You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
gros como su pelo.<br />
- Querida, me sorprende que aún no<br />
tengas el ego por las nubes. -Tras sonreír<br />
a Francesca, dio unas palmadas en<br />
el aire para llamar la atención de todos-.<br />
¡Señores, ya sabéis lo que tenéis que<br />
hacer cada uno! Somos pocos y todos<br />
tenemos que poner nuestro granito de<br />
arena.<br />
Los actores fueron a cambiarse y volvieron<br />
para retirar el atrezo del escenario.<br />
Los carpinteros de Avarittia habían<br />
hecho un gran trabajo con los decorados,<br />
pero Roberto aún seguía buscando<br />
maneras más rápidas de ponerlos y<br />
retirarlos y aún no se le había ocurrido<br />
el modo. Mientras barría las flores que<br />
Francesca no había recogido se le acercó<br />
Guido, un niño mofletudo de pelo rizado<br />
que, una vez explorando la ciudad,<br />
se coló dentro del patio y desde entonces<br />
era su recadero.<br />
- Señor Roberto, el señor que da miedo<br />
me ha dicho que le de esto. -Guido le<br />
entregó un papel doblado al dramaturgo<br />
–.También me dijo que me diera dos<br />
monedas de cobre.<br />
- Dudo mucho que ese agarrado de<br />
Lucio te haya dicho eso, y te he dicho<br />
mil veces que no le llames así. -Sacó una<br />
moneda de cobre de un bolsillo y se la<br />
dio a Guido-. Hala, no te lo gastes todo<br />
de una vez.<br />
- ¡Gracias! -gritó Guido, que no pareció<br />
entender la broma. Para un niño de<br />
familia pobre esa moneda podía ser un<br />
tesoro.<br />
Roberto desdobló el trozo de papel,<br />
sabiendo perfectamente lo que pondría:<br />
“hay trabajo”. Le pidió a Flavio que terminara<br />
de barrer por él y se dirigió al<br />
pequeño cuarto en la zona de los camerinos<br />
donde habitaba la más triste y<br />
Diego Fdez. Villaverde - TRÁGICO DESENLACE<br />
aburrida de las criaturas de la ciudad,<br />
Lucio el contable. Abrió la puerta y allí<br />
lo encontró escribiendo en el cuaderno<br />
de cuentas con su vieja pluma a la poca<br />
luz que le entraba por una pequeña ventana,<br />
rodeado de saquitos de monedas.<br />
La habitación estaba llena de armarios,<br />
donde guardaba sus botes de tintas y<br />
cajones con cerraduras a prueba de ganzúas<br />
que hacían de cajas fuertes. Lucio<br />
tenía unos pocos años más que Roberto,<br />
pero aparentaba muchos más, tanto en<br />
cuerpo como en espíritu. Tenía un pelo<br />
corto completamente canoso, unos severos<br />
ojos castaños y, en toda su vida,<br />
Roberto jamás había visto un pelo en<br />
el rostro de su administrador. Era una<br />
persona cuidadosa y maniática y, para<br />
él, el tiempo era oro.<br />
- ¿Qué tal la mañana, Lucio? No te he<br />
visto entre el público. ¿Tus redondas y<br />
metalizadas amantes requerían tu atención?<br />
-El tono burlón de Roberto no le<br />
hizo nada de gracia a Lucio, y menos<br />
cuando se puso a pasarse por los dedos<br />
una moneda de oro que había cogido de<br />
su escritorio.<br />
- ¡Deja eso! -Lucio agarró la moneda<br />
con velocidad y la volvió a dejar donde<br />
estaba-. Alguien tiene que cuidar de<br />
que nuestra empresa no se desmorone<br />
mientras vosotros jugáis a princesas y<br />
señores delante de esos bobalicones.<br />
- Oye, que esos bobalicones son nuestro<br />
público, y por tanto, clientes. –Roberto<br />
se apoyó en la pared del despacho<br />
y se cruzó de brazos. Ya sabía cómo iba<br />
a acabar esto.<br />
- ¡Oh, nuestros amados clientes, que<br />
pagan una miseria por entrar! Con lo<br />
que sacamos con las entradas apenas<br />
llegamos a pagar este establecimiento.<br />
¡Por los santos, el Teatro Grande cobra<br />
71