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Pdf Nº5 - Ánima Barda

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<strong>Ánima</strong> <strong>Barda</strong> - Pulp Magazine<br />

66<br />

con afectación –Fergus notaba perfectamente<br />

cómo estaba tratando de crear<br />

expectación– y comenzó a relatar con<br />

voz teatral:<br />

- Verás, allá por el año 1601 Anne lo<br />

era todo para mí. Yo era solo un zagal<br />

de 29 años, más o menos como tú, pero<br />

más guapo –Fergus arqueó una ceja–.<br />

Sí, era realmente apuesto. Por eso no era<br />

de extrañar que alguna que otra joven<br />

fijara su atención en mí –“Sigue soñando”,<br />

susurró Fergus–. Pero hubo una,<br />

una entre todas, que hizo de mí algo insignificante.<br />

Al aposento traje un corazón<br />

pero de él salí yo sin ninguno. Era la<br />

nieta de un cargo importante de la corte,<br />

Sir Thomas Egerton, y por aquel entonces<br />

yo trabajaba para él, así que traté<br />

de vivir sin corazón y continuar con mis<br />

planes de labrarme un futuro como escritor<br />

en la corte. Pero aquella preciosidad<br />

seguía, día tras día, atormentándome.<br />

Una mirada fugaz tras una puerta,<br />

un pestañeo accidental cuando venía a<br />

visitar a su abuelo, miles de sonrisas regaladas<br />

y aquella hipnotizadora forma<br />

de moverse.<br />

>>Y el final, inevitable. Dos manos<br />

que se unen escondidas tras los estantes<br />

de una gran biblioteca y un “Haz tu<br />

voluntad entonces; entonces objeto y<br />

grado, y fruto del amor. Amor, a ti someto”.<br />

>>Acabamos casándonos en secreto a<br />

finales de ese mismo año. Y cuando su<br />

abuelo se enteró, no tardó nada en despedirme<br />

y encarcelarme, paralizando<br />

durante buen tiempo mi labor literaria.<br />

Pero nada de aquello importó, porque<br />

yo amaba a Anne…<br />

Fergus lo detuvo.<br />

- ¡Espera, espera! ¿Anne? ¿Qué tiene<br />

que ver esto con mi compañera?<br />

En efecto, la joven y dulce Anne<br />

Evans a la que Fergus había estado enviando<br />

poemas anónimos vía teléfono<br />

movil –al menos hasta que lo arrollara<br />

el camión de reparto –no era sino la mujer<br />

que se sentaba a su lado durante la<br />

jornada laboral.<br />

La misma que lo había ayudado a ser<br />

contratado en la revista Mesmerize. Y la<br />

nieta de su jefe, el señor Evans. Un momento…<br />

¡La nieta de su jefe! ¡Ahí estaba<br />

la conexión con la historia de Donne!<br />

- No fastidies… -susurró.<br />

Fergus ya sabía desde el día en que la<br />

conoció que aquello era imposible. Las<br />

chicas bonitas nunca se fijaban en un rarito<br />

larguirucho pegado a una libreta y<br />

a una mochila tan épica como vieja. Y<br />

más cuando su abuelo se convirtió en su<br />

jefe. Y más aún ahora, que estaba muerto.<br />

- Venga, hombre…. ¡Esto tiene que<br />

ser una broma! –Y el chico hubiese llorado<br />

si hubiera podido; si sus lágrimas<br />

no se convirtieran al instante en vapor<br />

de agua.<br />

- En efecto, es una broma, chico. –Le<br />

dijo el poeta con un halo de compasión<br />

en la voz–. Una broma del mundo y del<br />

destino. Una ley más vieja que el amor<br />

y que las almas. “La fuerza que a cerrar<br />

el círculo me lleva y me hace terminar<br />

donde empecé. Como son los dos brazos<br />

del compás; tu alma el brazo fijo,<br />

detenido, que sólo si anda el otro, va detrás.<br />

Y cuando en el centro sea, cuando<br />

el otro se aparta en lejanía, tras él gira,<br />

se inclina y forcejea, para alzarse al sentir<br />

su cercanía”. Esos somos Anne y yo;<br />

Anne y tú. Y sólo espero que lo que te<br />

pido sirva para cerrar el círculo. Pero<br />

antes…<br />

John Donne señalo a Fergus un dibujo

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