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de doctores y enfermeras que no reconocía,<br />
solo algún rostro familiar del incidente<br />
con aquel paciente la primera<br />
noche y poco más.<br />
La puerta de la cafetería estaba tímidamente<br />
abierta y lo que parecía un<br />
batallón de limpieza entraba en su interior.<br />
En la puerta, como si se tratara del<br />
mismísimo can cerbero, se encontraba<br />
el doctor Tucker.<br />
- Por favor, guarden silencio y presten<br />
atención. –La gente prácticamente<br />
calló de inmediato, consolidando todavía<br />
más el poder de Tucker para Jack–.<br />
No sé qué demonios ha pasado esta<br />
noche, pero la cafetería queda temporalmente<br />
clausurada. Algún interno ha<br />
escapado y lo ha destrozado todo. Los<br />
chicos de seguridad están repasando<br />
las cintas de vigilancia, así que tengan<br />
localizados o visiten a sus pacientes<br />
asignados durante la mañana, a ver si<br />
conseguimos sacar algo en claro. Así el<br />
desayuno queda trasladado al pabellón<br />
C. Muchas gracias.<br />
El murmullo volvió a desatarse casi<br />
de inmediato. Todos especulaban quién<br />
podría haber sido el causante de todo.<br />
“Seguro que ha sido el grandote de Mc-<br />
Murphy”, susurró una. “Pues yo creo<br />
que ha debido de ser ‘El Irlandés’. Ese<br />
hombre es pura maldad”, comentó otra.<br />
Entre aquel cúmulo de alborotado gentío<br />
sintió como alguien tocó insistentemente<br />
su hombro, llamando su atención.<br />
- Hola chico. Tú debes de ser Jack,<br />
¿verdad? Dante, un placer. –El joven<br />
alargó su mano y Jack se la estrechó.<br />
Aquel hombre le recibió con un rígido<br />
apretón, como si intentara romper los<br />
delicados huesos de su mano–. ¿Qué tal<br />
si nos vamos de aquí?<br />
R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />
III<br />
Ambos se encontraban en el patio<br />
principal, estaban tumbados sobre el<br />
césped bajo un gran árbol que proporcionaba<br />
una fresca sombra para soportar<br />
el caluroso día. Aquel momento le<br />
trajo un bonito recuerdo: el olor de la<br />
hierba fresca, aquel tiempo espléndido<br />
y el piar de los pájaros le transportaron<br />
por un instante atrás en el tiempo, hasta<br />
el campus de su universidad.<br />
- ¿De dónde eres, Jack?<br />
- De Birmingham, Alabama.<br />
- Estás lejos de tu casa, chico. Yo soy<br />
de aquí, de Huntsville. Nací, crecí, he<br />
intentado reproducirme y moriré entre<br />
estas paredes. –A Jack le intrigaron mucho<br />
sus últimas palabras.<br />
- ¿Cómo has dicho? ¿Naciste aquí?<br />
- Sí, bueno. Es un poco raro dándote<br />
solo mi nombre, ¿no crees? Creo que voy<br />
a re-presentarme. Hola, me llamo Dante<br />
Tucker. –Los ojos de Jack se abrieron<br />
mostrando un rictus de incredulidad.<br />
- Eres… ¿Eres el hijo del doctor Bill<br />
Tucker? –Dante alzó la mano e hizo un<br />
gesto como si accionara una palanca invisible<br />
de una tragaperras de Las Vegas,<br />
imitando también su sonido.<br />
- Ding, ding, ding ding ¡Premio al<br />
caballero! Y responderé también a tu<br />
siguiente pregunta: NO, no estoy aquí<br />
porque mi “papi” sea el director. Estoy<br />
aquí por méritos propios<br />
- No he dicho lo contrario…<br />
- Tampoco serías el último en pensarlo.<br />
Ya sé que mi padre y yo nos parecemos<br />
como un huevo a una castaña.<br />
- Ciertamente –terminó por concluir<br />
Jack.<br />
Hubo un momento de silencio en el<br />
que cada uno comenzó a divagar brevemente<br />
por los laberintos de su mente.<br />
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