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MI SENTIR DE LA
SEMANA SANTA
Siendo una jovencísima estudiante universitaria, quizás
de primer curso, no recuerdo la fecha exacta y
han pasado más años de los que querría reconocer
ahora, tuve ocasión de acudir a Medina de Rioseco a
conocer su renombrada Semana Santa. Recuerdo
que era una tarde de Jueves Santo. Cualquier vallisoletano conoce
los rigores de la espera quieta, a pie firme, al paso de las procesiones,
cuando el frio intenso impone su penitencia también a los
que sin llevar hábito comparten la calle con los cofrades. El desfile
procesional tiene en el público el complemento necesario, el destinatario
último del mensaje codificado en el rito
basado en la evocación de la Pasión. Cumpliendo
ese papel, allí estaba yo, aquella tarde de
Jueves Santo en la que el aire nos obligaba
a los presentes a buscar la protección
de la fachada de la iglesia de Santiago
para no exponernos a su azote
inclemente. De ese templo pude
ver salir algunos pasos cuyas
imágenes no podían ocultar su
filiación vallisoletana. Como
han pasado muchos años, el
recuerdo que tengo reside
básicamente, además de en el
frío que pase, en ciertas imágenes
que ilustran aquella
experiencia. Una de ellas, es
la salida del paso de la
Oración en el Huerto, vista
desde el interior del templo,
enmarcado el conjunto por el
gran vano de la puerta mientras a
contraluz los rayos de sol se abrían
paso tamizados entre las ramas de
olivo. Algunos años después tuve ocasión
de volver a esta iglesia como guía de
una exposición titulada Artecampos en la
que el arte contemporáneo convirtió el templo
en improvisada sala de exposiciones. Esta iniciativa
logró mostrar obras de un buen número de artistas vallisoletanos
junto con otros procedentes de países del entorno
(Francia, Alemania y Portugal) y su impulso tuvo continuidad en
otras muestras posteriores en otros lugares de Tierra de Campos.
Otra imagen retenida aquel día, es la que representaban
algunos niños, vestidos de nazarenos, jugando encaramados al
púlpito de la iglesia Santa María. Aquellos rapaces se habían
encastillado en la escalera de subida al púlpito y asomaban sus
cabecitas entre los dorados barrotes componiendo una estampa
bastante simpática. Al momento de escribir estas líneas me
consta que se está ultimando la restauración del retablo mayor,
retablos laterales y del propio púlpito al que hacía referencia.
Esta actuación liderada brillantemente por la Fundación del
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MEDINA DE RIOSECO
SEMANA SANTA
Patrimonio Histórico de Castilla y León permitirá que uno de
los escenarios principales de la Semana Santa riosecana luzca
en esta próxima Pascua con igual esplendor que a comienzos
del siglo XVII momento en el que se remató esta colosal obra de
arte. Como responsable de una institución dedicada a la creación
artística contemporánea me interesa la reflexión en torno a
la contempo raneidad creativa de cada momento histórico. En
este sentido cabe imaginar que Medina de Rioseco, como tantos
otros lugares de Castilla, participó de las principales novedades
artísticas del momento. Sobrecoge pensar que en la definición
del retablo mayor de Santa María de Mediavilla participasen
los más importantes artistas del reino
en un momento en que España es la potencia
hegemónica mundial. Ahí tenemos a
un Gaspar Becerra con un completo
conocimiento del arte italiano del
Renacimiento pleno, llamado
para dar la traza del retablo. A
un Juan de Juni, incapaz de
ceñirse a los límites de la
herencia intelectual del anterior
y a Esteban Jordan
tratando de reconducir el
proyecto a un cauce de
razonable equilibrio. La
arquitectura, la escultura y
la pintura se unen en esta
clase de manifestaciones
artísticas que constituyen el
soporte más personal y reconocible
de la plástica española
de aquellas centurias. Junto a
este retablo la cercana Capilla de
los Benavente es otro buen ejemplo
de hasta qué punto en Medina
de Rioseco se estaba a la vanguardia
del arte de su tiempo.
En cuanto a la Semana Santa riosecana
a nadie se le escapa el peso enorme que esta tradición
tiene entre sus habitantes, siendo una de sus
principales señas de identidad cultural. La preservación del
hecho de portar sus pasos en andas siempre levantó la admiración
de propios y extraños y si en el pasado Rioseco se miró
en el espejo de Valladolid para encargar sus pasos procesionales
a semejanza de los de allí, quizás en el presente haya sido
Valladolid la que ha mirado hacia la ciudad de los Almirantes
para recuperar la forma antigua de llevarlos, a hombros de sus
orgullosos cofrades.
CRISTINA FONTANEDA BERTHET
Directora del Museo Patio Herreriano y
Vicepresidenta de la Fundación Eugenio Fontaneda