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marcado con tiza sobre el oscuro suelo,<br />
y lo instó con un gesto de cabeza a que<br />
se situara encima.<br />
El joven se fijó en que estaba pisando<br />
una de las líneas del blanco entramado<br />
que se encontraba bajo sus pies y se situó<br />
en su interior con un pequeño saltito.<br />
Al echar un vistazo a su alrededor, se<br />
fijó en que se había metido de lleno en<br />
lo que parecía un gran pentáculo rodeado<br />
por numerosos y extraños símbolos<br />
mortuorios: calaveras, cruces invertidas,<br />
cayados, hexagramas y cabezas de<br />
cabra. Y, por si eso fuera poco, la silueta<br />
exterior de todo aquel cuadro macabro<br />
estaba delimitada por una barrera de<br />
huesos –Fergus esperaba que no fueran<br />
humanos.<br />
“Este tío es todo un friki de la muerte”,<br />
pensó el joven con el miedo atenazando<br />
su garganta.<br />
- Veo que lo tienes todo bien preparado<br />
–se forzó a decir, agravando su voz,<br />
para tratar de ocultar al menos la décima<br />
parte del pánico que sentía.<br />
“No seas gallina”, se tranquilizó.“No<br />
puede pasarte nada demasiado malo.<br />
Ya estás muerto”.<br />
- Y, a todo esto, ¿para qué tanto dibujito?<br />
–Adiós a la compostura. Había<br />
soltado un buen gallo.<br />
Pero al chico no le dio tiempo a escuchar<br />
la respuesta porque una nube<br />
de humo iniciada por un estallido comenzó<br />
a ocultar la figura de un John<br />
Donne que ahora se acercaba hacia él<br />
lentamente; mano izquierda levantada,<br />
los tres dedos centrales doblados y el<br />
pulgar y el meñique en alza, a modo de<br />
curioso saludo hacia alguna presencia<br />
que Fergus no podía –ni quería –ver.<br />
- ¡Muerte no te enorgullezcas! –gritaba<br />
el hombre como si intentase aplacar-<br />
M. C. Catalán - FERGUS FERGUSON Nº4<br />
la–. “Aunque algunos te llamen poderosa<br />
y terrible, puesto que nada de eso<br />
eres; porque todos aquellos a quienes<br />
creíste abatir no murieron, triste muerte,<br />
ni a mí vas a poder matarme, esclava<br />
de lado, la fortuna, los reyes y los desesperados”.<br />
Y como si de una lluvia refrescante se<br />
tratase, el malestar de las últimas horas<br />
se fue evaporando con cada palabra del<br />
poeta, al mismo tiempo que el espectro<br />
de Fergus se hacía un poco más pesado.<br />
Manos, pies, todo atraído por la familiar<br />
y reconfortante fuerza de la gravedad<br />
que el chico había comenzado a echar<br />
de menos.<br />
- “Si con veneno, guerra y enfermedad<br />
y amapola o encantamiento se nos<br />
hace dormir tan bien y mejor que con<br />
tu golpe, de qué te jactas, tras un breve<br />
sueño despertamos a la eternidad y la<br />
muerte dejará de existir” ¡Muerte morirás!<br />
¡Muerte! ¡Morirás!<br />
Y al caer al suelo, preso de una inmensa<br />
flojera, Fergus sintió dolor; el<br />
dolor de sus rodillas impactando contra<br />
el suelo. Y no pudo sino recibirlo como<br />
a un viejo amigo.<br />
Cuando alzó la cabeza, emocionado<br />
por sentirse un poco más humano, sin<br />
serlo, vio como el rostro impasible de<br />
Donne le decía:<br />
- Una promesa es una promesa. Ahora<br />
debes pagarme.<br />
Y aunque al chico le llevó unos segundos<br />
darse cuenta de a lo que el escritor<br />
se estaba refiriendo, dio un respingo<br />
en el suelo al recordar lo de la<br />
estúpida prenda que debía robarle a su<br />
amiga Anne. A su amor… Y una de esas<br />
oleadas de ira incontrolable, más poderosa<br />
de cualquier sentimiento o conjuro,<br />
amenazó con apoderarse de él.<br />
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