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- Está oscureciendo –advirtió Gant,<br />
observando el horizonte que asomaba<br />
por encima de una arboleda cercana-.<br />
Aprovecharemos para montar el campamento<br />
y seguiremos mañana.<br />
- Apenas nos falta un rato de cabalgada<br />
más. ¿Por qué no atacamos de noche?<br />
- ¿Quieres luchar contra una fiera gigantesca,<br />
habituada a la oscuridad de<br />
su gruta, con sólo el resplandor de la<br />
Luna de tu lado? –inquirio Gant con un<br />
resoplido-. Adelante. De todas formas<br />
no te necesito.<br />
Artim no contestó, pero sacó un par<br />
de mantas e improvisó un lecho encima<br />
de varios matorrales. Gant sonrio,<br />
moviendo la cabeza de un lado a otro, e<br />
hizo lo mismo. Cuando hubo acabado,<br />
se acostó y contempló las estrellas, el<br />
mejor techo para un aventurero.<br />
- ¿Por qué le das una importancia tan<br />
extrema a la gloria, Gant?<br />
- Porque hasta que averigüe el secreto<br />
de la inmortalidad, si es que existe… al<br />
menos me aseguraré de que me recuerden<br />
muchos años después de mi muerte.<br />
Artim se quedó callado, observando<br />
con mirada ausente el olivo al que había<br />
atado su montura.<br />
- Hay otras maneras… -murmuró-.<br />
Tener una familia, perdurar en el tiempo<br />
a través de tu descendencia…<br />
- Sí, como que a ti te ha servido de<br />
mucho –se jactó Gant.<br />
Al instante supo que se había pasado<br />
de la raya. Artim se dio la vuelta y no<br />
volvió a hablar.<br />
- Lo que quiero decir es que… la familia<br />
puede morir, abandonarte, desaparecer…<br />
pueden robártela incluso<br />
–continuó-. Y aunque tengas hijos, nie-<br />
Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />
tos… ¿acaso te acuerdas del nombre del<br />
abuelo de tu abuelo? –Calló un momento,<br />
y prosiguió-: No, mi vida no habrá<br />
pasado en balde. No lo permitiré.<br />
Sólo el silencio, ocasionalmente roto<br />
por el zarandeo de las ramas al son del<br />
viento, contestó a su declaración de intenciones.<br />
Artim siguió de espaldas a<br />
su compañero, pero a Gant no le importó.<br />
No necesitaba su beneplácito para<br />
aquello a lo que había jurado dedicar su<br />
vida desde que no era más que un simple<br />
escudero.<br />
Dio una suave patada en el costado<br />
de Artim. La luz del Sol hacia un rato<br />
que iluminaba aquellos parajes y los caballos<br />
habían tenido toda la noche para<br />
reparar su extenuación.<br />
- Vamos, gandul, levántate de una<br />
vez o me iré sin ti.<br />
Artim gruñó, estiró los brazos y se levantó.<br />
Al sacar los víveres para comer<br />
un frugal desayuno, éste eligió comer<br />
los que la campesina les había regalado<br />
en Threstilian. Gant, en cambio, devoró<br />
los que les habían dado en el castillo de<br />
Lord Lemmat.<br />
Una vez acabaron, retomaron la marcha<br />
y se dirigieron a una abertura en la<br />
roca gigantesca. A distancia no parecía<br />
tener una forma natural, algo que confirmaron<br />
cuando pudieron observarla<br />
de cerca. La piedra era tan negra como<br />
el carbón, lo cual indicaba que había<br />
sido abierta eones atrás con fuego.<br />
Y sólo un fuego era capaz de vencer<br />
a la roca de esa manera: el espirado por<br />
un dragón.<br />
Artim se detuvo, contemplando con<br />
el corazón encogido tamaño espectáculo.<br />
- ¿Pensando en echarte atrás? –se bur-<br />
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