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Sasturain, Juan – La lucha continúa [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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Durante las dos horas siguientes, los duchos Gigantes, cuyas heridas leves<br />

no les impedían desplazarse ni mucho menos, me sometieron a una rutina entre<br />

jocosa y brutal, propia de boinas verdes con vocación de Gaby, Fofó y Miliki. Sé<br />

que los sorprendí. No creían que estuviera tan entrenado para la pelea.<br />

Precisamente, debí cuidarme en desaprender lo que sabía: no lastimar, no<br />

golpear, fingir y exagerar rodadas y caídas. Convinimos en que adoptaría un<br />

estilo simple, no acrobático, y me asignaron para la <strong>lucha</strong> del sábado a El<br />

Troglodita como compañero.<br />

—A ver qué sabe hacer ese suplente —me desafiaron los demás.<br />

—Compañeros Gigantes, muchas veces la solución está en el banco —<br />

repliqué, bien futbolero.<br />

Y zafé. Con Zolezzi de partenaire, el más curtido y seguro de todos,<br />

practicamos y repetimos cuatro o cinco situaciones. Como yo era “el bueno”, mi<br />

tarea sería menor y más fácil. <strong>La</strong> última toma, la ganadora, dejaría al Troglodita<br />

despatarrado panza arriba. Lo hacía muy bien. Y se reía; le gustaba hacerlo, era<br />

feliz entre las cuerdas, haciendo de malo, echando gruñidos y zarpazos.<br />

Pero me impresionaron la destreza, la movilidad y la aptitud física de<br />

Aguirre.<br />

En tándem con Bedoya o <strong>La</strong>rrañaga, el Roperito volaba de las cuerdas al<br />

centro del ring como disparado por una honda; llevaba sus piernas como una<br />

bandera flameante mientras se impulsaba con sus brazos poderosos. Y cuando<br />

hacía el casi grotesco Acorazado, intimidaba. Apoyado y sujeto con correas<br />

sobre una plataforma circular con ruedas, y cubierto por una estructura de<br />

aluminio que lo convertía en un supuesto vehículo blindado humano del que<br />

sólo sobresalían los brazos y la cabeza, se movía como un tanque, usaba los<br />

brazos como aspas, parecía capaz de aplastar cualquier cosa que se le<br />

interpusiera. Tal la energía.<br />

—De dónde saca este pibe Aguirre tanta fortaleza, Toto —le pregunté en<br />

las duchas a Zolezzi—. Es admirable. Hay que querer mucho la vida para<br />

sobreponerse a todo y hacer eso. ¿Qué es?<br />

—Es odio.<br />

El Troglodita habló con los ojos cerrados desde el interior de una nube de<br />

champú que le borraba el rostro y después se empinó mirando hacia arriba para<br />

que el agua le diera de lleno, se llevara la espuma.<br />

—¿Odio? —quise ratificar.<br />

Me miró con la cara limpia pero ya no dijo nada.<br />

Bedoya se había asomado pidiendo el jabón.<br />

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