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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />
42<br />
de mal humor.<br />
Debía de ser cerca de media noche<br />
cuando Alric me despertó, en una mano<br />
la espada y la otra en mi boca, haciéndome<br />
callar. Estaba alerta, oteando la<br />
penetrante oscuridad que nos rodeaba.<br />
No tuve tiempo de levantarme y coger<br />
mis cosas cuando una rama apareció de<br />
la nada directa a la cabeza de Alric. El<br />
mercenario, diestro espadachín como<br />
era, la cortó de un tajo antes de que pudiera<br />
llegar a tocarle. Y esa debió de ser<br />
la señal que el resto del bosque estaba<br />
esperando para atacarnos.<br />
Tardé unos segundos en asimilar que<br />
lo que venía hacia mí saliendo de entre<br />
las sombras no se trataba de un árbol<br />
o de una mujer, sino que era una ninfa<br />
del bosque, también llamada dríade,<br />
dispuesta a arrancarme el corazón y<br />
abonar el suelo con él. Estaban por todas<br />
partes, lanzando bufidos como si<br />
fueran gatos y arrinconándonos el uno<br />
contra el otro. Alric las mantenía a raya,<br />
haciendo barridos con la espada de un<br />
lado a otro. Yo aún no tenía claro que<br />
hacer, pues no parecía que las flechas<br />
fueran muy útiles contra ellas: a pesar<br />
de tener el torso y el rostro de mujer, la<br />
piel era pura corteza, y los brazos y las<br />
piernas acababan en múltiples y afiladas<br />
ramas que simulaban manos y pies<br />
y que usaban como si fueran cuchillas.<br />
- ¡Tu hachuela, Godert! ¡Usa tu hachuela!<br />
–me gritó Brewersen.<br />
- ¡Es verdad!<br />
Mientras Alric barría con la espada a<br />
mí alrededor para apartar a las mujeres<br />
árbol, que no terminaban de animarse<br />
a atacar, yo guardé el arco y eché mano<br />
del cuchillo y el hacha.<br />
- Abriremos un hueco en su línea y<br />
echaremos a correr –me susurró Alric<br />
entre espadazo y espadazo.<br />
- ¿Seguro? ¿Vamos a correr por el bosque<br />
de noche? –La idea no terminaba de<br />
gustarme.<br />
- No dejarán de salir, y probablemente<br />
se calmen si ven que queremos huir<br />
de sus dominios.<br />
- No me parece un buen plan. –Mi<br />
voz sonó muy temblorosa, exactamente<br />
tal y como me sentía.<br />
- Pues no hay otro, ¡vamos! –Y con un<br />
rugido se lanzó contra la fila de dríades,<br />
partiendo a una por la mitad.<br />
La acometida las pilló por sorpresa,<br />
haciéndolas retroceder mientras emitían<br />
sus gruñidos roncos y lanzaban sus<br />
ramas hacia nosotros. Alric cortó un par<br />
de miembros que se aproximaron demasiado<br />
y apretó a correr. Yo salí tras<br />
él, procurando que el hacha no se me<br />
quedara enganchada en ninguna dríade.<br />
Íbamos casi a ciegas, pues aunque había<br />
luna llena, el espesor de las copas de<br />
los árboles impedía que pasara la luz,<br />
y las dríades parecían no necesitar ningún<br />
tipo de iluminación para perseguirnos.<br />
Y, como si no tuviéramos bastante<br />
con las ninfas asesinas, los árboles se<br />
unieron a la caza. Ramas y raíces cobraron<br />
vida y empezaron a atacarnos. Unas<br />
caían balanceándose y otras salían del<br />
suelo para hacernos tropezar. Mientras<br />
tanto, el bosque parecía no tener fin.<br />
- ¡Alric! –grité jadeante-. ¿Hacia dónde<br />
vamos?<br />
- ¡En dirección sur! ¡A las montañas!<br />
Brewersen se paró en seco, haciéndome<br />
chocar contra sus espaldas.<br />
- ¿Qué ocur…?<br />
Delante, formando una fila que nos<br />
impedía el paso, una línea de dríades<br />
de ojos brillantes nos esperaban desa