1 NATALIA A. Gómez Rufo PRIMERA PARTE - Antonio Gómez Rufo
1 NATALIA A. Gómez Rufo PRIMERA PARTE - Antonio Gómez Rufo
1 NATALIA A. Gómez Rufo PRIMERA PARTE - Antonio Gómez Rufo
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
- ¿Querer ir a lugar apartado?<br />
- Yo tener que tomar barco.<br />
- ¿No fiar de mí?<br />
La chica, indudablemente arrebatada y por tanto disculpable, se estaba<br />
tomando nuestra relación demasiado en serio y yo no podía comprometerme. Se<br />
me ocurrió una gran idea.<br />
- Ahora no poder. Tú darme señas y yo escribir carta a ti.<br />
- No, no.<br />
Y salió corriendo. Por mi cabeza se atropellaban los compases de El<br />
primer día de primavera, Opus 48, de Mendelsshon, y me resignaba a despertar<br />
tanta admiración y seducción. La pobre chica sufriría mucho, pero era presurosa<br />
en exceso. Entonces me prometí no dar facilidades a ninguna, porque seguro<br />
que se sucederían las proposiciones y yo no daría abasto, ni me convenía para<br />
la salud. Instintivamente, me vinieron a la cabeza aquellos versos de don Mendo,<br />
en su Venganza, según Muñoz Seca, que dicen:<br />
Estaba por darle un lapo.<br />
Todas a mí como un trapo<br />
y con la misma intención.<br />
¡Ay, infeliz del varón<br />
que nace cual yo tan guapo!<br />
Tomé el barco, me senté cómodamente junto a la baranda para vomitar a<br />
gusto durante todo el viaje y llegué a Algeciras sano y salvo, en donde me subí a<br />
un autobús que salía poco después y me traía a casa.<br />
Cuando murió mi tía Josefina iba a volver a viajar, esta vez a Benidorm,<br />
paraíso del sol, la playa, la luz y la paella valenciana, con un paseo lleno de<br />
bancos para sentarme y una pensión baratísima en la que pagaba doscientas<br />
cincuenta pesetas diarias por una cama grande.<br />
Era octubre y no apretaba el calor. Para ser exacto llovía torrencialmente.<br />
Valencia estaba en plena riada y de la estación me llevaron a la pensión de<br />
donde no salí en dos días, y de la pensión en taxi otra vez a la estación de<br />
autobuses (en el trayecto vi el paseo lleno de bancos para sentarse), que por<br />
fortuna me llevó a casa sin ahogarme ni nada. ¡Cómo estaba aquello! ¡Las calles<br />
inundadas, las carreteras llenas de fango, la huerta encharcada y el cielo negro<br />
como si se estuviera incendiando toda la Comunidad Autónoma! Y la playa...<br />
¡cómo estaba! Llena de gente, de sombrillas, de niños, de flotadores y pelotas...<br />
Lo vi en una postal que estaba clavada en la pared del comedor de la pensión,<br />
justo al lado de un cuadro que representaba una puesta de sol en un mar<br />
embravecido y verde, de colores chillones que se mataban con el papel pintado<br />
de la pared, abigarrado y dañino para la vista como sólo saben ponerlos en<br />
Valencia.<br />
A Palma de Mallorca también he ido. Pero no me acuerdo de nada porque<br />
no lo vi. Fue en el viaje de novios de papá y mamá, al que mamá ya fue<br />
44