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Pdf Nº5 - Ánima Barda

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de doctores y enfermeras que no reconocía,<br />

solo algún rostro familiar del incidente<br />

con aquel paciente la primera<br />

noche y poco más.<br />

La puerta de la cafetería estaba tímidamente<br />

abierta y lo que parecía un<br />

batallón de limpieza entraba en su interior.<br />

En la puerta, como si se tratara del<br />

mismísimo can cerbero, se encontraba<br />

el doctor Tucker.<br />

- Por favor, guarden silencio y presten<br />

atención. –La gente prácticamente<br />

calló de inmediato, consolidando todavía<br />

más el poder de Tucker para Jack–.<br />

No sé qué demonios ha pasado esta<br />

noche, pero la cafetería queda temporalmente<br />

clausurada. Algún interno ha<br />

escapado y lo ha destrozado todo. Los<br />

chicos de seguridad están repasando<br />

las cintas de vigilancia, así que tengan<br />

localizados o visiten a sus pacientes<br />

asignados durante la mañana, a ver si<br />

conseguimos sacar algo en claro. Así el<br />

desayuno queda trasladado al pabellón<br />

C. Muchas gracias.<br />

El murmullo volvió a desatarse casi<br />

de inmediato. Todos especulaban quién<br />

podría haber sido el causante de todo.<br />

“Seguro que ha sido el grandote de Mc-<br />

Murphy”, susurró una. “Pues yo creo<br />

que ha debido de ser ‘El Irlandés’. Ese<br />

hombre es pura maldad”, comentó otra.<br />

Entre aquel cúmulo de alborotado gentío<br />

sintió como alguien tocó insistentemente<br />

su hombro, llamando su atención.<br />

- Hola chico. Tú debes de ser Jack,<br />

¿verdad? Dante, un placer. –El joven<br />

alargó su mano y Jack se la estrechó.<br />

Aquel hombre le recibió con un rígido<br />

apretón, como si intentara romper los<br />

delicados huesos de su mano–. ¿Qué tal<br />

si nos vamos de aquí?<br />

R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />

III<br />

Ambos se encontraban en el patio<br />

principal, estaban tumbados sobre el<br />

césped bajo un gran árbol que proporcionaba<br />

una fresca sombra para soportar<br />

el caluroso día. Aquel momento le<br />

trajo un bonito recuerdo: el olor de la<br />

hierba fresca, aquel tiempo espléndido<br />

y el piar de los pájaros le transportaron<br />

por un instante atrás en el tiempo, hasta<br />

el campus de su universidad.<br />

- ¿De dónde eres, Jack?<br />

- De Birmingham, Alabama.<br />

- Estás lejos de tu casa, chico. Yo soy<br />

de aquí, de Huntsville. Nací, crecí, he<br />

intentado reproducirme y moriré entre<br />

estas paredes. –A Jack le intrigaron mucho<br />

sus últimas palabras.<br />

- ¿Cómo has dicho? ¿Naciste aquí?<br />

- Sí, bueno. Es un poco raro dándote<br />

solo mi nombre, ¿no crees? Creo que voy<br />

a re-presentarme. Hola, me llamo Dante<br />

Tucker. –Los ojos de Jack se abrieron<br />

mostrando un rictus de incredulidad.<br />

- Eres… ¿Eres el hijo del doctor Bill<br />

Tucker? –Dante alzó la mano e hizo un<br />

gesto como si accionara una palanca invisible<br />

de una tragaperras de Las Vegas,<br />

imitando también su sonido.<br />

- Ding, ding, ding ding ¡Premio al<br />

caballero! Y responderé también a tu<br />

siguiente pregunta: NO, no estoy aquí<br />

porque mi “papi” sea el director. Estoy<br />

aquí por méritos propios<br />

- No he dicho lo contrario…<br />

- Tampoco serías el último en pensarlo.<br />

Ya sé que mi padre y yo nos parecemos<br />

como un huevo a una castaña.<br />

- Ciertamente –terminó por concluir<br />

Jack.<br />

Hubo un momento de silencio en el<br />

que cada uno comenzó a divagar brevemente<br />

por los laberintos de su mente.<br />

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