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Revista Yuku Jeeka n° 58 (versión digital

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“¿Es realmente necesario después de esto escribir de las<br />

rarezas de estilo que se encuentran en esta gran obra: los<br />

grupos de cinco notas sobre los violonchelos chocar con<br />

pasajes de cuatro notas en los contrabajos, que muelen juntos<br />

sin ser capaz de fusionar en al unísono? ¿Hay que<br />

mencionar la llamada de cuerno que desempeña un arpegio en<br />

el acorde de C, mientras que las cadenas sostienen que de F?<br />

... En verdad no puedo.”<br />

Sinfonía no.7 en La mayor,<br />

op.92<br />

En la Séptima, la arquitectura<br />

tonal se vuelve más compleja y<br />

encuentra nuevas posibilidades<br />

de relacionar las diversas<br />

tonalidades que se van<br />

desarrollando alrededor de la<br />

principal (La mayor) a lo largo<br />

de la sinfonía. Además de esta<br />

nueva riqueza armónica, la<br />

característica más obvia de esta<br />

sinfonía es su variada y fuerte<br />

carga rítmica, “La apoteosis de<br />

la danza” la llamó Wagner. Para<br />

enfatizar el ritmo a lo largo de la<br />

sinfonía las melodías son<br />

contenidas y pocas veces líricas.<br />

El segundo movimiento es el que ha cautivado la imaginación<br />

del público desde el mismo día de su estreno el 8 de diciembre<br />

de 1813 en Viena, donde tuvo que ser repetido ante la insistente<br />

petición de los asistentes. Se trata de un movimiento que tiene<br />

cinco partes de los cuales la primera, tercera y quinta se basan<br />

en un tema, segunda y cuarta en otro, pero todas bajo un<br />

mismo “ritmo de fondo”. El primer tema es muy simple,<br />

repetitivo, elegiaco ya con el acompañamiento orquestal que<br />

conforme avanza algo cambia, algo se agrega, se va<br />

acumulando energía hasta que alcanza un catártico clímax que<br />

pronto regresa a la calma. El tercer movimiento es un scherzo<br />

avasallador que jala al escucha con sus acentos, es difícil no<br />

involucrarse con esta música. El cuarto y último movimiento<br />

es una forma sonata ya de una total exhuberancia, una fiesta<br />

en grande que cierra con brío. Una obra maestra de una<br />

grandeza de sonido insuperable que sólo exige una orquesta<br />

modesta, lo que revela su gran dominio técnico de la escritura<br />

orquestal.<br />

Sinfonía no.8 en Fa mayor, op.93<br />

En 1812 Beethoven compone su Octava con una facilidad y<br />

rapidez asombrosa, “mi pequeña sinfonía en Fa” la llamaba él<br />

<strong>Yuku</strong> <strong>Jeeka</strong>, No. <strong>58</strong><br />

mismo. Es quizá su sinfonía menos escuchada pese a que<br />

Beethoven mismo la apreciaba mucho, la consideraba una de<br />

sus mejores composiciones. Modesta en dimensiones, de todas<br />

sus sinfonías es la más lúdica y por momentos inocente; una<br />

vez más su obra no refleja su biografía: mientras trabajaba en<br />

ella vivía desgastantes problemas familiares, una relación<br />

amorosa apasionada (con una mujer casada) y su sordera<br />

estaba empeorando. Él mismo dirigió su estreno y según<br />

refirieron testigos presenciales del evento, Beethoven hacía<br />

indicaciones fuera de momento<br />

por lo que mejor se guiaban del<br />

primer violín.<br />

La obra abunda en detalles que<br />

parecen deliberadamente<br />

cómicos, juegos con súbitos<br />

silencios, notas inesperadas,<br />

giros armónicos y rítmicos<br />

sorprendentes sin la más mínima<br />

preparación, acentos que<br />

confunden, que generan<br />

ambigüedad, y un último<br />

movimiento de exagerada<br />

grandilocuencia que concluye<br />

con una elaboradísima coda. No<br />

es humor negro de parte de<br />

Beethoven, realmente la sinfonía<br />

es muy ingeniosa y escucharla,<br />

todo un gozo.<br />

Sinfonía no.9 en Re menor, op. 125<br />

“La música es la entrada incorpórea a un mundo de<br />

conocimiento elevado que comprende a la Humanidad pero<br />

que la Humanidad a veces no alcanza a comprender” 4<br />

En 1822 Beethoven inicia lo que sería su última sinfonía, una<br />

sinfonía titánica, inaudita y complejísima que concluiría en<br />

1824; la Octava la había realizado hacía ya doce años. Sordo,<br />

ya no podía dirigir ni ejecutar, aislado, ya sin la atención que<br />

generaba años atrás, así compuso sus últimas obras, todas<br />

grandiosas, música para el futuro y la perpetuidad. Fueron y<br />

siguen siendo las más misteriosas, grandiosas e<br />

incomprendidas: sus últimas cinco sonatas para piano, las<br />

últimas dos sonatas para piano y chelo, los últimos cinco<br />

cuartetos de cuerda, la misa solemne, la gran fuga y la novena<br />

sinfonía.<br />

En una ejecución ideal de la Novena ésta parece no comenzar,<br />

simplemente se percibe a lo lejos un murmullo vago opaco en<br />

las cuerdas que se va haciendo más notorio; es el primer detalle<br />

original de la obra, efecto que copiarían muchos después.<br />

Parece todo suelto, pero que conforme avanza se va<br />

organizando, como la antesala de algo importante, hasta que<br />

de repente estamos llenos de material temático. El segundo<br />

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