Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
34<br />
Se trataba de Ella.<br />
La niña dio un paso al frente, situándose<br />
bajo la tenue luz. El sonido de sus<br />
zapatitos negros retumbó como lo hubiera<br />
hecho en el silencio de cualquier<br />
museo. La niña la miraba con aquellos<br />
hipnóticos ojos azules, aunque estos no<br />
irradiaban odio u omnipotencia, tampoco<br />
se trataba de una mirada desafiante.<br />
Se trataba de miedo.<br />
La niña miraba a Eva con miedo.<br />
Eva le devolvió la mirada con aquellos<br />
brillantes ojos azules, penetrando<br />
en la niña como un punzón de hielo ,y,<br />
entonces, la niña desapareció.<br />
“Tranquila, Catherine. A todo cerdo<br />
le llega su hora”.<br />
Ahora la mirada de Eva podría haber<br />
sido capaz de atravesar un muro de hormigón.<br />
Las venas de su cuello de cisne<br />
comenzaron a hincharse, casi convertidas<br />
en diminutas cañerías. Su tez blanca<br />
y aterciopelada enrojeció rápidamente.<br />
De repente, la taza de café que había<br />
dejado encima de la mesa comenzó a<br />
flotar en el aire. Todas las mesas del recinto<br />
se pusieron a temblar salvajemente,<br />
como si se tratara de un terremoto.<br />
Miles de platos y tazas de porcelana salieron<br />
de sus estanterías, flotando ingrávidos<br />
en el aire y moviéndose en todas<br />
direcciones como movidos por hilos invisibles.<br />
Los cubiertos bien guardados<br />
en sus cajones también se unieron a<br />
aquella anómala manifestación. La respiración<br />
de Eva era agitada, como si se<br />
tratara de un caballo de carreras, y fue<br />
entonces, y solo cuando el reloj de la pared<br />
marcó las 00:13 con sus diminutas<br />
manecillas, cuando todo terminó.<br />
Eva lanzó un monstruoso y gutural<br />
grito a la oscuridad, como intentando<br />
desafiar al mismísimo príncipe de la<br />
sombras. Las paredes devolvían el grito,<br />
intensificándolo todavía más. Toda<br />
la habitación temblaba como si debajo<br />
de aquellas mismas baldosas se encontrara<br />
el epicentro del terremoto y entonces,<br />
todo estalló.<br />
La taza, los vasos y los platos comenzaron<br />
a romperse en mil pedazos, esparciendo<br />
los afilados fragmentos en<br />
todas direcciones. Los cuchillos y los tenedores<br />
surcaban el cielo como pájaros<br />
enfurecidos y se clavaban en paredes y<br />
mesas. Poco a poco, el suelo iba cubriéndose<br />
de los miles de pedazos rotos que<br />
antes constituían la vajilla, como si se<br />
tratara de nieve. Entonces cesó el grito.<br />
Los objetos que aún permanecían suspendidos<br />
en el aire terminaron cayendo<br />
al suelo. De la nariz de Eva brotaba una<br />
espesa gota de sangre que caía sobre la<br />
blanca porcelana del suelo, rompiendo<br />
aquel aspecto inmaculado.<br />
La cólera había acabado.<br />
II<br />
Jack caminaba tranquilamente hacia<br />
la cafetería. Aquella noche no le había<br />
hecho falta tomar una ración de cloroformo<br />
para poder conciliar el sueño y se<br />
había despertado cuando aquel reloj digital,<br />
que le había acompañado durante<br />
toda su aventura universitaria, marcó<br />
las ocho. Lo único que deseaba ahora<br />
era una gran taza de café, sentir la cafeína<br />
activar su cerebro como un chute<br />
de adrenalina y poder permanecer sin<br />
ningún percance otro día más.<br />
La sorpresa fue mayúscula al escuchar<br />
el enorme murmullo y el colapso<br />
de gente que había a las puertas de la<br />
cafetería. “Espero que no sea siempre<br />
así, esto parece un mercadillo en rebajas”,<br />
pensó. Entre la gente veía las caras