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LUIS GARCÍA SAN JOSÉ. 1968. JOSÉ LUIS GARCÍA SANTAMARÍA. 1993. EL PARDAL EN LA ACTUALIDAD
Y: ¿FUTURA SUSTITUTA?
–Es «El Pardal», que llama a capítulo a los
cofrades antes de la procesión.
Pardal, palabra auténtica que los chicos de
entonces identificábamos con los gorriones, pájaros
humildes, de pueblo, pardos como el campo
en otoño que en tiempos de hambre sirvieron
de alimento a mucha gente. Supongo que en
Rioseco, donde abundan los gorriones, o gurriatos
como también se les llama, algo tendrá
que ver este pájaro con el nombre de quien hace
sonar la trompeta como un rito más en la cadena
de emociones de esta Semana Santa.
Aquel sonido diferente al de todas las trompetas
que yo había escuchado, aquel nombre
–«El Pardal– tan chocante y tan arraigado en la
tradición fueron otros recuerdos imperecederos
de aquel lejano Jueves Santo. Mucho tiempo
después he sabido que ser «Pardal» en la Semana
Santa de Medina de Rioseco no está al alcance
de cualquiera, ya que es un puesto que
corresponde en exclusiva a una familia popularmente
conocida como botella y que pasa de padres
a hijos a través de muchas generaciones.
Yo daría cualquier cosa por ser «Pardal» el
Jueves y Viernes Santo y sentir la agitación de
saber que el sonido de la vieja trompeta significa
algo tan importante para tanta gente, el aldabonazo
de las emociones contenidas durante todo
el año, la señal que marca el comienzo de la
razón de ser de todo un pueblo.
En Santiago y Santa María, templos emblemáticos,
vimos con que devoción se afanaban
los mayordomos de las hermandades junto a sus
familiares y amigos, en dar los últimos retoques
al Santo Paso antes de la Procesión del Mandato,
que se cierra con la impresionante imagen de
la Virgen Dolorosa. Antes del silencioso desfile
de las cofradías, fuimos a reconfortar el estómago
a la repostería de la familia Novo, que guarda
con siete llaves el secreto de los pasteles de
Marina, la única referencia que yo tenía de
Medina de Rioseco antes de emprender aquel
viaje. Un manjar que, como el pan de «la Espiga»,
sirve para conciliar los anhelos del alma
con las debilidades del cuerpo y situar el mapa
gastronómico de la vieja ciudad de los Almirantes
más cerca del corazón.
A ello también contribuyen, entre otros muchos
figones de buen yantar «La Rúa» y, en
tiempos más modernos, «El Pasos», exponentes
de la mejor cocina castellana, lechazo asado,
tostón, pichones, chorizo, morcilla…, pecados
veniales que el Jesús Nazareno de la iglesia de
Santiago sabrá perdonar en su infinita indulgencia.
En el viaje de regreso la gente hablaba poco,
o yo no prestaba la atención suficiente para
confirmarlo. Trataba de ordenar tantas emociones
como había vivido aquel Jueves Santo diferente
a todos los anteriores y de guardar en la
memoria sonidos, olores, sabores, rostros, imágenes,
gestos, lágrimas, silencios, todo un retablo
de inolvidables sensaciones que quedarían
grabadas de por vida en el fondo del alma.
Las luces tenues de la estación de San Bartolomé
anunciaron el final de viaje de retorno,
muy diferente al de ida cuando todo eran conjeturas
ante lo desconocido. Mi abuelo, mientras
atravesábamos el Puente Mayor me preguntó si
me había gustado. La contesté que sí y apenas
hablamos camino de casa.
Después de aquella experiencia, cada vez
que iba de excursión a la Fuente del Sol no me
hacía falta mirar más allá el páramo para intentar
descubrir el perfil de la vieja ciudad de mis
sueños. Prefería cerrar los ojos y dejar que el
viento suave del atardecer me trajera los recuerdos.
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MEDINA DE RIOSECO
SEMANA SANTA
JOSÉ MIGUEL ORTEGA BARIEGO