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Pdf Nº5 - Ánima Barda

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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

38<br />

sus pasos como si esperara un descuido<br />

para clavarle aquel afilado rastrillo en la<br />

espalda. Al pensarlo un escalofrío recorrió<br />

su cuerpo.<br />

Llegó a la puerta de la cafetería. El<br />

pasillo estaba anegado por la oscuridad<br />

y tuvo que tantear a ciegas hasta que<br />

por fin sintió el tacto frío del pomo en<br />

su mano. Lo giró e inmediatamente la<br />

blanca y fría luz de la luna le recibió.<br />

No olía a café, ni tampoco a bollos recién<br />

hechos como la última vez que estuvo<br />

allí dentro. Sin embargo podía percibir<br />

un olor. Este era agradable como<br />

una caricia con un guante de seda. Era<br />

embriagador. Era el olor de una rosa.<br />

Desde que comenzó su particular<br />

aventura dentro de aquel monumento<br />

a la locura –y nunca mejor dicho– su<br />

experiencia con las rosas solo le habían<br />

traído sustos y problemas.<br />

Pensó en Ella.<br />

De repente escuchó una risa juguetona<br />

seguida de una ligera y fresca brisa.<br />

El olor a rosas había desaparecido.<br />

- ¿Jack? –dijo la oscuridad.<br />

- ¿Quién anda ahí?<br />

- Tu peor pesadilla.<br />

Los pelos de Jack se erizaron como<br />

lo hacía cuando de pequeño acercaba<br />

el brazo a su enorme televisor de tubo.<br />

Una sacudida dentro de su cerebro<br />

lo dejó inmóvil, incapaz de mover un<br />

músculo. De repente la oscuridad comenzó<br />

a reírse.<br />

- No te lo has tragado, ¿verdad? –La<br />

luz de la luna iluminó la figura y el rostro<br />

de Eva.<br />

- Dios…no. Tranquila.<br />

- No mientas. Puedo oler como te has<br />

cagado en los pantalones. Anda, pasa.<br />

- ¿Por qué estás a oscuras? –dijo Jack<br />

mientras dirigía sus pasos hacia ella.<br />

- La cafetería está temporalmente<br />

clausurada –dijo imitando la voz del<br />

doctor Tucker–, así que no creo que<br />

les haga mucha gracia ver que estamos<br />

aquí dentro, ¿no?<br />

- Es verdad ¿Qué demonios ha pasado<br />

aquí? –dijo mientras miraba en todas<br />

las direcciones intentando encontrar<br />

algo fuera de lugar. Todo estaba igual<br />

que la última vez que estuvo allí–. Yo lo<br />

veo igual que antes…<br />

- Uno de los que están en la jaula de<br />

los leones se escapó y arremetió contra<br />

todo. Fue Trece.<br />

- ¿Cómo lo sabes?<br />

- Porque está muerto<br />

Jack palideció.<br />

- ¿Co…cómo?<br />

- ¿No lo sabías? Anoche entró aquí y<br />

comenzó a destrozar toda la vajilla. Se<br />

ve que se cortó con uno de los trozos de<br />

porcelana, se asustó al ver tanta sangre<br />

y resbaló, dándose con la cabeza contra<br />

la barra. –Eva señalaba la barra de<br />

hierro donde los doctores, enfermeros y<br />

cualquiera que no estuviera internado<br />

por problemas psiquiátricos apoyaba<br />

sus bandejas con suculentas y recalentadas<br />

comidas–. Por eso el doctor Tucker<br />

no quería que nadie entrara. No quería<br />

que nadie se encontrase con el cadáver<br />

de aquel desgraciado –mintió Eva.<br />

- No sé qué decir.<br />

Eva se levantó de la silla y acercó su<br />

rostro al de él.<br />

- No hace falta que digas nada. –Jack<br />

no se dio cuenta de que acababa de tragarse<br />

un nudo. Podía notar el aliento<br />

fresco de Eva en la cara y podía oler el<br />

perfume que suspiraba su cuello. Era<br />

olor a rosas.<br />

- Esto… ¿Un café? –Eva sonrió pícaramente.

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