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SEMANA SANTA
2009 RECUERDOSDELA
SEMANA SANTA EN
MEDINA DE RIOSECO
Al ofrecerme mi querido amigo
Chema Román una colaboración en la revista
de la Semana Santa, no he podido negar la
misma por varios motivos como la amistad
con Chema, el recuerdo de la Semana Santa
y una inquietud de reflejar lo vivido en
Rioseco durante varios años en estos folios.
Mi primer recuerdo de la Semana Santa
es desde un balcón en la Plaza Mayor de
nuestra Ciudad. Vivíamos en la esquina de
aquella Plaza Mayor que, presidida por el
vetusto Ayuntamiento, era reflejo de una singular
Plaza castellana con jardines, fuente,
arboles y no tanto cemento como el existente.
A través de la Calle Mayor y con el sonido de
El Pardal, llegaban a la Plaza todos los Pasos
con sus cofrades. Siendo un niño, no tendría
4 años, este recuerdo era más bien una mezcla
de miedo y de respeto por el sonido de los
tapetanes y vestimentas de los cofrades. El
respeto a las imágenes se mezclaba con la
típica falta de luz en aquella zona de la Plaza,
los pasos, sus cofrades y los rezos de los mismos
llegaban hasta lo alto de aquel balcón
donde varios niños prometíamos portarnos
bien sin perder ojo de todo el devenir de la
Semana Santa.
Aquel recuerdo fue cambiando con los
años. Pocos años más tarde, las procesiones
del Jueves y Viernes Santo las veíamos pasar
desde la oficina donde trabajaba mi padre.
Seguía el mismo respeto, las mismas imágenes,
el mismo fervor en los cofrades pero la
Semana Santa se entendía de otra manera.
En nuestra familia se nos había hablado de
esta festividad religiosa de otra forma y
manera que nosotros habíamos visto. En el
Colegio San Buenaventura se explicaba la
misma y comenzamos a participar en la
Semana Santa como lo hacían los chavales de
aquel tiempo y como lo han hecho otros
recientemente, imitando a los mayores
«sacando el paso». Después de las clases en el
Colegio, nos íbamos a casa de un amigo al
que su padre con unas maderas le había
hecho un paso. El resto era lo imaginado.
Salíamos por la Calle La Pinilla hasta la altu-
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ra con la Calle Matadero y volvíamos hasta el
punto de partida, la casa de mi amigo.
Contábamos como lo llevábamos, se lo decíamos
a nuestra profesora, a nuestros padres.
Éramos un grupo que disfrutábamos de imitar
a los mayores pero, al mismo tiempo, de
participar en algo tan singular y tan de nuestro
pueblo como era la Semana Santa.
Con el tiempo, esa participación cambió.
La mayoría de mis amigos eran de una
Cofradía y entonces había que decidirse. Era
difícil ya que cada uno pertenecía a la de su
padre o familia y en mi caso no había parangón
anterior. Es más, mi padre no se decidió
a pertenecer a alguna por que en su decisión
iba a posicionarse por una, igual que me ocurriría
en mi elección. Pero, un Viernes Santo,
en el Casino se servía el café del Mayordomo
de La Soledad y me dijeron que si quería salir
de cofrade en la procesión. No dude ni un
segundo. Ya era cofrade de la Semana Santa
más singular y más bonita que yo he visto.
VIRGEN DE LA SOLEDAD. PROCESIÓN DEL VIERNES SANTO.