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tar de las entrañas de sus hijos, recriminándole<br />
sus actos y acabó destripando a<br />
sus hijos para acallar la voz. Ella dice no<br />
recordar nada, aunque su mirada y sus<br />
ojos vidriosos la delatan cuando habla<br />
de sus pequeños.<br />
Al principio Jack se sentía incómodo<br />
con los tics nerviosos que sufría la señora<br />
Smith tumbada en su diván, aunque<br />
ahora ya se había acostumbrado a ellos.<br />
Miraba su reloj de pulsera exactamente<br />
cada veinte segundos, y, como si ella<br />
llevara la cuenta mentalmente, sufría<br />
un tic, una especie de pequeña descarga<br />
eléctrica que ponía en tensión todos los<br />
músculos de su cuerpo. Ahora hasta le<br />
resultaba gracioso.<br />
- Me gusta estar aquí dentro, doctor<br />
Mauler. Usted me inspira más confianza<br />
-Tic nervioso– que el joven Tucker.<br />
Ese solo hace como si me atendiera,<br />
pero lo he pillado más de una vez mirándome<br />
ahí…<br />
- ¿A dónde se refiere exactamente al<br />
decir “ahí”?<br />
- Ya sabe… –Tic nervioso– a los bultoscochinos.<br />
- ¿Disculpe? –dijo Jack, aturdido e incrédulo.<br />
- ¡A los bultoscochinos! –dijo esta vez<br />
mientras se agarraba con ambas manos<br />
los pechos–. No es que él sea mala<br />
persona –Tic nervioso– pero lo veo demasiado<br />
centrado en el sexo, aunque<br />
no creo que esté en la posición de decir<br />
quién padece qué.<br />
- Señora Smith, no creo que… –De repente<br />
su discurso fue interrumpido por<br />
la vibración de su teléfono móvil–. ¿Me<br />
disculpa un segundo?<br />
Jack cogió el móvil y observó que tenía<br />
un nuevo mensaje, en él estaba escrito:<br />
R. P. Verdugo - ESPEJOS ROTOS - III<br />
“Ey tío, acabo de hablar con ‘el capo’<br />
de mi viejo ¡Mañana nos vamos de excursión<br />
a la piscina municipal de Huntsville!<br />
Prepárate para ver cosas como estas”.<br />
En el mensaje habían adjuntas unas<br />
cuantas fotografías. Una de ellas era de<br />
una mujer joven que trabajaba en el servicio<br />
de la limpieza del psiquiátrico, estaba<br />
agachada recogiendo un objeto del<br />
suelo y sus generosos pechos se veían<br />
a través de escote de la camisa. Otra de<br />
las fotos las había hecho desde un piso<br />
superior, fotografiando a un par de mujeres<br />
que no supo identificar su procedencia.<br />
También podía verse sus pechos<br />
asomar por el escote. La última de ellas<br />
era en el comedor asignado a los pacientes,<br />
se trataba de la señora Smith.<br />
- ¿Es algo importante? –preguntó la<br />
señora Smith preocupada.<br />
- Tranquila, es publicidad de la compañía<br />
telefónica –dijo mostrando una<br />
falsa sonrisa.<br />
- Esas es una de las miles de cosas que<br />
no echo de menos del exterior. –Ambos<br />
rieron, ella más que él.<br />
- Finalizamos la sesión por hoy, señora<br />
Smith. Dígale al siguiente que pase.<br />
VI<br />
Sus pasos retumbaban entre los estrechos<br />
pasillos amplificándose enormemente.<br />
Casi parecía que un enorme<br />
gigante atravesara aquellos pasillos recubierto<br />
de copias de grandes obras de<br />
arte. Cada día, Jack descubría una nueva<br />
que no había visto el día anterior.<br />
“¿Seguro que no hay nadie que cambie<br />
los cuadros?”, llegó a pensar.<br />
Ahora mismo pasaba de nuevo junto<br />
al cuadro de American Gothic. La mirada<br />
de aquel granjero parecía seguir<br />
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