curiosa que se estaba aglomerando<br />

en el patio de armas. Pues, por<br />

muy pobre que uno sea, siempre busca<br />

el entretenimiento. Y si incluye algo de<br />

sangre, todavía mejor.<br />

Gant desenvainó el arma y la alzó,<br />

mostrándola al público. Éste rugió con<br />

furor, llenando de adrenalina al caballero.<br />

Se encaró al capitán, quien lo observaba<br />

muy atentamente, y adoptó una<br />

posición defensiva.<br />

- Vamos, valiente, demuestra de lo<br />

que eres capaz –le dijo Gant, mordiéndose<br />

el labio inferior.<br />

Ser Artim gritó con furia y se abalanzó<br />

hacia su oponente. Los metales entrechocaron,<br />

lanzando chispas a su alrededor.<br />

El viento, el griterío de la multitud,<br />

todo sonido abandonó la mente de Gant<br />

y fue sustituido por un silencio interior.<br />

Gant se apartó a un lado, buscando<br />

desequilibrarlo aprovechando su embestida,<br />

pero Artim era un luchador<br />

bien instruido y, apoyándose en el pie<br />

contrario, se impulsó para dar una estocada<br />

a la rodilla.<br />

Gant saltó y la esquivó. Sin molestarse<br />

en contraatacar, dio un paso hacia atrás<br />

y esperó. Artim dio varios tajos a ambos<br />

lados, pero Gant los paró sin aparente<br />

esfuerzo. De esto pareció darse cuenta<br />

su rival, pues cambió velozmente de<br />

postura y trazó un arco con su espada<br />

hacia la cabeza de Gant.<br />

Éste contuvo la arremetida pero, en<br />

vez de esperar el acostumbrado giro y<br />

golpe de mango en la cabeza, avanzó<br />

un pie y le dio un rodillazo en la entrepierna<br />

a Artim.<br />

Éste aulló de dolor y se cayó de espaldas.<br />

- Sucio… rastrero… - musitó entre<br />

dientes.<br />

- Si eres lo suficientemente ingenuo<br />

como para creer que sólo puedes valerte<br />

de tu espada… mejor abandona y<br />

mantén algo de tu honor.<br />

Artim se incorporó y cogió la espada<br />

con ambas manos. Sin intercambiar más<br />

palabras, gritó y saltó hacia Gant, descargando<br />

un golpe con todas sus fuerzas.<br />

Éste dio un salto a un lado, dejando<br />

que su espada rozara la punta de la de<br />

su adversario, y dio un giro sobre sí,<br />

golpeando con el pomo del arma en la<br />

espalda de Artim. El perjudicado avanzó<br />

un par de pasos hacia adelante, recuperó<br />

el equilibrio y se dio la vuelta,<br />

jadeando.<br />

- La furia nubla tu juicio –le indicó<br />

Gant.<br />

- No necesito tus lecciones, forastero<br />

–le espetó Artim y escupió en el suelo,<br />

cerca de sus escarpes.<br />

Gant sacudió la cabeza y miró a los<br />

que presenciaban la lucha.<br />

- ¿Queréis que Esmeralda baile por<br />

fin?<br />

Un grito unánime le animó a ello.<br />

Gant sonrio e inspiró hondo. Señaló<br />

con la espada a su contrincante y corrio<br />

hacia él. Con movimientos más veloces<br />

que pegasos en plena huida, su acero<br />

cortó el aire y silbó una canción estremecedora.<br />

En un instante se encontraba<br />

intentando morder al enemigo en la<br />

pierna y al siguiente era el hombro con-


trario.<br />

Artim apenas podía parar los espadazos.<br />

Retrocedió hasta que careció del<br />

espacio suficiente para ello y, de improviso,<br />

descargó un puñetazo en el riñón<br />

a Gant. Aprovechó el momento de distracción<br />

para amagar el siguiente golpe<br />

y volver al centro del círculo.<br />

Gant gruñó, tocándose la zona dolorida.<br />

- Se acabó.<br />

Arremetió con saña, descargó varios<br />

tajos a ambos lados y, aprovechando<br />

uno hacia el lado izquierdo de la cabeza<br />

de Artim, dio una patada en la rodilla<br />

derecha de éste. El capitán se arrodilló<br />

con la espada en alto.<br />

Gant dio un sablazo en su arma, rodeó<br />

a su rival y posó el filo en el cuello<br />

de Artim. Un hilillo de sangre comenzó<br />

a emerger del lugar donde apretaba su<br />

piel.<br />

- Dime una razón por la que no debería<br />

acabar con tu vida –murmuró Gant.<br />

- El… acuerdo… -consiguió articular<br />

Artim.<br />

Gant frunció el ceño. Miró a su alrededor,<br />

volviendo a ser consciente del<br />

lugar y el público que los rodeaba. Suspiró<br />

y apartó el arma con presteza.<br />

Los aplausos y los gritos de alegría<br />

no se hicieron esperar. Saludó a algunos<br />

aldeanos al azar, hizo una reverencia<br />

y giró la cabeza hacia su contrincante,<br />

quien seguía arrodillado.<br />

- Veremos si eres capaz de ser de alguna<br />

utilidad frente a una criatura milenaria.<br />

Aunque sea de distracción…<br />

-le murmuró, y se alejó en dirección de<br />

Lord Lemmat.<br />

Se sentó en la silla situada a la derecha<br />

del noble y observó las vituallas<br />

Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />

que ocupaban los numerosos platos.<br />

Lemmat pareció notar su mirada, pues<br />

inclinó la cabeza y susurró:<br />

- Perdonad la humildad de nuestro<br />

banquete, Ser Gant. –Cogió un trozo de<br />

carne y se lo llevó a la boca -. Debe comprender<br />

que nuestra persistente lucha<br />

contra unos más que constantes ataques<br />

incendiarios no permiten que aumente<br />

nuestro tesoro.<br />

- Eso no impedirá que, cuando acabe<br />

con el animal, reciba una recompensa<br />

interesante, ¿no?<br />

- Por supuesto, y nuestro agradecimiento<br />

de por vida.<br />

Siguieron comiendo durante unos<br />

instantes, cada uno sumido en sus propios<br />

pensamientos mientras el resto de<br />

comensales conversaban. El tema más<br />

recurrido era, por supuesto, el duelo<br />

que se había producido no hacía más<br />

que una hora.<br />

- ¿Por qué no se van a un lugar menos…<br />

peligroso? –preguntó él, reprimiendo<br />

una palabra que bien podría<br />

haber parecido insultante.<br />

- Es la tierra de mis ancestros –le explicó<br />

Lemmat, arqueando las cejas-. Si<br />

la abandonara a su suerte, mis antepasados<br />

se levantarían de sus tumbas y<br />

me maldecirían de por vida.<br />

“Como si no lo estuvieras ya”, pensó<br />

Gant, bebiendo algo de vino. Sus ojos se<br />

cruzaron con los de Ser Artim, que se<br />

encontraba a varios asientos de distancia.<br />

- Su mujer y su hijo murieron en el<br />

último embate de la bestia –comentó el<br />

Lord.<br />

- ¿Disculpe?<br />

- Ser Artim. Perdió a toda su familia<br />

la última vez que el dragón salió de su<br />

guarida. Me pidió que le permitiera dar<br />

27


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

28<br />

un final decente a su vida intentando<br />

matarlo. –Se detuvo un momento para<br />

echarse guisantes de un cuenco cercano-.<br />

No se lo concedí. Tiene muchos<br />

años por delante, y siempre ha sido un<br />

buen oficial.<br />

- Comprendo… pero un trato es un<br />

trato. Si se negara ahora, dañaría su honor.<br />

- Lo sé – admitió Lemmat con voz<br />

grave-. Lo sé…<br />

Pese a la ausencia de exquisiteces, todos<br />

cenaron hasta que no pudieron almacenar<br />

nada más en el estómago.<br />

- Lord Lemmat, ¿me permitiría decir<br />

unas cuantas palabras para dar por finalizada<br />

la velada?<br />

Éste asintió, por lo que Gant se levantó<br />

y pidió silencio a los presentes.<br />

- Señores, deben saber que sus días<br />

de hastío han finalizado. Desde que fui<br />

nombrado caballero, nunca he sido derrotado<br />

y mañana no será la primera<br />

vez. –Sonrio y se cruzó de brazos-. Me<br />

encargaré de vuestro dragón y os traeré<br />

su cabeza. ¡Mañana será un día que pasará<br />

a la historia, lo prometo!<br />

Todos arrancaron en un aplauso entusiasta<br />

y lo vitorearon. Todos menos<br />

uno. Ser Artim bajó la mirada a su plato<br />

y siguió comiendo, como si nada hubiera<br />

ocurrido.<br />

Gant y Artim salieron del establo<br />

montando a caballo. Cuando tomaron<br />

el camino que iba hacia la salida de la<br />

urbe, mucha gente se reunió a ambos<br />

lados y los animaron en un clamor que<br />

llenó el corazón de Gant.<br />

- ¡No temáis más, pues en mi retorno<br />

ya nunca tendréis que pasar penurias!<br />

–exclamó.<br />

Una señora se acercó a su montura<br />

cuando pasaba a su lado.<br />

- Por favor, mi señor, acepte esta hogaza<br />

de pan y estas manzanas para el<br />

viaje –le dijo, mostrándole una bolsita<br />

de piel-. Ojalá tengáis suerte en vuestra<br />

empresa.<br />

- Gracias, ponla en esta alforja –le señaló<br />

Gant, sin mirarla ni dejar de saludar<br />

a los ciudadanos.<br />

“Como si fuera a probar la basura a la<br />

que la plebe llama comida…”, se jactó<br />

en su interior.<br />

- Ser Gant, no debería haberle aceptado<br />

la ofrenda –le dijo Artim un poco<br />

después-. Quizá se haya quedado sin<br />

más para todo el día.<br />

- ¿Y que parezca un desagradecido?<br />

No cuestiones mi comportamiento, ignorante,<br />

pues nada sabes de cómo tratar<br />

al populacho.<br />

- Yo mismo pertenezco a él, pese a mi<br />

título– replicó con odio Artim.<br />

Gant se rio con fuerza y saludó un<br />

poco más. Cuando vio que ya había<br />

cumplido con su labor, levantó al caballo<br />

por las patas delanteras, desenvainó<br />

a Esmeralda y galopó hacia la entrada<br />

de Threstilian. Oyó los cascos de su<br />

compañero un poco atrás y supo que,<br />

pese a su reticencia, le había seguido en<br />

su espectacular salida.<br />

Envainó la espada y fijó su mirada al<br />

frente, en la montaña en la que vivía el<br />

supuesto monstruo. Ahora comenzaba<br />

el juego de verdad.<br />

Subieron por pendientes cada vez<br />

más empinadas durante horas y horas<br />

hasta que los caballos no pudieron<br />

avanzar más. Cuando su jadeo se volvió<br />

peligrosamente estridente, los ataron a<br />

un par de árboles y Artim empezó a coger<br />

sus pertenencias.


- Está oscureciendo –advirtió Gant,<br />

observando el horizonte que asomaba<br />

por encima de una arboleda cercana-.<br />

Aprovecharemos para montar el campamento<br />

y seguiremos mañana.<br />

- Apenas nos falta un rato de cabalgada<br />

más. ¿Por qué no atacamos de noche?<br />

- ¿Quieres luchar contra una fiera gigantesca,<br />

habituada a la oscuridad de<br />

su gruta, con sólo el resplandor de la<br />

Luna de tu lado? –inquirio Gant con un<br />

resoplido-. Adelante. De todas formas<br />

no te necesito.<br />

Artim no contestó, pero sacó un par<br />

de mantas e improvisó un lecho encima<br />

de varios matorrales. Gant sonrio,<br />

moviendo la cabeza de un lado a otro, e<br />

hizo lo mismo. Cuando hubo acabado,<br />

se acostó y contempló las estrellas, el<br />

mejor techo para un aventurero.<br />

- ¿Por qué le das una importancia tan<br />

extrema a la gloria, Gant?<br />

- Porque hasta que averigüe el secreto<br />

de la inmortalidad, si es que existe… al<br />

menos me aseguraré de que me recuerden<br />

muchos años después de mi muerte.<br />

Artim se quedó callado, observando<br />

con mirada ausente el olivo al que había<br />

atado su montura.<br />

- Hay otras maneras… -murmuró-.<br />

Tener una familia, perdurar en el tiempo<br />

a través de tu descendencia…<br />

- Sí, como que a ti te ha servido de<br />

mucho –se jactó Gant.<br />

Al instante supo que se había pasado<br />

de la raya. Artim se dio la vuelta y no<br />

volvió a hablar.<br />

- Lo que quiero decir es que… la familia<br />

puede morir, abandonarte, desaparecer…<br />

pueden robártela incluso<br />

–continuó-. Y aunque tengas hijos, nie-<br />

Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />

tos… ¿acaso te acuerdas del nombre del<br />

abuelo de tu abuelo? –Calló un momento,<br />

y prosiguió-: No, mi vida no habrá<br />

pasado en balde. No lo permitiré.<br />

Sólo el silencio, ocasionalmente roto<br />

por el zarandeo de las ramas al son del<br />

viento, contestó a su declaración de intenciones.<br />

Artim siguió de espaldas a<br />

su compañero, pero a Gant no le importó.<br />

No necesitaba su beneplácito para<br />

aquello a lo que había jurado dedicar su<br />

vida desde que no era más que un simple<br />

escudero.<br />

Dio una suave patada en el costado<br />

de Artim. La luz del Sol hacia un rato<br />

que iluminaba aquellos parajes y los caballos<br />

habían tenido toda la noche para<br />

reparar su extenuación.<br />

- Vamos, gandul, levántate de una<br />

vez o me iré sin ti.<br />

Artim gruñó, estiró los brazos y se levantó.<br />

Al sacar los víveres para comer<br />

un frugal desayuno, éste eligió comer<br />

los que la campesina les había regalado<br />

en Threstilian. Gant, en cambio, devoró<br />

los que les habían dado en el castillo de<br />

Lord Lemmat.<br />

Una vez acabaron, retomaron la marcha<br />

y se dirigieron a una abertura en la<br />

roca gigantesca. A distancia no parecía<br />

tener una forma natural, algo que confirmaron<br />

cuando pudieron observarla<br />

de cerca. La piedra era tan negra como<br />

el carbón, lo cual indicaba que había<br />

sido abierta eones atrás con fuego.<br />

Y sólo un fuego era capaz de vencer<br />

a la roca de esa manera: el espirado por<br />

un dragón.<br />

Artim se detuvo, contemplando con<br />

el corazón encogido tamaño espectáculo.<br />

- ¿Pensando en echarte atrás? –se bur-<br />

29


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

30<br />

ló Gant, girando el caballo hacia él.<br />

- Nunca. –El semblante del otro caballero<br />

retomó su seriedad.<br />

Bajaron a tierra y sujetaron los caballos<br />

a unos árboles en un recodo del camino.<br />

Desenvainaron las espadas y se<br />

asomaron a la cavidad. Se prolongaba<br />

hasta sumergirse en una oscuridad que<br />

no presagiaba nada bueno.<br />

Se dieron la señal y entraron corriendo,<br />

escondiéndose cada cierto intervalo<br />

de tiempo en los peñascos que sobresalían<br />

del irregular suelo. Conforme<br />

avanzaban, la temperatura ambiental<br />

subía a marchas forzadas, provocando<br />

regueros de sudor que sobrepasaban<br />

sus cejas.<br />

Cuando el calor que acusaban amenazaba<br />

con hacerse insoportable, vislumbraron<br />

una luz titilante en la pared de<br />

un recodo. Se aproximaron de puntillas<br />

y asomaron con cuidado la cabeza por<br />

el borde del orificio.<br />

Las paredes de la cueva a la que daba<br />

estaban repletas de madera ardiendo.<br />

Las sombras que arrojaban los incontables<br />

fuegos se unían las unas con las<br />

otras formando una amalgama de escenas<br />

inconexas y horripilantes. Destacando<br />

entre los colores agrestes de las<br />

vetas de minerales pudieron contemplar<br />

maravillados la piel de un gigantesco<br />

dragón. Las escamas brillaban y<br />

refulgían aparentando una luz propia.<br />

La criatura no se movió ni hizo señal<br />

de haberse percatado de su presencia.<br />

Estaba enroscado sobre sí mismo cual<br />

serpiente, con las alas plegadas por encima<br />

de su cuerpo. Gant entrecerró los<br />

ojos y se fijó en el suelo en el que se posaba.<br />

No había tesoro. El único dorado de<br />

la estancia era el del fuego, demostran-<br />

do que esa leyenda no era cierta. A Gant<br />

no le sorprendió. Muchas de ellas no lo<br />

eran. Es más, varias de sus gestas se las<br />

había inventado él mismo.<br />

Hizo un gesto a Artim y se fueron<br />

acercando paso a paso al monstruo. Un<br />

ataque rápido y certero y Gant conseguiría<br />

una gloria que narraría con detalles<br />

excepcionales.<br />

CRACK.<br />

Artim pisó una ramita que había en el<br />

suelo y unos colosales ojos se abrieron<br />

de par en par. Las pupilas del dragón<br />

se posaron en los visitantes, quienes se<br />

detuvieron, paralizados.<br />

Acto seguido, abrio las fauces y una<br />

llamarada salió disparada hacia los dos,<br />

que se echaron cada uno a un lado y la<br />

evitaron por los pelos.<br />

- ¡Ríndete, bestia inmunda! –bramó<br />

Gant corriendo hacia él, espada en<br />

mano.<br />

Antes de que se acercara, el dragón<br />

le lanzó otra llamarada y tuvo que tirarse<br />

a un lado. Artim aprovechó para<br />

aproximarse todavía más y lanzó un<br />

tajo a su pata, pero el dragón la paró de<br />

un zarpazo, abriendo una profunda herida<br />

en su brazo.<br />

El reptil rugió con furia y desplegó<br />

sus alas, que cubrieron la gruta de lado<br />

a lado. Gant tomó carrerilla, saltó encima<br />

de un canto rodado y se propulsó<br />

contra una de sus alas, rasgándola con<br />

la espada de arriba a abajo, pero sin<br />

conseguir atravesarla. Tal era la dureza<br />

de su piel.<br />

El grito del dragón resonó por toda<br />

la montaña, haciéndola temblar. Dio un<br />

pequeño salto y despidió fuego en todas<br />

direcciones, obligando a Gant a retroceder<br />

para salvaguardar su vida.<br />

De repente, una voz resonó por las


concavidades de la roca.<br />

- ¡Mataste a toda mi familia, maldito!<br />

–farfulló Artim, saliendo del lugar donde<br />

se había guarecido y corriendo hacia<br />

el lagarto-. ¡Acabaré contigo aunque sea<br />

lo último que haga!<br />

No podía desaprovechar aquella<br />

oportunidad. Gant corrio también hacia<br />

el dragón, esquivando alguna de las ramas<br />

ardientes que caían de las alturas.<br />

Una zarpa se aproximó con una velocidad<br />

mortal hacia su cabeza, pero se tiró<br />

al suelo y se dejó arrastrar por la inercia<br />

de su carrera.<br />

Consiguió levantarse a tiempo para<br />

volver a esquivar la extremidad del dragón<br />

y alcanzó a Artim, cruzándose el<br />

uno con el otro y dirigiéndose a las patas<br />

opuestas. Con un grito que sólo podría<br />

surgir de quien lucha por su vida,<br />

levantaron sus espadas y arremetieron<br />

contra las patas traseras de la bestia.<br />

Ésta se desplomó hacia atrás, provocando<br />

tal temblor que, por un instante,<br />

temieron que la montaña se derrumbara<br />

encima de ellos. El dragón los observó<br />

con ojos repletos de furia y, apoyándose<br />

en sus garras, retomó el equilibrio<br />

a duras penas.<br />

Los dos caballeros se colocaron enfrente<br />

de él, sin perderlo de vista ni un<br />

instante.<br />

- ¿Alguna idea? –jadeó Artim.<br />

- Sí… una –contestó Gant.<br />

Agarró de la cota de malla a Artim a<br />

la altura del hombro y lo lanzó hacia delante,<br />

justo en la línea de las fauces del<br />

dragón. El alarido del hombre no evitó<br />

que el dragón tomara aire y expulsara<br />

una bocanada de fuego que achicharró<br />

a su víctima. Su voz pronto desapareció<br />

conforme su cuerpo se convertía en una<br />

masa informe y ennegrecida.<br />

Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />

Gant aprovechó la distracción para<br />

correr hacia el dragón. Cuando éste se<br />

dio cuenta de su peligrosa cercanía, ya<br />

era demasiado tarde. Gant se impulsó<br />

con todas sus fuerzas y la espada Esmeralda<br />

se hundió en el gigantesco pecho<br />

hasta el mango.<br />

El animal rugió de dolor y se cayó<br />

hacia atrás. Incapaz de retirar el acero,<br />

Gant se soltó y cayó al suelo de espaldas.<br />

El golpetazo arrancó el aire de sus<br />

pulmones, y aspiró fuerte. El aire, repleto<br />

de cenizas, le provocó una violenta<br />

tos.<br />

Para cuando pudo recuperarse, se<br />

incorporó y vio que el dragón había<br />

estado intentando alcanzarle. Pero,<br />

agonizante, se había dado por vencido<br />

y simplemente le miraba con algo que<br />

parecía regocijo.<br />

Una voz de ultratumba resonó en<br />

toda la cueva.<br />

- Lo has conseguido, humano.<br />

- ¿Hablas? –consiguió articular Gant,<br />

sorprendido-. ¿Cómo es posi…?<br />

- Me has derrotado. Muchos han sucumbido<br />

al poder de mis llamas… pero<br />

tú no. Arrogante, avaricioso, astuto…<br />

fuiste capaz de sacrificar a tu amigo<br />

para conseguir la victoria.<br />

- No era mi amigo. Y la victoria sólo<br />

me pertenece a mí. No iba a sobrevivir a<br />

esta contienda… de una manera u otra<br />

–afirmó el caballero, sonriendo.<br />

El dragón gruñó y se retorció de dolor.<br />

- ¿Es gloria lo que buscas, entonces?<br />

Ser recordado por toda la eternidad.<br />

Gant afirmó con la cabeza. Esto provocó,<br />

para su desconcierto, una risotada<br />

en la criatura, cuyo sonido rebotó contra<br />

las paredes y se multiplicó en la lejanía.<br />

- Pobre iluso. Serás recordado, pero<br />

31


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

32<br />

no como crees. –Su voz perdió parte de<br />

su fuerza, pero continuó-. Yo, como tantos<br />

otros antes de mí, también sucumbí<br />

a mis propios aires de grandeza. Es la<br />

maldición de la vanidad. Tarde o temprano<br />

acaba por consumirte.<br />

- ¿A qué te refieres, bestia?<br />

La voz se tornó en un gruñido que,<br />

pese a su debilidad, siguió siendo inteligible.<br />

- Quien mata a un dragón, se convierte<br />

en uno.<br />

Volvió a reírse, esta vez con la potencia<br />

que su cercano fallecimiento le permitía.<br />

- ¡Embustero! –le acusó Gant, horrorizado-.<br />

¡No puede ser! ¡No es cierto!<br />

- Gracias por darme una muerte digna…<br />

El dragón calló, sumergiéndose en las<br />

eternas tinieblas de la muerte. El corazón<br />

de Gant, por un instante, dejó de<br />

palpitar. Consternado, se miró las manos<br />

y los brazos y vio como su piel se<br />

iba tornando de un irónico verde esmeralda.<br />

Corrió hacia el cadáver del dragón y<br />

localizó el mango de su espada. Tras un<br />

angustiado forcejeo, consiguió arrancar<br />

el metal y lo sujetó en sus manos, cuyos<br />

dedos se estaban convirtiendo en<br />

garras.<br />

Gritó con todas sus fuerzas y arremetió<br />

sin parar contra la piel del monstruo.<br />

Desesperado, comprobó que todo daba<br />

vueltas y acabó soltando el arma, que<br />

rebotó en el suelo.<br />

Se llevó las manos a la cabeza. Un dolor<br />

lumbar le avisó del crecimiento de<br />

una cola, mientras todo el cuerpo le ardía<br />

como si un fuego interior le estuviera<br />

consumiendo poco a poco.<br />

Su garganta se desgarró en un grito<br />

atormentado. Un grito por lo que nunca<br />

podría obtener. Un grito porque ya<br />

nadie le recordaría por quién era… sino<br />

por qué era. Un grito despavorido, demencial,<br />

pues sólo sería el próximo dragón<br />

en una maldición milenaria.<br />

Una maldición que, en su caso, había<br />

llevado consigo siempre.<br />

El crujido de una ramita acabó con el<br />

silencio del crepitar de su hogar.<br />

Abrió los ojos. Unos ojos ambarinos,<br />

de pupilas verticales. Fríos, oscuros,<br />

sombríos, inhóspitos.<br />

Dos caballeros le observaban con una<br />

mezcla de fascinación y terror.<br />

El rostro del dragón se contrajo y algo<br />

parecido a una sonrisa transformó sus<br />

fauces.<br />

Ahora comenzaba el juego. El juego<br />

de verdad.


R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />

Espejos Rotos - Capítulo III<br />

Cólera<br />

Nuevas personas y nuevos acontecimientos golpean la vida de Jack y la del<br />

psiquiátrico de Huntsville. Adéntrate para descubrir cuáles son, pero... ¿podrás<br />

salir?<br />

POR R. P. VERDUGO<br />

La luz fría proveniente de aquella inmensa<br />

luna llena que flotaba en el cielo<br />

impregnado de mil estrellas se colaba<br />

por las enormes cristaleras de la cafetería.<br />

El rostro de Eva quedaba parcialmente<br />

iluminado por aquella blanquecina<br />

luz, inspiradora de leyendas<br />

y temor no hacía mucho tiempo atrás.<br />

Su mente divagaba, saltaba de pensamiento<br />

en pensamiento sin apenas darse<br />

cuenta. De repente, tres minúsculos<br />

sonidos brotaron de la oscuridad, proveniente<br />

de un reloj que había colgado<br />

en la pared, indicando la llegada de la<br />

medianoche.<br />

“¿Tres horas ya?”, pensó. “¿Ya llevo<br />

tres horas mirando el rosal…?”.<br />

Después de un rato, como si el sonido<br />

del reloj la hubiera despertado de una<br />

hibernación mental, Eva apartó la cara<br />

de la mano, donde había permanecido<br />

apoyada. En su rostro ahora se encontraba<br />

una pequeña zona enrojecida, fruto<br />

de la presión. Agarró su taza de café<br />

a medias y se la bebió de golpe, como<br />

un borracho hubiera hecho con un chupito<br />

de tequila.<br />

Dejó la taza en la mesa, donde antes<br />

se encontraba, y recogiendo su abrigo<br />

apoyado en una de las sillas, se dirigió<br />

a la salida. La cafetería se encontraba en<br />

penumbra, la única luz que conseguía<br />

iluminar el interior era la tétrica luz lunar.<br />

Entonces, Eva descubrió una silueta<br />

que se alejaba de tener forma de mesa<br />

o silla. Se trataba de una persona.<br />

33


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

34<br />

Se trataba de Ella.<br />

La niña dio un paso al frente, situándose<br />

bajo la tenue luz. El sonido de sus<br />

zapatitos negros retumbó como lo hubiera<br />

hecho en el silencio de cualquier<br />

museo. La niña la miraba con aquellos<br />

hipnóticos ojos azules, aunque estos no<br />

irradiaban odio u omnipotencia, tampoco<br />

se trataba de una mirada desafiante.<br />

Se trataba de miedo.<br />

La niña miraba a Eva con miedo.<br />

Eva le devolvió la mirada con aquellos<br />

brillantes ojos azules, penetrando<br />

en la niña como un punzón de hielo ,y,<br />

entonces, la niña desapareció.<br />

“Tranquila, Catherine. A todo cerdo<br />

le llega su hora”.<br />

Ahora la mirada de Eva podría haber<br />

sido capaz de atravesar un muro de hormigón.<br />

Las venas de su cuello de cisne<br />

comenzaron a hincharse, casi convertidas<br />

en diminutas cañerías. Su tez blanca<br />

y aterciopelada enrojeció rápidamente.<br />

De repente, la taza de café que había<br />

dejado encima de la mesa comenzó a<br />

flotar en el aire. Todas las mesas del recinto<br />

se pusieron a temblar salvajemente,<br />

como si se tratara de un terremoto.<br />

Miles de platos y tazas de porcelana salieron<br />

de sus estanterías, flotando ingrávidos<br />

en el aire y moviéndose en todas<br />

direcciones como movidos por hilos invisibles.<br />

Los cubiertos bien guardados<br />

en sus cajones también se unieron a<br />

aquella anómala manifestación. La respiración<br />

de Eva era agitada, como si se<br />

tratara de un caballo de carreras, y fue<br />

entonces, y solo cuando el reloj de la pared<br />

marcó las 00:13 con sus diminutas<br />

manecillas, cuando todo terminó.<br />

Eva lanzó un monstruoso y gutural<br />

grito a la oscuridad, como intentando<br />

desafiar al mismísimo príncipe de la<br />

sombras. Las paredes devolvían el grito,<br />

intensificándolo todavía más. Toda<br />

la habitación temblaba como si debajo<br />

de aquellas mismas baldosas se encontrara<br />

el epicentro del terremoto y entonces,<br />

todo estalló.<br />

La taza, los vasos y los platos comenzaron<br />

a romperse en mil pedazos, esparciendo<br />

los afilados fragmentos en<br />

todas direcciones. Los cuchillos y los tenedores<br />

surcaban el cielo como pájaros<br />

enfurecidos y se clavaban en paredes y<br />

mesas. Poco a poco, el suelo iba cubriéndose<br />

de los miles de pedazos rotos que<br />

antes constituían la vajilla, como si se<br />

tratara de nieve. Entonces cesó el grito.<br />

Los objetos que aún permanecían suspendidos<br />

en el aire terminaron cayendo<br />

al suelo. De la nariz de Eva brotaba una<br />

espesa gota de sangre que caía sobre la<br />

blanca porcelana del suelo, rompiendo<br />

aquel aspecto inmaculado.<br />

La cólera había acabado.<br />

II<br />

Jack caminaba tranquilamente hacia<br />

la cafetería. Aquella noche no le había<br />

hecho falta tomar una ración de cloroformo<br />

para poder conciliar el sueño y se<br />

había despertado cuando aquel reloj digital,<br />

que le había acompañado durante<br />

toda su aventura universitaria, marcó<br />

las ocho. Lo único que deseaba ahora<br />

era una gran taza de café, sentir la cafeína<br />

activar su cerebro como un chute<br />

de adrenalina y poder permanecer sin<br />

ningún percance otro día más.<br />

La sorpresa fue mayúscula al escuchar<br />

el enorme murmullo y el colapso<br />

de gente que había a las puertas de la<br />

cafetería. “Espero que no sea siempre<br />

así, esto parece un mercadillo en rebajas”,<br />

pensó. Entre la gente veía las caras


de doctores y enfermeras que no reconocía,<br />

solo algún rostro familiar del incidente<br />

con aquel paciente la primera<br />

noche y poco más.<br />

La puerta de la cafetería estaba tímidamente<br />

abierta y lo que parecía un<br />

batallón de limpieza entraba en su interior.<br />

En la puerta, como si se tratara del<br />

mismísimo can cerbero, se encontraba<br />

el doctor Tucker.<br />

- Por favor, guarden silencio y presten<br />

atención. –La gente prácticamente<br />

calló de inmediato, consolidando todavía<br />

más el poder de Tucker para Jack–.<br />

No sé qué demonios ha pasado esta<br />

noche, pero la cafetería queda temporalmente<br />

clausurada. Algún interno ha<br />

escapado y lo ha destrozado todo. Los<br />

chicos de seguridad están repasando<br />

las cintas de vigilancia, así que tengan<br />

localizados o visiten a sus pacientes<br />

asignados durante la mañana, a ver si<br />

conseguimos sacar algo en claro. Así el<br />

desayuno queda trasladado al pabellón<br />

C. Muchas gracias.<br />

El murmullo volvió a desatarse casi<br />

de inmediato. Todos especulaban quién<br />

podría haber sido el causante de todo.<br />

“Seguro que ha sido el grandote de Mc-<br />

Murphy”, susurró una. “Pues yo creo<br />

que ha debido de ser ‘El Irlandés’. Ese<br />

hombre es pura maldad”, comentó otra.<br />

Entre aquel cúmulo de alborotado gentío<br />

sintió como alguien tocó insistentemente<br />

su hombro, llamando su atención.<br />

- Hola chico. Tú debes de ser Jack,<br />

¿verdad? Dante, un placer. –El joven<br />

alargó su mano y Jack se la estrechó.<br />

Aquel hombre le recibió con un rígido<br />

apretón, como si intentara romper los<br />

delicados huesos de su mano–. ¿Qué tal<br />

si nos vamos de aquí?<br />

R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />

III<br />

Ambos se encontraban en el patio<br />

principal, estaban tumbados sobre el<br />

césped bajo un gran árbol que proporcionaba<br />

una fresca sombra para soportar<br />

el caluroso día. Aquel momento le<br />

trajo un bonito recuerdo: el olor de la<br />

hierba fresca, aquel tiempo espléndido<br />

y el piar de los pájaros le transportaron<br />

por un instante atrás en el tiempo, hasta<br />

el campus de su universidad.<br />

- ¿De dónde eres, Jack?<br />

- De Birmingham, Alabama.<br />

- Estás lejos de tu casa, chico. Yo soy<br />

de aquí, de Huntsville. Nací, crecí, he<br />

intentado reproducirme y moriré entre<br />

estas paredes. –A Jack le intrigaron mucho<br />

sus últimas palabras.<br />

- ¿Cómo has dicho? ¿Naciste aquí?<br />

- Sí, bueno. Es un poco raro dándote<br />

solo mi nombre, ¿no crees? Creo que voy<br />

a re-presentarme. Hola, me llamo Dante<br />

Tucker. –Los ojos de Jack se abrieron<br />

mostrando un rictus de incredulidad.<br />

- Eres… ¿Eres el hijo del doctor Bill<br />

Tucker? –Dante alzó la mano e hizo un<br />

gesto como si accionara una palanca invisible<br />

de una tragaperras de Las Vegas,<br />

imitando también su sonido.<br />

- Ding, ding, ding ding ¡Premio al<br />

caballero! Y responderé también a tu<br />

siguiente pregunta: NO, no estoy aquí<br />

porque mi “papi” sea el director. Estoy<br />

aquí por méritos propios<br />

- No he dicho lo contrario…<br />

- Tampoco serías el último en pensarlo.<br />

Ya sé que mi padre y yo nos parecemos<br />

como un huevo a una castaña.<br />

- Ciertamente –terminó por concluir<br />

Jack.<br />

Hubo un momento de silencio en el<br />

que cada uno comenzó a divagar brevemente<br />

por los laberintos de su mente.<br />

35


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

36<br />

Jack dirigió la mirada hacia la puerta<br />

principal de entrada a la casa, donde no<br />

muy lejos de ahí, se encontraba la cristalera<br />

de la cafetería y el rosal; aquel rosal<br />

donde la vio por primera vez. Sintió un<br />

tremendo impulso de preguntarle por<br />

Ella. “Pensará que estoy loco”, terminó<br />

por determinar.<br />

- ¿Qué crees que ha pasado en la cafetería?<br />

–dijo Jack.<br />

- Dudo mucho que se haya escapado<br />

uno de esos tarados. Todo esto es a<br />

prueba de fugas<br />

- ¿Y entonces…?<br />

- Dime, Jack ¿Crees en lo paranormal?<br />

–Jack se sintió como si de repente<br />

alguien le hubiera sacudido un golpe en<br />

la cara.<br />

- Últimamente ya no sé en qué creer.<br />

–Dante se levantó, se sacudió los pantalones<br />

y el trasero para eliminar los pequeños<br />

brotes de hierba que se habían<br />

quedado adheridos a su ropa.<br />

- Ten los ojos bien abiertos, amigo.<br />

Ahora he de irme, tengo cita con un paciente.<br />

Nos vemos.<br />

Contemplando como su nueva amistad<br />

se dirigía con paso fatigoso hacia la<br />

entrada, él meditaba sobre su pregunta.<br />

Aquella pregunta retumbó en su cabeza<br />

durante todo el día.<br />

IV<br />

Olor a mueble viejo. Ese fue el olor<br />

que le recibió en su nuevo despacho<br />

nada más entrar. Este era un calco al<br />

del doctor Tucker aunque mucho más<br />

modesto. Un spray automático disparó<br />

su fragancia al pasar por delante de él,<br />

dándole un susto que poco tardó en desaparecer.<br />

A la derecha del colosal escritorio<br />

se encontraba un moderno diván<br />

que, junto al ambientador automático y<br />

el ordenador, rompían completamente<br />

la estética antigua de la sala.<br />

Jack agarró los papeles perfectamente<br />

ordenados que habían dejado sobre su<br />

mesa. Sobre estos, en una pequeña notita<br />

de papel, garabateado con una escritura<br />

de delicados trazos, se encontraba<br />

un escrito:<br />

“Me he tomado la molestia de traerte<br />

el ‘planing’ de tu día. Para la próxima<br />

vez tienes que recogerlos en secretaría,<br />

nada más entrar en el edificio principal.<br />

De nada. ¿Nos vemos esta noche de<br />

nuevo en la cafetería y me lo agradeces<br />

con un café? Un beso, Eva”.<br />

Se quedó dubitativo mirando el manuscrito.<br />

Aquella persona había entrado<br />

tan rápidamente en su vida y de una<br />

manera tan fuerte que apenas se había<br />

percatado de ello.<br />

Sin darse cuenta, sonrió.<br />

Su reloj de muñeca de repente dio<br />

unos tímidos pitidos, signo de que acababa<br />

de pasar una hora, despertándole<br />

de su ensimismamiento. Lo miró: marcaban<br />

las diez de la mañana. Consultó<br />

la hoja y vio que una tal ‘Señora Smith’<br />

estaba citada a esa misma hora. Apenas<br />

unos segundos más tarde escuchó unos<br />

nudillos contra su puerta.<br />

V<br />

La señora Smith rondaba los cuarenta<br />

y se conservaba como una mujer que rozaba<br />

los treinta; su cabellera rubia estilo<br />

vintage y aquel aire coqueto y divino le<br />

recordaba a una ya desaparecida Marilyn<br />

Monroe, aunque aquella mujer era<br />

todo un elemento. En el informe detallaba<br />

sádicamente como había descuartizado<br />

a su marido y luego se lo había<br />

dado de comer a sus hijos. Más tarde<br />

dijo escuchar la voz de su marido bro-


tar de las entrañas de sus hijos, recriminándole<br />

sus actos y acabó destripando a<br />

sus hijos para acallar la voz. Ella dice no<br />

recordar nada, aunque su mirada y sus<br />

ojos vidriosos la delatan cuando habla<br />

de sus pequeños.<br />

Al principio Jack se sentía incómodo<br />

con los tics nerviosos que sufría la señora<br />

Smith tumbada en su diván, aunque<br />

ahora ya se había acostumbrado a ellos.<br />

Miraba su reloj de pulsera exactamente<br />

cada veinte segundos, y, como si ella<br />

llevara la cuenta mentalmente, sufría<br />

un tic, una especie de pequeña descarga<br />

eléctrica que ponía en tensión todos los<br />

músculos de su cuerpo. Ahora hasta le<br />

resultaba gracioso.<br />

- Me gusta estar aquí dentro, doctor<br />

Mauler. Usted me inspira más confianza<br />

-Tic nervioso– que el joven Tucker.<br />

Ese solo hace como si me atendiera,<br />

pero lo he pillado más de una vez mirándome<br />

ahí…<br />

- ¿A dónde se refiere exactamente al<br />

decir “ahí”?<br />

- Ya sabe… –Tic nervioso– a los bultoscochinos.<br />

- ¿Disculpe? –dijo Jack, aturdido e incrédulo.<br />

- ¡A los bultoscochinos! –dijo esta vez<br />

mientras se agarraba con ambas manos<br />

los pechos–. No es que él sea mala<br />

persona –Tic nervioso– pero lo veo demasiado<br />

centrado en el sexo, aunque<br />

no creo que esté en la posición de decir<br />

quién padece qué.<br />

- Señora Smith, no creo que… –De repente<br />

su discurso fue interrumpido por<br />

la vibración de su teléfono móvil–. ¿Me<br />

disculpa un segundo?<br />

Jack cogió el móvil y observó que tenía<br />

un nuevo mensaje, en él estaba escrito:<br />

R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />

“Ey tío, acabo de hablar con ‘el capo’<br />

de mi viejo ¡Mañana nos vamos de excursión<br />

a la piscina municipal de Huntsville!<br />

Prepárate para ver cosas como estas”.<br />

En el mensaje habían adjuntas unas<br />

cuantas fotografías. Una de ellas era de<br />

una mujer joven que trabajaba en el servicio<br />

de la limpieza del psiquiátrico, estaba<br />

agachada recogiendo un objeto del<br />

suelo y sus generosos pechos se veían<br />

a través de escote de la camisa. Otra de<br />

las fotos las había hecho desde un piso<br />

superior, fotografiando a un par de mujeres<br />

que no supo identificar su procedencia.<br />

También podía verse sus pechos<br />

asomar por el escote. La última de ellas<br />

era en el comedor asignado a los pacientes,<br />

se trataba de la señora Smith.<br />

- ¿Es algo importante? –preguntó la<br />

señora Smith preocupada.<br />

- Tranquila, es publicidad de la compañía<br />

telefónica –dijo mostrando una<br />

falsa sonrisa.<br />

- Esas es una de las miles de cosas que<br />

no echo de menos del exterior. –Ambos<br />

rieron, ella más que él.<br />

- Finalizamos la sesión por hoy, señora<br />

Smith. Dígale al siguiente que pase.<br />

VI<br />

Sus pasos retumbaban entre los estrechos<br />

pasillos amplificándose enormemente.<br />

Casi parecía que un enorme<br />

gigante atravesara aquellos pasillos recubierto<br />

de copias de grandes obras de<br />

arte. Cada día, Jack descubría una nueva<br />

que no había visto el día anterior.<br />

“¿Seguro que no hay nadie que cambie<br />

los cuadros?”, llegó a pensar.<br />

Ahora mismo pasaba de nuevo junto<br />

al cuadro de American Gothic. La mirada<br />

de aquel granjero parecía seguir<br />

37


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

38<br />

sus pasos como si esperara un descuido<br />

para clavarle aquel afilado rastrillo en la<br />

espalda. Al pensarlo un escalofrío recorrió<br />

su cuerpo.<br />

Llegó a la puerta de la cafetería. El<br />

pasillo estaba anegado por la oscuridad<br />

y tuvo que tantear a ciegas hasta que<br />

por fin sintió el tacto frío del pomo en<br />

su mano. Lo giró e inmediatamente la<br />

blanca y fría luz de la luna le recibió.<br />

No olía a café, ni tampoco a bollos recién<br />

hechos como la última vez que estuvo<br />

allí dentro. Sin embargo podía percibir<br />

un olor. Este era agradable como<br />

una caricia con un guante de seda. Era<br />

embriagador. Era el olor de una rosa.<br />

Desde que comenzó su particular<br />

aventura dentro de aquel monumento<br />

a la locura –y nunca mejor dicho– su<br />

experiencia con las rosas solo le habían<br />

traído sustos y problemas.<br />

Pensó en Ella.<br />

De repente escuchó una risa juguetona<br />

seguida de una ligera y fresca brisa.<br />

El olor a rosas había desaparecido.<br />

- ¿Jack? –dijo la oscuridad.<br />

- ¿Quién anda ahí?<br />

- Tu peor pesadilla.<br />

Los pelos de Jack se erizaron como<br />

lo hacía cuando de pequeño acercaba<br />

el brazo a su enorme televisor de tubo.<br />

Una sacudida dentro de su cerebro<br />

lo dejó inmóvil, incapaz de mover un<br />

músculo. De repente la oscuridad comenzó<br />

a reírse.<br />

- No te lo has tragado, ¿verdad? –La<br />

luz de la luna iluminó la figura y el rostro<br />

de Eva.<br />

- Dios…no. Tranquila.<br />

- No mientas. Puedo oler como te has<br />

cagado en los pantalones. Anda, pasa.<br />

- ¿Por qué estás a oscuras? –dijo Jack<br />

mientras dirigía sus pasos hacia ella.<br />

- La cafetería está temporalmente<br />

clausurada –dijo imitando la voz del<br />

doctor Tucker–, así que no creo que<br />

les haga mucha gracia ver que estamos<br />

aquí dentro, ¿no?<br />

- Es verdad ¿Qué demonios ha pasado<br />

aquí? –dijo mientras miraba en todas<br />

las direcciones intentando encontrar<br />

algo fuera de lugar. Todo estaba igual<br />

que la última vez que estuvo allí–. Yo lo<br />

veo igual que antes…<br />

- Uno de los que están en la jaula de<br />

los leones se escapó y arremetió contra<br />

todo. Fue Trece.<br />

- ¿Cómo lo sabes?<br />

- Porque está muerto<br />

Jack palideció.<br />

- ¿Co…cómo?<br />

- ¿No lo sabías? Anoche entró aquí y<br />

comenzó a destrozar toda la vajilla. Se<br />

ve que se cortó con uno de los trozos de<br />

porcelana, se asustó al ver tanta sangre<br />

y resbaló, dándose con la cabeza contra<br />

la barra. –Eva señalaba la barra de<br />

hierro donde los doctores, enfermeros y<br />

cualquiera que no estuviera internado<br />

por problemas psiquiátricos apoyaba<br />

sus bandejas con suculentas y recalentadas<br />

comidas–. Por eso el doctor Tucker<br />

no quería que nadie entrara. No quería<br />

que nadie se encontrase con el cadáver<br />

de aquel desgraciado –mintió Eva.<br />

- No sé qué decir.<br />

Eva se levantó de la silla y acercó su<br />

rostro al de él.<br />

- No hace falta que digas nada. –Jack<br />

no se dio cuenta de que acababa de tragarse<br />

un nudo. Podía notar el aliento<br />

fresco de Eva en la cara y podía oler el<br />

perfume que suspiraba su cuello. Era<br />

olor a rosas.<br />

- Esto… ¿Un café? –Eva sonrió pícaramente.


- Vale.<br />

Jack se levantó casi de un salto. No<br />

podía creer lo que estaba pasando. Sus<br />

pensamientos de que todo iba demasiado<br />

rápido se acentuaban y agobiaban,<br />

como una soga al cuello que cada vez se<br />

vuelve más tensa. Apretando pero sin<br />

ahogar.<br />

Se dirigió al interior de la barra buscando<br />

el dichoso café, aunque ni tan siquiera<br />

sabía dónde se encontraba, o si lo<br />

encontraba, tampoco sabría prepararlo.<br />

¡Maldita sea! -dijo entre dientes.<br />

Notaba algo apretados los pantalones<br />

y cuando quiso darse cuenta ya era demasiado<br />

tarde. Una erección deformaba<br />

visiblemente su pantalón. Si hubiera<br />

habido luz suficiente podría haberse<br />

distinguido perfectamente como Jack<br />

pasaba de su tono claro de piel a un<br />

rojo intenso. “Solo espero que Eva no se<br />

haya dado cuenta”. Para cuando pensó<br />

eso ya era demasiado tarde.<br />

De repente sintió una dulce presión<br />

sobre la entrepierna de su pantalón.<br />

- Vaya. Parece que te alegras de verme,<br />

campeón –dijo Eva en un tono sensual<br />

y erótico.<br />

- Esto…esto no es lo que parece –se<br />

disculpó él rápidamente.<br />

- Vamos, tranquilo vaquero. Que no<br />

muerdo. Al menos, no siempre.<br />

Eva lentamente bajó la cremallera del<br />

pantalón de Jack y se agachó. Cuando él<br />

quiso darse cuenta ya notaba la cálida y<br />

húmeda bienvenida de su boca. Intentó<br />

resistirse, aunque solo fue durante una<br />

millonésima parte de segundo y en un<br />

inhóspito rincón de su mente. Todo iba<br />

demasiado rápido. Todo iba…<br />

Eva se levantó y le miró a los ojos.<br />

Aquellos hipnóticos y salvajes ojos azul<br />

turquesa. Aquella mirada ya la había<br />

R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />

visto antes. Le recordaba a la de alguien,<br />

pero no la reconocía. Aunque en aquel<br />

momento no hubiera reconocido ni a su<br />

mismísima madre ni aunque la tuviera<br />

delante.<br />

Ella le agarró la camisa y él la levantó<br />

impulsivamente. Apoyó su trasero en la<br />

fría encimera de mármol. Como poseído<br />

por una fuerza superior, Jack alzó la<br />

falda de la mujer y la despojó de su ropa<br />

interior. Y esta vez fue ella la que notó<br />

una cálida y dura bienvenida.<br />

Él embestía una y otra vez. Sus respiraciones<br />

se aceleraban hasta parecer un<br />

tren de vapor a marcha forzada. Ella le<br />

agarró por la espalda y clavó sus uñas.<br />

En vez de sentir dolor alguno eso le incitó<br />

a aumentar el ritmo. Le gustaba, y<br />

mucho.<br />

No recordaba la última vez que había<br />

estado con una chica; es más, solo se<br />

había acostado con otra chica más y fue<br />

en la universidad. Estaba tan borracho<br />

que ni tan siquiera podía acordarse del<br />

el rostro de la chica, para él aquella vez<br />

ni tan siquiera contaba.<br />

Eva jadeaba cada vez más rápido y<br />

más fuerte. Su vientre se encogía y estremecía<br />

cada pocos segundos. Jack sabía<br />

que iba a llegar al momento y notaba<br />

como ella también.<br />

Como calculado al milímetro y mientras<br />

sus cuerpos se unían en uno solo,<br />

el reloj de la cafetería marcaba las 00:12.<br />

Ella le susurró entre jadeos: “Más fuerte.<br />

Más fuerte”, y él, sin decir nada,<br />

cumplió sus órdenes, como un esclavo<br />

con grilletes invisibles. Entonces ambos<br />

llegaron al momento.<br />

Y el reloj marcaba las 00:13.<br />

Eva se agarró fuertemente la espalda<br />

de Jack mientras aquella descarga de<br />

placer que era el orgasmo recorría todo<br />

39


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

40<br />

su cuerpo. Su boca se quedó con la perfecta<br />

forma de una O mientras notaba<br />

como aquel cálido líquido como un proyectil<br />

de placer brotaba de Jack para entrar<br />

dentro de ella. Y entonces fue cuando<br />

pasó.<br />

Sus ojos se abrieron de par en par<br />

mientras su boca seguía con aquella<br />

forma lanzando un grito de placer a la<br />

oscuridad. Fue entonces cuando todos<br />

los cristales de la vidriera comenzaron<br />

a rajarse y resquebrajarse. Jack estaba<br />

aún mecido en la cálida cuna del clímax<br />

cuando todos los cristales de las enormes<br />

vidrieras estallaron de repente.<br />

Era una magnífica forma de acabar<br />

aquel tercer día.


Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />

TÚNELES ALTERADOS<br />

POR RICARDO CASTILLO<br />

Alric y Godert están cada vez más cerca de su presa. Sin embargo, se trata de<br />

una ilusión que muy pronto verán desvanecerse ante sus propios ojos.<br />

I<br />

Cuando mi madre me contaba las gestas<br />

de los grandes héroes del pasado, no<br />

podía evitar pensar en lo maravilloso<br />

que sería volverme uno de ellos; yendo<br />

por el mundo de un lado para el otro,<br />

combatiendo a criaturas fantásticas y<br />

sobrenaturales, encontrando tesoros y<br />

reliquias perdidas. Lo que mi madre no<br />

describía, igual que no lo dice ninguna<br />

canción, bardo o cuentacuentos, son las<br />

penurias e incomodidades del camino.<br />

Caminar durante horas con los pies en<br />

carne viva, dormir al raso, pasar días<br />

comiendo mal y poco, sin bebida, con<br />

los nervios a flor de piel y temiendo<br />

un ataque mientras descargas entre los<br />

matorrales… Una larga lista de incon-<br />

venientes que, de saberlo antes, me hubieran<br />

hecho replantearme las ganas de<br />

salir de aventura.<br />

Era tarde ya para eso. Ahora mi preocupación<br />

se centraba en no dejarme<br />

atrapar por las raíces de los árboles que<br />

me salían al paso, tratando de agarrarme<br />

las piernas.<br />

Alric y yo corríamos como gamos<br />

acosados por el bosque. Nuestra persecución<br />

del Ser sin Luz nos había llevado<br />

hasta el bosque que había entre<br />

las montañas del sur y el mar interior.<br />

Seguimos su rastro durante todo el día,<br />

y al caer la noche decidimos detener la<br />

marcha y acampar en un claro, con la<br />

mala suerte de haber elegido un día en<br />

el que los espíritus del bosque estaban<br />

41


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

42<br />

de mal humor.<br />

Debía de ser cerca de media noche<br />

cuando Alric me despertó, en una mano<br />

la espada y la otra en mi boca, haciéndome<br />

callar. Estaba alerta, oteando la<br />

penetrante oscuridad que nos rodeaba.<br />

No tuve tiempo de levantarme y coger<br />

mis cosas cuando una rama apareció de<br />

la nada directa a la cabeza de Alric. El<br />

mercenario, diestro espadachín como<br />

era, la cortó de un tajo antes de que pudiera<br />

llegar a tocarle. Y esa debió de ser<br />

la señal que el resto del bosque estaba<br />

esperando para atacarnos.<br />

Tardé unos segundos en asimilar que<br />

lo que venía hacia mí saliendo de entre<br />

las sombras no se trataba de un árbol<br />

o de una mujer, sino que era una ninfa<br />

del bosque, también llamada dríade,<br />

dispuesta a arrancarme el corazón y<br />

abonar el suelo con él. Estaban por todas<br />

partes, lanzando bufidos como si<br />

fueran gatos y arrinconándonos el uno<br />

contra el otro. Alric las mantenía a raya,<br />

haciendo barridos con la espada de un<br />

lado a otro. Yo aún no tenía claro que<br />

hacer, pues no parecía que las flechas<br />

fueran muy útiles contra ellas: a pesar<br />

de tener el torso y el rostro de mujer, la<br />

piel era pura corteza, y los brazos y las<br />

piernas acababan en múltiples y afiladas<br />

ramas que simulaban manos y pies<br />

y que usaban como si fueran cuchillas.<br />

- ¡Tu hachuela, Godert! ¡Usa tu hachuela!<br />

–me gritó Brewersen.<br />

- ¡Es verdad!<br />

Mientras Alric barría con la espada a<br />

mí alrededor para apartar a las mujeres<br />

árbol, que no terminaban de animarse<br />

a atacar, yo guardé el arco y eché mano<br />

del cuchillo y el hacha.<br />

- Abriremos un hueco en su línea y<br />

echaremos a correr –me susurró Alric<br />

entre espadazo y espadazo.<br />

- ¿Seguro? ¿Vamos a correr por el bosque<br />

de noche? –La idea no terminaba de<br />

gustarme.<br />

- No dejarán de salir, y probablemente<br />

se calmen si ven que queremos huir<br />

de sus dominios.<br />

- No me parece un buen plan. –Mi<br />

voz sonó muy temblorosa, exactamente<br />

tal y como me sentía.<br />

- Pues no hay otro, ¡vamos! –Y con un<br />

rugido se lanzó contra la fila de dríades,<br />

partiendo a una por la mitad.<br />

La acometida las pilló por sorpresa,<br />

haciéndolas retroceder mientras emitían<br />

sus gruñidos roncos y lanzaban sus<br />

ramas hacia nosotros. Alric cortó un par<br />

de miembros que se aproximaron demasiado<br />

y apretó a correr. Yo salí tras<br />

él, procurando que el hacha no se me<br />

quedara enganchada en ninguna dríade.<br />

Íbamos casi a ciegas, pues aunque había<br />

luna llena, el espesor de las copas de<br />

los árboles impedía que pasara la luz,<br />

y las dríades parecían no necesitar ningún<br />

tipo de iluminación para perseguirnos.<br />

Y, como si no tuviéramos bastante<br />

con las ninfas asesinas, los árboles se<br />

unieron a la caza. Ramas y raíces cobraron<br />

vida y empezaron a atacarnos. Unas<br />

caían balanceándose y otras salían del<br />

suelo para hacernos tropezar. Mientras<br />

tanto, el bosque parecía no tener fin.<br />

- ¡Alric! –grité jadeante-. ¿Hacia dónde<br />

vamos?<br />

- ¡En dirección sur! ¡A las montañas!<br />

Brewersen se paró en seco, haciéndome<br />

chocar contra sus espaldas.<br />

- ¿Qué ocur…?<br />

Delante, formando una fila que nos<br />

impedía el paso, una línea de dríades<br />

de ojos brillantes nos esperaban desa


fiantes. Oí ramas detrás y me giré para<br />

hacer frente a la otra amenaza. El bosque<br />

se retorcía, vomitando dríades de<br />

los troncos de los árboles.<br />

- De nuevo rodeados –dijo Alric.<br />

- No podremos con ellas, son demasiadas.<br />

- Eso habrá que verlo.<br />

En las canciones sobre épicas gestas<br />

siempre suele haber un momento en el<br />

que los héroes se ven superados. Es esa<br />

ocasión suelen ocurrir dos cosas: o bien<br />

reciben una ayuda inesperada que les<br />

salva de la muerte, o bien sacan fuerzas<br />

de donde no las hay y, cabellos y<br />

capas al viento, se enfrentan gloriosos<br />

a la amenaza. En nuestro caso ocurrió<br />

lo segundo, aunque poco tenía de épico<br />

o glorioso. Alric vociferaba como un<br />

poseso, lleno de arañazos, con la capa<br />

rasgada, babeando de furia y soltando<br />

maldiciones. Se estampó literalmente<br />

contra las dríades, y se hizo hueco<br />

a base de hacer molinetes y giros con<br />

la espada. Las ninfas poco podían hacer<br />

contra semejante torbellino asesino,<br />

que, de habernos enfrentado a enemigos<br />

con sangre en vez de sabia, habría<br />

teñido el bosque de rojo.<br />

Los espíritus del bosque contraatacaban,<br />

alcanzando a Brewersen de vez en<br />

cuando para caer cortados por su frenética<br />

tala. Las criaturas que se encontraban<br />

a nuestra espalda decidieron unirse<br />

a la refriega y yo, encontrando poco<br />

recomendable acercarme a la ira ciega<br />

de Alric, me enfrenté a las dríades para<br />

distraerlas. Al fin y al cabo, provenía de<br />

un pueblo maderero, y estaba más que<br />

acostumbrado a cortar árboles y ramas.<br />

¿Qué peor enemigo que yo, dejando<br />

al margen a Alric, podían encontrarse<br />

aquellos seres?<br />

Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />

Bueno, quizá un piromante y sus trucos<br />

de fuego.<br />

La primera dríade en llegar hasta mí<br />

lanzó dos fuertes zarpazos que me hubieran<br />

arrancado la cabeza. Yo esperé a<br />

que lanzara el segundo para pegarme<br />

a ella y lanzar el hacha en un tajo horizontal<br />

que separó la cabeza del torso. O<br />

mejor dicho, del tronco.<br />

Dos dríades más siguieron a ésta,<br />

usando sus ramas para trincharme como<br />

si fuera un conejo. Esquivé haciéndome<br />

a un lado y a otro y corté sus manos con<br />

sendos golpes de hacha. Antes de que<br />

pudieran recomponer el ataque, clavé<br />

el cuchillo en la cabeza de la que estaba<br />

adelantada y, protegiéndome con su<br />

cuerpo de los golpes de la otra, hundí el<br />

hacha en el cuello de la segunda.<br />

Cuatro criaturas más salieron a mi<br />

encuentro y me preparé para luchar a<br />

la desesperada. Estaba aguardando la<br />

primera carga cuando una mano me<br />

agarró del hombro y me arrastró hacia<br />

atrás. Tropecé dos veces antes de poder<br />

darme la vuelta y correr yo solo. Alric,<br />

que había convertido en astillas a la imponente<br />

línea de ninfas de alguna manera<br />

que jamás entenderé, me llevó a la<br />

carrera y tirando de mi hombro hacia<br />

las lindes del bosque. Podía ver a través<br />

de los troncos el terreno despejado<br />

bañado por los rayos de luna que había<br />

entre las montañas y el bosque.<br />

La densidad del sotobosque fue disminuyendo<br />

y los troncos empezaron a<br />

estar más lejos unos de otros. Cuando<br />

dejamos atrás la oscuridad de los árboles,<br />

el ruido de las raíces retorciéndose<br />

y los gruñidos de las dríades cesaron<br />

bruscamente. Miramos para atrás y<br />

nada salió de entre las sombras. Exhaustos<br />

por el esfuerzo, nos dejamos<br />

43


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

44<br />

caer en el suelo.<br />

- ¿Por qué nos han atacado? –pregunté.<br />

- Ni idea –respondió Alric entre resoplidos-.<br />

Pero ahora que hemos salido<br />

del bosque no volv…<br />

- ¡Alric! ¡Ahí vuelven!<br />

- Mierda.<br />

Los espíritus del bosque volvían a la<br />

carga, surgiendo de los troncos y corriendo<br />

hacia nosotros. Bramaban y<br />

agitaban sus ramas al aire, apareciendo<br />

cada vez más y más. De nuevo tocaba<br />

poner pies en polvorosa.<br />

Sin perder un segundo, barajamos las<br />

tres opciones de huida: o bien íbamos<br />

hacia el este, entre el bosque y las montañas,<br />

o bien hacia el oeste, igual que el<br />

anterior pero girando después para el<br />

norte, o bien en dirección a las escarpadas<br />

cumbres, con la esperanza de encontrar<br />

un paso que nos alejara de allí.<br />

Como las dos primeras nos mantenían<br />

demasiado cerca del bosque y las dríades<br />

salían de todas partes, optamos por<br />

la única que no nos dejaría ensartados:<br />

atravesar las montañas. No era una opción<br />

muy segura, pues íbamos completamente<br />

a ciegas y sin saber si encontraríamos<br />

o no alguna entrada en la roca,<br />

pero dadas las otras alternativas en ese<br />

momento parecía lo más aconsejable.<br />

Corríamos entre los brezos, poniendo<br />

cuidado en no torcernos el tobillo y<br />

echando de vez en cuando la vista atrás.<br />

Las ninfas nos rodeaban poco a poco,<br />

saliendo sin parar del borde del bosque.<br />

Eran un mar de bramidos, ramas afiladas<br />

y piel dura como la corteza. La voz<br />

de Alric me sobresaltó.<br />

- ¡Godert, mira! ¡Entre las rocas!<br />

Brewersen se paró en seco, con los<br />

ojos muy abiertos. Yo me detuve tam-<br />

bién, repentinamente nervioso por lo<br />

que pudiera haber visto Alric, y dejé de<br />

prestar atención a las dríades para otear<br />

el pie de la montaña. No me costó mucho<br />

tiempo localizar lo que señalaba el<br />

mercenario. Allí, en lo que parecía la entrada<br />

de una cueva, se encontraba el Ser<br />

sin Luz. Era fácil de ver porque surgían<br />

llamas de sus manos que iluminaban el<br />

principio de la gruta como si de un faro<br />

se tratase. Miraba en nuestra dirección,<br />

hacia el bosque, y tenía los brazos estirados<br />

con las pequeñas lenguas de fuego<br />

crepitando. A su lado estaba Rainer<br />

el sacerdote, flotando inconsciente.<br />

De repente, viendo lo que hacía el Ser<br />

sin Luz, todo encajó en mi cabeza. Eché<br />

la vista hacia atrás y, como el terreno<br />

empezaba a elevarse, pude ver el techo<br />

del bosque.<br />

- Lo está haciendo él… -Hablé bajito<br />

y empecé a subir la voz progresivamente-.<br />

¡Lo está haciendo él, ha empujado a<br />

las dríades hacia nosotros, las está azuzando!<br />

–Y señalé hacia los árboles.<br />

Lo que primero se veía eran dos columnas<br />

de humo aún más negras que el<br />

cielo nocturno, para luego distinguir el<br />

resplandor de las llamas entre los árboles.<br />

- Ha prendido fuego –constató Alric-.<br />

Por eso las dríades están furiosas.<br />

- ¿Está jugando otra vez con nosotros?<br />

–pregunté.<br />

- No ha dejado de hacerlo. Vamos, debemos<br />

llegar hasta él antes de que desaparezca.<br />

Alric se ajustó bien el cinturón de la<br />

espada, agarró ésta con fuerza y emprendió<br />

la carrera hacia las montañas<br />

conmigo siguiéndole de cerca.<br />

Íbamos más rápidos que antes, saltando<br />

entre los arbustos y con el ejér


cito de dríades acercándose cada vez<br />

más. Un par de ellas llegaron por el<br />

flanco derecho y se abalanzaron sobre<br />

nosotros. Brewersen, sin bajar el ritmo<br />

de la carrera, lanzó un tajo ascendente<br />

que seccionó la cabeza de una. La otra<br />

se interpuso entre Alric y yo tratando<br />

de cortarme el paso, pero antes de que<br />

pudiera hacer nada más yo le había lanzado<br />

mi hachuela, que se incrustó de<br />

lleno en su frente. También sin parar de<br />

correr, recuperé mi arma al pasar junto<br />

a ella.<br />

El Ser sin Luz estaba cada vez más<br />

cerca, ya casi podíamos distinguir los<br />

rasgos de Rainer. La oscura criatura<br />

bajó repentinamente los brazos y se<br />

quedó mirándonos. Acto seguido, se<br />

dio la vuelta y se internó en la gruta,<br />

con el sacerdote flotando detrás de él.<br />

Por fortuna para nosotros, llegamos entre<br />

resoplidos a la entrada de la caverna<br />

antes de que se perdiera el resplandor<br />

rojizo que emanaba el Ser.<br />

Eché un rápido vistazo atrás y vi como<br />

las dríades se iban parando a cierta distancia<br />

de la montaña. No pasaban de<br />

ahí, como si temieran o respetaran esas<br />

montañas. Pronto se formó un grueso<br />

muro de dríades furiosas, que bramaban<br />

y se agitaban pero no avanzaban.<br />

- No siguen –le dije a Alric.<br />

- Mejor –contestó sin volverse-. Ahora<br />

tenemos otros asuntos aquí delante<br />

–dijo internándose en la oscuridad de la<br />

cueva.<br />

Dejando a las dríades en su éxtasis de<br />

furia, fui tras el mercenario.<br />

II<br />

El rozar de la espada de Alric contra<br />

la roca resonaba por toda la cueva. Íbamos<br />

prácticamente a oscuras, guiados<br />

Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />

sólo por el leve resplandor rojizo que<br />

desprendía el Ser, y éste se alejaba cada<br />

vez más. No alcanzábamos a verle, pero<br />

sabíamos que estaba cerca, más adelante,<br />

avanzando entre los recodos y vueltas<br />

que daban las tripas de la montaña<br />

con Rainer levitando tras de él.<br />

Brewersen tanteaba lentamente el terreno<br />

con su arma para evitar caer en<br />

una sima o tropezar con algún obstáculo.<br />

Nos habíamos separado de la pared<br />

porque se perdía a nuestros lados, alejándose<br />

del rastro del Ser y perdiéndose<br />

en las negras profundidades de piedra.<br />

De vez en cuando, a lo lejos, se oían los<br />

ecos de la caída de una gota de agua.<br />

Eso, junto con el roce, nuestras pisadas<br />

y respiraciones, eran todo el sonido que<br />

se escuchaba ahí dentro.<br />

Pasamos varias esquinas y bajamos<br />

por lo que parecían unos escalones. La<br />

luz se empezaba a desvanecer cada vez<br />

más y ahora los sonidos nos llegaban<br />

más apagados.<br />

- La cueva se ha ensanchado –dijo Alric.<br />

Habló en un susurro y, aún así, el<br />

sonido reverberó por la enorme y ominosa<br />

caverna.<br />

- El suelo parece liso. –No tenía nada<br />

que ver con el piso que habíamos dejado<br />

atrás, lleno de rugosidades y pequeñas<br />

piedras. Este estaba pulido.<br />

- Hemos entrado en una cámara. Espera<br />

–se detuvo de golpe-, ¿lo oyes?<br />

- No oigo nad…<br />

- Ssshh… Escucha.<br />

Afiné el oído. Parecían pasos, botas<br />

corriendo.<br />

- Sí, ya lo oigo, ¡viene alguien!<br />

- Y no viene sólo.<br />

Aquel detalle me alarmó, pues yo<br />

sólo había oído un par de botas. Presté<br />

más atención. Mi respiración se volvió<br />

45


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

46<br />

casi ensordecedora, imponiéndose a<br />

cualquier ruido del exterior. Y entonces<br />

lo oí.<br />

- ¡Patas! –exclamé.<br />

- ¡Corred! ¡Corred! –Las botas se materializaron<br />

en una figura oscura que<br />

venía hacia nosotros.<br />

- ¿Rainer? –dijo Alric extrañado.<br />

- ¡Vamos!<br />

El sacerdote llegó hasta nosotros y<br />

nos empujó para ir por donde habíamos<br />

venido.<br />

- ¿Qué son? –pregunté.<br />

- No lo sé, pero son muchos y van<br />

muy rápido –contestó Rainer.<br />

- ¿Por dónde vamos? –dijo Alric.<br />

- ¡Por allí! –exclamó Rainer-. ¡Parece<br />

que hay luz!<br />

Delante de nosotros se percibía un ligero<br />

resplandor que dejaba entrever un<br />

estrecho pasillo de roca lisa. Corrimos<br />

por él como locos, oyendo cada vez más<br />

cerca y fuerte el golpeteo de un millar<br />

de patas contra el suelo.<br />

La luz fue cobrando intensidad. Cada<br />

vez se veía más y mejor las paredes que<br />

nos rodeaban, que nada tenían que ver<br />

con la roca viva de antes. Todo estaba<br />

pulido, aumentando por eso la luminosidad<br />

de la gruta. De repente, el angosto<br />

pasaje se abrió a una gran sala de altas<br />

y gruesas columnas, cuyos laterales se<br />

perdían en la oscuridad.<br />

- ¡La salida! –gritó Rainer-. ¡Allí está!<br />

En el lado opuesto, entre los titánicos<br />

pilares, había una enorme entrada con<br />

un marco de piedra lleno de grabados<br />

y, al otro lado, se veía el exterior.<br />

- ¿Por qué es de día? –pregunté. El sol<br />

iluminaba un cielo azul con alguna que<br />

otra nube blanca.<br />

- ¡Tenemos compañía! –bramó Alric.<br />

De la izquierda, entre las columnas,<br />

aparecieron tres de nuestros perseguidores.<br />

Eran criaturas que no había visto<br />

nunca. Eran una parodia del centauro,<br />

pero en vez de caballo la otra mitad era<br />

de araña gigante. Tenían seis patas, que<br />

se movían a la velocidad del rayo, unidas<br />

a un torso de arácnido acabado en<br />

aguijón. La piel del cuerpo era negra y<br />

brillaba como el caparazón de un insecto,<br />

y en las manos portaban toscas cuchillas.<br />

- ¡Godert, encárgate de uno! –gritó<br />

Alric.<br />

Y se lanzó a la carga. Blandió su espada<br />

con un molinete que seccionó la<br />

cabeza de uno de ellos. Luego se trabó<br />

en combate con el otro, parando golpes<br />

y retrocediendo.<br />

Antes de que el tercero interviniera<br />

en la lucha me lancé contra él. Estaba<br />

más preocupado por la peligrosa espada<br />

de Alric, así que casi no me vio llegar<br />

y le alcancé por el flanco izquierdo. La<br />

hachuela se hundió en su cuello antes<br />

de que pudiera girarse del todo, y lo rematé<br />

clavándole con saña el cuchillo en<br />

la cabeza. Mientras sacaba las armas de<br />

su cuerpo, alcancé a ver como el mercenario<br />

bloqueaba la cuchilla del hombre<br />

araña y, haciendo un giro, le quitaba el<br />

arma de las manos. Brewersen hundió<br />

su espada en la boca de la criatura y el<br />

combate terminó.<br />

- ¡Vamos! –nos apremió Rainer. Guardé<br />

mis armas y eché mano del arco.<br />

Recorrimos a grandes zancadas el trecho<br />

que nos quedaba hasta la entrada.<br />

Por todos lados se oían las patas aproximarse<br />

a la carrera, y en alguna ocasión<br />

me pareció ver de refilón sombras que<br />

venían por los lados.<br />

Alcanzamos la puerta y la luz del exterior<br />

nos cegó unos instantes. Cuando


ecuperé la vista, el paisaje que teníamos<br />

delante me dejó confuso. No quedaba<br />

nada de los altos y helados picos<br />

de mi tierra, nada de los altos bosques<br />

de coníferas, nada de la nieve y el frío.<br />

Nos hallábamos en lo alto de una colina,<br />

con la montaña a la espalda. A nuestros<br />

pies se extendía una planicie que no tenía<br />

fin. Miraras a donde miraras se veía<br />

un mar de hierba y las suaves ondulaciones<br />

del terreno. El sol brillaba en un<br />

cielo de azul intenso, nada que ver con<br />

el tono gris del norte.<br />

- ¿Dónde estamos? –dijo Alric.<br />

- No lo sé… -contestó Rainer.<br />

El correteo de los hombres araña a<br />

nuestra espalda nos devolvió a la realidad.<br />

Sin pensárnoslo dos veces, bajamos<br />

corriendo la ladera. Un poco más<br />

adelante, al final del desnivel, alcancé a<br />

ver unas cuantas casas y una empalizada.<br />

- ¡Hacia allí! ¡Hay un pueblo! –grité.<br />

Redoblamos nuestros esfuerzos ayudados<br />

por la inclinación del terreno.<br />

Eché la vista atrás justo a tiempo para<br />

ver como la montaña vomitaba un enjambre<br />

de negros hombres araña que<br />

gritaban amenazantes y bajaban a toda<br />

velocidad. Un cuerno de guerra sonó a<br />

lo lejos.<br />

- ¡Viene del poblado! –dijo Rainer<br />

apenas sin resuello-. ¡Vamos!<br />

Las criaturas de la cueva iban demasiado<br />

deprisa para nosotros y algunas se<br />

acercaban peligrosamente. A la carrera,<br />

cogí una flecha y la disparé hacia ellos.<br />

Dio de lleno en uno, que se derrumbó<br />

haciendo tropezar a los que venían detrás.<br />

Alric se giraba haciendo barridos<br />

con la espada para mantenerlos a raya.<br />

El cuerno de guerra volvió a sonar.<br />

Los últimos pies los recorrimos lan-<br />

Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />

zando flechas y espadazos a los que se<br />

acercaban demasiado. Delante teníamos<br />

una empalizada de madera del tamaño<br />

de dos hombres con gruesas puertas.<br />

Antes de llegar a la entrada, una treintena<br />

de arqueros se asomaron por encima<br />

y descargaron una andanada sobre<br />

nuestros perseguidores. Tres hombres<br />

armados con picas nos esperaban junto<br />

al portón urgiéndonos a entrar con<br />

gestos. Rainer fue el primero en llegar,<br />

y tras él entramos nosotros, acosados<br />

por los hombres araña. En cuanto hubimos<br />

pasado, las puertas se cerraron a<br />

nuestras espaldas y sonó el cuerno de<br />

guerra.<br />

Un hombre de barba blanca y porte<br />

imponente empezó a dar órdenes.<br />

- ¡Bloquead la entrada! ¡Todo el mundo<br />

a la empalizada!<br />

Debían ser, al menos, unos cincuenta<br />

hombres. No eran soldados regulares,<br />

ya que iban ataviados con algunas armaduras<br />

de cuero y con armas elementales<br />

y baratas. Me llamó la atención un<br />

hombre especialmente alto, más incluso<br />

que Alric, con un bigote que le caía a los<br />

lados de la boca y el pelo largo y castaño.<br />

Portaba una enorme alabarda.<br />

Nos encontrábamos en la calle principal<br />

del pueblo, que lo recorría de punta<br />

a punta. Las casas eran bajitas, construidas<br />

en madera clara, y en el centro de<br />

la calle se veía un pequeño promontorio<br />

que debería marcar la plaza mayor.<br />

- Os daría la bienvenida, forasteros,<br />

pero traéis la muerte a mis muros –nos<br />

dijo el de la barba blanca desenvainando<br />

una espada-. Si sobrevivís ya tendremos<br />

tiempo de presentaciones.<br />

- ¡Están trepando! –gritó alguien.<br />

- ¡Bajad todos! Los recibiremos en el<br />

suelo –ordenó el de la barba.<br />

47


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

48<br />

Entre flechazos, los hombres fueron<br />

bajando de la muralla. En algún punto<br />

se veía aparecer la cabeza de un hombre<br />

araña, que desaparecía rápidamente al<br />

recibir una flecha o un golpe de pica.<br />

- Necesito un arma –nos dijo Rainer.<br />

- Mira en la herrería –contestó el hombre<br />

de la alabarda, que estaba cerca de<br />

nosotros-. Está allí, junto al pozo.<br />

Rainer salió corriendo a toda prisa en<br />

esa dirección.<br />

Los hombres habían formado una línea<br />

que ocupaba toda la calle. En primer<br />

lugar estaban los que iban equipados<br />

con espadas y toscos escudos. Detrás las<br />

picas y por último los arqueros. Alric se<br />

puso en primera fila en un lateral y yo<br />

me coloqué justo detrás.<br />

Entonces llegaron los hombres araña.<br />

Trepaban por el muro con sus patas de<br />

araña, y alcanzaban el otro lado lanzando<br />

bramidos y blandiendo al aire las<br />

espadas cortas. No esperaban y, según<br />

aparecían, cargaban contra nosotros.<br />

Las flechas paraban a muchos, pero llegó<br />

un momento en el que fueron demasiados.<br />

Las espadas y las picas aguantaron<br />

el embate de las primeras criaturas,<br />

que caían ensartadas por las lanzas y<br />

rematadas por el afilado acero. Yo disparaba<br />

flecha tras flecha, apuntando,<br />

eligiendo a los objetivos más vulnerables<br />

y disparando contra las partes más<br />

blandas.<br />

Se oyó un crujido y la puerta se partió<br />

en dos. Una oleada inmensa de hombres<br />

araña inundó la calle y se lanzó contra<br />

la fila de hombres. Eran demasiados y<br />

la formación se rompió. Los arqueros<br />

soltaron sus arcos y echaron mano de<br />

lo que llevaban encima para defenderse.<br />

Los hombres combatían a las arañas<br />

de dos en dos, tratando así de compen-<br />

sar la rapidez de éstas al moverse. Vi<br />

al jefe de la barba blanca, que luchaba<br />

cerca del hombre con la alabarda. Eran<br />

feroces guerreros; el primero blandía la<br />

espada con agilidad y destripaba arañas<br />

con puntería certera, el segundo trazaba<br />

arcos de muerte que segaban todo<br />

lo que se encontrara en su camino. Alric<br />

luchaba solo, con la espada larga en<br />

una mano y la corta en la otra, parando,<br />

bloqueando y lanzando cuchilladas asesinas.<br />

Vi que las arañas usaban también<br />

el aguijón del final para atacar y cómo<br />

un par de hombres cayeron entre convulsiones<br />

al ser alcanzados por éstos.<br />

Un hombre araña me miró y embistió<br />

contra mí. Le esquivé por poco, haciéndome<br />

a un lado. Frenó su carrera y empezó<br />

a acosarme, lanzando cuchilladas<br />

y haciendo amagos y fintas. Era muy<br />

rápido y mi hacha era demasiado corta<br />

para alcanzarle. Una cosa era combatir<br />

en estrechos pasillos o cogiendo por<br />

sorpresa, pero en una lucha cara a cara<br />

llevaba las de perder. Trató de clavarme<br />

el aguijón con un rápido giro de cintura<br />

y no lo hizo por muy poco. Una ráfaga<br />

de estocadas veloces siguió al aguijonazo,<br />

y en una de esas trabó mi hachuela<br />

y me la quitó con un golpe. La araña<br />

lanzó un grito de victoria y me empujó<br />

con las patas delanteras. Caí al suelo de<br />

espaldas, viendo como mi enemigo se<br />

alzaba sobre mí, con la espada en alto.<br />

Me preparé mentalmente para reunirme<br />

con mis antepasados. Entonces un<br />

martillo le aplastó la cabeza, salpicándome<br />

de sangre morada de araña.<br />

El cuerpo cayó inerme y desmadejado,<br />

descubriendo a Rainer detrás del<br />

hombre araña blandiendo a dos manos<br />

un enorme martillo de herrero. El sacerdote<br />

me tendió la mano y me ayudó a


levantarme justo a tiempo para ver venir<br />

dos arañas hacia nosotros.<br />

- ¡Vienen más!<br />

Rainer me hizo a un lado de un empujón<br />

para recibir con un poderoso mazazo<br />

a la primera de ellas. Estampó su<br />

arma contra el costado de la criatura en<br />

un golpe que era imposible de parar o<br />

esquivar. Se oyó un crujido y el ser se<br />

dobló por la mitad y mordió el polvo.<br />

El que venía detrás acosó a Rainer con<br />

estocadas rápidas, que éste las evitó<br />

echándose para atrás. Levantó el martillo<br />

por encima de su cabeza y descargó<br />

con todas sus fuerzas sobre el hombre<br />

araña. De nuevo la brutalidad de la<br />

maza venció a huesos y tendones, rompiendo<br />

como un melón la cabeza del<br />

ser.<br />

Rainer desincrustó el martillo y me<br />

miró.<br />

- ¿Estás bien? -Asentí con la cabeza-.<br />

Perfecto. Toma, coge esto y vamos a<br />

ayudar a Alric.<br />

Me lanzó una espada llena de sangre<br />

y polvo que recogió del suelo. Provisto<br />

del acero y de mi cuchillo, seguí a Rainer<br />

a través de la batalla. Avanzaba imparable,<br />

repartiendo muerte y huesos<br />

rotos a ambos lados. Yo iba cerca, rematando<br />

y acuchillando a aquellos que se<br />

quedaban por el camino o querían coger<br />

a Rainer por la espalda.<br />

Llegamos hasta Alric. Como siempre,<br />

se encontraba en medio de la peor de las<br />

matanzas. Estaba lleno de la sangre morada<br />

de los hombres araña y a sus pies<br />

tenía al menos quince cuerpos mutilados.<br />

Ahora se defendía a la vez de tres<br />

criaturas, sangrando por un puñado de<br />

cortes menores y con el rostro contorsionado<br />

por la ira. A su espalda se encontraba<br />

el gigante de la alabarda, que<br />

Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />

no tenía nada que envidiar a Brewersen.<br />

Ambos luchaban como colosos, cercenando,<br />

atravesando y destripando oleada<br />

tras oleada. Rainer, deseoso de más<br />

sangre, se unió a la refriega. Entró avasallando,<br />

trazando arcos con la maza y<br />

reventando todo lo que se encontraba a<br />

su paso. Exultante y contagiado por el<br />

frenesí asesino de mis compañeros, cargué<br />

contra las arañas con la espada por<br />

delante.<br />

Fueron momentos de confusión y<br />

muerte. Mis brazos y mis piernas se movían<br />

solos, respondían a mis impulsos<br />

homicidas, y todo parecía ir a cámara<br />

lenta. Maté y maté, manchándome con<br />

la sangre de mis enemigos, combatiendo<br />

codo con codo con Alric, Rainer y el<br />

gigante. A veces nos alcanzaba algún<br />

filo, haciéndonos sangrar, y nosotros lo<br />

devolvíamos atravesando de punta a<br />

punta, cortando brazos y patas, aplastando<br />

cabezas. El tiempo dejó de tener<br />

sentido y sólo existía la batalla.<br />

Comprendí que todo había terminado<br />

cuando los hombres gritaron al unísono,<br />

respondiendo a la voz de victoria<br />

de alguien. Yo estaba sobre una araña,<br />

acuchillándola una vez tras otra. Vi que<br />

estaba muerta y entonces paré. Me incorporé<br />

como pude y miré a mí alrededor.<br />

Alric estaba a mi lado, agarrando<br />

únicamente la espada y con un corte<br />

profundo en el brazo izquierdo. Recorría<br />

la calle con la vista, buscando más<br />

enemigos vivos o moribundos. Rainer<br />

se encontraba a unos metros apoyado<br />

sobre el martillo, exhausto. El gigante,<br />

por su lado, remataba a una araña hundiéndole<br />

su alabarda en el estómago.<br />

Habían muerto muchos hombres,<br />

quizá demasiados. Vi que el jefe de la<br />

barba blanca había caído. Su cuerpo, a<br />

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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

50<br />

unos pasos de mí, estaba ensartado por<br />

cinco cuchillas de los hombres araña y<br />

en la mano todavía tenía agarrada la<br />

espada, rodeado de múltiples cuerpos<br />

mutilados de estas criaturas. Sólo quedaban<br />

quince hombres vivos sin contarnos<br />

a notros. Todos estaban heridos,<br />

pero sólo tres de ellos de manera grave.<br />

Poco a poco, se fueron recuperando,<br />

atendiendo las lesiones y retirando los<br />

cadáveres de los muertos. Rainer, Alric<br />

y yo nos acercamos.<br />

- ¿Alguna herida grave? –preguntó el<br />

sacerdote.<br />

- Pregúntale a ese –contestó Alric señalando<br />

a una araña. Y se echaron a reír.<br />

El gigante vino hasta nosotros.<br />

- Sois fieros guerreros, forasteros –<br />

dijo, tendiendo la mano a Brewersen,<br />

que se la estrechó-. Soy Ben el Grande.<br />

- Alric Brewersen.<br />

- Rainer, sacerdote del Dios Helado.<br />

- Godert Iverson, de Norringe.<br />

- ¿Norringe? Estás muy lejos de casa,<br />

amigo Godert, ¿qué te trae a la llanura?<br />

- ¿La llanura? –pregunté.<br />

- Mierda -exclamó Alric.<br />

- Sí –dijo Ben-. Los pastos antes del<br />

gran desierto, las llanuras de los poderosos<br />

jinetes. Aquí os encontráis.<br />

- ¿Cómo puede ser? –pregunté al aire.<br />

- Creo tener una idea de lo que ha pasado<br />

–dijo Rainer-. Desde que salisteis<br />

tras nosotros, el Ser sin Luz ha estado<br />

usando su magia para complicaros el<br />

camino, alterando las cosas a su paso<br />

para haceros más difícil todo.<br />

- Eso ya lo hemos visto –masculló Alric.<br />

- Estoy seguro de que ha sido él. Sin<br />

embargo, si hubiera querido mataros,<br />

habría podido hacerlo. Prendió fuego al<br />

bosque y os echó a las dríades encima,<br />

pero os dejó entrar en la cueva en vez de<br />

cerrarla con su magia.<br />

- ¿Y a ti? ¿Por qué te soltó? –pregunté.<br />

- No lo sé –contestó-. Me dejó en mitad<br />

de la oscuridad y elevó sus llamas<br />

al techo, despertando a las arañas. Pero<br />

me dio tiempo para salir corriendo y encontrarme<br />

con vosotros.<br />

- Ha estado jugando con nosotros –<br />

dije, repitiendo las palabras de Alric.<br />

Ben miraba a uno y a otro con expresión<br />

perpleja.<br />

- Pues esta vez casi no lo contamos –<br />

señaló Alric.<br />

- Esa criatura ha usado su magia para<br />

alterar la montaña. –Rainer hablaba<br />

pensativo, mirando al suelo-. No hay<br />

túneles que conecten el norte con las<br />

llanuras, están demasiado lejos. Y aún<br />

menos que nos permitan llegar en tan<br />

poco tiempo. Por algún motivo, nos ha<br />

traído hasta aquí.<br />

- ¿Librarse de nosotros, quizás? –<br />

apunté.<br />

- No lo sé. Lo único que he podido<br />

averiguar mientras me tenía prisionero<br />

es que posee un enorme poder. La realidad<br />

se altera bajo su voluntad. No sé<br />

cuál es la naturaleza de este ser, pero<br />

jamás había visto una cosa igual. –Se<br />

calló unos instantes antes de continuar-.<br />

Cuando os fuisteis a enfrentaros al reto<br />

de los dokkalfar, estuve ojeando un libro<br />

que hablaba sobre los inicios de esta<br />

tierra, antes de que los hombres llegaran<br />

a ella desde el norte. Las leyendas<br />

más primigenias hablan de un dios que<br />

vino desde más allá del mar para reclamar<br />

esta tierra, acompañado de poderosos<br />

magos de sombra. El libro dice<br />

que estos hechiceros eran figuras oscuras<br />

capaces de doblegar el mundo a la<br />

voluntad del dios. –Rainer cogió aire y


lo soltó en un resoplido-. No os voy a<br />

mentir, la descripción concuerda bastante,<br />

pero eso no son más que leyendas<br />

y folclore. Además, tampoco se contaba<br />

nada que nos pudiera ser de utilidad.<br />

Alric y yo nos quedamos en silencio,<br />

mirándonos.<br />

- ¿Y ahora qué? –pregunté.<br />

Brewersen se encogió de hombros.<br />

- Pues seguiremos buscándole –contestó-.<br />

Trataremos de dar con alguien<br />

que sepa algo y de recuperar el rastro.<br />

Y sin no lo conseguimos, pues ya veremos.<br />

- Creo que os puedo ayudar –dijo Ben-<br />

. Conozco a un mago en la Ciudad de los<br />

Jinetes, casi tan viejo como el mundo y<br />

mucho más sabio que cualquier otro. Él<br />

sabrá que hacer ya que conoce todas las<br />

leyendas y las historias de esta tierra.<br />

- ¿Está muy lejos? –pregunté.<br />

- ¿Y eso que más da? –dijo Alric-.<br />

¿Tienes prisa?<br />

Rainer se echó a reír.<br />

- No, claro que no… -dije avergonzado-.<br />

¿Cómo podemos llegar, Ben?<br />

- Yo os guiaré.<br />

- ¿Y tu pueblo? –preguntó Alric-.<br />

Aquí necesitarán tu ayuda.<br />

- No te preocupes –contestó Ben-.<br />

No soy de aquí, y esto no es un pueblo<br />

como tal. La Ciudad de los Jinetes pone<br />

puestos avanzados y autosuficientes de<br />

milicia en todas las entradas a su reino.<br />

Ahora enviaran más hombres desde<br />

cualquier sitio cercano y recompondrán<br />

las murallas. Después de la masacre<br />

no creo que los hombres araña estén<br />

en disposición de atacar muy pronto.<br />

–Rió sonoramente y añadió pasándose<br />

una mano por el bigote-: Yo sólo soy<br />

un aventurero que estaba de paso, ofreciendo<br />

mi trabajo por un poco de comi-<br />

Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />

da y un techo, así que nada me ata a este<br />

lugar. Seré más útil a vuestro lado.<br />

- Oh, en ese caso… -dije yo.<br />

- Perfecto entonces –dijo Alric-. ¿Y tú<br />

Rainer?<br />

Rainer también se encogió de hombros.<br />

- Mi pueblo y mi templo fueron arrasados.<br />

No tengo a donde ir, ni dinero<br />

para volver. ¿Vosotros tenéis suficiente<br />

para el camino?<br />

- De momento sí –contestó Brewersen.<br />

- Entonces me apunto. Siempre os<br />

vendrá bien un guía espiritual.<br />

- ¡Por no hablar de tu martillo! –exclamó<br />

Ben. Y se echó a reír de nuevo-. No<br />

sabía que los sacerdotes del norte fuerais<br />

tan diestros con el martillo.<br />

- Ni yo –dijo Rainer.<br />

- Bueno, ya habrá ocasión para verlo<br />

de nuevo. –Alric miró al sol-. No es ni<br />

mediodía… ¿A cuánto está la Ciudad<br />

de los Jinetes, Ben?<br />

- Cerca. Cogeremos prestados unos<br />

caballos y en menos de un día estaremos<br />

allí.<br />

- Bien –dijo Alric-. Pues ayudemos un<br />

poco a estos hombres y salgamos cuanto<br />

antes. Ahí fuera hay una criatura que<br />

está pidiendo a gritos que la maten.<br />

51


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

52<br />

Un amor bajo el mismo cielo<br />

POR ELEAZAR HERRERA<br />

Pablo no ha tenido mucha suerte en el amor. Sus últimas relaciones han sido<br />

un desastre y se siente más solo que la una, así que recurre a una agencia de<br />

contactos entre galaxias. Al otro lado de la pantalla, años luz de la Tierra, un<br />

curioso extraterrestre recibirá un correo con el perfil de un ser humano que<br />

podría ser el amor de su vida.<br />

...O más le vale.<br />

De: Agencia de contactos Intergaláctica<br />

Universal<br />

Asunto: Perfil encontrado<br />

Buenos días,<br />

Con motivo de su reciente registro y<br />

posterior elaboración del Test de Compatibilidad,<br />

hemos dado con alguien<br />

de sus mismas características. A través<br />

de este hilo de mensajes podrán ponerse<br />

en contacto entre ustedes y entablar<br />

amistad. La Agencia de contactos Intergaláctica<br />

Universal no guardará ningún<br />

historial ni espiará en livestream sus<br />

conversaciones: privacidad es nuestro<br />

segundo nombre.<br />

Antes de empezar a chatear, les recomendamos<br />

la guía para nuevos usuarios<br />

con las preguntas más frecuentes<br />

y el protocolo de presentación según<br />

el planeta y raza de ambos interlocutores.<br />

Reciban nuestros mejores deseos en<br />

nombre de la compañía.<br />

Un saludo,<br />

Agencia de contactos Intergaláctica<br />

Universal<br />

Por favor, no responda a este mensaje.<br />

Ha sido generado automáticamente<br />

desde el servidor.<br />

(Dos días después)<br />

De: Pablo de Gracia<br />

Asunto: Hola<br />

Hola, buenas tardes.<br />

Supongo que soy el primero, ¿no?<br />

Encantado de conocerte, E-AmenSut.<br />

Tienes un nombre muy bonito. He recibido<br />

el e-mail de la agencia y he decidido<br />

saltarme las presentaciones de rigor.<br />

Nadie lo hace, ¿no? ¿Y para qué molestarnos<br />

con frivolidades? No es que me<br />

parezcan mal, pero dejemos la burocracia<br />

para los burocráticos. Aquí estamos<br />

para encontrar el amor.<br />

Ah, el amor. El amor es increíble, ¿no<br />

te parece? ¡Hace unas décadas esto habría<br />

sido imposible! ¿Una red de contactos<br />

entre varios planetas, con sus razas,<br />

sus tradiciones y todo ese rollo? Sí, suena<br />

genial. Y aquí estamos, disfrutando<br />

de la idea de un genio que hace tiempo<br />

que murió.<br />

He estado viendo las estadísticas de<br />

la agencia. Han creado más de cinco millones<br />

de parejas en el primer siglo. Parecen<br />

unos datos muy positivos, y creo,<br />

espero, o simplemente sueño, que puedan<br />

aplicarse una vez más.<br />

Gracias por tu tiempo. Espero tu e-


mail.<br />

Un saludo,<br />

Pablo<br />

(Cuatro días después aproximadamente)<br />

De: E-AmenSut Hadartajk<br />

Asunto: Hola<br />

Buenos días en mi sistema solar. Hay<br />

un fuerte jet-lag entre nuestros planetas<br />

así que espero que los e-mails no te lleguen<br />

en horas intempestivas. Antes que<br />

nada, decirte que estoy utilizando el<br />

traductor online de la agencia y es posible<br />

que cometa algunos errores, así que<br />

lo siento de antebrazo. ¿Tú como lo haces<br />

para hablar mi idioma? ¿Sabías algo<br />

de nosotros, los Hadares? Hablas muy<br />

bien, así que debes ser muy listo.<br />

Yo también espero encontrar el amor.<br />

Después de tanto tiempo intentándolo<br />

por medios convencionales, necesito<br />

algo de aire fresco. Mis últimas relaciones<br />

han sido un desastre. Oye, he visto<br />

tu perfil en la web. “Carismático, emprendedor.<br />

Me encantan los rollitos de<br />

primavera.” Eh… esto… ¿Cómo la cocináis?<br />

Reconozco que no he investigado<br />

nada sobre tu planeta de residencia, es<br />

decir, voy un poco a ciegas en cuanto a<br />

la agencia se refiere, pero eso no quita<br />

que tenga interés en ti. Perdona por si te<br />

he ofendido. Debería haberme leído el<br />

protocolo del M4333. Lo siento. Lo siento<br />

otra vez.<br />

Un saludo,<br />

E-AmenSut<br />

(Un día después)<br />

De: Pablo de Gracia<br />

Asunto: No he entendido nada<br />

¡Hola! El caso es que ha debido de<br />

haber un error con el servidor o algo<br />

Eleazar Herrera - UN AMOR BAJO EL MISMO CIELO<br />

porque no he entendido nada de lo que<br />

me has puesto. Está en símbolos raros y<br />

es sospechoso porque en mi perfil pone<br />

que soy de la Tierra… Bueno, supongo<br />

que nadie es perfecto.<br />

Un saludo,<br />

Pablo<br />

(Dos días después)<br />

De: E-AmenSut Hadarakj<br />

Asunto: Lo siento<br />

Hola. Siento lo del correo, había leído<br />

el perfil equivocado y… bueno, un<br />

lío. Esto de conocer a varios seres a la<br />

vez tiene sus desventajas. Pablo, ¿verdad?<br />

¿Cómo se pronuncia? Se me hace<br />

la lengua un lío. Las vocales son muy<br />

difíciles de pronunciar, por eso en mi<br />

perfil pone que busco gente de un lugar<br />

llamado Islandia. Tienen nombres y<br />

apellidos muy fáciles para mí. He visto<br />

que tú eres de España y me pregunto<br />

cómo es ese lugar. Si estás interesado en<br />

Zghknart (mi país) puedo hacerte una<br />

descripción o enviarte una foto. Es sobrio<br />

pero bonito.<br />

Un saludo,<br />

E-AmenSut<br />

(Tres horas después aproximadamente)<br />

De: Pablo de Gracia<br />

Asunto: Lo siento<br />

Adjunto: hierbajosdebarrio.jpg, toromoribundo.jpg<br />

¿Así que estás conociendo a más personas?<br />

Bueno, extraterrestres… o lo que<br />

sea… Pensaba que era el único para ti<br />

y no puedo evitar sentirme fatal. Yo estaba<br />

dando todo en esta relación… En<br />

fin, estás en tu derecho y en la agencia<br />

no hay ninguna cláusula al respecto, así<br />

que tendré que apechugar con ello. El<br />

53


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

54<br />

que no corre, vuela. Supongo.<br />

Me gustaría mucho ver Zghknart<br />

(¿cómo demonios se pronuncia eso,<br />

a todo esto?), y más concretamente tu<br />

casa o tu habitación. Yo te puedo pasar<br />

una foto de Badajoz, que es donde vivo,<br />

pero la verdad es que es un poco árido.<br />

Eso sí: en los anuncios sale todo el verde<br />

que no se ve en la realidad. Mira la foto.<br />

En nuestro país hay un montón de<br />

tradiciones absurdas, como las peleas<br />

de gallos o matar toros a base de espadazos.<br />

Es curioso porque al mismo tiempo<br />

se intenta concienciar a las personas<br />

para que no abandonen ni maltraten a<br />

sus mascotas. Claro que nadie tiene un<br />

toro como mascota, pero no es excusa.<br />

Esta doble moral se extiende a casi todos<br />

los ámbitos de nuestro país, donde<br />

se recorta en cultura y educación para<br />

poder darle dinero a un banco, que es<br />

al mismo tiempo la institución que nos<br />

está arruinando. Es peor que un mal<br />

sueño. ¿Sabes? Por una parte me encantaría<br />

saber cómo se gobierna en tu país,<br />

pero por otra no quiero hablar de política.<br />

No es un tema ideal cuando conoces<br />

a alguien porque podría herir sensibilidades.<br />

Y así no se liga una mierda.<br />

Un saludo,<br />

Pablo de Gracia<br />

(Quince horas después)<br />

De: E-AmenSut Hadartajk<br />

Asunto: Pues aquí<br />

Adjunto: jikpprZghknart.jpg<br />

Todo es raro según como se mire, aunque<br />

reconozco que nunca he tenido una<br />

relación con una ‘mierda’. El traductor<br />

dice que son ‘desechos en forma de excremento<br />

que expulsa el ser humano<br />

por razones biológicas’. No lo entiendo<br />

porque se supone que no estás ligando<br />

con nadie, sino con algo que sale de ti,<br />

así que ¿no sería como ligar con uno<br />

mismo o enrollarse con uno mismo? ¿Y<br />

eso no es… desagradable? Aunque el<br />

traductor también añade que ‘mierda’<br />

puede significar ‘expresión de disgusto’<br />

y que sirve como un ‘calificativo despectivo’.<br />

Supongo que hay cosas que un<br />

traductor no puede entender.<br />

Me encanta Badajoz. Es un lugar minimalista<br />

y original. ¡Nunca había visto<br />

tierra de color amarillo! Jikppr es bastante<br />

parecido, solo que de un color<br />

más chillón. Ah, estoy conmocionada.<br />

El universo es increíble. La verdad, me<br />

encantaría visitar tu tierra y pasar unos<br />

días allí. Sería muy emocionante, y además<br />

podríamos vernos de verdad. Los<br />

e-mails se me hacen lentos.<br />

Todo lo que me cuentas es muy interesante,<br />

aunque no dejo de pensar<br />

en la de cosas extrañas que suceden<br />

en España. En Zghknart tenemos unas<br />

máquinas muy útiles que hacen la contabilidad<br />

del país, y a través de unos<br />

algoritmos deciden qué medidas son<br />

necesarias para impulsar o arreglar el<br />

país. Lo llamamos Entelequia y funciona<br />

bien, aunque eso no quita que haya<br />

otras cosas horribles como el Efecto<br />

Natural. Se trata de un exceso de flora<br />

que poco a poco va extendiéndose a la<br />

ciudad, tragándose cualquier construcción,<br />

robot o personas que haya a su<br />

alrededor. Por eso nos gusta tanto los<br />

paisajes como Badajoz.<br />

Un abrazo,<br />

E-AmenSut<br />

PD: La fauna de tu entorno es muy<br />

interesante.<br />

(Un día después)<br />

De: Pablo de Gracia


Asunto: Un pequeño paso para el<br />

hombre<br />

Tengo que proponerte algo, pero antes<br />

querría aclarar lo de la mierda. Es<br />

una frase hecha que se dice por aquí y<br />

significa ‘no ligar nada’. Esto de no hablar<br />

el mismo idioma a veces es… confuso…<br />

Bien, a lo que voy. Ya llevamos un<br />

par de semanas hablando. Encuentro<br />

muy cómoda tu compañía a pesar de la<br />

virtualidad y me gustaría dar un paso<br />

adelante. Es decir, podríamos enviarnos<br />

mensajes de vídeo o incluso utilizar la<br />

videollamada (no sé si tendrá interferencias<br />

por eso de estar tan lejos). Tengo<br />

muchas ganas de ponerte cara, cuerpo,<br />

sonrisa; saber a quién dedico las horas<br />

muertas de mi pensamiento. Además…<br />

bueno, llevo unos días haciendo ejercicio<br />

para que me encuentres agradable.<br />

También, por una vez, he seguido la<br />

recomendación de mi madre y me he<br />

afeitado.<br />

Cuando abro la bandeja de entrada,<br />

espero ansiosamente que aparezca un<br />

correo tuyo. Si lo hay, mi corazón palpita<br />

fuerte y me entran arcadas. Arcadas<br />

de amor. Por eso quería saber tu opinión<br />

antes de mandarte mi mejor foto.<br />

Un besazo,<br />

Pablo de Gracia<br />

(Un día después)<br />

De: E-AmenSut Hadartajk<br />

Asunto: Un pequeño paso para el<br />

hombre<br />

Acepto gustosamente tu proposición,<br />

pero creo que es un poco precipitado<br />

mandarnos vídeos. Lo único es<br />

que puede que no estés acostumbrado a<br />

ver muchos Hadares y quizás te resulte<br />

chocante. No me gustaría sentirme re-<br />

Eleazar Herrera - UN AMOR BAJO EL MISMO CIELO<br />

chazada.<br />

Un beso,<br />

E-AmenSut<br />

(Dos horas después)<br />

De: Pablo de Gracia<br />

Asunto: Eres preciosa<br />

No digas tonterías, E-AmenSut. Estoy<br />

seguro de que eres el ser más bello<br />

que he visto nunca. ¡Además, así eres<br />

exótica! Y hoy en día no está mal visto<br />

relacionarse con extraterrestres. Espero<br />

ansioso tu foto. Te mandaré la mía de<br />

vuelta. Y de verdad, confía en mí. No<br />

soy precisamente un ‘Hugo Boss’.<br />

Un besazo,<br />

Pablo<br />

(Una hora después)<br />

De: E-AmenSut Hadartajk<br />

Asunto: Eres preciosa<br />

Adjunto: E-AmenSut.jpg<br />

¡Allá va! Espero la tuya de vuelta. Me<br />

siento muy halagada por todo lo que estás<br />

diciendo.<br />

Un abrazo,<br />

E-AmenSut<br />

(3 días después)<br />

De: Pablo de Gracia<br />

Asunto: Fotos<br />

Adjunto: erpablikohreshulón.jpg<br />

Es chocante, lo reconozco. Quiero<br />

decir, ¿a quién no le chocaría que seáis<br />

totalmente circulares, sin extremidades<br />

y con aspecto gelatinoso? Es una visión<br />

inquietante, desde luego… Ahí te mando<br />

la mía.<br />

Un saludo,<br />

Pablo<br />

(Quince minutos después)<br />

De: E-AmenSut Hadartajk<br />

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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

56<br />

Asunto: Fotos<br />

Hola, Pablo.<br />

Tengo sentimientos encontrados.<br />

Pensaba que los humanos erais grandes<br />

y simétricos, antropomórficos en cualquier<br />

caso… Pero tú no eres como los<br />

modelos de Internet. Eres redondo y de<br />

baja estatura, lo cual no me hace sentir<br />

tan extraña. Veo cada vez más parecidos<br />

entre nosotros. Quizás podríamos<br />

intentarlo. Sabes a lo que me refiero,<br />

¿no? Podríamos vernos. Primero por<br />

vídeo, claro, pero luego… quién sabe…<br />

Un besito,<br />

E-AmenSut<br />

PD: puedes llamarme Sut ♥<br />

(Dos semanas después)<br />

De: Pablo de Gracia<br />

Asunto: Fotos<br />

Verás, Sut. Igual estamos yendo un<br />

poco rápido. Ambos hemos tenido malas<br />

experiencias con esto del amor y no<br />

me gustaría equivocarme de nuevo.<br />

Espero que no te moleste si rechazo la<br />

oferta, pero podemos seguir hablando<br />

con total normalidad. Me pareces una<br />

compañera muy agradable.<br />

Un saludo,<br />

Pablo<br />

(Cinco horas después)<br />

De: E-AmenSut Hadartajk<br />

Asunto: ¿Por qué?<br />

Estoy confundida, Pablo. ¿A qué se<br />

debe este repentino cambio de opinión?<br />

¿Qué hay de esas palabras tan bonitas<br />

que me dedicaste apenas tres semanas<br />

atrás? Es por el físico, ¿verdad? Pensé<br />

que estabas por encima de todo eso.<br />

Un saludo,<br />

E-AmenSut<br />

(Tres semanas después aproximadamente)<br />

De: Pablo de Gracia<br />

Asunto: Fotos<br />

Adjunto: ositosabrazándose.jpg<br />

Me precipité. Lo reconozco, pero las<br />

cosas han cambiado. No te ofendas,<br />

pero eres muy diferente a como te había<br />

imaginado y no estoy seguro de querer<br />

dar el paso. Espero que me entiendas y<br />

que no te enfades, pues lo último que<br />

querría en esta vida es lastimarte.<br />

Un saludo,<br />

Pablo de Gracia<br />

(Un mes después aproximadamente)<br />

De: Pablo de Gracia<br />

Asunto: ¡Hola!<br />

¿Sut? Hace como mil años luz (¡ja, ja!)<br />

que no sé nada de ti, justo después de<br />

aquel desafortunado e-mail. ¿Cómo te<br />

va la vida? ¿Hay alguien importante en<br />

tu corazoncito? O lo que sea que haya<br />

entre esa masa de plastilina que tenéis<br />

como piel (no te ofendas). A mí personalmente<br />

me va genial. He conocido a<br />

una mujer de mi planeta y de momento<br />

la cosa va viento en popa. Deseo lo<br />

mismo para ti, mi querida compañera<br />

de viaje.<br />

Un caluroso abrazo,<br />

Pablo<br />

(Una semana más tarde)<br />

De: Agencia de contactos Intergaláctica<br />

Universal<br />

Asunto: Nuevas condiciones y términos<br />

de uso<br />

Buenos días, estimado usuario Pablo<br />

de Gracia.<br />

Debido a las intenciones de guerra declaradas<br />

hacia su planeta de residencia,<br />

la Tierra, y el planeta atacante, Hadar,


hemos cerrado la comunicación entre la<br />

usuaria E-AmenSut y usted, así como la<br />

relación entre los aliados de ambas contiendas.<br />

Para seguir utilizando los servicios de<br />

la Agencia de contactos Intergaláctica<br />

Universal necesitará firmar el Acuerdo<br />

de las Partes que le adjuntamos a continuación,<br />

que alude a la intención pacífica<br />

para con la agencia y sus usuarios.<br />

Léalo atentamente y si desea seguir<br />

dentro de nuestra comunidad mándenos<br />

tres copias con su refrendo.<br />

Le agradeceríamos que a partir de<br />

ahora utilice el protocolo entre razas<br />

para evitar encuentros de este calibre.<br />

Con todo, reciba nuestros mejores deseos<br />

en nombre de la compañía.<br />

Un saludo,<br />

Eleazar Herrera - UN AMOR BAJO EL MISMO CIELO<br />

Agencia de contactos Intergaláctica<br />

Universal<br />

Si desea recibir más información, no<br />

dude en personarse en alguna de nuestras<br />

sedes cerca de su localidad.<br />

Si desea darse de baja, acceda al apartado<br />

de su perfil ‘Anular cuenta’.<br />

Si desea dejar de recibir información<br />

sobre eventos multiculturales en su<br />

país, acceda al apartado ‘Plan alternativo’.<br />

Si desea recibir información de otro<br />

tipo, como perfumes, cosméticos, alimentos,<br />

calcetines o falsificaciones cerca<br />

de su localidad, acceda al apartado<br />

‘Información adicional’.<br />

Por favor, no responda a este mensaje.<br />

Ha sido generado automáticamente<br />

desde el servidor.<br />

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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

58<br />

POR PATRICIA O.<br />

La Banshee<br />

El lamento de la Banshee atrae a los incautos hacia una muerte segura.<br />

El invierno había llegado más frío que<br />

nunca a la vieja aldea. Si bien no nevaba<br />

en esa zona del planeta, el frío era tal<br />

que calaba los huesos.<br />

Lían caminaba presuroso por las húmedas<br />

calles de adoquines, resguardado<br />

bajo la caperuza de su abrigo de piel<br />

de zorro; su apuro no sólo se debía a la<br />

sensación térmica reinante, sino a que<br />

apenas había gente por los alrededores,<br />

a pesar de que no era tan tarde. Y realmente<br />

eso no le agradaba. Había estado<br />

todo el día a la intemperie, ayudando a<br />

su tío con el rebaño de ovejas; habían recorrido<br />

muchos kilómetros para hallar<br />

un sitio con clima agradable, donde las<br />

pasturas no estuvieran quemadas debido<br />

a las heladas, para que los animales<br />

pudieran alimentarse sin problemas. Su<br />

pariente no tenía hijos varones que lo<br />

ayudaran en las tareas del campo, así<br />

que empleaba al hijo de su hermana a<br />

cambio de un escaso salario que le servía<br />

para vivir dignamente su madre y<br />

él.<br />

El muchacho solo deseaba llegar a<br />

casa donde seguramente su madre lo<br />

estaría esperando con una sopa caliente.<br />

Se sopló las manos con el vapor de<br />

su aliento tibio para hacerlas entrar en<br />

calor al tiempo que aceleraba el paso.<br />

Con esas temperaturas no había abrigo<br />

que valiera. Pasaba por la vera de<br />

un descampado cuando le pareció oír<br />

un llanto, semejante a un lamento. Trató<br />

de atisbar a la luz de la media luna<br />

que esa noche apenas alumbraba, y le<br />

pareció distinguir una figura sentada<br />

en uno de los troncos, que se encontraban<br />

diseminados por el lugar -debido<br />

a la actividad de los leñadores durante<br />

el día- debajo de unos sauces llorones.


Desde lejos pudo adivinar el temblor<br />

que sacudía los hombros de la persona<br />

que allí estaba, producido por el angustiado<br />

llanto.<br />

A pesar de que Lían era un muchacho<br />

joven, apenas contaba con veintitrés<br />

años, era muy susceptible a las emociones<br />

ajenas. No lo pensó dos veces y se<br />

acercó con cautela. No sabía si era producto<br />

de la ansiedad pero percibía, a<br />

medida que se aproximaba, una extraña<br />

luz iluminando la escena. Poco a poco,<br />

y gracias al resplandor de la luna, fue<br />

descubriendo que se trataba de una mujer<br />

joven de indescriptible belleza, vestida<br />

con una capa oscura cuya caperuza<br />

estaba echada hacía atrás mientras ella<br />

cepillaba su frondosa y castaña cabellera.<br />

La imagen era muy irreal, la joven<br />

mujer se peinaba al tiempo que lloraba<br />

con inigualable tristeza. Lían no pudo<br />

resistir la curiosidad, pronto se vio sentado<br />

a su lado para observarla; ella parecía<br />

no haberlo visto.<br />

- ¿Por qué lloras? -la preguntó suavemente.<br />

- Porque alguien va a morir esta noche<br />

-le respondió con una voz muy dulce<br />

y sobrenatural.<br />

- Eres muy bella -le dijo el muchacho<br />

embelesado.<br />

Ella pareció al fin reparar en su presencia,<br />

dejó lo que hacía por unos instantes<br />

y luego lo miró. El mismo extraño<br />

resplandor que emanaba de ella<br />

le permitió al muchacho distinguir sus<br />

ojos infinitamente claros, y fue como<br />

ver el mismo paraíso.<br />

- No creas en todo lo que ves -le advirtió<br />

ella.<br />

- Quédate conmigo -le suplicó él tomando<br />

su mano, suave pero fría.<br />

La mujer lo miró, al parecer sin com-<br />

Patricia O. - La Banshee<br />

prender lo que le estaba pidiendo ese<br />

apuesto muchacho de piel trigueña y<br />

ojos color miel.<br />

El joven se aproximó más para besarla,<br />

ella retrocedió al principio, pero<br />

luego se dejó seducir con una extraña<br />

sonrisa.<br />

Cuando despertó estaba solo, recostado<br />

sobre la húmeda hierba del descampado,<br />

bajo el frío rocío y la luna llena<br />

que se dibujaba en el cielo negro. Recordó<br />

el encuentro con la bella mujer,<br />

a la que había desnudado y había dado<br />

vida con su calor y su pasión; la calidez<br />

de sus manos, en un principio frías, y<br />

el llanto que había sido sustituido por<br />

suspiros de amor en sus labios.<br />

En un primer momento pensó que se<br />

había tratado de un sueño, pero cuando<br />

se levantó para irse vio que un cepillo<br />

con algunas hebras de cabello castaño<br />

habían quedado junto a él. Lo tomó lentamente<br />

y se lo guardó en la alforja. Se<br />

fue de allí con la incertidumbre de no<br />

saber si lo que había visto y vivido había<br />

sido verdad.<br />

Cuando llegó a su casa, su madre estaba<br />

siendo atendida por unos vecinos.<br />

Al parecer se había puesto enferma de<br />

repente y esperaban a que el médico llegara<br />

para evaluarla. Estuvo grave muchos<br />

días, cada noche Lían acariciaba el<br />

cepillo y le rogaba a Dios por su madre.<br />

A pesar de la gravedad de su estado, al<br />

fin la buena mujer pudo recuperarse y<br />

salir adelante.<br />

Un día, cuando el encuentro con la<br />

extraña y la enfermedad de su progenitora<br />

habían quedado muy atrás, ésta<br />

se topó con el cepillo que su hijo custodiaba<br />

con adoración. Le pareció extraño<br />

59


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

60<br />

que nunca le hubiera mencionado que<br />

había conocido a una muchacha o que<br />

tenía una relación.<br />

- Hijo, ¿a quién pertenece ese cepillo<br />

que tiene algunas hebras de cabello? -le<br />

preguntó un día con curiosidad.<br />

Lían se mostró reacio a contarle la<br />

historia pero, debido a su insistencia,<br />

al final narró lo sucedido la noche en<br />

que la enfermedad la aquejó de repente.<br />

Cuando terminó, su madre lo miraba<br />

con horror. Ese día se enteraría de que<br />

la mujer de la que se había enamorado<br />

no era otra que una Banshee, un hada<br />

que anuncia la muerte mediante lamentos.<br />

- Hijo mío, ¿por qué te acercaste a<br />

ella? -le preguntó con profundo dolor-.<br />

Al parecer, el sentimiento que despertaste<br />

en su corazón fue la causa de que<br />

me perdonara la vida; evidentemente<br />

ella te anunciaba mi muerte. Pero no lo<br />

hizo por nada, al dejarte ese elemento<br />

que le pertenece ha creado un lazo contigo<br />

que la hará volver por ti el día menos<br />

pensado.<br />

Esa noche las palabras de su madre<br />

quedaron dando vueltas en su cabeza,<br />

en el fondo deseaba que así fuera para<br />

volver a verla y estar con ella por siempre.<br />

Cada vez que sus ocupaciones se lo<br />

permitían, se acercaba hasta los sauces<br />

llorones a la misma hora que la vio esa<br />

noche con la esperanza de hallarla; pero<br />

el tiempo siguió pasando y él sólo se<br />

conformaba con acariciar el cabello que<br />

había dejado en su cepillo o en aspirar<br />

el aroma sutil que imaginaba en él.<br />

A veces soñaba con ella, la veía tan<br />

bella como esa vez pero sin llorar; lo<br />

miraba con una sonrisa misteriosa y el<br />

deseo brillando en sus ojos. Sus noches<br />

eran agitadas, la veía desnudándose<br />

para él, dejando al descubierto la blancura<br />

nívea de su bello cuerpo para que<br />

él la besara y amara como esa noche.<br />

Lían despertaba sobresaltado, jadeando<br />

y sudando como un condenado; la cama<br />

revuelta le hacía creer a cualquiera que<br />

lo viera que allí había tenido lugar un<br />

encuentro amoroso muy apasionado.<br />

La madre del muchacho tenía miedo,<br />

ella conocía esas historias y sabía de<br />

gente que había fallecido viendo a los<br />

pies de la cama a una Banshee. No había<br />

sido su caso por que evidentemente la<br />

ayuda llegó a tiempo; además, el hada<br />

de la muerte había recibido un regalo<br />

más bello y en algún momento volvería<br />

para llevárselo.<br />

Angustiada se persignaba, se culpaba<br />

por no haber advertido a su hijo de<br />

estas extrañas mensajeras de la muerte;<br />

jamás se imaginó que se cruzaría con<br />

una de ellas, y mucho menos que ésta le<br />

despertaría tales sentimientos.<br />

Pasaron los días, los meses y los años<br />

y Lían se convirtió en un hombre fuerte<br />

y trabajador que pronto contraería matrimonio<br />

con una muchacha del pueblo.<br />

Luana cumpliría los veinte años, él ya<br />

contaba con treinta y dos, era una muchacha<br />

muy bella y se adivinaba que<br />

bajo sus ropas poseía un cuerpo que<br />

enloquecería a cualquier hombre. Él lo<br />

había imaginado hasta ahora, pues ella<br />

quería casarse virgen y que él fuera su<br />

primer y único hombre. Eso no impedía<br />

que tuvieran sus jueguecitos, escondidos<br />

en los recovecos del viejo granero,<br />

acurrucados detrás de las pilas de heno.<br />

Él era un hombre apasionado y la<br />

necesitaba, aun no sabía cómo había<br />

hecho para aguantar tantos años espe


ando que la chica fuera mayor de edad;<br />

teniendo en cuenta también que ella era<br />

muy provocativa a la hora de insinuarse<br />

a solas. En ese momento, arrodillado<br />

entre sus piernas abiertas descaradamente,<br />

mientras deslizaba sus grandes<br />

manos por la blanca piel bajo las enaguas<br />

del vestido, ella lo observaba mordiéndose<br />

el labio inferior. Sabía que<br />

Lían estaba ardiendo, lo notaba en el<br />

bulto que se percibía bajo su pantalón; y<br />

ella ya no podía aguantar más, lo deseaba<br />

de la misma forma obsesiva que él.<br />

Lentamente comenzó a bajarle las bragas<br />

y ella se dejó al tiempo que mantenía<br />

los ojos fijos en la media sonrisa pícara<br />

que se dibujaba en el rostro masculino.<br />

Luana sonrió provocativa cuando lo vio<br />

desabrocharse lentamente el cinturón, y<br />

ella abría uno a uno los botones de su<br />

blusa floreada. Sin dejar de mirarla a los<br />

ojos, se perdió en sus senos blancos y<br />

de pezones rosados, los cuales comenzó<br />

a besar suavemente mientras se acomodaba<br />

con mucha delicadeza sobre ella.<br />

Comenzaron a besarse y a acariciarse<br />

con desesperación, entre gemido y jadeos<br />

que anunciaban que esa noche el<br />

acto sería inevitable.<br />

Ya se había acomodado entre sus<br />

piernas, a punto de ingresar por fin en<br />

esa mujer que le pertenecería para siempre,<br />

cuando repentinamente ella dio un<br />

grito y lo apartó de sí; sus ojos atemorizados<br />

estaban fijos en una de las ventanas<br />

próximas. Lían miró hacía allí pero<br />

no había nadie.<br />

- ¿Qué pasa Luana? -preguntó realmente<br />

preocupado al verla con tanto<br />

miedo.<br />

- Allí, allí había alguien -le respondió<br />

ella, señalando hacía el lugar y acurrucándose<br />

temerosa tratando de cubrir su<br />

Patricia O. - La Banshee<br />

semi-desnudez.<br />

De inmediato él se acomodó las ropas<br />

y salió para investigar, pero no halló a<br />

nadie por allí.<br />

Ya estaba anocheciendo así que trató<br />

de tranquilizar a la joven y la acompañó<br />

a la casa, lamentaba lo sucedido pues<br />

realmente estaba enamorado de ella y<br />

la deseaba con locura.<br />

De regreso a su casa meditaba sobre<br />

la posibilidad de contarle a la muchacha<br />

lo sucedido aquella lejana noche en<br />

el descampado, cuando él era aun muy<br />

joven. No sabía a quién había visto Luana,<br />

pero un extraño presentimiento le<br />

decía que lo sucedido en el granero tenía<br />

mucho que ver con aquella hermosa<br />

mujer. Esa madrugada, durante el sueño,<br />

volvió a encontrarse con la misma<br />

joven misteriosa que muchos años atrás<br />

lo había cautivado con su belleza y su<br />

llanto lastimero.<br />

Nuevamente le fue imposible no sucumbir<br />

a esa atracción que lo atrapó<br />

desde el primer momento en que la vio.<br />

- ¿Me has olvidado? -Su voz dulce lo<br />

iba envolviendo a medida que ella se<br />

quitaba lentamente el largo vestido.<br />

- Jamás he podido -respondió él sin<br />

poder apartar los ojos de la mujer, como<br />

si se hallara bajo un extraño influjo.<br />

- ¿La amas? -le susurraba al tiempo<br />

que se le acercaba completamente desnuda.<br />

- Nunca como a ti -gimió sobre esos<br />

labios rojos, sensuales y fríos como la<br />

misma muerte.<br />

Pero en esos momentos, a Lían no le<br />

importaba morir si esa muerte eran tan<br />

sensual y atrayente como la mujer que<br />

le estaba robando el aliento.<br />

61


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

62<br />

En el mismo instante Luana despertó<br />

sobresaltada gritando su nombre; había<br />

tenido una pesadilla en la que lo veía en<br />

la cama haciendo el amor con la mujer<br />

que esa tarde vio en la ventana espiándolos.<br />

Era una pesadilla muy vívida,<br />

pues la veía acercándose también a ella,<br />

rozando su cuello, quitándole la ropa<br />

y excitándola de una forma casi obscena<br />

al tiempo que lo miraba a él, que<br />

observaba la escena como hipnotizado,<br />

incapaz de hacer o decir algo. Luego de<br />

convencerse de que solo se había tratado<br />

de una pesadilla logro conciliar nuevamente<br />

el sueño.<br />

A unas cuantas casas de ella, también<br />

Lían despertó bañado en sudor y con<br />

la piel fría como el mismo hielo, apenas<br />

podía respirar; haciendo un gran<br />

esfuerzo se levantó y alcanzó a desplazarse<br />

hasta el dormitorio de su madre,<br />

que despertó en el momento justo que<br />

lo veía caer pesadamente al suelo. Varias<br />

horas le llevo a la pobre mujer hacer<br />

que recuperara la temperatura normal<br />

del cuerpo, poco a poco su piel volvió a<br />

tener el color canela que siempre lo había<br />

caracterizado.<br />

Recuperó la consciencia asustado, sabía<br />

que algo fuera de lo común le había<br />

sucedido; aun podía sentir los besos y<br />

las caricias frías de esa mensajera que<br />

estaba determinada a llevarlo con ella.<br />

Cuando se restableció del todo se dirigió<br />

sin pérdida de tiempo en busca de<br />

su novia, quería contarle su secreto,<br />

lo que le había sucedido hace muchos<br />

años y durante la noche. Presentía que<br />

si no hacía algo pronto no viviría mucho<br />

tiempo para contarlo.<br />

Fue inmenso el terror de la muchacha<br />

al enterarse de que la visión que tuvo<br />

no había sido solo un sueño, al parecer<br />

el vínculo que ambos tenían lo había<br />

salvado cuando ella despertó esa noche<br />

gritando su nombre. El amor que sentía<br />

por él había sido capaz de llegar hasta<br />

ese sueño aterrador que estaba a punto<br />

de llevárselo.<br />

Sin perdida de tiempo se dirigieron a<br />

la casa de una poderosa hechicera del<br />

pueblo con quien Luana tenía amistad a<br />

escondidas de sus padres, pues le tenían<br />

prohibido relacionarse con semejante<br />

gente. Ésta realizó una serie de hechizos<br />

para protegerlo durante las noches y les<br />

recomendó quemar el cepillo que contenía<br />

parte de la esencia de la Banshee; le<br />

aseguró que solo de esta forma podría<br />

deshacerse de ella. Aunque no confiaba<br />

mucho en esa mujer, que había oído se<br />

dedicaba a la magia negra y a charlar<br />

con los demonios, aceptó poner la vida<br />

en sus manos para tratar de terminar de<br />

una buena vez con el asunto. De modo<br />

que hizo lo que ella le pidió y a partir<br />

de allí ya no volvió a tener esos sueños<br />

seductores y mortales.<br />

El tiempo continuó pasando y al fin<br />

contrajeron matrimonio tal como habían<br />

deseado; refugiado en esa piel que tanto<br />

amaba y deseaba, él ya no pensó en esa<br />

mujer que solo quería verlo muerto. Al<br />

fin marido y mujer pudieron dar rienda<br />

suelta al deseo que venían postergando<br />

desde hacía tanto tiempo por diversos<br />

motivos. Lían fue efectivamente el primer<br />

hombre de Luana, a pesar del ardor<br />

y la pasión no le pasó desapercibido tal<br />

hecho; supo ser lo suficientemente delicado<br />

como para hacerla feliz, partícipe<br />

de la misma pasión y deseo.<br />

Varios años después y de improviso,


el padre de Luana, un hombre fuerte y<br />

que jamás había sufrido ni siquiera un<br />

resfriado, se puso grave y ya nada se<br />

pudo hacer por él. A pesar del dolor<br />

que lo embargaba, pues había llegado a<br />

sentir verdadera estima por su suegro,<br />

Lían agradecía no haberse topado con<br />

ningún fenómeno sobrenatural. La familia<br />

aguardaba a que diera el último<br />

suspiro que pusiera fin a su agonía y le<br />

permitiera descansar en paz. En vista<br />

de que no se sabía cuándo podía suceder<br />

eso, acordaron con Luana que se<br />

turnarían para acudir a la casa a darse<br />

un baño y descansar un poco; como ella<br />

quería permanecer más tiempo con su<br />

padre, decidieron que iría primero él.<br />

Al otro día la noticia de la mejoría repentina<br />

de ese hombre que ya era dado<br />

por muerto se esparció como pólvora,<br />

sin perdida de tiempo la muchacha se<br />

dirigió a la casa en busca de su esposo<br />

para contarle la buena nueva. Allí se encontró<br />

con la madre de este que lloraba<br />

a mares.<br />

Un extraño presentimiento la embargó<br />

al tiempo que sentía que se le erizaban<br />

los vellos de la nuca.<br />

- Se lo llevó… Ella se lo llevó - repetía<br />

sin dejar de llorar y elevando los brazos<br />

al cielo.<br />

- ¿Quién se lo llevó? -la interrogaba<br />

Luana desesperada y con voz temblorosa,<br />

intentando hacerla entrar en razón.<br />

Pero solo logró que señalara hacía el<br />

dormitorio que compartía con él.<br />

Sin decir palabra y conteniendo el<br />

llanto se dirigió precipitadamente a la<br />

alcoba temiendo lo peor. Quedó petrificada<br />

en la puerta de la recamara. Este<br />

yacía allí blanco como el papel y frío<br />

como luego pudo comprobar; a su lado<br />

Patricia O. - La Banshee<br />

encontró el cepillo con las hebras de cabello<br />

rubio que en su momento habían<br />

quemado juntos.<br />

La locura se apoderó de ella y emitió<br />

un angustioso e interminable grito<br />

cuando comprendió que nunca se habían<br />

librado de esa maldición. Esa extraña<br />

mujer solo había aguardado a que<br />

se diera la ocasión, engañándolos todo<br />

ese tiempo. La Banshee volvió a por lo<br />

que quería, a por su amado Lían.<br />

***<br />

A pesar de que no le hacía ninguna<br />

gracia dejar a Luana en un momento<br />

así, sabiéndola tan consternada ante el<br />

lamentable estado de salud de su padre,<br />

era necesario para su bienestar físico y<br />

mental.<br />

Llevaba trabajando arduo, desde que<br />

se habían casado, para poder liquidar al<br />

fin la hipoteca sobre su pequeña casa y<br />

el desvelo de la noche pasada lo tenía<br />

a mal traer. Por un lado se alegraba de<br />

que su mujer le hubiera permitido ser<br />

el primero en ir a la casa para asearse y<br />

descansar.<br />

Con un gran suspiro de satisfacción<br />

se sumergió en la bañera, cuya agua tibia<br />

su madre se había encargado de tener<br />

lista para él; luego de permanecer<br />

un buen rato aspirando el aroma tranquilizador<br />

de las hierbas aromáticas,<br />

que le auguraban un sueño placentero<br />

y relajado, se dispuso a dormir profundamente.<br />

Mientras se vestía y terminaba de secar<br />

su cabello mojado con la toalla, a<br />

Lían le pareció escuchar un ruido proveniente<br />

de la puerta de entrada.<br />

- ¿Luana, eres tú? -preguntó tranquilo.<br />

Quizá al final ésta hubiera reconsi-<br />

63


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

64<br />

derado la idea de permanecer toda la<br />

noche junto a su moribundo padre.<br />

Sin embargo, cuando se giró, se dio<br />

cuenta que no era su mujer quien se<br />

encontraba en la habitación mirándolo<br />

fijamente. Se sobresaltó en un primer<br />

instante, pero luego sucumbió como<br />

siempre a esa mirada y esos labios rojos<br />

que sabían muy bien como imponerse<br />

sobre él.<br />

- Por favor, déjame vivir en paz con<br />

Luana -le suplicó con apenas un hilo de<br />

voz, aun encontrándose ya bajo su influjo.<br />

- Ven -le susurró ella extendiéndole<br />

sus manos-, cumpliré tu deseo; estaremos<br />

juntos para siempre. -Sonrió sin<br />

apartar sus ojos de él, llamándolo como<br />

si lo estuviera dejando en trance-. Nadie<br />

te amará como yo; además, tú me perteneces<br />

-oyó cuando ya tenía sus labios<br />

rojos tan cerca-, y hoy he venido a llevarte<br />

conmigo.<br />

La Bashee lo besó largamente, quitándole<br />

el entendimiento y la cordura, volviéndolo<br />

su prisionero, sin voz ni voto.<br />

Lían ni siquiera intentó resistirse, sabía<br />

que lo que decía era cierto. Además…<br />

ella era tan seductora…


M. C. Catalán - FERGUS FERGUSON Nº4<br />

Fergus Ferguson nº4<br />

¡Muerte morirás!<br />

POR M. C. CATALÁN<br />

¿Qué tiene Poe en común con un chico de 25 años del 2012? Ambos escribieron<br />

en la misma revista y, tras un desafortunado accidente, Fergus se ve<br />

atrapado en la casa victoriana de la redacción, rodeado de todos los escritores<br />

muertos que participaron en ella.<br />

Fergus diría después que se le heló<br />

la sangre cuando escuchó el nombre de<br />

Anne, pero lo cierto es que simplemente<br />

se atragantó con su propia saliva.<br />

Tragó con un desagradable sonido<br />

gutural y, con la voz de una borrega en<br />

celo, soltó:<br />

- ¿Cómo ha dicho?<br />

- Ya lo has oído, chiquillo. No es tan<br />

difícil. Una prenda suya, un trozo de<br />

tela de nada, a cambio de un poder sin<br />

igual: el de aparecer y desaparecer a tu<br />

antojo.<br />

Cuando a las ocho menos cinco minutos<br />

de la pasada noche llegó volando<br />

al lúgubre cuarto de las calderas que el<br />

poeta del siglo XVII, John Donne, se había<br />

agenciado como despacho, Fergus<br />

no las tenía todas consigo.<br />

Si su repentina muerte y la posterior<br />

aparición de varios escritores tan famosos<br />

como fantasmales ya le parecían<br />

acontecimientos harto improbables, el<br />

hecho de que ahora pudiera tocar objetos<br />

a su voluntad contando sólo con un<br />

cuerpo en formato ectoplasma se le antojaba<br />

de locos.<br />

“Eso es, debo de estar loco. Seguro<br />

que estoy en coma y que todo esto no<br />

es más que un mal sueño”. Pero como<br />

en varios días no había tenido visos de<br />

despertarse, decidió seguir con aquel<br />

juego que más se asemejaba a un “feliz<br />

no cumpleaños”.<br />

- ¿Y dice que, además de tocar objetos,<br />

podré hacerme visible siempre que<br />

quiera? –preguntó el joven haciendo<br />

hincapié en cada palabra, con la intención<br />

de dejar claras todas las partes del<br />

trato.<br />

El fantasma asintió con solemnidad.<br />

- Siempre y cuando hagas lo que te he<br />

pedido. Te doy mi santa palabra. -Y no<br />

le faltaba razón. Según las iglesias evangélica<br />

y anglicana, John Donne era todo<br />

un santo.<br />

“Un santo atrapado en un agobiante<br />

cuarto de calderas y obsesionado con un<br />

descanso que nunca podrá alcanzar”.<br />

Fergus reprimió una carcajada ante lo<br />

paradójico de la situación, reprendiéndose<br />

a sí mismo cuando lo invadió, por<br />

primera vez, una oleada de compasión<br />

hacia aquel hombre.<br />

Pero, pese a la apariencia sencilla de<br />

aquél favor, lo que le estaba pidiendo<br />

era complicado incluso para él.<br />

- ¿Por qué justamente ella? –pensó en<br />

voz alta.<br />

Donne respiró hondo, cerró los ojos<br />

65


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

66<br />

con afectación –Fergus notaba perfectamente<br />

cómo estaba tratando de crear<br />

expectación– y comenzó a relatar con<br />

voz teatral:<br />

- Verás, allá por el año 1601 Anne lo<br />

era todo para mí. Yo era solo un zagal<br />

de 29 años, más o menos como tú, pero<br />

más guapo –Fergus arqueó una ceja–.<br />

Sí, era realmente apuesto. Por eso no era<br />

de extrañar que alguna que otra joven<br />

fijara su atención en mí –“Sigue soñando”,<br />

susurró Fergus–. Pero hubo una,<br />

una entre todas, que hizo de mí algo insignificante.<br />

Al aposento traje un corazón<br />

pero de él salí yo sin ninguno. Era la<br />

nieta de un cargo importante de la corte,<br />

Sir Thomas Egerton, y por aquel entonces<br />

yo trabajaba para él, así que traté<br />

de vivir sin corazón y continuar con mis<br />

planes de labrarme un futuro como escritor<br />

en la corte. Pero aquella preciosidad<br />

seguía, día tras día, atormentándome.<br />

Una mirada fugaz tras una puerta,<br />

un pestañeo accidental cuando venía a<br />

visitar a su abuelo, miles de sonrisas regaladas<br />

y aquella hipnotizadora forma<br />

de moverse.<br />

>>Y el final, inevitable. Dos manos<br />

que se unen escondidas tras los estantes<br />

de una gran biblioteca y un “Haz tu<br />

voluntad entonces; entonces objeto y<br />

grado, y fruto del amor. Amor, a ti someto”.<br />

>>Acabamos casándonos en secreto a<br />

finales de ese mismo año. Y cuando su<br />

abuelo se enteró, no tardó nada en despedirme<br />

y encarcelarme, paralizando<br />

durante buen tiempo mi labor literaria.<br />

Pero nada de aquello importó, porque<br />

yo amaba a Anne…<br />

Fergus lo detuvo.<br />

- ¡Espera, espera! ¿Anne? ¿Qué tiene<br />

que ver esto con mi compañera?<br />

En efecto, la joven y dulce Anne<br />

Evans a la que Fergus había estado enviando<br />

poemas anónimos vía teléfono<br />

movil –al menos hasta que lo arrollara<br />

el camión de reparto –no era sino la mujer<br />

que se sentaba a su lado durante la<br />

jornada laboral.<br />

La misma que lo había ayudado a ser<br />

contratado en la revista Mesmerize. Y la<br />

nieta de su jefe, el señor Evans. Un momento…<br />

¡La nieta de su jefe! ¡Ahí estaba<br />

la conexión con la historia de Donne!<br />

- No fastidies… -susurró.<br />

Fergus ya sabía desde el día en que la<br />

conoció que aquello era imposible. Las<br />

chicas bonitas nunca se fijaban en un rarito<br />

larguirucho pegado a una libreta y<br />

a una mochila tan épica como vieja. Y<br />

más cuando su abuelo se convirtió en su<br />

jefe. Y más aún ahora, que estaba muerto.<br />

- Venga, hombre…. ¡Esto tiene que<br />

ser una broma! –Y el chico hubiese llorado<br />

si hubiera podido; si sus lágrimas<br />

no se convirtieran al instante en vapor<br />

de agua.<br />

- En efecto, es una broma, chico. –Le<br />

dijo el poeta con un halo de compasión<br />

en la voz–. Una broma del mundo y del<br />

destino. Una ley más vieja que el amor<br />

y que las almas. “La fuerza que a cerrar<br />

el círculo me lleva y me hace terminar<br />

donde empecé. Como son los dos brazos<br />

del compás; tu alma el brazo fijo,<br />

detenido, que sólo si anda el otro, va detrás.<br />

Y cuando en el centro sea, cuando<br />

el otro se aparta en lejanía, tras él gira,<br />

se inclina y forcejea, para alzarse al sentir<br />

su cercanía”. Esos somos Anne y yo;<br />

Anne y tú. Y sólo espero que lo que te<br />

pido sirva para cerrar el círculo. Pero<br />

antes…<br />

John Donne señalo a Fergus un dibujo


marcado con tiza sobre el oscuro suelo,<br />

y lo instó con un gesto de cabeza a que<br />

se situara encima.<br />

El joven se fijó en que estaba pisando<br />

una de las líneas del blanco entramado<br />

que se encontraba bajo sus pies y se situó<br />

en su interior con un pequeño saltito.<br />

Al echar un vistazo a su alrededor, se<br />

fijó en que se había metido de lleno en<br />

lo que parecía un gran pentáculo rodeado<br />

por numerosos y extraños símbolos<br />

mortuorios: calaveras, cruces invertidas,<br />

cayados, hexagramas y cabezas de<br />

cabra. Y, por si eso fuera poco, la silueta<br />

exterior de todo aquel cuadro macabro<br />

estaba delimitada por una barrera de<br />

huesos –Fergus esperaba que no fueran<br />

humanos.<br />

“Este tío es todo un friki de la muerte”,<br />

pensó el joven con el miedo atenazando<br />

su garganta.<br />

- Veo que lo tienes todo bien preparado<br />

–se forzó a decir, agravando su voz,<br />

para tratar de ocultar al menos la décima<br />

parte del pánico que sentía.<br />

“No seas gallina”, se tranquilizó.“No<br />

puede pasarte nada demasiado malo.<br />

Ya estás muerto”.<br />

- Y, a todo esto, ¿para qué tanto dibujito?<br />

–Adiós a la compostura. Había<br />

soltado un buen gallo.<br />

Pero al chico no le dio tiempo a escuchar<br />

la respuesta porque una nube<br />

de humo iniciada por un estallido comenzó<br />

a ocultar la figura de un John<br />

Donne que ahora se acercaba hacia él<br />

lentamente; mano izquierda levantada,<br />

los tres dedos centrales doblados y el<br />

pulgar y el meñique en alza, a modo de<br />

curioso saludo hacia alguna presencia<br />

que Fergus no podía –ni quería –ver.<br />

- ¡Muerte no te enorgullezcas! –gritaba<br />

el hombre como si intentase aplacar-<br />

M. C. Catalán - FERGUS FERGUSON Nº4<br />

la–. “Aunque algunos te llamen poderosa<br />

y terrible, puesto que nada de eso<br />

eres; porque todos aquellos a quienes<br />

creíste abatir no murieron, triste muerte,<br />

ni a mí vas a poder matarme, esclava<br />

de lado, la fortuna, los reyes y los desesperados”.<br />

Y como si de una lluvia refrescante se<br />

tratase, el malestar de las últimas horas<br />

se fue evaporando con cada palabra del<br />

poeta, al mismo tiempo que el espectro<br />

de Fergus se hacía un poco más pesado.<br />

Manos, pies, todo atraído por la familiar<br />

y reconfortante fuerza de la gravedad<br />

que el chico había comenzado a echar<br />

de menos.<br />

- “Si con veneno, guerra y enfermedad<br />

y amapola o encantamiento se nos<br />

hace dormir tan bien y mejor que con<br />

tu golpe, de qué te jactas, tras un breve<br />

sueño despertamos a la eternidad y la<br />

muerte dejará de existir” ¡Muerte morirás!<br />

¡Muerte! ¡Morirás!<br />

Y al caer al suelo, preso de una inmensa<br />

flojera, Fergus sintió dolor; el<br />

dolor de sus rodillas impactando contra<br />

el suelo. Y no pudo sino recibirlo como<br />

a un viejo amigo.<br />

Cuando alzó la cabeza, emocionado<br />

por sentirse un poco más humano, sin<br />

serlo, vio como el rostro impasible de<br />

Donne le decía:<br />

- Una promesa es una promesa. Ahora<br />

debes pagarme.<br />

Y aunque al chico le llevó unos segundos<br />

darse cuenta de a lo que el escritor<br />

se estaba refiriendo, dio un respingo<br />

en el suelo al recordar lo de la<br />

estúpida prenda que debía robarle a su<br />

amiga Anne. A su amor… Y una de esas<br />

oleadas de ira incontrolable, más poderosa<br />

de cualquier sentimiento o conjuro,<br />

amenazó con apoderarse de él.<br />

67


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

68<br />

- ¿Y por qué no la coge su amigo Poe,<br />

eh? ¿O usted mismo? ¡O algún que otro<br />

fantasmita del infierno que haya deambulando<br />

entre estas malditas paredes!<br />

–Y respiró hondo para casi escupir- ¡No<br />

os necesito!<br />

La respuesta vino en forma de amenaza<br />

cuando la negra figura se abalanzó<br />

sobre él y lo atravesó, colándose como<br />

el mismo frío de la muerte en lo más<br />

hondo de sus entrañas. Los brazos y las<br />

piernas del muchacho, que tan renovadas<br />

y suyas había notado hacía unos<br />

segundos, comenzaron a moverse fuera<br />

de control, haciendo payasadas y golpeándolo.<br />

- ¡Maldito rarito emo! –gritó el chico,<br />

aun a sabiendas de que él no era mucho<br />

más normal-. ¡Deja de jugar conmigo!<br />

Y no fue hasta que Fergus se quedó<br />

ronco de lanzar improperios, que Donne<br />

decidió abandonar la posesión y<br />

regresar riendo sibilinamente hasta la<br />

tranquilidad de su despacho.<br />

- Puede que no nos necesites, niño,<br />

pero el caso es que harás lo que te diga.<br />

Poe tiene entre manos asuntos mucho<br />

más importantes en lugares mucho más<br />

importantes que este. Y, más aún, ¿nos<br />

imaginas a él o a mí, reputados escritores<br />

de nuestra época, caminando entre<br />

los mortales? ¡Maldita sea la hora en<br />

que se inventaron las fotografías y los<br />

retratos! –sentenció mientras se desvanecía<br />

en la oscuridad del lúgubre cuarto<br />

de calderas.<br />

Y a Fergus no le quedó otra que hacer<br />

de tripas corazón y tragar saliva.


Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />

Trágico desenlace<br />

POR DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />

En Avarittia convive todo tipo de escoria deleznable, pero, si uno destaca entre<br />

todos ellos, ese es Roberto, el misterioso escritor y director de teatro que<br />

encandila por igual a ricos y pobres. La cuestión es, ¿de dónde obtiene el teatro<br />

el dinero suficiente para mantener la costosa parafernalia?<br />

Las puertas del Patio de las Musas<br />

se abrieron, y la multitud de personas<br />

que habían esperado varias horas no se<br />

anduvo con delicadeza. En cuanto pagaban<br />

el precio de entrada, la gente se<br />

abría paso a empujones y maldiciendo,<br />

mientras se acusaban los unos a otros de<br />

colarse. Hoy era día de estreno, y nadie<br />

quería perderse el evento que estaría en<br />

boca de todo el mundo: la nueva comedia<br />

de Roberto Villani. Se había vuelto<br />

toda una celebridad en el mundo del<br />

espectáculo, y muchas mujeres suspiraban<br />

al verle pasar. Era alto, de mediana<br />

edad, tenía una melena castaña y unos<br />

preciosos ojos grises, y se había dejado<br />

un fino bigote y una perilla. Muchos de<br />

sus actores se burlaban de ella, pero al<br />

le encantaba atusársela para pensar.<br />

El patio estaba formado por una primera<br />

planta rectangular, en la cual, en<br />

uno de los extremos, se encontraba el<br />

escenario, con su escenografía y sus<br />

mecanismos. En el otro extremo del escenario<br />

se encontraba un pequeño palco<br />

de butacas, reservado a mujeres que se<br />

podían permitir gastar un poco mas de<br />

dinero y que no querían mezclarse con<br />

el resto del público, el cual veía la obra<br />

de pie en el espacio entre el palco y el escenario.<br />

Por otra parte, el balcón del primer<br />

piso se había dividido con biombos<br />

para formar unas tribunas destinadas a<br />

los espectadores más ricos. Muchas familias<br />

nobles siempre reservaban estos<br />

asientos para aparentar riqueza, aunque<br />

estuvieran en la bancarrota.<br />

Roberto se asomó por detrás del telón.<br />

No sólo era el escritor de la obra,<br />

también era el director de la compañía<br />

y dueño del patio. La llegada de tanta<br />

gente hacía mucho tiempo que había<br />

dejado de ponerle nervioso. Lo importante<br />

no era la cantidad de público al<br />

principio de la obra, sino los aplausos<br />

del final. Buscó quiénes de las celebridades<br />

de la ciudad habían venido a ver<br />

su obra, y descubrió que muchos nobles<br />

habían bajado de La Colina para disfrutarla.<br />

Que las familias más importantes<br />

de la ciudad vinieran al Barrio Blanco le<br />

llenaba de orgullo. En los mejores asientos<br />

estaban los Leone, liderados por su<br />

matriarca Isabella. Tanto ella como sus<br />

tres hijos vestían prendas de color púrpura,<br />

que era el color de su escudo y el<br />

tinte más caro del mercado. Los Leone<br />

podían presumir no sólo de ser de las<br />

familias más antiguas de Avarittia, sino<br />

también la más rica, y lo hacían siempre<br />

que podían.<br />

Cerca de ellos también estaba el palco<br />

de Antonio Rivero, con su mujer Juana<br />

y su hija Leticia. Antonio era mucho más<br />

69


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

70<br />

joven que Isabella Leone, a la que ya se<br />

le empezaba a clarear su pelo moreno.<br />

Él aún conservaba un buen físico de veterano<br />

de guerra. Tenía un pelo castaño<br />

oscuro corto y una abundante barba, y<br />

tanto él como su mujer y su hija vestían<br />

sencillas prendas de color gris. Desde<br />

que llegó su familia a la ciudad hacía<br />

cincuenta años, jamás habían demostrado<br />

ningún tipo de exceso, pese a ser<br />

dueños de varias minas de oro y hierro.<br />

Era bien sabido que la rápida expansión<br />

de los Rivero había sentado muy mal al<br />

imperio comercial de la familia Leone,<br />

y desde entonces habían tenido varias<br />

riñas entre ellos. En el ultimo acontecimiento<br />

entre las dos familias, el hijo<br />

de Antonio acabó en la cárcel al saberse<br />

que era el cabecilla de diversos saqueos<br />

de los almacenes Leone. Era tal el odio<br />

que se procesaban, que Roberto tuvo<br />

que separar sus tribunas porque en más<br />

de una ocasión se pusieron a discutir en<br />

medio de una función.<br />

-Ya estamos preparados, Roberto -le<br />

dijo uno de los tramoyistas.<br />

-Pues levantemos el telón -respondió<br />

con una sonrisa.<br />

-Mucha mierda, maestro.<br />

-Mucha mierda.<br />

La comedía la había titulado “La joven<br />

Narcisa”. Se trataba de una historia<br />

muy sencilla: la joven Narcisa era una<br />

hija de un poderoso noble que la protegía<br />

tanto que nadie sabía cómo era su<br />

aspecto. Pese a su aislamiento, dentro<br />

de su casa tenía varios idilios con el mayordomo,<br />

el mozo de cuadras y el escudero<br />

de su padre, mientras su institutriz,<br />

que lo sabía todo, era la encargada<br />

de hacer las bromas más picantes. La escena<br />

favorita de Roberto transcurría en<br />

el desenlace, cuando van a ver a Narci-<br />

sa sus tres amantes a la habitación y al<br />

mismo tiempo, y tiene que esconderlos<br />

del resto. Al final, el padre descubre el<br />

pastel y les echa a todos a punta de espada,<br />

y cuando le pregunta el porqué<br />

a Narcisa ella responde: “Tejer es muy<br />

aburrido, ¿qué querías que hiciera todo<br />

el día dentro de casa?”<br />

Él publico estalló en aplausos, y los<br />

seis actores se pusieron delante del publico<br />

dándose la mano y se inclinaron<br />

para agradecer el halago. Tiraron flores<br />

a la actriz principal y corearon el nombre<br />

de Roberto para que saliera al escenario.<br />

Tras seis éxitos consecutivos, se<br />

estaba acostumbrando a la fama. Apareció<br />

en escena, hizo una gentil reverencia<br />

y dio la orden de bajar el telón. Esperó<br />

unos momentos en silencio, para oír lo<br />

que decía la gente de. Parece ser que en<br />

general les había gustado: aún la gente<br />

reía y repetían los chistes de la obra.<br />

- ¡Maravilloso, maravilloso! -exclamó<br />

Roberto emocionado-. Habéis estado<br />

todos perfectos. Carla, has bordado el<br />

papel de la institutriz, cómica y sabia a<br />

la vez. Flavio, aunque al principio te has<br />

atascado, luego has sabido recuperarte.<br />

¡Y Francesca! –Se acercó a su actriz principal,<br />

la agarró de los hombros y la dio<br />

un fuerte beso en la mejilla-. ¡Que miradas<br />

de picardía has lanzado al público!<br />

¡Soberbia, soberbia!<br />

- Al final me lo voy a terminar creyendo,<br />

Roberto –le respondió Francesca un<br />

poco sonrojada. Francesca era su musa.<br />

Sólo tenía diecinueve años y llevaba dos<br />

en la compañía, y ya actuaba cómo las<br />

grandes actrices profesionales. Sin embargo,<br />

fuera de los escenarios era bastante<br />

tímida. Era morena y se recogía el<br />

pelo en una gran trenza que llegaba casi<br />

a la cintura. Sus ojos eran casi tan ne


gros como su pelo.<br />

- Querida, me sorprende que aún no<br />

tengas el ego por las nubes. -Tras sonreír<br />

a Francesca, dio unas palmadas en<br />

el aire para llamar la atención de todos-.<br />

¡Señores, ya sabéis lo que tenéis que<br />

hacer cada uno! Somos pocos y todos<br />

tenemos que poner nuestro granito de<br />

arena.<br />

Los actores fueron a cambiarse y volvieron<br />

para retirar el atrezo del escenario.<br />

Los carpinteros de Avarittia habían<br />

hecho un gran trabajo con los decorados,<br />

pero Roberto aún seguía buscando<br />

maneras más rápidas de ponerlos y<br />

retirarlos y aún no se le había ocurrido<br />

el modo. Mientras barría las flores que<br />

Francesca no había recogido se le acercó<br />

Guido, un niño mofletudo de pelo rizado<br />

que, una vez explorando la ciudad,<br />

se coló dentro del patio y desde entonces<br />

era su recadero.<br />

- Señor Roberto, el señor que da miedo<br />

me ha dicho que le de esto. -Guido le<br />

entregó un papel doblado al dramaturgo<br />

–.También me dijo que me diera dos<br />

monedas de cobre.<br />

- Dudo mucho que ese agarrado de<br />

Lucio te haya dicho eso, y te he dicho<br />

mil veces que no le llames así. -Sacó una<br />

moneda de cobre de un bolsillo y se la<br />

dio a Guido-. Hala, no te lo gastes todo<br />

de una vez.<br />

- ¡Gracias! -gritó Guido, que no pareció<br />

entender la broma. Para un niño de<br />

familia pobre esa moneda podía ser un<br />

tesoro.<br />

Roberto desdobló el trozo de papel,<br />

sabiendo perfectamente lo que pondría:<br />

“hay trabajo”. Le pidió a Flavio que terminara<br />

de barrer por él y se dirigió al<br />

pequeño cuarto en la zona de los camerinos<br />

donde habitaba la más triste y<br />

Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />

aburrida de las criaturas de la ciudad,<br />

Lucio el contable. Abrió la puerta y allí<br />

lo encontró escribiendo en el cuaderno<br />

de cuentas con su vieja pluma a la poca<br />

luz que le entraba por una pequeña ventana,<br />

rodeado de saquitos de monedas.<br />

La habitación estaba llena de armarios,<br />

donde guardaba sus botes de tintas y<br />

cajones con cerraduras a prueba de ganzúas<br />

que hacían de cajas fuertes. Lucio<br />

tenía unos pocos años más que Roberto,<br />

pero aparentaba muchos más, tanto en<br />

cuerpo como en espíritu. Tenía un pelo<br />

corto completamente canoso, unos severos<br />

ojos castaños y, en toda su vida,<br />

Roberto jamás había visto un pelo en<br />

el rostro de su administrador. Era una<br />

persona cuidadosa y maniática y, para<br />

él, el tiempo era oro.<br />

- ¿Qué tal la mañana, Lucio? No te he<br />

visto entre el público. ¿Tus redondas y<br />

metalizadas amantes requerían tu atención?<br />

-El tono burlón de Roberto no le<br />

hizo nada de gracia a Lucio, y menos<br />

cuando se puso a pasarse por los dedos<br />

una moneda de oro que había cogido de<br />

su escritorio.<br />

- ¡Deja eso! -Lucio agarró la moneda<br />

con velocidad y la volvió a dejar donde<br />

estaba-. Alguien tiene que cuidar de<br />

que nuestra empresa no se desmorone<br />

mientras vosotros jugáis a princesas y<br />

señores delante de esos bobalicones.<br />

- Oye, que esos bobalicones son nuestro<br />

público, y por tanto, clientes. –Roberto<br />

se apoyó en la pared del despacho<br />

y se cruzó de brazos. Ya sabía cómo iba<br />

a acabar esto.<br />

- ¡Oh, nuestros amados clientes, que<br />

pagan una miseria por entrar! Con lo<br />

que sacamos con las entradas apenas<br />

llegamos a pagar este establecimiento.<br />

¡Por los santos, el Teatro Grande cobra<br />

71


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

72<br />

siete veces más que nosotros!<br />

- Sabes de sobra que esto no lo hago<br />

por el dinero. Lo hago para que todo el<br />

mundo pueda acceder a la cultura.<br />

- Bah, sólo lo haces para poder alimentar<br />

a tu enorme ego. Si no fuera por<br />

nuestro segundo negocio no podríamos<br />

mantener este ritmo de gastos. Hablando<br />

de lo cual… -Lucio se levantó de su<br />

asiento y movió la mesa, revelando una<br />

trampilla secreta. Había hecho este movimiento<br />

tantas veces que ya era capaz<br />

de realizarlo sin que se le cayera nada<br />

de la mesa-. Hay un cliente esperando.<br />

Roberto abrió uno de los armarios, y<br />

sacó una capa larga negra y su máscara<br />

personal. Era una pieza de madera<br />

ligera que le cubría toda la cara con dos<br />

agujeros para poder ver. Era completamente<br />

negra, excepto por el contorno de<br />

los ojos, que era de un rojo carmesí.<br />

- ¿Quién es el cliente? -preguntó Roberto,<br />

mientras se ponía su disfraz.<br />

-Manuel Tena, un comerciante del<br />

puerto. Habéis quedado en el almacén.<br />

Lucio abrió la trampilla y Roberto<br />

bajó por las escaleras hacia el sótano.<br />

Tras él, la trampilla se cerró dejándolo<br />

en la más absoluta oscuridad. A Roberto<br />

no lo importaba. Se conocía estos<br />

pasadizos como la palma de su mano,<br />

hacía mucho que no necesitaba de un<br />

mapa o de una antorcha.<br />

El subterráneo fue construido hacía<br />

siglos por los primeros habitantes<br />

de Avarittia, como método de escape<br />

contra los frecuentes ataques de piratas.<br />

Aunque la mayoría de las galerías<br />

se habían derrumbado por los usuales<br />

temblores de la zona, aún se podía recorrer<br />

la ciudad bajo tierra si se conoce<br />

el camino. Había varios puntos por los<br />

cuales se podía salir, y uno de ellos esta-<br />

ba cerca de un almacén abandonado en<br />

el puerto, que era uno de los múltiples<br />

lugares que Roberto utilizaba para hablar<br />

con sus futuros clientes. Para poder<br />

contratar sus servicios, Roberto tenía a<br />

informantes en varios puntos de la ciudad,<br />

que contactaban con Lucio y éste le<br />

trasmitía la información a Roberto.<br />

El dramaturgo reconoció el lugar<br />

como los túneles que estaban debajo<br />

del sitio acordado, buscó la trampilla de<br />

salida y la abrió sigilosamente. El almacén<br />

estaba prácticamente a oscuras, ya<br />

que todas las ventanas estaban tapiadas,<br />

y la única luz que entraba era por<br />

un agujero en el techo, donde su cliente<br />

esperaba. Era un hombre joven, de pelo<br />

moreno y barba recortada, que vestía<br />

una camisa granate y un chaleco y unos<br />

pantalones de cuero oscuro. Junto a él,<br />

había dos guardaespaldas que miraban<br />

de un lado a otro intranquilos. Le gustaba<br />

mucho esta ubicación, ya que la<br />

persona que estaba debajo de la luz no<br />

podía ver de dónde salía y le daba a la<br />

escena un toque misterioso. Se preparó<br />

para hacer su entrada estelar.<br />

- ¿Manuel Tena? -preguntó Roberto<br />

con voz autoritaria, mientras se acercaba<br />

al comerciante.<br />

- ¿Quién va? -dijo uno de los guardaespaldas,<br />

mientras desenfundaba su<br />

espada.<br />

Roberto siguió caminando hacia la<br />

luz y dejó que su máscara respondiera<br />

esa pregunta.<br />

- Santos, entonces las leyendas son<br />

ciertas -dijo Manuel, sorprendido-. La<br />

Mirada Roja… ¿es real?<br />

- Puede -respondió Roberto-. O puede<br />

que sólo sea sea un pobre diablo con<br />

una máscara parecida a la suya.<br />

- ¿Es cierto que mataste a cien hom


es cuando el príncipe atacó la ciudad?<br />

-preguntó el otro guardaespaldas, con<br />

el tono de admiración que un aficionado<br />

del teatro tiene cuando le hace un<br />

pregunta a uno de los actores.<br />

- He venido aquí por negocios, no a<br />

contar batallitas.<br />

- Dejadnos solos -ordenó Manuel y<br />

esperó a que se fueran sus hombres del<br />

almacén para continuar la conversación-.<br />

Quiero que muera alguien.<br />

- Eso es obvio, sino no estaríamos<br />

aquí hablando. ¿De quién se trata?<br />

- Isaac Levi, un prestamista. Me retrasé<br />

unos días en los pagos, y ahora nadie<br />

me…<br />

- No necesito saber el porqué le quieres<br />

muerto -le cortó Roberto. Las justificaciones<br />

y excusas por las cuales un<br />

hombre contrataba a un asesino no le<br />

importaban-. Sólo necesito que me diga<br />

cómo quiere que muera.<br />

- ¿Hay… alguna diferencia? -Manuel<br />

parecía nervioso,<br />

- Aparte de cuestiones éticas, hay diferencias<br />

económicas. -Roberto se sabía<br />

esta línea de memoria, como un sacerdote<br />

recitando el sermón-. Cuanto más<br />

difícil y más peligroso sea un trabajo,<br />

más le costará. Por ejemplo matar a un<br />

persona en mitad de la calle, a la vista<br />

de todo el mundo, puede ser bastante<br />

fácil, pero el asesino tiene bastantes<br />

posibilidades de ser capturado. En<br />

cambio, si quiere que parezca muerte<br />

natural podemos colarnos en su casa<br />

y envenenarle. Eso puede ser menos<br />

arriesgado pero un veneno así es muy<br />

caro. También hay que tener en cuenta<br />

el objetivo. Le saldrá más caro matar a<br />

un rey rodeado de su guardia que a un<br />

pastor rodeado por sus cabras.<br />

- ¿El asesino? -Manuel parecía con-<br />

Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />

fundido, demasiada información en<br />

tan poco tiempo-. Pensé que le estaba<br />

contratando a usted<br />

- Si quiere contratarme a mí le saldrá<br />

aún más caro. Tengo a muy buenos<br />

hombres a mis órdenes, con menor precio<br />

de contratación.<br />

- No, no. Necesitó la certeza de que<br />

nada va a salir mal, ¿comprende? Y<br />

también que parezca muerte natural.<br />

- Un trabajo de estas características le<br />

costará setecientas monedas, que tendrá<br />

que pagar al cuarto día después de<br />

la muerte de su objetivo. -Lucio había<br />

obligado a Roberto a memorizar su lista<br />

de precios, como si fuera un vulgar<br />

tendero.<br />

- ¿Setecientas monedas por matar a<br />

una persona? ¿Está loco?<br />

- Ya le advertí que yo era muy caro.<br />

Ofrezco servicios de la más alta calidad,<br />

señor Tena. Me he forjado una reputación<br />

en esta ciudad, jamás he fallado<br />

un encargo y nunca he sido capturado.<br />

-Roberto acercó su brazo a Manuel, esperando<br />

un apretón de manos-. ¿Tenemos<br />

trato o no?<br />

Manuel miró la mano extendida, pensativo.<br />

- ¿Nadie va a saber que ha sido asesinado?<br />

-preguntó el comerciante, dubitativo.<br />

- Nadie -sentenció Roberto.<br />

- Trato hecho. -Manuel selló el trato<br />

con un apretón de manos.<br />

- Al cuarto día un hombre llegará a<br />

su casa pidiendo un pago por unas estatuas.<br />

No se retrase.<br />

Roberto esquivó la espada del guardaespaldas<br />

en el último momento y<br />

le propinó un puñetazo en la barbilla<br />

que le hizo perder el equilibrio, resba-<br />

73


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

74<br />

lándole la espada de su mano. Roberto<br />

la recogió del suelo y se la clavó en el<br />

pecho, cayendo el escolta sobre el suelo<br />

del vestíbulo mientras un charco de<br />

sangre manchaba las botas de Roberto.<br />

Lucio estaba muy cabreado con Roberto.<br />

Le había llamado poco profesional y<br />

descuidado, además de decirle que esta<br />

situación la había visto venir de lejos y<br />

que era demasiado teatrero como para<br />

llevar un negocio serio, que debía de<br />

investigar un poco antes de actuar. Lucio<br />

era la única persona del gremio que<br />

alguna vez le había hecho frente. El encanto<br />

natural de Rodrigo hacía que sus<br />

subordinados creyeran que era el mejor<br />

patrón del mundo. Quizás por eso había<br />

contratado a Lucio. Había formalizado<br />

demasiado el negocio, pero ciertamente<br />

necesitaba que alguien le pusiera<br />

los pies en la tierra. Otros dos guardas<br />

bajaron por las escaleras del vestíbulo.<br />

Roberto desenfundó uno de sus cuchillos<br />

arrojadizos del cinturón y avanzó<br />

hacia el primero de ellos. Con ayuda del<br />

cuchillo, desvió el tajo de su oponente,<br />

le agarró el cuello con la mano libre y<br />

clavó su arma en la arteria, manchando<br />

de sangre la pared al retirarla. Apartó al<br />

hombre de un empujón y, antes de que<br />

el segundo guarda le alcanzara, le lanzó<br />

el cuchillo directamente al corazón.<br />

Su último rival se tambaleó mientras<br />

se dirigía hacia él y se desplomó a sus<br />

pies. Roberto le dio la vuelta al cadáver<br />

y sacó el cuchillo de la herida. Lucio le<br />

había dicho que siempre que usara un<br />

cuchillo intentará recogerlo, no sólo<br />

para no dejar evidencias sino que tampoco<br />

quería estar comprando cada dos<br />

por tres cuchillos nuevos. Levantaba<br />

demasiadas sospechas y era un gasto<br />

innecesario. Roberto miró a su alrede-<br />

dor. Dos de los guardaespaldas estaban<br />

muertos y el tercero intentaba no desangrase<br />

apretando su mano en el cuello,<br />

pero por la cantidad de sangre que le<br />

chorreaba por el brazo no parecía que<br />

lo estuviera consiguiendo. Subió por las<br />

escaleras, en busca de su objetivo.<br />

En el pasillo de la segunda planta, por<br />

el haz de luz de debajo de una puerta,<br />

distinguió la silueta de un hombre. Se<br />

pegó a la pared y agarró el picaporte,<br />

haciendo cómo si fuera a abrir. Un segundo<br />

más tarde sonó un chasquido y<br />

astillas de madera saltaron por los aires<br />

y una saeta se clavó en la pared. El tirador<br />

tardaría mucho en recargar la ballesta,<br />

así que abrió y descubrió que era<br />

su objetivo quien la empuñaba. Se acercó<br />

a él, agarró la ballesta por el extremo<br />

y la arrojó con fuerza al otro extremo de<br />

la habitación.<br />

- Hola de nuevo, señor Tena. He venido<br />

a cobrar por mi trabajo -dijo Roberto<br />

mientras desenfundaba un cuchillo con<br />

su brazo derecho. Manuel Tena estaba<br />

aterrado. Se habría despertado cuando<br />

Roberto forzó la entrada en la casa. Solo<br />

llevaba unos calzones puestos, que chocaba<br />

con la elaborada indumentaria de<br />

Roberto. El traje de su alter ego, Mirada<br />

Roja, aparte de la máscara y la capa negra,<br />

lo formaba una armadura de cuero<br />

negro y un cinturón del que colgaban<br />

sus dos dagas largas y varios cuchillos<br />

arrojadizos. Una línea carmesí recorría<br />

la pechera desde el cuello a la cintura,<br />

que había añadido simplemente por<br />

motivos estéticos.<br />

Manuel se dio la vuelta intentando<br />

llegar a la ventana de su dormitorio,<br />

pero Roberto le agarró del hombro y<br />

con un fuerte tirón lo derribó al suelo,<br />

cayendo de espaldas. El asesino enton


ces puso el pie izquierdo en el pecho de<br />

su víctima, evitando la huida.<br />

- Tiene una casa muy bonita. La decoración<br />

es un poco anticuada para mi<br />

gusto, y las visitas inesperadas no son<br />

tratadas con especial atención. Pero hablemos<br />

de negocios. ¿Dónde está mi dinero,<br />

señor Tena? -le preguntó Roberto.<br />

- Re…Reunir esa cantidad de dinero<br />

en cuatro días me resulta imposible…<br />

necesito más tiempo, por favor -suplicó<br />

Manuel, y Roberto vio como se le formaban<br />

unas lágrimas en los ojos.<br />

- ¡Oh, vale! Le diré a sus guardaespaldas<br />

que se levanten, que me pasaré de<br />

nuevo la semana que viene -dijo Roberto<br />

mientras apoyaba su brazo del cuchillo<br />

descuidadamente sobre el pecho del<br />

comerciante y se acercaba al rostro de<br />

su víctima-. No, señor Tena, su tiempo<br />

se ha acabado. Ya han pasado seis días<br />

desde que maté a mi objetivo y usted<br />

debe pagar.<br />

- No… tengo el dinero…<br />

- No, claro que no lo tiene. ¿Y sabe<br />

qué? Tengo la sensación de que nunca<br />

tuvo ninguna intención de pagarme,<br />

¿verdad? - Roberto soltó una carcajada<br />

seca-. Un trabajo muy limpio el de Isaac<br />

Levi. Todo el mundo cree que murió<br />

mientras dormía debido a su avanzada<br />

edad. Un trabajo limpio. Envenené una<br />

botella de vino que siempre bebía antes<br />

de acostarse. Lo más difícil fue volver<br />

a por la botella esa misma noche, no<br />

queremos que nadie más se envenene,<br />

¿verdad?<br />

Manuel estaba paralizado de miedo,<br />

y no sabía si tenía que responder a esa<br />

pregunta.<br />

- Cuando el hombre que mandé a por<br />

la recompensa volvió con las manos vacías<br />

no me lo podía creer. ¿Qué le dijo<br />

Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />

exactamente? ¡Oh, sí! Que se negaba a<br />

pagar mis servicios sin ninguna prueba,<br />

que bien podría haber muerto de viejo y<br />

no haber hecho yo nada. Que necesitaba<br />

pruebas. -Roberto pisó con fuerza el<br />

pecho del hombre, al que se le escapó<br />

un gemido de dolor. Su tono jocoso del<br />

principio había desaparecido y fue suplantado<br />

por uno lleno de furia y crueldad-.<br />

¡Qué valor tiene, señor mío! Pero<br />

de la clase de valor que sólo tienen los<br />

tontos. Llevo cuatro años forjándome<br />

una reputación en esta ciudad para evitar<br />

que esto pasara. ¿Quién en su sano<br />

juicio osaría insultar así a la persona de<br />

la que se dice que puede matar a media<br />

ciudad sin que la otra mitad se entere?<br />

- Yo… Yo…<br />

- ¡Exacto, usted! Y lo peor fue soportar<br />

la bronca de mi contable. Oh, santos,<br />

parece que estuviera casado con él. Lo<br />

que menos necesitaba es que un imbécil<br />

como usted cometiera la estupidez de<br />

no pagarme para poder darle alas a ese<br />

cuentamonedas -dijo Roberto mientras<br />

le apuntaba con el cuchillo a los ojos-.<br />

Ha estado investigando, ¿sabe? Al parecer<br />

ha descubierto que usted es la persona<br />

más insolvente de la ciudad y que<br />

todas sus deudas las poseía ese tal Levi.<br />

Aunque sus deudas hayan desaparecido,<br />

¿de donde iba a sacar tanto dinero<br />

para pagarme, señor Tena?<br />

- ¡Déjeme vivir, se lo suplico! ¡Venderé<br />

todo lo que tengo! ¡Le pagare el doble!<br />

- Aunque consiguieras esa suma de<br />

dinero, cosa que francamente dudo,<br />

sigue estando el hecho que no puede<br />

dejarle marcharse por las buenas. Además,<br />

tengo que mandar un mensaje a<br />

esta ciudad. Este cuchillo será mi pluma<br />

y usted mi papel.<br />

75


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

76<br />

- No… ¡NO! -gritó Manuel Tena por<br />

última vez, mientras Roberto le clavaba<br />

varias veces el cuchillo en el corazón. Lo<br />

hizo con fuerza, necesitaba descargar su<br />

cólera. Cuando se tranquilizó, suspiró e<br />

hizo una serie de corte en su pecho en<br />

los cuales se podía leer “moroso”. Con<br />

la sangre de la herida del corazón, dibujó<br />

dos ojos rojos debajo de su mensaje<br />

a modo de firma, abrió la ventana del<br />

dormitorio y arrojo el cadáver a la calle,<br />

con la esperanza de que por la mañana<br />

todos vieran su mensaje.<br />

Roberto salió de la casa por la puerta<br />

trasera y se dirigió a la entrada del<br />

subterráneo más cercana. “Este cuchillo<br />

será mi pluma y usted será mi papel”.<br />

Le había gustado cómo había sonado.<br />

Quería llegar a su casa para apuntar la<br />

frase, para usarla más tarde en alguna<br />

obra de teatro. Nunca se sabe de dónde<br />

puede venir la inspiración.


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

78<br />

El pergamino de Isamu - IV<br />

El grupo de Atsuo se encuentra ya en<br />

POR RAMÓN PLANA<br />

Edo. Con su señora a salvo y habiendo<br />

enviado hombres para rescatar a los que se quedaron atrás para despistar,<br />

Atsuo acude a reunirse por fin con el afamado herrero Isamu.<br />

VII<br />

Los primeros rayos de sol que iluminaron<br />

la ciudad encontraron a Atsuo<br />

sentado en un rincón del jardín de la elegante<br />

y amplia casa del clan. Los trinos<br />

de los pájaros y el olor de las plantas,<br />

húmedas por la brisa del mar, le producían<br />

una agradable sensación de paz.<br />

El entrenamiento monástico que había<br />

seguido en su juventud en las montañas<br />

le enseñó a valorar la quietud espiritual<br />

y la meditación. El camino de<br />

la espada era absorbente, y requería<br />

grandes sacrificios; como le decía su<br />

maestro, Shiotani Ichiro, “el cuerpo no<br />

debe ser el centro de atención, es como<br />

una herramienta más que hay que cuidar,<br />

pero no debemos dejarnos llevar<br />

por sus deseos”. Controlar el sueño, el<br />

cansancio, el hambre y el dolor era otra<br />

asignatura imprescindible en el camino<br />

del samurái.<br />

Sin pretenderlo, su mente se fue a las<br />

últimas horas desde que acabara con la<br />

vida de Ebizo. Después del combate con<br />

los mercenarios y los ninjas de Gensai,<br />

la caravana quedó muy mermada de<br />

fuerzas, no podrían resistir otro ataque.<br />

Nobu, Michiko y Benkei trajeron<br />

el mensaje del daimio de cambiar de<br />

ruta a una más segura, desviándose por<br />

otros senderos y prolongando el viaje<br />

en un tiempo aún sin determinar.<br />

Irían a parar a la casa que el clan<br />

Akashi, amigo de Katsuro, tenía en las<br />

montañas. Una finca fortificada para resistir<br />

los frecuentes ataques de los bandidos.<br />

Allí estarían a salvo, podrían curar<br />

a los heridos y descansar el tiempo<br />

que necesitaran para reponerse. Luego<br />

partirían de nuevo hacia Edo.<br />

Pero a Matsushiro no le gustaba la<br />

propuesta que mandaba el jefe del clan.<br />

Argumentaba que si lo hacían así, darían<br />

tiempo a que los ninjas del clan Gensai<br />

se recuperasen también y lo intentasen<br />

de nuevo, con fuerzas más numerosas.<br />

A cambio, proponía dejar a los heridos<br />

con un retén en la casa del clan Akashi,<br />

y utilizar el Paso Kamikaza para cortar<br />

entre las montañas y llegar a Edo por<br />

el norte. Significaría ir a marchas forzadas<br />

por un terreno difícil, pero podrían<br />

entrar en la ciudad en la noche del día<br />

siguiente.<br />

- Pensad en ello –dijo Matsushiro–.<br />

Alejaríamos a los Gensai de los heridos.<br />

Una vez en Edo organizaremos una caravana<br />

para volver a recogerlos, mientras,<br />

aquí estarán a salvo. Esta casa está<br />

bien preparada para la defensa.<br />

- ¡Pero entonces los Gensai irán detrás<br />

de Yoko! –dijo Fujio con inquietud.<br />

- Claro que sí, joven amigo. Pero no<br />

saben que ruta habrá seguido, ni cuantos<br />

la acompañamos. Eso hará que dividan<br />

sus fuerzas para buscarnos, y no<br />

serán bastantes para atacar la finca del


clan Akashi.<br />

- Debemos ser un grupo pequeño –<br />

dijo Atsuo–, no más de una docena. Y<br />

partir enseguida con ropa de abrigo y<br />

alimentos.<br />

- Además, aún no saben dónde estamos.<br />

Tendrán que encontrarnos antes<br />

para poder planear el siguiente ataque<br />

–comentó Nobu con animación–. Así<br />

ganaremos tiempo.<br />

- Así es. –Matsushiro miró a Yoko–.<br />

Perderán mucho tiempo buscándonos<br />

por las montañas y, cuando sepan que<br />

nos hemos separado, ya estaremos en<br />

las puertas de Edo.<br />

Yoko asintió con la cabeza.<br />

- Me parece bien, iremos por el Paso<br />

Kamikaza como propones. No quiero<br />

que tengamos más bajas.<br />

- Señora, si os parece bien, yo me quedaré<br />

para cuidar de los heridos –propuso<br />

Benkei.<br />

- Como siempre, querido amigo, os<br />

adelantáis a mis deseos. Mi gusto sería<br />

contar con vuestra compañía, pero hacéis<br />

más falta aquí. Os lo agradezco. –Se<br />

volvió hacia Matsushiro–. Me acompañará<br />

una de mis doncellas.<br />

- Sí, señora. Además vendrán Nobu,<br />

Michiko y un par de mis samuráis, ¿os<br />

parece bien Atsuo-san? –preguntó Matsushiro,<br />

siempre atento al protocolo.<br />

- Estoy de acuerdo. Yo iré también y<br />

me gustaría llevarme a Saburo, Aiko y<br />

Fujio, no quiero separarme de ellos. Son<br />

jóvenes y aguantarán bien la marcha.<br />

- Como os parezca. Entonces seremos<br />

once. Voy a dar las órdenes y partiremos<br />

en un par de horas.<br />

El grupo se puso en movimiento y al<br />

cabo de un rato emprendieron el camino.<br />

El viaje fue duro, intenso, con poco<br />

descanso, temperaturas bajas y parán-<br />

Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - IV<br />

dose lo justo para reposar un par de horas<br />

cada vez y reponer las fuerzas. Pero<br />

esa noche entraron en Edo.<br />

En la casa ya se los esperaba, gracias a<br />

un aviso de Shinzo Kaito. Él mismo les<br />

precedió en la marcha a través del paso,<br />

hasta Edo, sin dejarse ver, siempre vigilando<br />

la ruta para evitar encuentros<br />

casuales con mercenarios, bandidos o<br />

gente del clan Gensai.<br />

La llegada de Matsushiro al jardín<br />

cortó los pensamientos de Atsuo.<br />

- Disculpa Atsuo-san, no quiero molestarte.<br />

Si prefieres puedo venir luego.<br />

- No querido amigo, no me molestas.<br />

Me alegro que podamos hablar tranquilos.<br />

Sonrió el viejo samurái ante las palabras<br />

del preceptor. Sin decir nada se<br />

sentó sobre los talones cerca de Atsuo y<br />

esperó respetando su silencio.<br />

- Matsushiro, te estoy muy agradecido<br />

por la extraordinaria labor que has<br />

hecho en la dirección de la caravana. No<br />

creo que nadie en el clan lo hubiera podido<br />

hacer mejor.<br />

- Atsuo-san, eres muy amable –dijo<br />

sorprendido y confuso–. Sabes que daría<br />

mi vida por el clan.<br />

- Lo sé, y me alegro de que estés con<br />

nosotros. Eres un hombre valiente, frío<br />

y juicioso. Y también discreto –dijo Atsuo<br />

con una sonrisa.<br />

- ¿Discreto? ¿Me permites preguntarte<br />

por qué?<br />

- Porque en el bosque has visto que<br />

nos ayudaban, pero no lo has comentado<br />

con nadie.<br />

- Verás Atsuo-san, pensé que si había<br />

oídos indiscretos podía comprometer<br />

la seguridad de la caravana. Me figuré<br />

que era cosa del clan de Shinzo Kaito, y<br />

lo confirmé cuando los vi aparecer en el<br />

79


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

80<br />

último ataque.<br />

- Por todo ello, además de tu valor y<br />

tu entrega, te estoy agradecido. Ahora<br />

necesitaré que me sigas ayudando para<br />

poder cumplir las órdenes de nuestro<br />

jefe Katsuro.<br />

- Cuenta con ello. Dime qué he de hacer.<br />

- Lo primero es organizar un perímetro<br />

de seguridad para la defensa de la<br />

finca, ya que es seguro que nos atacarán<br />

y debemos estar preparados. Lo segundo<br />

será traer a Benkei y los heridos cuanto<br />

antes, aquí se recuperarán pronto y<br />

necesitamos a todos nuestros hombres<br />

cerca. Y lo tercero, formar una guardia<br />

personal para Yoko y los chicos, tendrás<br />

que elegir a sus componentes.<br />

- Me pondré a ello Atsuo-san. Para<br />

traer a Benkei y los heridos, si te parece,<br />

mandaré a Nobu con varios carros<br />

y una fuerza de samuráis y alabarderos.<br />

El muchacho es listo y me inspira<br />

mucha confianza, además ya conoce el<br />

camino.<br />

- Me parece bien. Quizá necesitemos<br />

buscar refuerzos para la defensa de la<br />

casa.<br />

- Veré con qué fuerzas contamos, y si<br />

son pocas, tengo parientes en Edo que<br />

nos podrán ayudar.<br />

- En ti confío Matsushiro. Yo necesito<br />

tener libertad de movimientos para descubrir<br />

qué ocurre y quién está detrás de<br />

estos ataques. Debo cumplir las órdenes<br />

de Katsuro.<br />

Matsushiro se incorporó y partió hacia<br />

el pabellón de los samuráis a evaluar<br />

las fuerzas de que disponían para defender<br />

la finca y a organizar la caravana<br />

para traer a los heridos.<br />

Atsuo se concentró en la respiración<br />

durante unos momentos. Luego generó<br />

energía con la espiración y la concentró<br />

en el hara (zona vital situada tres dedos<br />

por debajo del ombligo). Notó el calor<br />

distribuirse por sus brazos, y se sintió<br />

invadido por una agradable sensación<br />

de vitalidad. Luego se incorporó y se<br />

fue a sus habitaciones para cambiarse<br />

de ropa. Tenía que hacer una visita.<br />

Una hora después se dirigía hacia el<br />

sur de la ciudad, buscando el barrio de<br />

los artesanos. Iba vestido con un elegante<br />

traje en tonos azules, en la mano derecha<br />

llevaba una funda de katana hecha<br />

de lino blanco con dibujos de batallas y<br />

unas cintas grises sujetando la tela a la<br />

espada. Dos o tres pasos detrás de él caminaba<br />

Fujio sujetando su bokken con<br />

firmeza, iba orgulloso y desafiante en<br />

su papel de guardaespaldas.<br />

Siguieron la calle durante un rato internándose<br />

en el barrio hasta llegar a<br />

una pequeña fuente redonda en la que<br />

desembocaban cuatro vías. Las indicaciones<br />

les dirigían por la correspondiente<br />

al oeste. Por ella siguieron hasta<br />

llegar a una zona donde las casas eran<br />

nuevas, parecían bastante amplias y<br />

estaban separadas por pequeños callejones.<br />

Todas las casas estaban valladas.<br />

Un poco más adelante llegaron a una<br />

bonita casa de tipo medio, rodeada de<br />

árboles, entre los que asomaba la larga<br />

chimenea de un horno. En la puerta, un<br />

cartel indicaba que era la casa de Okamoto<br />

Isamu, más conocido como “el armero<br />

de Edo”.<br />

- Puedes volverte a casa Fujio.<br />

- Creo que debería esperarte Atsuosan.<br />

- No hace falta, prefiero que veles<br />

por la seguridad de Yoko. No sabemos<br />

cuando la volverán a atacar y debemos<br />

estar preparados.


- Como digas, maestro. Volveré a casa<br />

y estaré alerta. –Se dio la vuelta, sujetó<br />

el bokken en el obi y se fue silbando por<br />

el camino.<br />

Atsuo contempló la casa, apreciando<br />

la variedad de árboles cuyas copas aparecían<br />

por encima de la tapia. Un suave<br />

perfume indicaba la afición de sus habitantes<br />

por el cultivo de las flores. Una<br />

pequeña anilla hacía de llamador y, al<br />

tirar de ella, sonó una campanilla en el<br />

interior.<br />

Unos pasos ligeros se acercaron y una<br />

bonita muchacha abrió la puerta mirando<br />

sonriente al visitante.<br />

- Buenos días, quería hablar con Okamoto<br />

Isamu. Soy Gonnosuke Atsuo y<br />

vengo en nombre de Saito Takeshi.<br />

La muchacha le miró fijamente durante<br />

un momento, luego se apartó<br />

abriendo la puerta para dejarle pasar.<br />

- Es usted bienvenido a nuestra casa.<br />

Pase por favor.<br />

Tenía una voz musical y su tono resultaba<br />

agradable. Atsuo se inclinó cortésmente<br />

y cruzó el umbral, pasando<br />

a la zona inmediatamente detrás de la<br />

puerta, el genkan. Éste era un espacio<br />

reducido con un pequeño escalón para<br />

poder descalzarse. Allí dejo sus zoris,<br />

orientados hacia la puerta, y se quedó<br />

con los tabis. Ella le acercó unos zoris<br />

de material fresco reservados para las<br />

visitas.<br />

La muchacha le guió a través de un<br />

pasillo hasta llegar a la pieza central de<br />

la casa. Era una habitación amplia, compuesta<br />

de un piso de madera de cedro<br />

rojo con detalles de madera de paulonia.<br />

Varios tatamis componían un rectángulo<br />

en el centro, unos cuantos cojines<br />

o zabutones estaban dispersos por<br />

los tatamis para sentarse sobre ellos. La<br />

Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - IV<br />

habitación estaba fresca y ventilada. El<br />

olor de las flores de un pequeño macetero<br />

se mezclaba con el olor característico<br />

de la paulonia, creando un ambiente<br />

muy natural.<br />

- Le ruego que espere un momento,<br />

iré a avisar a mi padre –dijo inclinándose<br />

ceremoniosamente, luego retrocedió<br />

y cerró el panel de shoji.<br />

Atsuo se sentó sobre uno de los tatamis<br />

y miró a su alrededor. Los colores<br />

de los elementos de la sala, el olor de las<br />

plantas y la madera, junto con el trinar<br />

de unos pájaros y el murmullo de agua<br />

en el jardín, contribuían a crear una atmósfera<br />

que le serenó el espíritu. Relajó<br />

su respiración y disfrutó de la armonía<br />

que le proporcionaba el momento.<br />

VIII<br />

El roce de unos pasos ligeros atrajo su<br />

atención, abrió los ojos y miró. El shoji<br />

se descorrió suavemente dejando pasar<br />

a un hombre alto y delgado, de edad<br />

avanzada y anchas espaldas. Su pelo<br />

blanco era escaso en la frente; un bigote<br />

y una barba cortos, también blancos,<br />

enmarcaban su cara dándole un aire de<br />

dignidad. Los ojos eran grandes y penetrantes,<br />

y la mandíbula fuerte. Una<br />

cintura estrecha y unas piernas largas le<br />

conferían elegancia a sus movimientos.<br />

El hombre se aproximó a él, se detuvo<br />

a unos pasos y le miró fijamente<br />

con una leve sonrisa bailándole en los<br />

labios. Atsuo se incorporó, y ambos se<br />

saludaron con una inclinación.<br />

- Disculpe mi mala educación haciéndole<br />

esperar, soy Okamoto Isamu –dijo<br />

el anciano–, esperaba su visita con mucho<br />

interés.<br />

- No tengo nada que disculpar Isamusan.<br />

Es un honor para mí que me haya<br />

81


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

82<br />

recibido en su casa. Soy Gonnosuke Atsuo<br />

del clan Hirotoshi.<br />

- Lo sé –afirmó con rotundidad poniéndole<br />

la mano en el antebrazo-, sé<br />

quién es usted. Y por favor apeé el tratamiento,<br />

nada de cortesías, Atsuo. Tenemos<br />

asuntos muy serios que tratar y<br />

muchas cosas de que hablar –continuó–.<br />

Pero antes, creo que me ha traído algo<br />

que llevo esperando mucho tiempo, ¿no<br />

es así? -preguntó mientras se sentaba<br />

en el tatami.<br />

- Sin duda se refiere a la katana que<br />

me entregó Takeshi para usted.<br />

Atsuo levantó el envoltorio de la katana<br />

con las dos manos, se lo llevó a la<br />

frente con una inclinación y se lo ofreció<br />

a Isamu con la mano derecha y la parte<br />

del filo hacia dentro.<br />

El armero lo cogió con reverencia y lo<br />

depositó en el tatami. Sus dedos, fuertes<br />

y ágiles, deshicieron el nudo con sumo<br />

cuidado dejando al descubierto la katana<br />

de Takeshi. Con los ojos fijos en ella,<br />

Isamu se reclinó sobre los talones, suspiró<br />

hondo y se relajó. La sonrisa apareció<br />

de nuevo en sus labios, quizá recordando<br />

otros tiempos.<br />

Luego cogió con delicadeza la katana<br />

y desenroscó una pieza de la empuñadura,<br />

presionó dos pequeñas gemas<br />

opuestas y un panel quedó libre basculando<br />

y dejando al aire una oquedad.<br />

De allí extrajo un trozo de papel enrollado.<br />

Levantó la mirada hacia Atsuo.<br />

- He descubierto, ante usted, nuestro<br />

secreto.<br />

- ¡Vaya! Así se pasaban la información<br />

entre ustedes.<br />

El armero se echó a reír.<br />

- En efecto, ¿quién se lo ha contado?<br />

- Lo principal me lo contó Takeshi el<br />

día antes de partir, y Shinzo Kaito me<br />

contó las habladurías que circulan por<br />

ahí, en la noche que nos atacaron.<br />

- ¡Ah! Otra vez aparece Kaito, entonces<br />

el clan Gensai no estará lejos.<br />

- No sabía que tuviesen relación –dijo<br />

Atsuo mirando con sorpresa al armero.<br />

- Mi querido joven, tengo que ponerle<br />

al día y no tenemos mucho tiempo. Pero<br />

antes tomemos un refrigerio. –Tocó las<br />

palmas un par de veces y la muchacha<br />

entró seguida de una joven sirviente.<br />

Según pudo ver Atsuo, había cambiado<br />

su kimono por otro más elegante,<br />

apropiado para una ceremonia del té.<br />

- Quizá me quiera acompañar a la<br />

casa de té del jardín, querido amigo –<br />

dijo Isamu–. Debe perdonar las manías<br />

de un anciano que procura disfrutar de<br />

los escasos placeres que nos ofrece la<br />

vida.<br />

- Me agradará mucho –dijo Atsuo<br />

sonriendo–. Últimamente no he tenido<br />

tiempo para nada placentero.<br />

- Pues no se hable más. Mi hija Hanako<br />

nos hará los honores.<br />

El armero se incorporó precediendo<br />

a Atsuo, descorrió un shoji y le guió a<br />

través del jardín por un sendero hasta<br />

una pequeña cabaña. Cerca de ella, una<br />

fuente de piedra cubierta por una techumbre<br />

les permitió lavarse las manos<br />

mientras disfrutaban del frescor de los<br />

árboles.<br />

Cuando terminaron, rociaron el sendero<br />

con el agua sobrante, representando<br />

la eliminación de las impurezas<br />

de la mente antes de la ceremonia. El<br />

siguiente paso era dejar fuera la arrogancia,<br />

para lo cual se entraba de rodillas<br />

en la diminuta cabaña. Luego, una<br />

vez acomodados en el tatami, Hanako<br />

comenzó a disponer los objetos con elegancia<br />

y arte. Así, los cinco elementos


que representan el mundo material del<br />

taoísmo estaban presentes en la ceremonia<br />

y reunidos entorno al fogón. El fuego,<br />

el agua, el metal representado en la<br />

tetera, la madera en el carbón y la tierra<br />

en la cerámica.<br />

Durante tres horas degustaron distintos<br />

tipos de té, acompañados de diversos<br />

manjares y dulces, mientras charlaban<br />

sobre caligrafía, dibujo, cerámica y<br />

otras artes tradicionales. A media tarde,<br />

Isamu llevó la conversación hacia la situación<br />

en Edo.<br />

- Hay mucha tensión en la ciudad –<br />

dijo con gravedad-. La milicia está tomando<br />

iniciativas que no le gustan a<br />

algunos consejeros, pero otros sí las<br />

apoyan. Es sabido que el shogun no tomará<br />

partido hasta conocer las fuerzas<br />

de cada grupo; por eso uno de esos grupos<br />

está intentando minar la fuerza del<br />

clan Hirotoshi.<br />

- ¿Ese grupo es el que está organizando<br />

los ataques?<br />

- ¡Sí!<br />

- Entonces, es cierto que hay una intriga<br />

contra el clan Hirotoshi. Me figuro<br />

que estará formado por Takayama y los<br />

ninjas del clan Gensai. Pero, ¿quién está<br />

detrás? Alguien los tiene que apoyar en<br />

el palacio.<br />

- Un hombre muy cercano al shogun:<br />

Matsumura Hiroto. Da la casualidad<br />

que es familiar lejano de una de<br />

sus concubinas y muy amigo del viejo<br />

Takayama Sora, padre del actual señor<br />

del clan Takayama.<br />

- ¿Cómo sabemos de qué se hablaba<br />

en el consejo del shogun?<br />

- Por uno de los consejeros que conozco<br />

hace mucho tiempo, también lo<br />

conoce Takeshi. Se llama Sinzaemon Simada.<br />

–La mirada de Isamu se perdió<br />

Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - IV<br />

con los recuerdos por unos momentos–.<br />

Hace muchos años hicimos amistad tres<br />

samuráis: Simada, Shiotani Ichiro y yo.<br />

Vivimos un tiempo iniciándonos en el<br />

camino de la espada. Luego se nos unió<br />

Takeshi como discípulo. Fue una época<br />

muy bonita; al final tomamos senderos<br />

diferentes, pero nuestra amistad perdura.<br />

- ¡Eres samurái! –dijo Atsuo con un<br />

deje de sorpresa–. Y en tu juventud conociste<br />

a Ichiro, mi maestro. Pensé que<br />

eras un artesano, un armero…<br />

Ahora le tocó sorprenderse a Isamu.<br />

- ¿Shiotani Ichiro es tu maestro? ¡Bendita<br />

sea Amaterasu! Esto sí que es una<br />

sorpresa. –Rió con fuerza mientras golpeaba<br />

sus rodillas con las palmas de las<br />

manos–. Una vez más se cierra el círculo.<br />

Tendremos que charlar muchas tardes<br />

Atsuo, y serán charlas muy sabrosas –<br />

dijo, riéndose aún–. Ahora tenemos que<br />

pensar en una estratagema para buscar<br />

información. He oído que tienes que<br />

ilustrar un libro para el shogun.<br />

- Sí, es un trabajo que me ha encomendado<br />

Katsuro. Consiste en una mezcla<br />

de caligrafía y dibujo de algunos lugares<br />

y personajes populares de Edo, para<br />

la edición de un libro de tipo histórico.<br />

Se lo quiere regalar al shogun. Tengo un<br />

permiso para caminar por la ciudad sin<br />

trabas, puedo mirar y dibujar aquello<br />

que considere interesante.<br />

- ¡Estupendo! –dijo el armero–. Así<br />

te moverás por Edo sin levantar sospechas.<br />

Es importante que tengamos los<br />

oídos abiertos, pero nadie debe conocer<br />

hasta donde sabemos. Sólo así podremos<br />

anticiparnos y evitar las intrigas a<br />

las que nos vamos a enfrentar.<br />

- Pero, ¿cuál es el origen de ese encono?<br />

83


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

84<br />

- Empezó en la época de Takayama<br />

Sora, el padre del actual jefe del clan,<br />

Kaoru. Hubo un conflicto entre los dos<br />

clanes a consecuencia de unos títulos<br />

sobre unas tierras que ansiaba el padre<br />

de Sora, el shogun en aquel momento<br />

se los concedió al clan Hirotoshi por su<br />

valor en la batalla. El padre de Sora intentó<br />

arrebatárselos, pero murió en el<br />

empeño, y el joven Sora juró vengarse y<br />

conseguir los títulos y las tierras. Ahora<br />

es un anciano enfermo y desequilibrado,<br />

pero su hijo Kaoru es ambicioso y<br />

sigue pensando que las tierras deberían<br />

ser suyas. Con sus intrigas lo que<br />

quieren es eliminar al clan Hirotoshi y<br />

quedarse con todas sus propiedades, no<br />

solo con aquellas que originaron el conflicto.<br />

Es la segunda vez que lo intentan,<br />

debemos pararlos y acabar con ellos de<br />

una vez.<br />

- Pero se les puede desenmascarar<br />

ante el shogun.<br />

- No surtiría efecto. Iemitsu es un<br />

hombre de carácter complicado, nunca<br />

se opondrá abiertamente a los deseos<br />

del clan Takayama, y menos si los apoya<br />

un consejero como Matsumura Hiroto.<br />

Esperará a ver qué ocurre.<br />

- Entonces, debemos defendernos sin<br />

miedo a las consecuencias.<br />

- Por lo que sé, ya habéis empezado<br />

a hacerlo –constató Isamu con una sonrisa-.<br />

Sólo hay que ver las bajas que habéis<br />

ocasionado en nuestros enemigos.<br />

- Ahora tendremos que dar la batalla<br />

también en el palacio del shogun. Debemos<br />

conocer los planes de nuestros<br />

enemigos.<br />

- Cierto, conocerlos y anticiparnos<br />

a ellos. Así podremos neutralizar sus<br />

ataques y esperar la oportunidad para<br />

descargar el golpe y eliminar al clan<br />

Takayama. Si le demostramos al shogun<br />

que sólo les guía su ambición lo tomará<br />

como una guerra de clanes a las<br />

que está tan acostumbrado, y cuando<br />

venzamos nos tendrá que dar la razón.<br />

Pero necesitamos tener pruebas.<br />

- Bien Isamu, pues vamos a decidir<br />

qué hacer.<br />

- Pienso que lo primero es proteger a<br />

Yoko. Luego obtener información, ver y<br />

oír; tú serás nuestros ojos y nuestros oídos.<br />

Creo que por eso te ha conseguido<br />

Katsuro el permiso para pasear por Edo<br />

con libertad. También deberás visitarme,<br />

tendré que informaros de nuestros<br />

avances en palacio y tú pasarme la información<br />

que hayas conseguido en tus<br />

paseos.<br />

- Bien. Pero antes aclárame una cosa,<br />

¿por qué te implicas en esta guerra de<br />

clanes?<br />

El armero miró al jardín a través de<br />

la pequeña ventana antes de contestar,<br />

luego fijó sus ojos en Atsuo.<br />

- En esta guerra de clanes ya me impliqué<br />

hace mucho tiempo por amistad<br />

con el padre de Katsuro; ahora Takayama<br />

Kaoru quiere hacérmelo pagar.<br />

- ¿Te ha amenazado?<br />

- De manera velada, sí. Su hijo ha<br />

pretendido a mi hija Hanako, y ella lo<br />

rechazó. Ahora intenta que trabaje sólo<br />

para su clan, y, como me he negado,<br />

quiere arruinarme y quedarse con mi<br />

casa.<br />

- Pero tú puedes trabajar para quien<br />

quieras, ¿no?<br />

- Sí, pero él no me deja. Sus hombres<br />

patrullan alrededor de mi taller, amenazando<br />

y ahuyentando a los posibles<br />

clientes. Así llevamos casi un año. Si no<br />

pago los impuestos, me arrebatarán la<br />

casa y la subastarán, así la podrá com-


prar por poco dinero y utilizarla para<br />

obligarme a cumplir sus deseos.<br />

- Ese hombre es un miserable.<br />

- Es ambiciosos y no tiene escrúpulos.<br />

Si no me deja trabajar y me quita todo lo<br />

que tengo, tendría que trabajar para su<br />

clan. Así también podría casar a su hijo<br />

con Hanako, y además tendría acceso al<br />

pergamino de mi familia.<br />

- ¿El pergamino de tu familia? –preguntó<br />

Atsuo–. Algo he oído sobre él,<br />

pero poco. No me hago una idea de su<br />

contenido.<br />

- Pronto te hablaré sobre él. Más adelante.<br />

Ahora tenemos que conocernos,<br />

hablar sobre las artes marciales y diseñar<br />

una estrategia. También espero que<br />

me hagas el honor de cruzar tu espada<br />

conmigo.<br />

- Será un auténtico placer, y más sabiendo<br />

que has sido compañero de mi<br />

maestro.<br />

- Bien, seguro que te pica la curiosidad<br />

–bromeó el armero-. Podemos vernos<br />

otra vez pasado mañana, en mi casa<br />

sobre la misma hora. Trae tu katana con<br />

el pretexto de dejármela para arreglarla,<br />

y te diré lo que acontece mañana en<br />

el palacio. Tú me traerás la información<br />

de si ves alguien con aspecto de comerciante<br />

en los alrededores de la casa de<br />

Takayama.<br />

- ¿Quieres que el primer día ronde<br />

por allí? –sonrió Atsuo, mirándolo con<br />

sorpresa–. No les gustará.<br />

- Por eso, quiero que estén intranquilos<br />

y forzarles a dar un paso en falso que<br />

podamos utilizar en su contra. Pero ten<br />

mucho cuidado y que alguien te cubra<br />

las espaldas. Nunca te atacarán de frente.<br />

–Se volvió hacia la pequeña puerta<br />

y tocó las palmas dos veces-. Ahora vamos<br />

a probar unos dulces hechos por<br />

Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - IV<br />

Hanako. Luego le mandaré unos cuantos<br />

a Yoko, es muy golosa y le encantan<br />

–comentó con mirada pícara.<br />

El resto de la tarde transcurrió placenteramente.<br />

Encendieron unos farolillos<br />

de aceite y a su luz comentaron<br />

algunas técnicas de espada. Atsuo comprobó<br />

con sorpresa que los conocimientos<br />

de esgrima de Isamu, eran más que<br />

notables. Esperaba con interés y agrado<br />

el momento de cruzar su katana con él,<br />

intuía que podría llevarse una sorpresa<br />

con el anciano armero.<br />

La tarde llegó a su fin y la oscuridad<br />

empezó a adueñarse de la ciudad. Ambos<br />

quedaron de acuerdo en conseguir<br />

información y volver a verse en dos<br />

días, para compartirla y meditar el siguiente<br />

paso. Atsuo se despidió de Hanako,<br />

y el armero lo acompañó hasta el<br />

genkan.<br />

- Ten mucho cuidado Atsuo –dijo el<br />

anciano–, utilizarán sus malas artes<br />

contra ti.<br />

- Gracias Isamu. Tendré cuidado. Ha<br />

sido un honor conocerte y pasar la tarde<br />

en tu casa.<br />

- El honor ha sido mío. Nos veremos<br />

en dos días.<br />

La puerta se cerró suavemente. Atsuo<br />

comenzó a caminar por el callejón<br />

que llevaba a la fuente; recordaba que<br />

en ella desembocaban las cuatro vías<br />

principales. La tenue luz de la calle provenía<br />

de lámparas de aceite situadas en<br />

las tapias cada cuatro o cinco metros.<br />

Por fortuna no hacía viento.<br />

Apenas llevaba caminando un momento<br />

cuando tres sombras se separaron<br />

de la tapia de una casa y se pusieron<br />

en medio del camino.<br />

- ¡Eh, tú! –le interpeló una de las sombras,<br />

cerrándole el paso y poniendo la<br />

85


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

86<br />

mano sobre la empuñadura de su katana<br />

con gesto bravucón–. No debes volver<br />

a casa del armero. ¿Entiendes? Si lo<br />

haces me lo tomaré a mal.<br />

- No creo que deba preocuparme por<br />

eso –comentó Atsuo variando su posición<br />

para que no le rodearan.<br />

- ¡Espera! –dijo otra de las sombras–.<br />

Le conozco. ¡Es el preceptor! ¡Él mató a<br />

Ebizo!<br />

- ¡Maldito sea, acabad con él!<br />

Las dos sombras restantes intentaron<br />

rodearle, mientras Atsuo vio por el<br />

rabillo del ojo a otra sombra llegar corriendo<br />

por el callejón.<br />

Sonrió y con un golpe de muñeca desenvainó<br />

la katana.


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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

88<br />

Bestiario<br />

Revisión en rima de las extrañas y retorcidas criaturas responsables de las<br />

desgracias de esta publicación. Recomendamos leer imaginando el tañido de<br />

una lira.<br />

Nada escapa a su filo,<br />

Y si mal está decirlo,<br />

¡Pobre de ti! Si te pilla,<br />

Con su afilada cuchilla.<br />

Si algo no le gusta o agrada,<br />

No duda en liarla parda.<br />

Noble y fiel como un Stark,<br />

Pero si le enfadas te vas a enterar.<br />

Así que cuidadito has de tener,<br />

Si al verduguito no quieres ver.<br />

Víctor M. Yeste<br />

Consejero - @VictorMYeste<br />

Apasionado en gente reuniendo,<br />

Mejor alrededor de una mesa comiendo.<br />

Placeres banales, diréis.<br />

Con los que regocijo sentiréis.<br />

¡Ay de ti! Si te habla de su obsesión,<br />

No te soltará hasta que te dé el tostón.<br />

Y si de madrugada un finde despierto estás,<br />

¡Corre!, ¡huye! Mejor la radio esconderás.<br />

Cuentos de terror y cuarto milenio,<br />

Sus preferencias después del silencio.<br />

Diego F. Villaverde<br />

Verdugo - @LordAguafiestin<br />

Importante es su profesión<br />

Aunque esta no es la cuestión<br />

A Kvothe le tiene presente,<br />

Como él en su venganza, es persistente.<br />

A su misión concentrado y entregado.<br />

A su vida un poco despistado.<br />

Pero tal es su corazón,<br />

Que sirve de compensación.<br />

J. R. Plana<br />

Posadero - @jrplana


Ramón Plana<br />

Juglar - @DocZero48<br />

Si acudimos a ella siempre nos ayuda,<br />

Sea la hora que sea sin ninguna duda.<br />

Encontrarla, o no, esa es otra historia;<br />

Viaja por mundos de manera notoria.<br />

Fiel y dedicada, a todo pone esfuerzo,<br />

Pero si la enfadas perderás el pescuezo.<br />

Katniss en Panem, Marta en Valencia,<br />

Las dos con el arco apuntan con vehemencia.<br />

Mas en ella dulzura también hallas,<br />

Querrás su compañía donde vayas.<br />

Cris Miguel<br />

Pregonera - @Cris_MiCa<br />

No va con mallas,<br />

A su lado te callas.<br />

Dotado de humor e ingenio,<br />

En sus historias pone empeño.<br />

Si de entretener se trata,<br />

Una velada con el pacta.<br />

Mas difícil luego callarle es,<br />

Y perdido en las nubes te halles.<br />

M. C. Catalán<br />

Curandera - @mccatalan<br />

Enfadada siempre parece,<br />

Pegando su rabia enriquece.<br />

¡No sólo a esto se dedica!<br />

Su odio contra el universo predica.<br />

Escritora es, luego pregonera,<br />

Si no haces lo que quiere, busca la correa.<br />

Caza sombras y vampiros también,<br />

Cuidado has de tener, para no cazar su desdén.<br />

89<br />

BESTIARIO


<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

90<br />

Ana Gasull<br />

@sumalignidadimperial<br />

R. P. Verdugo<br />

@RP_Verdugo<br />

Eleazar Herrera<br />

@Sparda_<br />

Patricia O.<br />

karinitapatri@gmail.com

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