LA CASONA DE LOS SALL cab.indd - Guia Historico Cultural de Telde

La historia de esta casa comienza con la
familia Sall, cuando mi tatarabuelo D. Juan
Antonio Sall y Elvira (1751-1829), capitán
de milicias y administrador de Rentas reales,
adquirió una parte del solar que hoy
conforma la totalidad de la propiedad.
Era nieto del primer Sall irlandés que
vino a Canarias huyendo de la persecución
religiosa de los seguidores de Cronwel.
Francisco Sall Grant (1682-1750), procedente
de Cashel, condado de Tipperary,
llegó a Gran Canaria en el año 1713. Pertenecía
a la nobleza irlandesa y al llegar se instaló
como mercader. Se casó en Tenerife
en el año 1721 con otra irlandesa llamada
Juana Quinland Prendergast (1686-1742),
procedente de Waterford. Recién casados
regresaron a Las Palmas de Gran Canaria
donde nacieron sus cinco hijos: Juan (1722-
1777), Catalina Elena (1726-1771), Josefa
(1727-1780), Eduardo (1729-1780) y
Francisco Antonio (1731-1772). El mayor,
el capitán D. Juan Sall Quinland, fue administrador
de rentas reales y Castellano de
la fortaleza de San Felipe “el nuevo”; luego
de la de St a Isabel y, por último, del castillo
de St a Catalina, del que lo fue hasta su
C/. La montañeta de San Francisco
El barrio de San Francisco en Telde.
La casona de los Sall
Apuntes para la historia.
Dña. Dolores Millares Sall.
Profesora de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria hasta su jubilación e investigadora.
C/. Altozano
C/. Porteria
muerte. Éste era el padre
del mencionado D. Juan
Antonio Sall y Elvira.
El primer “enamorado”
de Telde fue su tío, Eduardo
Sall Quinland; Abogado
de los Reales Consejos,
Deán, Canónigo y Fiscal
general del obispado y, por
último, Arcediano de Fuerteventura.
Compró muchos
terrenos con casas en
el Alcaravanal, La Pardilla,
La Higuera Canaria, El Valle de los Nueve,
Los Caserones, etc... Al morir lo heredó
todo su sobrino Juan Antonio Sall y Elvira,
aunque el era el cuarto de los nueve hijos
que tuvieron Juan Sall y Margarita Elvira Gil
(1722-1774) –hija de padre asturiano y madre
natural de Gran Canaria– ya que, por
desgracia para la familia, todos murieron
muy jóvenes y sólo quedaron Juan Antonio
y el más pequeño llamado Francisco Lucas.
Éste emigró a Caracas donde contrajo matrimonio
y tuvo descendencia. No tengo
constancia de la fecha de su muerte.
Juan Antonio, que también era un “ena-
1992. Plano de la Casona de los Sall. Arquitectos: Alvarez y Navarro
C/. Alcantarilla (1876)
1985. Trasera de la Casona en la C/. Altozano
morado” de Telde, quiso seguir comprando
terrenos y aumentar lo que ya poseía en
La Pardilla y en La Higuera Canaria. Compró,
en el barrio de San Francisco, la que
hoy llamamos La Casona de los Sall, como
ya hemos dicho anteriormente.
Primeramente compró, el 22 de enero
de 1806, una casa a Felipe Gómez Navarro
y a su mujer Isabel Núñez, según dice la escritura
“…una casa que compraron a Tributo
al Hospital de San Martín de este pueblo por
mano de su mayordomo D. Antonio Rodríguez,
Presbítero, el 9 de septiembre de 1796
luego la fabricaron y la dejaron en el estado
en que se halla en el momento de su venta
a D. Juan Antonio (…) situada en el barrio
de San Francisco donde dicen Santa María,
mirando al norte por cuya parte linda con la
calle que de la portería del convento de San
Francisco va a la Ermita de San Sebastián,
por detrás al sur, casa de Bartolomé Pérez,
que fue de herederos de Mariana Monagas
y de los herederos de Miguel Verona, por un
lado al naciente Serventía a las mismas casas
con puerta trasera y a las de Verona y
por el poniente casa de Salvador de Troya…”
La compró Juan Antonio por 926 pesos y 6
reales de plata y tenía que pagar un tributo
al convento de San Francisco y al Hospital
San Pedro Martín de Telde.
A continuación, al año siguiente, el 23
de septiembre de 1807, Juana y Esteban
Verona (hermanos) le venden a Juan Antonio
una casa de la que la escritura dice lo
siguiente: “…en el barrio de San Francisco
(…) la casa es terrera con su patio y materiales
(…) situada en el barrio de la montañeta
de San Francisco, que heredaron de Miguel
Verona y María Rodríguez sus padres, lindan-
41

do por el norte, por donde tiene la puerta con
casa que hoy es del comprador y que fue de
Felipe Gómez Navarro y la serventía que sale
a la calle que da a la portería del convento de
San Francisco va a la Ermita San Sebastián,
por el sur casa que dicen de las Monagas, por
el naciente casa de Da Clara Romero y sitio de
las Trorías , que vinieron a pasar a D. Pedro
Pérez de Quintana Socorro, y por el poniente
la casa del comprador…”. La compró por
155 pesos, 3 reales de plata y 26 maravedíes.
En el año 1810, el 23 ó 24 de febrero,
hace dos compras a la familia Monagas, que
eran veinticinco herederos y todos querían
venderle una casa con terreno, que lindaba
por varios lados con la propiedad ya adquirida
por D. Juan Antonio.
Más tarde, el 2 de abril y el 1º de mayo
de 1810, le vende María Antonia Padrón
viuda de Bartolomé Pérez, la mitad de una
casa terrera en el mismo lugar. Ella se la
había comprado a su cuñado Miguel Verona
y a sus herederos en 1795. La casa esta
situada según la escritura: “… por delantera
calle que va a la Portería, por detrás casa del
comprador y sitio de Juana Quintana y por un
lado casa del comprador y por el otro lado del
comprador, Juan Romero…”. Le vende la
casa por 114 pesos. El 2 de abril, la misma
señora le vende la otra mitad de la casa por
el precio de 134 pesos.
En el año 1812 Juan Antonio Sall y Elvira
se casa con María del Pino Romero Magdaleno
(1785 1861) en la basílica del Pino en
Teror. Ella era hija del Regidor perpetuo
y capitán D. Isidoro Romero Cevallos y Da Juan Antonio Sall y Elvira (1751 1824).
Capitán de Milicias y Administrador
de Rentas Reales. (Óleo propiedad
de Herederos de Manolo Millares Sall).
Josefa Magdaleno y Estrada.
Juan Antonio se volcó con mucha ilusión
en la casa de Telde, donde pasaría largas
temporadas junto a su esposa, ya que el
clima les era muy grato.
Deciden arreglarla tirando todas las
construcciones existentes para hacer huertas
y jardines y reedifi car la casa grande
42
añadiéndole otra planta. La obra nunca llegó
a terminarse.
En el año 1815 hacen otra compra
que, aunque no tiene nada que ver con La
Casona, está en el mismo barrio de San
Francisco, muy cercana a la casa grande,
a la que estuvo vinculada durante mucho
tiempo Era una construcción a medio hacer
con una huerta propiedad de los hijos
de Francisco de Silva. Esta fue una oportunidad
que comenzó de esta manera: En
el pueblo había un señor llamado Francisco
de Silva que, al quedar viudo de Josefa
Núñez, quiso marcharse a América con sus
cuatro hijos menores a fi n de hallar algún
trabajo que le permitiera sacarlos adelante.
Por este motivo le pide permiso al Alcalde
Mayor, que en aquel entonces era D. José
de Quintana Llarena, a fi n de poder vender
esta propiedad. El Alcalde le dio el permiso
y se la vendió a José Fleitas Tabaibal. El señor
Fleitas se murió dejando una deuda a la
Hacienda por valor de 219 pesos. Su viuda
Francisca Alonso Padrón se vio en la necesidad
de vender propiedades y le propuso,
a Juan Antonio Sall, si quería comprarle esta
casa y así poder pagar su deuda. Juan Antonio
se la compró después que los peritos
se la tasaran pagando por ella 323 pesos.
La escritura dice así: “…una casa terrera sin
concluir con su muro y huerto en el barrio de
San Francisco, que linda por delante plazuela
de la Portería del convento con la que linda
por el sur, por el norte Cercado del Conde de
la vega Grande, por el naciente callejón que
divide el muro del convento con la casa, por
el poniente huerto de Cristóbal Sánchez…”.
Esta compra se hace el 13 de febrero de
1815.
La familia de mi madre le llamaba a esta
casa “la casa chica”, también “casa verde”
o “celdita”. No me pregunten por qué.
María del Pino, con su espíritu joven y
emprendedor, le da un nuevo empuje a la
obra para intentar terminarla. No obstante,
no consigue rematarla, puesto que Juan
Antonio, su esposo, había comenzado de
nuevo la terminación de La Casona.
Tuvieron su primer hijo en 1818 y
le pusieron el nombre de su tío abuelo
Eduardo. Más adelante, en 1823, tuvieron
un segundo hijo que sólo vivió unos días.
No obstante, al bautizarlo, le pusieron el
nombre de Francisco Lucas en recuerdo
del hermano de Juan Antonio que había
muerto en Caracas.
En este mismo año Juan Antonio se
encontraba ya muy enfermo, y aunque le
había hecho un poder a su esposa en 1822,
volvió a ratifi carlo en este año de 1823 para
que pudiera gobernar sus propiedades y
ejecutar mejoras para la casa. Su mayor
preocupación, en estas circunstancias, era
dejar arregladas las cuentas que como administrador
tenía con la Hacienda.
María del Pino Romero y Sall (1785 1861)
María Romero, el 13 de febrero de
este año propuso la venta, con permiso de
su esposo, de La Casona junto con otras
propiedades, a D. Juan de León y Romero.
Dice la proyectada venta: “… unas casas de
alto y bajo con huerto contiguo y su estanque
dentro de él, que toma agua del chorro del
público, situada en el mismo pueblo de Telde
en donde llaman el barrio de la montañeta de
san Francisco que hubo D. Juan Antonio Sall
en varias porciones de Felipe Gómez Navarro
y otros coherederos (…) que ante D. Juan
Nepomuceno Pastrana escribano de Telde se
celebraron cuatro escrituras, la una el 22 de
enero de 1806, otra el 23 de septiembre de
1807 y las otras dos restantes el 23 y el 24 de
febrero de 1810, otras dos escrituras fueron
otorgadas el 1º de marzo y el 2 de abril del
propio año de 1810 ante D. Jacinto Proto Betancourt
escribano público. Que todos estos
1904. Sixto Sall Casabuena e hijos Sixto
“Siatilla” y Dolores Sall Bravo de Laguna
Foto: Propiedad de la autora

son títulos de pertenencia de dicha casa del
Capitán D. Juan Sall, pues por ello adquirió el
sitio de la citada casa que después fabricó, y
el huerto que se haya contiguo, siendo en el
día los linderos de toda esta propiedad, por
el naciente casa del señor comprador por el
poniente casa de D. Juan Ruiz Romero, y por
el Norte calle Real que va a San Francisco y
por el sur otra calle real que sube de la fuente…”
El 31 de diciembre del mismo año, María
del Pino hace otra venta. Vende “la casa
chica”, la que está junto al convento de San
Francisco y tenía una alberca con agua de la
propia huerta, a Bartolomé Martínez.
Las cosas se están poniendo apuradas
para María del Pino Romero, porque ve
como muere su marido y tiene que dejar
arregladas muchas cosas. Al año siguiente
Juan Antonio, encontrándose a las puertas
de la muerte, le vuelve a dar un poder para
que le haga su testamento con la ayuda de
D. Juan de León Romero y D. Antonio Ramos.
Éste se realizó el 28 de febrero de
1824. Juan Antonio murió el 1º de marzo
del mismo año en su casa de la calle del
Cano. Tenía setenta y tres años, dejando
viuda a una mujer joven con su hijo de seis
años, Eduardo Sall y Romero (1818-1881).
María del Pino abandona, por un tiempo,
la ciudad Telde, pero la ilusión que tenían
ella y su esposo por ésta no la abandona
y no tardará mucho en volver.
El 31 de marzo de 1826 D. Bartolomé
Martínez le comunica que tenía decidido,
por intereses personales, marcharse a la
península y que tenía intención de vender
la “casa chica”. Le pregunta si ella está interesada
en recuperarla. Ella no lo dudó y se
la compró por 3.265 pesos.
María del Pino, que todavía tenía “La
Casona” porque nunca llegó a verifi carse la
venta de la misma a D. Juan de León Romero,
decide ampliarla y compra, el 1º de
agosto de 1833, a los hermanos Antonio y
María de Troya Quintana, un sitio o solar
con dos cuartos arruinados que habían heredado
de sus padres Salvador y Juana. Éste
se halla situado en la calle que nombran La
Alcantarilla y que está junto a su propiedad.
Dicha calle tenía salida a la que iba al con-
vento de San Francisco. La escritura dice
así: “…linda al poniente con dicha calle y por
el sur con casa de D. José Tascón y José Fleitas
y por las demás partes con la compradora
se la vende por 45 pesos…”. Con este solar
aumenta “La Casona” y fue en éste donde
crearon un pequeño jardín más reservado
que la familia llamaba el “Jardín Romántico”.
Cuando su hijo estuvo en la edad de estudiar
se fue a vivir a La Laguna a la casa de
su tía Josefa Romero, casada con D. Manuel
González al que le apodaban “el perejil”.
Esto quiero aclararlo: según mis padres, le
llamaban “el perejil” porque la chica que
servía en la casa de D. Isidro Romero que
era muy severo y estricto con sus hijas, Jo-
sefa y Ana, se puso de acuerdo con ambas
para nombrar a sus pretendientes “perejil”
y “cilantro”. Así cuando venían a visitarlas,
colocándose en la acera debajo de
la ventana, la chica decía a una: “señorita
Josefa, necesito perejil” y ella sabía que su
pretendiente estaba esperándola y a Ana le
reclamaba cilantro cuando acudía su pretendiente
–D. Manuel Sánchez Neyra, teniente
coronel–. Lo curioso es que el mote
que le pusieron a este último desapareció
en cuanto se casaron, pero el de D. Manuel
González le duró toda la vida, heredándolo
su hija Agustina la poetisa a la que llamaban
“la perejila”. La familia la llamaba “la media
noche”, porque siempre salía de noche.
Volvamos de nuevo a la ciudad de Telde:
Cuando Eduardo Sall terminó sus estudios
volvieron a pasar largas temporadas en
ella y emprendieron de nuevo, con ánimo,
la terminación de La Casona. Mientras fue
soltero, su madre, María del Pino Romero,
le animaba para que bajara a Las Palmas e
hiciera allí vida social. En la capital se mudaban
con frecuencia, tan pronto vivían en la
calle del Cano, como en la calle de Los Balcones
o en la calle Castillo, en todos esos
rincones de la ciudad tenían casas dispuestas
para ser habitadas. A María de Pino le
gustaba mucho mudarse y tanto lo hacía de
casa, como de mobiliario y decoración del
hogar. Su propio hijo comentaba, en una
carta escrita a un amigo suyo, que siempre
tenía sorpresas por las noches porque su
madre le cambiaba la cama de sitio y cuando
se levantaba, algo desorientado para ir
al baño, se daba contra la pared que no esperaba
encontrar allí… ¡Ya sé a quién salió
mi madre, en paz descanse!
En una de sus estancias en la calle de
Los Balcones fue cuando se enamoró de
María del Pino Casabuena Bravo de Laguna,
hija de D. Diego Casabuena e Icaza y D a
María del Jesús. Él era muy feliz en Telde y
cuando contrajo matrimonio casi vivía más
en ésta que en Las Palmas capital. El matrimonio
quería que sus hijos se criaran en
el ámbito de esta ciudad a la que querían
mucho. A lo largo de su convivencia matrimonial
tuvieron 10 hijos. Todos, menos
dos, enfermaron gravemente y murieron
prematuramente, unos durante la infancia
y otros en plena juventud, a pesar de que
sus padres hicieron cuanto les fue posible a
fi n de devolverles la salud.
Eduardo empezó a desmoralizarse, las
desgracias familiares y los desengaños políticos
que tuvo durante su período como
diputado por Guía en Madrid (1849-1850),
le llevaron a refugiarse en Telde dejando,
inclusive, la concejalía que tenía en el Ayuntamiento
capitalino por no querer bajar a
Las Palmas. Sólo viajaba a París para ver a
algunos de sus hijos que estaban en sanatorios
de Bigorre. Por este motivo, dado los
cuantiosos gastos de sus continuos viajes,
se vio en la necesidad de vender varias propiedades.
Vendió muchísimos terrenos en
Telde y otros lugares, pero La Casona de
los Sall nunca fue propuesta para su venta;
era su refugio. Tampoco vendió la “casa
chica”.
43

María del Pino Romero murió en 1861
dejando como heredero a su único hijo
Eduardo. Él quiso arreglar los papeles de
propiedad y le pidió a la familia de León y
Castillo que testifi casen que “La Casona”
nunca llegó a venderse pues el trato había
sido cancelado y que dichas propiedades
siempre habían pertenecido a los Sall.
En el año 1861, el 22 de abril, la familia
de León –hermanos y sus consortes
tíos, sobrinos y un hermano que estaba en
Cuba– declaró que nunca tuvo esta propiedad.
La escritura dice así: “…esta venta fue
supuesta y puramente confi dencial como lo
declaró el señor D. Juan de León y Romero
el quince del expresado mes y año 1824. Y
declara que la dicha escritura es nula y de
ningún valor ni efecto y que solo le corresponde
al señor D. Juan Antonio Sall”. Este
documento fue fi rmado por toda la familia
de León y Castillo y lo ratifi ca, en 1876, el
Alcalde de Telde.
44
De la familia de Eduardo Sall y María
del Pino Casabuena, mis bisabuelos maternos,
sólo estaban vivos en 1882: la tía Lola,
mi abuelo Sixto, y un nieto –hijo de Juan,
hermano mayor de mi abuelo y casado con
su prima hermana Candelaria Casabuena–
llamado Eduardo Sall Casabuena (1877
1971).
En 1881 falleció mi bisabuelo, Eduardo
Sall y Romero. Las propiedades que aún
poseía en el momento de su muerte fueron
heredadas por su esposa, sus hijos y su
nieto.
En 1904 murió mi bisabuela, María del
Pino Casabuena, y sus propiedades se repartieron
de la siguiente manera: La Casona
de Telde se dividió en dos, quedándose
con la parte más grande su hija, la tía Lola
–Dolores Sall Casabuena–. La otra parte,
más pequeña, y que su fachada daba a la
calle Porterías, le tocó a su nieto Eduardo
Sall. También heredaron ambos una fi nca
que poseía en la Higuera Canaria. Y, por último,
la “casa chica” de Telde y la de la calle
de los Balcones en Las Palmas capital –donde
hoy día está el Colegio Notarial–, pasaron
a ser propiedad de mi abuelo, Sixto Sall
Casabuena, que se disgustó mucho porque
prefería la fi nca de la Higuera Canaria.
La Casona comenzó a deteriorase.
Eduardo Sall no gastaba en ella ni un real
y la tía Lola no tenía dinero para hacerlo.
Más tarde, el sobrino Eduardo, vendió la
fi nca de la Higuera Canaria porque no sabía
llevarla.
La Casona fue alquilada a diferentes
arrendatarios que no la cuidaban. Su deterioro
fue en aumento. Cuando murió mi
abuelo Sixto, en 1925, le dejó a mi madre
– Dolores Sall Bravo de Laguna–, entre
otras cosas, la “casa chica de Telde”. Mi
madre se la alquiló a la familia Arencibia
hasta que un día la necesitó para llevar a
sus hijos de temporada, entonces le pidió
a la tía Lola que le alquilase su parte de La
Casona a los Arencibia. Ella aceptó y la familia
Arencibia cambió de domicilio.
En el año 1946 muere la tía Lola dejando
su parte de la casa repartida entre
los cuatro hijos de su hermano Sixto y su
sobrino Eduardo. Éste se quedó pues con
mayor superfi cie de la propiedad de dicha
herencia para, fi nalmente, dejarla deteriorarse
aún más porque continuaba sin atenderla.
Mi madre le vendió su parte a su hermano
Sixto, al que llamábamos cariñosamente
“Siatilla”. También lo hicieron mis
tíos Eduardo –conocido en la familia como
“Herodes”, aún no sé el por qué de este
mote pues era muy buena persona– y
Juan.
Mi tío Sixto Sall –Siatilla– quiso comprarle
al primo Eduardo su parte de La
Casona pero éste no quiso venderle y, al
morir, se la dejó al Cabildo de Tenerife. Mi
tío no pudo conseguir la casa de ninguna
manera.
Al morir Sixto Sall, sus hijas heredaron
la parte que él poseía y se la vendieron
al Cabildo de Gran Canaria. Éste hizo un
trueque con el Cabildo de Tenerife y recuperó
La Casona entera.
También estuvo, durante un tiempo,
queriendo comprarla mi hermano Manolo
para poner allí su museo, pero no lo consiguió.
En esta casa pasaron muchas temporadas,
con la tía Lola, mi madre y su hermana,
mi tía Pino, que murió muy joven.
“La Casona de los Sall”, a pesar de estar
totalmente en ruinas, guarda una seria
de vivencias, recuerdos e ilusiones que la
familia, los que aún vivimos, no podemos
olvidar.
Información: A.H.L.P.
Protocolos notariales y papeles de la
familia Sall.
Fotos: propiedad de la autora.
1970. Fachada principal de La Casona de los Sall en la C/. Portería