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Cuentos, microcuentos y anticuentos - Biblioteca Virtual Universal

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-Dicen que me buscan. Me voy adonde me encuentren... -le respondió el mozo con aire<br />

soberbio.<br />

Quiso rogarle, contarle su historia de soledad. Gritarle a la cara que un hijo no se<br />

rechaza. Pero no pudo, porque se sintió orgulloso de aquella hombría que era la suya. Su<br />

razón o su muerte, y nada más.<br />

Los hermanos de la muchacha eran tres. Pues bien, ellos serían dos.<br />

-Me parece numá que podemo ir junto...<br />

-Podemo, caraí -le respondió.<br />

Entonces, padre e hijo, reencontrados en una encrucijada de sangre, se fueron<br />

caminando juntos, a la búsqueda de un destino que si no les unió en la vida, podría unirlos<br />

en la muerte.<br />

El licenciado<br />

Toda su vida fue un niño bien. Hijo único de una familia acomodada, creció -como<br />

quien dice- envuelto en seda. Cuando terminó el curso secundario, siguió una licenciatura<br />

en Filosofía, y todas las tardes se le veía ir a la Facultad con su figura delicada luciendo el<br />

traje de buen corte, y el cuello impecable, y los zapatos lustrosos, y las uñas cuidadas.<br />

Sus padres anticipaban para él un destino de prestigio, la captura de un brillo de salón, la<br />

autoridad profesoral para hablar de Marcuse, o del dadaísmo, o de la pintura surrealista, o<br />

de la música electrónica.<br />

Y se recibió.<br />

Pero no se lanzó a conquistar la gloria que los padres soñaban. Ordenó cuidadosamente<br />

sus libros, y anunció:<br />

-Me voy a la frontera.<br />

Y fue a la frontera selvática, donde la punta del camino tocaba el nervio sensible del<br />

trabajo y del progreso, de la aventura y el peligro, de la ambición, el riesgo, la epopeya del<br />

hombre contra la naturaleza.<br />

De eso hace cinco años. Y hace unos días lo encontramos por casualidad en Asunción.<br />

El figurín espigado había desaparecido. La cara tostada por el sol, las manos callosas, la<br />

mirada clara y limpia, de ojos abiertos, del hombre acostumbrado a aceptar los crueles<br />

desafíos del miedo. Aquel estudiantillo delicado se había convertido en un recio pionero,<br />

que nos contó su historia. Había empezado con un aserradero, y a la fecha estaba montando

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