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Pdf Nº5 - Ánima Barda

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marcado con tiza sobre el oscuro suelo,<br />

y lo instó con un gesto de cabeza a que<br />

se situara encima.<br />

El joven se fijó en que estaba pisando<br />

una de las líneas del blanco entramado<br />

que se encontraba bajo sus pies y se situó<br />

en su interior con un pequeño saltito.<br />

Al echar un vistazo a su alrededor, se<br />

fijó en que se había metido de lleno en<br />

lo que parecía un gran pentáculo rodeado<br />

por numerosos y extraños símbolos<br />

mortuorios: calaveras, cruces invertidas,<br />

cayados, hexagramas y cabezas de<br />

cabra. Y, por si eso fuera poco, la silueta<br />

exterior de todo aquel cuadro macabro<br />

estaba delimitada por una barrera de<br />

huesos –Fergus esperaba que no fueran<br />

humanos.<br />

“Este tío es todo un friki de la muerte”,<br />

pensó el joven con el miedo atenazando<br />

su garganta.<br />

- Veo que lo tienes todo bien preparado<br />

–se forzó a decir, agravando su voz,<br />

para tratar de ocultar al menos la décima<br />

parte del pánico que sentía.<br />

“No seas gallina”, se tranquilizó.“No<br />

puede pasarte nada demasiado malo.<br />

Ya estás muerto”.<br />

- Y, a todo esto, ¿para qué tanto dibujito?<br />

–Adiós a la compostura. Había<br />

soltado un buen gallo.<br />

Pero al chico no le dio tiempo a escuchar<br />

la respuesta porque una nube<br />

de humo iniciada por un estallido comenzó<br />

a ocultar la figura de un John<br />

Donne que ahora se acercaba hacia él<br />

lentamente; mano izquierda levantada,<br />

los tres dedos centrales doblados y el<br />

pulgar y el meñique en alza, a modo de<br />

curioso saludo hacia alguna presencia<br />

que Fergus no podía –ni quería –ver.<br />

- ¡Muerte no te enorgullezcas! –gritaba<br />

el hombre como si intentase aplacar-<br />

M. C. Catalán - FERGUS FERGUSON Nº4<br />

la–. “Aunque algunos te llamen poderosa<br />

y terrible, puesto que nada de eso<br />

eres; porque todos aquellos a quienes<br />

creíste abatir no murieron, triste muerte,<br />

ni a mí vas a poder matarme, esclava<br />

de lado, la fortuna, los reyes y los desesperados”.<br />

Y como si de una lluvia refrescante se<br />

tratase, el malestar de las últimas horas<br />

se fue evaporando con cada palabra del<br />

poeta, al mismo tiempo que el espectro<br />

de Fergus se hacía un poco más pesado.<br />

Manos, pies, todo atraído por la familiar<br />

y reconfortante fuerza de la gravedad<br />

que el chico había comenzado a echar<br />

de menos.<br />

- “Si con veneno, guerra y enfermedad<br />

y amapola o encantamiento se nos<br />

hace dormir tan bien y mejor que con<br />

tu golpe, de qué te jactas, tras un breve<br />

sueño despertamos a la eternidad y la<br />

muerte dejará de existir” ¡Muerte morirás!<br />

¡Muerte! ¡Morirás!<br />

Y al caer al suelo, preso de una inmensa<br />

flojera, Fergus sintió dolor; el<br />

dolor de sus rodillas impactando contra<br />

el suelo. Y no pudo sino recibirlo como<br />

a un viejo amigo.<br />

Cuando alzó la cabeza, emocionado<br />

por sentirse un poco más humano, sin<br />

serlo, vio como el rostro impasible de<br />

Donne le decía:<br />

- Una promesa es una promesa. Ahora<br />

debes pagarme.<br />

Y aunque al chico le llevó unos segundos<br />

darse cuenta de a lo que el escritor<br />

se estaba refiriendo, dio un respingo<br />

en el suelo al recordar lo de la<br />

estúpida prenda que debía robarle a su<br />

amiga Anne. A su amor… Y una de esas<br />

oleadas de ira incontrolable, más poderosa<br />

de cualquier sentimiento o conjuro,<br />

amenazó con apoderarse de él.<br />

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