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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> es una<br />
revista literaria en<br />
español, de relatos<br />
y cuentos cortos de<br />
temáticas de terror,<br />
fantasía, ciencia<br />
ficción, policíaca,<br />
noir, aventuras de<br />
todo tipo, incluidas<br />
orientales y eróticas,<br />
héroes misteriosos,<br />
situaciones absurdas,<br />
relato social y<br />
de humor<br />
La revista es de publicación<br />
mensual y<br />
se edita en Madrid,<br />
España.<br />
ISBN<br />
2254-0466<br />
EDITADA POR<br />
J. R. Plana<br />
AYDT. ED. Y<br />
CORRECCIÓN<br />
Cristina Miguel<br />
ILUSTR, DISEÑO<br />
Y MAQUET.<br />
J. R. Plana<br />
LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />
Ana Gasull<br />
Fantasía<br />
LAS CHICAS DE JOE<br />
J. R. Plana<br />
Noir<br />
LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />
Víctor M. Yeste<br />
Fantasía<br />
ESPEJOS ROTOS - III<br />
R. P. Verdugo<br />
Terror<br />
TÚNELES ALTERADOS<br />
Ricardo Castillo<br />
Espada y brujería<br />
UN AMOR BAJO EL MISMO CIELO<br />
Eleazar Herrera<br />
Ciencia ficción<br />
LA BANSHEE<br />
Patricia O.<br />
Terror<br />
FERGUS FERGUSON Nº4<br />
M. C. Catalán<br />
Humor<br />
TRÁGICO DESENLACE<br />
Diego Fdez. Villaverde<br />
Aventura medieval<br />
Pulp Magazine<br />
Núm. V Junio 2012<br />
www.animabarda.com<br />
Relatos<br />
7<br />
16<br />
23<br />
33<br />
41<br />
52<br />
58<br />
65<br />
69<br />
3
4<br />
78<br />
El resto<br />
5<br />
6<br />
88<br />
PERGAMINO DE ISAMU IV<br />
Ramón Plana<br />
Aventura samurái<br />
Búscanos en las redes sociales<br />
UNAS PALABRAS DEL JEFE<br />
Dediquemos un minuto a leer los pensamientos del editor<br />
HISTORIA DEL PULP<br />
Elaboramos esta sección con el fin de acercar el maravilloso<br />
mundo del pulp a los lectores<br />
BESTIARIO<br />
Catálogo de las extrañas criaturas que alimentan estas páginas<br />
@animabarda<br />
www.facebook.com/Anima<strong>Barda</strong><br />
Anima <strong>Barda</strong> (google +)<br />
Si quieres contactar con nosotros, escríbenos a respuesta@animabarda.com<br />
Si quieres colaborar en la revista, escríbenos a redaccion@animabarda.com y te informaremos<br />
de las condiciones.<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> es una publicación independiente, todos los autores colaboran de forma desinteresada y voluntaria.<br />
La revista no se hace responsable de las opiniones de los autores.<br />
Copyright © 2012 Jorge R. Plana, de la revista y todo su contenido. Todos los derechos reservados; reproducción<br />
prohibida sin previa autorización.
UNAS PALABRAS DEL JEFE<br />
Unas palabras del jefe<br />
J. R. Plana<br />
Los proyectos en Internet son siempre<br />
difíciles. Salvo que tengas una idea<br />
brillante y novedosa que pegue el pelotazo,<br />
abrirte un hueco en condiciones en<br />
Internet es complicado, conlleva horas<br />
y horas de trabajo, de hablar con la gente,<br />
de pedir favores, de gastarte dinero...<br />
En resumen, conlleva horas de dedicación,<br />
tanto si es un blog como un foro o<br />
una red social, que al final no siempre<br />
dan resultado. A esto hay que añadir<br />
que, cuando se hace por afición o pasatiempo<br />
(y esto incluye a un gran porcentaje<br />
de todo lo que hay en Internet),<br />
tienes disponible mucho menos tiempo<br />
del que requiere. Es como un bebé chillón<br />
al que sólo le puedes prestar atención<br />
un par de horas al día.<br />
Os estaréis preguntando por qué<br />
narices suelto este rollo. Esperad unas<br />
cuantas líneas más y lo veréis.<br />
Este es el 5º número y estamos ya cerca<br />
del 6º. Medio año de <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong>.<br />
Durante todo este tiempo nos han pasado<br />
muchas cosas: nos hemos encontrado<br />
con problemas y quejas de los escritores,<br />
con gente que nos anima y gente a<br />
la que le da igual, con una buena acogida<br />
en general pero con las lecturas que<br />
no terminan de subir. No os vamos a<br />
engañar, no está yendo todo lo bien que<br />
uno espera, aunque somos conscientes<br />
de que Internet lleva tiempo. De momento<br />
el número de lectores es bueno,<br />
aunque podría ser mejor.<br />
En el camino hemos hecho cambios y<br />
modificaciones: la web, versión móvil,<br />
nuevos formatos... Sin embargo, lo que<br />
no hemos podido variar es la cantidad<br />
de trabajo que <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> nos echa sobre<br />
los hombros. Somos dos y hacemos<br />
esto por gusto y afición, sin otro objetivo<br />
que el placer de escribir y el orgullo<br />
de que otros lean, y por este motivo no<br />
podemos permitirnos el enfrentarnos a<br />
los problemas y al enorme trabajo que<br />
esto lleva. La creación, difusión y gestión<br />
de la revista nos acarrea más de un<br />
disgusto y mucho trabajo, y no sólo no<br />
hay suficiente tiempo sino que no queremos<br />
estar de una discusión a otra por<br />
algo que se hace por diversión. Suena a<br />
vagancia, pero el peligro de seguir así<br />
es que <strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> se vaya al garete.<br />
Por eso en los próximos números introduciremos<br />
unos cambios que, esperamos,<br />
hagan más manejable y mejoren<br />
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong>. Pondremos otro formato<br />
para leerla además de los disponibles y<br />
haremos modificaciones en el contenido.<br />
Nos hemos hecho el firme propósito<br />
de mantener la revista mientras haya<br />
una persona (no familiar) que nos siga,<br />
y, aunque lo hagamos por afición, queremos<br />
ofrecer un mínimo de calidad<br />
para que no perdáis las ganas. Esperamos<br />
entretener mucho tiempo más.<br />
Gracias y a disfrutar la revista.<br />
5
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
6<br />
Historia del Pulp<br />
Weird Tales, una de las revistas clásicas<br />
entre los pulp magazines.<br />
Apareció por primera vez en marzo<br />
de 1923. Creada en Chicago por J.C.<br />
Henneberger, periodista con predilección<br />
del género de terror, Weird Tales<br />
es una revista pulp cuyos relatos entran<br />
dentro de los géneros de la ciencia-ficción,<br />
la fantasía y el terror. Su primer<br />
editor fue Edwin Baird, y su asistente<br />
,Farnsworth Wright, le sustituyó en el<br />
número 15. Wright fue el “culpable” de<br />
publicar los relatos de H. P. Lovecraft.<br />
Además de Lovecraf, la revista Weird<br />
Tales contó con afamados autores como<br />
Robert E. Howard, Robert Bloch o Fritz<br />
Leiber. La revista ofrecía a los autores<br />
noveles la oportunidad de publicar y<br />
darse a conocer, especialmente durante<br />
la época de Wright.<br />
Con la llegada del cómic y de las novelas<br />
baratas, las revistas pulp empezaron<br />
a decaer y sufrir problemas económicos.<br />
Weird Tales cerraba en 1954,<br />
después de 279 números.<br />
En 1988 Weird Tales volvió a partir<br />
del número 280. Desde su relanzamiento,<br />
y al igual que ocurre con otras publicaciones<br />
parecidas, el éxito comercial<br />
ha sido bastante menor que el obtenido<br />
en sus inicios. Para los pulp magazines<br />
resultó complicado hacer frente a las<br />
modernas formas de ocio que nada tenían<br />
que ver con las existentes a principios<br />
del s. XX. Fueron, y son, peligrosos<br />
rivales la televisión, el ordenador y los<br />
videojuegos.<br />
En 2005, Weird Tales se vendió a la<br />
editorial Wildside Press, que empezó a<br />
publicar la revista en periodicidad bi-<br />
mensual. Wildside Press, especializada<br />
en fantasía, mantiene hoy en día la<br />
publicación de Weird Tales a un precio<br />
muy diferente del original (entre 7 y 8 $)<br />
y en formato de papel y digital. Weird<br />
Tales, que va ya por su número 360,<br />
sobrevive junto con otras publicaciones<br />
como el Sherlock Holmes Mystery<br />
Magazine, Forgotten Fantasy o Fantasy<br />
Magazine.
Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />
La guerrera de los Sueños<br />
POR ANA GASULL<br />
A pesar de lo sobreprotegida que está,<br />
la Princesa Aurora logra encontrarse<br />
con su prima en una torre abandonada,<br />
justo en la medianoche de su<br />
decimosexto cumpleaños. Allí, la espera<br />
una rueca y una maldición de<br />
su pasado.<br />
I<br />
Aurora miró a su alrededor para cerciorarse<br />
de que se encontraba sola en<br />
esa parte del castillo, se cubrió el rostro<br />
con la capucha y cruzó el patio de los<br />
rosales, apresurándose para llegar al<br />
otro lado. El suelo estaba mojado por<br />
la lluvia y los caracoles recién salían de<br />
sus escondites. En otras circunstancias<br />
se habría detenido un rato para recoger<br />
unos cuantos y guardarlos como mascota,<br />
pero tenía demasiada prisa y temía<br />
que la encontraran fuera de la cama<br />
a esas horas.<br />
A su padre no le gustaba que estuviera<br />
sin supervisión, ya que temía un<br />
ataque en cualquier momento; pero eso<br />
no iba a amargarle la aventura: era casi<br />
medianoche y, cuando dieran las doce,<br />
sería su decimosexto cumpleaños oficialmente.<br />
El rey había mandado organizar<br />
una enorme fiesta en su nombre,<br />
a la que habían sido invitados todos los<br />
nobles y los lugareños, y a la que asistirían,<br />
como invitadas de honor, las siete<br />
hadas de las gracias.<br />
Pero no era ese el motivo de su vigilia.<br />
Nastia la esperaba en la torre de música,<br />
donde hacía años que no ponía un<br />
pie; específicamente, desde que había<br />
decidido ser una princesa guerrera en<br />
vez de una doncella.<br />
Oyó unos pasos que se acercaban y<br />
corrió a esconderse detrás de un banco<br />
de piedra. Amoth, el guardabosque,<br />
fue aproximándose hasta detenerse casi<br />
encima de ella, pero no dirigió la vista<br />
hacia el lugar donde se escondía. En vez<br />
de eso, levantó la lámpara de cristal hacia<br />
el cielo y suspiró. La vela titiló.<br />
- Ya debe de estar Nastia haciendo de<br />
las suyas de nuevo -susurró.<br />
Aurora miró hacia donde lo hacía<br />
Amoth y vio que había una luz parpadeante<br />
en una ventana de lo alto de la<br />
torre. Él bostezó y se giró para irse en<br />
dirección contraria, pero antes, con voz<br />
apagada, dijo:<br />
- Vaya con cuidado, Princesa: no es<br />
bueno pasearse tan tarde por el castillo.<br />
Aurora soltó el aire que había estado<br />
7
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
8<br />
conteniendo y se relajó. Para cuando se<br />
dignó a salir de su escondite, Amoth ya<br />
se había difuminado en la oscuridad.<br />
Con el corazón latiéndole con fuerza y<br />
la sangre desbordante de adrenalina, se<br />
subió la falda del vestido hasta las rodillas<br />
y echó a correr. Los zapatos se le<br />
hundían en el lodo y se enganchaban, y<br />
era como caminar siendo un pulpo.<br />
Al llegar a la galería, se descalzó para<br />
no dejar rastro y escondió las elegantes<br />
bailarinas que había llevado en la cena<br />
en un cobertizo donde guardaban escobas<br />
y trapos. Descalza, con las finas<br />
calzas de verano apenas siendo una barrera<br />
entre el suelo y sus pies, se dirigió<br />
a la entrada secreta. El castillo estaba repleto<br />
de ellas y el Rey le había enseñado<br />
todas y cada una por si algún día debía<br />
huir. Esa era la mayor obsesión del monarca,<br />
que un enemigo atacara a su única<br />
hija, que, como heredera al trono, era<br />
el objetivo principal.<br />
Con los nervios a flor de piel, se escurrió<br />
por detrás de una enorme estatua<br />
de un guerrero y se agachó. Siguiendo<br />
unas casi imperceptibles marcas que había<br />
escritas sobre la piedra, contó los ladrillos<br />
hasta llegar al que buscaba. Con<br />
cuidado de no hacerse daño ni romperse<br />
las uñas para que nadie sospechara<br />
al día siguiente, fue tirando de una de<br />
las piedras más pequeñas hasta que la<br />
tuvo en sus manos. Entonces, introdujo<br />
el brazo en el agujero hasta que topó<br />
con una rosca del tamaño de su puño y<br />
la hizo girar en el sentido de las agujas<br />
del reloj.<br />
Poco a poco, las piedras fueron alineándose<br />
hasta formar un arco. Recogió<br />
la piedra que había sacado de su sitio<br />
y la encajó entre otras dos mucho más<br />
grandes. Luego, después de asegurarse<br />
una vez más de que nadie la había visto,<br />
se adentró en el pasadizo. La entrada se<br />
cerró a su espalda y una antorcha se encendió<br />
a su derecha. La siguieron otras,<br />
que iluminaron el pasillo con su fuego<br />
rojo y vibrante.<br />
Estaba nerviosa.<br />
Nastia era su mejor amiga, la única<br />
que tenía. Sus madres eran hermanas<br />
y habían nacido con seis meses de diferencia,<br />
por lo que habían crecido y se<br />
habían criado juntas.<br />
La oyó tararear a medida que se acercaba.<br />
Se le puso la piel de gallina con<br />
sólo pensar en lo que harían sus padres<br />
si descubrían que se iba a reunir con su<br />
prima en lo alto de la torre de música<br />
una noche sin luna para apreciar el descubrimiento<br />
que había hecho la mayor<br />
en una de sus escapadas. A Nastia le<br />
gustaba explorar el reino y el castillo de<br />
noche para sentirse libre de sus vestidos<br />
y sus conocimientos, y la noche anterior<br />
había encontrado un objeto extraño y<br />
único, con un pedal que hacía girar una<br />
rueda de forma hipnótica. Y, sentada<br />
tranquilamente, haciendo girar la rueda<br />
mientras iba cantando en voz baja, estaba<br />
una criada que se había lanzado a<br />
sus pies al verla.<br />
Cuando llegó al final del túnel, después<br />
de subir escaleras y tener que agacharse<br />
demasiado en algunos trechos,<br />
se detuvo frente a una pequeña puerta<br />
de madera. Tiró del pomo hacia sí, le<br />
dio una patada en la parte inferior y se<br />
abrió sin hacer ruido. Salió al exterior,<br />
donde el aire era más fuerte y le golpeaba<br />
en la cara sin remordimiento. Desde<br />
su posición, podía ver gran parte de la<br />
extensión del reino de Ímila, que dominaba<br />
todo el este y el sur del Continente.<br />
El cielo estaba vacío, carente de es
trellas, y la luna, que solía danzar por<br />
encima de sus cabezas preñada de luz,<br />
había desaparecido en el horizonte. Era<br />
un mal augurio con el que empezar su<br />
cumpleaños, pero no creía en la adivinación<br />
y lo dejó pasar. En vez de eso, se<br />
acercó al borde de la torre y miró hacia<br />
abajo. La torre era idéntica a la suya, y<br />
en el ventanal del cuarto más alto había<br />
un balcón por el que se podía entrar a<br />
la alcoba sin problemas. Sólo debía descolgarse<br />
con cuidado y aterrizar en el<br />
lugar adecuado.<br />
Se frotó las manos antes de atreverse a<br />
seguir. Luego, con muchísimo cuidado,<br />
saltó por encima del borde y quedó suspendida<br />
en el vacío. Le temblaban las<br />
rodillas a más no poder, al igual que los<br />
brazos, que del esfuerzo a duras penas<br />
tenían la fuerza suficiente para aguantarse<br />
firmes. Mantuvo los ojos abiertos<br />
en todo momento y, cuando lo estimó<br />
adecuado, se soltó de golpe y cayó rasgando<br />
el viento. Milagrosamente, logró<br />
no caer con los pies planos, pero aun así<br />
pudo notar como se le fracturaba el tobillo.<br />
Nastia acudió a su encuentro en<br />
cuanto oyó su lamento, seguida de una<br />
mujer mayor cuyos ojos negros como el<br />
carbón resplandecían en la oscuridad.<br />
- ¿Estás bien, Aru?<br />
- El tobillo... -murmuró mientras se<br />
incorporaba.<br />
La mujer se adelantó rápidamente.<br />
- Apártese, Doncella Nastia, debo ver<br />
ese tobillo inmediatamente. Princesa,<br />
por el amor de nuestro dios Emro, no<br />
se mueva.<br />
- Aru, esta es la vieja Mammie.<br />
Mammie apartó las innumerables faldas<br />
del vestido y rodeó su tobillo con<br />
los dedos. Sus manos eran grandes y ru-<br />
Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />
gosas, llenas de llagas, pero se movían<br />
con delicadeza y suavidad por encima<br />
de su piel.<br />
- Quítese las calzas, por Emro.<br />
- Pero señora...<br />
- Haga lo que le digo, Princesa, o no<br />
podré curarla. Yo no sé qué os enseñan<br />
a las jóvenes hoy en día, pero está claro<br />
que no lo suficiente. ¿Cómo puede ser<br />
que no sepa usted curarse una fractura<br />
de nada? Y no estar al tanto de los<br />
protocolos... Sepa usted, niña, que no se<br />
pueden curar heridas con ropa de por<br />
medio, que absorben cualquier tipo de<br />
magia.<br />
- Lo siento, señora.<br />
- Su Majestad debería invertir más<br />
esfuerzos en su educación -sentenció al<br />
tiempo que le quitaba las calzas sin pudor<br />
alguno-. En los tiempos en los que<br />
su abuela era aún una moza, estas cosas<br />
no pasaban: las criaturas sabían valerse<br />
por sí mismas hasta el punto que la difunta<br />
doncella Mafma se salvó a sí misma<br />
la vida. Lo recuerdo muy bien.<br />
Aurora y Nastia la miraron atónitas.<br />
- ¿Estaba usted viva cuando la abuela<br />
Mafma era una niña?<br />
- ¡Por supuesto que estaba viva! ¿Es<br />
que no os enseñan nada en esa escuela<br />
de pacotilla?<br />
Mammie tensó los dedos alrededor<br />
del tobillo de Aurora y esta sintió un<br />
agudo pinchazo que le recorrió el pie y<br />
subió por la pierna hasta el muslo. Cerró<br />
los dientes para abstenerse de gritar.<br />
- ¿Qué debemos saber, Mammie?<br />
¿Cómo podía estar usted viva en los<br />
tiempos en que la abuela era niña? -preguntó<br />
de nuevo Nastia.<br />
Nastia tiró del pie de Aurora y le untó<br />
un ungüento pastoso y amarillento con<br />
brío. La pastarada estaba tan fría que le<br />
9
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
10<br />
caló hasta el tuétano de los huesos.<br />
- Nosotras, las hilanderas, vivimos<br />
mucho más que el resto de simples<br />
mortales, pues hemos sido bendecidas<br />
por la diosa Amza.<br />
- ¿Qué es una hilandera?<br />
Mammie miró a Aurora entornando<br />
los ojos.<br />
- Desde luego... Tendré que hablar<br />
con su madre, Princesa; no puede ser<br />
que sepa tan poco y sea la heredera al<br />
trono. Llevará este reino a la ruina si<br />
continúa así. Entremos -añadió mientras<br />
se cubría los hombros con un chal<br />
de color rosa con transparencias-, aquí<br />
fuera empieza a hacer frío. Vaya verano,<br />
que de noche enfría.<br />
Mammie se adentró de nuevo en la<br />
torre y Nastia ayudó a Aurora a levantarse.<br />
- Está loca -susurró la Princesa.<br />
Nastia se encogió de hombros y la<br />
ayudó a caminar hasta la silla más cercana.<br />
La estancia no se parecía en nada al<br />
cuarto de una princesa. Se trataba de<br />
una habitación circular, iluminada por<br />
antorchas que estaban continuamente<br />
encendidas y apenas parpadeaban y dibujaban<br />
sombras en las paredes. En el<br />
suelo había una alfombra vieja y sucia,<br />
que antaño parecía haber sido bonita,<br />
pero que en el presente se iba deshilachando<br />
poco a poco. No había camas<br />
ni tocadores, ni siquiera una pequeña<br />
fuente de la que brotaran las aguas<br />
cristalinas del río para poder asearse y<br />
refrescarse los labios. Era una parte del<br />
castillo que, en realidad, a duras penas<br />
conocía.<br />
- Mira, Aru, esto era de lo que te hablaba<br />
-anunció Nastia, apartándose los<br />
rizos pelirrojos que le caían por la fren-<br />
te-. ¿No es hermoso?<br />
Aurora se acercó con cautela, procurando<br />
no apoyar el pie en el suelo. El<br />
dolor iba mitigando, pero aun no se había<br />
recuperado del todo.<br />
Frente a ella se encontraba el objeto<br />
que Nastia le había descrito a la perfección<br />
durante las clases de costura. Se<br />
acercó un poco más y lo admiró a la luz<br />
de las llamas.<br />
- ¿Qué es?<br />
Mammie suspiró.<br />
- Una rueca, Princesa.<br />
- ¿Y para qué sirve?<br />
Nastia dio un salto en su sitio y aplaudió.<br />
- Eso es lo más interesante, Aru. Sirve<br />
para hilar.<br />
- ¿Hilar? -se extrañó.<br />
- Sí, exacto. ¿Puedes creer que con<br />
esto antes hacían las telas de los trajes?<br />
- ¿Y por qué ya no se usa?<br />
- Hay métodos más efectivos y rápidos<br />
-se lamentó la vieja señora.<br />
Nastia se sentó en el suelo e instó a<br />
Aurora para que hiciera lo mismo. Juntas,<br />
se alejaron un poco para tener mejor<br />
perspectiva. Mammie se sentó en un taburete<br />
que descansaba medio olvidado,<br />
pero que había ido adquiriendo la forma<br />
de sus posaderas. Estaba claro que<br />
la mujer pasaba allí todos los días de su<br />
vida.<br />
- Muéstrele a Aurora como funciona,<br />
Mammie.<br />
La rueda se puso a girar. Aurora no<br />
estaba segura de entender lo que hacía<br />
Mammie, simplemente la veía moverse,<br />
sujetar el hilo, luego hacer girar la<br />
rueda de la rueca con presteza, luego...<br />
No se fijaba, en realidad. Tenía toda su<br />
atención puesta en el movimiento circular<br />
de la rueda de madera, que no se
detenía en ningún momento y creaba<br />
ilusiones, fundiéndose con la atmósfera<br />
hasta crear un círculo compacto que<br />
no hacía más que girar. Se desdibujaron<br />
los colores del arco iris a su alrededor,<br />
mientras Mammie seguía trabajando,<br />
demasiado concentrada para fijarse en<br />
los ojos emocionados y llenos de curiosidad<br />
de las niñas.<br />
- Es hermoso.<br />
- ¿Cómo lo consigue?<br />
- ¿Podemos probar? -pidió Aurora repentinamente.<br />
El movimiento de la rueda cesó.<br />
- ¿Queréis probar, Princesa? ¿De verdad?<br />
- Me encantaría -susurró, incapaz de<br />
apartar la mirada de ese objeto único.<br />
- Este no es trabajo para las doncellas.<br />
Si a Sus Majestades les llega...<br />
- Papá y Mamá no lo sabrán -le aseguró.<br />
- Es cierto -corroboró Nastia-, los tíos<br />
no van a enterarse. No tienen porqué<br />
hacerlo; seremos discretas.<br />
- Nunca se es lo suficientemente discreta,<br />
Princesa. Y las damas jamás deben<br />
mentir, y menos a sus padres.<br />
- Mammie, la corte está llena de secretos<br />
y mentiras.<br />
- Usted no es la corte -la regañó-, usted<br />
es la princesa heredera del reino y<br />
debe aprender a comportarse.<br />
Las chicas se miraron.<br />
- De acuerdo -aceptó finalmente Nastia-,<br />
no mentiremos. Pero déjenos probar,<br />
por favor; tampoco será mentir,<br />
mentir... Debería saber que ocultar la<br />
verdad no es mentir...<br />
- ... sólo preservar la intimidad.<br />
- Seréis mi muerte, criaturas -sentenció<br />
en un susurro ronco.<br />
Mammie se levantó y las invitó a sen-<br />
Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />
tarse con un movimiento suave de los<br />
brazos. Aurora, sonriente y triunfal,<br />
empujó a Nastia.<br />
- Tú primero, prima.<br />
- ¿Yo?<br />
- Tú lo encontraste, tienes el derecho.<br />
Siguiendo las instrucciones de la sirvienta,<br />
se sentó en el taburete con elegancia<br />
contenida y se colocó tal y cómo<br />
había visto que hacía la anciana. Mammie<br />
le deshizo la trenza antes de que<br />
Nastia pudiera protestar y le amarró el<br />
pelo en la nuca con la cinta de cuero.<br />
- La cara siempre despejada, doncella:<br />
podríais resultar herida.<br />
- ¿Cómo?<br />
- Nunca se sabe con el huso, niña.<br />
Le dio la hebra de un hilo de algodón<br />
y le dijo dónde colocarlo. Aurora esperaba<br />
impaciente que la rueda volviera a<br />
girar. Era como un precursor de su destino...<br />
o una forma intrínseca que tenían<br />
los dioses de instruirla en las artes de<br />
la vida. Estaba confundida, lo oculto no<br />
se le daba nada bien. Una vez, cuando<br />
era pequeña, la Reina había querido<br />
que aprendiera a leer las cartas y había<br />
mandado traer al más ilustre Visionario,<br />
pero en su pequeño cuerpo de siete<br />
años no había ni una gota de talento<br />
para eso.<br />
- Esto es más difícil de lo que parece,<br />
Aru -hizo notar Nastia mientras movía<br />
las manos torpemente.<br />
La rueda se puso en movimiento,<br />
echando sobre el tablero los caprichos<br />
de la fortuna.<br />
Le pesaban mucho los párpados y el<br />
sueño se iba apoderando de ella. Tal<br />
vez debiera irse a la cama y volver a la<br />
noche siguiente.<br />
La voz de Nastia le llegó distorsionada.<br />
Tal vez había caído en el agua y era<br />
11
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
12<br />
incapaz de regresar a la superficie luminosa<br />
y vivaz del castillo.<br />
- ¡No te duermas, Aru, esto es divertido!<br />
-logró oír que decía Nastia.<br />
Un destello de su melena pelirroja se<br />
perpetuó en la oscuridad hasta convertirse<br />
en una bola de fuego, que se fue<br />
apagando, transformándose en una llama<br />
de un triste color verde pálido. Alargó<br />
los dedos para poder tocarlo.<br />
- No se preocupe por la Princesa -la<br />
voz de Mammie era un murmullo en su<br />
conciencia-, estará aburrida porque aun<br />
no es su turno.<br />
Quiso gritar negándolo, pero estaba<br />
demasiado aturdida. Alargó la mano<br />
para alcanzar esa luz que se iba alejando<br />
de ella.<br />
- Aru, ¿qué estás haciendo?<br />
Sólo veía la rueca iluminada por la<br />
luz y una voz fría como un témpano de<br />
hielo se coló por las rendijas de su mente<br />
y le heló la sangre.<br />
- ¡Tócalo!<br />
Alargó la mano un poco más.<br />
- ¡Aru, no!<br />
La aguja pinchó su dedo. Una gota<br />
de sangre le resbaló por la piel hasta<br />
precipitarse hacia el suelo. La luz se<br />
desvaneció y volvió a encontrarse en el<br />
cuarto más alto de la torre, pero ya era<br />
demasiado tarde. Nastia se había levantado<br />
de un salto y permanecía inmóvil,<br />
a la espera de cualquier señal. Mammie<br />
estaba situada a su lado, sonriendo de<br />
oreja a oreja mientras veía como se desvanecía<br />
su mundo y el aire se le escapaba<br />
de los pulmones y se mezclaba con la<br />
noche de verano.<br />
La misma voz volvió a susurrarle:<br />
- Las ruecas se prohibieron para que<br />
no murierais, Princesa. El maleficio de<br />
Maléfica era ese...<br />
El frío había desaparecido y empezaba<br />
a hacer un calor sofocante.<br />
Se desplomó.<br />
Nastia se lanzó a su lado y chilló pidiendo<br />
auxilio. En la lejanía, uno de los<br />
perros de caza aulló, despertando al<br />
resto de la jauría.<br />
- Ya es demasiado tarde -dijo Mammie.<br />
Su rostro arrugado se estaba recomponiendo<br />
en el centelleante rictus de<br />
una mujer joven y hermosa. El cabello<br />
corto y canoso se desenvolvió en una<br />
melena larga y rizada, tan negra como<br />
sus ojos, las arrugas desaparecieron y<br />
sus labios se curvaron en una sonrisa<br />
letal, roja como el fuego de los infiernos.<br />
- ¿Quién sois vos? -exigió saber Nastia<br />
a la par que extraía un cuchillo de la<br />
capa de su prima, que yacía en el suelo<br />
pálida como una muerta. Su cuerpo había<br />
empezado a enfriarse.<br />
- ¿Yo? Yo sólo soy Maleficient. Mally,<br />
para mi madre.<br />
- ¿Tú eres...?<br />
- Puedes llamarme Maléfica, todos lo<br />
hacen.<br />
- ¡Socorro!<br />
- Nadie vendrá -la avisó, como si se<br />
tratase de un hecho obvio.<br />
- ¡Aurora ha muerto!<br />
Eso pareció surtir efecto. Se oyó un<br />
chillido a lo lejos, seguido por varios<br />
otros que sonaron aterrorizados. Pero<br />
por encima de todo el bullicio que se<br />
estaba armando, se oyó claramente a la<br />
Reina.<br />
- ¡Maléfica!<br />
- ¡Emro y sus barbas! -exclamó Maléfica<br />
mientras soltaba una carcajada-.<br />
Esa mujer tiene una memoria de elefante.<br />
No despertará, pequeña Nastia -dijo<br />
al ver que Nastia intentaba hacerla re
accionar sacudiéndola violentamente-.<br />
Y lo más gracioso es que todo esto lo<br />
he conseguido gracias a ti y a tu valiosa<br />
ayuda. ¿No es irónico?<br />
Nastia agarró el cuchillo con fuerza<br />
y se abalanzó sobre Maléfica, pero esta<br />
se echó hacia atrás con destreza y se envolvió<br />
en una horda de llamas verdes.<br />
Se desvaneció entre ellas antes de que<br />
pudiera hacer nada.<br />
La Reina entró en la estancia como<br />
una exhalación. La siguió el Rey, espada<br />
en alto. Al ver que Maléfica se había<br />
esfumado y la Princesa estaba tirada en<br />
el suelo, la Reina soltó una exclamación<br />
angustiada y corrió al lado de su hija.<br />
- Mi pequeña, mi Aurora...<br />
La estancia se iluminó con una luz dorada<br />
que abarcó toda la estancia. Junto<br />
a Aurora apareció una mujer más bella<br />
que Maléfica, cuyos cabellos plateados<br />
formaban un halo alrededor de su rostro.<br />
- No teman, Majestades, Aurora sigue<br />
viva, ¿recuerdan?<br />
- Las gracias... -murmuró el Rey.<br />
- Exacto. Dormirá en un profundo<br />
sueño hasta que reciba el primer beso<br />
de amor verdadero.<br />
Sus últimos recuerdos eran difusos.<br />
Incluían el rostro difuminado de una<br />
mujer ya anciana y los rizos pelirrojos<br />
de su prima haciéndole cosquillas en la<br />
nariz. Y había algo más. Un fuerte mareo<br />
que la había atacado de repente y la<br />
había arrastrado al fondo de un abismo<br />
sin fin.<br />
Podía sentir los cálidos rayos del sol<br />
acariciándole la piel. Suspiró, dispuesta<br />
a levantarse de la cama, cuando lo recordó<br />
todo. Los flashes de luz y recuerdos<br />
se sucedieron unos a otros a una velo-<br />
Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />
cidad vertiginosa, que la obligó a permanecer<br />
quieta. Ahí estaba su prima,<br />
haciendo girar la rueca, su irrefrenable<br />
deseo de acercarse, esa voz metida en<br />
su cabeza... Y algo en lo que al principio<br />
no había reparado: un rostro guardado<br />
en algún recoveco de su mente, intemporal,<br />
enigmático, inclinándose hacia<br />
ella. El rostro de una mujer de ojos atormentados.<br />
Abrió los ojos con cautela, temerosa<br />
de lo que podía encontrarse, pero sobre<br />
su cabeza se alzaban árboles enormes y<br />
centenarios. Lo sabía porque podía respirar<br />
su vejez en el aire. Se dio la vuelta<br />
y se ayudó con las manos para levantarse.<br />
Estaba sucia de tierra de pies a<br />
cabeza.<br />
Miró a su alrededor. Estaba rodeada<br />
de árboles que se alzaban hasta el cielo<br />
y tapaban el sol, que se veía obligado<br />
a escurrirse entre las ramas y el tupido<br />
follaje del bosque. Se secó las manos sudorosas<br />
en la falda del vestido, pero no<br />
consiguió otra cosa que ensuciarse más.<br />
Respiró hondo. Estaba sola y perdida,<br />
pero confiaba en sí misma y sabía que<br />
podía salir de ese aprieto. Cerró los ojos<br />
y se concentró en el ruido del viento al<br />
pasar silbando y chocar contra los troncos<br />
de los árboles; oyó los pasos de los<br />
animalitos contra el musgo, alejándose<br />
de ella, pero manteniéndose lo suficientemente<br />
cerca como para ser capaces<br />
de observarla; sintió el olor penetrante<br />
de la naturaleza al crecer salvaje y a su<br />
antojo... Pero cuando alzó el brazo por<br />
encima de la cabeza y extendió la mano,<br />
no ocurrió nada. Volvió a intentarlo,<br />
pero era como si alguien hubiese taponado<br />
el compartimiento donde estaba<br />
guardada su magia y ahora no pudiera<br />
exteriorizarla.<br />
13
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
14<br />
Se le llenaron los ojos de lágrimas,<br />
pero se las enjugó rápidamente: era una<br />
princesa guerrera, y sus maestros y sus<br />
progenitores siempre le habían dicho<br />
que las princesas guerreras no lloran,<br />
que eso era cosa de mortales.<br />
Caminaría.<br />
Con esa nueva determinación metida<br />
dentro de su espíritu, echó a andar hacia<br />
una dirección cualquiera. Mientras marcaba<br />
un árbol con una cruz, por si acaso<br />
se perdía y debía deshacer sus pasos,<br />
captó el leve ruido de un movimiento<br />
ondulante. Agua en movimiento. Con<br />
la esperanza palpitando en sus sienes,<br />
tiró la piedra que había estado usando<br />
y empezó a correr en la dirección de la<br />
que venía ese murmullo apagado. Era<br />
lo suficientemente lista como para saber<br />
que si seguía el curso del agua, llegaría<br />
hasta algún lugar habitado. Era algo<br />
con lo que ya estaba familiarizada, pero<br />
había estado tan preocupada por lo que<br />
había ocurrido y en cómo había llegado<br />
hasta allí, que se le había pasado por<br />
completo: había tenido que aprender a<br />
sobrevivir en diferentes medios como<br />
parte de su educación; daba gracias a su<br />
intuición por haberla obligado a dejar<br />
las clases de música y pintura.<br />
Para cuando llegó al arroyo, el sudor<br />
le goteaba por la frente y el cuello hasta<br />
llegar a la clavícula. Se acercó y bebió<br />
con ansias, antes de buscar otra piedra<br />
puntiaguda para marcar el árbol más<br />
cercano.<br />
En realidad, sentía como si se estuviese<br />
volviendo loca, pero mantenía<br />
ese pensamiento apartado a un lado<br />
mientras estaba perdida. No necesitaba<br />
más problemas ni más preguntas<br />
sin respuesta. Intentó colocarse bien el<br />
vestido, pero no sirvió de nada, así que<br />
empezó a seguir el curso del arroyo. El<br />
agua cristalina dejaba ver unos enormes<br />
peces de colores anaranjados y azulados,<br />
que se dejaban arrastrar por la corriente.<br />
Por lo menos, si no encontraba<br />
cobijo, tendría qué comer.<br />
No se sentía cansada, sólo un poco indispuesta,<br />
pero eso no le impedía seguir<br />
hacia delante.<br />
El bosque se terminaba de forma<br />
abrupta y dejaba paso a un prado cubierto<br />
de hierba que crecía furiosa y verde,<br />
y flores silvestres que se arremolinaban<br />
con el viento alrededor de piedras<br />
y los troncos de los árboles desperdigados<br />
por todas partes, mientras se amoldaban<br />
a las enredaderas. A lo lejos, una<br />
gran muralla se alzaba envolviendo una<br />
colina donde descansaba un castillo. No<br />
era el suyo.<br />
Como cuando corría por su propia<br />
casa al encuentro de Nastia, se recogió<br />
la falda y echó a volar en dirección a lo<br />
que parecía ser una ciudad fortificada.<br />
Iba tan deprisa, que cuando sus pies<br />
rozaban el suelo, la hierba se levantaba<br />
entusiasmada y se mecía a la par que el<br />
viento. El elaborado tocado que su aya<br />
le había hecho para la hora de la cena<br />
estaba totalmente deshecho y los tirabuzones,<br />
compuestos de tal forma que<br />
se asemejaban a caramelo líquido cayéndole<br />
por la espalda, le golpeaban en<br />
las mejillas y la nuca en olas doradas.<br />
Tenía el pelo grasiento y el cuerpo sudado;<br />
la frente brillante bajo los rayos<br />
del sol.<br />
Las puertas de la muralla estaban<br />
abiertas y la invitaban a entrar: unos<br />
brazos acogedores llenos de promesas<br />
de seguridad y compasión. Se obligó<br />
a acelerar el paso a pesar de no poder<br />
respirar por el esfuerzo y el miedo, has-
ta que cruzó el umbral y se encontró<br />
dentro, rodeada de casas y tiendas y los<br />
habitantes del pueblo que caminaban<br />
tranquilos y sonrientes.<br />
Nadie se había fijado en ella aún.<br />
Avanzó por la calle principal hasta<br />
encontrar otra secundaria que no pareciese<br />
demasiado peligrosa. Temía que<br />
la viejecita la hubiese seguido hasta allí<br />
con la intención de terminar lo que había<br />
empezado. Porque no estaba muerta,<br />
eso lo sabía seguro. Su padre se lo<br />
había contado al cumplir diez años y<br />
después de que le hubiese preguntado<br />
por qué se empeñaba en protegerla tanto:<br />
sobre ella pesaba un maleficio que<br />
provocaría que cayese dormida para<br />
siempre. Pero jamás habría imaginado<br />
que eso ocurriría al pincharse un dedo;<br />
parecía una forma estúpida de morir, o<br />
entrar en un coma profundo.<br />
Lo único que no lograba comprender<br />
era cómo había terminado en ese lugar.<br />
Tal vez sólo se tratase de un sueño, una<br />
realidad alternativa que su imaginación<br />
había creado para evitar que entrase en<br />
estado de shock. Sin embargo, los objetos<br />
estaban demasiado definidos y los<br />
colores eran extremadamente vívidos.<br />
Se apartó el pelo del rostro mientras<br />
se detenía a admirar los enormes pasteles<br />
que se exhibían en una vitrina. No<br />
se había dado cuenta de lo hambrienta<br />
que estaba hasta que no sintió como se<br />
le contraía el estómago y este rugía con<br />
fuerza. Se rodeó con los brazos y dejó<br />
que, finalmente, las lágrimas rodaran<br />
por sus mejillas, furiosas y asustadas.<br />
- ¿Qué te pasa?<br />
Aurora alzó el rostro y se giró en la<br />
dirección de donde había venido la pregunta.<br />
Una chica morena, con el pelo<br />
rizado hasta la cintura y los ojos del co-<br />
Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />
lor de la miel, se acercó a ella, sonriendo<br />
dulcemente. Era de estatura media<br />
y constitución pequeña, de apariencia<br />
delicada, y cuando se acercó, sus pasos<br />
eran pequeños y rítmicos, como si se<br />
moviera al son de la música que sonaba<br />
solamente en su cabeza.<br />
- Me quiero ir a mi casa -sollozó.<br />
- ¿No eres de por aquí?<br />
- No sé donde estoy.<br />
- Esto es Amel -dijo, abarcando todo a<br />
su alrededor con los brazos extendidos.<br />
- ¿Amel? ¿Amel, capital del reino de<br />
Guinna?<br />
- Sí, claro... ¿Y tú de dónde eres?<br />
La chica se acercó más y la agarró del<br />
brazo con suavidad y tiró de Aurora<br />
hacia sí. Luego la obligó a caminar y la<br />
condujo por diferentes calles y callejones<br />
repletos a rebosar de gente.<br />
- Yo soy Dahlia Ma-Ze, encantada<br />
-añadió cuando vio que estaba demasiado<br />
asustada como para contestar.<br />
Se mordió el labio inferior y se enjugó<br />
las lágrimas con el dorso de la mano.<br />
- Yo soy de Ímila. Me llamo Aurora.<br />
Dahlia se detuvo frente a una casita<br />
de dos pisos de madera, anexa a una<br />
sastrería, donde se exponían telas y tejidos<br />
ostentosos y exóticos, lujosos, espléndidos<br />
y radiantes.<br />
- ¿Aurora? ¡Como la princesa de Ímila!<br />
15
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
16<br />
POR J. R. PLANA<br />
Las chicas de Joe<br />
Joe tiene las mejores chicas de la ciudad. Y también las más peligrosas.<br />
La puerta se abre, dejando pasar un<br />
fino rayo de luz que ilumina brevemente<br />
el local. Una figura baja y ancha entra<br />
con parsimonia, observando el ambiente<br />
del interior. El sitio está en penumbra,<br />
alumbrado únicamente por los fluorescentes<br />
de la barra y los focos rojos que<br />
apuntan a las bailarinas. Dispersos por<br />
la sala hay varios hombres, manchas<br />
negras cuyos rostros se encienden de<br />
cuando en cuando con el brillo de un cigarro.<br />
En los escenarios, agarradas a barras<br />
de acero, un par de chicas animan<br />
sin mucha gana al personal. Es pronto,<br />
y lo más duro está aún por llegar.<br />
El hombre de la puerta se dirige a<br />
paso cansino hacia el camarero y dueño<br />
del local, Joe Scruber, un tipo de edad<br />
indefinida que siempre ha estado igual<br />
de delgado, igual de calvo e igual de<br />
arrugado. Por el camino se relame al<br />
pasar junto a una de las chicas, que le<br />
provoca al son de la música.<br />
- Diablos, Joe, Gina es todo un bombón<br />
–dice dejando caer su enorme trasero<br />
sobre uno de los taburetes-. Uno no<br />
se cansa de mirarla.<br />
Roger Slobber es un hombre de negocios<br />
local. Gordo y violento, se hizo<br />
un hueco a puñetazos en la pequeña<br />
ciudad cuando llegó desde el norte del<br />
país quince años atrás. Ahora dirige un<br />
negocio de importación y exportación<br />
al tiempo que controla varios chanchullos<br />
de mercancías ilegales.<br />
- Sí, es una buena chica –contesta Joe,<br />
bebiendo un trago corto de algo que parece<br />
whisky-. Y una buena inversión.<br />
- Ya lo creo. Anda, viejo, ponme lo de<br />
siempre. -Roger deja resbalar la vista<br />
por el local mientras Joe saca una botella<br />
de debajo de la barra-. Si me aceptas
un consejo, Joe, no dejaría fumar aquí a<br />
esos capullos. Como te pille alguno de<br />
los polis de Hayes te va a caer una buena,<br />
créeme. Te cerrarán el local.<br />
- ¿Y qué quieres que haga? El único<br />
motivo de que esto se me llene por las<br />
noches son las chicas y el tabaco. –Pone<br />
un vaso vacío sobre la barra y deja caer<br />
un largo chorro de la botella que tiene<br />
en la mano-. Si les quito lo segundo se<br />
irán seguro al garito de Billy Raimi.<br />
- Billy es un capullo, pone demasiada<br />
agua en la bebida. ¿Por qué iban a ir<br />
allí? –Roger pega un buen trago.<br />
- Está más cerca. Y además deja que la<br />
clientela se pase un poco con sus chicas.<br />
- Bah, las tuyas están mejor. –Roger se<br />
pone de espaldas a Joe, con los codos en<br />
la barra-. ¿Y esa? ¿Es nueva? –pregunta<br />
señalando con el vaso a uno de los escenarios.<br />
- Sí, llegó la semana pasada. Se hace<br />
llamar Samara. Es muy joven, dice que<br />
tiene veintidós pero sé que me miente.<br />
–Joe se encoge de hombros-. Lo cierto es<br />
que me da igual, se mueve muy bien ahí<br />
arriba. Y no hablo solo del escenario.<br />
- Y además tiene un cuerpo de infarto.<br />
¿No te dará problemas?<br />
- Nunca se sabe, pero parece fiable. Y<br />
si te refieres a su edad, no está registrada<br />
en la base de la poli y tampoco tiene<br />
licencia de conducir, así que no creo que<br />
lo podamos saber.<br />
Samara, sin dejar de bailar, dirige su<br />
mirada hacia los dos hombres, como si<br />
pudiera oírlos. Es rubia, de pelo moreno<br />
y rizado, y cuelga de la pole como si<br />
hubiera nacido para ello. Los hombres<br />
de alrededor la miran con la boca abierta,<br />
incapaces de apartar la mirada de su<br />
cuerpo semidesnudo, joven y voluptuoso.<br />
J. R. Plana - LAS CHICAS DE JOE<br />
- La chiquilla promete –dice Roger sin<br />
quitarle los ojos de encima-. ¿Me la dejas<br />
ver de cerca cuando acabe?<br />
- Si me pagas, sí.<br />
- Maldito viejo avaro… Aún está por<br />
llegar el día que me invites a algo.<br />
- Y seguirás esperando. Si quieres caridad<br />
vete a la parroquia.<br />
Roger suelta una carcajada y se gira<br />
de nuevo hacia la barra.<br />
- Basta de cháchara, Joe, hablemos de<br />
negocios. Qué pasa con el envío que te<br />
dije, ¿podrás repartirlo por aquí?<br />
- Estoy muy mayor para esas cosas,<br />
Roger. Tienes un montón de camellos<br />
jóvenes y ambiciosos deseando que un<br />
yonki con mono les meta una bala en la<br />
cabeza, ¿para qué me quieres a mí?<br />
- Confianza, Joe. Confianza y reputación.<br />
Es la base del negocio. Te conozco<br />
de hace mucho tiempo y funcionas<br />
bien, la gente te respeta, saben que no<br />
les vas a engañar. Antes te comprarán a<br />
ti que a cualquiera de los chavales de las<br />
calles. Además ellos tratan de engañarme.<br />
Se piensan que no lo sé, que soy un<br />
gordo idiota, pero lo cierto es que estoy<br />
esperando para ajustarles las cuentas.<br />
- No puedes seguir así, vas a acabar<br />
mal.<br />
- Joe, te lo he dicho mil veces: en nuestro<br />
mundo, la violencia es la base del<br />
respeto.<br />
- Sabes que no estoy de acuerdo, hay<br />
otras formas de hacer las cosas.<br />
Roger bufa con desagrado.<br />
- Sí, claro. Así de bien me fue con Julie<br />
y Sara.<br />
- Con Julie y Sara hubo errores por<br />
ambas partes, pero has de reconocer<br />
que no supiste hacerlo bien.<br />
- Joder, ¿me lo vas a estar recordando<br />
toda la vida? Julie fue una puta des-<br />
17
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
18<br />
agradecida conmigo y se merecía lo que<br />
le pasó. Punto.<br />
- ¡Por todos los santos, Roger, era tu<br />
mujer! ¡Y la mataste! Lo único que hizo<br />
fue pedirte el divorcio. Te excediste,<br />
¿Cuándo lo vas a reconocer? –El gordo<br />
hombretón baja la mirada hacia su vaso,<br />
casi avergonzado-. Y la pobre Sara… La<br />
dejaste huérfana y en la calle. Así no se<br />
hacen las cosas.<br />
- No era hija mía. Que se hubiera marchado<br />
con el motero borracho, que para<br />
algo es su padre.<br />
- Mira, dejémoslo –suspira-. Volviendo<br />
al otro tema, en serio, Roger, no<br />
quiero más líos. Ya bastante tengo con<br />
cuidar de mis chicas.<br />
- Joder, ya te he dicho que la gente<br />
te respeta, te tienen miedo. Llevas aquí<br />
toda la vida, estabas antes de que llegaran<br />
los mejicanos, incluso antes de que<br />
aparecieran los putos irlandeses. Conoces<br />
a todo el mundo, nadie se atreverá a<br />
darte problemas.<br />
Joe sostiene la mirada a Roger durante<br />
unos segundos. El ruido de la puerta<br />
abriéndose le hace romper el contacto<br />
visual para echar un ojo por encima de<br />
su amigo. El viejo maldice.<br />
- Intenta explicárselo a esos –dice Joe<br />
señalando a la puerta con la cabeza-.<br />
Los jóvenes no temen a los viejos, no<br />
respetan a nadie.<br />
Roger se gira a medias, mirando por<br />
encima del hombro. Al local acaban de<br />
entrar cuatro tipos. Son jóvenes y fuertes,<br />
y destilan imprudencia. Se pasean<br />
por allí como si fueran los reyes del<br />
mambo, entre risas y empujones, acercándose<br />
a las chicas y haciendo apartarse<br />
a los hombres solitarios que estaban<br />
antes de ellos.<br />
- Esos mierdas me espantan a la clien-<br />
tela, Roger.<br />
Uno de ellos señala a Samara y todos<br />
se sientan alrededor de su escenario.<br />
Los chicos empiezan a jalearla, acercando<br />
las manos más de lo debido. Dan voces<br />
y se animan los unos a los otros.<br />
- ¿Te vas a quedar ahí quieto? –pregunta<br />
Roger.<br />
- Mientras no se pasen, sí. Son jóvenes<br />
y están borrachos, no quiero tener<br />
problemas. Cielo santo, si ni siquiera<br />
son las once, no son horas de andar con<br />
peleas.<br />
Roger se gira de nuevo hacia ellos,<br />
no muy satisfecho con la decisión de<br />
Joe. Los chicos comienzan a gritar, cada<br />
vez más alto. A uno de ellos se le sube<br />
la euforia a la cabeza y decide que es<br />
una buena idea subir al escenario junto<br />
a Samara. Ella trata de pararle dándole<br />
un empujón, pero el tipo hace oídos sordos<br />
y la agarra, atrayéndola hacia él y<br />
empezando a bailar moviendo las caderas.<br />
Pensará que no hay mujer que se le<br />
resista, y menos una puta. O eso cree él.<br />
Unas manos lo agarran por los hombros<br />
separándolo de Samara. Antes<br />
de que tenga tiempo de reaccionar, un<br />
grueso puño se estrella contra su cara,<br />
partiéndole la nariz e hinchándole los<br />
morros.<br />
- No se toca sin permiso a las chicas<br />
de Joe.<br />
Roger aporrea con fiereza la cabeza<br />
del muchacho. Alterna puñetazos en<br />
la cara con un par en el estómago, y<br />
acaba lanzándolo contra sus amigotes,<br />
que ya hacen amago de subir. Uno de<br />
ellos consigue esquivarlo y llega hasta<br />
Roger blandiendo una navaja automática.<br />
Lanza un tajo, dos, y luego trata de<br />
pincharle. Roger, en contra de lo que<br />
pueda parecer por su tamaño, se mueve
con soltura, esquivando las cuchilladas<br />
antes de que le rocen. El joven se aplica,<br />
furioso porque un maldito obeso pueda<br />
plantarle cara. Hace un par de amagos y<br />
se lanza contra su enemigo con la navaja<br />
por delante en lo que en esgrima se llamaría<br />
una estocada a fondo. Roger, que<br />
es perro viejo y de navajas se las sabe<br />
casi todas, aparta la panza en el último<br />
momento, aprovechando su volumen<br />
para pegarse al muchacho y bloquear<br />
cualquier modificación del rumbo que<br />
pretenda hacer. Con una mano le agarra<br />
el mango del cuchillo y con la otra<br />
le coge del cuello. Tiene muchas formas<br />
de acabar con la pelea, pero ese día se<br />
siente salvaje y opta por barrer al joven<br />
y estamparle de bocas contra el suelo.<br />
De una patada le quita el cuchillo de la<br />
mano y con un par más en la cabeza le<br />
disuade de seguir peleando.<br />
Por otra parte, el resto de sus amigos<br />
ya se han recuperado del batacazo, y<br />
mientras dos tratan de despertar al muchacho<br />
que les ha caído encima, otro se<br />
sube junto a Roger mientras saca un pequeño<br />
revólver de cañón corto.<br />
- Mejor no, hijo. Deja la pistola –dice<br />
Roger.<br />
- Te voy a matar joputa –le suelta el<br />
otro.<br />
- No empeores las cosas –trata de convencerle-.<br />
Suelta el arma, recoge a tu<br />
amigo e iros de aquí.<br />
- ¡Y una mierda!<br />
Todo pasa en centésimas de segundo.<br />
El chico alza la pistola para apuntar<br />
a Roger, éste echa mano debajo de su<br />
chaqueta y un poderoso estruendo hace<br />
volar por los aires medio brazo del muchacho,<br />
con pistola incluida.<br />
- ¡Nada de armas en mi local! ¡Lo dice<br />
claramente en la puerta!<br />
J. R. Plana - LAS CHICAS DE JOE<br />
Joe apunta su escopeta por encima de<br />
la barra. No le gusta hacerlo, pero cuando<br />
el tema se pone feo no queda más<br />
remedio.<br />
Roger, medio encogido por el susto,<br />
se recompone y termina de desenfundar<br />
su arma.<br />
- ¡Vamos! ¡Largo de aquí! –dice apuntándoles.<br />
Los chicos han perdido el color. Sin<br />
decir ni mu, recogen el brazo y se llevan<br />
en volandas al del revólver, que está<br />
completamente inconsciente.<br />
Joe suspira, guarda la escopeta y se<br />
pierde en una puerta al lado de la barra.<br />
- ¿Estás bien, Samara? –pregunta Roger.<br />
- Creo que sí.<br />
- Genial. ¿Y los demás? ¿Todos bien?<br />
Los clientes, aún con los ojos muy<br />
abiertos, asienten al unísono. Roger baja<br />
del escenario y Joe sale con una fregona<br />
en la mano.<br />
- La casa invita a una ronda por las<br />
molestias–grita-. Y a ti te tendría que<br />
dar un tiro en el culo, por gilipollas –le<br />
dice a Roger acercándose con el cubo-.<br />
Mira en lo que hemos acabado.<br />
- Eh, Joe, no seas injusto -contesta<br />
Samara-. Me estaban molestando y Roger<br />
les ha bajado los humos.<br />
- Le duele más tener que invitar que<br />
haber arrancado el brazo de ese capullo<br />
–se ríe Roger-. Samara, ¿seguro que te<br />
encuentras bien?<br />
La chica está un poco pálida y no parece<br />
muy estable.<br />
- Se mueve todo un poco –dice Samara-,<br />
pero creo que estoy bien.<br />
- Venga, Joe –dice Roger-, deja que la<br />
chica descanse un rato.<br />
- Está bien –dice Joe refunfuñando-.<br />
Súbete, échate agua a la cara y te tum-<br />
19
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
20<br />
bas hasta que se te pase. Tienes suerte<br />
que haya poca gente aún, si no…<br />
- Bah, no hagas caso al viejo. Nunca le<br />
ha gustado fregar sangre. Ven, te acompañaré<br />
arriba.<br />
Roger coge a Samara del brazo y se<br />
alejan juntos hacia las escaleras.<br />
- Bueno, Samara, aún no nos han presentado.<br />
Yo soy Roger Slobber.<br />
- Samara Vines, encantada.<br />
- ¿Qué te trae por la ciudad, Samara?<br />
La chica mira hacia abajo, fingiendo<br />
que se concentra en subir los peldaños.<br />
El pelo le cae, ocultando su cara a la mirada<br />
de Roger.<br />
- Nada en especial… Deambulaba por<br />
el estado y este sitio me pareció lo suficientemente<br />
bueno para quedarme un<br />
tiempo.<br />
Roger mira a la chica con suspicacia.<br />
Es bueno pillando a los mentirosos, y<br />
sabe que esta jovencita le está ocultando<br />
algo.<br />
- ¿No tienes familia o algún novio?<br />
¿Alguien que cuide de ti?<br />
- Qué va. –La chica levanta la vista-.<br />
Mis padres murieron y no tengo ningún<br />
familiar cercano. Creo que había una tía<br />
lejana por Mississippi, pero nunca la he<br />
conocido. Y de novios prefiero no hablar…<br />
- ¿Los chicos te dan problemas?<br />
- El último sobre todo. –Samara se<br />
pasa el pelo por detrás de la oreja-. Creo<br />
que él tiene la culpa de que esté aquí.<br />
- Está bien, tú no te preocupes. Ahora<br />
tienes a Joe, él cuidará de ti. –El hombre<br />
pone su mano sobre la de la chica, dándola<br />
un ligero apretón-. Y yo también<br />
cuidaré de ti. No dejaremos que te pase<br />
nada.<br />
Samara sonríe, tímida, y vuelve a mirar<br />
al suelo. Agarrados del brazo reco-<br />
rren los últimos metros hasta llegar a la<br />
habitación que tiene asignada Samara.<br />
Ella no duerme allí, únicamente la usa<br />
para atender a los clientes. Aún así la<br />
tiene pulcramente ordenada e incluso<br />
ha puesto un cuadro de arte moderno,<br />
una pequeña maceta y unas cortinas rojas<br />
en la ventana que da a la calle.<br />
- Vaya, la has puesto bien bonita –se<br />
sorprende Roger.<br />
- Gracias. -Los dos se miran. La luz<br />
suave, que tiene un ligero tono rojizo,<br />
les crea sombras marcadas en la cara-.<br />
Voy a echarme agua al baño, siéntate<br />
mientras en la cama si quieres.<br />
- De acuerdo.<br />
Roger se deja caer a los pies de la<br />
cama mientras la chica desaparece por<br />
la puerta junto a la ventana. La cama<br />
está cubierta únicamente por las sábanas,<br />
y le llama la atención ver que son<br />
suaves y están limpias. Lleva mucho<br />
tiempo viniendo al local de Joe y no recuerda<br />
haber visto nunca unas sábanas<br />
en condiciones.<br />
- Oye, Samara –pregunta en voz alta-<br />
. ¿Las sábanas las has puesto tú o son<br />
cosa de Joe?<br />
- Las compró él –la oye decir desde el<br />
baño.<br />
- Pues son muy buenas.<br />
La puerta del baño se abre y aparece<br />
Samara. Se ha quitado su ropa de bailarina<br />
y se ha dejado una pieza de sugerente<br />
lencería que haría aplaudir a cualquier<br />
hombre.<br />
- Son un capricho. Un regalito de Joe<br />
para mí –contesta.<br />
- Joder… -dice Roger boquiabierto.<br />
No está acostumbrado a que las chicas<br />
de allí vayan vestidas tan sensuales. La<br />
sutileza allí brilla por su ausencia, y Joe<br />
valora más un pecho al aire que un su
jetador de rejilla-. Madre mía, Samara,<br />
¿qué haces?<br />
La chica se mueve por la habitación<br />
con marcados bamboleos de cadera. Se<br />
acerca hasta una cómoda donde hay<br />
una mini cadena y pone música lo suficientemente<br />
alta como para que no les<br />
oigan desde afuera.<br />
- Ahí abajo me has salvado de esos<br />
orangutanes, y tengo que agradecértelo<br />
en condiciones –lo dice con la voz melosa-.<br />
¿Me vas a decir que no? -Llega hasta<br />
el hombre y lo empuja sobre la cama.<br />
- Vamos, Samara, no es necesario…<br />
- Sí que lo es. Sé que querías probarme.<br />
–Le besa en el lóbulo de la oreja-.<br />
Y no hagas mucho ruido, más vale que<br />
Joe no se entere.<br />
Roger intenta hablar de nuevo, pero<br />
ella le pone un dedo sobre la boca. Se<br />
sube a la cama y se queda de rodillas,<br />
con una pierna a cada lado, mientras<br />
desnuda lentamente a Roger. Él sonríe,<br />
pues, aunque pretenda serlo, no tiene<br />
nada de caballero, y que le cuelguen si<br />
no disfruta de esta ocasión. Samara le<br />
abre la camisa y recorre su abultado abdomen<br />
dándole besos. La mano se recrea<br />
con el botón del pantalón, jugando<br />
con él pero sin llegar a desabrocharlo.<br />
De repente, Samara se detiene.<br />
- Antes de seguir –dice mirando juguetona<br />
a Roger-, vamos a poner una<br />
regla.<br />
- Como quieras –contesta él sonriendo<br />
como un idiota.<br />
- Nada de tocar –coge unas esposas<br />
del cajón de la mesilla y añade-: al menos<br />
tú.<br />
La sonrisa de Roger se ensancha por<br />
toda su cara. Le ha dado en el punto flojo,<br />
siente debilidad por los juegos con<br />
las manos atadas.<br />
J. R. Plana - LAS CHICAS DE JOE<br />
- Te lo ha dicho Gina, ¿verdad? –pregunta-.<br />
Ella sabe que me encantan.<br />
- Ah… Secreto profesional. Venga,<br />
sube las manos.<br />
La cama tiene un cabecero de barrotes<br />
de metal. Roger pasa las manos entre<br />
dos de ellos y Samara le engancha las<br />
esposas y vuelve a ponerse a horcajadas<br />
sobre él.<br />
- Ahora sí que no me voy a ir. –La voz<br />
de Roger suena con un matiz lascivo.<br />
- Desde luego que no.<br />
Y tras decir esto, saca un chuchillo de<br />
la almohada y se lo clava en la garganta,<br />
justo en la nuez. Los ojos de Roger se<br />
abren y la sangre empieza a salir de su<br />
boca. Intenta gritar, pero entre el shock<br />
y el cuchillo no emite más que gimoteos<br />
que quedan apagados por la música.<br />
La sangre empieza a manchar todo.<br />
- Gordo cabrón –dice Samara-. Llevo<br />
planeando esto tanto tiempo. No tenía<br />
que ser así, pero no me has dejado otra<br />
opción.<br />
Roger sacude las piernas, se agita sobre<br />
la cama. Pero eso de nada le sirve,<br />
sólo le proporciona más dolor. Mientras,<br />
Samara se enciende un cigarrillo.<br />
- El plan era que los idiotas de antes<br />
acabaran contigo con el pretexto de una<br />
pelea. Yo los contraté. Pero ya ves, eran<br />
una panda de inútiles. –Exhala el humo<br />
hacia la cara de Roger-. Les está bien<br />
merecido.<br />
El hombre empieza a mostrar signos<br />
de debilidad, cada vez se mueve menos<br />
y casi ni puede respirar. Samara le mira<br />
con la cabeza inclinada.<br />
- Aún no me has reconocido, ¿verdad?<br />
–Niega, enfadada-. Tantos años de<br />
borracheras y putas te han vuelto aún<br />
más tonto que antes. Aunque, claro, por<br />
aquel entonces sólo tenías tiempo para<br />
21
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
22<br />
las piernas de mi madre, yo no te importaba<br />
ni medio cojón de mono.<br />
Una luz se enciende en los mortecinos<br />
ojos de Roger, un destello de reconocimiento<br />
de un rostro que creía olvidado.<br />
Luego, el terror se refleja en su rostro<br />
al saber que no va a escapar de allí con<br />
vida.<br />
- Ahora sí –asiente Samara-, ya sabes<br />
quién soy. Esta noche, por un momento,<br />
creí que me reconocerías. Pero luego<br />
me di cuenta de que sólo me estabas<br />
mirando el culo. Cerdo desgraciado. Da<br />
gracias por que tenga que irme rápido.<br />
Si por mí fuera, me pasaría aquí horas y<br />
horas, arrancándote cada capa de piel.<br />
Pero tengo prisa, he de salir antes de<br />
que Joe suba a ver qué pasa.<br />
Samara se levanta de la cama y comienza<br />
a vestirse. Se quita la lencería y<br />
se pone ropa interior cómoda y discreta.<br />
Después, unos pantalones holgados,<br />
una camiseta de tirantes y unas zapatillas<br />
de deporte. Del armario saca una<br />
bolsa de gimnasio medio llena, que cierra<br />
tras meter un par de prendas más.<br />
Se la cuelga al hombro y se acerca a la<br />
cama.<br />
- Bueno, Roger, me tengo que ir. Ha<br />
sido un placer volverte a ver. –Estira<br />
la mano y arranca con violencia el cuchillo.<br />
La sangre mana con más fuerza<br />
y salpica alrededor-. Esta es por mamá.<br />
Espero que lo esté disfrutando desde la<br />
tumba.<br />
La chica acuchilla a Roger una vez<br />
más. Se lo clava en el lado izquierdo,<br />
buscando el corazón. Dedica unos segundos<br />
más a mirar al que fue su padrastro,<br />
al maldito hijo de perra que<br />
convirtió su vida y la de su madre en un<br />
infierno, superando así a su verdadero<br />
padre. El charco de sangre se extiende,<br />
manchando las únicas sábanas nuevas<br />
y limpias del local de Joe. Una lástima.<br />
- Hasta la vista, Roger. Ojalá te pudras<br />
en el infierno.
Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />
Los ojos del dragón<br />
POR VÍCTOR M. YESTE<br />
Ser Gant, caballero de la Orden de los Siete Vientos, se dirige a Threstilian<br />
en busca de la gloria que le traería vencer a un dragón que aterroriza a la<br />
ciudad. Sin embargo, se enfrentará a algo incluso más terrible todavía.<br />
La armadura amenazaba con abatir<br />
sus hombros, como si un par de martillos<br />
lo empujaran hacia el suelo, vibrando,<br />
susurrando palabras de desánimo.<br />
Llevaba días sin despegarse del metal,<br />
pero no era su protección lo que ansiaba,<br />
sino el reconocimiento de quienes<br />
le veían al pasar. Era por ello que debía<br />
ser fuerte y mantenerse erguido, mostrando<br />
su superioridad.<br />
Los hombres alzaban sus manos a la<br />
frente, protegiendo su vista del incansable<br />
sol. Las doncellas reían con un<br />
nerviosismo palpable, admirando sus<br />
músculos, el fulgor en sus vestimentas,<br />
el tamaño de sus alforjas.<br />
Algunos vitoreaban su llegada, preguntaban<br />
su destino e incluso pedían<br />
su ayuda para sus problemas domésticos.<br />
Gant rio en su interior. Su espada<br />
no había sido forjada para arreglar los<br />
contratiempos del simple populacho.<br />
Los ignoraba. Levantaba la barbilla y<br />
proseguía su camino, con la vista fijada<br />
en el horizonte, allí donde el sendero se<br />
unía con el firmamento. En su mente<br />
sólo existían dos cosas: su próxima misión<br />
y la gloria que arrebataría a la misma<br />
muerte si la cumplía con éxito.<br />
Tantos días de viaje habían dado su<br />
fruto. Una luna entera desde que acabó<br />
con el líder de un grupo de mercenarios<br />
que había sembrado el terror en los<br />
bosques meridionales. Por fin había llegado<br />
a Threstilian, ciudad de nobles y<br />
mendigos. Urbe mercantil, con un puerto<br />
antaño memorable pero que ahora<br />
pocos barcos se atrevían a concurrir.<br />
Pues, según los rumores que corrían<br />
en todo el reino, era frecuentemente<br />
atacado por una criatura de inmensas<br />
proporciones y aun más grande longevidad.<br />
Se decía que, cuando los dioses<br />
crearon la sierra cercana, lo concibieron<br />
también a él para salvaguardarla. Otros<br />
jurarían que fue el castigo de un brujo<br />
muy poderoso cuando, eones atrás, fue<br />
rechazado por una princesa.<br />
Sea cual fuere la causa, la consecuencia<br />
la sufrían con demasiada asiduidad.<br />
O eso se juraba en las habladurías. Pero,<br />
como dicen las viejas, cuando el río suena…<br />
Cruzó con su caballo los portones de<br />
la muralla. Había un mercado a ambos<br />
lados de la calzada, pero todos callaron<br />
al ver su dorada armadura y su esbelto<br />
corcel. Gant no pudo obviar el aspecto<br />
de los lugareños: sucios, harapientos…<br />
incluso más asquerosos de lo que normalmente<br />
eran. Sin embargo, lo más<br />
preocupante era la mirada vacía de sus<br />
ojos, un fuego apagado cuyas cenizas<br />
levantaron alguna chispa con su presencia.<br />
Hizo avanzar a su caballo en un an-<br />
23
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
24<br />
dar pausado, dejando que todos los presentes<br />
admiraran su apariencia. Ignoró<br />
el nauseabundo olor de la plebe y, para<br />
evitar fruncir los labios, sonrio con confianza.<br />
Él era un caballero de la Orden de los<br />
Siete Vientos, curtido en batallas, famoso<br />
por sus gestas en todo territorio conocido<br />
por los dioses. Su espada, Esmeralda,<br />
había probado la sangre de trolls,<br />
quimeras y algún que otro incauto sin<br />
educación. Nadie rivalizaba con su destreza<br />
a la hora de manejar el arma.<br />
Ellos no lo sabían todavía, pero aquel<br />
que curaría los tormentos de sus almas<br />
había llegado.<br />
La trompeta sonó por la inmensa sala<br />
con cristaleras de dibujos cada cual más<br />
original. Todos mostraban escenas de<br />
batallas, la misma diadema en diferentes<br />
cabezas, liderando variados ejércitos<br />
hacia la guerra. Pero si algo llamó la<br />
atención del caballero fue, precisamente,<br />
la ausencia de monstruos y bestias.<br />
Quizá ya tenían suficiente con el que les<br />
visitaba a menudo como para ir pintando<br />
otros en sus vidrieras.<br />
Avanzó por el empedrado, acercándose<br />
a los asientos del fondo de la estancia,<br />
labrados en simple roble. Apreció poca<br />
ostentosidad y riqueza aun incluso en el<br />
salón de audiencias. Los ropajes de los<br />
consejeros del noble no destacaban ni<br />
en color ni en tejido. El mismo patricio,<br />
cuya barba canosa cubría gran parte de<br />
su pecho, tenía el dorado del oro sólo<br />
presente en la diadema, cuya forma no<br />
era igual a la de los ventanales.<br />
Una vez a una prudente distancia,<br />
Gant se detuvo y agachó ligeramente la<br />
cabeza.<br />
- Bienvenido, mi valiente caballero.<br />
Bienvenido la ciudad de Threstilian.<br />
- Agradezco su hospitalidad, mi señor<br />
Lemmat. He venido de tierras lejanas<br />
pues me han contado que precisáis<br />
una ayuda urgente.<br />
- Sí… así es. –Agachó la cabeza, apesadumbrado-.<br />
Urgente, aunque siglos<br />
han pasado desde que somos víctimas<br />
de una criatura infame, cuya sed de<br />
sangre parece no tener fin.<br />
- ¿Puedo preguntar de qué se trata?<br />
- Por supuesto. –Le observó fijamente<br />
el noble, como queriendo comprobar<br />
su reacción-. Un dragón. –Calló un<br />
momento y continuó-: Con el paso del<br />
tiempo cambia de color de piel, incluso<br />
de tamaño, según la comida de la que<br />
disponga o la época en la que se encuentre.<br />
Pero sigue acudiendo a nuestra<br />
ciudad, destruyendo nuestras cosechas.<br />
- ¡Un dragón! –exclamó a su vez Gant,<br />
arqueando las cejas.<br />
Nunca había visto una leyenda así<br />
hecha realidad. Su abuelo le había contado<br />
cuando era tan sólo un niño que,<br />
en tiempos ya olvidados, los dragones<br />
dominaban grandes porciones de tierra,<br />
matando a todo aquel que se acercara a<br />
sus dominios. Las leyendas decían que<br />
les encantaba reposar encima de tesoros<br />
inconmensurables. Riquezas robadas y<br />
almacenadas con la paciencia que sólo<br />
un ser vivo tiene cuando carece de una<br />
vejez mortal.<br />
Gant se llevó las manos a las caderas<br />
y sonrio. Afortunadamente para los<br />
hombres, con la constante mejora de las<br />
armas, era posible acabar con la vida de<br />
un dragón. Y eso era lo único que importaba<br />
ahora.<br />
Lemmat parpadeó con perplejidad al<br />
ver la sonrisa de éste y frunció el entrecejo.
- ¿Acaso no me creéis?<br />
- Por supuesto que sí, mi señor. Y es<br />
por ello que mi corazón palpita con gran<br />
alegría. ¡Pues por fin me enfrentaré a un<br />
enemigo merecedor de mi acero!<br />
Uno de los que se encontraban cerca<br />
del noble se adelantó al resto. Estaba<br />
ataviado con una armadura de acero,<br />
cota de malla, guardabrazos y guanteletes<br />
plateados.<br />
- Estamos cansados de supuestos héroes<br />
que aseguran poder acabar con<br />
cualquier mal. Todos los que han venido<br />
antes que tú han perecido como perros.<br />
¿Qué te hace pensar que hallarás el<br />
éxito allí donde otros no han encontrado<br />
más que la muerte?<br />
Gant rio con fuerza. Siempre la impertinencia.<br />
El mundo estaba lleno de<br />
gente que no sabía tener la lengua atada<br />
cuando más le convenía.<br />
- ¿Quién eres tú, que hablas cuando<br />
no se te ha dado permiso?<br />
- Ser Artim, capitán de la guardia de<br />
Threstilian.<br />
- Perdone a mi leal… -intentó excusarse<br />
el noble.<br />
- Oh, no se preocupe, mi señor. Y he<br />
de asumir -continuó Gant, acercándose<br />
un par de pasos –, que te crees el mejor<br />
espadachín de la ciudad, ¿no es así?<br />
Por un segundo ser Artim dudó pero,<br />
finalmente, asintió con complacencia.<br />
- Si no, Lord Lemmat no me habría<br />
otorgado tal puesto.<br />
- Entonces, me pregunto, oh, gran capitán,<br />
¿por qué, si tal es el dolor que sufre<br />
este lugar, no has tratado todavía de<br />
matar al dragón?<br />
- ¿Y qué te hace pensar que no lo he<br />
intentado? –inquirio Artim.<br />
- Porque, de ser así, estarías muerto y<br />
no importunando a los demás –contestó<br />
Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />
Gant, encogiéndose de hombros.<br />
El rostro de ser Artim se tornó del escarlata<br />
del vino.<br />
- ¡Mi señor, solicito la oportunidad de<br />
enseñarle modales a este desvergonzado!<br />
Lemmat, que hasta ese momento se<br />
había quedado callado, carraspeó y<br />
cambió la posición en la que estaba sentado.<br />
- Ser Artim, sabes bien que cada vez<br />
quedan menos aventureros que se atrevan<br />
a luchar contra la bestia. Si permito<br />
que…<br />
- Oh, no se preocupe, no le haré daño<br />
a su oficial –añadió Gant, sonriendo<br />
ampliamente-. Es más, si lo venzo, vendrá<br />
conmigo a matar al dragón.<br />
- Será un placer. ¿Y si eres tú el que<br />
pierde? –señaló Artim.<br />
- Si consigues vencerme –continuó<br />
el otro-, te daré mi espada, Esmeralda,<br />
lo que más aprecio en este mundo y mi<br />
compañera en todas mis hazañas.<br />
- ¡Lo segundo que más aprecias, querrás<br />
decir! –exclamó Artim.<br />
- ¿Y cuál crees que es la primera?<br />
- Tu vanidad.<br />
Gant entrecerró los ojos y, poniéndose<br />
serio, dirigió de nuevo la mirada al<br />
noble.<br />
- Si nos concede el permiso, demostraré<br />
mi valía y por qué debería confiar<br />
en mis cualidades y lo que ha escuchado<br />
sobre mí.<br />
Lemmat asintió con pesadez y se levantó.<br />
- Afuera, pues, y veamos si podemos<br />
sacar algo de provecho de esta desavenencia.<br />
–Agitó levemente la cabeza<br />
mientras bajaba los escalones y murmuró–:<br />
Al menos espero que sea divertido…<br />
25
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
26<br />
El viento soplaba con fuerza y las primeras<br />
gotas de una tempestad repiqueteaban<br />
en las armaduras de los dos contrincantes.<br />
A su alrededor los cercaban<br />
numerosos guardias formando un círculo,<br />
manteniendo a distancia a la muchedumbre<br />
curiosa que se estaba aglomerando<br />
en el patio de armas. Pues, por<br />
muy pobre que uno sea, siempre busca<br />
el entretenimiento. Y si incluye algo de<br />
sangre, todavía mejor.<br />
Gant desenvainó el arma y la alzó,<br />
mostrándola al público. Éste rugió con<br />
furor, llenando de adrenalina al caballero.<br />
Se encaró al capitán, quien lo observaba<br />
muy atentamente, y adoptó una<br />
posición defensiva.<br />
- Vamos, valiente, demuestra de lo<br />
que eres capaz –le dijo Gant, mordiéndose<br />
el labio inferior.<br />
Ser Artim gritó con furia y se abalanzó<br />
hacia su oponente. Los metales entrechocaron,<br />
lanzando chispas a su alrededor.<br />
El viento, el griterío de la multitud,<br />
todo sonido abandonó la mente de Gant<br />
y fue sustituido por un silencio interior.<br />
Gant se apartó a un lado, buscando<br />
desequilibrarlo aprovechando su embestida,<br />
pero Artim era un luchador<br />
bien instruido y, apoyándose en el pie<br />
contrario, se impulsó para dar una estocada<br />
a la rodilla.<br />
Gant saltó y la esquivó. Sin molestarse<br />
en contraatacar, dio un paso hacia atrás<br />
y esperó. Artim dio varios tajos a ambos<br />
lados, pero Gant los paró sin aparente<br />
esfuerzo. De esto pareció darse cuenta<br />
su rival, pues cambió velozmente de<br />
postura y trazó un arco con su espada<br />
hacia la cabeza de Gant.<br />
Éste contuvo la arremetida pero, en<br />
vez de esperar el acostumbrado giro y<br />
golpe de mango en la cabeza, avanzó<br />
un pie y le dio un rodillazo en la entrepierna<br />
a Artim.<br />
Éste aulló de dolor y se cayó de espaldas.<br />
- Sucio… rastrero… - musitó entre<br />
dientes.<br />
- Si eres lo suficientemente ingenuo<br />
como para creer que sólo puedes valerte<br />
de tu espada… mejor abandona y<br />
mantén algo de tu honor.<br />
Artim se incorporó y cogió la espada<br />
con ambas manos. Sin intercambiar más<br />
palabras, gritó y saltó hacia Gant, descargando<br />
un golpe con todas sus fuerzas.<br />
Éste dio un salto a un lado, dejando<br />
que su espada rozara la punta de la de<br />
su adversario, y dio un giro sobre sí,<br />
golpeando con el pomo del arma en la<br />
espalda de Artim. El perjudicado avanzó<br />
un par de pasos hacia adelante, recuperó<br />
el equilibrio y se dio la vuelta,<br />
jadeando.<br />
- La furia nubla tu juicio –le indicó<br />
Gant.<br />
- No necesito tus lecciones, forastero<br />
–le espetó Artim y escupió en el suelo,<br />
cerca de sus escarpes.<br />
Gant sacudió la cabeza y miró a los<br />
que presenciaban la lucha.<br />
- ¿Queréis que Esmeralda baile por<br />
fin?<br />
Un grito unánime le animó a ello.<br />
Gant sonrio e inspiró hondo. Señaló<br />
con la espada a su contrincante y corrio<br />
hacia él. Con movimientos más veloces<br />
que pegasos en plena huida, su acero<br />
cortó el aire y silbó una canción estremecedora.<br />
En un instante se encontraba<br />
intentando morder al enemigo en la<br />
pierna y al siguiente era el hombro con-
trario.<br />
Artim apenas podía parar los espadazos.<br />
Retrocedió hasta que careció del<br />
espacio suficiente para ello y, de improviso,<br />
descargó un puñetazo en el riñón<br />
a Gant. Aprovechó el momento de distracción<br />
para amagar el siguiente golpe<br />
y volver al centro del círculo.<br />
Gant gruñó, tocándose la zona dolorida.<br />
- Se acabó.<br />
Arremetió con saña, descargó varios<br />
tajos a ambos lados y, aprovechando<br />
uno hacia el lado izquierdo de la cabeza<br />
de Artim, dio una patada en la rodilla<br />
derecha de éste. El capitán se arrodilló<br />
con la espada en alto.<br />
Gant dio un sablazo en su arma, rodeó<br />
a su rival y posó el filo en el cuello<br />
de Artim. Un hilillo de sangre comenzó<br />
a emerger del lugar donde apretaba su<br />
piel.<br />
- Dime una razón por la que no debería<br />
acabar con tu vida –murmuró Gant.<br />
- El… acuerdo… -consiguió articular<br />
Artim.<br />
Gant frunció el ceño. Miró a su alrededor,<br />
volviendo a ser consciente del<br />
lugar y el público que los rodeaba. Suspiró<br />
y apartó el arma con presteza.<br />
Los aplausos y los gritos de alegría<br />
no se hicieron esperar. Saludó a algunos<br />
aldeanos al azar, hizo una reverencia<br />
y giró la cabeza hacia su contrincante,<br />
quien seguía arrodillado.<br />
- Veremos si eres capaz de ser de alguna<br />
utilidad frente a una criatura milenaria.<br />
Aunque sea de distracción…<br />
-le murmuró, y se alejó en dirección de<br />
Lord Lemmat.<br />
Se sentó en la silla situada a la derecha<br />
del noble y observó las vituallas<br />
Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />
que ocupaban los numerosos platos.<br />
Lemmat pareció notar su mirada, pues<br />
inclinó la cabeza y susurró:<br />
- Perdonad la humildad de nuestro<br />
banquete, Ser Gant. –Cogió un trozo de<br />
carne y se lo llevó a la boca -. Debe comprender<br />
que nuestra persistente lucha<br />
contra unos más que constantes ataques<br />
incendiarios no permiten que aumente<br />
nuestro tesoro.<br />
- Eso no impedirá que, cuando acabe<br />
con el animal, reciba una recompensa<br />
interesante, ¿no?<br />
- Por supuesto, y nuestro agradecimiento<br />
de por vida.<br />
Siguieron comiendo durante unos<br />
instantes, cada uno sumido en sus propios<br />
pensamientos mientras el resto de<br />
comensales conversaban. El tema más<br />
recurrido era, por supuesto, el duelo<br />
que se había producido no hacía más<br />
que una hora.<br />
- ¿Por qué no se van a un lugar menos…<br />
peligroso? –preguntó él, reprimiendo<br />
una palabra que bien podría<br />
haber parecido insultante.<br />
- Es la tierra de mis ancestros –le explicó<br />
Lemmat, arqueando las cejas-. Si<br />
la abandonara a su suerte, mis antepasados<br />
se levantarían de sus tumbas y<br />
me maldecirían de por vida.<br />
“Como si no lo estuvieras ya”, pensó<br />
Gant, bebiendo algo de vino. Sus ojos se<br />
cruzaron con los de Ser Artim, que se<br />
encontraba a varios asientos de distancia.<br />
- Su mujer y su hijo murieron en el<br />
último embate de la bestia –comentó el<br />
Lord.<br />
- ¿Disculpe?<br />
- Ser Artim. Perdió a toda su familia<br />
la última vez que el dragón salió de su<br />
guarida. Me pidió que le permitiera dar<br />
27
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
28<br />
un final decente a su vida intentando<br />
matarlo. –Se detuvo un momento para<br />
echarse guisantes de un cuenco cercano-.<br />
No se lo concedí. Tiene muchos<br />
años por delante, y siempre ha sido un<br />
buen oficial.<br />
- Comprendo… pero un trato es un<br />
trato. Si se negara ahora, dañaría su honor.<br />
- Lo sé – admitió Lemmat con voz<br />
grave-. Lo sé…<br />
Pese a la ausencia de exquisiteces, todos<br />
cenaron hasta que no pudieron almacenar<br />
nada más en el estómago.<br />
- Lord Lemmat, ¿me permitiría decir<br />
unas cuantas palabras para dar por finalizada<br />
la velada?<br />
Éste asintió, por lo que Gant se levantó<br />
y pidió silencio a los presentes.<br />
- Señores, deben saber que sus días<br />
de hastío han finalizado. Desde que fui<br />
nombrado caballero, nunca he sido derrotado<br />
y mañana no será la primera<br />
vez. –Sonrio y se cruzó de brazos-. Me<br />
encargaré de vuestro dragón y os traeré<br />
su cabeza. ¡Mañana será un día que pasará<br />
a la historia, lo prometo!<br />
Todos arrancaron en un aplauso entusiasta<br />
y lo vitorearon. Todos menos<br />
uno. Ser Artim bajó la mirada a su plato<br />
y siguió comiendo, como si nada hubiera<br />
ocurrido.<br />
Gant y Artim salieron del establo<br />
montando a caballo. Cuando tomaron<br />
el camino que iba hacia la salida de la<br />
urbe, mucha gente se reunió a ambos<br />
lados y los animaron en un clamor que<br />
llenó el corazón de Gant.<br />
- ¡No temáis más, pues en mi retorno<br />
ya nunca tendréis que pasar penurias!<br />
–exclamó.<br />
Una señora se acercó a su montura<br />
cuando pasaba a su lado.<br />
- Por favor, mi señor, acepte esta hogaza<br />
de pan y estas manzanas para el<br />
viaje –le dijo, mostrándole una bolsita<br />
de piel-. Ojalá tengáis suerte en vuestra<br />
empresa.<br />
- Gracias, ponla en esta alforja –le señaló<br />
Gant, sin mirarla ni dejar de saludar<br />
a los ciudadanos.<br />
“Como si fuera a probar la basura a la<br />
que la plebe llama comida…”, se jactó<br />
en su interior.<br />
- Ser Gant, no debería haberle aceptado<br />
la ofrenda –le dijo Artim un poco<br />
después-. Quizá se haya quedado sin<br />
más para todo el día.<br />
- ¿Y que parezca un desagradecido?<br />
No cuestiones mi comportamiento, ignorante,<br />
pues nada sabes de cómo tratar<br />
al populacho.<br />
- Yo mismo pertenezco a él, pese a mi<br />
título– replicó con odio Artim.<br />
Gant se rio con fuerza y saludó un<br />
poco más. Cuando vio que ya había<br />
cumplido con su labor, levantó al caballo<br />
por las patas delanteras, desenvainó<br />
a Esmeralda y galopó hacia la entrada<br />
de Threstilian. Oyó los cascos de su<br />
compañero un poco atrás y supo que,<br />
pese a su reticencia, le había seguido en<br />
su espectacular salida.<br />
Envainó la espada y fijó su mirada al<br />
frente, en la montaña en la que vivía el<br />
supuesto monstruo. Ahora comenzaba<br />
el juego de verdad.<br />
Subieron por pendientes cada vez<br />
más empinadas durante horas y horas<br />
hasta que los caballos no pudieron<br />
avanzar más. Cuando su jadeo se volvió<br />
peligrosamente estridente, los ataron a<br />
un par de árboles y Artim empezó a coger<br />
sus pertenencias.
- Está oscureciendo –advirtió Gant,<br />
observando el horizonte que asomaba<br />
por encima de una arboleda cercana-.<br />
Aprovecharemos para montar el campamento<br />
y seguiremos mañana.<br />
- Apenas nos falta un rato de cabalgada<br />
más. ¿Por qué no atacamos de noche?<br />
- ¿Quieres luchar contra una fiera gigantesca,<br />
habituada a la oscuridad de<br />
su gruta, con sólo el resplandor de la<br />
Luna de tu lado? –inquirio Gant con un<br />
resoplido-. Adelante. De todas formas<br />
no te necesito.<br />
Artim no contestó, pero sacó un par<br />
de mantas e improvisó un lecho encima<br />
de varios matorrales. Gant sonrio,<br />
moviendo la cabeza de un lado a otro, e<br />
hizo lo mismo. Cuando hubo acabado,<br />
se acostó y contempló las estrellas, el<br />
mejor techo para un aventurero.<br />
- ¿Por qué le das una importancia tan<br />
extrema a la gloria, Gant?<br />
- Porque hasta que averigüe el secreto<br />
de la inmortalidad, si es que existe… al<br />
menos me aseguraré de que me recuerden<br />
muchos años después de mi muerte.<br />
Artim se quedó callado, observando<br />
con mirada ausente el olivo al que había<br />
atado su montura.<br />
- Hay otras maneras… -murmuró-.<br />
Tener una familia, perdurar en el tiempo<br />
a través de tu descendencia…<br />
- Sí, como que a ti te ha servido de<br />
mucho –se jactó Gant.<br />
Al instante supo que se había pasado<br />
de la raya. Artim se dio la vuelta y no<br />
volvió a hablar.<br />
- Lo que quiero decir es que… la familia<br />
puede morir, abandonarte, desaparecer…<br />
pueden robártela incluso<br />
–continuó-. Y aunque tengas hijos, nie-<br />
Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />
tos… ¿acaso te acuerdas del nombre del<br />
abuelo de tu abuelo? –Calló un momento,<br />
y prosiguió-: No, mi vida no habrá<br />
pasado en balde. No lo permitiré.<br />
Sólo el silencio, ocasionalmente roto<br />
por el zarandeo de las ramas al son del<br />
viento, contestó a su declaración de intenciones.<br />
Artim siguió de espaldas a<br />
su compañero, pero a Gant no le importó.<br />
No necesitaba su beneplácito para<br />
aquello a lo que había jurado dedicar su<br />
vida desde que no era más que un simple<br />
escudero.<br />
Dio una suave patada en el costado<br />
de Artim. La luz del Sol hacia un rato<br />
que iluminaba aquellos parajes y los caballos<br />
habían tenido toda la noche para<br />
reparar su extenuación.<br />
- Vamos, gandul, levántate de una<br />
vez o me iré sin ti.<br />
Artim gruñó, estiró los brazos y se levantó.<br />
Al sacar los víveres para comer<br />
un frugal desayuno, éste eligió comer<br />
los que la campesina les había regalado<br />
en Threstilian. Gant, en cambio, devoró<br />
los que les habían dado en el castillo de<br />
Lord Lemmat.<br />
Una vez acabaron, retomaron la marcha<br />
y se dirigieron a una abertura en la<br />
roca gigantesca. A distancia no parecía<br />
tener una forma natural, algo que confirmaron<br />
cuando pudieron observarla<br />
de cerca. La piedra era tan negra como<br />
el carbón, lo cual indicaba que había<br />
sido abierta eones atrás con fuego.<br />
Y sólo un fuego era capaz de vencer<br />
a la roca de esa manera: el espirado por<br />
un dragón.<br />
Artim se detuvo, contemplando con<br />
el corazón encogido tamaño espectáculo.<br />
- ¿Pensando en echarte atrás? –se bur-<br />
29
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
30<br />
ló Gant, girando el caballo hacia él.<br />
- Nunca. –El semblante del otro caballero<br />
retomó su seriedad.<br />
Bajaron a tierra y sujetaron los caballos<br />
a unos árboles en un recodo del camino.<br />
Desenvainaron las espadas y se<br />
asomaron a la cavidad. Se prolongaba<br />
hasta sumergirse en una oscuridad que<br />
no presagiaba nada bueno.<br />
Se dieron la señal y entraron corriendo,<br />
escondiéndose cada cierto intervalo<br />
de tiempo en los peñascos que sobresalían<br />
del irregular suelo. Conforme<br />
avanzaban, la temperatura ambiental<br />
subía a marchas forzadas, provocando<br />
regueros de sudor que sobrepasaban<br />
sus cejas.<br />
Cuando el calor que acusaban amenazaba<br />
con hacerse insoportable, vislumbraron<br />
una luz titilante en la pared de<br />
un recodo. Se aproximaron de puntillas<br />
y asomaron con cuidado la cabeza por<br />
el borde del orificio.<br />
Las paredes de la cueva a la que daba<br />
estaban repletas de madera ardiendo.<br />
Las sombras que arrojaban los incontables<br />
fuegos se unían las unas con las<br />
otras formando una amalgama de escenas<br />
inconexas y horripilantes. Destacando<br />
entre los colores agrestes de las<br />
vetas de minerales pudieron contemplar<br />
maravillados la piel de un gigantesco<br />
dragón. Las escamas brillaban y<br />
refulgían aparentando una luz propia.<br />
La criatura no se movió ni hizo señal<br />
de haberse percatado de su presencia.<br />
Estaba enroscado sobre sí mismo cual<br />
serpiente, con las alas plegadas por encima<br />
de su cuerpo. Gant entrecerró los<br />
ojos y se fijó en el suelo en el que se posaba.<br />
No había tesoro. El único dorado de<br />
la estancia era el del fuego, demostran-<br />
do que esa leyenda no era cierta. A Gant<br />
no le sorprendió. Muchas de ellas no lo<br />
eran. Es más, varias de sus gestas se las<br />
había inventado él mismo.<br />
Hizo un gesto a Artim y se fueron<br />
acercando paso a paso al monstruo. Un<br />
ataque rápido y certero y Gant conseguiría<br />
una gloria que narraría con detalles<br />
excepcionales.<br />
CRACK.<br />
Artim pisó una ramita que había en el<br />
suelo y unos colosales ojos se abrieron<br />
de par en par. Las pupilas del dragón<br />
se posaron en los visitantes, quienes se<br />
detuvieron, paralizados.<br />
Acto seguido, abrio las fauces y una<br />
llamarada salió disparada hacia los dos,<br />
que se echaron cada uno a un lado y la<br />
evitaron por los pelos.<br />
- ¡Ríndete, bestia inmunda! –bramó<br />
Gant corriendo hacia él, espada en<br />
mano.<br />
Antes de que se acercara, el dragón<br />
le lanzó otra llamarada y tuvo que tirarse<br />
a un lado. Artim aprovechó para<br />
aproximarse todavía más y lanzó un<br />
tajo a su pata, pero el dragón la paró de<br />
un zarpazo, abriendo una profunda herida<br />
en su brazo.<br />
El reptil rugió con furia y desplegó<br />
sus alas, que cubrieron la gruta de lado<br />
a lado. Gant tomó carrerilla, saltó encima<br />
de un canto rodado y se propulsó<br />
contra una de sus alas, rasgándola con<br />
la espada de arriba a abajo, pero sin<br />
conseguir atravesarla. Tal era la dureza<br />
de su piel.<br />
El grito del dragón resonó por toda<br />
la montaña, haciéndola temblar. Dio un<br />
pequeño salto y despidió fuego en todas<br />
direcciones, obligando a Gant a retroceder<br />
para salvaguardar su vida.<br />
De repente, una voz resonó por las
concavidades de la roca.<br />
- ¡Mataste a toda mi familia, maldito!<br />
–farfulló Artim, saliendo del lugar donde<br />
se había guarecido y corriendo hacia<br />
el lagarto-. ¡Acabaré contigo aunque sea<br />
lo último que haga!<br />
No podía desaprovechar aquella<br />
oportunidad. Gant corrio también hacia<br />
el dragón, esquivando alguna de las ramas<br />
ardientes que caían de las alturas.<br />
Una zarpa se aproximó con una velocidad<br />
mortal hacia su cabeza, pero se tiró<br />
al suelo y se dejó arrastrar por la inercia<br />
de su carrera.<br />
Consiguió levantarse a tiempo para<br />
volver a esquivar la extremidad del dragón<br />
y alcanzó a Artim, cruzándose el<br />
uno con el otro y dirigiéndose a las patas<br />
opuestas. Con un grito que sólo podría<br />
surgir de quien lucha por su vida,<br />
levantaron sus espadas y arremetieron<br />
contra las patas traseras de la bestia.<br />
Ésta se desplomó hacia atrás, provocando<br />
tal temblor que, por un instante,<br />
temieron que la montaña se derrumbara<br />
encima de ellos. El dragón los observó<br />
con ojos repletos de furia y, apoyándose<br />
en sus garras, retomó el equilibrio<br />
a duras penas.<br />
Los dos caballeros se colocaron enfrente<br />
de él, sin perderlo de vista ni un<br />
instante.<br />
- ¿Alguna idea? –jadeó Artim.<br />
- Sí… una –contestó Gant.<br />
Agarró de la cota de malla a Artim a<br />
la altura del hombro y lo lanzó hacia delante,<br />
justo en la línea de las fauces del<br />
dragón. El alarido del hombre no evitó<br />
que el dragón tomara aire y expulsara<br />
una bocanada de fuego que achicharró<br />
a su víctima. Su voz pronto desapareció<br />
conforme su cuerpo se convertía en una<br />
masa informe y ennegrecida.<br />
Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />
Gant aprovechó la distracción para<br />
correr hacia el dragón. Cuando éste se<br />
dio cuenta de su peligrosa cercanía, ya<br />
era demasiado tarde. Gant se impulsó<br />
con todas sus fuerzas y la espada Esmeralda<br />
se hundió en el gigantesco pecho<br />
hasta el mango.<br />
El animal rugió de dolor y se cayó<br />
hacia atrás. Incapaz de retirar el acero,<br />
Gant se soltó y cayó al suelo de espaldas.<br />
El golpetazo arrancó el aire de sus<br />
pulmones, y aspiró fuerte. El aire, repleto<br />
de cenizas, le provocó una violenta<br />
tos.<br />
Para cuando pudo recuperarse, se<br />
incorporó y vio que el dragón había<br />
estado intentando alcanzarle. Pero,<br />
agonizante, se había dado por vencido<br />
y simplemente le miraba con algo que<br />
parecía regocijo.<br />
Una voz de ultratumba resonó en<br />
toda la cueva.<br />
- Lo has conseguido, humano.<br />
- ¿Hablas? –consiguió articular Gant,<br />
sorprendido-. ¿Cómo es posi…?<br />
- Me has derrotado. Muchos han sucumbido<br />
al poder de mis llamas… pero<br />
tú no. Arrogante, avaricioso, astuto…<br />
fuiste capaz de sacrificar a tu amigo<br />
para conseguir la victoria.<br />
- No era mi amigo. Y la victoria sólo<br />
me pertenece a mí. No iba a sobrevivir a<br />
esta contienda… de una manera u otra<br />
–afirmó el caballero, sonriendo.<br />
El dragón gruñó y se retorció de dolor.<br />
- ¿Es gloria lo que buscas, entonces?<br />
Ser recordado por toda la eternidad.<br />
Gant afirmó con la cabeza. Esto provocó,<br />
para su desconcierto, una risotada<br />
en la criatura, cuyo sonido rebotó contra<br />
las paredes y se multiplicó en la lejanía.<br />
- Pobre iluso. Serás recordado, pero<br />
31
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
32<br />
no como crees. –Su voz perdió parte de<br />
su fuerza, pero continuó-. Yo, como tantos<br />
otros antes de mí, también sucumbí<br />
a mis propios aires de grandeza. Es la<br />
maldición de la vanidad. Tarde o temprano<br />
acaba por consumirte.<br />
- ¿A qué te refieres, bestia?<br />
La voz se tornó en un gruñido que,<br />
pese a su debilidad, siguió siendo inteligible.<br />
- Quien mata a un dragón, se convierte<br />
en uno.<br />
Volvió a reírse, esta vez con la potencia<br />
que su cercano fallecimiento le permitía.<br />
- ¡Embustero! –le acusó Gant, horrorizado-.<br />
¡No puede ser! ¡No es cierto!<br />
- Gracias por darme una muerte digna…<br />
El dragón calló, sumergiéndose en las<br />
eternas tinieblas de la muerte. El corazón<br />
de Gant, por un instante, dejó de<br />
palpitar. Consternado, se miró las manos<br />
y los brazos y vio como su piel se<br />
iba tornando de un irónico verde esmeralda.<br />
Corrió hacia el cadáver del dragón y<br />
localizó el mango de su espada. Tras un<br />
angustiado forcejeo, consiguió arrancar<br />
el metal y lo sujetó en sus manos, cuyos<br />
dedos se estaban convirtiendo en<br />
garras.<br />
Gritó con todas sus fuerzas y arremetió<br />
sin parar contra la piel del monstruo.<br />
Desesperado, comprobó que todo daba<br />
vueltas y acabó soltando el arma, que<br />
rebotó en el suelo.<br />
Se llevó las manos a la cabeza. Un dolor<br />
lumbar le avisó del crecimiento de<br />
una cola, mientras todo el cuerpo le ardía<br />
como si un fuego interior le estuviera<br />
consumiendo poco a poco.<br />
Su garganta se desgarró en un grito<br />
atormentado. Un grito por lo que nunca<br />
podría obtener. Un grito porque ya<br />
nadie le recordaría por quién era… sino<br />
por qué era. Un grito despavorido, demencial,<br />
pues sólo sería el próximo dragón<br />
en una maldición milenaria.<br />
Una maldición que, en su caso, había<br />
llevado consigo siempre.<br />
El crujido de una ramita acabó con el<br />
silencio del crepitar de su hogar.<br />
Abrió los ojos. Unos ojos ambarinos,<br />
de pupilas verticales. Fríos, oscuros,<br />
sombríos, inhóspitos.<br />
Dos caballeros le observaban con una<br />
mezcla de fascinación y terror.<br />
El rostro del dragón se contrajo y algo<br />
parecido a una sonrisa transformó sus<br />
fauces.<br />
Ahora comenzaba el juego. El juego<br />
de verdad.
R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />
Espejos Rotos - Capítulo III<br />
Cólera<br />
Nuevas personas y nuevos acontecimientos golpean la vida de Jack y la del<br />
psiquiátrico de Huntsville. Adéntrate para descubrir cuáles son, pero... ¿podrás<br />
salir?<br />
POR R. P. VERDUGO<br />
La luz fría proveniente de aquella inmensa<br />
luna llena que flotaba en el cielo<br />
impregnado de mil estrellas se colaba<br />
por las enormes cristaleras de la cafetería.<br />
El rostro de Eva quedaba parcialmente<br />
iluminado por aquella blanquecina<br />
luz, inspiradora de leyendas<br />
y temor no hacía mucho tiempo atrás.<br />
Su mente divagaba, saltaba de pensamiento<br />
en pensamiento sin apenas darse<br />
cuenta. De repente, tres minúsculos<br />
sonidos brotaron de la oscuridad, proveniente<br />
de un reloj que había colgado<br />
en la pared, indicando la llegada de la<br />
medianoche.<br />
“¿Tres horas ya?”, pensó. “¿Ya llevo<br />
tres horas mirando el rosal…?”.<br />
Después de un rato, como si el sonido<br />
del reloj la hubiera despertado de una<br />
hibernación mental, Eva apartó la cara<br />
de la mano, donde había permanecido<br />
apoyada. En su rostro ahora se encontraba<br />
una pequeña zona enrojecida, fruto<br />
de la presión. Agarró su taza de café<br />
a medias y se la bebió de golpe, como<br />
un borracho hubiera hecho con un chupito<br />
de tequila.<br />
Dejó la taza en la mesa, donde antes<br />
se encontraba, y recogiendo su abrigo<br />
apoyado en una de las sillas, se dirigió<br />
a la salida. La cafetería se encontraba en<br />
penumbra, la única luz que conseguía<br />
iluminar el interior era la tétrica luz lunar.<br />
Entonces, Eva descubrió una silueta<br />
que se alejaba de tener forma de mesa<br />
o silla. Se trataba de una persona.<br />
33
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
34<br />
Se trataba de Ella.<br />
La niña dio un paso al frente, situándose<br />
bajo la tenue luz. El sonido de sus<br />
zapatitos negros retumbó como lo hubiera<br />
hecho en el silencio de cualquier<br />
museo. La niña la miraba con aquellos<br />
hipnóticos ojos azules, aunque estos no<br />
irradiaban odio u omnipotencia, tampoco<br />
se trataba de una mirada desafiante.<br />
Se trataba de miedo.<br />
La niña miraba a Eva con miedo.<br />
Eva le devolvió la mirada con aquellos<br />
brillantes ojos azules, penetrando<br />
en la niña como un punzón de hielo ,y,<br />
entonces, la niña desapareció.<br />
“Tranquila, Catherine. A todo cerdo<br />
le llega su hora”.<br />
Ahora la mirada de Eva podría haber<br />
sido capaz de atravesar un muro de hormigón.<br />
Las venas de su cuello de cisne<br />
comenzaron a hincharse, casi convertidas<br />
en diminutas cañerías. Su tez blanca<br />
y aterciopelada enrojeció rápidamente.<br />
De repente, la taza de café que había<br />
dejado encima de la mesa comenzó a<br />
flotar en el aire. Todas las mesas del recinto<br />
se pusieron a temblar salvajemente,<br />
como si se tratara de un terremoto.<br />
Miles de platos y tazas de porcelana salieron<br />
de sus estanterías, flotando ingrávidos<br />
en el aire y moviéndose en todas<br />
direcciones como movidos por hilos invisibles.<br />
Los cubiertos bien guardados<br />
en sus cajones también se unieron a<br />
aquella anómala manifestación. La respiración<br />
de Eva era agitada, como si se<br />
tratara de un caballo de carreras, y fue<br />
entonces, y solo cuando el reloj de la pared<br />
marcó las 00:13 con sus diminutas<br />
manecillas, cuando todo terminó.<br />
Eva lanzó un monstruoso y gutural<br />
grito a la oscuridad, como intentando<br />
desafiar al mismísimo príncipe de la<br />
sombras. Las paredes devolvían el grito,<br />
intensificándolo todavía más. Toda<br />
la habitación temblaba como si debajo<br />
de aquellas mismas baldosas se encontrara<br />
el epicentro del terremoto y entonces,<br />
todo estalló.<br />
La taza, los vasos y los platos comenzaron<br />
a romperse en mil pedazos, esparciendo<br />
los afilados fragmentos en<br />
todas direcciones. Los cuchillos y los tenedores<br />
surcaban el cielo como pájaros<br />
enfurecidos y se clavaban en paredes y<br />
mesas. Poco a poco, el suelo iba cubriéndose<br />
de los miles de pedazos rotos que<br />
antes constituían la vajilla, como si se<br />
tratara de nieve. Entonces cesó el grito.<br />
Los objetos que aún permanecían suspendidos<br />
en el aire terminaron cayendo<br />
al suelo. De la nariz de Eva brotaba una<br />
espesa gota de sangre que caía sobre la<br />
blanca porcelana del suelo, rompiendo<br />
aquel aspecto inmaculado.<br />
La cólera había acabado.<br />
II<br />
Jack caminaba tranquilamente hacia<br />
la cafetería. Aquella noche no le había<br />
hecho falta tomar una ración de cloroformo<br />
para poder conciliar el sueño y se<br />
había despertado cuando aquel reloj digital,<br />
que le había acompañado durante<br />
toda su aventura universitaria, marcó<br />
las ocho. Lo único que deseaba ahora<br />
era una gran taza de café, sentir la cafeína<br />
activar su cerebro como un chute<br />
de adrenalina y poder permanecer sin<br />
ningún percance otro día más.<br />
La sorpresa fue mayúscula al escuchar<br />
el enorme murmullo y el colapso<br />
de gente que había a las puertas de la<br />
cafetería. “Espero que no sea siempre<br />
así, esto parece un mercadillo en rebajas”,<br />
pensó. Entre la gente veía las caras
de doctores y enfermeras que no reconocía,<br />
solo algún rostro familiar del incidente<br />
con aquel paciente la primera<br />
noche y poco más.<br />
La puerta de la cafetería estaba tímidamente<br />
abierta y lo que parecía un<br />
batallón de limpieza entraba en su interior.<br />
En la puerta, como si se tratara del<br />
mismísimo can cerbero, se encontraba<br />
el doctor Tucker.<br />
- Por favor, guarden silencio y presten<br />
atención. –La gente prácticamente<br />
calló de inmediato, consolidando todavía<br />
más el poder de Tucker para Jack–.<br />
No sé qué demonios ha pasado esta<br />
noche, pero la cafetería queda temporalmente<br />
clausurada. Algún interno ha<br />
escapado y lo ha destrozado todo. Los<br />
chicos de seguridad están repasando<br />
las cintas de vigilancia, así que tengan<br />
localizados o visiten a sus pacientes<br />
asignados durante la mañana, a ver si<br />
conseguimos sacar algo en claro. Así el<br />
desayuno queda trasladado al pabellón<br />
C. Muchas gracias.<br />
El murmullo volvió a desatarse casi<br />
de inmediato. Todos especulaban quién<br />
podría haber sido el causante de todo.<br />
“Seguro que ha sido el grandote de Mc-<br />
Murphy”, susurró una. “Pues yo creo<br />
que ha debido de ser ‘El Irlandés’. Ese<br />
hombre es pura maldad”, comentó otra.<br />
Entre aquel cúmulo de alborotado gentío<br />
sintió como alguien tocó insistentemente<br />
su hombro, llamando su atención.<br />
- Hola chico. Tú debes de ser Jack,<br />
¿verdad? Dante, un placer. –El joven<br />
alargó su mano y Jack se la estrechó.<br />
Aquel hombre le recibió con un rígido<br />
apretón, como si intentara romper los<br />
delicados huesos de su mano–. ¿Qué tal<br />
si nos vamos de aquí?<br />
R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />
III<br />
Ambos se encontraban en el patio<br />
principal, estaban tumbados sobre el<br />
césped bajo un gran árbol que proporcionaba<br />
una fresca sombra para soportar<br />
el caluroso día. Aquel momento le<br />
trajo un bonito recuerdo: el olor de la<br />
hierba fresca, aquel tiempo espléndido<br />
y el piar de los pájaros le transportaron<br />
por un instante atrás en el tiempo, hasta<br />
el campus de su universidad.<br />
- ¿De dónde eres, Jack?<br />
- De Birmingham, Alabama.<br />
- Estás lejos de tu casa, chico. Yo soy<br />
de aquí, de Huntsville. Nací, crecí, he<br />
intentado reproducirme y moriré entre<br />
estas paredes. –A Jack le intrigaron mucho<br />
sus últimas palabras.<br />
- ¿Cómo has dicho? ¿Naciste aquí?<br />
- Sí, bueno. Es un poco raro dándote<br />
solo mi nombre, ¿no crees? Creo que voy<br />
a re-presentarme. Hola, me llamo Dante<br />
Tucker. –Los ojos de Jack se abrieron<br />
mostrando un rictus de incredulidad.<br />
- Eres… ¿Eres el hijo del doctor Bill<br />
Tucker? –Dante alzó la mano e hizo un<br />
gesto como si accionara una palanca invisible<br />
de una tragaperras de Las Vegas,<br />
imitando también su sonido.<br />
- Ding, ding, ding ding ¡Premio al<br />
caballero! Y responderé también a tu<br />
siguiente pregunta: NO, no estoy aquí<br />
porque mi “papi” sea el director. Estoy<br />
aquí por méritos propios<br />
- No he dicho lo contrario…<br />
- Tampoco serías el último en pensarlo.<br />
Ya sé que mi padre y yo nos parecemos<br />
como un huevo a una castaña.<br />
- Ciertamente –terminó por concluir<br />
Jack.<br />
Hubo un momento de silencio en el<br />
que cada uno comenzó a divagar brevemente<br />
por los laberintos de su mente.<br />
35
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
36<br />
Jack dirigió la mirada hacia la puerta<br />
principal de entrada a la casa, donde no<br />
muy lejos de ahí, se encontraba la cristalera<br />
de la cafetería y el rosal; aquel rosal<br />
donde la vio por primera vez. Sintió un<br />
tremendo impulso de preguntarle por<br />
Ella. “Pensará que estoy loco”, terminó<br />
por determinar.<br />
- ¿Qué crees que ha pasado en la cafetería?<br />
–dijo Jack.<br />
- Dudo mucho que se haya escapado<br />
uno de esos tarados. Todo esto es a<br />
prueba de fugas<br />
- ¿Y entonces…?<br />
- Dime, Jack ¿Crees en lo paranormal?<br />
–Jack se sintió como si de repente<br />
alguien le hubiera sacudido un golpe en<br />
la cara.<br />
- Últimamente ya no sé en qué creer.<br />
–Dante se levantó, se sacudió los pantalones<br />
y el trasero para eliminar los pequeños<br />
brotes de hierba que se habían<br />
quedado adheridos a su ropa.<br />
- Ten los ojos bien abiertos, amigo.<br />
Ahora he de irme, tengo cita con un paciente.<br />
Nos vemos.<br />
Contemplando como su nueva amistad<br />
se dirigía con paso fatigoso hacia la<br />
entrada, él meditaba sobre su pregunta.<br />
Aquella pregunta retumbó en su cabeza<br />
durante todo el día.<br />
IV<br />
Olor a mueble viejo. Ese fue el olor<br />
que le recibió en su nuevo despacho<br />
nada más entrar. Este era un calco al<br />
del doctor Tucker aunque mucho más<br />
modesto. Un spray automático disparó<br />
su fragancia al pasar por delante de él,<br />
dándole un susto que poco tardó en desaparecer.<br />
A la derecha del colosal escritorio<br />
se encontraba un moderno diván<br />
que, junto al ambientador automático y<br />
el ordenador, rompían completamente<br />
la estética antigua de la sala.<br />
Jack agarró los papeles perfectamente<br />
ordenados que habían dejado sobre su<br />
mesa. Sobre estos, en una pequeña notita<br />
de papel, garabateado con una escritura<br />
de delicados trazos, se encontraba<br />
un escrito:<br />
“Me he tomado la molestia de traerte<br />
el ‘planing’ de tu día. Para la próxima<br />
vez tienes que recogerlos en secretaría,<br />
nada más entrar en el edificio principal.<br />
De nada. ¿Nos vemos esta noche de<br />
nuevo en la cafetería y me lo agradeces<br />
con un café? Un beso, Eva”.<br />
Se quedó dubitativo mirando el manuscrito.<br />
Aquella persona había entrado<br />
tan rápidamente en su vida y de una<br />
manera tan fuerte que apenas se había<br />
percatado de ello.<br />
Sin darse cuenta, sonrió.<br />
Su reloj de muñeca de repente dio<br />
unos tímidos pitidos, signo de que acababa<br />
de pasar una hora, despertándole<br />
de su ensimismamiento. Lo miró: marcaban<br />
las diez de la mañana. Consultó<br />
la hoja y vio que una tal ‘Señora Smith’<br />
estaba citada a esa misma hora. Apenas<br />
unos segundos más tarde escuchó unos<br />
nudillos contra su puerta.<br />
V<br />
La señora Smith rondaba los cuarenta<br />
y se conservaba como una mujer que rozaba<br />
los treinta; su cabellera rubia estilo<br />
vintage y aquel aire coqueto y divino le<br />
recordaba a una ya desaparecida Marilyn<br />
Monroe, aunque aquella mujer era<br />
todo un elemento. En el informe detallaba<br />
sádicamente como había descuartizado<br />
a su marido y luego se lo había<br />
dado de comer a sus hijos. Más tarde<br />
dijo escuchar la voz de su marido bro-
tar de las entrañas de sus hijos, recriminándole<br />
sus actos y acabó destripando a<br />
sus hijos para acallar la voz. Ella dice no<br />
recordar nada, aunque su mirada y sus<br />
ojos vidriosos la delatan cuando habla<br />
de sus pequeños.<br />
Al principio Jack se sentía incómodo<br />
con los tics nerviosos que sufría la señora<br />
Smith tumbada en su diván, aunque<br />
ahora ya se había acostumbrado a ellos.<br />
Miraba su reloj de pulsera exactamente<br />
cada veinte segundos, y, como si ella<br />
llevara la cuenta mentalmente, sufría<br />
un tic, una especie de pequeña descarga<br />
eléctrica que ponía en tensión todos los<br />
músculos de su cuerpo. Ahora hasta le<br />
resultaba gracioso.<br />
- Me gusta estar aquí dentro, doctor<br />
Mauler. Usted me inspira más confianza<br />
-Tic nervioso– que el joven Tucker.<br />
Ese solo hace como si me atendiera,<br />
pero lo he pillado más de una vez mirándome<br />
ahí…<br />
- ¿A dónde se refiere exactamente al<br />
decir “ahí”?<br />
- Ya sabe… –Tic nervioso– a los bultoscochinos.<br />
- ¿Disculpe? –dijo Jack, aturdido e incrédulo.<br />
- ¡A los bultoscochinos! –dijo esta vez<br />
mientras se agarraba con ambas manos<br />
los pechos–. No es que él sea mala<br />
persona –Tic nervioso– pero lo veo demasiado<br />
centrado en el sexo, aunque<br />
no creo que esté en la posición de decir<br />
quién padece qué.<br />
- Señora Smith, no creo que… –De repente<br />
su discurso fue interrumpido por<br />
la vibración de su teléfono móvil–. ¿Me<br />
disculpa un segundo?<br />
Jack cogió el móvil y observó que tenía<br />
un nuevo mensaje, en él estaba escrito:<br />
R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />
“Ey tío, acabo de hablar con ‘el capo’<br />
de mi viejo ¡Mañana nos vamos de excursión<br />
a la piscina municipal de Huntsville!<br />
Prepárate para ver cosas como estas”.<br />
En el mensaje habían adjuntas unas<br />
cuantas fotografías. Una de ellas era de<br />
una mujer joven que trabajaba en el servicio<br />
de la limpieza del psiquiátrico, estaba<br />
agachada recogiendo un objeto del<br />
suelo y sus generosos pechos se veían<br />
a través de escote de la camisa. Otra de<br />
las fotos las había hecho desde un piso<br />
superior, fotografiando a un par de mujeres<br />
que no supo identificar su procedencia.<br />
También podía verse sus pechos<br />
asomar por el escote. La última de ellas<br />
era en el comedor asignado a los pacientes,<br />
se trataba de la señora Smith.<br />
- ¿Es algo importante? –preguntó la<br />
señora Smith preocupada.<br />
- Tranquila, es publicidad de la compañía<br />
telefónica –dijo mostrando una<br />
falsa sonrisa.<br />
- Esas es una de las miles de cosas que<br />
no echo de menos del exterior. –Ambos<br />
rieron, ella más que él.<br />
- Finalizamos la sesión por hoy, señora<br />
Smith. Dígale al siguiente que pase.<br />
VI<br />
Sus pasos retumbaban entre los estrechos<br />
pasillos amplificándose enormemente.<br />
Casi parecía que un enorme<br />
gigante atravesara aquellos pasillos recubierto<br />
de copias de grandes obras de<br />
arte. Cada día, Jack descubría una nueva<br />
que no había visto el día anterior.<br />
“¿Seguro que no hay nadie que cambie<br />
los cuadros?”, llegó a pensar.<br />
Ahora mismo pasaba de nuevo junto<br />
al cuadro de American Gothic. La mirada<br />
de aquel granjero parecía seguir<br />
37
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
38<br />
sus pasos como si esperara un descuido<br />
para clavarle aquel afilado rastrillo en la<br />
espalda. Al pensarlo un escalofrío recorrió<br />
su cuerpo.<br />
Llegó a la puerta de la cafetería. El<br />
pasillo estaba anegado por la oscuridad<br />
y tuvo que tantear a ciegas hasta que<br />
por fin sintió el tacto frío del pomo en<br />
su mano. Lo giró e inmediatamente la<br />
blanca y fría luz de la luna le recibió.<br />
No olía a café, ni tampoco a bollos recién<br />
hechos como la última vez que estuvo<br />
allí dentro. Sin embargo podía percibir<br />
un olor. Este era agradable como<br />
una caricia con un guante de seda. Era<br />
embriagador. Era el olor de una rosa.<br />
Desde que comenzó su particular<br />
aventura dentro de aquel monumento<br />
a la locura –y nunca mejor dicho– su<br />
experiencia con las rosas solo le habían<br />
traído sustos y problemas.<br />
Pensó en Ella.<br />
De repente escuchó una risa juguetona<br />
seguida de una ligera y fresca brisa.<br />
El olor a rosas había desaparecido.<br />
- ¿Jack? –dijo la oscuridad.<br />
- ¿Quién anda ahí?<br />
- Tu peor pesadilla.<br />
Los pelos de Jack se erizaron como<br />
lo hacía cuando de pequeño acercaba<br />
el brazo a su enorme televisor de tubo.<br />
Una sacudida dentro de su cerebro<br />
lo dejó inmóvil, incapaz de mover un<br />
músculo. De repente la oscuridad comenzó<br />
a reírse.<br />
- No te lo has tragado, ¿verdad? –La<br />
luz de la luna iluminó la figura y el rostro<br />
de Eva.<br />
- Dios…no. Tranquila.<br />
- No mientas. Puedo oler como te has<br />
cagado en los pantalones. Anda, pasa.<br />
- ¿Por qué estás a oscuras? –dijo Jack<br />
mientras dirigía sus pasos hacia ella.<br />
- La cafetería está temporalmente<br />
clausurada –dijo imitando la voz del<br />
doctor Tucker–, así que no creo que<br />
les haga mucha gracia ver que estamos<br />
aquí dentro, ¿no?<br />
- Es verdad ¿Qué demonios ha pasado<br />
aquí? –dijo mientras miraba en todas<br />
las direcciones intentando encontrar<br />
algo fuera de lugar. Todo estaba igual<br />
que la última vez que estuvo allí–. Yo lo<br />
veo igual que antes…<br />
- Uno de los que están en la jaula de<br />
los leones se escapó y arremetió contra<br />
todo. Fue Trece.<br />
- ¿Cómo lo sabes?<br />
- Porque está muerto<br />
Jack palideció.<br />
- ¿Co…cómo?<br />
- ¿No lo sabías? Anoche entró aquí y<br />
comenzó a destrozar toda la vajilla. Se<br />
ve que se cortó con uno de los trozos de<br />
porcelana, se asustó al ver tanta sangre<br />
y resbaló, dándose con la cabeza contra<br />
la barra. –Eva señalaba la barra de<br />
hierro donde los doctores, enfermeros y<br />
cualquiera que no estuviera internado<br />
por problemas psiquiátricos apoyaba<br />
sus bandejas con suculentas y recalentadas<br />
comidas–. Por eso el doctor Tucker<br />
no quería que nadie entrara. No quería<br />
que nadie se encontrase con el cadáver<br />
de aquel desgraciado –mintió Eva.<br />
- No sé qué decir.<br />
Eva se levantó de la silla y acercó su<br />
rostro al de él.<br />
- No hace falta que digas nada. –Jack<br />
no se dio cuenta de que acababa de tragarse<br />
un nudo. Podía notar el aliento<br />
fresco de Eva en la cara y podía oler el<br />
perfume que suspiraba su cuello. Era<br />
olor a rosas.<br />
- Esto… ¿Un café? –Eva sonrió pícaramente.
- Vale.<br />
Jack se levantó casi de un salto. No<br />
podía creer lo que estaba pasando. Sus<br />
pensamientos de que todo iba demasiado<br />
rápido se acentuaban y agobiaban,<br />
como una soga al cuello que cada vez se<br />
vuelve más tensa. Apretando pero sin<br />
ahogar.<br />
Se dirigió al interior de la barra buscando<br />
el dichoso café, aunque ni tan siquiera<br />
sabía dónde se encontraba, o si lo<br />
encontraba, tampoco sabría prepararlo.<br />
¡Maldita sea! -dijo entre dientes.<br />
Notaba algo apretados los pantalones<br />
y cuando quiso darse cuenta ya era demasiado<br />
tarde. Una erección deformaba<br />
visiblemente su pantalón. Si hubiera<br />
habido luz suficiente podría haberse<br />
distinguido perfectamente como Jack<br />
pasaba de su tono claro de piel a un<br />
rojo intenso. “Solo espero que Eva no se<br />
haya dado cuenta”. Para cuando pensó<br />
eso ya era demasiado tarde.<br />
De repente sintió una dulce presión<br />
sobre la entrepierna de su pantalón.<br />
- Vaya. Parece que te alegras de verme,<br />
campeón –dijo Eva en un tono sensual<br />
y erótico.<br />
- Esto…esto no es lo que parece –se<br />
disculpó él rápidamente.<br />
- Vamos, tranquilo vaquero. Que no<br />
muerdo. Al menos, no siempre.<br />
Eva lentamente bajó la cremallera del<br />
pantalón de Jack y se agachó. Cuando él<br />
quiso darse cuenta ya notaba la cálida y<br />
húmeda bienvenida de su boca. Intentó<br />
resistirse, aunque solo fue durante una<br />
millonésima parte de segundo y en un<br />
inhóspito rincón de su mente. Todo iba<br />
demasiado rápido. Todo iba…<br />
Eva se levantó y le miró a los ojos.<br />
Aquellos hipnóticos y salvajes ojos azul<br />
turquesa. Aquella mirada ya la había<br />
R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />
visto antes. Le recordaba a la de alguien,<br />
pero no la reconocía. Aunque en aquel<br />
momento no hubiera reconocido ni a su<br />
mismísima madre ni aunque la tuviera<br />
delante.<br />
Ella le agarró la camisa y él la levantó<br />
impulsivamente. Apoyó su trasero en la<br />
fría encimera de mármol. Como poseído<br />
por una fuerza superior, Jack alzó la<br />
falda de la mujer y la despojó de su ropa<br />
interior. Y esta vez fue ella la que notó<br />
una cálida y dura bienvenida.<br />
Él embestía una y otra vez. Sus respiraciones<br />
se aceleraban hasta parecer un<br />
tren de vapor a marcha forzada. Ella le<br />
agarró por la espalda y clavó sus uñas.<br />
En vez de sentir dolor alguno eso le incitó<br />
a aumentar el ritmo. Le gustaba, y<br />
mucho.<br />
No recordaba la última vez que había<br />
estado con una chica; es más, solo se<br />
había acostado con otra chica más y fue<br />
en la universidad. Estaba tan borracho<br />
que ni tan siquiera podía acordarse del<br />
el rostro de la chica, para él aquella vez<br />
ni tan siquiera contaba.<br />
Eva jadeaba cada vez más rápido y<br />
más fuerte. Su vientre se encogía y estremecía<br />
cada pocos segundos. Jack sabía<br />
que iba a llegar al momento y notaba<br />
como ella también.<br />
Como calculado al milímetro y mientras<br />
sus cuerpos se unían en uno solo,<br />
el reloj de la cafetería marcaba las 00:12.<br />
Ella le susurró entre jadeos: “Más fuerte.<br />
Más fuerte”, y él, sin decir nada,<br />
cumplió sus órdenes, como un esclavo<br />
con grilletes invisibles. Entonces ambos<br />
llegaron al momento.<br />
Y el reloj marcaba las 00:13.<br />
Eva se agarró fuertemente la espalda<br />
de Jack mientras aquella descarga de<br />
placer que era el orgasmo recorría todo<br />
39
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
40<br />
su cuerpo. Su boca se quedó con la perfecta<br />
forma de una O mientras notaba<br />
como aquel cálido líquido como un proyectil<br />
de placer brotaba de Jack para entrar<br />
dentro de ella. Y entonces fue cuando<br />
pasó.<br />
Sus ojos se abrieron de par en par<br />
mientras su boca seguía con aquella<br />
forma lanzando un grito de placer a la<br />
oscuridad. Fue entonces cuando todos<br />
los cristales de la vidriera comenzaron<br />
a rajarse y resquebrajarse. Jack estaba<br />
aún mecido en la cálida cuna del clímax<br />
cuando todos los cristales de las enormes<br />
vidrieras estallaron de repente.<br />
Era una magnífica forma de acabar<br />
aquel tercer día.
Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />
TÚNELES ALTERADOS<br />
POR RICARDO CASTILLO<br />
Alric y Godert están cada vez más cerca de su presa. Sin embargo, se trata de<br />
una ilusión que muy pronto verán desvanecerse ante sus propios ojos.<br />
I<br />
Cuando mi madre me contaba las gestas<br />
de los grandes héroes del pasado, no<br />
podía evitar pensar en lo maravilloso<br />
que sería volverme uno de ellos; yendo<br />
por el mundo de un lado para el otro,<br />
combatiendo a criaturas fantásticas y<br />
sobrenaturales, encontrando tesoros y<br />
reliquias perdidas. Lo que mi madre no<br />
describía, igual que no lo dice ninguna<br />
canción, bardo o cuentacuentos, son las<br />
penurias e incomodidades del camino.<br />
Caminar durante horas con los pies en<br />
carne viva, dormir al raso, pasar días<br />
comiendo mal y poco, sin bebida, con<br />
los nervios a flor de piel y temiendo<br />
un ataque mientras descargas entre los<br />
matorrales… Una larga lista de incon-<br />
venientes que, de saberlo antes, me hubieran<br />
hecho replantearme las ganas de<br />
salir de aventura.<br />
Era tarde ya para eso. Ahora mi preocupación<br />
se centraba en no dejarme<br />
atrapar por las raíces de los árboles que<br />
me salían al paso, tratando de agarrarme<br />
las piernas.<br />
Alric y yo corríamos como gamos<br />
acosados por el bosque. Nuestra persecución<br />
del Ser sin Luz nos había llevado<br />
hasta el bosque que había entre<br />
las montañas del sur y el mar interior.<br />
Seguimos su rastro durante todo el día,<br />
y al caer la noche decidimos detener la<br />
marcha y acampar en un claro, con la<br />
mala suerte de haber elegido un día en<br />
el que los espíritus del bosque estaban<br />
41
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
42<br />
de mal humor.<br />
Debía de ser cerca de media noche<br />
cuando Alric me despertó, en una mano<br />
la espada y la otra en mi boca, haciéndome<br />
callar. Estaba alerta, oteando la<br />
penetrante oscuridad que nos rodeaba.<br />
No tuve tiempo de levantarme y coger<br />
mis cosas cuando una rama apareció de<br />
la nada directa a la cabeza de Alric. El<br />
mercenario, diestro espadachín como<br />
era, la cortó de un tajo antes de que pudiera<br />
llegar a tocarle. Y esa debió de ser<br />
la señal que el resto del bosque estaba<br />
esperando para atacarnos.<br />
Tardé unos segundos en asimilar que<br />
lo que venía hacia mí saliendo de entre<br />
las sombras no se trataba de un árbol<br />
o de una mujer, sino que era una ninfa<br />
del bosque, también llamada dríade,<br />
dispuesta a arrancarme el corazón y<br />
abonar el suelo con él. Estaban por todas<br />
partes, lanzando bufidos como si<br />
fueran gatos y arrinconándonos el uno<br />
contra el otro. Alric las mantenía a raya,<br />
haciendo barridos con la espada de un<br />
lado a otro. Yo aún no tenía claro que<br />
hacer, pues no parecía que las flechas<br />
fueran muy útiles contra ellas: a pesar<br />
de tener el torso y el rostro de mujer, la<br />
piel era pura corteza, y los brazos y las<br />
piernas acababan en múltiples y afiladas<br />
ramas que simulaban manos y pies<br />
y que usaban como si fueran cuchillas.<br />
- ¡Tu hachuela, Godert! ¡Usa tu hachuela!<br />
–me gritó Brewersen.<br />
- ¡Es verdad!<br />
Mientras Alric barría con la espada a<br />
mí alrededor para apartar a las mujeres<br />
árbol, que no terminaban de animarse<br />
a atacar, yo guardé el arco y eché mano<br />
del cuchillo y el hacha.<br />
- Abriremos un hueco en su línea y<br />
echaremos a correr –me susurró Alric<br />
entre espadazo y espadazo.<br />
- ¿Seguro? ¿Vamos a correr por el bosque<br />
de noche? –La idea no terminaba de<br />
gustarme.<br />
- No dejarán de salir, y probablemente<br />
se calmen si ven que queremos huir<br />
de sus dominios.<br />
- No me parece un buen plan. –Mi<br />
voz sonó muy temblorosa, exactamente<br />
tal y como me sentía.<br />
- Pues no hay otro, ¡vamos! –Y con un<br />
rugido se lanzó contra la fila de dríades,<br />
partiendo a una por la mitad.<br />
La acometida las pilló por sorpresa,<br />
haciéndolas retroceder mientras emitían<br />
sus gruñidos roncos y lanzaban sus<br />
ramas hacia nosotros. Alric cortó un par<br />
de miembros que se aproximaron demasiado<br />
y apretó a correr. Yo salí tras<br />
él, procurando que el hacha no se me<br />
quedara enganchada en ninguna dríade.<br />
Íbamos casi a ciegas, pues aunque había<br />
luna llena, el espesor de las copas de<br />
los árboles impedía que pasara la luz,<br />
y las dríades parecían no necesitar ningún<br />
tipo de iluminación para perseguirnos.<br />
Y, como si no tuviéramos bastante<br />
con las ninfas asesinas, los árboles se<br />
unieron a la caza. Ramas y raíces cobraron<br />
vida y empezaron a atacarnos. Unas<br />
caían balanceándose y otras salían del<br />
suelo para hacernos tropezar. Mientras<br />
tanto, el bosque parecía no tener fin.<br />
- ¡Alric! –grité jadeante-. ¿Hacia dónde<br />
vamos?<br />
- ¡En dirección sur! ¡A las montañas!<br />
Brewersen se paró en seco, haciéndome<br />
chocar contra sus espaldas.<br />
- ¿Qué ocur…?<br />
Delante, formando una fila que nos<br />
impedía el paso, una línea de dríades<br />
de ojos brillantes nos esperaban desa
fiantes. Oí ramas detrás y me giré para<br />
hacer frente a la otra amenaza. El bosque<br />
se retorcía, vomitando dríades de<br />
los troncos de los árboles.<br />
- De nuevo rodeados –dijo Alric.<br />
- No podremos con ellas, son demasiadas.<br />
- Eso habrá que verlo.<br />
En las canciones sobre épicas gestas<br />
siempre suele haber un momento en el<br />
que los héroes se ven superados. Es esa<br />
ocasión suelen ocurrir dos cosas: o bien<br />
reciben una ayuda inesperada que les<br />
salva de la muerte, o bien sacan fuerzas<br />
de donde no las hay y, cabellos y<br />
capas al viento, se enfrentan gloriosos<br />
a la amenaza. En nuestro caso ocurrió<br />
lo segundo, aunque poco tenía de épico<br />
o glorioso. Alric vociferaba como un<br />
poseso, lleno de arañazos, con la capa<br />
rasgada, babeando de furia y soltando<br />
maldiciones. Se estampó literalmente<br />
contra las dríades, y se hizo hueco<br />
a base de hacer molinetes y giros con<br />
la espada. Las ninfas poco podían hacer<br />
contra semejante torbellino asesino,<br />
que, de habernos enfrentado a enemigos<br />
con sangre en vez de sabia, habría<br />
teñido el bosque de rojo.<br />
Los espíritus del bosque contraatacaban,<br />
alcanzando a Brewersen de vez en<br />
cuando para caer cortados por su frenética<br />
tala. Las criaturas que se encontraban<br />
a nuestra espalda decidieron unirse<br />
a la refriega y yo, encontrando poco<br />
recomendable acercarme a la ira ciega<br />
de Alric, me enfrenté a las dríades para<br />
distraerlas. Al fin y al cabo, provenía de<br />
un pueblo maderero, y estaba más que<br />
acostumbrado a cortar árboles y ramas.<br />
¿Qué peor enemigo que yo, dejando<br />
al margen a Alric, podían encontrarse<br />
aquellos seres?<br />
Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />
Bueno, quizá un piromante y sus trucos<br />
de fuego.<br />
La primera dríade en llegar hasta mí<br />
lanzó dos fuertes zarpazos que me hubieran<br />
arrancado la cabeza. Yo esperé a<br />
que lanzara el segundo para pegarme<br />
a ella y lanzar el hacha en un tajo horizontal<br />
que separó la cabeza del torso. O<br />
mejor dicho, del tronco.<br />
Dos dríades más siguieron a ésta,<br />
usando sus ramas para trincharme como<br />
si fuera un conejo. Esquivé haciéndome<br />
a un lado y a otro y corté sus manos con<br />
sendos golpes de hacha. Antes de que<br />
pudieran recomponer el ataque, clavé<br />
el cuchillo en la cabeza de la que estaba<br />
adelantada y, protegiéndome con su<br />
cuerpo de los golpes de la otra, hundí el<br />
hacha en el cuello de la segunda.<br />
Cuatro criaturas más salieron a mi<br />
encuentro y me preparé para luchar a<br />
la desesperada. Estaba aguardando la<br />
primera carga cuando una mano me<br />
agarró del hombro y me arrastró hacia<br />
atrás. Tropecé dos veces antes de poder<br />
darme la vuelta y correr yo solo. Alric,<br />
que había convertido en astillas a la imponente<br />
línea de ninfas de alguna manera<br />
que jamás entenderé, me llevó a la<br />
carrera y tirando de mi hombro hacia<br />
las lindes del bosque. Podía ver a través<br />
de los troncos el terreno despejado<br />
bañado por los rayos de luna que había<br />
entre las montañas y el bosque.<br />
La densidad del sotobosque fue disminuyendo<br />
y los troncos empezaron a<br />
estar más lejos unos de otros. Cuando<br />
dejamos atrás la oscuridad de los árboles,<br />
el ruido de las raíces retorciéndose<br />
y los gruñidos de las dríades cesaron<br />
bruscamente. Miramos para atrás y<br />
nada salió de entre las sombras. Exhaustos<br />
por el esfuerzo, nos dejamos<br />
43
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
44<br />
caer en el suelo.<br />
- ¿Por qué nos han atacado? –pregunté.<br />
- Ni idea –respondió Alric entre resoplidos-.<br />
Pero ahora que hemos salido<br />
del bosque no volv…<br />
- ¡Alric! ¡Ahí vuelven!<br />
- Mierda.<br />
Los espíritus del bosque volvían a la<br />
carga, surgiendo de los troncos y corriendo<br />
hacia nosotros. Bramaban y<br />
agitaban sus ramas al aire, apareciendo<br />
cada vez más y más. De nuevo tocaba<br />
poner pies en polvorosa.<br />
Sin perder un segundo, barajamos las<br />
tres opciones de huida: o bien íbamos<br />
hacia el este, entre el bosque y las montañas,<br />
o bien hacia el oeste, igual que el<br />
anterior pero girando después para el<br />
norte, o bien en dirección a las escarpadas<br />
cumbres, con la esperanza de encontrar<br />
un paso que nos alejara de allí.<br />
Como las dos primeras nos mantenían<br />
demasiado cerca del bosque y las dríades<br />
salían de todas partes, optamos por<br />
la única que no nos dejaría ensartados:<br />
atravesar las montañas. No era una opción<br />
muy segura, pues íbamos completamente<br />
a ciegas y sin saber si encontraríamos<br />
o no alguna entrada en la roca,<br />
pero dadas las otras alternativas en ese<br />
momento parecía lo más aconsejable.<br />
Corríamos entre los brezos, poniendo<br />
cuidado en no torcernos el tobillo y<br />
echando de vez en cuando la vista atrás.<br />
Las ninfas nos rodeaban poco a poco,<br />
saliendo sin parar del borde del bosque.<br />
Eran un mar de bramidos, ramas afiladas<br />
y piel dura como la corteza. La voz<br />
de Alric me sobresaltó.<br />
- ¡Godert, mira! ¡Entre las rocas!<br />
Brewersen se paró en seco, con los<br />
ojos muy abiertos. Yo me detuve tam-<br />
bién, repentinamente nervioso por lo<br />
que pudiera haber visto Alric, y dejé de<br />
prestar atención a las dríades para otear<br />
el pie de la montaña. No me costó mucho<br />
tiempo localizar lo que señalaba el<br />
mercenario. Allí, en lo que parecía la entrada<br />
de una cueva, se encontraba el Ser<br />
sin Luz. Era fácil de ver porque surgían<br />
llamas de sus manos que iluminaban el<br />
principio de la gruta como si de un faro<br />
se tratase. Miraba en nuestra dirección,<br />
hacia el bosque, y tenía los brazos estirados<br />
con las pequeñas lenguas de fuego<br />
crepitando. A su lado estaba Rainer<br />
el sacerdote, flotando inconsciente.<br />
De repente, viendo lo que hacía el Ser<br />
sin Luz, todo encajó en mi cabeza. Eché<br />
la vista hacia atrás y, como el terreno<br />
empezaba a elevarse, pude ver el techo<br />
del bosque.<br />
- Lo está haciendo él… -Hablé bajito<br />
y empecé a subir la voz progresivamente-.<br />
¡Lo está haciendo él, ha empujado a<br />
las dríades hacia nosotros, las está azuzando!<br />
–Y señalé hacia los árboles.<br />
Lo que primero se veía eran dos columnas<br />
de humo aún más negras que el<br />
cielo nocturno, para luego distinguir el<br />
resplandor de las llamas entre los árboles.<br />
- Ha prendido fuego –constató Alric-.<br />
Por eso las dríades están furiosas.<br />
- ¿Está jugando otra vez con nosotros?<br />
–pregunté.<br />
- No ha dejado de hacerlo. Vamos, debemos<br />
llegar hasta él antes de que desaparezca.<br />
Alric se ajustó bien el cinturón de la<br />
espada, agarró ésta con fuerza y emprendió<br />
la carrera hacia las montañas<br />
conmigo siguiéndole de cerca.<br />
Íbamos más rápidos que antes, saltando<br />
entre los arbustos y con el ejér
cito de dríades acercándose cada vez<br />
más. Un par de ellas llegaron por el<br />
flanco derecho y se abalanzaron sobre<br />
nosotros. Brewersen, sin bajar el ritmo<br />
de la carrera, lanzó un tajo ascendente<br />
que seccionó la cabeza de una. La otra<br />
se interpuso entre Alric y yo tratando<br />
de cortarme el paso, pero antes de que<br />
pudiera hacer nada más yo le había lanzado<br />
mi hachuela, que se incrustó de<br />
lleno en su frente. También sin parar de<br />
correr, recuperé mi arma al pasar junto<br />
a ella.<br />
El Ser sin Luz estaba cada vez más<br />
cerca, ya casi podíamos distinguir los<br />
rasgos de Rainer. La oscura criatura<br />
bajó repentinamente los brazos y se<br />
quedó mirándonos. Acto seguido, se<br />
dio la vuelta y se internó en la gruta,<br />
con el sacerdote flotando detrás de él.<br />
Por fortuna para nosotros, llegamos entre<br />
resoplidos a la entrada de la caverna<br />
antes de que se perdiera el resplandor<br />
rojizo que emanaba el Ser.<br />
Eché un rápido vistazo atrás y vi como<br />
las dríades se iban parando a cierta distancia<br />
de la montaña. No pasaban de<br />
ahí, como si temieran o respetaran esas<br />
montañas. Pronto se formó un grueso<br />
muro de dríades furiosas, que bramaban<br />
y se agitaban pero no avanzaban.<br />
- No siguen –le dije a Alric.<br />
- Mejor –contestó sin volverse-. Ahora<br />
tenemos otros asuntos aquí delante<br />
–dijo internándose en la oscuridad de la<br />
cueva.<br />
Dejando a las dríades en su éxtasis de<br />
furia, fui tras el mercenario.<br />
II<br />
El rozar de la espada de Alric contra<br />
la roca resonaba por toda la cueva. Íbamos<br />
prácticamente a oscuras, guiados<br />
Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />
sólo por el leve resplandor rojizo que<br />
desprendía el Ser, y éste se alejaba cada<br />
vez más. No alcanzábamos a verle, pero<br />
sabíamos que estaba cerca, más adelante,<br />
avanzando entre los recodos y vueltas<br />
que daban las tripas de la montaña<br />
con Rainer levitando tras de él.<br />
Brewersen tanteaba lentamente el terreno<br />
con su arma para evitar caer en<br />
una sima o tropezar con algún obstáculo.<br />
Nos habíamos separado de la pared<br />
porque se perdía a nuestros lados, alejándose<br />
del rastro del Ser y perdiéndose<br />
en las negras profundidades de piedra.<br />
De vez en cuando, a lo lejos, se oían los<br />
ecos de la caída de una gota de agua.<br />
Eso, junto con el roce, nuestras pisadas<br />
y respiraciones, eran todo el sonido que<br />
se escuchaba ahí dentro.<br />
Pasamos varias esquinas y bajamos<br />
por lo que parecían unos escalones. La<br />
luz se empezaba a desvanecer cada vez<br />
más y ahora los sonidos nos llegaban<br />
más apagados.<br />
- La cueva se ha ensanchado –dijo Alric.<br />
Habló en un susurro y, aún así, el<br />
sonido reverberó por la enorme y ominosa<br />
caverna.<br />
- El suelo parece liso. –No tenía nada<br />
que ver con el piso que habíamos dejado<br />
atrás, lleno de rugosidades y pequeñas<br />
piedras. Este estaba pulido.<br />
- Hemos entrado en una cámara. Espera<br />
–se detuvo de golpe-, ¿lo oyes?<br />
- No oigo nad…<br />
- Ssshh… Escucha.<br />
Afiné el oído. Parecían pasos, botas<br />
corriendo.<br />
- Sí, ya lo oigo, ¡viene alguien!<br />
- Y no viene sólo.<br />
Aquel detalle me alarmó, pues yo<br />
sólo había oído un par de botas. Presté<br />
más atención. Mi respiración se volvió<br />
45
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
46<br />
casi ensordecedora, imponiéndose a<br />
cualquier ruido del exterior. Y entonces<br />
lo oí.<br />
- ¡Patas! –exclamé.<br />
- ¡Corred! ¡Corred! –Las botas se materializaron<br />
en una figura oscura que<br />
venía hacia nosotros.<br />
- ¿Rainer? –dijo Alric extrañado.<br />
- ¡Vamos!<br />
El sacerdote llegó hasta nosotros y<br />
nos empujó para ir por donde habíamos<br />
venido.<br />
- ¿Qué son? –pregunté.<br />
- No lo sé, pero son muchos y van<br />
muy rápido –contestó Rainer.<br />
- ¿Por dónde vamos? –dijo Alric.<br />
- ¡Por allí! –exclamó Rainer-. ¡Parece<br />
que hay luz!<br />
Delante de nosotros se percibía un ligero<br />
resplandor que dejaba entrever un<br />
estrecho pasillo de roca lisa. Corrimos<br />
por él como locos, oyendo cada vez más<br />
cerca y fuerte el golpeteo de un millar<br />
de patas contra el suelo.<br />
La luz fue cobrando intensidad. Cada<br />
vez se veía más y mejor las paredes que<br />
nos rodeaban, que nada tenían que ver<br />
con la roca viva de antes. Todo estaba<br />
pulido, aumentando por eso la luminosidad<br />
de la gruta. De repente, el angosto<br />
pasaje se abrió a una gran sala de altas<br />
y gruesas columnas, cuyos laterales se<br />
perdían en la oscuridad.<br />
- ¡La salida! –gritó Rainer-. ¡Allí está!<br />
En el lado opuesto, entre los titánicos<br />
pilares, había una enorme entrada con<br />
un marco de piedra lleno de grabados<br />
y, al otro lado, se veía el exterior.<br />
- ¿Por qué es de día? –pregunté. El sol<br />
iluminaba un cielo azul con alguna que<br />
otra nube blanca.<br />
- ¡Tenemos compañía! –bramó Alric.<br />
De la izquierda, entre las columnas,<br />
aparecieron tres de nuestros perseguidores.<br />
Eran criaturas que no había visto<br />
nunca. Eran una parodia del centauro,<br />
pero en vez de caballo la otra mitad era<br />
de araña gigante. Tenían seis patas, que<br />
se movían a la velocidad del rayo, unidas<br />
a un torso de arácnido acabado en<br />
aguijón. La piel del cuerpo era negra y<br />
brillaba como el caparazón de un insecto,<br />
y en las manos portaban toscas cuchillas.<br />
- ¡Godert, encárgate de uno! –gritó<br />
Alric.<br />
Y se lanzó a la carga. Blandió su espada<br />
con un molinete que seccionó la<br />
cabeza de uno de ellos. Luego se trabó<br />
en combate con el otro, parando golpes<br />
y retrocediendo.<br />
Antes de que el tercero interviniera<br />
en la lucha me lancé contra él. Estaba<br />
más preocupado por la peligrosa espada<br />
de Alric, así que casi no me vio llegar<br />
y le alcancé por el flanco izquierdo. La<br />
hachuela se hundió en su cuello antes<br />
de que pudiera girarse del todo, y lo rematé<br />
clavándole con saña el cuchillo en<br />
la cabeza. Mientras sacaba las armas de<br />
su cuerpo, alcancé a ver como el mercenario<br />
bloqueaba la cuchilla del hombre<br />
araña y, haciendo un giro, le quitaba el<br />
arma de las manos. Brewersen hundió<br />
su espada en la boca de la criatura y el<br />
combate terminó.<br />
- ¡Vamos! –nos apremió Rainer. Guardé<br />
mis armas y eché mano del arco.<br />
Recorrimos a grandes zancadas el trecho<br />
que nos quedaba hasta la entrada.<br />
Por todos lados se oían las patas aproximarse<br />
a la carrera, y en alguna ocasión<br />
me pareció ver de refilón sombras que<br />
venían por los lados.<br />
Alcanzamos la puerta y la luz del exterior<br />
nos cegó unos instantes. Cuando
ecuperé la vista, el paisaje que teníamos<br />
delante me dejó confuso. No quedaba<br />
nada de los altos y helados picos<br />
de mi tierra, nada de los altos bosques<br />
de coníferas, nada de la nieve y el frío.<br />
Nos hallábamos en lo alto de una colina,<br />
con la montaña a la espalda. A nuestros<br />
pies se extendía una planicie que no tenía<br />
fin. Miraras a donde miraras se veía<br />
un mar de hierba y las suaves ondulaciones<br />
del terreno. El sol brillaba en un<br />
cielo de azul intenso, nada que ver con<br />
el tono gris del norte.<br />
- ¿Dónde estamos? –dijo Alric.<br />
- No lo sé… -contestó Rainer.<br />
El correteo de los hombres araña a<br />
nuestra espalda nos devolvió a la realidad.<br />
Sin pensárnoslo dos veces, bajamos<br />
corriendo la ladera. Un poco más<br />
adelante, al final del desnivel, alcancé a<br />
ver unas cuantas casas y una empalizada.<br />
- ¡Hacia allí! ¡Hay un pueblo! –grité.<br />
Redoblamos nuestros esfuerzos ayudados<br />
por la inclinación del terreno.<br />
Eché la vista atrás justo a tiempo para<br />
ver como la montaña vomitaba un enjambre<br />
de negros hombres araña que<br />
gritaban amenazantes y bajaban a toda<br />
velocidad. Un cuerno de guerra sonó a<br />
lo lejos.<br />
- ¡Viene del poblado! –dijo Rainer<br />
apenas sin resuello-. ¡Vamos!<br />
Las criaturas de la cueva iban demasiado<br />
deprisa para nosotros y algunas se<br />
acercaban peligrosamente. A la carrera,<br />
cogí una flecha y la disparé hacia ellos.<br />
Dio de lleno en uno, que se derrumbó<br />
haciendo tropezar a los que venían detrás.<br />
Alric se giraba haciendo barridos<br />
con la espada para mantenerlos a raya.<br />
El cuerno de guerra volvió a sonar.<br />
Los últimos pies los recorrimos lan-<br />
Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />
zando flechas y espadazos a los que se<br />
acercaban demasiado. Delante teníamos<br />
una empalizada de madera del tamaño<br />
de dos hombres con gruesas puertas.<br />
Antes de llegar a la entrada, una treintena<br />
de arqueros se asomaron por encima<br />
y descargaron una andanada sobre<br />
nuestros perseguidores. Tres hombres<br />
armados con picas nos esperaban junto<br />
al portón urgiéndonos a entrar con<br />
gestos. Rainer fue el primero en llegar,<br />
y tras él entramos nosotros, acosados<br />
por los hombres araña. En cuanto hubimos<br />
pasado, las puertas se cerraron a<br />
nuestras espaldas y sonó el cuerno de<br />
guerra.<br />
Un hombre de barba blanca y porte<br />
imponente empezó a dar órdenes.<br />
- ¡Bloquead la entrada! ¡Todo el mundo<br />
a la empalizada!<br />
Debían ser, al menos, unos cincuenta<br />
hombres. No eran soldados regulares,<br />
ya que iban ataviados con algunas armaduras<br />
de cuero y con armas elementales<br />
y baratas. Me llamó la atención un<br />
hombre especialmente alto, más incluso<br />
que Alric, con un bigote que le caía a los<br />
lados de la boca y el pelo largo y castaño.<br />
Portaba una enorme alabarda.<br />
Nos encontrábamos en la calle principal<br />
del pueblo, que lo recorría de punta<br />
a punta. Las casas eran bajitas, construidas<br />
en madera clara, y en el centro de<br />
la calle se veía un pequeño promontorio<br />
que debería marcar la plaza mayor.<br />
- Os daría la bienvenida, forasteros,<br />
pero traéis la muerte a mis muros –nos<br />
dijo el de la barba blanca desenvainando<br />
una espada-. Si sobrevivís ya tendremos<br />
tiempo de presentaciones.<br />
- ¡Están trepando! –gritó alguien.<br />
- ¡Bajad todos! Los recibiremos en el<br />
suelo –ordenó el de la barba.<br />
47
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
48<br />
Entre flechazos, los hombres fueron<br />
bajando de la muralla. En algún punto<br />
se veía aparecer la cabeza de un hombre<br />
araña, que desaparecía rápidamente al<br />
recibir una flecha o un golpe de pica.<br />
- Necesito un arma –nos dijo Rainer.<br />
- Mira en la herrería –contestó el hombre<br />
de la alabarda, que estaba cerca de<br />
nosotros-. Está allí, junto al pozo.<br />
Rainer salió corriendo a toda prisa en<br />
esa dirección.<br />
Los hombres habían formado una línea<br />
que ocupaba toda la calle. En primer<br />
lugar estaban los que iban equipados<br />
con espadas y toscos escudos. Detrás las<br />
picas y por último los arqueros. Alric se<br />
puso en primera fila en un lateral y yo<br />
me coloqué justo detrás.<br />
Entonces llegaron los hombres araña.<br />
Trepaban por el muro con sus patas de<br />
araña, y alcanzaban el otro lado lanzando<br />
bramidos y blandiendo al aire las<br />
espadas cortas. No esperaban y, según<br />
aparecían, cargaban contra nosotros.<br />
Las flechas paraban a muchos, pero llegó<br />
un momento en el que fueron demasiados.<br />
Las espadas y las picas aguantaron<br />
el embate de las primeras criaturas,<br />
que caían ensartadas por las lanzas y<br />
rematadas por el afilado acero. Yo disparaba<br />
flecha tras flecha, apuntando,<br />
eligiendo a los objetivos más vulnerables<br />
y disparando contra las partes más<br />
blandas.<br />
Se oyó un crujido y la puerta se partió<br />
en dos. Una oleada inmensa de hombres<br />
araña inundó la calle y se lanzó contra<br />
la fila de hombres. Eran demasiados y<br />
la formación se rompió. Los arqueros<br />
soltaron sus arcos y echaron mano de<br />
lo que llevaban encima para defenderse.<br />
Los hombres combatían a las arañas<br />
de dos en dos, tratando así de compen-<br />
sar la rapidez de éstas al moverse. Vi<br />
al jefe de la barba blanca, que luchaba<br />
cerca del hombre con la alabarda. Eran<br />
feroces guerreros; el primero blandía la<br />
espada con agilidad y destripaba arañas<br />
con puntería certera, el segundo trazaba<br />
arcos de muerte que segaban todo<br />
lo que se encontrara en su camino. Alric<br />
luchaba solo, con la espada larga en<br />
una mano y la corta en la otra, parando,<br />
bloqueando y lanzando cuchilladas asesinas.<br />
Vi que las arañas usaban también<br />
el aguijón del final para atacar y cómo<br />
un par de hombres cayeron entre convulsiones<br />
al ser alcanzados por éstos.<br />
Un hombre araña me miró y embistió<br />
contra mí. Le esquivé por poco, haciéndome<br />
a un lado. Frenó su carrera y empezó<br />
a acosarme, lanzando cuchilladas<br />
y haciendo amagos y fintas. Era muy<br />
rápido y mi hacha era demasiado corta<br />
para alcanzarle. Una cosa era combatir<br />
en estrechos pasillos o cogiendo por<br />
sorpresa, pero en una lucha cara a cara<br />
llevaba las de perder. Trató de clavarme<br />
el aguijón con un rápido giro de cintura<br />
y no lo hizo por muy poco. Una ráfaga<br />
de estocadas veloces siguió al aguijonazo,<br />
y en una de esas trabó mi hachuela<br />
y me la quitó con un golpe. La araña<br />
lanzó un grito de victoria y me empujó<br />
con las patas delanteras. Caí al suelo de<br />
espaldas, viendo como mi enemigo se<br />
alzaba sobre mí, con la espada en alto.<br />
Me preparé mentalmente para reunirme<br />
con mis antepasados. Entonces un<br />
martillo le aplastó la cabeza, salpicándome<br />
de sangre morada de araña.<br />
El cuerpo cayó inerme y desmadejado,<br />
descubriendo a Rainer detrás del<br />
hombre araña blandiendo a dos manos<br />
un enorme martillo de herrero. El sacerdote<br />
me tendió la mano y me ayudó a
levantarme justo a tiempo para ver venir<br />
dos arañas hacia nosotros.<br />
- ¡Vienen más!<br />
Rainer me hizo a un lado de un empujón<br />
para recibir con un poderoso mazazo<br />
a la primera de ellas. Estampó su<br />
arma contra el costado de la criatura en<br />
un golpe que era imposible de parar o<br />
esquivar. Se oyó un crujido y el ser se<br />
dobló por la mitad y mordió el polvo.<br />
El que venía detrás acosó a Rainer con<br />
estocadas rápidas, que éste las evitó<br />
echándose para atrás. Levantó el martillo<br />
por encima de su cabeza y descargó<br />
con todas sus fuerzas sobre el hombre<br />
araña. De nuevo la brutalidad de la<br />
maza venció a huesos y tendones, rompiendo<br />
como un melón la cabeza del<br />
ser.<br />
Rainer desincrustó el martillo y me<br />
miró.<br />
- ¿Estás bien? -Asentí con la cabeza-.<br />
Perfecto. Toma, coge esto y vamos a<br />
ayudar a Alric.<br />
Me lanzó una espada llena de sangre<br />
y polvo que recogió del suelo. Provisto<br />
del acero y de mi cuchillo, seguí a Rainer<br />
a través de la batalla. Avanzaba imparable,<br />
repartiendo muerte y huesos<br />
rotos a ambos lados. Yo iba cerca, rematando<br />
y acuchillando a aquellos que se<br />
quedaban por el camino o querían coger<br />
a Rainer por la espalda.<br />
Llegamos hasta Alric. Como siempre,<br />
se encontraba en medio de la peor de las<br />
matanzas. Estaba lleno de la sangre morada<br />
de los hombres araña y a sus pies<br />
tenía al menos quince cuerpos mutilados.<br />
Ahora se defendía a la vez de tres<br />
criaturas, sangrando por un puñado de<br />
cortes menores y con el rostro contorsionado<br />
por la ira. A su espalda se encontraba<br />
el gigante de la alabarda, que<br />
Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />
no tenía nada que envidiar a Brewersen.<br />
Ambos luchaban como colosos, cercenando,<br />
atravesando y destripando oleada<br />
tras oleada. Rainer, deseoso de más<br />
sangre, se unió a la refriega. Entró avasallando,<br />
trazando arcos con la maza y<br />
reventando todo lo que se encontraba a<br />
su paso. Exultante y contagiado por el<br />
frenesí asesino de mis compañeros, cargué<br />
contra las arañas con la espada por<br />
delante.<br />
Fueron momentos de confusión y<br />
muerte. Mis brazos y mis piernas se movían<br />
solos, respondían a mis impulsos<br />
homicidas, y todo parecía ir a cámara<br />
lenta. Maté y maté, manchándome con<br />
la sangre de mis enemigos, combatiendo<br />
codo con codo con Alric, Rainer y el<br />
gigante. A veces nos alcanzaba algún<br />
filo, haciéndonos sangrar, y nosotros lo<br />
devolvíamos atravesando de punta a<br />
punta, cortando brazos y patas, aplastando<br />
cabezas. El tiempo dejó de tener<br />
sentido y sólo existía la batalla.<br />
Comprendí que todo había terminado<br />
cuando los hombres gritaron al unísono,<br />
respondiendo a la voz de victoria<br />
de alguien. Yo estaba sobre una araña,<br />
acuchillándola una vez tras otra. Vi que<br />
estaba muerta y entonces paré. Me incorporé<br />
como pude y miré a mí alrededor.<br />
Alric estaba a mi lado, agarrando<br />
únicamente la espada y con un corte<br />
profundo en el brazo izquierdo. Recorría<br />
la calle con la vista, buscando más<br />
enemigos vivos o moribundos. Rainer<br />
se encontraba a unos metros apoyado<br />
sobre el martillo, exhausto. El gigante,<br />
por su lado, remataba a una araña hundiéndole<br />
su alabarda en el estómago.<br />
Habían muerto muchos hombres,<br />
quizá demasiados. Vi que el jefe de la<br />
barba blanca había caído. Su cuerpo, a<br />
49
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
50<br />
unos pasos de mí, estaba ensartado por<br />
cinco cuchillas de los hombres araña y<br />
en la mano todavía tenía agarrada la<br />
espada, rodeado de múltiples cuerpos<br />
mutilados de estas criaturas. Sólo quedaban<br />
quince hombres vivos sin contarnos<br />
a notros. Todos estaban heridos,<br />
pero sólo tres de ellos de manera grave.<br />
Poco a poco, se fueron recuperando,<br />
atendiendo las lesiones y retirando los<br />
cadáveres de los muertos. Rainer, Alric<br />
y yo nos acercamos.<br />
- ¿Alguna herida grave? –preguntó el<br />
sacerdote.<br />
- Pregúntale a ese –contestó Alric señalando<br />
a una araña. Y se echaron a reír.<br />
El gigante vino hasta nosotros.<br />
- Sois fieros guerreros, forasteros –<br />
dijo, tendiendo la mano a Brewersen,<br />
que se la estrechó-. Soy Ben el Grande.<br />
- Alric Brewersen.<br />
- Rainer, sacerdote del Dios Helado.<br />
- Godert Iverson, de Norringe.<br />
- ¿Norringe? Estás muy lejos de casa,<br />
amigo Godert, ¿qué te trae a la llanura?<br />
- ¿La llanura? –pregunté.<br />
- Mierda -exclamó Alric.<br />
- Sí –dijo Ben-. Los pastos antes del<br />
gran desierto, las llanuras de los poderosos<br />
jinetes. Aquí os encontráis.<br />
- ¿Cómo puede ser? –pregunté al aire.<br />
- Creo tener una idea de lo que ha pasado<br />
–dijo Rainer-. Desde que salisteis<br />
tras nosotros, el Ser sin Luz ha estado<br />
usando su magia para complicaros el<br />
camino, alterando las cosas a su paso<br />
para haceros más difícil todo.<br />
- Eso ya lo hemos visto –masculló Alric.<br />
- Estoy seguro de que ha sido él. Sin<br />
embargo, si hubiera querido mataros,<br />
habría podido hacerlo. Prendió fuego al<br />
bosque y os echó a las dríades encima,<br />
pero os dejó entrar en la cueva en vez de<br />
cerrarla con su magia.<br />
- ¿Y a ti? ¿Por qué te soltó? –pregunté.<br />
- No lo sé –contestó-. Me dejó en mitad<br />
de la oscuridad y elevó sus llamas<br />
al techo, despertando a las arañas. Pero<br />
me dio tiempo para salir corriendo y encontrarme<br />
con vosotros.<br />
- Ha estado jugando con nosotros –<br />
dije, repitiendo las palabras de Alric.<br />
Ben miraba a uno y a otro con expresión<br />
perpleja.<br />
- Pues esta vez casi no lo contamos –<br />
señaló Alric.<br />
- Esa criatura ha usado su magia para<br />
alterar la montaña. –Rainer hablaba<br />
pensativo, mirando al suelo-. No hay<br />
túneles que conecten el norte con las<br />
llanuras, están demasiado lejos. Y aún<br />
menos que nos permitan llegar en tan<br />
poco tiempo. Por algún motivo, nos ha<br />
traído hasta aquí.<br />
- ¿Librarse de nosotros, quizás? –<br />
apunté.<br />
- No lo sé. Lo único que he podido<br />
averiguar mientras me tenía prisionero<br />
es que posee un enorme poder. La realidad<br />
se altera bajo su voluntad. No sé<br />
cuál es la naturaleza de este ser, pero<br />
jamás había visto una cosa igual. –Se<br />
calló unos instantes antes de continuar-.<br />
Cuando os fuisteis a enfrentaros al reto<br />
de los dokkalfar, estuve ojeando un libro<br />
que hablaba sobre los inicios de esta<br />
tierra, antes de que los hombres llegaran<br />
a ella desde el norte. Las leyendas<br />
más primigenias hablan de un dios que<br />
vino desde más allá del mar para reclamar<br />
esta tierra, acompañado de poderosos<br />
magos de sombra. El libro dice<br />
que estos hechiceros eran figuras oscuras<br />
capaces de doblegar el mundo a la<br />
voluntad del dios. –Rainer cogió aire y
lo soltó en un resoplido-. No os voy a<br />
mentir, la descripción concuerda bastante,<br />
pero eso no son más que leyendas<br />
y folclore. Además, tampoco se contaba<br />
nada que nos pudiera ser de utilidad.<br />
Alric y yo nos quedamos en silencio,<br />
mirándonos.<br />
- ¿Y ahora qué? –pregunté.<br />
Brewersen se encogió de hombros.<br />
- Pues seguiremos buscándole –contestó-.<br />
Trataremos de dar con alguien<br />
que sepa algo y de recuperar el rastro.<br />
Y sin no lo conseguimos, pues ya veremos.<br />
- Creo que os puedo ayudar –dijo Ben-<br />
. Conozco a un mago en la Ciudad de los<br />
Jinetes, casi tan viejo como el mundo y<br />
mucho más sabio que cualquier otro. Él<br />
sabrá que hacer ya que conoce todas las<br />
leyendas y las historias de esta tierra.<br />
- ¿Está muy lejos? –pregunté.<br />
- ¿Y eso que más da? –dijo Alric-.<br />
¿Tienes prisa?<br />
Rainer se echó a reír.<br />
- No, claro que no… -dije avergonzado-.<br />
¿Cómo podemos llegar, Ben?<br />
- Yo os guiaré.<br />
- ¿Y tu pueblo? –preguntó Alric-.<br />
Aquí necesitarán tu ayuda.<br />
- No te preocupes –contestó Ben-.<br />
No soy de aquí, y esto no es un pueblo<br />
como tal. La Ciudad de los Jinetes pone<br />
puestos avanzados y autosuficientes de<br />
milicia en todas las entradas a su reino.<br />
Ahora enviaran más hombres desde<br />
cualquier sitio cercano y recompondrán<br />
las murallas. Después de la masacre<br />
no creo que los hombres araña estén<br />
en disposición de atacar muy pronto.<br />
–Rió sonoramente y añadió pasándose<br />
una mano por el bigote-: Yo sólo soy<br />
un aventurero que estaba de paso, ofreciendo<br />
mi trabajo por un poco de comi-<br />
Ricardo Castillo - TÚNELES ALTERADOS<br />
da y un techo, así que nada me ata a este<br />
lugar. Seré más útil a vuestro lado.<br />
- Oh, en ese caso… -dije yo.<br />
- Perfecto entonces –dijo Alric-. ¿Y tú<br />
Rainer?<br />
Rainer también se encogió de hombros.<br />
- Mi pueblo y mi templo fueron arrasados.<br />
No tengo a donde ir, ni dinero<br />
para volver. ¿Vosotros tenéis suficiente<br />
para el camino?<br />
- De momento sí –contestó Brewersen.<br />
- Entonces me apunto. Siempre os<br />
vendrá bien un guía espiritual.<br />
- ¡Por no hablar de tu martillo! –exclamó<br />
Ben. Y se echó a reír de nuevo-. No<br />
sabía que los sacerdotes del norte fuerais<br />
tan diestros con el martillo.<br />
- Ni yo –dijo Rainer.<br />
- Bueno, ya habrá ocasión para verlo<br />
de nuevo. –Alric miró al sol-. No es ni<br />
mediodía… ¿A cuánto está la Ciudad<br />
de los Jinetes, Ben?<br />
- Cerca. Cogeremos prestados unos<br />
caballos y en menos de un día estaremos<br />
allí.<br />
- Bien –dijo Alric-. Pues ayudemos un<br />
poco a estos hombres y salgamos cuanto<br />
antes. Ahí fuera hay una criatura que<br />
está pidiendo a gritos que la maten.<br />
51
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
52<br />
Un amor bajo el mismo cielo<br />
POR ELEAZAR HERRERA<br />
Pablo no ha tenido mucha suerte en el amor. Sus últimas relaciones han sido<br />
un desastre y se siente más solo que la una, así que recurre a una agencia de<br />
contactos entre galaxias. Al otro lado de la pantalla, años luz de la Tierra, un<br />
curioso extraterrestre recibirá un correo con el perfil de un ser humano que<br />
podría ser el amor de su vida.<br />
...O más le vale.<br />
De: Agencia de contactos Intergaláctica<br />
Universal<br />
Asunto: Perfil encontrado<br />
Buenos días,<br />
Con motivo de su reciente registro y<br />
posterior elaboración del Test de Compatibilidad,<br />
hemos dado con alguien<br />
de sus mismas características. A través<br />
de este hilo de mensajes podrán ponerse<br />
en contacto entre ustedes y entablar<br />
amistad. La Agencia de contactos Intergaláctica<br />
Universal no guardará ningún<br />
historial ni espiará en livestream sus<br />
conversaciones: privacidad es nuestro<br />
segundo nombre.<br />
Antes de empezar a chatear, les recomendamos<br />
la guía para nuevos usuarios<br />
con las preguntas más frecuentes<br />
y el protocolo de presentación según<br />
el planeta y raza de ambos interlocutores.<br />
Reciban nuestros mejores deseos en<br />
nombre de la compañía.<br />
Un saludo,<br />
Agencia de contactos Intergaláctica<br />
Universal<br />
Por favor, no responda a este mensaje.<br />
Ha sido generado automáticamente<br />
desde el servidor.<br />
(Dos días después)<br />
De: Pablo de Gracia<br />
Asunto: Hola<br />
Hola, buenas tardes.<br />
Supongo que soy el primero, ¿no?<br />
Encantado de conocerte, E-AmenSut.<br />
Tienes un nombre muy bonito. He recibido<br />
el e-mail de la agencia y he decidido<br />
saltarme las presentaciones de rigor.<br />
Nadie lo hace, ¿no? ¿Y para qué molestarnos<br />
con frivolidades? No es que me<br />
parezcan mal, pero dejemos la burocracia<br />
para los burocráticos. Aquí estamos<br />
para encontrar el amor.<br />
Ah, el amor. El amor es increíble, ¿no<br />
te parece? ¡Hace unas décadas esto habría<br />
sido imposible! ¿Una red de contactos<br />
entre varios planetas, con sus razas,<br />
sus tradiciones y todo ese rollo? Sí, suena<br />
genial. Y aquí estamos, disfrutando<br />
de la idea de un genio que hace tiempo<br />
que murió.<br />
He estado viendo las estadísticas de<br />
la agencia. Han creado más de cinco millones<br />
de parejas en el primer siglo. Parecen<br />
unos datos muy positivos, y creo,<br />
espero, o simplemente sueño, que puedan<br />
aplicarse una vez más.<br />
Gracias por tu tiempo. Espero tu e-
mail.<br />
Un saludo,<br />
Pablo<br />
(Cuatro días después aproximadamente)<br />
De: E-AmenSut Hadartajk<br />
Asunto: Hola<br />
Buenos días en mi sistema solar. Hay<br />
un fuerte jet-lag entre nuestros planetas<br />
así que espero que los e-mails no te lleguen<br />
en horas intempestivas. Antes que<br />
nada, decirte que estoy utilizando el<br />
traductor online de la agencia y es posible<br />
que cometa algunos errores, así que<br />
lo siento de antebrazo. ¿Tú como lo haces<br />
para hablar mi idioma? ¿Sabías algo<br />
de nosotros, los Hadares? Hablas muy<br />
bien, así que debes ser muy listo.<br />
Yo también espero encontrar el amor.<br />
Después de tanto tiempo intentándolo<br />
por medios convencionales, necesito<br />
algo de aire fresco. Mis últimas relaciones<br />
han sido un desastre. Oye, he visto<br />
tu perfil en la web. “Carismático, emprendedor.<br />
Me encantan los rollitos de<br />
primavera.” Eh… esto… ¿Cómo la cocináis?<br />
Reconozco que no he investigado<br />
nada sobre tu planeta de residencia, es<br />
decir, voy un poco a ciegas en cuanto a<br />
la agencia se refiere, pero eso no quita<br />
que tenga interés en ti. Perdona por si te<br />
he ofendido. Debería haberme leído el<br />
protocolo del M4333. Lo siento. Lo siento<br />
otra vez.<br />
Un saludo,<br />
E-AmenSut<br />
(Un día después)<br />
De: Pablo de Gracia<br />
Asunto: No he entendido nada<br />
¡Hola! El caso es que ha debido de<br />
haber un error con el servidor o algo<br />
Eleazar Herrera - UN AMOR BAJO EL MISMO CIELO<br />
porque no he entendido nada de lo que<br />
me has puesto. Está en símbolos raros y<br />
es sospechoso porque en mi perfil pone<br />
que soy de la Tierra… Bueno, supongo<br />
que nadie es perfecto.<br />
Un saludo,<br />
Pablo<br />
(Dos días después)<br />
De: E-AmenSut Hadarakj<br />
Asunto: Lo siento<br />
Hola. Siento lo del correo, había leído<br />
el perfil equivocado y… bueno, un<br />
lío. Esto de conocer a varios seres a la<br />
vez tiene sus desventajas. Pablo, ¿verdad?<br />
¿Cómo se pronuncia? Se me hace<br />
la lengua un lío. Las vocales son muy<br />
difíciles de pronunciar, por eso en mi<br />
perfil pone que busco gente de un lugar<br />
llamado Islandia. Tienen nombres y<br />
apellidos muy fáciles para mí. He visto<br />
que tú eres de España y me pregunto<br />
cómo es ese lugar. Si estás interesado en<br />
Zghknart (mi país) puedo hacerte una<br />
descripción o enviarte una foto. Es sobrio<br />
pero bonito.<br />
Un saludo,<br />
E-AmenSut<br />
(Tres horas después aproximadamente)<br />
De: Pablo de Gracia<br />
Asunto: Lo siento<br />
Adjunto: hierbajosdebarrio.jpg, toromoribundo.jpg<br />
¿Así que estás conociendo a más personas?<br />
Bueno, extraterrestres… o lo que<br />
sea… Pensaba que era el único para ti<br />
y no puedo evitar sentirme fatal. Yo estaba<br />
dando todo en esta relación… En<br />
fin, estás en tu derecho y en la agencia<br />
no hay ninguna cláusula al respecto, así<br />
que tendré que apechugar con ello. El<br />
53
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
54<br />
que no corre, vuela. Supongo.<br />
Me gustaría mucho ver Zghknart<br />
(¿cómo demonios se pronuncia eso,<br />
a todo esto?), y más concretamente tu<br />
casa o tu habitación. Yo te puedo pasar<br />
una foto de Badajoz, que es donde vivo,<br />
pero la verdad es que es un poco árido.<br />
Eso sí: en los anuncios sale todo el verde<br />
que no se ve en la realidad. Mira la foto.<br />
En nuestro país hay un montón de<br />
tradiciones absurdas, como las peleas<br />
de gallos o matar toros a base de espadazos.<br />
Es curioso porque al mismo tiempo<br />
se intenta concienciar a las personas<br />
para que no abandonen ni maltraten a<br />
sus mascotas. Claro que nadie tiene un<br />
toro como mascota, pero no es excusa.<br />
Esta doble moral se extiende a casi todos<br />
los ámbitos de nuestro país, donde<br />
se recorta en cultura y educación para<br />
poder darle dinero a un banco, que es<br />
al mismo tiempo la institución que nos<br />
está arruinando. Es peor que un mal<br />
sueño. ¿Sabes? Por una parte me encantaría<br />
saber cómo se gobierna en tu país,<br />
pero por otra no quiero hablar de política.<br />
No es un tema ideal cuando conoces<br />
a alguien porque podría herir sensibilidades.<br />
Y así no se liga una mierda.<br />
Un saludo,<br />
Pablo de Gracia<br />
(Quince horas después)<br />
De: E-AmenSut Hadartajk<br />
Asunto: Pues aquí<br />
Adjunto: jikpprZghknart.jpg<br />
Todo es raro según como se mire, aunque<br />
reconozco que nunca he tenido una<br />
relación con una ‘mierda’. El traductor<br />
dice que son ‘desechos en forma de excremento<br />
que expulsa el ser humano<br />
por razones biológicas’. No lo entiendo<br />
porque se supone que no estás ligando<br />
con nadie, sino con algo que sale de ti,<br />
así que ¿no sería como ligar con uno<br />
mismo o enrollarse con uno mismo? ¿Y<br />
eso no es… desagradable? Aunque el<br />
traductor también añade que ‘mierda’<br />
puede significar ‘expresión de disgusto’<br />
y que sirve como un ‘calificativo despectivo’.<br />
Supongo que hay cosas que un<br />
traductor no puede entender.<br />
Me encanta Badajoz. Es un lugar minimalista<br />
y original. ¡Nunca había visto<br />
tierra de color amarillo! Jikppr es bastante<br />
parecido, solo que de un color<br />
más chillón. Ah, estoy conmocionada.<br />
El universo es increíble. La verdad, me<br />
encantaría visitar tu tierra y pasar unos<br />
días allí. Sería muy emocionante, y además<br />
podríamos vernos de verdad. Los<br />
e-mails se me hacen lentos.<br />
Todo lo que me cuentas es muy interesante,<br />
aunque no dejo de pensar<br />
en la de cosas extrañas que suceden<br />
en España. En Zghknart tenemos unas<br />
máquinas muy útiles que hacen la contabilidad<br />
del país, y a través de unos<br />
algoritmos deciden qué medidas son<br />
necesarias para impulsar o arreglar el<br />
país. Lo llamamos Entelequia y funciona<br />
bien, aunque eso no quita que haya<br />
otras cosas horribles como el Efecto<br />
Natural. Se trata de un exceso de flora<br />
que poco a poco va extendiéndose a la<br />
ciudad, tragándose cualquier construcción,<br />
robot o personas que haya a su<br />
alrededor. Por eso nos gusta tanto los<br />
paisajes como Badajoz.<br />
Un abrazo,<br />
E-AmenSut<br />
PD: La fauna de tu entorno es muy<br />
interesante.<br />
(Un día después)<br />
De: Pablo de Gracia
Asunto: Un pequeño paso para el<br />
hombre<br />
Tengo que proponerte algo, pero antes<br />
querría aclarar lo de la mierda. Es<br />
una frase hecha que se dice por aquí y<br />
significa ‘no ligar nada’. Esto de no hablar<br />
el mismo idioma a veces es… confuso…<br />
Bien, a lo que voy. Ya llevamos un<br />
par de semanas hablando. Encuentro<br />
muy cómoda tu compañía a pesar de la<br />
virtualidad y me gustaría dar un paso<br />
adelante. Es decir, podríamos enviarnos<br />
mensajes de vídeo o incluso utilizar la<br />
videollamada (no sé si tendrá interferencias<br />
por eso de estar tan lejos). Tengo<br />
muchas ganas de ponerte cara, cuerpo,<br />
sonrisa; saber a quién dedico las horas<br />
muertas de mi pensamiento. Además…<br />
bueno, llevo unos días haciendo ejercicio<br />
para que me encuentres agradable.<br />
También, por una vez, he seguido la<br />
recomendación de mi madre y me he<br />
afeitado.<br />
Cuando abro la bandeja de entrada,<br />
espero ansiosamente que aparezca un<br />
correo tuyo. Si lo hay, mi corazón palpita<br />
fuerte y me entran arcadas. Arcadas<br />
de amor. Por eso quería saber tu opinión<br />
antes de mandarte mi mejor foto.<br />
Un besazo,<br />
Pablo de Gracia<br />
(Un día después)<br />
De: E-AmenSut Hadartajk<br />
Asunto: Un pequeño paso para el<br />
hombre<br />
Acepto gustosamente tu proposición,<br />
pero creo que es un poco precipitado<br />
mandarnos vídeos. Lo único es<br />
que puede que no estés acostumbrado a<br />
ver muchos Hadares y quizás te resulte<br />
chocante. No me gustaría sentirme re-<br />
Eleazar Herrera - UN AMOR BAJO EL MISMO CIELO<br />
chazada.<br />
Un beso,<br />
E-AmenSut<br />
(Dos horas después)<br />
De: Pablo de Gracia<br />
Asunto: Eres preciosa<br />
No digas tonterías, E-AmenSut. Estoy<br />
seguro de que eres el ser más bello<br />
que he visto nunca. ¡Además, así eres<br />
exótica! Y hoy en día no está mal visto<br />
relacionarse con extraterrestres. Espero<br />
ansioso tu foto. Te mandaré la mía de<br />
vuelta. Y de verdad, confía en mí. No<br />
soy precisamente un ‘Hugo Boss’.<br />
Un besazo,<br />
Pablo<br />
(Una hora después)<br />
De: E-AmenSut Hadartajk<br />
Asunto: Eres preciosa<br />
Adjunto: E-AmenSut.jpg<br />
¡Allá va! Espero la tuya de vuelta. Me<br />
siento muy halagada por todo lo que estás<br />
diciendo.<br />
Un abrazo,<br />
E-AmenSut<br />
(3 días después)<br />
De: Pablo de Gracia<br />
Asunto: Fotos<br />
Adjunto: erpablikohreshulón.jpg<br />
Es chocante, lo reconozco. Quiero<br />
decir, ¿a quién no le chocaría que seáis<br />
totalmente circulares, sin extremidades<br />
y con aspecto gelatinoso? Es una visión<br />
inquietante, desde luego… Ahí te mando<br />
la mía.<br />
Un saludo,<br />
Pablo<br />
(Quince minutos después)<br />
De: E-AmenSut Hadartajk<br />
55
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
56<br />
Asunto: Fotos<br />
Hola, Pablo.<br />
Tengo sentimientos encontrados.<br />
Pensaba que los humanos erais grandes<br />
y simétricos, antropomórficos en cualquier<br />
caso… Pero tú no eres como los<br />
modelos de Internet. Eres redondo y de<br />
baja estatura, lo cual no me hace sentir<br />
tan extraña. Veo cada vez más parecidos<br />
entre nosotros. Quizás podríamos<br />
intentarlo. Sabes a lo que me refiero,<br />
¿no? Podríamos vernos. Primero por<br />
vídeo, claro, pero luego… quién sabe…<br />
Un besito,<br />
E-AmenSut<br />
PD: puedes llamarme Sut ♥<br />
(Dos semanas después)<br />
De: Pablo de Gracia<br />
Asunto: Fotos<br />
Verás, Sut. Igual estamos yendo un<br />
poco rápido. Ambos hemos tenido malas<br />
experiencias con esto del amor y no<br />
me gustaría equivocarme de nuevo.<br />
Espero que no te moleste si rechazo la<br />
oferta, pero podemos seguir hablando<br />
con total normalidad. Me pareces una<br />
compañera muy agradable.<br />
Un saludo,<br />
Pablo<br />
(Cinco horas después)<br />
De: E-AmenSut Hadartajk<br />
Asunto: ¿Por qué?<br />
Estoy confundida, Pablo. ¿A qué se<br />
debe este repentino cambio de opinión?<br />
¿Qué hay de esas palabras tan bonitas<br />
que me dedicaste apenas tres semanas<br />
atrás? Es por el físico, ¿verdad? Pensé<br />
que estabas por encima de todo eso.<br />
Un saludo,<br />
E-AmenSut<br />
(Tres semanas después aproximadamente)<br />
De: Pablo de Gracia<br />
Asunto: Fotos<br />
Adjunto: ositosabrazándose.jpg<br />
Me precipité. Lo reconozco, pero las<br />
cosas han cambiado. No te ofendas,<br />
pero eres muy diferente a como te había<br />
imaginado y no estoy seguro de querer<br />
dar el paso. Espero que me entiendas y<br />
que no te enfades, pues lo último que<br />
querría en esta vida es lastimarte.<br />
Un saludo,<br />
Pablo de Gracia<br />
(Un mes después aproximadamente)<br />
De: Pablo de Gracia<br />
Asunto: ¡Hola!<br />
¿Sut? Hace como mil años luz (¡ja, ja!)<br />
que no sé nada de ti, justo después de<br />
aquel desafortunado e-mail. ¿Cómo te<br />
va la vida? ¿Hay alguien importante en<br />
tu corazoncito? O lo que sea que haya<br />
entre esa masa de plastilina que tenéis<br />
como piel (no te ofendas). A mí personalmente<br />
me va genial. He conocido a<br />
una mujer de mi planeta y de momento<br />
la cosa va viento en popa. Deseo lo<br />
mismo para ti, mi querida compañera<br />
de viaje.<br />
Un caluroso abrazo,<br />
Pablo<br />
(Una semana más tarde)<br />
De: Agencia de contactos Intergaláctica<br />
Universal<br />
Asunto: Nuevas condiciones y términos<br />
de uso<br />
Buenos días, estimado usuario Pablo<br />
de Gracia.<br />
Debido a las intenciones de guerra declaradas<br />
hacia su planeta de residencia,<br />
la Tierra, y el planeta atacante, Hadar,
hemos cerrado la comunicación entre la<br />
usuaria E-AmenSut y usted, así como la<br />
relación entre los aliados de ambas contiendas.<br />
Para seguir utilizando los servicios de<br />
la Agencia de contactos Intergaláctica<br />
Universal necesitará firmar el Acuerdo<br />
de las Partes que le adjuntamos a continuación,<br />
que alude a la intención pacífica<br />
para con la agencia y sus usuarios.<br />
Léalo atentamente y si desea seguir<br />
dentro de nuestra comunidad mándenos<br />
tres copias con su refrendo.<br />
Le agradeceríamos que a partir de<br />
ahora utilice el protocolo entre razas<br />
para evitar encuentros de este calibre.<br />
Con todo, reciba nuestros mejores deseos<br />
en nombre de la compañía.<br />
Un saludo,<br />
Eleazar Herrera - UN AMOR BAJO EL MISMO CIELO<br />
Agencia de contactos Intergaláctica<br />
Universal<br />
Si desea recibir más información, no<br />
dude en personarse en alguna de nuestras<br />
sedes cerca de su localidad.<br />
Si desea darse de baja, acceda al apartado<br />
de su perfil ‘Anular cuenta’.<br />
Si desea dejar de recibir información<br />
sobre eventos multiculturales en su<br />
país, acceda al apartado ‘Plan alternativo’.<br />
Si desea recibir información de otro<br />
tipo, como perfumes, cosméticos, alimentos,<br />
calcetines o falsificaciones cerca<br />
de su localidad, acceda al apartado<br />
‘Información adicional’.<br />
Por favor, no responda a este mensaje.<br />
Ha sido generado automáticamente<br />
desde el servidor.<br />
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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
58<br />
POR PATRICIA O.<br />
La Banshee<br />
El lamento de la Banshee atrae a los incautos hacia una muerte segura.<br />
El invierno había llegado más frío que<br />
nunca a la vieja aldea. Si bien no nevaba<br />
en esa zona del planeta, el frío era tal<br />
que calaba los huesos.<br />
Lían caminaba presuroso por las húmedas<br />
calles de adoquines, resguardado<br />
bajo la caperuza de su abrigo de piel<br />
de zorro; su apuro no sólo se debía a la<br />
sensación térmica reinante, sino a que<br />
apenas había gente por los alrededores,<br />
a pesar de que no era tan tarde. Y realmente<br />
eso no le agradaba. Había estado<br />
todo el día a la intemperie, ayudando a<br />
su tío con el rebaño de ovejas; habían recorrido<br />
muchos kilómetros para hallar<br />
un sitio con clima agradable, donde las<br />
pasturas no estuvieran quemadas debido<br />
a las heladas, para que los animales<br />
pudieran alimentarse sin problemas. Su<br />
pariente no tenía hijos varones que lo<br />
ayudaran en las tareas del campo, así<br />
que empleaba al hijo de su hermana a<br />
cambio de un escaso salario que le servía<br />
para vivir dignamente su madre y<br />
él.<br />
El muchacho solo deseaba llegar a<br />
casa donde seguramente su madre lo<br />
estaría esperando con una sopa caliente.<br />
Se sopló las manos con el vapor de<br />
su aliento tibio para hacerlas entrar en<br />
calor al tiempo que aceleraba el paso.<br />
Con esas temperaturas no había abrigo<br />
que valiera. Pasaba por la vera de<br />
un descampado cuando le pareció oír<br />
un llanto, semejante a un lamento. Trató<br />
de atisbar a la luz de la media luna<br />
que esa noche apenas alumbraba, y le<br />
pareció distinguir una figura sentada<br />
en uno de los troncos, que se encontraban<br />
diseminados por el lugar -debido<br />
a la actividad de los leñadores durante<br />
el día- debajo de unos sauces llorones.
Desde lejos pudo adivinar el temblor<br />
que sacudía los hombros de la persona<br />
que allí estaba, producido por el angustiado<br />
llanto.<br />
A pesar de que Lían era un muchacho<br />
joven, apenas contaba con veintitrés<br />
años, era muy susceptible a las emociones<br />
ajenas. No lo pensó dos veces y se<br />
acercó con cautela. No sabía si era producto<br />
de la ansiedad pero percibía, a<br />
medida que se aproximaba, una extraña<br />
luz iluminando la escena. Poco a poco,<br />
y gracias al resplandor de la luna, fue<br />
descubriendo que se trataba de una mujer<br />
joven de indescriptible belleza, vestida<br />
con una capa oscura cuya caperuza<br />
estaba echada hacía atrás mientras ella<br />
cepillaba su frondosa y castaña cabellera.<br />
La imagen era muy irreal, la joven<br />
mujer se peinaba al tiempo que lloraba<br />
con inigualable tristeza. Lían no pudo<br />
resistir la curiosidad, pronto se vio sentado<br />
a su lado para observarla; ella parecía<br />
no haberlo visto.<br />
- ¿Por qué lloras? -la preguntó suavemente.<br />
- Porque alguien va a morir esta noche<br />
-le respondió con una voz muy dulce<br />
y sobrenatural.<br />
- Eres muy bella -le dijo el muchacho<br />
embelesado.<br />
Ella pareció al fin reparar en su presencia,<br />
dejó lo que hacía por unos instantes<br />
y luego lo miró. El mismo extraño<br />
resplandor que emanaba de ella<br />
le permitió al muchacho distinguir sus<br />
ojos infinitamente claros, y fue como<br />
ver el mismo paraíso.<br />
- No creas en todo lo que ves -le advirtió<br />
ella.<br />
- Quédate conmigo -le suplicó él tomando<br />
su mano, suave pero fría.<br />
La mujer lo miró, al parecer sin com-<br />
Patricia O. - La Banshee<br />
prender lo que le estaba pidiendo ese<br />
apuesto muchacho de piel trigueña y<br />
ojos color miel.<br />
El joven se aproximó más para besarla,<br />
ella retrocedió al principio, pero<br />
luego se dejó seducir con una extraña<br />
sonrisa.<br />
Cuando despertó estaba solo, recostado<br />
sobre la húmeda hierba del descampado,<br />
bajo el frío rocío y la luna llena<br />
que se dibujaba en el cielo negro. Recordó<br />
el encuentro con la bella mujer,<br />
a la que había desnudado y había dado<br />
vida con su calor y su pasión; la calidez<br />
de sus manos, en un principio frías, y<br />
el llanto que había sido sustituido por<br />
suspiros de amor en sus labios.<br />
En un primer momento pensó que se<br />
había tratado de un sueño, pero cuando<br />
se levantó para irse vio que un cepillo<br />
con algunas hebras de cabello castaño<br />
habían quedado junto a él. Lo tomó lentamente<br />
y se lo guardó en la alforja. Se<br />
fue de allí con la incertidumbre de no<br />
saber si lo que había visto y vivido había<br />
sido verdad.<br />
Cuando llegó a su casa, su madre estaba<br />
siendo atendida por unos vecinos.<br />
Al parecer se había puesto enferma de<br />
repente y esperaban a que el médico llegara<br />
para evaluarla. Estuvo grave muchos<br />
días, cada noche Lían acariciaba el<br />
cepillo y le rogaba a Dios por su madre.<br />
A pesar de la gravedad de su estado, al<br />
fin la buena mujer pudo recuperarse y<br />
salir adelante.<br />
Un día, cuando el encuentro con la<br />
extraña y la enfermedad de su progenitora<br />
habían quedado muy atrás, ésta<br />
se topó con el cepillo que su hijo custodiaba<br />
con adoración. Le pareció extraño<br />
59
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
60<br />
que nunca le hubiera mencionado que<br />
había conocido a una muchacha o que<br />
tenía una relación.<br />
- Hijo, ¿a quién pertenece ese cepillo<br />
que tiene algunas hebras de cabello? -le<br />
preguntó un día con curiosidad.<br />
Lían se mostró reacio a contarle la<br />
historia pero, debido a su insistencia,<br />
al final narró lo sucedido la noche en<br />
que la enfermedad la aquejó de repente.<br />
Cuando terminó, su madre lo miraba<br />
con horror. Ese día se enteraría de que<br />
la mujer de la que se había enamorado<br />
no era otra que una Banshee, un hada<br />
que anuncia la muerte mediante lamentos.<br />
- Hijo mío, ¿por qué te acercaste a<br />
ella? -le preguntó con profundo dolor-.<br />
Al parecer, el sentimiento que despertaste<br />
en su corazón fue la causa de que<br />
me perdonara la vida; evidentemente<br />
ella te anunciaba mi muerte. Pero no lo<br />
hizo por nada, al dejarte ese elemento<br />
que le pertenece ha creado un lazo contigo<br />
que la hará volver por ti el día menos<br />
pensado.<br />
Esa noche las palabras de su madre<br />
quedaron dando vueltas en su cabeza,<br />
en el fondo deseaba que así fuera para<br />
volver a verla y estar con ella por siempre.<br />
Cada vez que sus ocupaciones se lo<br />
permitían, se acercaba hasta los sauces<br />
llorones a la misma hora que la vio esa<br />
noche con la esperanza de hallarla; pero<br />
el tiempo siguió pasando y él sólo se<br />
conformaba con acariciar el cabello que<br />
había dejado en su cepillo o en aspirar<br />
el aroma sutil que imaginaba en él.<br />
A veces soñaba con ella, la veía tan<br />
bella como esa vez pero sin llorar; lo<br />
miraba con una sonrisa misteriosa y el<br />
deseo brillando en sus ojos. Sus noches<br />
eran agitadas, la veía desnudándose<br />
para él, dejando al descubierto la blancura<br />
nívea de su bello cuerpo para que<br />
él la besara y amara como esa noche.<br />
Lían despertaba sobresaltado, jadeando<br />
y sudando como un condenado; la cama<br />
revuelta le hacía creer a cualquiera que<br />
lo viera que allí había tenido lugar un<br />
encuentro amoroso muy apasionado.<br />
La madre del muchacho tenía miedo,<br />
ella conocía esas historias y sabía de<br />
gente que había fallecido viendo a los<br />
pies de la cama a una Banshee. No había<br />
sido su caso por que evidentemente la<br />
ayuda llegó a tiempo; además, el hada<br />
de la muerte había recibido un regalo<br />
más bello y en algún momento volvería<br />
para llevárselo.<br />
Angustiada se persignaba, se culpaba<br />
por no haber advertido a su hijo de<br />
estas extrañas mensajeras de la muerte;<br />
jamás se imaginó que se cruzaría con<br />
una de ellas, y mucho menos que ésta le<br />
despertaría tales sentimientos.<br />
Pasaron los días, los meses y los años<br />
y Lían se convirtió en un hombre fuerte<br />
y trabajador que pronto contraería matrimonio<br />
con una muchacha del pueblo.<br />
Luana cumpliría los veinte años, él ya<br />
contaba con treinta y dos, era una muchacha<br />
muy bella y se adivinaba que<br />
bajo sus ropas poseía un cuerpo que<br />
enloquecería a cualquier hombre. Él lo<br />
había imaginado hasta ahora, pues ella<br />
quería casarse virgen y que él fuera su<br />
primer y único hombre. Eso no impedía<br />
que tuvieran sus jueguecitos, escondidos<br />
en los recovecos del viejo granero,<br />
acurrucados detrás de las pilas de heno.<br />
Él era un hombre apasionado y la<br />
necesitaba, aun no sabía cómo había<br />
hecho para aguantar tantos años espe
ando que la chica fuera mayor de edad;<br />
teniendo en cuenta también que ella era<br />
muy provocativa a la hora de insinuarse<br />
a solas. En ese momento, arrodillado<br />
entre sus piernas abiertas descaradamente,<br />
mientras deslizaba sus grandes<br />
manos por la blanca piel bajo las enaguas<br />
del vestido, ella lo observaba mordiéndose<br />
el labio inferior. Sabía que<br />
Lían estaba ardiendo, lo notaba en el<br />
bulto que se percibía bajo su pantalón; y<br />
ella ya no podía aguantar más, lo deseaba<br />
de la misma forma obsesiva que él.<br />
Lentamente comenzó a bajarle las bragas<br />
y ella se dejó al tiempo que mantenía<br />
los ojos fijos en la media sonrisa pícara<br />
que se dibujaba en el rostro masculino.<br />
Luana sonrió provocativa cuando lo vio<br />
desabrocharse lentamente el cinturón, y<br />
ella abría uno a uno los botones de su<br />
blusa floreada. Sin dejar de mirarla a los<br />
ojos, se perdió en sus senos blancos y<br />
de pezones rosados, los cuales comenzó<br />
a besar suavemente mientras se acomodaba<br />
con mucha delicadeza sobre ella.<br />
Comenzaron a besarse y a acariciarse<br />
con desesperación, entre gemido y jadeos<br />
que anunciaban que esa noche el<br />
acto sería inevitable.<br />
Ya se había acomodado entre sus<br />
piernas, a punto de ingresar por fin en<br />
esa mujer que le pertenecería para siempre,<br />
cuando repentinamente ella dio un<br />
grito y lo apartó de sí; sus ojos atemorizados<br />
estaban fijos en una de las ventanas<br />
próximas. Lían miró hacía allí pero<br />
no había nadie.<br />
- ¿Qué pasa Luana? -preguntó realmente<br />
preocupado al verla con tanto<br />
miedo.<br />
- Allí, allí había alguien -le respondió<br />
ella, señalando hacía el lugar y acurrucándose<br />
temerosa tratando de cubrir su<br />
Patricia O. - La Banshee<br />
semi-desnudez.<br />
De inmediato él se acomodó las ropas<br />
y salió para investigar, pero no halló a<br />
nadie por allí.<br />
Ya estaba anocheciendo así que trató<br />
de tranquilizar a la joven y la acompañó<br />
a la casa, lamentaba lo sucedido pues<br />
realmente estaba enamorado de ella y<br />
la deseaba con locura.<br />
De regreso a su casa meditaba sobre<br />
la posibilidad de contarle a la muchacha<br />
lo sucedido aquella lejana noche en<br />
el descampado, cuando él era aun muy<br />
joven. No sabía a quién había visto Luana,<br />
pero un extraño presentimiento le<br />
decía que lo sucedido en el granero tenía<br />
mucho que ver con aquella hermosa<br />
mujer. Esa madrugada, durante el sueño,<br />
volvió a encontrarse con la misma<br />
joven misteriosa que muchos años atrás<br />
lo había cautivado con su belleza y su<br />
llanto lastimero.<br />
Nuevamente le fue imposible no sucumbir<br />
a esa atracción que lo atrapó<br />
desde el primer momento en que la vio.<br />
- ¿Me has olvidado? -Su voz dulce lo<br />
iba envolviendo a medida que ella se<br />
quitaba lentamente el largo vestido.<br />
- Jamás he podido -respondió él sin<br />
poder apartar los ojos de la mujer, como<br />
si se hallara bajo un extraño influjo.<br />
- ¿La amas? -le susurraba al tiempo<br />
que se le acercaba completamente desnuda.<br />
- Nunca como a ti -gimió sobre esos<br />
labios rojos, sensuales y fríos como la<br />
misma muerte.<br />
Pero en esos momentos, a Lían no le<br />
importaba morir si esa muerte eran tan<br />
sensual y atrayente como la mujer que<br />
le estaba robando el aliento.<br />
61
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
62<br />
En el mismo instante Luana despertó<br />
sobresaltada gritando su nombre; había<br />
tenido una pesadilla en la que lo veía en<br />
la cama haciendo el amor con la mujer<br />
que esa tarde vio en la ventana espiándolos.<br />
Era una pesadilla muy vívida,<br />
pues la veía acercándose también a ella,<br />
rozando su cuello, quitándole la ropa<br />
y excitándola de una forma casi obscena<br />
al tiempo que lo miraba a él, que<br />
observaba la escena como hipnotizado,<br />
incapaz de hacer o decir algo. Luego de<br />
convencerse de que solo se había tratado<br />
de una pesadilla logro conciliar nuevamente<br />
el sueño.<br />
A unas cuantas casas de ella, también<br />
Lían despertó bañado en sudor y con<br />
la piel fría como el mismo hielo, apenas<br />
podía respirar; haciendo un gran<br />
esfuerzo se levantó y alcanzó a desplazarse<br />
hasta el dormitorio de su madre,<br />
que despertó en el momento justo que<br />
lo veía caer pesadamente al suelo. Varias<br />
horas le llevo a la pobre mujer hacer<br />
que recuperara la temperatura normal<br />
del cuerpo, poco a poco su piel volvió a<br />
tener el color canela que siempre lo había<br />
caracterizado.<br />
Recuperó la consciencia asustado, sabía<br />
que algo fuera de lo común le había<br />
sucedido; aun podía sentir los besos y<br />
las caricias frías de esa mensajera que<br />
estaba determinada a llevarlo con ella.<br />
Cuando se restableció del todo se dirigió<br />
sin pérdida de tiempo en busca de<br />
su novia, quería contarle su secreto,<br />
lo que le había sucedido hace muchos<br />
años y durante la noche. Presentía que<br />
si no hacía algo pronto no viviría mucho<br />
tiempo para contarlo.<br />
Fue inmenso el terror de la muchacha<br />
al enterarse de que la visión que tuvo<br />
no había sido solo un sueño, al parecer<br />
el vínculo que ambos tenían lo había<br />
salvado cuando ella despertó esa noche<br />
gritando su nombre. El amor que sentía<br />
por él había sido capaz de llegar hasta<br />
ese sueño aterrador que estaba a punto<br />
de llevárselo.<br />
Sin perdida de tiempo se dirigieron a<br />
la casa de una poderosa hechicera del<br />
pueblo con quien Luana tenía amistad a<br />
escondidas de sus padres, pues le tenían<br />
prohibido relacionarse con semejante<br />
gente. Ésta realizó una serie de hechizos<br />
para protegerlo durante las noches y les<br />
recomendó quemar el cepillo que contenía<br />
parte de la esencia de la Banshee; le<br />
aseguró que solo de esta forma podría<br />
deshacerse de ella. Aunque no confiaba<br />
mucho en esa mujer, que había oído se<br />
dedicaba a la magia negra y a charlar<br />
con los demonios, aceptó poner la vida<br />
en sus manos para tratar de terminar de<br />
una buena vez con el asunto. De modo<br />
que hizo lo que ella le pidió y a partir<br />
de allí ya no volvió a tener esos sueños<br />
seductores y mortales.<br />
El tiempo continuó pasando y al fin<br />
contrajeron matrimonio tal como habían<br />
deseado; refugiado en esa piel que tanto<br />
amaba y deseaba, él ya no pensó en esa<br />
mujer que solo quería verlo muerto. Al<br />
fin marido y mujer pudieron dar rienda<br />
suelta al deseo que venían postergando<br />
desde hacía tanto tiempo por diversos<br />
motivos. Lían fue efectivamente el primer<br />
hombre de Luana, a pesar del ardor<br />
y la pasión no le pasó desapercibido tal<br />
hecho; supo ser lo suficientemente delicado<br />
como para hacerla feliz, partícipe<br />
de la misma pasión y deseo.<br />
Varios años después y de improviso,
el padre de Luana, un hombre fuerte y<br />
que jamás había sufrido ni siquiera un<br />
resfriado, se puso grave y ya nada se<br />
pudo hacer por él. A pesar del dolor<br />
que lo embargaba, pues había llegado a<br />
sentir verdadera estima por su suegro,<br />
Lían agradecía no haberse topado con<br />
ningún fenómeno sobrenatural. La familia<br />
aguardaba a que diera el último<br />
suspiro que pusiera fin a su agonía y le<br />
permitiera descansar en paz. En vista<br />
de que no se sabía cuándo podía suceder<br />
eso, acordaron con Luana que se<br />
turnarían para acudir a la casa a darse<br />
un baño y descansar un poco; como ella<br />
quería permanecer más tiempo con su<br />
padre, decidieron que iría primero él.<br />
Al otro día la noticia de la mejoría repentina<br />
de ese hombre que ya era dado<br />
por muerto se esparció como pólvora,<br />
sin perdida de tiempo la muchacha se<br />
dirigió a la casa en busca de su esposo<br />
para contarle la buena nueva. Allí se encontró<br />
con la madre de este que lloraba<br />
a mares.<br />
Un extraño presentimiento la embargó<br />
al tiempo que sentía que se le erizaban<br />
los vellos de la nuca.<br />
- Se lo llevó… Ella se lo llevó - repetía<br />
sin dejar de llorar y elevando los brazos<br />
al cielo.<br />
- ¿Quién se lo llevó? -la interrogaba<br />
Luana desesperada y con voz temblorosa,<br />
intentando hacerla entrar en razón.<br />
Pero solo logró que señalara hacía el<br />
dormitorio que compartía con él.<br />
Sin decir palabra y conteniendo el<br />
llanto se dirigió precipitadamente a la<br />
alcoba temiendo lo peor. Quedó petrificada<br />
en la puerta de la recamara. Este<br />
yacía allí blanco como el papel y frío<br />
como luego pudo comprobar; a su lado<br />
Patricia O. - La Banshee<br />
encontró el cepillo con las hebras de cabello<br />
rubio que en su momento habían<br />
quemado juntos.<br />
La locura se apoderó de ella y emitió<br />
un angustioso e interminable grito<br />
cuando comprendió que nunca se habían<br />
librado de esa maldición. Esa extraña<br />
mujer solo había aguardado a que<br />
se diera la ocasión, engañándolos todo<br />
ese tiempo. La Banshee volvió a por lo<br />
que quería, a por su amado Lían.<br />
***<br />
A pesar de que no le hacía ninguna<br />
gracia dejar a Luana en un momento<br />
así, sabiéndola tan consternada ante el<br />
lamentable estado de salud de su padre,<br />
era necesario para su bienestar físico y<br />
mental.<br />
Llevaba trabajando arduo, desde que<br />
se habían casado, para poder liquidar al<br />
fin la hipoteca sobre su pequeña casa y<br />
el desvelo de la noche pasada lo tenía<br />
a mal traer. Por un lado se alegraba de<br />
que su mujer le hubiera permitido ser<br />
el primero en ir a la casa para asearse y<br />
descansar.<br />
Con un gran suspiro de satisfacción<br />
se sumergió en la bañera, cuya agua tibia<br />
su madre se había encargado de tener<br />
lista para él; luego de permanecer<br />
un buen rato aspirando el aroma tranquilizador<br />
de las hierbas aromáticas,<br />
que le auguraban un sueño placentero<br />
y relajado, se dispuso a dormir profundamente.<br />
Mientras se vestía y terminaba de secar<br />
su cabello mojado con la toalla, a<br />
Lían le pareció escuchar un ruido proveniente<br />
de la puerta de entrada.<br />
- ¿Luana, eres tú? -preguntó tranquilo.<br />
Quizá al final ésta hubiera reconsi-<br />
63
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
64<br />
derado la idea de permanecer toda la<br />
noche junto a su moribundo padre.<br />
Sin embargo, cuando se giró, se dio<br />
cuenta que no era su mujer quien se<br />
encontraba en la habitación mirándolo<br />
fijamente. Se sobresaltó en un primer<br />
instante, pero luego sucumbió como<br />
siempre a esa mirada y esos labios rojos<br />
que sabían muy bien como imponerse<br />
sobre él.<br />
- Por favor, déjame vivir en paz con<br />
Luana -le suplicó con apenas un hilo de<br />
voz, aun encontrándose ya bajo su influjo.<br />
- Ven -le susurró ella extendiéndole<br />
sus manos-, cumpliré tu deseo; estaremos<br />
juntos para siempre. -Sonrió sin<br />
apartar sus ojos de él, llamándolo como<br />
si lo estuviera dejando en trance-. Nadie<br />
te amará como yo; además, tú me perteneces<br />
-oyó cuando ya tenía sus labios<br />
rojos tan cerca-, y hoy he venido a llevarte<br />
conmigo.<br />
La Bashee lo besó largamente, quitándole<br />
el entendimiento y la cordura, volviéndolo<br />
su prisionero, sin voz ni voto.<br />
Lían ni siquiera intentó resistirse, sabía<br />
que lo que decía era cierto. Además…<br />
ella era tan seductora…
M. C. Catalán - FERGUS FERGUSON Nº4<br />
Fergus Ferguson nº4<br />
¡Muerte morirás!<br />
POR M. C. CATALÁN<br />
¿Qué tiene Poe en común con un chico de 25 años del 2012? Ambos escribieron<br />
en la misma revista y, tras un desafortunado accidente, Fergus se ve<br />
atrapado en la casa victoriana de la redacción, rodeado de todos los escritores<br />
muertos que participaron en ella.<br />
Fergus diría después que se le heló<br />
la sangre cuando escuchó el nombre de<br />
Anne, pero lo cierto es que simplemente<br />
se atragantó con su propia saliva.<br />
Tragó con un desagradable sonido<br />
gutural y, con la voz de una borrega en<br />
celo, soltó:<br />
- ¿Cómo ha dicho?<br />
- Ya lo has oído, chiquillo. No es tan<br />
difícil. Una prenda suya, un trozo de<br />
tela de nada, a cambio de un poder sin<br />
igual: el de aparecer y desaparecer a tu<br />
antojo.<br />
Cuando a las ocho menos cinco minutos<br />
de la pasada noche llegó volando<br />
al lúgubre cuarto de las calderas que el<br />
poeta del siglo XVII, John Donne, se había<br />
agenciado como despacho, Fergus<br />
no las tenía todas consigo.<br />
Si su repentina muerte y la posterior<br />
aparición de varios escritores tan famosos<br />
como fantasmales ya le parecían<br />
acontecimientos harto improbables, el<br />
hecho de que ahora pudiera tocar objetos<br />
a su voluntad contando sólo con un<br />
cuerpo en formato ectoplasma se le antojaba<br />
de locos.<br />
“Eso es, debo de estar loco. Seguro<br />
que estoy en coma y que todo esto no<br />
es más que un mal sueño”. Pero como<br />
en varios días no había tenido visos de<br />
despertarse, decidió seguir con aquel<br />
juego que más se asemejaba a un “feliz<br />
no cumpleaños”.<br />
- ¿Y dice que, además de tocar objetos,<br />
podré hacerme visible siempre que<br />
quiera? –preguntó el joven haciendo<br />
hincapié en cada palabra, con la intención<br />
de dejar claras todas las partes del<br />
trato.<br />
El fantasma asintió con solemnidad.<br />
- Siempre y cuando hagas lo que te he<br />
pedido. Te doy mi santa palabra. -Y no<br />
le faltaba razón. Según las iglesias evangélica<br />
y anglicana, John Donne era todo<br />
un santo.<br />
“Un santo atrapado en un agobiante<br />
cuarto de calderas y obsesionado con un<br />
descanso que nunca podrá alcanzar”.<br />
Fergus reprimió una carcajada ante lo<br />
paradójico de la situación, reprendiéndose<br />
a sí mismo cuando lo invadió, por<br />
primera vez, una oleada de compasión<br />
hacia aquel hombre.<br />
Pero, pese a la apariencia sencilla de<br />
aquél favor, lo que le estaba pidiendo<br />
era complicado incluso para él.<br />
- ¿Por qué justamente ella? –pensó en<br />
voz alta.<br />
Donne respiró hondo, cerró los ojos<br />
65
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
66<br />
con afectación –Fergus notaba perfectamente<br />
cómo estaba tratando de crear<br />
expectación– y comenzó a relatar con<br />
voz teatral:<br />
- Verás, allá por el año 1601 Anne lo<br />
era todo para mí. Yo era solo un zagal<br />
de 29 años, más o menos como tú, pero<br />
más guapo –Fergus arqueó una ceja–.<br />
Sí, era realmente apuesto. Por eso no era<br />
de extrañar que alguna que otra joven<br />
fijara su atención en mí –“Sigue soñando”,<br />
susurró Fergus–. Pero hubo una,<br />
una entre todas, que hizo de mí algo insignificante.<br />
Al aposento traje un corazón<br />
pero de él salí yo sin ninguno. Era la<br />
nieta de un cargo importante de la corte,<br />
Sir Thomas Egerton, y por aquel entonces<br />
yo trabajaba para él, así que traté<br />
de vivir sin corazón y continuar con mis<br />
planes de labrarme un futuro como escritor<br />
en la corte. Pero aquella preciosidad<br />
seguía, día tras día, atormentándome.<br />
Una mirada fugaz tras una puerta,<br />
un pestañeo accidental cuando venía a<br />
visitar a su abuelo, miles de sonrisas regaladas<br />
y aquella hipnotizadora forma<br />
de moverse.<br />
>>Y el final, inevitable. Dos manos<br />
que se unen escondidas tras los estantes<br />
de una gran biblioteca y un “Haz tu<br />
voluntad entonces; entonces objeto y<br />
grado, y fruto del amor. Amor, a ti someto”.<br />
>>Acabamos casándonos en secreto a<br />
finales de ese mismo año. Y cuando su<br />
abuelo se enteró, no tardó nada en despedirme<br />
y encarcelarme, paralizando<br />
durante buen tiempo mi labor literaria.<br />
Pero nada de aquello importó, porque<br />
yo amaba a Anne…<br />
Fergus lo detuvo.<br />
- ¡Espera, espera! ¿Anne? ¿Qué tiene<br />
que ver esto con mi compañera?<br />
En efecto, la joven y dulce Anne<br />
Evans a la que Fergus había estado enviando<br />
poemas anónimos vía teléfono<br />
movil –al menos hasta que lo arrollara<br />
el camión de reparto –no era sino la mujer<br />
que se sentaba a su lado durante la<br />
jornada laboral.<br />
La misma que lo había ayudado a ser<br />
contratado en la revista Mesmerize. Y la<br />
nieta de su jefe, el señor Evans. Un momento…<br />
¡La nieta de su jefe! ¡Ahí estaba<br />
la conexión con la historia de Donne!<br />
- No fastidies… -susurró.<br />
Fergus ya sabía desde el día en que la<br />
conoció que aquello era imposible. Las<br />
chicas bonitas nunca se fijaban en un rarito<br />
larguirucho pegado a una libreta y<br />
a una mochila tan épica como vieja. Y<br />
más cuando su abuelo se convirtió en su<br />
jefe. Y más aún ahora, que estaba muerto.<br />
- Venga, hombre…. ¡Esto tiene que<br />
ser una broma! –Y el chico hubiese llorado<br />
si hubiera podido; si sus lágrimas<br />
no se convirtieran al instante en vapor<br />
de agua.<br />
- En efecto, es una broma, chico. –Le<br />
dijo el poeta con un halo de compasión<br />
en la voz–. Una broma del mundo y del<br />
destino. Una ley más vieja que el amor<br />
y que las almas. “La fuerza que a cerrar<br />
el círculo me lleva y me hace terminar<br />
donde empecé. Como son los dos brazos<br />
del compás; tu alma el brazo fijo,<br />
detenido, que sólo si anda el otro, va detrás.<br />
Y cuando en el centro sea, cuando<br />
el otro se aparta en lejanía, tras él gira,<br />
se inclina y forcejea, para alzarse al sentir<br />
su cercanía”. Esos somos Anne y yo;<br />
Anne y tú. Y sólo espero que lo que te<br />
pido sirva para cerrar el círculo. Pero<br />
antes…<br />
John Donne señalo a Fergus un dibujo
marcado con tiza sobre el oscuro suelo,<br />
y lo instó con un gesto de cabeza a que<br />
se situara encima.<br />
El joven se fijó en que estaba pisando<br />
una de las líneas del blanco entramado<br />
que se encontraba bajo sus pies y se situó<br />
en su interior con un pequeño saltito.<br />
Al echar un vistazo a su alrededor, se<br />
fijó en que se había metido de lleno en<br />
lo que parecía un gran pentáculo rodeado<br />
por numerosos y extraños símbolos<br />
mortuorios: calaveras, cruces invertidas,<br />
cayados, hexagramas y cabezas de<br />
cabra. Y, por si eso fuera poco, la silueta<br />
exterior de todo aquel cuadro macabro<br />
estaba delimitada por una barrera de<br />
huesos –Fergus esperaba que no fueran<br />
humanos.<br />
“Este tío es todo un friki de la muerte”,<br />
pensó el joven con el miedo atenazando<br />
su garganta.<br />
- Veo que lo tienes todo bien preparado<br />
–se forzó a decir, agravando su voz,<br />
para tratar de ocultar al menos la décima<br />
parte del pánico que sentía.<br />
“No seas gallina”, se tranquilizó.“No<br />
puede pasarte nada demasiado malo.<br />
Ya estás muerto”.<br />
- Y, a todo esto, ¿para qué tanto dibujito?<br />
–Adiós a la compostura. Había<br />
soltado un buen gallo.<br />
Pero al chico no le dio tiempo a escuchar<br />
la respuesta porque una nube<br />
de humo iniciada por un estallido comenzó<br />
a ocultar la figura de un John<br />
Donne que ahora se acercaba hacia él<br />
lentamente; mano izquierda levantada,<br />
los tres dedos centrales doblados y el<br />
pulgar y el meñique en alza, a modo de<br />
curioso saludo hacia alguna presencia<br />
que Fergus no podía –ni quería –ver.<br />
- ¡Muerte no te enorgullezcas! –gritaba<br />
el hombre como si intentase aplacar-<br />
M. C. Catalán - FERGUS FERGUSON Nº4<br />
la–. “Aunque algunos te llamen poderosa<br />
y terrible, puesto que nada de eso<br />
eres; porque todos aquellos a quienes<br />
creíste abatir no murieron, triste muerte,<br />
ni a mí vas a poder matarme, esclava<br />
de lado, la fortuna, los reyes y los desesperados”.<br />
Y como si de una lluvia refrescante se<br />
tratase, el malestar de las últimas horas<br />
se fue evaporando con cada palabra del<br />
poeta, al mismo tiempo que el espectro<br />
de Fergus se hacía un poco más pesado.<br />
Manos, pies, todo atraído por la familiar<br />
y reconfortante fuerza de la gravedad<br />
que el chico había comenzado a echar<br />
de menos.<br />
- “Si con veneno, guerra y enfermedad<br />
y amapola o encantamiento se nos<br />
hace dormir tan bien y mejor que con<br />
tu golpe, de qué te jactas, tras un breve<br />
sueño despertamos a la eternidad y la<br />
muerte dejará de existir” ¡Muerte morirás!<br />
¡Muerte! ¡Morirás!<br />
Y al caer al suelo, preso de una inmensa<br />
flojera, Fergus sintió dolor; el<br />
dolor de sus rodillas impactando contra<br />
el suelo. Y no pudo sino recibirlo como<br />
a un viejo amigo.<br />
Cuando alzó la cabeza, emocionado<br />
por sentirse un poco más humano, sin<br />
serlo, vio como el rostro impasible de<br />
Donne le decía:<br />
- Una promesa es una promesa. Ahora<br />
debes pagarme.<br />
Y aunque al chico le llevó unos segundos<br />
darse cuenta de a lo que el escritor<br />
se estaba refiriendo, dio un respingo<br />
en el suelo al recordar lo de la<br />
estúpida prenda que debía robarle a su<br />
amiga Anne. A su amor… Y una de esas<br />
oleadas de ira incontrolable, más poderosa<br />
de cualquier sentimiento o conjuro,<br />
amenazó con apoderarse de él.<br />
67
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
68<br />
- ¿Y por qué no la coge su amigo Poe,<br />
eh? ¿O usted mismo? ¡O algún que otro<br />
fantasmita del infierno que haya deambulando<br />
entre estas malditas paredes!<br />
–Y respiró hondo para casi escupir- ¡No<br />
os necesito!<br />
La respuesta vino en forma de amenaza<br />
cuando la negra figura se abalanzó<br />
sobre él y lo atravesó, colándose como<br />
el mismo frío de la muerte en lo más<br />
hondo de sus entrañas. Los brazos y las<br />
piernas del muchacho, que tan renovadas<br />
y suyas había notado hacía unos<br />
segundos, comenzaron a moverse fuera<br />
de control, haciendo payasadas y golpeándolo.<br />
- ¡Maldito rarito emo! –gritó el chico,<br />
aun a sabiendas de que él no era mucho<br />
más normal-. ¡Deja de jugar conmigo!<br />
Y no fue hasta que Fergus se quedó<br />
ronco de lanzar improperios, que Donne<br />
decidió abandonar la posesión y<br />
regresar riendo sibilinamente hasta la<br />
tranquilidad de su despacho.<br />
- Puede que no nos necesites, niño,<br />
pero el caso es que harás lo que te diga.<br />
Poe tiene entre manos asuntos mucho<br />
más importantes en lugares mucho más<br />
importantes que este. Y, más aún, ¿nos<br />
imaginas a él o a mí, reputados escritores<br />
de nuestra época, caminando entre<br />
los mortales? ¡Maldita sea la hora en<br />
que se inventaron las fotografías y los<br />
retratos! –sentenció mientras se desvanecía<br />
en la oscuridad del lúgubre cuarto<br />
de calderas.<br />
Y a Fergus no le quedó otra que hacer<br />
de tripas corazón y tragar saliva.
Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />
Trágico desenlace<br />
POR DIEGO FDEZ. VILLAVERDE<br />
En Avarittia convive todo tipo de escoria deleznable, pero, si uno destaca entre<br />
todos ellos, ese es Roberto, el misterioso escritor y director de teatro que<br />
encandila por igual a ricos y pobres. La cuestión es, ¿de dónde obtiene el teatro<br />
el dinero suficiente para mantener la costosa parafernalia?<br />
Las puertas del Patio de las Musas<br />
se abrieron, y la multitud de personas<br />
que habían esperado varias horas no se<br />
anduvo con delicadeza. En cuanto pagaban<br />
el precio de entrada, la gente se<br />
abría paso a empujones y maldiciendo,<br />
mientras se acusaban los unos a otros de<br />
colarse. Hoy era día de estreno, y nadie<br />
quería perderse el evento que estaría en<br />
boca de todo el mundo: la nueva comedia<br />
de Roberto Villani. Se había vuelto<br />
toda una celebridad en el mundo del<br />
espectáculo, y muchas mujeres suspiraban<br />
al verle pasar. Era alto, de mediana<br />
edad, tenía una melena castaña y unos<br />
preciosos ojos grises, y se había dejado<br />
un fino bigote y una perilla. Muchos de<br />
sus actores se burlaban de ella, pero al<br />
le encantaba atusársela para pensar.<br />
El patio estaba formado por una primera<br />
planta rectangular, en la cual, en<br />
uno de los extremos, se encontraba el<br />
escenario, con su escenografía y sus<br />
mecanismos. En el otro extremo del escenario<br />
se encontraba un pequeño palco<br />
de butacas, reservado a mujeres que se<br />
podían permitir gastar un poco mas de<br />
dinero y que no querían mezclarse con<br />
el resto del público, el cual veía la obra<br />
de pie en el espacio entre el palco y el escenario.<br />
Por otra parte, el balcón del primer<br />
piso se había dividido con biombos<br />
para formar unas tribunas destinadas a<br />
los espectadores más ricos. Muchas familias<br />
nobles siempre reservaban estos<br />
asientos para aparentar riqueza, aunque<br />
estuvieran en la bancarrota.<br />
Roberto se asomó por detrás del telón.<br />
No sólo era el escritor de la obra,<br />
también era el director de la compañía<br />
y dueño del patio. La llegada de tanta<br />
gente hacía mucho tiempo que había<br />
dejado de ponerle nervioso. Lo importante<br />
no era la cantidad de público al<br />
principio de la obra, sino los aplausos<br />
del final. Buscó quiénes de las celebridades<br />
de la ciudad habían venido a ver<br />
su obra, y descubrió que muchos nobles<br />
habían bajado de La Colina para disfrutarla.<br />
Que las familias más importantes<br />
de la ciudad vinieran al Barrio Blanco le<br />
llenaba de orgullo. En los mejores asientos<br />
estaban los Leone, liderados por su<br />
matriarca Isabella. Tanto ella como sus<br />
tres hijos vestían prendas de color púrpura,<br />
que era el color de su escudo y el<br />
tinte más caro del mercado. Los Leone<br />
podían presumir no sólo de ser de las<br />
familias más antiguas de Avarittia, sino<br />
también la más rica, y lo hacían siempre<br />
que podían.<br />
Cerca de ellos también estaba el palco<br />
de Antonio Rivero, con su mujer Juana<br />
y su hija Leticia. Antonio era mucho más<br />
69
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
70<br />
joven que Isabella Leone, a la que ya se<br />
le empezaba a clarear su pelo moreno.<br />
Él aún conservaba un buen físico de veterano<br />
de guerra. Tenía un pelo castaño<br />
oscuro corto y una abundante barba, y<br />
tanto él como su mujer y su hija vestían<br />
sencillas prendas de color gris. Desde<br />
que llegó su familia a la ciudad hacía<br />
cincuenta años, jamás habían demostrado<br />
ningún tipo de exceso, pese a ser<br />
dueños de varias minas de oro y hierro.<br />
Era bien sabido que la rápida expansión<br />
de los Rivero había sentado muy mal al<br />
imperio comercial de la familia Leone,<br />
y desde entonces habían tenido varias<br />
riñas entre ellos. En el ultimo acontecimiento<br />
entre las dos familias, el hijo<br />
de Antonio acabó en la cárcel al saberse<br />
que era el cabecilla de diversos saqueos<br />
de los almacenes Leone. Era tal el odio<br />
que se procesaban, que Roberto tuvo<br />
que separar sus tribunas porque en más<br />
de una ocasión se pusieron a discutir en<br />
medio de una función.<br />
-Ya estamos preparados, Roberto -le<br />
dijo uno de los tramoyistas.<br />
-Pues levantemos el telón -respondió<br />
con una sonrisa.<br />
-Mucha mierda, maestro.<br />
-Mucha mierda.<br />
La comedía la había titulado “La joven<br />
Narcisa”. Se trataba de una historia<br />
muy sencilla: la joven Narcisa era una<br />
hija de un poderoso noble que la protegía<br />
tanto que nadie sabía cómo era su<br />
aspecto. Pese a su aislamiento, dentro<br />
de su casa tenía varios idilios con el mayordomo,<br />
el mozo de cuadras y el escudero<br />
de su padre, mientras su institutriz,<br />
que lo sabía todo, era la encargada<br />
de hacer las bromas más picantes. La escena<br />
favorita de Roberto transcurría en<br />
el desenlace, cuando van a ver a Narci-<br />
sa sus tres amantes a la habitación y al<br />
mismo tiempo, y tiene que esconderlos<br />
del resto. Al final, el padre descubre el<br />
pastel y les echa a todos a punta de espada,<br />
y cuando le pregunta el porqué<br />
a Narcisa ella responde: “Tejer es muy<br />
aburrido, ¿qué querías que hiciera todo<br />
el día dentro de casa?”<br />
Él publico estalló en aplausos, y los<br />
seis actores se pusieron delante del publico<br />
dándose la mano y se inclinaron<br />
para agradecer el halago. Tiraron flores<br />
a la actriz principal y corearon el nombre<br />
de Roberto para que saliera al escenario.<br />
Tras seis éxitos consecutivos, se<br />
estaba acostumbrando a la fama. Apareció<br />
en escena, hizo una gentil reverencia<br />
y dio la orden de bajar el telón. Esperó<br />
unos momentos en silencio, para oír lo<br />
que decía la gente de. Parece ser que en<br />
general les había gustado: aún la gente<br />
reía y repetían los chistes de la obra.<br />
- ¡Maravilloso, maravilloso! -exclamó<br />
Roberto emocionado-. Habéis estado<br />
todos perfectos. Carla, has bordado el<br />
papel de la institutriz, cómica y sabia a<br />
la vez. Flavio, aunque al principio te has<br />
atascado, luego has sabido recuperarte.<br />
¡Y Francesca! –Se acercó a su actriz principal,<br />
la agarró de los hombros y la dio<br />
un fuerte beso en la mejilla-. ¡Que miradas<br />
de picardía has lanzado al público!<br />
¡Soberbia, soberbia!<br />
- Al final me lo voy a terminar creyendo,<br />
Roberto –le respondió Francesca un<br />
poco sonrojada. Francesca era su musa.<br />
Sólo tenía diecinueve años y llevaba dos<br />
en la compañía, y ya actuaba cómo las<br />
grandes actrices profesionales. Sin embargo,<br />
fuera de los escenarios era bastante<br />
tímida. Era morena y se recogía el<br />
pelo en una gran trenza que llegaba casi<br />
a la cintura. Sus ojos eran casi tan ne
gros como su pelo.<br />
- Querida, me sorprende que aún no<br />
tengas el ego por las nubes. -Tras sonreír<br />
a Francesca, dio unas palmadas en<br />
el aire para llamar la atención de todos-.<br />
¡Señores, ya sabéis lo que tenéis que<br />
hacer cada uno! Somos pocos y todos<br />
tenemos que poner nuestro granito de<br />
arena.<br />
Los actores fueron a cambiarse y volvieron<br />
para retirar el atrezo del escenario.<br />
Los carpinteros de Avarittia habían<br />
hecho un gran trabajo con los decorados,<br />
pero Roberto aún seguía buscando<br />
maneras más rápidas de ponerlos y<br />
retirarlos y aún no se le había ocurrido<br />
el modo. Mientras barría las flores que<br />
Francesca no había recogido se le acercó<br />
Guido, un niño mofletudo de pelo rizado<br />
que, una vez explorando la ciudad,<br />
se coló dentro del patio y desde entonces<br />
era su recadero.<br />
- Señor Roberto, el señor que da miedo<br />
me ha dicho que le de esto. -Guido le<br />
entregó un papel doblado al dramaturgo<br />
–.También me dijo que me diera dos<br />
monedas de cobre.<br />
- Dudo mucho que ese agarrado de<br />
Lucio te haya dicho eso, y te he dicho<br />
mil veces que no le llames así. -Sacó una<br />
moneda de cobre de un bolsillo y se la<br />
dio a Guido-. Hala, no te lo gastes todo<br />
de una vez.<br />
- ¡Gracias! -gritó Guido, que no pareció<br />
entender la broma. Para un niño de<br />
familia pobre esa moneda podía ser un<br />
tesoro.<br />
Roberto desdobló el trozo de papel,<br />
sabiendo perfectamente lo que pondría:<br />
“hay trabajo”. Le pidió a Flavio que terminara<br />
de barrer por él y se dirigió al<br />
pequeño cuarto en la zona de los camerinos<br />
donde habitaba la más triste y<br />
Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />
aburrida de las criaturas de la ciudad,<br />
Lucio el contable. Abrió la puerta y allí<br />
lo encontró escribiendo en el cuaderno<br />
de cuentas con su vieja pluma a la poca<br />
luz que le entraba por una pequeña ventana,<br />
rodeado de saquitos de monedas.<br />
La habitación estaba llena de armarios,<br />
donde guardaba sus botes de tintas y<br />
cajones con cerraduras a prueba de ganzúas<br />
que hacían de cajas fuertes. Lucio<br />
tenía unos pocos años más que Roberto,<br />
pero aparentaba muchos más, tanto en<br />
cuerpo como en espíritu. Tenía un pelo<br />
corto completamente canoso, unos severos<br />
ojos castaños y, en toda su vida,<br />
Roberto jamás había visto un pelo en<br />
el rostro de su administrador. Era una<br />
persona cuidadosa y maniática y, para<br />
él, el tiempo era oro.<br />
- ¿Qué tal la mañana, Lucio? No te he<br />
visto entre el público. ¿Tus redondas y<br />
metalizadas amantes requerían tu atención?<br />
-El tono burlón de Roberto no le<br />
hizo nada de gracia a Lucio, y menos<br />
cuando se puso a pasarse por los dedos<br />
una moneda de oro que había cogido de<br />
su escritorio.<br />
- ¡Deja eso! -Lucio agarró la moneda<br />
con velocidad y la volvió a dejar donde<br />
estaba-. Alguien tiene que cuidar de<br />
que nuestra empresa no se desmorone<br />
mientras vosotros jugáis a princesas y<br />
señores delante de esos bobalicones.<br />
- Oye, que esos bobalicones son nuestro<br />
público, y por tanto, clientes. –Roberto<br />
se apoyó en la pared del despacho<br />
y se cruzó de brazos. Ya sabía cómo iba<br />
a acabar esto.<br />
- ¡Oh, nuestros amados clientes, que<br />
pagan una miseria por entrar! Con lo<br />
que sacamos con las entradas apenas<br />
llegamos a pagar este establecimiento.<br />
¡Por los santos, el Teatro Grande cobra<br />
71
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
72<br />
siete veces más que nosotros!<br />
- Sabes de sobra que esto no lo hago<br />
por el dinero. Lo hago para que todo el<br />
mundo pueda acceder a la cultura.<br />
- Bah, sólo lo haces para poder alimentar<br />
a tu enorme ego. Si no fuera por<br />
nuestro segundo negocio no podríamos<br />
mantener este ritmo de gastos. Hablando<br />
de lo cual… -Lucio se levantó de su<br />
asiento y movió la mesa, revelando una<br />
trampilla secreta. Había hecho este movimiento<br />
tantas veces que ya era capaz<br />
de realizarlo sin que se le cayera nada<br />
de la mesa-. Hay un cliente esperando.<br />
Roberto abrió uno de los armarios, y<br />
sacó una capa larga negra y su máscara<br />
personal. Era una pieza de madera<br />
ligera que le cubría toda la cara con dos<br />
agujeros para poder ver. Era completamente<br />
negra, excepto por el contorno de<br />
los ojos, que era de un rojo carmesí.<br />
- ¿Quién es el cliente? -preguntó Roberto,<br />
mientras se ponía su disfraz.<br />
-Manuel Tena, un comerciante del<br />
puerto. Habéis quedado en el almacén.<br />
Lucio abrió la trampilla y Roberto<br />
bajó por las escaleras hacia el sótano.<br />
Tras él, la trampilla se cerró dejándolo<br />
en la más absoluta oscuridad. A Roberto<br />
no lo importaba. Se conocía estos<br />
pasadizos como la palma de su mano,<br />
hacía mucho que no necesitaba de un<br />
mapa o de una antorcha.<br />
El subterráneo fue construido hacía<br />
siglos por los primeros habitantes<br />
de Avarittia, como método de escape<br />
contra los frecuentes ataques de piratas.<br />
Aunque la mayoría de las galerías<br />
se habían derrumbado por los usuales<br />
temblores de la zona, aún se podía recorrer<br />
la ciudad bajo tierra si se conoce<br />
el camino. Había varios puntos por los<br />
cuales se podía salir, y uno de ellos esta-<br />
ba cerca de un almacén abandonado en<br />
el puerto, que era uno de los múltiples<br />
lugares que Roberto utilizaba para hablar<br />
con sus futuros clientes. Para poder<br />
contratar sus servicios, Roberto tenía a<br />
informantes en varios puntos de la ciudad,<br />
que contactaban con Lucio y éste le<br />
trasmitía la información a Roberto.<br />
El dramaturgo reconoció el lugar<br />
como los túneles que estaban debajo<br />
del sitio acordado, buscó la trampilla de<br />
salida y la abrió sigilosamente. El almacén<br />
estaba prácticamente a oscuras, ya<br />
que todas las ventanas estaban tapiadas,<br />
y la única luz que entraba era por<br />
un agujero en el techo, donde su cliente<br />
esperaba. Era un hombre joven, de pelo<br />
moreno y barba recortada, que vestía<br />
una camisa granate y un chaleco y unos<br />
pantalones de cuero oscuro. Junto a él,<br />
había dos guardaespaldas que miraban<br />
de un lado a otro intranquilos. Le gustaba<br />
mucho esta ubicación, ya que la<br />
persona que estaba debajo de la luz no<br />
podía ver de dónde salía y le daba a la<br />
escena un toque misterioso. Se preparó<br />
para hacer su entrada estelar.<br />
- ¿Manuel Tena? -preguntó Roberto<br />
con voz autoritaria, mientras se acercaba<br />
al comerciante.<br />
- ¿Quién va? -dijo uno de los guardaespaldas,<br />
mientras desenfundaba su<br />
espada.<br />
Roberto siguió caminando hacia la<br />
luz y dejó que su máscara respondiera<br />
esa pregunta.<br />
- Santos, entonces las leyendas son<br />
ciertas -dijo Manuel, sorprendido-. La<br />
Mirada Roja… ¿es real?<br />
- Puede -respondió Roberto-. O puede<br />
que sólo sea sea un pobre diablo con<br />
una máscara parecida a la suya.<br />
- ¿Es cierto que mataste a cien hom
es cuando el príncipe atacó la ciudad?<br />
-preguntó el otro guardaespaldas, con<br />
el tono de admiración que un aficionado<br />
del teatro tiene cuando le hace un<br />
pregunta a uno de los actores.<br />
- He venido aquí por negocios, no a<br />
contar batallitas.<br />
- Dejadnos solos -ordenó Manuel y<br />
esperó a que se fueran sus hombres del<br />
almacén para continuar la conversación-.<br />
Quiero que muera alguien.<br />
- Eso es obvio, sino no estaríamos<br />
aquí hablando. ¿De quién se trata?<br />
- Isaac Levi, un prestamista. Me retrasé<br />
unos días en los pagos, y ahora nadie<br />
me…<br />
- No necesito saber el porqué le quieres<br />
muerto -le cortó Roberto. Las justificaciones<br />
y excusas por las cuales un<br />
hombre contrataba a un asesino no le<br />
importaban-. Sólo necesito que me diga<br />
cómo quiere que muera.<br />
- ¿Hay… alguna diferencia? -Manuel<br />
parecía nervioso,<br />
- Aparte de cuestiones éticas, hay diferencias<br />
económicas. -Roberto se sabía<br />
esta línea de memoria, como un sacerdote<br />
recitando el sermón-. Cuanto más<br />
difícil y más peligroso sea un trabajo,<br />
más le costará. Por ejemplo matar a un<br />
persona en mitad de la calle, a la vista<br />
de todo el mundo, puede ser bastante<br />
fácil, pero el asesino tiene bastantes<br />
posibilidades de ser capturado. En<br />
cambio, si quiere que parezca muerte<br />
natural podemos colarnos en su casa<br />
y envenenarle. Eso puede ser menos<br />
arriesgado pero un veneno así es muy<br />
caro. También hay que tener en cuenta<br />
el objetivo. Le saldrá más caro matar a<br />
un rey rodeado de su guardia que a un<br />
pastor rodeado por sus cabras.<br />
- ¿El asesino? -Manuel parecía con-<br />
Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />
fundido, demasiada información en<br />
tan poco tiempo-. Pensé que le estaba<br />
contratando a usted<br />
- Si quiere contratarme a mí le saldrá<br />
aún más caro. Tengo a muy buenos<br />
hombres a mis órdenes, con menor precio<br />
de contratación.<br />
- No, no. Necesitó la certeza de que<br />
nada va a salir mal, ¿comprende? Y<br />
también que parezca muerte natural.<br />
- Un trabajo de estas características le<br />
costará setecientas monedas, que tendrá<br />
que pagar al cuarto día después de<br />
la muerte de su objetivo. -Lucio había<br />
obligado a Roberto a memorizar su lista<br />
de precios, como si fuera un vulgar<br />
tendero.<br />
- ¿Setecientas monedas por matar a<br />
una persona? ¿Está loco?<br />
- Ya le advertí que yo era muy caro.<br />
Ofrezco servicios de la más alta calidad,<br />
señor Tena. Me he forjado una reputación<br />
en esta ciudad, jamás he fallado<br />
un encargo y nunca he sido capturado.<br />
-Roberto acercó su brazo a Manuel, esperando<br />
un apretón de manos-. ¿Tenemos<br />
trato o no?<br />
Manuel miró la mano extendida, pensativo.<br />
- ¿Nadie va a saber que ha sido asesinado?<br />
-preguntó el comerciante, dubitativo.<br />
- Nadie -sentenció Roberto.<br />
- Trato hecho. -Manuel selló el trato<br />
con un apretón de manos.<br />
- Al cuarto día un hombre llegará a<br />
su casa pidiendo un pago por unas estatuas.<br />
No se retrase.<br />
Roberto esquivó la espada del guardaespaldas<br />
en el último momento y<br />
le propinó un puñetazo en la barbilla<br />
que le hizo perder el equilibrio, resba-<br />
73
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
74<br />
lándole la espada de su mano. Roberto<br />
la recogió del suelo y se la clavó en el<br />
pecho, cayendo el escolta sobre el suelo<br />
del vestíbulo mientras un charco de<br />
sangre manchaba las botas de Roberto.<br />
Lucio estaba muy cabreado con Roberto.<br />
Le había llamado poco profesional y<br />
descuidado, además de decirle que esta<br />
situación la había visto venir de lejos y<br />
que era demasiado teatrero como para<br />
llevar un negocio serio, que debía de<br />
investigar un poco antes de actuar. Lucio<br />
era la única persona del gremio que<br />
alguna vez le había hecho frente. El encanto<br />
natural de Rodrigo hacía que sus<br />
subordinados creyeran que era el mejor<br />
patrón del mundo. Quizás por eso había<br />
contratado a Lucio. Había formalizado<br />
demasiado el negocio, pero ciertamente<br />
necesitaba que alguien le pusiera<br />
los pies en la tierra. Otros dos guardas<br />
bajaron por las escaleras del vestíbulo.<br />
Roberto desenfundó uno de sus cuchillos<br />
arrojadizos del cinturón y avanzó<br />
hacia el primero de ellos. Con ayuda del<br />
cuchillo, desvió el tajo de su oponente,<br />
le agarró el cuello con la mano libre y<br />
clavó su arma en la arteria, manchando<br />
de sangre la pared al retirarla. Apartó al<br />
hombre de un empujón y, antes de que<br />
el segundo guarda le alcanzara, le lanzó<br />
el cuchillo directamente al corazón.<br />
Su último rival se tambaleó mientras<br />
se dirigía hacia él y se desplomó a sus<br />
pies. Roberto le dio la vuelta al cadáver<br />
y sacó el cuchillo de la herida. Lucio le<br />
había dicho que siempre que usara un<br />
cuchillo intentará recogerlo, no sólo<br />
para no dejar evidencias sino que tampoco<br />
quería estar comprando cada dos<br />
por tres cuchillos nuevos. Levantaba<br />
demasiadas sospechas y era un gasto<br />
innecesario. Roberto miró a su alrede-<br />
dor. Dos de los guardaespaldas estaban<br />
muertos y el tercero intentaba no desangrase<br />
apretando su mano en el cuello,<br />
pero por la cantidad de sangre que le<br />
chorreaba por el brazo no parecía que<br />
lo estuviera consiguiendo. Subió por las<br />
escaleras, en busca de su objetivo.<br />
En el pasillo de la segunda planta, por<br />
el haz de luz de debajo de una puerta,<br />
distinguió la silueta de un hombre. Se<br />
pegó a la pared y agarró el picaporte,<br />
haciendo cómo si fuera a abrir. Un segundo<br />
más tarde sonó un chasquido y<br />
astillas de madera saltaron por los aires<br />
y una saeta se clavó en la pared. El tirador<br />
tardaría mucho en recargar la ballesta,<br />
así que abrió y descubrió que era<br />
su objetivo quien la empuñaba. Se acercó<br />
a él, agarró la ballesta por el extremo<br />
y la arrojó con fuerza al otro extremo de<br />
la habitación.<br />
- Hola de nuevo, señor Tena. He venido<br />
a cobrar por mi trabajo -dijo Roberto<br />
mientras desenfundaba un cuchillo con<br />
su brazo derecho. Manuel Tena estaba<br />
aterrado. Se habría despertado cuando<br />
Roberto forzó la entrada en la casa. Solo<br />
llevaba unos calzones puestos, que chocaba<br />
con la elaborada indumentaria de<br />
Roberto. El traje de su alter ego, Mirada<br />
Roja, aparte de la máscara y la capa negra,<br />
lo formaba una armadura de cuero<br />
negro y un cinturón del que colgaban<br />
sus dos dagas largas y varios cuchillos<br />
arrojadizos. Una línea carmesí recorría<br />
la pechera desde el cuello a la cintura,<br />
que había añadido simplemente por<br />
motivos estéticos.<br />
Manuel se dio la vuelta intentando<br />
llegar a la ventana de su dormitorio,<br />
pero Roberto le agarró del hombro y<br />
con un fuerte tirón lo derribó al suelo,<br />
cayendo de espaldas. El asesino enton
ces puso el pie izquierdo en el pecho de<br />
su víctima, evitando la huida.<br />
- Tiene una casa muy bonita. La decoración<br />
es un poco anticuada para mi<br />
gusto, y las visitas inesperadas no son<br />
tratadas con especial atención. Pero hablemos<br />
de negocios. ¿Dónde está mi dinero,<br />
señor Tena? -le preguntó Roberto.<br />
- Re…Reunir esa cantidad de dinero<br />
en cuatro días me resulta imposible…<br />
necesito más tiempo, por favor -suplicó<br />
Manuel, y Roberto vio como se le formaban<br />
unas lágrimas en los ojos.<br />
- ¡Oh, vale! Le diré a sus guardaespaldas<br />
que se levanten, que me pasaré de<br />
nuevo la semana que viene -dijo Roberto<br />
mientras apoyaba su brazo del cuchillo<br />
descuidadamente sobre el pecho del<br />
comerciante y se acercaba al rostro de<br />
su víctima-. No, señor Tena, su tiempo<br />
se ha acabado. Ya han pasado seis días<br />
desde que maté a mi objetivo y usted<br />
debe pagar.<br />
- No… tengo el dinero…<br />
- No, claro que no lo tiene. ¿Y sabe<br />
qué? Tengo la sensación de que nunca<br />
tuvo ninguna intención de pagarme,<br />
¿verdad? - Roberto soltó una carcajada<br />
seca-. Un trabajo muy limpio el de Isaac<br />
Levi. Todo el mundo cree que murió<br />
mientras dormía debido a su avanzada<br />
edad. Un trabajo limpio. Envenené una<br />
botella de vino que siempre bebía antes<br />
de acostarse. Lo más difícil fue volver<br />
a por la botella esa misma noche, no<br />
queremos que nadie más se envenene,<br />
¿verdad?<br />
Manuel estaba paralizado de miedo,<br />
y no sabía si tenía que responder a esa<br />
pregunta.<br />
- Cuando el hombre que mandé a por<br />
la recompensa volvió con las manos vacías<br />
no me lo podía creer. ¿Qué le dijo<br />
Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />
exactamente? ¡Oh, sí! Que se negaba a<br />
pagar mis servicios sin ninguna prueba,<br />
que bien podría haber muerto de viejo y<br />
no haber hecho yo nada. Que necesitaba<br />
pruebas. -Roberto pisó con fuerza el<br />
pecho del hombre, al que se le escapó<br />
un gemido de dolor. Su tono jocoso del<br />
principio había desaparecido y fue suplantado<br />
por uno lleno de furia y crueldad-.<br />
¡Qué valor tiene, señor mío! Pero<br />
de la clase de valor que sólo tienen los<br />
tontos. Llevo cuatro años forjándome<br />
una reputación en esta ciudad para evitar<br />
que esto pasara. ¿Quién en su sano<br />
juicio osaría insultar así a la persona de<br />
la que se dice que puede matar a media<br />
ciudad sin que la otra mitad se entere?<br />
- Yo… Yo…<br />
- ¡Exacto, usted! Y lo peor fue soportar<br />
la bronca de mi contable. Oh, santos,<br />
parece que estuviera casado con él. Lo<br />
que menos necesitaba es que un imbécil<br />
como usted cometiera la estupidez de<br />
no pagarme para poder darle alas a ese<br />
cuentamonedas -dijo Roberto mientras<br />
le apuntaba con el cuchillo a los ojos-.<br />
Ha estado investigando, ¿sabe? Al parecer<br />
ha descubierto que usted es la persona<br />
más insolvente de la ciudad y que<br />
todas sus deudas las poseía ese tal Levi.<br />
Aunque sus deudas hayan desaparecido,<br />
¿de donde iba a sacar tanto dinero<br />
para pagarme, señor Tena?<br />
- ¡Déjeme vivir, se lo suplico! ¡Venderé<br />
todo lo que tengo! ¡Le pagare el doble!<br />
- Aunque consiguieras esa suma de<br />
dinero, cosa que francamente dudo,<br />
sigue estando el hecho que no puede<br />
dejarle marcharse por las buenas. Además,<br />
tengo que mandar un mensaje a<br />
esta ciudad. Este cuchillo será mi pluma<br />
y usted mi papel.<br />
75
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
76<br />
- No… ¡NO! -gritó Manuel Tena por<br />
última vez, mientras Roberto le clavaba<br />
varias veces el cuchillo en el corazón. Lo<br />
hizo con fuerza, necesitaba descargar su<br />
cólera. Cuando se tranquilizó, suspiró e<br />
hizo una serie de corte en su pecho en<br />
los cuales se podía leer “moroso”. Con<br />
la sangre de la herida del corazón, dibujó<br />
dos ojos rojos debajo de su mensaje<br />
a modo de firma, abrió la ventana del<br />
dormitorio y arrojo el cadáver a la calle,<br />
con la esperanza de que por la mañana<br />
todos vieran su mensaje.<br />
Roberto salió de la casa por la puerta<br />
trasera y se dirigió a la entrada del<br />
subterráneo más cercana. “Este cuchillo<br />
será mi pluma y usted será mi papel”.<br />
Le había gustado cómo había sonado.<br />
Quería llegar a su casa para apuntar la<br />
frase, para usarla más tarde en alguna<br />
obra de teatro. Nunca se sabe de dónde<br />
puede venir la inspiración.
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
78<br />
El pergamino de Isamu - IV<br />
El grupo de Atsuo se encuentra ya en<br />
POR RAMÓN PLANA<br />
Edo. Con su señora a salvo y habiendo<br />
enviado hombres para rescatar a los que se quedaron atrás para despistar,<br />
Atsuo acude a reunirse por fin con el afamado herrero Isamu.<br />
VII<br />
Los primeros rayos de sol que iluminaron<br />
la ciudad encontraron a Atsuo<br />
sentado en un rincón del jardín de la elegante<br />
y amplia casa del clan. Los trinos<br />
de los pájaros y el olor de las plantas,<br />
húmedas por la brisa del mar, le producían<br />
una agradable sensación de paz.<br />
El entrenamiento monástico que había<br />
seguido en su juventud en las montañas<br />
le enseñó a valorar la quietud espiritual<br />
y la meditación. El camino de<br />
la espada era absorbente, y requería<br />
grandes sacrificios; como le decía su<br />
maestro, Shiotani Ichiro, “el cuerpo no<br />
debe ser el centro de atención, es como<br />
una herramienta más que hay que cuidar,<br />
pero no debemos dejarnos llevar<br />
por sus deseos”. Controlar el sueño, el<br />
cansancio, el hambre y el dolor era otra<br />
asignatura imprescindible en el camino<br />
del samurái.<br />
Sin pretenderlo, su mente se fue a las<br />
últimas horas desde que acabara con la<br />
vida de Ebizo. Después del combate con<br />
los mercenarios y los ninjas de Gensai,<br />
la caravana quedó muy mermada de<br />
fuerzas, no podrían resistir otro ataque.<br />
Nobu, Michiko y Benkei trajeron<br />
el mensaje del daimio de cambiar de<br />
ruta a una más segura, desviándose por<br />
otros senderos y prolongando el viaje<br />
en un tiempo aún sin determinar.<br />
Irían a parar a la casa que el clan<br />
Akashi, amigo de Katsuro, tenía en las<br />
montañas. Una finca fortificada para resistir<br />
los frecuentes ataques de los bandidos.<br />
Allí estarían a salvo, podrían curar<br />
a los heridos y descansar el tiempo<br />
que necesitaran para reponerse. Luego<br />
partirían de nuevo hacia Edo.<br />
Pero a Matsushiro no le gustaba la<br />
propuesta que mandaba el jefe del clan.<br />
Argumentaba que si lo hacían así, darían<br />
tiempo a que los ninjas del clan Gensai<br />
se recuperasen también y lo intentasen<br />
de nuevo, con fuerzas más numerosas.<br />
A cambio, proponía dejar a los heridos<br />
con un retén en la casa del clan Akashi,<br />
y utilizar el Paso Kamikaza para cortar<br />
entre las montañas y llegar a Edo por<br />
el norte. Significaría ir a marchas forzadas<br />
por un terreno difícil, pero podrían<br />
entrar en la ciudad en la noche del día<br />
siguiente.<br />
- Pensad en ello –dijo Matsushiro–.<br />
Alejaríamos a los Gensai de los heridos.<br />
Una vez en Edo organizaremos una caravana<br />
para volver a recogerlos, mientras,<br />
aquí estarán a salvo. Esta casa está<br />
bien preparada para la defensa.<br />
- ¡Pero entonces los Gensai irán detrás<br />
de Yoko! –dijo Fujio con inquietud.<br />
- Claro que sí, joven amigo. Pero no<br />
saben que ruta habrá seguido, ni cuantos<br />
la acompañamos. Eso hará que dividan<br />
sus fuerzas para buscarnos, y no<br />
serán bastantes para atacar la finca del
clan Akashi.<br />
- Debemos ser un grupo pequeño –<br />
dijo Atsuo–, no más de una docena. Y<br />
partir enseguida con ropa de abrigo y<br />
alimentos.<br />
- Además, aún no saben dónde estamos.<br />
Tendrán que encontrarnos antes<br />
para poder planear el siguiente ataque<br />
–comentó Nobu con animación–. Así<br />
ganaremos tiempo.<br />
- Así es. –Matsushiro miró a Yoko–.<br />
Perderán mucho tiempo buscándonos<br />
por las montañas y, cuando sepan que<br />
nos hemos separado, ya estaremos en<br />
las puertas de Edo.<br />
Yoko asintió con la cabeza.<br />
- Me parece bien, iremos por el Paso<br />
Kamikaza como propones. No quiero<br />
que tengamos más bajas.<br />
- Señora, si os parece bien, yo me quedaré<br />
para cuidar de los heridos –propuso<br />
Benkei.<br />
- Como siempre, querido amigo, os<br />
adelantáis a mis deseos. Mi gusto sería<br />
contar con vuestra compañía, pero hacéis<br />
más falta aquí. Os lo agradezco. –Se<br />
volvió hacia Matsushiro–. Me acompañará<br />
una de mis doncellas.<br />
- Sí, señora. Además vendrán Nobu,<br />
Michiko y un par de mis samuráis, ¿os<br />
parece bien Atsuo-san? –preguntó Matsushiro,<br />
siempre atento al protocolo.<br />
- Estoy de acuerdo. Yo iré también y<br />
me gustaría llevarme a Saburo, Aiko y<br />
Fujio, no quiero separarme de ellos. Son<br />
jóvenes y aguantarán bien la marcha.<br />
- Como os parezca. Entonces seremos<br />
once. Voy a dar las órdenes y partiremos<br />
en un par de horas.<br />
El grupo se puso en movimiento y al<br />
cabo de un rato emprendieron el camino.<br />
El viaje fue duro, intenso, con poco<br />
descanso, temperaturas bajas y parán-<br />
Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - IV<br />
dose lo justo para reposar un par de horas<br />
cada vez y reponer las fuerzas. Pero<br />
esa noche entraron en Edo.<br />
En la casa ya se los esperaba, gracias a<br />
un aviso de Shinzo Kaito. Él mismo les<br />
precedió en la marcha a través del paso,<br />
hasta Edo, sin dejarse ver, siempre vigilando<br />
la ruta para evitar encuentros<br />
casuales con mercenarios, bandidos o<br />
gente del clan Gensai.<br />
La llegada de Matsushiro al jardín<br />
cortó los pensamientos de Atsuo.<br />
- Disculpa Atsuo-san, no quiero molestarte.<br />
Si prefieres puedo venir luego.<br />
- No querido amigo, no me molestas.<br />
Me alegro que podamos hablar tranquilos.<br />
Sonrió el viejo samurái ante las palabras<br />
del preceptor. Sin decir nada se<br />
sentó sobre los talones cerca de Atsuo y<br />
esperó respetando su silencio.<br />
- Matsushiro, te estoy muy agradecido<br />
por la extraordinaria labor que has<br />
hecho en la dirección de la caravana. No<br />
creo que nadie en el clan lo hubiera podido<br />
hacer mejor.<br />
- Atsuo-san, eres muy amable –dijo<br />
sorprendido y confuso–. Sabes que daría<br />
mi vida por el clan.<br />
- Lo sé, y me alegro de que estés con<br />
nosotros. Eres un hombre valiente, frío<br />
y juicioso. Y también discreto –dijo Atsuo<br />
con una sonrisa.<br />
- ¿Discreto? ¿Me permites preguntarte<br />
por qué?<br />
- Porque en el bosque has visto que<br />
nos ayudaban, pero no lo has comentado<br />
con nadie.<br />
- Verás Atsuo-san, pensé que si había<br />
oídos indiscretos podía comprometer<br />
la seguridad de la caravana. Me figuré<br />
que era cosa del clan de Shinzo Kaito, y<br />
lo confirmé cuando los vi aparecer en el<br />
79
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
80<br />
último ataque.<br />
- Por todo ello, además de tu valor y<br />
tu entrega, te estoy agradecido. Ahora<br />
necesitaré que me sigas ayudando para<br />
poder cumplir las órdenes de nuestro<br />
jefe Katsuro.<br />
- Cuenta con ello. Dime qué he de hacer.<br />
- Lo primero es organizar un perímetro<br />
de seguridad para la defensa de la<br />
finca, ya que es seguro que nos atacarán<br />
y debemos estar preparados. Lo segundo<br />
será traer a Benkei y los heridos cuanto<br />
antes, aquí se recuperarán pronto y<br />
necesitamos a todos nuestros hombres<br />
cerca. Y lo tercero, formar una guardia<br />
personal para Yoko y los chicos, tendrás<br />
que elegir a sus componentes.<br />
- Me pondré a ello Atsuo-san. Para<br />
traer a Benkei y los heridos, si te parece,<br />
mandaré a Nobu con varios carros<br />
y una fuerza de samuráis y alabarderos.<br />
El muchacho es listo y me inspira<br />
mucha confianza, además ya conoce el<br />
camino.<br />
- Me parece bien. Quizá necesitemos<br />
buscar refuerzos para la defensa de la<br />
casa.<br />
- Veré con qué fuerzas contamos, y si<br />
son pocas, tengo parientes en Edo que<br />
nos podrán ayudar.<br />
- En ti confío Matsushiro. Yo necesito<br />
tener libertad de movimientos para descubrir<br />
qué ocurre y quién está detrás de<br />
estos ataques. Debo cumplir las órdenes<br />
de Katsuro.<br />
Matsushiro se incorporó y partió hacia<br />
el pabellón de los samuráis a evaluar<br />
las fuerzas de que disponían para defender<br />
la finca y a organizar la caravana<br />
para traer a los heridos.<br />
Atsuo se concentró en la respiración<br />
durante unos momentos. Luego generó<br />
energía con la espiración y la concentró<br />
en el hara (zona vital situada tres dedos<br />
por debajo del ombligo). Notó el calor<br />
distribuirse por sus brazos, y se sintió<br />
invadido por una agradable sensación<br />
de vitalidad. Luego se incorporó y se<br />
fue a sus habitaciones para cambiarse<br />
de ropa. Tenía que hacer una visita.<br />
Una hora después se dirigía hacia el<br />
sur de la ciudad, buscando el barrio de<br />
los artesanos. Iba vestido con un elegante<br />
traje en tonos azules, en la mano derecha<br />
llevaba una funda de katana hecha<br />
de lino blanco con dibujos de batallas y<br />
unas cintas grises sujetando la tela a la<br />
espada. Dos o tres pasos detrás de él caminaba<br />
Fujio sujetando su bokken con<br />
firmeza, iba orgulloso y desafiante en<br />
su papel de guardaespaldas.<br />
Siguieron la calle durante un rato internándose<br />
en el barrio hasta llegar a<br />
una pequeña fuente redonda en la que<br />
desembocaban cuatro vías. Las indicaciones<br />
les dirigían por la correspondiente<br />
al oeste. Por ella siguieron hasta<br />
llegar a una zona donde las casas eran<br />
nuevas, parecían bastante amplias y<br />
estaban separadas por pequeños callejones.<br />
Todas las casas estaban valladas.<br />
Un poco más adelante llegaron a una<br />
bonita casa de tipo medio, rodeada de<br />
árboles, entre los que asomaba la larga<br />
chimenea de un horno. En la puerta, un<br />
cartel indicaba que era la casa de Okamoto<br />
Isamu, más conocido como “el armero<br />
de Edo”.<br />
- Puedes volverte a casa Fujio.<br />
- Creo que debería esperarte Atsuosan.<br />
- No hace falta, prefiero que veles<br />
por la seguridad de Yoko. No sabemos<br />
cuando la volverán a atacar y debemos<br />
estar preparados.
- Como digas, maestro. Volveré a casa<br />
y estaré alerta. –Se dio la vuelta, sujetó<br />
el bokken en el obi y se fue silbando por<br />
el camino.<br />
Atsuo contempló la casa, apreciando<br />
la variedad de árboles cuyas copas aparecían<br />
por encima de la tapia. Un suave<br />
perfume indicaba la afición de sus habitantes<br />
por el cultivo de las flores. Una<br />
pequeña anilla hacía de llamador y, al<br />
tirar de ella, sonó una campanilla en el<br />
interior.<br />
Unos pasos ligeros se acercaron y una<br />
bonita muchacha abrió la puerta mirando<br />
sonriente al visitante.<br />
- Buenos días, quería hablar con Okamoto<br />
Isamu. Soy Gonnosuke Atsuo y<br />
vengo en nombre de Saito Takeshi.<br />
La muchacha le miró fijamente durante<br />
un momento, luego se apartó<br />
abriendo la puerta para dejarle pasar.<br />
- Es usted bienvenido a nuestra casa.<br />
Pase por favor.<br />
Tenía una voz musical y su tono resultaba<br />
agradable. Atsuo se inclinó cortésmente<br />
y cruzó el umbral, pasando<br />
a la zona inmediatamente detrás de la<br />
puerta, el genkan. Éste era un espacio<br />
reducido con un pequeño escalón para<br />
poder descalzarse. Allí dejo sus zoris,<br />
orientados hacia la puerta, y se quedó<br />
con los tabis. Ella le acercó unos zoris<br />
de material fresco reservados para las<br />
visitas.<br />
La muchacha le guió a través de un<br />
pasillo hasta llegar a la pieza central de<br />
la casa. Era una habitación amplia, compuesta<br />
de un piso de madera de cedro<br />
rojo con detalles de madera de paulonia.<br />
Varios tatamis componían un rectángulo<br />
en el centro, unos cuantos cojines<br />
o zabutones estaban dispersos por<br />
los tatamis para sentarse sobre ellos. La<br />
Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - IV<br />
habitación estaba fresca y ventilada. El<br />
olor de las flores de un pequeño macetero<br />
se mezclaba con el olor característico<br />
de la paulonia, creando un ambiente<br />
muy natural.<br />
- Le ruego que espere un momento,<br />
iré a avisar a mi padre –dijo inclinándose<br />
ceremoniosamente, luego retrocedió<br />
y cerró el panel de shoji.<br />
Atsuo se sentó sobre uno de los tatamis<br />
y miró a su alrededor. Los colores<br />
de los elementos de la sala, el olor de las<br />
plantas y la madera, junto con el trinar<br />
de unos pájaros y el murmullo de agua<br />
en el jardín, contribuían a crear una atmósfera<br />
que le serenó el espíritu. Relajó<br />
su respiración y disfrutó de la armonía<br />
que le proporcionaba el momento.<br />
VIII<br />
El roce de unos pasos ligeros atrajo su<br />
atención, abrió los ojos y miró. El shoji<br />
se descorrió suavemente dejando pasar<br />
a un hombre alto y delgado, de edad<br />
avanzada y anchas espaldas. Su pelo<br />
blanco era escaso en la frente; un bigote<br />
y una barba cortos, también blancos,<br />
enmarcaban su cara dándole un aire de<br />
dignidad. Los ojos eran grandes y penetrantes,<br />
y la mandíbula fuerte. Una<br />
cintura estrecha y unas piernas largas le<br />
conferían elegancia a sus movimientos.<br />
El hombre se aproximó a él, se detuvo<br />
a unos pasos y le miró fijamente<br />
con una leve sonrisa bailándole en los<br />
labios. Atsuo se incorporó, y ambos se<br />
saludaron con una inclinación.<br />
- Disculpe mi mala educación haciéndole<br />
esperar, soy Okamoto Isamu –dijo<br />
el anciano–, esperaba su visita con mucho<br />
interés.<br />
- No tengo nada que disculpar Isamusan.<br />
Es un honor para mí que me haya<br />
81
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
82<br />
recibido en su casa. Soy Gonnosuke Atsuo<br />
del clan Hirotoshi.<br />
- Lo sé –afirmó con rotundidad poniéndole<br />
la mano en el antebrazo-, sé<br />
quién es usted. Y por favor apeé el tratamiento,<br />
nada de cortesías, Atsuo. Tenemos<br />
asuntos muy serios que tratar y<br />
muchas cosas de que hablar –continuó–.<br />
Pero antes, creo que me ha traído algo<br />
que llevo esperando mucho tiempo, ¿no<br />
es así? -preguntó mientras se sentaba<br />
en el tatami.<br />
- Sin duda se refiere a la katana que<br />
me entregó Takeshi para usted.<br />
Atsuo levantó el envoltorio de la katana<br />
con las dos manos, se lo llevó a la<br />
frente con una inclinación y se lo ofreció<br />
a Isamu con la mano derecha y la parte<br />
del filo hacia dentro.<br />
El armero lo cogió con reverencia y lo<br />
depositó en el tatami. Sus dedos, fuertes<br />
y ágiles, deshicieron el nudo con sumo<br />
cuidado dejando al descubierto la katana<br />
de Takeshi. Con los ojos fijos en ella,<br />
Isamu se reclinó sobre los talones, suspiró<br />
hondo y se relajó. La sonrisa apareció<br />
de nuevo en sus labios, quizá recordando<br />
otros tiempos.<br />
Luego cogió con delicadeza la katana<br />
y desenroscó una pieza de la empuñadura,<br />
presionó dos pequeñas gemas<br />
opuestas y un panel quedó libre basculando<br />
y dejando al aire una oquedad.<br />
De allí extrajo un trozo de papel enrollado.<br />
Levantó la mirada hacia Atsuo.<br />
- He descubierto, ante usted, nuestro<br />
secreto.<br />
- ¡Vaya! Así se pasaban la información<br />
entre ustedes.<br />
El armero se echó a reír.<br />
- En efecto, ¿quién se lo ha contado?<br />
- Lo principal me lo contó Takeshi el<br />
día antes de partir, y Shinzo Kaito me<br />
contó las habladurías que circulan por<br />
ahí, en la noche que nos atacaron.<br />
- ¡Ah! Otra vez aparece Kaito, entonces<br />
el clan Gensai no estará lejos.<br />
- No sabía que tuviesen relación –dijo<br />
Atsuo mirando con sorpresa al armero.<br />
- Mi querido joven, tengo que ponerle<br />
al día y no tenemos mucho tiempo. Pero<br />
antes tomemos un refrigerio. –Tocó las<br />
palmas un par de veces y la muchacha<br />
entró seguida de una joven sirviente.<br />
Según pudo ver Atsuo, había cambiado<br />
su kimono por otro más elegante,<br />
apropiado para una ceremonia del té.<br />
- Quizá me quiera acompañar a la<br />
casa de té del jardín, querido amigo –<br />
dijo Isamu–. Debe perdonar las manías<br />
de un anciano que procura disfrutar de<br />
los escasos placeres que nos ofrece la<br />
vida.<br />
- Me agradará mucho –dijo Atsuo<br />
sonriendo–. Últimamente no he tenido<br />
tiempo para nada placentero.<br />
- Pues no se hable más. Mi hija Hanako<br />
nos hará los honores.<br />
El armero se incorporó precediendo<br />
a Atsuo, descorrió un shoji y le guió a<br />
través del jardín por un sendero hasta<br />
una pequeña cabaña. Cerca de ella, una<br />
fuente de piedra cubierta por una techumbre<br />
les permitió lavarse las manos<br />
mientras disfrutaban del frescor de los<br />
árboles.<br />
Cuando terminaron, rociaron el sendero<br />
con el agua sobrante, representando<br />
la eliminación de las impurezas<br />
de la mente antes de la ceremonia. El<br />
siguiente paso era dejar fuera la arrogancia,<br />
para lo cual se entraba de rodillas<br />
en la diminuta cabaña. Luego, una<br />
vez acomodados en el tatami, Hanako<br />
comenzó a disponer los objetos con elegancia<br />
y arte. Así, los cinco elementos
que representan el mundo material del<br />
taoísmo estaban presentes en la ceremonia<br />
y reunidos entorno al fogón. El fuego,<br />
el agua, el metal representado en la<br />
tetera, la madera en el carbón y la tierra<br />
en la cerámica.<br />
Durante tres horas degustaron distintos<br />
tipos de té, acompañados de diversos<br />
manjares y dulces, mientras charlaban<br />
sobre caligrafía, dibujo, cerámica y<br />
otras artes tradicionales. A media tarde,<br />
Isamu llevó la conversación hacia la situación<br />
en Edo.<br />
- Hay mucha tensión en la ciudad –<br />
dijo con gravedad-. La milicia está tomando<br />
iniciativas que no le gustan a<br />
algunos consejeros, pero otros sí las<br />
apoyan. Es sabido que el shogun no tomará<br />
partido hasta conocer las fuerzas<br />
de cada grupo; por eso uno de esos grupos<br />
está intentando minar la fuerza del<br />
clan Hirotoshi.<br />
- ¿Ese grupo es el que está organizando<br />
los ataques?<br />
- ¡Sí!<br />
- Entonces, es cierto que hay una intriga<br />
contra el clan Hirotoshi. Me figuro<br />
que estará formado por Takayama y los<br />
ninjas del clan Gensai. Pero, ¿quién está<br />
detrás? Alguien los tiene que apoyar en<br />
el palacio.<br />
- Un hombre muy cercano al shogun:<br />
Matsumura Hiroto. Da la casualidad<br />
que es familiar lejano de una de<br />
sus concubinas y muy amigo del viejo<br />
Takayama Sora, padre del actual señor<br />
del clan Takayama.<br />
- ¿Cómo sabemos de qué se hablaba<br />
en el consejo del shogun?<br />
- Por uno de los consejeros que conozco<br />
hace mucho tiempo, también lo<br />
conoce Takeshi. Se llama Sinzaemon Simada.<br />
–La mirada de Isamu se perdió<br />
Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - IV<br />
con los recuerdos por unos momentos–.<br />
Hace muchos años hicimos amistad tres<br />
samuráis: Simada, Shiotani Ichiro y yo.<br />
Vivimos un tiempo iniciándonos en el<br />
camino de la espada. Luego se nos unió<br />
Takeshi como discípulo. Fue una época<br />
muy bonita; al final tomamos senderos<br />
diferentes, pero nuestra amistad perdura.<br />
- ¡Eres samurái! –dijo Atsuo con un<br />
deje de sorpresa–. Y en tu juventud conociste<br />
a Ichiro, mi maestro. Pensé que<br />
eras un artesano, un armero…<br />
Ahora le tocó sorprenderse a Isamu.<br />
- ¿Shiotani Ichiro es tu maestro? ¡Bendita<br />
sea Amaterasu! Esto sí que es una<br />
sorpresa. –Rió con fuerza mientras golpeaba<br />
sus rodillas con las palmas de las<br />
manos–. Una vez más se cierra el círculo.<br />
Tendremos que charlar muchas tardes<br />
Atsuo, y serán charlas muy sabrosas –<br />
dijo, riéndose aún–. Ahora tenemos que<br />
pensar en una estratagema para buscar<br />
información. He oído que tienes que<br />
ilustrar un libro para el shogun.<br />
- Sí, es un trabajo que me ha encomendado<br />
Katsuro. Consiste en una mezcla<br />
de caligrafía y dibujo de algunos lugares<br />
y personajes populares de Edo, para<br />
la edición de un libro de tipo histórico.<br />
Se lo quiere regalar al shogun. Tengo un<br />
permiso para caminar por la ciudad sin<br />
trabas, puedo mirar y dibujar aquello<br />
que considere interesante.<br />
- ¡Estupendo! –dijo el armero–. Así<br />
te moverás por Edo sin levantar sospechas.<br />
Es importante que tengamos los<br />
oídos abiertos, pero nadie debe conocer<br />
hasta donde sabemos. Sólo así podremos<br />
anticiparnos y evitar las intrigas a<br />
las que nos vamos a enfrentar.<br />
- Pero, ¿cuál es el origen de ese encono?<br />
83
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
84<br />
- Empezó en la época de Takayama<br />
Sora, el padre del actual jefe del clan,<br />
Kaoru. Hubo un conflicto entre los dos<br />
clanes a consecuencia de unos títulos<br />
sobre unas tierras que ansiaba el padre<br />
de Sora, el shogun en aquel momento<br />
se los concedió al clan Hirotoshi por su<br />
valor en la batalla. El padre de Sora intentó<br />
arrebatárselos, pero murió en el<br />
empeño, y el joven Sora juró vengarse y<br />
conseguir los títulos y las tierras. Ahora<br />
es un anciano enfermo y desequilibrado,<br />
pero su hijo Kaoru es ambicioso y<br />
sigue pensando que las tierras deberían<br />
ser suyas. Con sus intrigas lo que<br />
quieren es eliminar al clan Hirotoshi y<br />
quedarse con todas sus propiedades, no<br />
solo con aquellas que originaron el conflicto.<br />
Es la segunda vez que lo intentan,<br />
debemos pararlos y acabar con ellos de<br />
una vez.<br />
- Pero se les puede desenmascarar<br />
ante el shogun.<br />
- No surtiría efecto. Iemitsu es un<br />
hombre de carácter complicado, nunca<br />
se opondrá abiertamente a los deseos<br />
del clan Takayama, y menos si los apoya<br />
un consejero como Matsumura Hiroto.<br />
Esperará a ver qué ocurre.<br />
- Entonces, debemos defendernos sin<br />
miedo a las consecuencias.<br />
- Por lo que sé, ya habéis empezado<br />
a hacerlo –constató Isamu con una sonrisa-.<br />
Sólo hay que ver las bajas que habéis<br />
ocasionado en nuestros enemigos.<br />
- Ahora tendremos que dar la batalla<br />
también en el palacio del shogun. Debemos<br />
conocer los planes de nuestros<br />
enemigos.<br />
- Cierto, conocerlos y anticiparnos<br />
a ellos. Así podremos neutralizar sus<br />
ataques y esperar la oportunidad para<br />
descargar el golpe y eliminar al clan<br />
Takayama. Si le demostramos al shogun<br />
que sólo les guía su ambición lo tomará<br />
como una guerra de clanes a las<br />
que está tan acostumbrado, y cuando<br />
venzamos nos tendrá que dar la razón.<br />
Pero necesitamos tener pruebas.<br />
- Bien Isamu, pues vamos a decidir<br />
qué hacer.<br />
- Pienso que lo primero es proteger a<br />
Yoko. Luego obtener información, ver y<br />
oír; tú serás nuestros ojos y nuestros oídos.<br />
Creo que por eso te ha conseguido<br />
Katsuro el permiso para pasear por Edo<br />
con libertad. También deberás visitarme,<br />
tendré que informaros de nuestros<br />
avances en palacio y tú pasarme la información<br />
que hayas conseguido en tus<br />
paseos.<br />
- Bien. Pero antes aclárame una cosa,<br />
¿por qué te implicas en esta guerra de<br />
clanes?<br />
El armero miró al jardín a través de<br />
la pequeña ventana antes de contestar,<br />
luego fijó sus ojos en Atsuo.<br />
- En esta guerra de clanes ya me impliqué<br />
hace mucho tiempo por amistad<br />
con el padre de Katsuro; ahora Takayama<br />
Kaoru quiere hacérmelo pagar.<br />
- ¿Te ha amenazado?<br />
- De manera velada, sí. Su hijo ha<br />
pretendido a mi hija Hanako, y ella lo<br />
rechazó. Ahora intenta que trabaje sólo<br />
para su clan, y, como me he negado,<br />
quiere arruinarme y quedarse con mi<br />
casa.<br />
- Pero tú puedes trabajar para quien<br />
quieras, ¿no?<br />
- Sí, pero él no me deja. Sus hombres<br />
patrullan alrededor de mi taller, amenazando<br />
y ahuyentando a los posibles<br />
clientes. Así llevamos casi un año. Si no<br />
pago los impuestos, me arrebatarán la<br />
casa y la subastarán, así la podrá com-
prar por poco dinero y utilizarla para<br />
obligarme a cumplir sus deseos.<br />
- Ese hombre es un miserable.<br />
- Es ambiciosos y no tiene escrúpulos.<br />
Si no me deja trabajar y me quita todo lo<br />
que tengo, tendría que trabajar para su<br />
clan. Así también podría casar a su hijo<br />
con Hanako, y además tendría acceso al<br />
pergamino de mi familia.<br />
- ¿El pergamino de tu familia? –preguntó<br />
Atsuo–. Algo he oído sobre él,<br />
pero poco. No me hago una idea de su<br />
contenido.<br />
- Pronto te hablaré sobre él. Más adelante.<br />
Ahora tenemos que conocernos,<br />
hablar sobre las artes marciales y diseñar<br />
una estrategia. También espero que<br />
me hagas el honor de cruzar tu espada<br />
conmigo.<br />
- Será un auténtico placer, y más sabiendo<br />
que has sido compañero de mi<br />
maestro.<br />
- Bien, seguro que te pica la curiosidad<br />
–bromeó el armero-. Podemos vernos<br />
otra vez pasado mañana, en mi casa<br />
sobre la misma hora. Trae tu katana con<br />
el pretexto de dejármela para arreglarla,<br />
y te diré lo que acontece mañana en<br />
el palacio. Tú me traerás la información<br />
de si ves alguien con aspecto de comerciante<br />
en los alrededores de la casa de<br />
Takayama.<br />
- ¿Quieres que el primer día ronde<br />
por allí? –sonrió Atsuo, mirándolo con<br />
sorpresa–. No les gustará.<br />
- Por eso, quiero que estén intranquilos<br />
y forzarles a dar un paso en falso que<br />
podamos utilizar en su contra. Pero ten<br />
mucho cuidado y que alguien te cubra<br />
las espaldas. Nunca te atacarán de frente.<br />
–Se volvió hacia la pequeña puerta<br />
y tocó las palmas dos veces-. Ahora vamos<br />
a probar unos dulces hechos por<br />
Ramón Plana - EL PERGAMINO DE ISAMU - IV<br />
Hanako. Luego le mandaré unos cuantos<br />
a Yoko, es muy golosa y le encantan<br />
–comentó con mirada pícara.<br />
El resto de la tarde transcurrió placenteramente.<br />
Encendieron unos farolillos<br />
de aceite y a su luz comentaron<br />
algunas técnicas de espada. Atsuo comprobó<br />
con sorpresa que los conocimientos<br />
de esgrima de Isamu, eran más que<br />
notables. Esperaba con interés y agrado<br />
el momento de cruzar su katana con él,<br />
intuía que podría llevarse una sorpresa<br />
con el anciano armero.<br />
La tarde llegó a su fin y la oscuridad<br />
empezó a adueñarse de la ciudad. Ambos<br />
quedaron de acuerdo en conseguir<br />
información y volver a verse en dos<br />
días, para compartirla y meditar el siguiente<br />
paso. Atsuo se despidió de Hanako,<br />
y el armero lo acompañó hasta el<br />
genkan.<br />
- Ten mucho cuidado Atsuo –dijo el<br />
anciano–, utilizarán sus malas artes<br />
contra ti.<br />
- Gracias Isamu. Tendré cuidado. Ha<br />
sido un honor conocerte y pasar la tarde<br />
en tu casa.<br />
- El honor ha sido mío. Nos veremos<br />
en dos días.<br />
La puerta se cerró suavemente. Atsuo<br />
comenzó a caminar por el callejón<br />
que llevaba a la fuente; recordaba que<br />
en ella desembocaban las cuatro vías<br />
principales. La tenue luz de la calle provenía<br />
de lámparas de aceite situadas en<br />
las tapias cada cuatro o cinco metros.<br />
Por fortuna no hacía viento.<br />
Apenas llevaba caminando un momento<br />
cuando tres sombras se separaron<br />
de la tapia de una casa y se pusieron<br />
en medio del camino.<br />
- ¡Eh, tú! –le interpeló una de las sombras,<br />
cerrándole el paso y poniendo la<br />
85
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
86<br />
mano sobre la empuñadura de su katana<br />
con gesto bravucón–. No debes volver<br />
a casa del armero. ¿Entiendes? Si lo<br />
haces me lo tomaré a mal.<br />
- No creo que deba preocuparme por<br />
eso –comentó Atsuo variando su posición<br />
para que no le rodearan.<br />
- ¡Espera! –dijo otra de las sombras–.<br />
Le conozco. ¡Es el preceptor! ¡Él mató a<br />
Ebizo!<br />
- ¡Maldito sea, acabad con él!<br />
Las dos sombras restantes intentaron<br />
rodearle, mientras Atsuo vio por el<br />
rabillo del ojo a otra sombra llegar corriendo<br />
por el callejón.<br />
Sonrió y con un golpe de muñeca desenvainó<br />
la katana.
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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
88<br />
Bestiario<br />
Revisión en rima de las extrañas y retorcidas criaturas responsables de las<br />
desgracias de esta publicación. Recomendamos leer imaginando el tañido de<br />
una lira.<br />
Nada escapa a su filo,<br />
Y si mal está decirlo,<br />
¡Pobre de ti! Si te pilla,<br />
Con su afilada cuchilla.<br />
Si algo no le gusta o agrada,<br />
No duda en liarla parda.<br />
Noble y fiel como un Stark,<br />
Pero si le enfadas te vas a enterar.<br />
Así que cuidadito has de tener,<br />
Si al verduguito no quieres ver.<br />
Víctor M. Yeste<br />
Consejero - @VictorMYeste<br />
Apasionado en gente reuniendo,<br />
Mejor alrededor de una mesa comiendo.<br />
Placeres banales, diréis.<br />
Con los que regocijo sentiréis.<br />
¡Ay de ti! Si te habla de su obsesión,<br />
No te soltará hasta que te dé el tostón.<br />
Y si de madrugada un finde despierto estás,<br />
¡Corre!, ¡huye! Mejor la radio esconderás.<br />
Cuentos de terror y cuarto milenio,<br />
Sus preferencias después del silencio.<br />
Diego F. Villaverde<br />
Verdugo - @LordAguafiestin<br />
Importante es su profesión<br />
Aunque esta no es la cuestión<br />
A Kvothe le tiene presente,<br />
Como él en su venganza, es persistente.<br />
A su misión concentrado y entregado.<br />
A su vida un poco despistado.<br />
Pero tal es su corazón,<br />
Que sirve de compensación.<br />
J. R. Plana<br />
Posadero - @jrplana
Ramón Plana<br />
Juglar - @DocZero48<br />
Si acudimos a ella siempre nos ayuda,<br />
Sea la hora que sea sin ninguna duda.<br />
Encontrarla, o no, esa es otra historia;<br />
Viaja por mundos de manera notoria.<br />
Fiel y dedicada, a todo pone esfuerzo,<br />
Pero si la enfadas perderás el pescuezo.<br />
Katniss en Panem, Marta en Valencia,<br />
Las dos con el arco apuntan con vehemencia.<br />
Mas en ella dulzura también hallas,<br />
Querrás su compañía donde vayas.<br />
Cris Miguel<br />
Pregonera - @Cris_MiCa<br />
No va con mallas,<br />
A su lado te callas.<br />
Dotado de humor e ingenio,<br />
En sus historias pone empeño.<br />
Si de entretener se trata,<br />
Una velada con el pacta.<br />
Mas difícil luego callarle es,<br />
Y perdido en las nubes te halles.<br />
M. C. Catalán<br />
Curandera - @mccatalan<br />
Enfadada siempre parece,<br />
Pegando su rabia enriquece.<br />
¡No sólo a esto se dedica!<br />
Su odio contra el universo predica.<br />
Escritora es, luego pregonera,<br />
Si no haces lo que quiere, busca la correa.<br />
Caza sombras y vampiros también,<br />
Cuidado has de tener, para no cazar su desdén.<br />
89<br />
BESTIARIO
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
90<br />
Ana Gasull<br />
@sumalignidadimperial<br />
R. P. Verdugo<br />
@RP_Verdugo<br />
Eleazar Herrera<br />
@Sparda_<br />
Patricia O.<br />
karinitapatri@gmail.com