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Añorga, 16 de Julio de 1956 Núm. 267 - gorga.eu

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!Cármenes! Des<strong>de</strong> el estampido <strong>de</strong>l primer cohete, huta el último pasacalle, Tiburtxio<br />

no conocía el <strong>de</strong>scanso.<br />

ETIDOS en harina <strong>de</strong> nuestros ya tradicionales<br />

Cármenes, salta a nuestra memoria, entre luces <strong>de</strong> gracia<br />

y simpatía, una figura entrañable, un nombre familiar:<br />

Tiburtxio. Dicen que su apellido era Belemburu, pero a él<br />

le gustaban más los que se impuso a sí mismo con ese<br />

<strong>de</strong>sparpajo y humor tan suyos, llamándose Tiburtxio<br />

Beanduechea Aizkenarte.<br />

Muchos hombres y mujeres <strong>de</strong> <strong>Añorga</strong> lo recordarán<br />

sin duda estos días, pues Tiburtxio, siempre alegre y bullicioso<br />

como un cascabel, se <strong>de</strong>sbordaba por Cármenes en<br />

<strong>eu</strong>foria y genialida<strong>de</strong>s.<br />

Tiburtxio fué un caso, un caso tal vez único en la historia<br />

<strong>de</strong> Marga, <strong>de</strong> humorismo nato y espontáneo, <strong>de</strong><br />

chispa cómica fina y ocurrente, <strong>de</strong> jovialidad irresistiblemente<br />

contagiosa. Pasó la vida riendo y haciendo reir.<br />

Nada más, y nada menos.<br />

Su estampa inclinaba ya a la simpatía. En su cara<br />

rugosa dos ajillos azules jugueteaban guasones entre brillos<br />

y reflejos <strong>de</strong> picardía, mientras la boca dibujaba su<br />

humor perenne en interminable colección <strong>de</strong> gestos y<br />

muecas. Arriba, sobre la frente, un mechón caracoleado<br />

remataba graciosamente su semblante.<br />

Por Cármenes, era un ciclón <strong>de</strong> jaleo. Des<strong>de</strong> el estampido<br />

<strong>de</strong>l primer cohete, hasta el último pasacalle,<br />

Tiburtxio no conocía el <strong>de</strong>scanso. Poseído <strong>de</strong> una vitalidad<br />

sin fondo, iba, venía, saltaba y cantaba, estaba<br />

aquí y allí, en todas partes don<strong>de</strong> había bulla, pues, en<br />

última instancia, el jaleo lo llevaba él en su jacarandoso<br />

cuerpo. Lo único que siempre evitaba y rehuía era lo<br />

discusión, la pen<strong>de</strong>ncia, el gesto agrio. Donae vela malas<br />

caras se esfumaba sin <strong>de</strong>cir oste ni moste, como el hombre<br />

invisible. No quería líos ...<br />

Tiburtxio era un fenómeno. Sin ser fumador era<br />

capaz <strong>de</strong> quemar toda la producción <strong>de</strong> la Tabacalera en<br />

puros; no sabía lenguas, y lo mismo hablaba el vascuence<br />

que el inglés y el sánscrito, si era preciso; no sabía bailar,<br />

y así bailaba el aurresku, que un taconeado, que las danzas<br />

húngaras.<br />

Como número obligado por fiestas era su visita triunfal<br />

en burro. Aún le estamos viendo llegarse a la plaza<br />

repartiendo ceremoniosos saludos a diestro y siniestro,<br />

tocado con su sombrero <strong>de</strong> paja, pañuelo rojo al cuello,<br />

gentil caballero sobre pacifico jumento enjaezado con<br />

hortensias como berzas <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s.<br />

Su vida, corno es natural, está salpicada <strong>de</strong> las más<br />

graciosas aventuras. En cierta ocosión, coincidiendo con<br />

los Carnavales, dirigíase Venantxio con su acor<strong>de</strong>ón a<br />

Infierno a organizar la zambra dominical, cuando topó<br />

14<br />

I<br />

I<br />

<strong>eu</strong>,<br />

r<br />

con Tiburtxio estrafalariamente disfrazado <strong>de</strong> mujer:<br />

«chambra» con motas, unas faldas solemnes, elegante<br />

sombrero <strong>de</strong> señora a la cabeza, una maleta en una mano,<br />

y un bolso en la otra. Ambos a dos caminaban juntos, en<br />

tanto que nuestro hombre hacía las <strong>de</strong>licias <strong>de</strong> cuantos<br />

le veían, tanto por su disparatado aspecto como por sus<br />

serranos andares. Al llegar a <strong>Añorga</strong>-txiki, dan<strong>de</strong> era<br />

mayor la animación, ¡cataplún! Tiburtxio que resbala y<br />

cae, cae también lo maleta, ésta se abre y salen <strong>de</strong> ella<br />

corriendo un pollo y un gato. Allí fué Troya. Tiburtxio<br />

comenzó inmediatamente la caza <strong>de</strong> los dos bichos, mientras<br />

todos reventaban <strong>de</strong> risa viéndole lanzarse una y<br />

otra vez al suelo con sus faldas remangadas.<br />

Tampoco <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> tener miga esta otra. Era un sábado<br />

<strong>de</strong> verano. Acompañado <strong>de</strong> Manuel Sudupe hallábase por<br />

casualidad en un bar <strong>de</strong> San Sebastián. Allí llegó por<br />

casualidad también, Gorriti, quien les dijo que se dirigía a<br />

Guetaria a cortar trigo en caserío <strong>de</strong> unos parientes, y<br />

les invitó a que le acompañaran. Dicho y hecho. A Guetaria<br />

fué el trío. Allí cortaron mucho trigo, ¡uf! ya lo creo,<br />

m h trigo. Toda la mañana cortando trigo. Se cansaron<br />

tn mucho y sudaron <strong>de</strong> lo lindo. Así que aquello merecía<br />

celebrarlo como es <strong>de</strong>bido. Celebrando estaban<br />

cuando al atar<strong>de</strong>cer vieron el «Pelayo», el autobús <strong>de</strong><br />

línea entre Guetaria y Zarauz y <strong>de</strong>cidieron llegarse a esta<br />

villa. Dentro <strong>de</strong>l autobús no había sitio, y subieron a<br />

cubierta. Allí venía un ataúd. A nuestros hombres, que <strong>de</strong><br />

andaluces y supersticiosos no tenían un solo pelo, aquello<br />

les importó un bledo. De pronto <strong>de</strong>scargó un chaparrón<br />

<strong>de</strong> esos que llamamos <strong>de</strong> verano. No había <strong>de</strong>fensa contra<br />

el agua. ¡Caramba! iy el ataúd? Tiburtxio no dudó<br />

un instante. Abrió la caja y se arrebujó cómodamente<br />

<strong>de</strong>ntro. La cuestión era no mojarse por fuera. Y así vino<br />

ricamente, tanto que incluso se echó una «kuluskara».<br />

Cuando el «Pelayo» llegó a Zarauz, había <strong>de</strong>spejado<br />

el tiempo y su plazo se hallaba llena <strong>de</strong> gente que bailaba<br />

alegre, al son <strong>de</strong> la banda. En esto un grito <strong>de</strong> horror cruzó<br />

el espacio, y cientos <strong>de</strong> ojos se posaban con espanto en<br />

aquella negra caja que se abría lentamente, y <strong>de</strong> la cual<br />

surgía primero una mano, luego otra, y luego una cara<br />

pálida <strong>de</strong> ojos muy abiertos. El espanto fue tan mayúsculo<br />

que, en menos que lo que se cuenta, la plaza quedó <strong>de</strong>sierta.<br />

Al <strong>de</strong>l bombo le entró un soponcio y hubo que<br />

hacerle la respiración artificial.<br />

Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que habrá sido la única vez que Tiburtxio<br />

ha alejado <strong>de</strong> sí a la gente.<br />

En el cielo, que es el lugar don<strong>de</strong> van los que en la<br />

tierra sembraron el bien y la alegría, también organizará<br />

lo suyo. Po<strong>de</strong>mos estar seguros <strong>de</strong> ello. Tiburtxio Beanduechea<br />

Aizkenarte no nació para estarse quieto y sin<br />

armar bulla. También allí hará alguna jugadilla, marca<br />

<strong>de</strong> la casa. Como si lo viera...<br />

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