aguafuertes gallegas roberto arlt
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15<br />
"Aquí descansa Don Payo Gómez de Sotomayor".<br />
Jamás he tenido la sensación de la proximidad de la muerte, como en estos instantes, a la<br />
sombra de los ábsides del convento derruido. Se percibe la frialdad de los huesos de los<br />
antiguos muertos. Parece que en este paraje en ruinas se hubiera detenido la respiración del<br />
mundo. El sol filtrando sus rayos por los ventanales, baña los ataúdes de piedra; y allí abajo<br />
yacen los despojos de seres humanos que vivieron, amaron, trenzaron inquietudes, mataron,<br />
fueron temidos. Una mano de hielo nos empuja hacia la umbría edad media.<br />
¡Ah! Estos rostros horizontales, duramente lapidados en las cubiertas de los féretros de<br />
piedra. Estas manos de dedos recuadrados, cruzadas para la eternidad, estas armaduras de<br />
granito escamadas. En otro rincón, frente a las columnas donde nace el medio huevo de los<br />
ábsides de ojiva dentada, cantos romanos. Inscripciones latinas juveniles. Nos encontramos<br />
en la infancia del planeta.<br />
"Cayo Antonio Flovo, a las Ninfas". Más allá otro: "A los Dioses Manes de Severo,<br />
muerto a los cuarenta y cinco años". Más allá otro: "Severo Adriano, a los Dioses Manes de<br />
su mujer Corialis".<br />
Aquí, austeros lechos de muerte; allí, recuerdos de graciosas formas. Inútil que el sol<br />
caliente y que la ojiva de los derruidos ventanales muestre el azul<br />
de baraja del cielo. Un aliento bárbaro escapa de la juntura de estos sepulcros de piedra,<br />
fuerza obscura que nos empuja hacia siglos lluviosos, batallas de peones en prados<br />
cuadrados como tableros de ajedrez, con castillejos obscuros y favorables a todas las<br />
penitencias.<br />
"Cayo Antonio Flovo, a las Ninfas". Dos civilizaciones mezcladas en la fosa común de<br />
la arqueología. Mientras el canto romano, rústico, asoma en el verdor de los helechos, con<br />
circulares inscripciones de paganía tierna y confiada, los féretros de piedra, con sus<br />
moradores esculpidos en la tapa, con pétreos trajes de guerra o penitencia, dan elocuencia<br />
de posteridad terrible.<br />
En siesta de las dos de la tarde, bajo el sol de España, la Edad Media se nos adentra en el<br />
alma. Golpe de crepúsculo. Castillos fríos. Coluda vestidura de castellanas recuadradas por<br />
la ojiva de los ventanales. Colinas que verdean. Tañido de campanas. Inútil es que el sol<br />
alumbre y los pájaros canten. Bajo las dentadas líneas de las bóvedas derrumbadas, los<br />
muertos de piedra, con espada de piedra, con yelmo de piedra, las muertas con dedos de