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Sasturain, Juan – La lucha continúa [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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10. El suplente<br />

<strong>La</strong> tarde del miércoles fue particularmente densa. Desde el día anterior<br />

habían sucedido demasiadas cosas y yo no atinaba sino a correr —tarde y mal—<br />

detrás de la gente y los hechos consumados. Había que parar.<br />

Primero, coordiné con Vicky la inmediata mudanza de Renata —sin el<br />

rubio, que se movió evasivo unos minutos hasta que desapareció,<br />

cariñosamente despedido— y postergué hasta el sábado, en la reunión con el<br />

licenciado Zapata, las explicaciones a una y a otra.<br />

En principio, era cierto que necesitaba el cuarto porque le había ofrecido<br />

para esa noche por lo menos la equívoca seguridad de mi domicilio al<br />

chamuscado Troglodita. Sin embargo, ambas sospecharon que no era ésa la<br />

verdadera razón.<br />

Estuve a punto de hacerle escuchar a mi hija la amenaza telefónica y el<br />

contexto que justificaba mi irrupción tipo comando en su intimidad pero opté<br />

por simular paranoia sólo basada en el episodio del fax del tatuaje. Ella estaba<br />

tan asombrada de que no le dijera nada con respecto a su manera de festejar el<br />

examen final que, a cambio de una apresurada mudanza que no estaba en sus<br />

planes, sólo me pidió complicidad para ocultarle a la madre la mera existencia<br />

de un dragón en su brazo y de un rubio en su cama.<br />

—De acuerdo —dije—. Sólo te pido que no aparezcas por acá, ni siquiera<br />

llames por una semana. Si tenés posibilidades de irte afuera, mejor.<br />

—¿Una mina? ¿Tenés una mina?<br />

Sonreí y dejé que imaginara a gusto, como buen imbécil.<br />

<strong>La</strong> metí en un taxi con mochila y beso pero sin explicaciones. Sentí que<br />

estaban muy lejanos los tiempos del transporte escolar.<br />

Llamé a Nápoli para pedirle que fuera solo a ver el departamento de<br />

Corrientes para la Escuela de Arqueros y quedamos en vernos a la noche en la<br />

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