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Miguel de Unamuno y Don Quijote. - Asociación de Academias de ...

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siempre y sin haber nunca llegado, ese recuerdo <strong>de</strong> una esperanza en todo secreto y tan<br />

a solas y a calladas acariciada 76 .<br />

<strong>Unamuno</strong> siente apasionado amor por la inmortalidad; su Dulcinea es la i<strong>de</strong>a que<br />

tiene <strong>de</strong> él Dios y la vida misma. Quiere ser eterno en el tiempo como hoy lo es don<br />

<strong>Quijote</strong>. Por eso dialoga o monodialoga con el único Loco no como personaje literario,<br />

sino como puro espíritu —«...dímelo al oído <strong>de</strong>l corazón» 77 —, pues lo ama en la<br />

eternidad, no en el tiempo:<br />

Sí, <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> mío, el toque está en <strong>de</strong>satinar sin ocasión, en generosa rebelión contra<br />

la lógica, durísima tirana <strong>de</strong>l espíritu. [...]. La locura, la verda<strong>de</strong>ra locura, nos está<br />

haciendo mucha falta, a ver si nos cura <strong>de</strong> esta peste <strong>de</strong>l sentido común que nos tiene a<br />

cada uno ahogado el propio. [...]. Esta es la verdad pura: el mundo es lo que a cada cual<br />

le parece, y la sabiduría estriba en hacérnoslo a nuestra voluntad <strong>de</strong>satinando sin<br />

ocasión y henchidos <strong>de</strong> fe en lo absurdo 78 . [...].<br />

Pégame tu locura, <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> mío, pégamela por entero. [...] No quiero ser<br />

razonable según esa miserable razón que da <strong>de</strong> comer a los vividores; ¡enloquéceme,<br />

mi <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>! 79<br />

Y aquí está la crítica encendida, inquieta, ardorosa a la España <strong>de</strong> su hora, a su<br />

haraganería espiritual. Escribe con acierto Giovanni Papini:<br />

Este comentario a la obra maestra <strong>de</strong> su literatura es el más animoso mensaje <strong>de</strong> su<br />

apostolado nacional. <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> ha sido resucitado en una atmósfera <strong>de</strong><br />

espiritualidad, en un mundo <strong>de</strong> conceptos típicos y místicos; pero entrambos, atmósfera<br />

y mundo, son rígidamente españoles; más, vascos si queremos y tanto como<br />

castellanos 80 .<br />

Y agrega que <strong>Unamuno</strong> «vislumbra, en la esencia <strong>de</strong>l quijotismo, la verda<strong>de</strong>ra puerta<br />

maestra para entrar en el alma misma <strong>de</strong> su patria» 81 . Sin duda, para don <strong>Miguel</strong>, don<br />

<strong>Quijote</strong> es el símbolo <strong>de</strong> su raza, la sangre <strong>de</strong> su España, el magnífico here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />

héroes y <strong>de</strong> santos, cuyas hazañas a lo humano y a lo divino le preparan los caminos que<br />

luego fecunda su locura heroica en rebelión espiritual porque «son los cuerdos los que<br />

van <strong>de</strong> burlas» 82 por la vida. «¡Admirable aventura! ¡Aventura <strong>de</strong>l género contemplativo<br />

más bien que <strong>de</strong>l activo!» 83 , exclama complacido <strong>Unamuno</strong>, pues tiene la certeza <strong>de</strong> que<br />

«sin vida interior no la hay exterior» 84 .<br />

España es la «cueva encantada» 85 <strong>de</strong> la obra cervantina. Afuera, la entrada —la<br />

España superficial— está obstruida por los escombros y las malezas que no quieren ver<br />

algunos Sanchos. Hay que limpiarla para llegar a sus entrañas —la España profunda— y<br />

sacar <strong>de</strong> allí con las visiones quijotescas «el alma viva <strong>de</strong> las creencias <strong>de</strong>l pueblo», la<br />

tradición, aunque cuervos y grajos lo impidan porque no se atreven a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la verdad<br />

para reconstruir la catedral <strong>de</strong>l espíritu.<br />

Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong> y Sancho no es un comentario o una explicación eruditos <strong>de</strong> la<br />

obra cervantina, sino el símbolo <strong>de</strong> la búsqueda —<strong>de</strong>sesperanzada en <strong>Unamuno</strong>— <strong>de</strong> la<br />

fe que purifica y <strong>de</strong>ja ver la verdad, y la confirmación cabal <strong>de</strong> que es lo único que nos<br />

salva y nos inmortaliza; el pretexto para exponer una vez más sus i<strong>de</strong>as acerca <strong>de</strong>l<br />

76 Ibí<strong>de</strong>m, p. 230.<br />

77 Ibí<strong>de</strong>m, p. 229.<br />

78 Ibí<strong>de</strong>m, pp. 263-264.<br />

79 Ibí<strong>de</strong>m, Segunda Parte, p. 478.<br />

80 «De caballero andante a capitán <strong>de</strong> almas». Artículo publicado en La Nación, el 10 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong><br />

1922, La Nación, Buenos Aires, 16 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 2005.<br />

81 Ibí<strong>de</strong>m.<br />

82 Vida <strong>de</strong> <strong>Don</strong> <strong>Quijote</strong>..., Primera Parte, p. 264.<br />

83 Ibí<strong>de</strong>m, p. 267.<br />

84 Ibí<strong>de</strong>m, p. 269.<br />

85 Ibí<strong>de</strong>m, Segunda Parte, p. 373.<br />

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