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Pdf Nº5 - Ánima Barda

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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

48<br />

Entre flechazos, los hombres fueron<br />

bajando de la muralla. En algún punto<br />

se veía aparecer la cabeza de un hombre<br />

araña, que desaparecía rápidamente al<br />

recibir una flecha o un golpe de pica.<br />

- Necesito un arma –nos dijo Rainer.<br />

- Mira en la herrería –contestó el hombre<br />

de la alabarda, que estaba cerca de<br />

nosotros-. Está allí, junto al pozo.<br />

Rainer salió corriendo a toda prisa en<br />

esa dirección.<br />

Los hombres habían formado una línea<br />

que ocupaba toda la calle. En primer<br />

lugar estaban los que iban equipados<br />

con espadas y toscos escudos. Detrás las<br />

picas y por último los arqueros. Alric se<br />

puso en primera fila en un lateral y yo<br />

me coloqué justo detrás.<br />

Entonces llegaron los hombres araña.<br />

Trepaban por el muro con sus patas de<br />

araña, y alcanzaban el otro lado lanzando<br />

bramidos y blandiendo al aire las<br />

espadas cortas. No esperaban y, según<br />

aparecían, cargaban contra nosotros.<br />

Las flechas paraban a muchos, pero llegó<br />

un momento en el que fueron demasiados.<br />

Las espadas y las picas aguantaron<br />

el embate de las primeras criaturas,<br />

que caían ensartadas por las lanzas y<br />

rematadas por el afilado acero. Yo disparaba<br />

flecha tras flecha, apuntando,<br />

eligiendo a los objetivos más vulnerables<br />

y disparando contra las partes más<br />

blandas.<br />

Se oyó un crujido y la puerta se partió<br />

en dos. Una oleada inmensa de hombres<br />

araña inundó la calle y se lanzó contra<br />

la fila de hombres. Eran demasiados y<br />

la formación se rompió. Los arqueros<br />

soltaron sus arcos y echaron mano de<br />

lo que llevaban encima para defenderse.<br />

Los hombres combatían a las arañas<br />

de dos en dos, tratando así de compen-<br />

sar la rapidez de éstas al moverse. Vi<br />

al jefe de la barba blanca, que luchaba<br />

cerca del hombre con la alabarda. Eran<br />

feroces guerreros; el primero blandía la<br />

espada con agilidad y destripaba arañas<br />

con puntería certera, el segundo trazaba<br />

arcos de muerte que segaban todo<br />

lo que se encontrara en su camino. Alric<br />

luchaba solo, con la espada larga en<br />

una mano y la corta en la otra, parando,<br />

bloqueando y lanzando cuchilladas asesinas.<br />

Vi que las arañas usaban también<br />

el aguijón del final para atacar y cómo<br />

un par de hombres cayeron entre convulsiones<br />

al ser alcanzados por éstos.<br />

Un hombre araña me miró y embistió<br />

contra mí. Le esquivé por poco, haciéndome<br />

a un lado. Frenó su carrera y empezó<br />

a acosarme, lanzando cuchilladas<br />

y haciendo amagos y fintas. Era muy<br />

rápido y mi hacha era demasiado corta<br />

para alcanzarle. Una cosa era combatir<br />

en estrechos pasillos o cogiendo por<br />

sorpresa, pero en una lucha cara a cara<br />

llevaba las de perder. Trató de clavarme<br />

el aguijón con un rápido giro de cintura<br />

y no lo hizo por muy poco. Una ráfaga<br />

de estocadas veloces siguió al aguijonazo,<br />

y en una de esas trabó mi hachuela<br />

y me la quitó con un golpe. La araña<br />

lanzó un grito de victoria y me empujó<br />

con las patas delanteras. Caí al suelo de<br />

espaldas, viendo como mi enemigo se<br />

alzaba sobre mí, con la espada en alto.<br />

Me preparé mentalmente para reunirme<br />

con mis antepasados. Entonces un<br />

martillo le aplastó la cabeza, salpicándome<br />

de sangre morada de araña.<br />

El cuerpo cayó inerme y desmadejado,<br />

descubriendo a Rainer detrás del<br />

hombre araña blandiendo a dos manos<br />

un enorme martillo de herrero. El sacerdote<br />

me tendió la mano y me ayudó a

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