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Pdf Nº5 - Ánima Barda

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- Está oscureciendo –advirtió Gant,<br />

observando el horizonte que asomaba<br />

por encima de una arboleda cercana-.<br />

Aprovecharemos para montar el campamento<br />

y seguiremos mañana.<br />

- Apenas nos falta un rato de cabalgada<br />

más. ¿Por qué no atacamos de noche?<br />

- ¿Quieres luchar contra una fiera gigantesca,<br />

habituada a la oscuridad de<br />

su gruta, con sólo el resplandor de la<br />

Luna de tu lado? –inquirio Gant con un<br />

resoplido-. Adelante. De todas formas<br />

no te necesito.<br />

Artim no contestó, pero sacó un par<br />

de mantas e improvisó un lecho encima<br />

de varios matorrales. Gant sonrio,<br />

moviendo la cabeza de un lado a otro, e<br />

hizo lo mismo. Cuando hubo acabado,<br />

se acostó y contempló las estrellas, el<br />

mejor techo para un aventurero.<br />

- ¿Por qué le das una importancia tan<br />

extrema a la gloria, Gant?<br />

- Porque hasta que averigüe el secreto<br />

de la inmortalidad, si es que existe… al<br />

menos me aseguraré de que me recuerden<br />

muchos años después de mi muerte.<br />

Artim se quedó callado, observando<br />

con mirada ausente el olivo al que había<br />

atado su montura.<br />

- Hay otras maneras… -murmuró-.<br />

Tener una familia, perdurar en el tiempo<br />

a través de tu descendencia…<br />

- Sí, como que a ti te ha servido de<br />

mucho –se jactó Gant.<br />

Al instante supo que se había pasado<br />

de la raya. Artim se dio la vuelta y no<br />

volvió a hablar.<br />

- Lo que quiero decir es que… la familia<br />

puede morir, abandonarte, desaparecer…<br />

pueden robártela incluso<br />

–continuó-. Y aunque tengas hijos, nie-<br />

Víctor M. Yeste - LOS OJOS DEL DRAGÓN<br />

tos… ¿acaso te acuerdas del nombre del<br />

abuelo de tu abuelo? –Calló un momento,<br />

y prosiguió-: No, mi vida no habrá<br />

pasado en balde. No lo permitiré.<br />

Sólo el silencio, ocasionalmente roto<br />

por el zarandeo de las ramas al son del<br />

viento, contestó a su declaración de intenciones.<br />

Artim siguió de espaldas a<br />

su compañero, pero a Gant no le importó.<br />

No necesitaba su beneplácito para<br />

aquello a lo que había jurado dedicar su<br />

vida desde que no era más que un simple<br />

escudero.<br />

Dio una suave patada en el costado<br />

de Artim. La luz del Sol hacia un rato<br />

que iluminaba aquellos parajes y los caballos<br />

habían tenido toda la noche para<br />

reparar su extenuación.<br />

- Vamos, gandul, levántate de una<br />

vez o me iré sin ti.<br />

Artim gruñó, estiró los brazos y se levantó.<br />

Al sacar los víveres para comer<br />

un frugal desayuno, éste eligió comer<br />

los que la campesina les había regalado<br />

en Threstilian. Gant, en cambio, devoró<br />

los que les habían dado en el castillo de<br />

Lord Lemmat.<br />

Una vez acabaron, retomaron la marcha<br />

y se dirigieron a una abertura en la<br />

roca gigantesca. A distancia no parecía<br />

tener una forma natural, algo que confirmaron<br />

cuando pudieron observarla<br />

de cerca. La piedra era tan negra como<br />

el carbón, lo cual indicaba que había<br />

sido abierta eones atrás con fuego.<br />

Y sólo un fuego era capaz de vencer<br />

a la roca de esa manera: el espirado por<br />

un dragón.<br />

Artim se detuvo, contemplando con<br />

el corazón encogido tamaño espectáculo.<br />

- ¿Pensando en echarte atrás? –se bur-<br />

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