08.05.2013 Views

revista completa en pdf - Revista EL BUHO

revista completa en pdf - Revista EL BUHO

revista completa en pdf - Revista EL BUHO

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

que sólo nosotros lo sabríamos. Por eso le dije que tú sabías,<br />

para que sintiera miedo.<br />

“Primero le dije que debía estar <strong>en</strong> reposo durante tres<br />

días, comi<strong>en</strong>do muy poco; luego t<strong>en</strong>dría que extraerle un poco<br />

de sangre durante cinco días, tres veces al día, y esa misma<br />

sangre debía beberla <strong>en</strong> la misma dosis que la extracción, para<br />

que estuviera <strong>en</strong> constante purificación; después de un receso<br />

de un día com<strong>en</strong>zaría el tratami<strong>en</strong>to de materia prima, el cual<br />

conti<strong>en</strong>e varios ingredi<strong>en</strong>tes, unos traídos de Tierra Blanca y<br />

otros que pude conseguir aquí. Uno de los mas difíciles de con-<br />

seguir fue la hoja de chilhuacle, que crece <strong>en</strong> la zona húmeda<br />

de Perote y Tajín. Con ese ingredi<strong>en</strong>te ya ti<strong>en</strong>es la mitad de<br />

la fórmula.<br />

“Adalid se debilitaba día a día. Le di una maceración<br />

de víboras de cascabel, zincuate y coralillo, incluy<strong>en</strong>do sus<br />

escamas, lo cual le provocó un sueño de dos días y ciertas<br />

convulsiones; le sobrev<strong>en</strong>ían fiebres que yo t<strong>en</strong>ía que controlar<br />

con trapos mojados. También sufrió delirios y leve pérdida de<br />

razón. Perdió todo el cabello y su piel com<strong>en</strong>zó a madurar;<br />

se convirtió <strong>en</strong> un bulto morado, como si estuviera ll<strong>en</strong>o<br />

de moretones. Desfallecía a cada pérdida de sangre, y al inge-<br />

rirla con aguardi<strong>en</strong>te se revigorizaba. Le unté un bálsamo a<br />

base de aj<strong>en</strong>jo, j<strong>en</strong>gibre, albahaca, mejorana, laurel, hoja santa<br />

y otras yerbas prodigiosas, que transpiraba cada día. A los doce<br />

días se le cayeron todos los di<strong>en</strong>tes y com<strong>en</strong>zó a despellejarse;<br />

al despr<strong>en</strong>derse, su piel crujía, haciéndolo convulsionarse y<br />

gritar de dolor; los ojos se le transpar<strong>en</strong>taban, las <strong>en</strong>cías se le<br />

amorataban. No dejé de darle líquidos para evitar que murie-<br />

ra. Pasaron tres días. Al cuarto abrió los ojos, un poco más<br />

repuesto, y me dijo: “Ya quedó listo, ¿verdad, Isidoro? Me si<strong>en</strong>-<br />

to muy bi<strong>en</strong>.” Me pidió un espejo, y su sorpresa fue mayúscula<br />

al darse cu<strong>en</strong>ta de su transformación radical. No creía lo que<br />

había pasado. T<strong>en</strong>ía cabello nuevo, más corto y delgado, di<strong>en</strong>-<br />

tes blancos como perlas, piel tersa sin arrugas. Efectivam<strong>en</strong>te,<br />

había r<strong>en</strong>acido <strong>en</strong> perfecto estado de salud. Me besó las manos<br />

(quise resistirme), me dijo que me volvería rico.<br />

“Le dije que no quería nada de él. Lo albergué por dos<br />

días más y al tercero le exigí que se olvidara de mí para siem-<br />

pre, que no quería volverlo a ver <strong>en</strong> mi vida, y que nunca más<br />

volvería a darle la fórmula. Antes de que se fuera, le eché<br />

<strong>en</strong> cara que mi madre había muerto por culpa suya, cosa<br />

que nunca le perdonaría. Se largó a caballo. Eso fue hace<br />

cuar<strong>en</strong>ta años. Ahora que lo vi noté que su piel comi<strong>en</strong>za a<br />

agrietarse y su rostro está cansado, muestra clara de que está<br />

pasando el efecto de la fórmula. Lo que te voy a pedir es que<br />

por nada del mundo le des la fórmula. Sólo t<strong>en</strong>go una dosis;<br />

bu<strong>en</strong>o, son dos, una es verde y la otra, azul. Si algún día ti<strong>en</strong>es<br />

que dársela a algui<strong>en</strong>, dale la azul. Tú te quedas con la verde,<br />

no lo olvides. Ésa es la clave para que sigas aquí. Todo lo que<br />

t<strong>en</strong>go va a ser tuyo, recuérdalo. Le dices a tu madre que yo<br />

te lo dejé. Voy a escribirlo para que quede <strong>en</strong> papel; te dejo<br />

mi formulario y mis ingredi<strong>en</strong>tes. Serás un curandero; eres<br />

vali<strong>en</strong>te, at<strong>en</strong>to, obedi<strong>en</strong>te y muy intelig<strong>en</strong>te. Yo me <strong>en</strong>cargaré<br />

de dejarte todo listo. Debes recordar todo lo que te he dicho<br />

y jamás cobres. Deja que la g<strong>en</strong>te te pague lo que considere<br />

necesario. Nunca le quites nada a nadie, nunca abuses de los<br />

débiles. Trata a los demás como quisieras que te trataran,<br />

ayuda a los que no ti<strong>en</strong><strong>en</strong>, da esperanza a los afligidos, auxilio<br />

a los necesitados, paz a los aturdidos, amor a los infames, tu<br />

vida a los <strong>en</strong>fermos.”<br />

El viernes sigui<strong>en</strong>te llegó Paulino, sin su hermano, con<br />

un zopilote d<strong>en</strong>tro del costal. Ya no t<strong>en</strong>ía paliacate; su rostro<br />

estaba prácticam<strong>en</strong>te recuperado. Lo primero que hizo fue<br />

darle las gracias al maestro, que le impidió que le besara las<br />

manos y luego me ord<strong>en</strong>ó que desangrara al ave. La curación<br />

culminó. Paulino preguntó si sería necesaria otra, a lo que el<br />

maestro contestó:<br />

—Dep<strong>en</strong>de de cómo te si<strong>en</strong>tas. Si quieres recuperarte<br />

totalm<strong>en</strong>te y si<strong>en</strong>tes que ya estás bi<strong>en</strong>, ya no v<strong>en</strong>gas, pero<br />

recuerda que el que está <strong>en</strong>fermo eres tú. Tú debes saber cómo<br />

te si<strong>en</strong>tes.<br />

Entonces Paulino dijo:<br />

—Es que la verdad no t<strong>en</strong>go dinero para otro zopilote.<br />

A mi hermano lo asesinaron y el patrón Adalid no quiso ayu-<br />

darnos para el <strong>en</strong>tierro. Unos tipos <strong>en</strong>traron a la finca y mi<br />

hermano estaba cuidando el portón, le dieron varios balazos<br />

y lo <strong>en</strong>contraron muerto al amanecer. Me gasté lo poquito que<br />

t<strong>en</strong>ía y no t<strong>en</strong>go ni para pagarle.<br />

Don Isidoro se metió al cuarto contiguo, y después de<br />

dos minutos le <strong>en</strong>tregó a Paulino dos monedas de oro; le dijo<br />

confabulario 33

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!