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Cuentos, microcuentos y anticuentos - Biblioteca Virtual Universal

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Era ya de noche cuando volvían al rancho. Aquel bello domingo le había fatigado de<br />

emociones hasta la saturación, y se durmió en los brazos del padre fuerte y gallardo, con la<br />

cabecita sobre la almohada dura de sus hombros fuertes, y sintiendo entre sueños, como el<br />

vaivén de una cuna mecida por el amor vivo, el paso elástico del hombre que regresaba a<br />

casa con el hijo dormido en brazos.<br />

Despertó en medio de la obscuridad del camino, ante el reclamo de su padre.<br />

-Despertate, mi hijo...<br />

Abrió los ojos mientras su padre le depositaba en el suelo, y miró alrededor. Cuatro<br />

sombras obscuras cerraban el camino, como si les hubieran estado esperando. Sombras<br />

amenazadoras, hostiles. La voz de su padre no temblaba.<br />

-¿Vas a poder llegar solo? -le preguntaba, y respondió que sí-. Entonce andate numá -y<br />

se le quebraba un poco la voz cuando añadía-. Y cuidale bien a tu mamá.<br />

Cruzó entre las sombras enemigas. Y reconoció a uno de aquellos hombres: Amadeo<br />

Ramírez, hermano del finado Rosendo Ramírez, que llegó una siesta al rancho y agarró de<br />

los cabellos a su madre, que gritaba despavorida, hasta que vino su padre desde el momento<br />

cercano a la carrera y con el machete en la mano y...<br />

Se fue alejando en la obscuridad, dejando la noche punteada de jadeos reprimidos y de<br />

un grito de dolor, dejando a su padre en el sitio donde al día siguiente él y su madre<br />

vinieron a clavar una cruz a la vera del camino.<br />

-Cuidale bien a tu mamá...<br />

El pedido tierno y desesperado le fue acompañando siempre, a lo largo de ese tiempo en<br />

que él se iba haciendo hombre y su madre se fue consumiendo en la soledad y en la vejez.<br />

Y había cumplido bien. Vivió siempre para cumplir aquel último pedido. Enterró su valor<br />

cuando le provocaron, porque tenía la obligación de vivir. De vivir cuidando a su madre y<br />

madurando su esperada venganza.<br />

Pagaba con gusto el precio de una cobardía asignada como una sanción sobre toda su<br />

vida.<br />

Pero él sabía que no era así. Su madre vivía, y vivirá así, tranquila y feliz hasta el último<br />

día de su vida. Ya no tendría su corazón otro baño de sangre, aunque el mundo le tratara de<br />

cobarde.<br />

Después... llegaría el tiempo del encuentro. Su madre se marcharía por los caminos del<br />

cielo para encontrarse con el compañero amado.<br />

Y él quedaría liberado de su deuda.

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