09.05.2013 Views

1 NATALIA A. Gómez Rufo PRIMERA PARTE - Antonio Gómez Rufo

1 NATALIA A. Gómez Rufo PRIMERA PARTE - Antonio Gómez Rufo

1 NATALIA A. Gómez Rufo PRIMERA PARTE - Antonio Gómez Rufo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Me quedé alucinado, inmenso, poderoso: por un instante me había mirado, y<br />

aún más, me había hablado. “Claro que no.” Tres palabras, cuatro sílabas, diez<br />

letras... Había tenido que coger aire en sus pulmones para dirigirse a mí. Su<br />

aliento se había mezclado con el mío para decirme algo, lo que fuese, pero a mí,<br />

sólo a mí. En aquel segundo, en aquel eterno segundo en que me había dicho<br />

“claro-que-no”, sólo yo existía en su mundo. Un segundo de su vida había sido<br />

mío. Era un magnífico comienzo.<br />

¿Qué importaba el contenido de la frase? ¿Había querido decir que no la<br />

molestase, que no quería que la invitase a nada, que tenía prisa? ¡Qué más<br />

daba! Los niños en los pueblos tiran piedras a las niñas y ésa es su manera de<br />

manifestarles su afecto. Y a veces de decirles que las quieren. La piedra, en este<br />

caso, es como una llamada de atención, una manera de decirles que existen,<br />

que están ahí, que se fijen en ellos. En un pueblo, un niño pequeño no se atreve<br />

a decirle a una niña que la quiere, pero no tiene el menor reparo en comunicarse<br />

con ella tirándole una piedra. La niña se enfada, como se enfadaría si la pillara<br />

por sorpresa y le diera un beso, pero en ambos casos sabe que el niño está ahí,<br />

que además ha dado un estirón y que ya está en edad de ir a bañarse al río con<br />

una moza. El mensaje (beso, declaración, cantazo...) ya se ha producido.<br />

Después, todo dependerá de la habilidad femenina. Natalia ya había recibido el<br />

cantazo y, además, había respondido con otro. ¿Qué otra señal precisaba? No<br />

me cabía ninguna duda: después de aquel sueño hecho realidad, Natalia era<br />

para mí la tierra prometida. Ella misma me lo había dicho en clave de pedrada.<br />

Una vez repuesto de la obnubilación, del deslumbramiento onírico,<br />

pensé en seguirla hasta la parada del autobús, en donde sin duda la encontraría,<br />

y seguir a su lado para conocer su ruta, su destino, su casa. Pero, entre que aún<br />

no me encontraba restablecido del todo, y que mi convalecencia precisaba de<br />

escasos zarandeos para que la bulla no terminara por producirme retortijones,<br />

flato y corrimientos de intestinos, decidí que lo mejor era sentarme para<br />

recobrarme del todo. Además no iba a subir en un autobús ni por Natalia ni por<br />

nadie, y buena gana de correr tras ella para tenerla que despedir en la parada<br />

mientras se mezclaba impúdicamente con el gentío que utiliza ese medio de<br />

transporte.<br />

Quedaba una larga semana en la que no volvería a ver a la mujer de mi<br />

vida y, dado mi estado de ánimo, no podía permitirme semejante dispendio, ni<br />

por mí, ni por mi salud, ni mucho menos por ella, a la que no podía retrasarle la<br />

felicidad otra semana. Pero me resultaba difícil encontrar una solución.<br />

Permanecía sentado en el banco, frente al portal, cavilando y<br />

recapacitando, rumiando posibilidades, ideando tácticas, meditando estrategias,<br />

sopesando los hechos y evaluando las diferentes soluciones aconsejables en tal<br />

supuesto práctico. Poner un anuncio en el periódico se me antojaba posible,<br />

pero no daba con el contenido exacto y preciso del texto para que Natalia<br />

captase el mensaje. Tenga en cuenta, además, que por aquel entonces aún no<br />

30

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!